jueves, 1 de marzo de 2018

Análisis: LOS ÚLTIMOS JEDI DE WAKANDA


Todavía colea el último estreno Marvel, ese que precede a la gran epopeya que será Infinity War y que parece que no está teniendo en España críticas tan entusiastas como en los Estados Unidos, por más que en taquilla vaya a superar las expectativas más optimistas de Disney.
El caso es que se ha escrito y hablado mucho sobre ella, pero no he leído nada acerca de un detalle curioso que se me pasaba todo el rato por la cabeza mientras la estaba viendo en pantalla y que ahora, pasado un prudencial tiempo, puedo compartir con vosotros sin cortarme ya un pelo con los spoilers.
Se trata, ni más ni menos, de las muchas conexiones que encontré entre la película de Black Panther de Ryan Coogler y Star Wars: Episodio VIII. Los últimos Jedi, de Rian Johnson.
No, no me he vuelto loco. Lo cierto es que, siendo dos películas muy diferentes y de géneros muy diversos, ambas comparten muchos elementos en común. No es que sea algo demasiado extraño, si tenemos en cuenta que las dos obras beben de muchas influencias del pasado, siendo la trilogía original de Star Wars un referente común, pero aún así y todo me ha parecido curioso que haya bastantes coincidencias, argumentales y visuales, entre ambas. Vamos a repasarlas, fijándonos también en las diferencias que hay dentro de las similitudes.
Por un lado, ambas versan sobre la confrontación entre el bien y el mal, como toda buena película de acción. Sin embargo, el mal no está representado por una fuerza absurda y megalómana que sólo aspira a dominar el mundo, sino que el enfrentamiento proviene más bien de unas diferencias ideológicas que invitan, incluso, a que uno pueda simpatizar con el villano, llegando a aceptar incluso un intercambio de roles entre el bueno y el malo. De hecho, el mal está más representado por la radicalización de unos ideales que por el deseo gratuito de crear caos y destrucción. Eso hablando del villano final, por supuesto, porque en ambas películas hay un primer villano que muere más o menos a mitad del metraje. Mucho se esperaba tanto de Klaue como de Snoke (curiosamente ambos interpretados por el mismo actor, Andy Serkins), pero al final no eran más que tapaderas para que los verdaderos desafíos del héroe sean, respectivamente, Killmonger y Kylo Ren. Ambos encarnan, además, un trasfondo político en ambas películas, algo ya no tan habitual en el cine de acción, ni siquiera dentro de las propias sagas a las que pertenecen (a excepción, quizá, de las dirigidas por los hermanos Russo). 
Es, además, un trasfondo ligeramente ambiguo, rompiendo los esquemas del bueno puro y el villano oscuro, permitiendo así que el propio espectador sea quien tome conciencia de sus simpatías. Cierto es que en el film de Johnson sea apenas una leve insinuación (esa es la principal utilidad del personaje que interpreta Benicio del Toro) mientras que la propuesta de Marvel es más significativa, apuntando hacia Donald Trump (demoledora frase en el discurso de la primera escena postcréditos), hacia la desigualdad social y hacia la marginación racial. De hecho, casi se podría decir que el enfrentamiento ideológico entre T’Challa y Killmonger se asemeja al de Martin Luther King y Malcolm X.
Otro rasgo en común entre las dos películas es la potenciación de sus personajes femeninos y el buen uso de ellos. Si bien es cierto que Rey, la gran protagonista de la nueva trilogía, proviene de El despertar de la Fuerza, es en este film donde Carrie Fisher hace su mejor trabajo interpretando a una Leia que al fin demuestra porqué es la líder de la Resistencia. Además, en una película que trata sobre el valor del sacrificio, son dos las mujeres que se sacrifican por sus compañeros: Paige Tico y la vice almirante Holdo. En Black Panther, a cambio, encontramos a algunos de los mejores personajes femeninos del MCU, como Nakia, Okoye o Shuri; tres personajes muy relevantes para la trama que no solo huyen de los arquetipos sino que representan a tres personalidades muy definidas y perfectamente diferenciadas entre ellas.
Y luego entramos en el gran tema que se oculta tras ambas películas: la saga familiar. En Star Wars ha habido siempre gran afición por el culebrón, y la gran pregunta que nos esperábamos que respondiera Rian Johnson era acerca de los padres de Rey. Además, hay que recordar que Kylo Ren es sobrino del otro gran protagonista de la película (y de la saga), Luke Skywalker, y que la relación del primero con Rey se centra en la conexión entre ambos y el esfuerzo de tratar de convencer el uno al otro (y viceversa) de ver las cosas a su manera. Con un claro deje al Hamlet de Shakespeare, también la rivalidad entre los protagonistas de Black Panther se basa en la unión familiar. Al fin de cuentas, T’Challa y Killmonger son primos y la semilla de la discordia nace cuando el padre del primero, el rey T’Chaka, mata al padre del segundo, su hermano N’Jobu. Y también hay, por supuesto, durante el duelo final, un momento en el que T’Challa y Killmonger tratan inútilmente de convencer el uno al otro de que sus acciones son las correctas.
Dejando de lado el argumento en sí, también hay muchos aspectos visuales que unen a estos dos films, aparte de algunos interpretativos (al ya comentado trabajo doble de Andy Serkis hay que sumar el de Lupita Nyong’o, aunque en Los últimos Jedi sea apenas un cameo). El más llamativo de todos es el del homenaje que ambos films hacen a la saga de James Bond y, más en concreto, a la película Casino Royale. Y es que ya es mucha coincidencia que una película que se sitúa en una galaxia muy lejana y otra que ce centra en la África más exótica tengan sendas escenas en un elegante casino, lugar clave en ambos casos para el trascurso de la primera parte de las tramas. De nuevo en este caso me quedo con la opción de Coogler. En su secuencia del casino no solo hay una pelea filmada en un espectacular (real o falso ya es un tema aparte) plano secuencia, sino que sirve como presentación del personaje de Martin Freeman. En la película de Johnson, pese al genial diseño de la ciudad de Canto Bright sobre la original Dubrovnik y los más de doscientos extras utilizados, la cosa se termina resolviendo demasiado rápido, dando la sensación de que el escenario se desaprovecha demasiado. Por cierto, en ambos casos la situación deriva en una persecución, la primera en coche por las calles de Busan y la segunda a lomos de unos bichejos llamados fathiers.
Dejando de lado la obvia batalla aérea que Everett K. Ross mantiene con las naves voladoras que tratan de evacuar Wakanda y que recuerda a cualquier enfrentamiento de Star Wars, hay varios recursos visuales muy semejantes. El primero de ellos es el cuerpo militar que debe proteger al más alto mando en cada una de ellas. Por un lado, tenemos a la Guardia Pretoriana que protege al Líder Supremo Snoke. Por otro, a las Dora Milaje que protegen al Rey de Wakanda. En ambos casos, los guerreros en cuestión se distinguen por sus indumentarias rojas.
Ya he dicho que una de las piedras angulares de Los últimos Jedi era el sacrificio. Pero no hay que olvidar otros elementos claves en su iconografía como la esperanza y la redención. Rian Johnson plasma esa esperanza con la escena final (no es una escena postcréditos, pero como si lo fuera) con el niño poseedor de la Fuerza, pero a mi entender fracasa en su mensaje, ya que la verdadera prueba de que esa esperanza ya no existe es cuando la Resistencia pide ayuda al exterior para enfrentarse a la Primera orden y nadie acude al rescate. 
En Black Panther, cuando Killmonger asciende al trono, también se forma una especie de resistencia que, en un momento dado, piden ayuda externa. Al igual que en Los últimos Jedi, parece que nadie va a acudir en su rescate, pero, como no podría ser de otra manera, en el momento más cruento de la batalla entra en escena M’Baku y su ejército, salvando el día a los héroes. Algo más tópico, sí, pero también más acorde con el mensaje.
Sobre el tema de la redención también hay paralelismos. Sin posibilidad de redimirse ya el personaje de Kylo Ren, es el mismísimo Luke Skywalker quien merece esa salvación espiritual. Tras pasarse toda la película renegando de los Jedi y negando su ayuda a Rey, provocando con ello la ira de los fans y del propio Mark Hamill, que no reconocían a “su” Luke en esta versión del personaje, el Jedi por excelencia termina enviando una proyección holográfica de sí mismo para distraer a Kylo Ren y facilitar la huida de la Resistencia, cuyo agotamiento por el esfuerzo (y su entrega definitiva a la Fuerza) provoca su muerte. Es la redención definitiva ante el giro de personalidad mostrado en esta película. El villano (aunque hay que insistir en que no lo es tanto, solo un idealista radical) de Black Panther también tiene la posibilidad de redención tras su lucha final con Black Panther, y aunque la rechaza, el detalle de que T’Challa lo lleve a ver el atardecer en Wakanda se podría considerar un acto de perdón hacia sus actos. Ya no se trata de si Killmonger se arrepiente o no de lo que hace, sino de que elige morir (como, en cierto modo, elige morir Luke) antes que pasar sus días encerrado en prisión. Resulta muy hermoso y simbólico, a la vez que completamente simétrico, que ambos personajes mueran en lo alto de una montaña contemplando el sol (dos en el caso de Luke) del atardecer. De nuevo dos escenas casi idénticas.
Puede que esto no sea todo, y con futuras revisiones que me refresquen la memoria aparezcan más detalles que ayuden a unificar ambas películas, pero estos son algunos de los detalles que me proporcionaron esa sensación de déjà vu al verlas por separado y que he querido compartir con vosotros.
¿Qué opináis? ¿Me he vuelto totalmente tarumba o de verdad hay bastantes semejanzas entre Black Panther y Los últimos Jedi? Como siempre, vosotros tenéis la palabra final.

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