sábado, 9 de marzo de 2019

4 LATAS

4 latas es uno de esos ejemplos en los que un mal tráiler puede arruinar una buena película.
Efectivamente, una vez visto el avance de la misma solo me apetecía alejarme lo más posible del último trabajo de Gerardo Olivares, un director que, además, me costaba imaginar a los mandos de una comedia, estando más acostumbrado a los dramas, algunos de ellos más cercanos al documental que al cine convencional (me viene a la mente la película El faro de las orcas o el trabajo para Netflix Dos Cataluñas).
Sin embargo, una vez sentado en la butaca del cine, y tras un arranque que parecía más propio de un melodrama amargo que de una comedia, la cosa empieza a funcionar sorprendentemente bien. Siguiendo el formato de una road movie a través del desierto africano, todas las extrañas decisiones tomadas por Olivares parecen adecuadas, desde hacer que Rean Reno hable español hasta mezclar actores tan dispares como Hovik Keuchkerian (un libanés haciendo de vasco), Susana Abaitua (a la que volveremos a ver en la inminente 70 Binladens) o Arturo Valls. Cierto es que el cineasta juega mucho al deus ex machina, dejando que la historia se mueva más por sus propios intereses que por una mínima coherencia, pero donde las situaciones visuales cómicas no pueden llegar unos inteligentes diálogos (así como la voz en off de Enrique San Francisco) consiguen complementarla con eficacia.
La película sigue el periplo de dos amigos que se reencuentran después de décadas que deciden repetir el viaje que los unió en el pasado para legar hasta Mali en un Renault 4, donde se encuentra el tercer componente del grupo, gravemente enfermo, acompañados por la hija de este. No sabemos demasiado del pasado (ni presente) de estos personajes, ni falta que hace. Estamos ante una película bienintencionada, una feel Good en toda regla, una fábula sobre la amistad y la familia con un trasfondo amargo (en el fondo se habla de la soledad y el perdón), que conjuga con habilidad los momentos más sensibleros con el humor más absurdo, completando la receta (como no podía ser de otra manera) con una fotografía maravillosa que convierte el film en un canto de amor hacia África, que luce en pantalla con indiscutible belleza, regada con una banda sonora repleta de canciones cargadas de energía positiva.
No es una película perfecta, pero tanto en su faceta más intimista como en el terreno de la comedia funciona mejor que la mayoría de producciones patrias que nos llegan últimamente y que se limitan a repetir una fórmula ya gastada. Por lo menos intenta ofrecer algo diferente., y durante la mayoría del metraje, lo consigue.


Valoración: Seis sobre diez.

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