martes, 20 de marzo de 2018

ANIQUILACIÓN

El debut de Alex Garland como realizador de cine no podía ser más prometedor, aunque ya había demostrado sus buenas cualidades como guionista en diversas películas de Danny Boyle. Con Ex_Machina logró una de las películas más interesantes del 2014 (aunque se asegura que en realidad ya ejerció de director en Dreed, acreditado solo como guionista, tras los problemas con Pete Travis), así que había mucha expectativa por ver su siguiente trabajo, Aniquilación, que llegaba definida como un thriller de ciencia ficción demasiado intelectual para el gran público.
De hecho, tenían tanto miedo en su productora, Paramount, de que el pueblo llano fuese incapaz de comprenderla, que solo se ha estrenado en cines de Estados Unidos y Canadá, quedando relegada su distribución para el resto del mundo a ese aparente contenedor de basura que se supone que es Netflix, gracias a la cual hemos podido llegar a ver films de diversa calidad como la reciente The Cloverfield paradox.
Esta vez, sin embargo, no hay lugar para dudas. Todo el mundo coincide con que Aniquilación es una gran película.
Inspirada en la novela de Jeff VanderMeer (que iniciaba con ella una trilogía que, visto como ha tratado la productora a la película, dudo que lleguemos a ver en imágenes), Aniquilación narra la aparición de una región de extrañas cualidades antinaturales que se va extendiendo lentamente con un faro como aparente punto de origen. Un grupo de mujeres encabezan la expedición número doce en busca de respuestas, a sabiendas de que solo ha habido un único superviviente entre las incursiones anteriores.
No es esta, sin embargo, una historia de acción y aventuras (probablemente lo que en Paramount se esperaban), sino que al abrigo de un puñado de estupendas actrices (Natalie Portman, Jennifer Jason Leight, Tessa Thompson, Gina Rodriguez y Tuva Novotny, amén de la presencia masculina de Oscar Isaac) nos hallamos ante una fábula pesimista sobre la crueldad de la naturaleza misma, donde descubrimos que la supervivencia de las especies pasa por la destrucción de las razas inferiores, y que incluso el amor, que en otros casos suele utilizarse como catalizador de esperanza, es aquí un catalizador enfermizo y dedicado a la condenación.
Todo esto lo explica Garland mediante un guion con más preguntas que respuestas, bebiendo de fuentes tan complejas como el Kubrick de 2001 pero también en el Carpenter de La Cosa o las fabulaciones de Lovecraft y Tarkovsky. Hay momentos de gran psicodelia visual, con gotitas de puro terror y unos efectos especiales de aspecto artesanal pero muy competentes e imaginativos. Sin embargo, por mucho que se pueda hablar sobre la película y su trasfondo, solo hay una pregunta que valga la pena resolver para deleite del público: ¿es una obra maestra o un tremendo coñazo?
Como película personal y de personalidad que es, no hay respuesta posible para eso, lo mismo que no hay respuesta sencilla a los enigmas que plantea. Si hay un caso en el que la satisfacción de una película dependerá de las exigencias de su público es este, y donde algunos verán una maravilla otros desconectarán a los veinte minutos de metraje.
No creo que sea adecuado hablar de maestría, pero sí simpatizo mucho con el ritmo lento y la correcta construcción de personajes (y, valga el tópico, el Área X que deben inspeccionar las protagonistas es un personaje más), de manera que, pese a esa sensación de tristeza e incluso vacío que deja la película tras su visionado, yo quedé gratamente complacido, aceptando ya a Alex Garland como uno de los grandes artífices de la ciencia ficción moderna, equiparable ya al más optimista Villeneuve con La llegada como otro gran ejemplo de ciencia ficción sesuda. Así, esta película complacerá a críticos, amantes del postureo y espectadores de mente abierta, pero no será para nada plato de buen gusto de aquellos que solo quieran ver efectos especiales digitales como los coloridos carentes de sentido de tonterías como Un pliegue en el tiempo, por poner un ejemplo de ciencia ficción pedante pero que no aspira a nada más (sin conseguirlo siquiera) que a ser un simple film palomitero.
Garland, como Villeneuve, está ya en la liga de los grandes maestros, esa en la que parecía iba a estar también Duncan Jones tras su grandiosa Moon y cuya grandeza solo logra acariciar levemente en la reciente Mudo, también condenada al ostracismo relativo de Netflix.

Valoración: Ocho sobre diez.

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