sábado, 24 de noviembre de 2018

SUPERLÓPEZ

Cuando se confirmó que el proyecto eternamente postergado de llevar las aventuras de SuperLópez a la gran pantalla se iba a hacer realidad, me llevé una gran alegría. Luego vinieron las primeras noticias sobre fichajes, el primer tráiler y alguna imagen promocional y de la ilusión pasé al espanto a pasos agigantados. Solo faltaba leer unas declaraciones del creador de SuperLópez, Jan, confirmando que este no era “su” SuperLópez.
Al final, lo único que me mantenía con un hilo de esperanza era el director, Javier Ruiz Caldera, quien estuvo tras las cámaras de Spanish moviePromoción FantasmaTres bodas de más y, sobre todo, otra apuesta comiquera de nuestro cine, Anacleto, agente secreto. Además, yo soy de los que disfruté mucho con su Anacleto, y aunque no se pareciera demasiado al personaje creado por Vázquez, lo podía justificar en el hecho de que este no tenía aventuras largas que poder adaptar, cosa que sí sucede con SuperLópez.
Al final, precedida por algunas críticas nefastas de los que ya la habían visto en algún festival, me acerqué a la película con el convencimiento de que estábamos ante uno de los estropicios del año, un despropósito que no haría más que traicionar a uno de mis personajes de cómic preferidos y que marcó mi infancia más incluso que otros más icónicos como Mortadelo y Filemón o Zipi y Zape.
Una vez vista, hay que decir que parte de mis temores se vieron confirmados y que la observación de Jan era muy acertada. Este no es SuperLópez. Se parece a él como un huevo a una castaña. Sí, tiene muchos guiños, como la escena del café con leche y cruasán, los bolsazos de Luisa y los petisos, pero no comparte el mismo espíritu que el antihéroe de Jan. Hay cosas que se pueden justificar como una modernización del personaje, pero otras que no hay por donde agarrarlas. Así que, definitivamente, esta no es una buena adaptación del comic. Casi podría decir, incluso, que es nefasta.
Pero luego está su vertiente como producto de entretenimiento. En este sentido, debo confesar que las críticas eran exageradas y que Ruiz Caldera sale bastante airoso del proyecto. Es cierto que se le pueden poner muchos peros (y no me vale la excusa del ajustado presupuesto: SuperLópez tiene un montón de historietas que podrían haber adaptado mucho más “callejeras” que esta epopeya que requiere de robots gigantescos y naves espaciales) y que quizá el villano no esté a la altura del talento de Maribel Verdú, pero lo cierto es que olvidando los orígenes del personaje y tomándose la película como una simple parodia de Superman, la cosa funciona bastante bien.
De hecho, hay homenajes bastante directos al Superman de Donner, aunque también al de Snyder, aunque este es solo uno de los muchos guiños que tiene el film, que se mira también en el espejo (paródico) del Spiderman de Raimi, en Star Wars o incluso en El gran héroe americano que popularizó a William Katt allá por los ochenta.
Sorprende que, con el material de base y el currículo del director (y de los guionistas, los autores de Ocho apellidos vascos y Ocho apellidos catalanes), el humor no esté mucho más presente, siendo el Jaime González al que da vida Julián López el elemento más humorístico del guion, aunque la relación (no demasiado fraternal) entre Juan López y su padre terrestre también dé bastante juego. Por lo demás, es una película con tintes románticos, con conflictos por la doble personalidad del héroe (algo muy de comic, por cierto), de villanos megalómanos que solo quieren destruir el mundo e incluso se permite analizar (muy a su manera) la necesidad de aprobación por parte de un hijo desde dos ángulos diferentes, pero, sobre todo, es una película sobre un tipo extraordinario que toda la vida ha querido ser corriente y que, ahora que o ha conseguido, se ve obligado a hacer algo extraordinario.
Sin inspirarse en ninguna aventura escrita, la historia de SuperLópez se encuentra maniatada por las exigencias de una película “de orígenes”, teniendo que perder su tiempo en explicar una infancia del protagonista y el descubrimiento de sus poderes (por lo menos descubre que puede volar en menos tiempo que el Clark Kent de Smallville), pero no por ello pierde su ritmo narrativo, que en este sentido es algo más dinámico que en el caso de Anacleto. Ruiz Caldera sabe lo que tiene entre manos y, aunque no sea todo lo fiel que a uno le habría gustado al espíritu del personaje, consigue que su lavado de cara sea muy efectivo. Para que me entiendan, lo que hace está más cerca de la interesante Zipi y Zape y el club de la canica (nada que vez con los tebeos) que de La gran aventura de Mortadelo y Filemón, que por buscar una identificación tan fiel al original termina cayendo en el ridículo.
Tampoco Dani Rovira, que es un tipo que me cae francamente bien, aunque todavía no llega a deslumbrarme en su faceta como actor, desentona dando vida al protagonista, mientras que la presencia de Alexandra Jiménez (que ya fuera pareja de Rovira en 100 metros) es siempre jugar con una carta ganadora.
Resumiendo, que este no es “mi” SuperLópez, pero ello no impide que sea una muy disfrutable película, un divertimento muy bien filmado con escenas muy emocionantes, alguna cámara lenta un poco cargante y un tono castizo muy propio de sus guionistas. Y con unos efectos especiales que solo rechinan en las escenas de vuelo (y eso que en España tenemos experiencia en ello, recuerden el clásico Supersonic man que fue imitado por los creadores del vuelo del Superman II de Lester) Y que, como todo buen film de superhéroes que se precie (aunque sea parodiándolos) tiene su correspondiente escena postcréditos (bastante irrelevante, eso sí), aunque el verdadero epílogo, el que va justo antes de la genial canción de Alejo Stivel, es uno de esos que los apócrifos necesitaran que les expliquen y que los verdaderos fans aplaudirán con la esperanza de que la hipotética secuela sí sea un fiel retrato a los guiones de Jan.

Valoración: Seis sobre diez.

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