viernes, 28 de mayo de 2021

Visto en HBO: FRIENDS: THE REUNION

Después de diez temporadas y unos datos de audiencia espectaculares (incluso a día de hoy, cuando las plataformas siguen pagando verdaderos pastones por hacerse con sus reposiciones), Friends es sin duda una de las sit-com más míticas de la historia. Puede que no la mejor (hay un intenso debate sobre si su más fiel imitadora, Cómo conocí a vuestra madre, logró superarla en calidad), pero sí la más importante.

Antes de que tipos como Charlie Sheen o Jim Parsons pudieran jugar a ser dioses y exigir sueldos millonarios nunca antes vistos en televisión, los chicos de Friends ya batían records, gracias en parte al buen rollo entre ellos y a la idea de negociar sus renovaciones en conjunto a partir de la tercera temporada.

Han sido diez años de risas y alguna lágrima, de cameos estelares, de gags inolvidables y de romances que casi llegamos a sentir como nuestros. Pero, como tuvieron a bien decidir David Crane, Marta Kauffman y Kevin Bright, llega un  momento en que todo debe terminar. La historia de Friends era la historia de seis chicos en esa época mágica en la que tus amigos son también tu familia. Y por eso era lógico que en el momento en que cada uno comenzaba a formar sus propias familias, el momento había pasado.

Diecisiete años después (tenían que haber sido quince, pero negociaciones complicadas y el coronavirus lo postergaron un par de años), los seis actores apenas se habían juntado una vez, en otro especial televisivo. Ahora, con el factor añoranza por bandera y las intenciones de levantar como sea esa plataforma de HBO Max que, huérfana de Juego de Tronos, no va a vivir eternamente de Liga de la Justicia deZack Snyder, Friends: the reunión ha vuelto a juntar en un mismo plató a Jennifer Aniston, Courteney Cox, Lisa Kudrow, Matt LeBlanc, Matthew Perry y David Schwimmer, con James Corden como maestro de ceremonias.

No es un momento casual. Tras la serie cada uno de ellos trató de levantar sus carreras en solitario, pero solo Aniston logró alzar el vuelo, un vuelo que en los últimos tiempos anda un poco decaído.

El programa, mezcla de reality, entrevista y cortes de la serie, es un extraño monstruo de Frankenstein que funciona como ejercicio nostálgico pero poco más. Dicho de otro modo, no tiene el más mínimo interés para aquel que no fuese un fan incondicional de la serie. Ni siquiera los invitados, tan insistentemente anunciados, logran dar el lustro necesario. Apenas dos grandes de verdad: Tom Selleck y Reese Witherspoon. El resto, famosos del momento que ni siquiera aparecieron en la serie (y no sería por invitados) y que se limitan a decir lo mucho que les moló (aunque no fuese de su generación). Tipos como David Beckham, Kit Harrinton o Lady Gaga. Se les nombra, pero ni rastro de Brad Pitt, Sean Penn, Danny de Vito… Y de Bruce Willis ni se acuerdan.

Sí está la colaboración de algún secundario, como Ghunter o Janice, pero nada de David, ni rastro de los padres de Chandler y, desde luego, el gran ausente: Mike, quien fuese novio de Phoebe las dos últimas temporadas y fue el responsable del «final feliz» de esta. Su ausencia es la más comentada en redes, y quien sabe si se debe al hecho de que, a día de hoy, Paul Ruud es más estrella que los propios protagonistas, gracias a su participación en el Universo Marvel, y puede que su salario para la fiesta fuese demasiado elevado.

Como sea, la reunión ha sido más un encuentro de amigos que otra cosa, con momentos divertidos y entrañables, pero a la que le habría sentado mejor un poco más de guion. O lo que los fans de verdad querían, esa prometida película que ahora parece más claro que nunca que nunca va a llegar.

Lo que está claro es que ha sido agradable reencontrarse con nuestros seis amigos de siempre, por más que los años no perdonen y el exceso de botox en algunos y de kilos en otros duelen un poco de ver.

martes, 25 de mayo de 2021

Cine: ESTE CUERPO ME SIENTA DE MUERTE

Aunque uno de sus primeros títulos conocidos es la prescindible Paranormal Activity: Los señalados, lo cierto es que el director y guionista Christopher Landon dio la campanada en 2017 con Feliz día de tu muerte, una divertida gamberrada que jugaba con el manido tema de los bucles temporales inspirados en Atrapado en el tiempo, de Harold Ramis, pero pasado por el rasero del humor negro y el terror. Dos años después volvió a repetir éxito con la secuela, en este caso abordando los universos paralelos, demostrando así una ingeniosa capacidad para la reinvención.

En Este cuerpo me sienta de muerte, simpático título español del más escueto Freaky, Landon fija su mirada en las clásicas comedias sobre intercambio de cuerpos (que tiene el nombre de body-swap), tipo De tal astilla tal paloViceversaPonte en mi lugarEl cambiazo o incluso la reciente Soul, pero incorporando, una vez más, el tema del slasher.

Vince Vaughn, actor de comedia que últimamente se está aficionando mucho a películas dignas de Sitges, encarna a un asesino en serie que parece fusionar el Jason Voorhees de Viernes 13 y el Michael Myers de La noche de Halloween. Kathryn Newton es la clásica estudiante de instituto, lastrada por la reciente muerte de su padre, que debe sobrevivir en una jungla de deportistas abusones y conflictos familiares varios. Cuando sus caminos se cruzan, un extraño poder azteca provocará que sus cuerpos se intercambien y empiece una angustiante cuenta atrás de apenas veinticuatro horas para conseguir revertir la situación o condenarlos a ese estado para siempre.

No es que sea especialmente novedoso ver a un actor adulto ejerciendo el rol de adolescente, reciente es el recuerdo de Jumanji su secuela y el divertido rol de Jack Black, pero Vaughn le da un nuevo toque realmente divertido, mientras que Newton está asombrosa como sádica psicópata.

Por supuesto, una propuesta de este estilo no tendría ningún valor de no contar con un sentido del humor realmente funcional, que permite que la gran cantidad de muertes con sus respectivas dosis de gore se disfruten con placer. Landon demuestra moverse como pez en el agua con una película más salvaje si cabe que Feliz día de tu muerte, cumpliendo con la obligación de homenajear, sin saturar, a muchos referentes del género, componiendo una especie de panorámica muy noventera que casaría perfectamente en una sesión doble con la Babysitter de McG.

Resumiendo: fresca y divertida, desvergonzadamente sangrienta y con un ritmo endemoniado. Un nuevo acierto de la compañía de James Blumm capaz de sacar oro con presupuestos muy reducidos y que solo la pandemia va a impedir que sea un éxito a la altura de lo merecido.

 

Valoración: Siete sobre diez.

Visto en Netflix: EJÉRCITO DE LOS MUERTOS

De nuevo me encuentro ante una película difícil de valorar, ya que su apreciación es radicalmente opuesta según los ojos con los que la decida mirar.

Ejército de los muertos, el retorno al cine (es un decir, ya que se trata de una producción Netflix) de Zack Snyder  tras su abandono (o expulsión) de Liga de la Justicia (aunque luego se resarció con ese montaje interminable para HBO Max), es un espectáculo de primera a nivel visual, un divertimento sin parangón donde uno puede disfrutar de un festival de sangre y casquería, acción a raudales y las clásicas cámaras lentas a ritmo de grandes canciones que definen el cine del director. Tanto es así que se podría decir que estamos ante una de sus mejores películas, en las que ejerce además como guionista (él escribió la historia que finalmente convirtió en libreto con la ayuda de Shay Hatten y Joby Harold), montador y director de fotografía. Netflix le ha dado una libertad con la que no podía ni soñar en Warner y eso se ha plasmado en cada una de las escenas del film, algunas realmente espectaculares y míticas.

Por otro lado, sin embargo, el guion es tan torpe y ridículo, plagado de incoherencias y con copias (llámenlas plagios, llámenlas homenajes) a otros títulos clásicos que cuesta recordarla con mucho agrado a poco que uno la deje reposar en el cerebro.

Por más que se diga por ahí que es una especie de secuela de El amanecer de los muertos, lo cierto es que más allá del tema zombi poco hay en común entre ambas películas, ni a nivel argumental ni en cuanto a su tono. En Ejército de los muertos los resucitados han conquistado Las Vegas, y el gobierno ha reaccionado encerrando la ciudad tras unos muros de contenedores y reagrupando a los supervivientes en campamentos improvisados a las afueras como si de refugiados se tratasen. Aquí Snyder se permite hacer un poquito de crítica social, lo mismo que pretende regar la trama de un trasfondo dramático con uno de sus temas favoritos, las relaciones paterno filiares. Pero no se asusten, no tenemos aquí al Snyder profundo y trascendental. Es solo un amago para camuflar el rock & roll que está por llegar.

Tras unos títulos de crédito brillantes pero demasiado deudores, quizá, de Bienvenidos a Zombieland, en la que se nos presenta al equipo que va a protagonizar el film, la acción amenaza con hacerse esperar mientras vemos como el protagonista, correcto pero tampoco brillante Dave Bautista, es convencido por el personaje de Hiroyuki Sanada (cuando Hollywood busca a un japonés organizando cosas chungas, él debe ser el único disponible en la agenda) para organizar un atraco en plan Ocean’s Eleven en Las Vegas, justo antes de que el Presidente de los USA haya decidido volar la ciudad por los aires.

Acepto que cuando uno ve una película de zombies deje dejar el cerebro en el asiento y no pensar demasiado las cosas, pero hay detalles que pesan demasiado, como lo absolutamente ridículo del plan, la nula importancia de los planos o las absurdas decisiones que algunos de los protagonistas (como las que toma el personaje de  Ella Purnell en varias ocasiones).

No me molesta, aplaudo incluso, que haya una nueva variedad de zombis, los llamados Alpha, que crean una especie de sociedad dentro de la Ciudad del Pecado, subtrama romántica incluida, pero la decepción es cuando se infrautiliza, convirtiendo al personaje más interesante en un remiendo de videojuego. Al final, zombis que evolucionaban hasta alcanzar cierto grado de sentimientos ya los imaginó Romero en La Tierra de los Muertos Vivientes, y zombis enamorados los pudimos ver en Diario de un zombi adolescente. Lo malo es que Snyder crea su propia mitología para traicionarla una y otra vez, haciendo que ni tenga sentido el plan de Zeus (el rey zombi) ni los zombis renqueantes actúan siempre siguiendo las mismas normas. Todo depende del momento de la película y de la conveniencia del director. Se pueden encontrar, también, momentos que recuerdan mucho (demasiado) a otros títulos como Alien, Depredador o el cine iniciático de Carpenter.

Quizá el gran problema de Ejército de los muertos es que una película de zombis, tradicionalmente, debe lidiar con un presupuesto bajísimo, y cuando se aspira a hacer una superproducción la casquería termina por cantar. Al menos hay que agradecerle a Snyder que no escatime sangre, ya que no hay nada más aburrido que una película de zombis sin algo de gore. Cine zombi para todos los públicos ya lo intentaron hacer con Guerra Mundial Z y ahí está su secuela, en eterna lista de espera. Sin embargo, ello hace que se quede a mitad de camino, pues ni tiene la gracia del clásico subproducto simpático al que se le pueden perdonar todas sus limitaciones, ni es esa gran producción capaz de satisfacer a todos los paladares aunque, eso sí, puede llegar a convencer, por su sentido del esperpento, a los menos simpatizantes del género Z.

Al final, da pena que no se hayan trabajado un poco más el guion, siendo James Gunn la figura que sale más fortalecida de la experiencia, pues suyo es el libreto de El amanecer de los muertos (la primera película de Snyder y, aún a día de hoy la mejor) y, vista Ejército de los muertos, está claro que suyos son los méritos de aquella pequeña obra maestra del terror. Un terror, por cierto, de la que adolece esta película, más centrada en la diversión, el drama familiar y la acción más alocada que en asustar.

Dicho en palabras parcas, Ejército de los muertos es una patochada de película, que casi calca los errores de Escuadrón Suicida, film de DC con la que tiene muchos paralelismos, pero a la vez, mola mucho. Y esa bipolaridad es la que hace tan difícil hacer un análisis con rigor de ella. Al final, disfrutar más o menos de ella va a depender más de las expectativas y exigencias de cada uno que de los valores o deméritos de la misma. Y la guerra en Internet que está levantando no va a poder tener vencedores ni vencidos, pues seguramente la postura de cada uno, incluso los más radicales, pueda ser correcta.

Visualmente muy meritoria, quizá parte de sus defectos se deban a las pretensiones (parece ser que bastante realistas) de Snyder y Netflix, de crear una franquicia por lo que los agujeros de guion y los cabos sueltos (una de las tramas trata sobre la necesidad de rescatar a un personaje para, al final, dejarnos sin conocer su destino). De momento ya hay previsto un spin off/precuela del personaje de Dieter, una serie de animación sobre la caída de Las Vegas y se habla, incluso, de una secuela. Veremos en qué acaba todo…

 

Valoración: Siete (que mañana podría ser un cuatro) sobre diez.

lunes, 24 de mayo de 2021

Cine: INMUNE

Cuando se habló por primera vez de la existencia  del rodaje de Inmune dos son las cosas que más llamaron la atención. Por un lado que estaba apadrinada por el mismísimo Michael Bay, lo que posiblemente aseguraba explosiones, chicas sexys ligeras de ropa y más explosiones. Por el  otro, el hecho de que fuese la primera película en tratar el tema del Coronavirus y la pandemia consecuente.

Una vez vista, ambas premisas han caído ligeramente. La primera, porque la dirección de Adam Mason (también firmante del guion) no tiene nada que ver con el estilo de Bay. La segunda, porque pese a las prisas que se dieron por rodar el film (polémicas relacionadas con la falta de medidas de seguridad en sus protocolos incluidas), ha sido llegado con posterioridad a Confinados, si bien es cierto que Inmune se ha estrenado en cines mientras que el film de Doug Liman fue directamente ofrecida por HBO Max.

Sea como sea, la película se ha rodado con una precipitación que se nota en una puesta en escena endeble y falta de garra. La premisa es interesante: han pasado los años y nuevas mutaciones del virus siguen presentes, haciendo que todo el mundo deba vivir confinado en sus casas a excepción de las fuerzas policiales (debidamente protegidos) y los pocos inmunes, distinguidos mediante unas pulseras que les sirven de salvoconducto para moverse libremente por una Los Angeles desértica y aterradora. Además, contamos con el aliciente de descubrir cómo el gobierno maltrata a los infectados, trasladándolos, más que a hospitales, a una suerte de campos de concentración en el que permanecen hasta que se recuperan (los menos) o mueren (la gran mayoría).

Con este panorama Nico conoce a Sara. Y de alguna forma extraña, se enamoran. Y a partir de ahí todo deja de importar muy poco para convertirse en una especie de Romeo y Julieta pandémico, en lo que lo único que importa (o debería importar) es si van a terminar felices y comiendo perdices o no.

Poco importa que por ahí pululen actores como Demi Moore, Craig Robinson, Bradley Whitford, Alexandra Daddario o (el único que destaca un poco) Peter Stormare. Los únicos que realmente importan son K.J. Apa y Sofia Carson, dos actorcillos que no es que lo hagan mal pero que tampoco tienen el carisma necesario como para echarse la película a cuestas.

Al final, tenemos un correcalles en el que Mason parece querer contagiar al espectador de la urgencia de la situación, sin que lo consiga en ningún momento. La historia de amor resulta algo plana y desleída mientras el resto de elementos planteados simplemente terminan por desaparecer (o casi). Y el elemento futurista impide la implicación del espectador, pues si bien es cierto que Inmune es algo más entretenida que Confinados, en aquella al menos uno se veía reflejado con más facilidad.

En resumen, película romántica con algo de acción que desaprovecha sus posibilidades y queda sumida en una triste mediocridad.

 

Valoración: Seis sobre diez.

sábado, 22 de mayo de 2021

Visto en Netflix: EL INOCENTE

Parece que el bueno de Mario Casas le ha cogido el gustito a esto de conjeturar con Netflix. Tras tener un papel ligeramente secundario en Hogar y darlo todo en El practicante, ahora regresa al mundo de las series (mini serie en este caso) para ponerse en la piel de El inocente.

Todo arranca de manera ligeramente similar a No matarás, con una mala decisión tomada una noche cualquiera y con una bella mujer por en medio. En este caso, tenemos un incidente que le va a perseguir a lo largo de los años y de cuya sombra no le va a ser fácil escapar.

Pero, pese a lo que el título parezca reflejar, no todo gira en torno al personaje de Casas, como demuestra que cada uno de los ocho episodios arranque con una voz en off de un protagonista diferente, sino que la serie plantea una especie de triángulo del que también forman parte su esposa, a la que pone rostro Aura Garrido, y la policía responsable de investigar el caso de una monja suicida, excelente Alexandra Jiménez.

Inspirada en una novela de Harlan Coben, la serie se muestra como una magnífica adaptación, siendo capaz de mantener toda la esencia argumental del libro pero encontrándose muy bien al formato televisivo, con cliffhangers que te dejan con los dientes  largos tras cada episodio y permitiéndose variar un poco el final original, logrando así incluso superar al material literario, consiguiendo con ello el aplauso del propio Coben, implicado en la adaptación.

Si se quieren encontrar peros a la serie dirigida por Oriol Paulo es la constante necesidad de hacer saltos de fe para tragarse tanto giro retorcido y casi inverosímil capaz de aunar con coherencia una red de trata de blancas que parece salida de Sky rojo, el dolor de un padre incapaz de superar la pérdida de un hijo y la infidelidad, extorsión incluida, de una esposa, un batiburrillo de ideas que analizadas en profundidad no casan demasiado bien, quizá por la necesidad de crear esos mencionados cliffhangers que mantengan el interés, pero que vista en su conjunto consiguen enganchar al espectador y, al menos, cierra ofreciendo una explicación certera a todo lo que estamos contemplando atónitos en pantalla.

Ayuda, y mucho, el casting, un relato de nivel con nombres como José Coronado, Juana Acosta, Miki Esparbé, Xavi Sáez o Gonzalo de Castro, que terminan por dar relumbrón a la serie.

En resumen, una propuesta cargada de intriga, capaz de enganchar y desconcertar al espectador y que sabe finalizar con brillantez.

Visto en Amazon Prime: I CARE A LOT

Una vez más nos encontramos con un nuevo ejemplo de buena película que la pandemia nos ha privado de ver en pantalla grande. No es que I care a lot sea esplendida, pero el simple hecho de contar con Rosamund Pike como protagonista (flamante ganadora del Globo de Oro) ya obliga a su visionado, más si además ronda por ahí el siempre atrayente Peter Dinklage.

Dirigida por J Blakeson, cuyo máximo referente es la decepcionante La quinta ola, la película respira un cierto aire a thriller mordaz y de un humor muy negro que me recuerda en algo al estilo de Martin McDonagh, en especial a Escondidos en Brujas o Siete psicópatas. Por descontado, Blakeson no está a la altura, pero por intenciones que no sea.

La película cuenta la historia de Marla Grayson que junto a Fran (Eiza González) dirige una empresa de tutelaje para gente mayor desamparada que, en realidad, es una forma elegante y «casi» legal de hacer estafas a gran nivel. Hasta que se encuentra con una víctima (la gloriosa Dianne Weist) que se convierte en la horma en su zapato.

A partir de aquí tenemos un duelo de poder entre las dos féminas (la segunda amparada por su hijo Roman, líder de una banda mafiosa) que las lleva al límite en un correcalles en ocasiones grotescos pero siempre divertidos.

La película, convenientemente contenida en su gamberrismo, es un tête-à-tête entre Pike y Dinklage en el que la maña y la fuerza deben ponerse a prueba constantemente.

Cierto es que puede apreciarse un punto de moralina en su desenlace, como si Blakeson (también guionista) tuviese miedo, después de la sarta de barbaridades propuestas, ofender a alguien, pero no es más que una elección que tampoco desentona demasiado ni debe desmerecer el film. Puestos a criticar, se le puede acusar de no tomarse nunca en serio a sí misma, resultando inverosímil en demasiadas ocasiones, pero intuyo que a eso precisamente quieren jugar sus autores, y como tal, me apunto al carro.

En fin, una de esas películas que te dejan con un buen sabor de boca, disfrutable durante su enmarañado visionado y que quizá pueda llegar a estremecer a quien tenga familiares en edad de tutelar cerca.

 

Valoración: Siete sobre diez.

Visto en Netflix: LOVE, DEATH & ROBOTS. T2

Se ha hecho larga la espera, pero al fin ha llegado la nueva tanda de episodios de la serie de animación creada por David Fincher y Tim Miller.

En esta ocasión, la antología de Love, Death & Robots se limita a ocho episodios, en lugar de los dieciocho de la primera temporada. Esto permite que sus creadores se hayan podido centrar más en la calidad de los mismos, teniendo por contra que se disfruta en un suspiro, haciendo uno esté ya esperando con ansia una ya confirmada tercera temporada.

La reducción de episodios permite una mayor cohesión narrativa. El propio concepto de antología invita a que no todos los episodios tengan el mismo nivel, pero dejando de lado el primero, Servicio al cliente automatizado, donde impera un macabro humor negro, da la sensación de que la coherencia interna sea más cuidada que en la temporada anterior, sin que ningún episodio se sienta como de relleno, algo que sí sucedía con anterioridad.

Incluso el apartado visual es más continuista, siendo Hielo el que más rompe con los esquemas.

Sin entrar a detallar cuál es mejor o peor, algo muy personal y subjetivo, no he encontrado ninguno que me haya sobrado, pasando desde la simpatía que produce algún relato perfectamente cerrado, como Por toda la casa, hasta las ganas de saber más del mundo que se presenta en títulos como La hierba alta (homenaje evidente a Lovecraft y King) o Cobijo.

Puede recriminársele que los guiones no sean todo lo redondos que podrían llegar a ser, conformándose algunos en partir de un concepto poderoso y dejarlo luego todo en manos del terminado visual, siempre impecable, pero ello provoca que la satisfacción ante el episodio final, El gigante ahogado, sea aún más disfrutable por el menaje triste y poético que esconde.

El fin, una magnífica temporada que demuestra que el invento no fue flor de un solo día y del que espero con ganas más historias.

Cine: AQUELLOS QUE DESEAN MI MUERTE

Desde hace unos años Taylor Sheridan se ha convertido en un escritor de referencia y uno de mis guionistas preferidos, dándose a conocer con Sicario, enamorándome con Comanchería y dando el salto a la dirección con Wind River.

En Aquellos que desean mi muerte repite en la silla de director, dejándose ayudar en el libreto por Charles Leavitt y Michael Koryta, autor también de la novela en la que se basa. Ello, y el hecho de ser la producción más hollywoodiense de las películas mencionadas, podría haber mermado la calidad del cine de Sheridan, pero el realizador tejano consigue imponer su estilo y no hay duda de que Aquellos que desean mi muerte mantiene sus señas de identidad.

Con Angelina Jolie echándose el peso de la narrativa a sus espaldas (aunque hay varios actores conocidos apoyándola, como Nicholas Hoult, Aidan Guillen y Jon Bernthal), la película cuenta la historia de una bombera forestal (para entender bien el concepto es muy recomendable echar un vistazo a Héroes en el Infierno), destinada a una torre de vigilancia mientras trata de superar un trauma reciente. Solo con esto podemos ya apreciar la pericia de Sheridan, pues si en el tráiler podemos intuir el tópico visto mil veces del héroe que ha fallado en el pasado (tipo Máximo Riesgo), la película sabe esquivar el tópico perfilando con habilidad un desarrollo de personajes sumamente digno.

Por otro lado, tenemos la revelación de un complot criminal que salpica las altas esferas americanas (y del que nunca llegamos a saber demasiado, como todo buen macguffin debería hacer) y que pone a un padre y su hijo en el camino de la Jolie. Poco más merece contarse de una película que si bien se construye a paso lento, pero firme, va creciendo en intensidad hasta un final espectacular y muy emocionante. Puede que para muchos el ritmo llegue a resultar tedioso, pero el trabajo de intromisión hacia los protagonistas y el buen hacer de la Jolie, que tiene momentos brillantes con el joven Finn Little, elevan todavía más el film.

Estamos, pues, ante una grandiosa película, muy acertada en el plano visual y contenida en lo emocional, que sin abusar de juegos de artificio ni giros inverosímiles logra mantener la intensidad hasta un final que no por esperado deje de ser plenamente satisfactorio.

 

Valoración: Ocho sobre diez.

Visto en Netflix: HÉROES. SILENCIO Y ROCK & ROLL

Héroes del Silencio fue uno de los grupos más punteros y emblemáticos de los años ochenta, de contundentes directos (tuve oportunidad de verlos en el Palau Sant Jordi en 1993) y míticas letras, pero cuya principal seña de identidad era, sin duda, la voz de su cantante, Enrique Ortiz de Landázuri Izarduy, más conocido como enrique Bunbury.

Nacidos en 1984 en su adorada Zaragoza y disueltos en 1996 (aunque con un reencuentro fugaz en el 2007), siempre fueron algo esquivos con la prensa, llegando a ser incluso criticados por ello y calificados como simples niños bonitos (parte de la culpa era de la característica melena de Bunbury) o como una copia barata de Hombres G (aunque sus estilos musicales poco tenían que ver). Ahora, de la mano de Netflix, Alexis Morante ha echado mano de imágenes de archivo y entrevistas a los componentes de la banda a lo largo del tiempo para firmar un documental que de alguna respuesta sobre la historia del grupo y su disolución.

No es que haya nada nuevo bajo el sol. Al final, lamentablemente, casi todas las historias de las bandas de rock parecen cortadas por el mismo patrón, pero Morante se las apaña para dar un brío tal a su documental que, aun sin salirse de la línea cronológica y recurriendo a un estilo visual bastante costumbrista, consigue dotar de un argumento y un ritmo a Héroes. Silencio y Rock & Roll que, durante su visionado, es fácil tener en mente películas mucho más mediáticas y fabuladas como, sin ir más lejos, Bohemian Rhapsody.

Es por ello que, más allá de los gustos musicales de cada uno, Héroes. Silencio y Rock & Roll sirve como retrato de una época, aquella en la que había música de Rock en televisión y programas que han pasado a la historia como Tocata. Es un retrato sobre la amistad, sobre cómo se resquebraja cuando uno llega a la cima. Es también un relato de dolor sobre la pérdida de un ser querido. Y es, ante todo, la historia, honesta y nada maniquea, de una banda que siempre quiso ser fiel a sus orígenes y que, casi sin darse cuenta, pasaron a formar parte de la historia musical de este país.

Simplemente imprescindible.


Valoración: Ocho sobre diez.

Cine: NADIE

Un tipo corriente es atracado y decide tomarse la justicia por su mano. Se mete con los tipos equivocados, ya que uno de los afectados es el hermano de un capo de la mafia ruso y eso pone su vida patas arriba, pero resulta que el tipo tiene sus secretos y los conocimientos adquiridos en su pasado aseguran al espectador una buena ración de tiros y tortas.

Este podría ser el argumento de John Wick, la película escrita por Derek Kolstad sobre un tipo normal cuyo pasado sale a relucir a raíz del asesinato de su perro. Sin embargo, se trata de Nadie, la película escrita por Derek Kolstad sobre un tipo normal cuyo pasado sale a relucir tras el robo de una pulsera de gatitos de su niña.

¿Quiere decir esto que estamos ante una versión paródica de la saga que nos trajo de vuelta al mejor Keanu Reeves? Para nada. Simplemente Kolstad es consciente del sentido del ridículo que puede llegar a desprender un personaje como el de Wick y ha decidido subir las apuestas, ofreciendo una variante reconocible pero mucho más cercana, sin los artificios de la película de Chad Stahelski y David Leitch y con un actor, a priori, mucho menos dado a la acción desproporcionada e imposible como es Bob Odenkirk.

Con el ruso Ilya Naishuller (imposible olvidar su mareante Hardcore Henry) a los mandos, la película navega entre el cine de venganzas al estilo El justiciero y el ciudadano de a pie de vueltas de todo como en Un día de furia. Nadie no tiene las coreografías milimétricas de John Wick ni Odenkirk encarna al padre que todos hemos querido tener con los rasgos de Liam Neeson, ni es un exceso de humor impostado de aroma noventero. Por el contrario, es casi una representación brutal de la crisis de la madurez, de la caída de la sociedad aburguesada y aburrida que entra en un ciclo repetitivo del que parece imposible salir. El protagonista, Hutch Mansell, no busca realmente venganza, sino que la excusa más ridícula posible (en un atraco a su propia casa roban una pulsera infantil de su hija) basta para que algo haga clic en su mente y salga a relucir ese odio y esa violencia reprimida que necesita exorcizar cuanto antes.

Con un elenco de secundarios muy interesante (por ahí andan Aleksey Serebryakov, Connie Nielsen, Michael Ironside, RZA y, sobretodo, un divertidísimo Christopher Lloyd), la película resulta contundente y eficaz, logrando ser un reverso a las películas de acción más palomiteras y consiguiendo, sin romper ningún molde en concreto, ser diferente a lo esperado, aportando un aire de frescura al género.

Es, pues, una muy grata sorpresa que consigue aportar algo de profundidad pero sin renunciar, en ningún momento, a los tiros y las tortas, triunfando por ser muy consciente, precisamente, del sentido del ridículo que estas propuestas suelen aportar.

 

Valoración: Siete sobre diez.

Visto en Netflix: POLIZÓN

Aunque en este caso tan sólo haga de distribuidora, Polizón se engloba en ese género que tango gusta a Netflix de ambientes claustrofóbicos y dilemas morales que, pese a que sobre el papel podrían ser grandes producciones, su concepto íntimo las hacen relativamente económicas.

Con un diseño de producción elegante y un reparto bastante llamativo, Polizón narra la epopeya de una expedición tripulada a Marte en la que, apenas despegar, comenzarán a surgir los problemas técnicos, agravados cuando descubran que llevan a un polizón accidental a bordo. Con una nave diseñada para tres personas (y a duras penas), la presencia de un cuarto miembro trastoca todos los planes, desde la falta de oxígeno hasta el exceso de peso, y dado que se ha alcanzado ya el temido punto de no retorno, las opciones son escasas. En realidad, tal y como informan desde la tierra, tan solo hay una.

A partir de aquí la película se centra en el dilema moral generado, haciendo partícipe al espectador del mismo. Es decir, estamos ante la clásica película de « ¿y tú qué harías?». El problema es que, tras un inicio intrigante en el que se puede llegar a desconfiar de las intenciones de cualquiera de los protagonistas, la película decae hasta volverse muy plana y reiterativa. Hay cierta tensión en algún paraje exterior con reminiscencias a Gravity, pero poco más, y eso se resiente e el resultado final. Eso es debido, ignoro si por motivos presupuestarios o por decisión propia de Joe Penna, director y coguionista, a que siempre se antepone el aspecto dramático al de la intriga, y eso penaliza demasiado al ritmo narrativo. Quizá si estuviésemos ante un episodio de alguna serie televisiva de menos de una hora de duración la cosa habría sido diferente, pero un film de prácticamente dos horas necesita algo más de «chicha» para conseguir lidiar correctamente con el aburrimiento.

Afortunadamente, los intérpretes (apenas hay cuatro actores en toda la película: Anna Kendrick, Daniel Dae Kim, Shamier Anderson y Toni Collette) saben lidiar con el peso que el guion les concede y llevan la nave a buen puerto (es un decir), pero una ciencia ficción más ilustrativa y un desenlace más resolutivo sin duda le habrían ayudado mucho.

En resumen, propuesta interesante y que abre las puertas al debate y la reflexión moral interna, pero demasiado comedida y limitada para llegar a ser una gran película.

 

Valoración: Seis sobre diez.

jueves, 20 de mayo de 2021

Cine: MONSTER HUNTER

Me da un poco de lástima la carrera artística de Milla Jovovich. Descubierta por Luc Besson en El quinto elemento, no voy a decir que la ucraniana sea un portento interpretativo, pero desde luego que su talento da para bastante más que para subproductos de acción digital al amparo de su marido Paul W. S. Anderson. Pero la realidad es que más allá de Stone, quizá su película más «seria» (no en vano compartía pantalla con Robert de Niro y Edward Norton), siempre será recordada por la saga de Resident Evil, recientemente finalizada (o no).

Tampoco es que el señor Anderson pueda presumir de un gran currículo, pese a que Horizonte final, en el amanecer de su carrera, pintase bastante bien. Demasiado aficionado a adaptar videojuegos a la pantalla grande, salvo rarezas como Los tres mosqueteros o Pompeya de las que mejor no hablar, su estrella se ha ido extinguiendo hasta quedar condenado a productos palomiteros sin más pretensiones que ver acción absurda y sin demasiado sentido.

Monster Hunter nace con ese propósito. Ya su argumento lo dice todo: un comando militar es atrapado por una extraña tormenta que lo transportará a otra dimensión poblada por gigantescos monstruos contra los que habrá de luchar para seguir con vida. Poco más que rascar en un guion macarra y desvergonzado donde el único propósito es contemplar a la siempre bella Jovovich dándose de leches con bichos de diversa alcurnia con las compañías mal aprovechadas de Tony Jaa o Ron Perlman.

Durante parte del metraje se puede decir que la película, que ya he dejado claro que no aspira a mucho, cumple con lo que promete: bichos enormes, tiros y explosiones y la chica pasando apuros de los gordos, pero cuando la trama aspira a avanzar hacia otros derroteros, la ridiculez se vuelve tediosa y uno ya empieza a mirar el reloj con demasiada frecuencia. Lo peor de todo es que, consiguiendo llegar hasta el final, la insatisfacción es total ante un desenlace que no es que sea abierto, sino que queda literalmente interrumpido con la ambiciosa pretensión (dudo mucho que realista) de que esto sea una nueva saga para la dupla Anderson/Jovovich.

Quizá se pueda hablar de mala suerte al ser la tercera película de monstruos en muy poco tiempo (y eso es mucho decir teniendo en cuenta los estrenos mínimos de cine de los que venimos), siendo la más débil de este tríptico compuesto por Monster Hunter, Godzilla vs Kong y De amor y monstruos. Pero no busquemos excusas, Monster Hunter es una película muy flojita, a la que Anderson no consigue imponer el ritmo necesario durante todo el metraje y donde solo sobresale el carisma de Jovovich, que si es capaz de hacernos creer que su físico de modelo de Loreal es apropiado para una teniente del ejército de los Estados Unidos, lo de matar bichos con espadas mágicas es un juego de niños.

En fin, otra muestra más de lo difícil que es casar el cine con los videojuegos. Y mira que el pesado de Anderson se empeña en lo contrario, ¿eh?

 

Valoración: Cinco sobre diez. 

Visto en Netflix: THE ONE

Es muy fácil criticar la abundancia descontrolada de Netflix, ya sea en su faceta fílmica como seriéfila, pero la realidad es que cada estreno nuevo supone una pequeña revolución en las redes, generando debate y expectativa, y obligando casi a visionar algunas propuestas sin apenas tiempo para digerirlas con calma.

The one es uno de esos ejemplos, una de esas series de las que todo el mundo hablaba hasta que apareció El inocente para quitarle el puesto y luego llegase el turno a Jupiter’s legacy. Y yo acumulando opiniones como si no hubiese un mañana.

Dejémonos de divagar y pongámonos las pilas: The one trata sobre el descubrimiento de que existe un código genético en nuestro ADN que, en caso de ser descifrado, nos permitiría conocer a nuestra pareja ideal. Es decir, que el amor deja de ser un sueño romántico con un componente aleatorio para convertirse en una fórmula matemática aparentemente infalible. Eso es lo que promete, al menos, Rebecca Webb, la parte visible de la megacorporación capaz de conseguir «emparejar» a dos personas desde cualquier lugar del planeta.

Lógicamente, una propuesta así invita al debate de inmediato. No ya sobre si tiene algún sentido plantearse la existencia de algo así sino sobre qué hacer con ella. ¿Renunciaríamos al amor tal y como lo conocemos sólo porque un ordenador, a partir de un simple mechón de cabello, nos diga que esa no es nuestra media naranja?

Siendo una producción británica, resulta casi imposible no pensar en Black Mirrow. Ciertamente, la premisa es digna de un episodio de la mítica serie, pero como suele ser habitual en esos casos referenciados (me vienen a la mente El Círculo, Nerve o incluso la más reciente encarnación del Muñeco diabólico), el resultado no está a la altura de las expectativas. Generalmente esto se debe al alargamiento de un planteamiento que funcionaría mejor como episodio único que como largometraje (en los casos mencionados) o como serie completa, más cuando tenemos en cuenta que The One tiene un final abierto que invita obligatoriamente a una segunda emporada.

El problema de The One es que sus responsables no confían lo suficiente en su potente premisa como para apostar ciegamente por ella, y una vez planteado el dilema se dedican a desarrollar una trama criminal que, junto a alguna historia segundaria no demasiado inspirada, hace que las subtramas sean tan diversas que se termine perdiendo de vista el objetivo principal. Es el caso típico de árboles que no permiten ver el bosque.

Con todo, la jugada no les sale del todo mal. Es cierto que uno se queda con las ganas de que se profundice más en el trasfondo científico/moral del descubrimiento y en sus consecuencias para la sociedad, pero el juego de las falsas sospechas entre los protagonistas hace que, por manido que pueda parecer, sirva para engancharse a la serie y estar pendiente de los avances del siguiente episodio.

Así, estamos ante una serie que puede crear algo de adicción y que se devora en un suspiro (marca de la casa de la plataforma), pero a la que se le podría pedir mucho más, por lo que se cae en el peligro de que, tras el entretenimiento pasajero que es (y las conversaciones de bar que puede provocar), cuando llegue la siguiente temporada esté suficientemente olvidada como para que no llame demasiado la atención.

lunes, 10 de mayo de 2021

Visto en Amazon Prime: SIN REMORDIMIENTOS

Si hablamos de Tom Clacy, más allá de sus aportaciones al mundo de los videojuegos, lo más fácil es asociarlo al nombre de Jack Ryan. El analista de la CIA que en las novelas ha llegado a ser Presidente de los Estados Unidos ha tenido diversas encarnaciones en el cine, aunque sin la continuidad que se le supone a James Bond, con los rostros de Alec Baldwin, Harrison Ford, Ben Affleck y Chris Pine. Su última versión, sin embargo, ha sido en televisión, con John Krasinski como protagonista, y al amparo de la plataforma de Amazon Prime.

Es precisamente la propia Amazon quien ha producido (y tras el cierre de los cines en los USA, estrenado también), la película que se inspira en uno de los secundarios habituales de la saga de Ryan, John Clark, al que ha dado vida con anterioridad tanto Willem Dafoe como Liev Schreiber.

En Sin remordimientos, Taylor Sheridan (el brillante guionista de Sicario, Comanchería o Wind River, entre otras), con la ayuda de Will Staples (proveniente del mundo del videojuego), se salta un poco los esquemas de las novelas para desarrollar una biografía algo apócrifa pero manteniendo la esencia del personaje, una especie de reverso oscuro del propio Ryan, capaz de saltarse las normas como no lo haría el otro.

Sin remordimientos no es una película perfecta, ya que se apoya en demasiados elementos comunes como para ser capaz de sorprender, amén de tener una trama, imagino que herencia de los libros, que se me antoja ya algo desfasada. A cambio, tiene una contundencia que la convierte en un espectáculo de primera.

Michael B. Jordan, el nuevo actor de moda (suena muy fuerte para encarnar a la nueva versión de Superman, se encuentra cómodo en el rol, sin que el cambio de raza deba ofender a nadie. Cargando todo el peso de la película a sus espaldas, funciona perfectamente en el cuerpo de ese militar profesional movido por la venganza. Con la dirección sobria y rotunda de Stefano Sollima, que ya apuntaba buenas maneras en Sicario: el día el soldado, la película es una mezcla perfecta entre acción y emoción, con secuencias muy logradas visualmente y sin buscar artificios que favorecen más a las pretensiones artísticas de un director que a las necesidades narrativas.

En resumen, una muy buena película de acción cuyos méritos ocultan sobradamente sus carencias que aspiraba a iniciar una nueva franquicia pero que la falta de un estreno en cines puede complicar mucho.

 

Valoración: Siete sobre diez.

Visto en Netflix: LO QUE EL PULPO ME ENSEÑÓ

Imagino que los que lleváis un tiempo por aquí ya os habréis dado cuenta de que no soy muy aficionado a los documentales. De hecho, creo que desde que empecé a escribir en el blog en muy pocas ocasiones he tratado el tema, y en ambos casos con relación al mundo del cine (ya sea hablando de Orson Welles, Hedy Lamarr o la película Showgirls), dejando de lado «cosas» como L’endamà de las que mejor ni comentar.

En esta ocasión, sin embargo, me he dejado llevar por el hype creado alrededor de esta producción de Netflix con Pippa Ehrlich y James Reed a los mandos, un hype ampliado si cabe tras la consecución del Oscar al mejor documental. Y aunque le he encontrado todos los valores que se le supone, una vez más se demuestra lo perjudicial que el hype puede ser para un producto que pese a estar muy bien invita a que uno se pregunte si realmente es para tanto.

Lo que el pulpo me enseñó (nota: no es el pulpo, es la pulpo) trata sobre un documentalista en plena crisis personal, Craig Foster, que decide hacer submarinismo en un intento de reencontrarse a sí mismo, sin sospechar que estabas a punto de nacer entre él y una pulpo hembra una preciosa amistad.

Sí, habéis leído bien: amistad. Y es que lo que a simple vista podría parecer  un documental sobre el mundo submarino más, con una fotografía espectacular, eso sí, deriva en una historia de amor y compañerismo entre un hombre y un octópodo, en la que la inteligencia y afecto que es capaz de mostrar el animal sirve de inspiración a Foster hasta el punto de influir en su vida y en sus relaciones familiares, en especial con su hijo.

Al final, o que vamos a encontrar en Lo que el pulpo me enseñó es un muy interesante documental sobre la vida submarina, con el toque añadido de la emotividad. Así, entre bonitas imágenes submarinas y visiones de extraños seres (la propia pulpo, vista bien de cerca, podría servir de inspiración para algún ser extraterrestre de ficción), tenemos momentos de gran fuerza dramática (el enfrentamiento contra un pez gato), detalles sorprendentes (como sus trucos de camuflaje) o incluso de comedia ligera (como su manera de jugar con los peces), para desembocar en un final que inevitablemente invita a la lágrima hasta al más insensible.

Un documental, en resumen, hermoso y sensible, quizá no tan excelso como cabría esperar por la gran cantidad de premios que está cosechando pero que invita a pasar un buen rato, didáctico y emotivo.

 

Valoración: Siete sobre diez.

martes, 4 de mayo de 2021

Visto en Disney+: FALCON Y EL SOLDADO DE INVIERNO

Una cosa muy conocida por los seguidores de los comics es el concepto de tie-in.

Cuando dos colecciones se entremezclan entre ellas, compartiendo personajes una misma aventura, se llama Crossover. Cuando son muchos los implicados estamos ya ante un Evento. Y en ocasiones, los eventos son tan ambiciosos y alargados que se crean series derivadas o números autoconclusivos donde quizá se desarrollan más en profundidad los hechos acontecidos en la trama principal o analiza sus consecuencias. Estos son los tie-in y generalmente sirven para enriquecer al evento principal, sin que sea imprescindible leerlos para comprender la misma.

Convertido el MCU en una continuación de series individuales abarcando en diversas ocasiones los conceptos explicados (Capitán América: Civil War es un gran crossover mientras que Infinity War y Endgame funcionan como conclusión del evento encubierto que fue toda la trama de Thanos), solo nos faltaban los tie-in para tener el diccionario completo.

No voy a decir que Falcon y el Soldado de Invierno, la segunda serie de Disney+ estrenada bajo el canon del MCU tras Bruja Escarlata y Visión, sea un tie in en toda regla, pues en ella ocurren situaciones que podrían ser relevantes (o no) para el futuro del Universo Marvel. Sin embargo, no dejé de experimentar a lo largo de toda la serie una especie de apatía argumental que, sin serlo, me provocaba sensación de irrelevancia.

No es que haya nada de malo en esta especie de buddy-movie entre los dos mejores amigos (en diferentes épocas) del Capi Steve Rogers, alternando momentos dramáticos con apuntes cómicos y desgranando lo que sucedió con personajes aparentemente condenados al olvido como Zemo o Sharon Carter, amén de hacer un estudio sobre la importancia de los símbolos mediante el peso del legado del escudo del Capitán América.

El problema es el de siempre: la duración. Si bien se agradece que los episodios sean cercanos a la hora (no dejo de olvidar la agradable frustración que sufría con los capítulos de veinte minutos de Wandavision), pero el pretender hacer una serie más larga de lo necesario obligaba a demasiados momentos de inflexión que se me antojaban bastante aburridos. O quizá esa era precisamente la intención de Malcolm Spellman, puede que más interesado en el trasfondo dramático que en la acción más comiquera. Eso otorga a la serie de varios aciertos, como el trasfondo racial, pero da pie a demasiados momentos familiares que, personalmente, no me interesaba demasiado. Por eso, aunque hay varias subtramas muy potentes, como la del «otro» Capitán América, el misterio alrededor del Agente de Poder o el evidente potencial del barón Zemo, el verdadero villano de la función, ese grupo extremista liderado por Karli Morgenthau (a la que da vida Erin Kellyman, en un papel muy similar al que ya compusiera para Han Solo), no termina de sentirse como una verdadera amenaza, quizá porque ese intento de mantenerlos en el fino alambre entre el bien y el mal termina por convertir en confusos sus propósitos.

Al final, y sin entrar en spoilers, quedan bastantes puertas abiertas de cara al futuro del MCU (dudo que todas ellas se aprovechen convenientemente), quizá algunas con la idea de ser aprovechadas en la ya anunciada Capitán América 4 (casualmente con el mismo guionista que esta serie, lo que me temo no hará que olvidemos el gran trabajo de Christopher Markus y  Stephen McFeely). Haciendo una valoración global de la serie, el veredicto sería de un suficiente justito, ya que ni la química entre Bucky y Sam es tan eficiente como se pretendía ni las escenas de acción están a la altura, por ejemplo, de Capitán América: el Soldado de Invierno, que es la comparación más obvia. Hay momentos destacables, quizá en lo referente a su pretendida madurez y carga social, pero no es suficiente como para que, sin ser desdeñable, se me antoje la propuesta más floja, hasta la fecha de todo el MCU, habiendo sido definida por muchos como un mero aperitivo para hacer boca entre Bruja Escarlata y Visión y la muy esperada Loki.

No, no es un tie-in, pero a mí es lo que me ha parecido.

Visto en Filmin: CAPONE

Hace apenas diez años, Josh Trank estaba a punto de comerse el mundo. Acababa de estrenar Chronical, una película muy indie de superhéroes que lo había petado y le abría las puertas del cielo de Hollywood.  Le encargaron el reboot de Los Cuatro Fantásticos tras las dos incursiones firmadas por Tim Story, firmó para hacer una película de la saga Star Wars (se supone que era una cinta centrada en Boba Fett, pero nunca fue oficialmente confirmado), y las principales estrellas de Hollywood hacían cola para trabajar con él. Pero de la noche a la mañana todo se vino abajo.

Cuatro Fantásticos fue un completo desastre. Trank acabó peleado con todo el mundo, hubo un montón de reshoots y la película consiguió unificar a público y crítica siendo definida como un espanto total. Y de su película de Star Wars, nada más se supo (unos cuentas que lo echaron por lo acontecido en el rodaje del film de Fox/Marvel, otros que fue decisión del propio director). Y nada más se supo del supuesto heredero de Spielberg hasta ahora.

Refugiado en una producción canadiense, aunque con estrellas de primer nivel (en especial un apenas reconocible Tom Hardy), Trank se ha encargado también del guion de Capone, una película estrenada directamente en VOD y que debería demostrar si realmente es tan mal director o una víctima más del sistema destructivo de los grandes estudios de Hollywood.

Y, tras la visualización de la película, que aquí ha caído en manos de Filmin, la respuesta está clara: Trank debería dedicarse a otra cosa, mariposa.

Quizá lo mejor que se puede decir de Capone es que, a diferencia de otros biopics clásicos, la película es arriesgada y apuesta por proponer algo diferente a lo que cabría esperar. Pero diferente no siempre significa mejor. Es cierto que ya hemos visto muchas obras sobre los años dorados del pérfido gánster, siendo Los Intocables de Eliott Ness (pese a su rol de secundario) la más recordada, así que a priori no parece mala idea que su mirada se centre en el último año de vida del mafioso. Aprovechando su enfermedad (tras su salida de Alcatraz la sífilis mermó considerablemente su estado mental), los fantasmas de su pasado acuden a atormentarlo. Esto ha sido interpretado por algunos como una propuesta de demencial autodestrucción con reflejos del cine de Kubrick o Linch, pero la realidad es que no es más que un ejercicio de grandes aspiraciones que, más allá de una interpretación forzada por Hardy bajo kilos de maquillaje y alguna escena más propia del cine de terror más simplista que otra cosa, la película es sumamente aburrida, reiterando los mismos conceptos una y otra vez y sin avanzar nunca en lo que sea que quiera llegar a explicarnos. Puede que uno de los problemas sea que, al tratarse de un personaje claramente negativo, no sea posible sentir ningún tipo de compasión por su deterioro físico y mental, pero la realidad es que, sencillamente, el guion de Trank no tiene nada de fuerza y su dirección carece de la fuerza necesaria para aspirar a algo.

No hay redención posible para un asesino como Capone. Y tampoco es Trank merecedor de su propia redención si esto es lo mejor que es capaz de hacer. Es una lástima, pero al menos, la duda ha quedado resuelta. Y ahora que el cuarteto creado por Lee y Kirby ha regresado a manos de Marvel, son ellos quien van a poder aspirar a esa merecida redención.

 

Valoración: Cuatro sobre diez.

Visto en Movistar: PALM SPRINGS

Cuando Harold Ramis se convirtió en director de culto gracias a Atrapado en el tiempo (esa película que por aquí casi todos llama equívocamente El día de la marmota), poco imaginaba que su invento iba a ser copiado en repetidas ocasiones. Al filo del mañana, Feliz día de tu muerte o la serie Muñeca Rusa son solo algunos ejemplos más o menos recientes, de manera que Palm Springs es el más reciente.

Dirigida por Max Barbakow, la película es una nueva vuelta de tuerca, esta vez en clave de comedia romántica, al tema de los viajes en el tiempo mediante reinicios a partir de la muerte de los protagonistas. Todo gira alrededor de una boda en la susodicha Palm Springs, donde Nyles lleva ya un tiempo atrapado en ese bucle interminable hasta que Sarah cae en la misma maraña. Sin saber cómo revertir la situación, ambos tendrán la oportunidad de conocerse mejor, a la vez que deben evitar los histriónicos ataques de un J.K. Simmons desatado, quizá lo más divertido de la función.

Sin ser nada del otro mundo (ni tampoco pretenderlo), Palm Springs consigue aunar una buena dosis de comedia y drama sin que rechine, gracias a la construcción de unos personajes que desprenden empatía y cariño y que consiguen que el espectador se preocupe por ellos y por lo que les pueda acontecer.

Una parte del mérito es del guion de Andy Siara, que consigue dar pie a una comedia tan divertida como entrañable, pero también es muy importante la química que demuestran tener Andy Samberg y Cristin Milioti, manteniendo la película a flote en todo momento.

En fin, película sencilla y muy agradable de ver que, pese a seguir la estela, una vez más, de Atrapado en el tiempo, consigue tener una personalidad propia que la hace suficientemente fresca para que merezca la pena darle una oportunidad.

 

Valoración: Seis sobre diez.