sábado, 28 de julio de 2018

MISSION: IMPOSSIBLE - FALLOUT

Cuando en 1996 Brian De Palma hizo la que posiblemente sea su última gran película al adaptar la serie de televisión de Misión Imposible a la gran pantalla, pocos imaginaban hasta donde podría llegar esta saga, más si tenemos en cuenta el bajón anímico y de calidad que supuso su secuela M:I-2, por culpa tanto de un poco inspirado John Woo como de un guion torpe y deslavazado. Por suerte, en ese momento entró en la franquicia J.J.Abrams y le insufló nuevos aires. Con la coproducción de su compañía Bad Robot y el trabajo de sus guionistas de confianza Alex Kurtzman y Roberto Orci (junto a él mismo), lograron dar una vida nueva al agente Ethan Hunt, humanizándolo gracias al personaje de Michelle Monaghan y confirmando que el agente del FMI aún tenía cuerda para rato.
La primera cosa que llama la atención en Mission: Impossible - Fallout es la pequeña traición que se hace al espíritu de la serie. Si hasta ahora se había apostado por un director de diferente personalidad para cada entrega, de manera que diesen su toque personal a la saga (Brad Bird se encargó de Protocolo Fantasma y Christopher McQuarrie de Nación Secreta), en esta ocasión McQuarrie iba a repetir, siendo también responsable en solitario del guion. Una decisión , por otro lado, bastante lógica si se tiene en cuenta la buena química entre el director y el actor principal, un Tom Cruise al que ya había dirigido en Jack Reacher y de cuya imaginación salieron los guiones (o al menos parte de ellos) de Valkiria, Al filo del mañana y La Momia.
Mission: Impossible - Fallout tiene una clara vinculación con la anterior película, de manera que no funciona de manera tan independiente como el resto. Tanto es así, que casi cierra un ciclo que se inició con la película de Abrams, de manera que las cuatro piezas producidas bajo su tutela forman un arco que ayuda a desarrollar el personaje de Ethan Hunt, enriqueciéndolo.
Más allá de su complejo pero efectivo argumento, Mission: Impossible - Fallout sigue el esquema clásico del cine de espías, con tramas retorcidas, personajes de doble cara y giros imposibles de guion. Esto ayuda a que, pese a que uno de los giros más importantes se huela a distancia (en parte por culpa a que ya fue anunciado por cierta productora “rival” hace ya unos meses), esto no desluzca la trama en absoluto.
Otro elemento común de esta saga que aquí funciona a la perfección es su gran espectacularidad. Persecuciones imposibles en moto y helicóptero, saltos al vacío, peleas en lavabos, tiroteos... Fallout tiene de todo, y lo tiene alcanzando un gran nivel. Poco importa que la verosimilitud quede muchas veces en entredicho. No va de realismo la cosa, sino de diversión. Y Mission: Impossible - Fallout es una película muy muy divertida. Muy divertida pero, además, dolorosamente triste cuando conviene, con golpes bajos que dejan KO al fan del personaje y le invitan a sufrir como sufre el propio Hunt.
Y en medio de todo este fregado está Tom Cruise, uno de los actores más grandes que hay, pese a los muchos (e incomprensibles) odios que genere y con ese ligero resbalón que le supuso el año pasado La Momia (una película inferior pero a la que sigo defendiendo como producto de entretenimiento). Cruise es el amo y señor del cotarro, la pieza sobre la que gira todo el engranaje perfecto que es la trama de Fallout y que, sin embargo, no se hace tan cansino como para eclipsar a sus compañeros de reparto, con los ya indispensables Ving Rhames y Simon Pegg, la incorporación de Henry Cavill y su bigote y la recuperación de viejos amigos (y enemigos) cada uno con su momento de lucimiento de rigor.
Es fácil deshacerse en elogios ante Mission: Impossible - Fallout, y aunque cueste decidir si es la mejor de la saga (todas excepto la segunda rallan a muy buen nivel), no me cabe la menor duda de que se encuentra entre las mejores películas de acción que podemos disfrutar a lo largo de este año. Que un film dure dos horas y media y no haya ni un momento de aburrimiento, que nunca baje el ritmo y que tampoco sobrecargue con su desmedida acción tiene un mérito extraordinario.
Por eso esta es una grandísima película que nadie debe perderse. Y por eso Cruise/Hunt deben volver sí o sí. Porque queremos (necesitamos) saber que hay más allá de este final y si al fin el mejor agente de la Agencia FMI va a conseguir la paz que tanto merece o deberá seguir sacrificándose para salvar el mundo una y otra vez. La verdadera misión imposible es conseguir que la sexta entrega de una saga tenga semejante nivel. Y si la taquilla le respalda como parece que lo va a hacer, su siguiente misión, si decide aceptarla, será el acabose. Y ahí seguiré yo, fiel a mi cita con Hunt y sus damas (¡y qué tres damas se le juntan en este film!) para contemplarlo.

Valoración: Nueve sobre diez.

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