lunes, 27 de septiembre de 2021

Visto en Netflix: JAGUAR

Cuando escuché hablar por primera vez de Jaguar lo cierto es que llamó bien poco mi atención, aunque luego mis sensaciones con respecto a la serie ha sido como una montaña rusa, llena de altibajos.

Lo cierto es que el tema de los cazadores de nazis siempre me ha interesado (como casi todo lo relacionado con la II Guerra Mundial), pero la premisa me recordaba demasiado a Hunters, la serie de Amazon Prime con Al Pacino que, la verdad, tampoco es que fuera para tirar cohetes.

Sin embargo, una vez puestos en harina, la cosa pintaba francamente bien. Debo reconocer que, pese a los peros que le pueda llegar a poner, me devoré la serie entera en una sola tarde, del tirón, algo que no suelo hacer excepto en ocasiones excepcionales (La Casa de papel es una de ellas).

Con una sencillez de recursos más limitada de lo que a simple vista podría parecer (cada capítulo tiene un único escenario, tal y como define el propio título del episodio), la serie gira bastante alrededor de Blanca Suarez, siendo ella el principal reclamo de la misma tal y como en Hunters hacía Pacino, aunque su rol dentro del grupo de cazadores es más similar al del personaje de Logan Lerman. La principal diferencia es que Jaguar está ambientada en los años 60, con lo que los protagonistas son verdaderos supervivientes del Holocausto, no meros descendientes.

Hay que destacar que, en contra de otras producciones patrias de Netflix como Sky rojo, la serie se toma en todo momento muy en serio, por más que su secuencia de créditos tenga cierto aire comiquero, lo cual hace que cuando es necesario un ejercicio excesivo de suspensión de la credulidad la cosa rechine demasiado, en especial respecto a los dos últimos episodios.

Un acierto es que no se trate de una serie episódica, con un villano por episodio, pero por el contrario el final queda demasiado abierto, obligando a esperar a una segunda temporada con la misma continuidad. Esto provoca que quede un cierto deje de insatisfacción, haciendo que, incluso tras reconocer haber visto toda la temporada sin descanso, tenga serias dudas del interés que me suscite la continuación. Al final, como en las series menores, dependerá de qué otras series tenga en pendientes en ese momento, desaprovechando la oportunidad de haber dado un buen cierre a la trama y centrarse en otro villano en caso de renovación, que no será por nazis… El problema es haber usado personajes reales (o más o menos), pues superar en maldad y villanía a Aribert Heim, apodado no por nada El Doctor Muerte, no es moco de pavo.

Visto en Amazon Prime: LOS VOYEURS

Poco a poco Amazon Prime va llenando su catálogo de títulos originales, muy lejos todavía del fondo de armario de Netflix y con ayuda de la crisis de los cines de por medio.

Los voyeurs es la última apuesta con la que pretenden llamar la atención del respetable, un supuesto thriller con claras reminiscencias a La ventana indiscreta que ya sirvió de inspiración a la irregular La mujer en la ventana, que podría tener también como referente los thrillers eróticos que florecieron en los noventa a la sombra de Instinto básico.

La cuestión es que la película de Michael Mohan tiene mucho más de erótica que de thriller, siendo en su mayor parte una especie de melodrama que poco tiene que aportar más allá de las tórridas escenas que invitan al espectador en convertirse en los propios voyeurs del título.

La historia de una pareja de enamorados que, tras instalarse en su nuevo apartamento, descubren que sus vecinos de enfrente no son nada cohibidos en el terreno sexual, llegando a obsesionarse con ellos, podría haber sido un material de primera en manos de directores turbios como Paul Verhoeven o Roman Polanski, pero queda bastante tibio en manos de un Mohan sin demasiada experiencia en largometrajes.

Cierto es que, llegado a un punto concreto, la película ofrece un giro radical que, más allá de lo creíble que pueda resultar, anima bastante el cotarro. Otra cosa es que el punto de inflexión llegue a tiempo de salvar una película que, en formato televisivo, es fácil que quede en el olvido a medio visionado.

Juegos eróticos, fantasías y traiciones son la salsa de una película que exige demasiado al espectador, pero que una vez sufrida hasta el final puede llegar a resultar satisfactoria en su desenlace.

 

Valoración: Cinco sobre diez.

Visto en Netflix: CUENTOS AL CAER LA NOCHE

Aunque aún faltan unas semanas para la llegada de Halloween, en Netflix ya se están poniendo las pilas, estrenando una aproximación al género de terror de carácter claramente juvenil (que en otra época menos sobreprotectora sería más bien infantil) con Sam Raimi como padrino de lujo.

Aunque podría parecer que Cuentos al caer la noche es una antología de relatos de miedo, estos en realidad son mínimos episodios al servicio de una única historia principal alrededor de una bruja que secuestra niños para que le sirvan o matarlos. Alex es uno de ellos, cuyo principal talento es el de tener una imaginación desbordante que, hasta la misma noche en que fue secuestrado coincidiendo con su cumpleaños, destinaba a escribir relatos de miedo.

Bajo esta premisa, el director David Yarovesky (del que hace poco vimos la más inspirada El hijo) compone un cuento oscuro sobre una bruja malvada con muchas reminiscencias a Hansel y Gretel y que comparte algo de espíritu con Las Brujas de Robert Zemeckis. Aquí, la bruja malvada está encarnada por una apenas reconocible Krysten Ritter, tratando de conseguir (sin lograrlo del todo, un tono oscuro pero a la vez ingenuo similar a los clásicos Cuentos desde la Cripta.

No es que sea una mala propuesta para ver una propuesta familiar en Halloween, pero desde luego, por echar la vista atrás a los últimos años, es muy inferior a La casa del reloj en la pared o Pesadillas, aunque sí supera a la secuela de esta.

 

Valoración: Cinco sobre diez.

Visto en Netflix: PRESAS DE CAZA

El subgénero de la caza humana no es algo novedoso. Desde clásicos como El malvado Zaroff hasta la reciente Punto Rojo, hay un sinfín de propuestas sobre seres humanos convertidos en presas en una cacería mortal y, normalmente, irracional. Habitualmente la excusa es una variante retorcida y cruel de un simple deporte, pero en otras es la venganza (lógica o no) la que mueve toda la acción.

Presas de caza, la película que nos ocupa ahora, es una propuesta alemana sobre un grupo de hombres que deciden celebrar la despedida de soltero de uno de ellos haciendo una ruta por las montañas germanas. Pero cuando alguien empieza a dispararles desde la distancia, está claro que la aventura va a tener poco de festiva.

Hay que agradecer a la película que pase en un suspiro, con un ajustado metraje que apenas alcanza la hora y media, con lo que la tensión y el ritmo constante impide que el espectador tenga tiempo de aburrirse. Sin embargo, el peaje a pagar es el de carecer de tiempo para desarrollar apenas los personajes, más allá de jugar al melodrama entre dos de ellos que, a la postre, tampoco es que tenga demasiado interés. Además, la figura que encarna el mal no solo se justifica de manera algo ridícula (no todo lo relacionado con el #metoo ha de ser positivo), sino que plantea una omnipresencia que puede llegar a rozar el ridículo, casi como si las montañas de la Selva Negra fuesen un pañuelo y los personajes pudiesen cruzarse aleatoriamente sin problemas.

Por ello, el resultado no es más que otra pieza de disfrute rápido, como una hamburguesa de su fast food preferido, algo que se devora casi sin pensar y que se olvida al momento, sirviendo para pasar un rato distraído pero poco más.

 

Valoración: Cinco sobre diez.

Visto en Disney+: AMIGOS PASAJEROS

Parece que últimamente John Cena quiere estar en todas partes, y si es en papeles de comedia a cual más ridículo, mejor. Luchador de la WWE de gran reputación, se metió en el mundo del cine (como hicieran otros nombres ilustres como Dwayne Johnson o Dave Batista) en papeles de tipo duro, pero tras destacar en un rol secundario en Padres por desigual y su secuela, su presencia en Hollywood se ha vuelto cada vez más importante, habiendo sido el fichaje estelar de Fast&Furious 9, el coprotagonista de El escuadrón suicida y estando a punto de ser la estrella de la serie El Pacificador, un spin-off de la película de James Gunn.

En Amigos Pasajeros, otra de esas películas pensadas para el cine y que ha terminado recayendo en Disney+, los teóricos protagonistas son Lil Rel Howery y Yvonne Orji, dando vida a una pareja algo aburguesada a punto de casarse que tras una serie de peripecias conoce en un viaje a México a una extravagante pero divertida pareja que hará aflorar su lado más salvaje y desinhibido. Pero una vez finalizadas las vacaciones, los problemas los acompañan a casa cuando sus nuevos amigos aparecen por sorpresa en la celebración de la boda.

Dicho esto, el único problema de la película, que es francamente divertida, radica en que los personajes de John Cena y Meredith Hagner son mucho más interesantes que los supuestos protagonistas, comiéndoselos en cada plano que comparten y haciendo que uno lamente que su presencia en el film sea mayor. Pese a ello, la comedia está servida, y la extraña estructura del film, dividida en dos actos (las vacaciones y la boda) no impide que todo funcione como un tiro, resultando desternillante y de una confusa moralidad extrañamente apropiada para un producto Disney, siendo un producto original de 20th Century Studios (la defenestrada Fox).

Podría calificarse como de diversión estúpida, desde luego, pero en ocasiones no hay nada mejor que una propuesta descerebrada para pasar un rato agradable.

 

Valoración: Siete sobre diez.

Visto en Netflix: ALGUIEN COMO ÉL

Parece que nadie domina tan bien la comedia romántica juvenil como Netflix, y es por eso que hay que rebuscar en su catálogo para saber separar el polvo de la paja. Alguien como él no es que sea una maravilla, pero al menos consigue hacerse más soportable que la mayoría de producciones de este calado y que tiene además algo de denuncia social que, no nos engañemos, va a caer en saco roto.

Alguien como él nos presenta un personaje tan actual como la influencer de medio pelo, esa que es un referente en su ambiente más cercano pero que todavía no juega en las grandes ligas, aunque podría hacerlo de formar un lucrativo contrato publicitario.

Un desengaño amoroso y una mala reacción por su parte, retransmitido en directo, pueden truncar sus aspiraciones, pero también le ofrece una nueva oportunidad gracias a una apuesta con una amiga: tomar como pupilo a uno de los «pringados» del instituto y convertirlo en alguien popular. Pero con lo que no contaba (¡Oh, sorpresa!) es con que se iban a terminar enamorando y que el secreto que le oculta puede hacerlo estallar todo por los aires.

Con Addison Rae interpretándose casi a sí misma (es una estrella de Tik Tok que prácticamente debuta en cine con esta propuesta) y Tanner Buchanan (uno de los protagonistas de la célebre Cobra Kai) como pareja de baile, la película sabe equilibrar bien el lado más empalagoso con el cómico, cayendo en tópicos pero consiguiendo forzar las sonrisas pese a ello. Tiene incluso algún momento tronchante, en especial los protagonizados por Matthew Lillard, actor que curiosamente estuvo en una película de calado similar que se llamó, precisamente, Alguien como tú, aunque invirtiendo los roles.

Desconozco si las intenciones del director Mark Waters con esta película era la de concienciar a los jóvenes sobre los peligros de seguir ciegamente a ídolos fugaces de las redes (en cuyo caso la elección de la actriz protagonista sería cuanto menos curiosa), pero dudo mucho que las Dulceiras de la vida vayan a aprender muchas lecciones valiosas de ver el film. Por ello, es mejor tomárselo como un pasatiempo que se ve con mucho más agrado del que cabría esperar y que deja un buen sabor de boca.

 

Valoración: Seis sobre diez.

Visto en Netflix: LUCIFER. T6

La serie de Lucifer, inspirada en una colección de cómics de la línea Vértigo, ha sufrido un camino tan tortuoso como el de su propio protagonista. Tras un arranque más o menos sonado, cayó en el olvido e incluso la cancelación hasta que Netflix llegó a su rescate.  Tras cuatro temporadas, la plataforma de streaming le ofreció una nueva tanda de episodios, que nos llegó dividida en dos partes,  para luego, no conforme con ello, renovarla por una sexta.

Es esta sexta temporada un final definitivo a una serie que ha sabido crecer y reinventarse conforme lo hacía.  De ser un divertido pero ligero procedimental que no terminaba de aprovechar la riqueza de una historia sobre las vicisitudes del demonio que, cansado de reinar en el inframundo, se escapa a Los Ángeles donde termina siendo asesor de la policía, ha sabido crecer hasta mantener una apuesta muy refrescante hacia el absurdo donde han tenido cabida desde episodio noir, musical o incluso de animación. 

Pese a que el ejercicio de comparar la serie con el comic de Neil Gaiman que adapta es bastante absurdo, lo cierto es que a partir de la quinta temporada asume una serie de riesgos que elevan el nivel de locura que esta sexta y última sesión mantiene,  con un Lucifer aspirando al puesto de Dios y un apocalipsis a la vuelta de la esquina. Pero si hay que detallar cuáles son los elementos que elevan la calidad de la trama, más allá de prescindir de ese carácter episódico (algo más o menos similar a lo que terminó sucediendo con IZombie), estos podrían resumirse en dos:

Por un lado, saber evolucionar al protagonista,  el egocéntrico y fiestero Lucifer Morningstar, que si bien quería evidenciar cierto cambio a lo largo de los episodios, en especial mediante su relación con la inspectora Chloe Decker, no acababa de verse reflejado en sus acciones.  Ahora, por fin, vemos a un nuevo Lucifer, siendo fácil apreciar las infinitas diferencias con aquel que comenzó la serie.

Por otro lado, da la sensación de que se haya cierto más coral, sin que todo gire única y exclusivamente alrededor de propio Lucifer.  A lo largo de las seis temporadas hemos podido conocer y empatizar con toda una serie de secundarios que seguramente merecían más, y este final se lo ha dado, permitiéndonos despedir de cada uno de ellos,  incluso de uno tan nuevo y desconcertante cómo el de Rory.

Hablando directamente del final, y sin caer en el spoiler, soy consciente de que no va a ser del agrado de todo el mundo (como suele ocurrir con casi todos los finales de series más o menos exitosas), ya que da pie al debate sobre si es un final feliz o amargo, pero al menos hay que agradecerle que no haya buscado la solución más fácil, aparte de tomarse su tiempo en cerrar todas las tramas y dar los minutos necesarios a cada uno de esos secundarios de los que hablaba, ya sean la propia Chloe, Dan, Ella, Amenadiel, Linda, Mazikeen o Eva.

No es un final por todo lo alto en el sentido de la espectacularidad, como sí lo fue el final de la quinta temporada, pero es que aquí estaban más pendientes de preparar la despedida que de abrir más cajas de pandora, lo que por otro lado también es de agradecer.

En resumen, que nos despedimos de una serie que ha sabido mejorar con la ampliación de presupuesto y ambición que le proporcionó Netflix y que, más allá de las efectivas gracietas sobre los excesos de Lucifer nos deja una serie de personajes entrañables a los que echaremos de menos.

Cine: DUNE

Si algo nos ha proporcionado la pandemia, a cambio de tener las carteleras bastante insulsas, es la acumulación de grandes títulos, lo que provoca que cada dos o tres semanas tengamos la oportunidad de disfrutar de una de esas películas que, de haberse repartido mejor entre el 2020 y el presente 2021 habrían aspirado a ser una de las películas del año.

Dune es una de esas, una película muy esperada, aunque en el caso de muchos con los cuchillos preparados para destrozarla antes incluso de su estreno. Y es que la sombra del Dune de David Lynch y la fama de inadaptable que tiene la novela de Frank Herbert la hacen un bocado delicioso para los haters. Y comentarios del director Denis Villeneuve definiéndola como una Star Wars para adultos o criticando el cine de Marvel tampoco es que ayude demasiado. No es de extrañar, por lo tanto, que la mayoría de las críticas que han aparecido hasta ahora la definan tanto de obra maestra como de bodrio infumable. En estos casos, los radicalismos son inevitables.

Por mi parte, yo me sitúo en un punto intermedio, aplaudiendo el resultado final pero sin ver en él la maravilla que prometían. Es una gran película, eso no lo puedo negar, pero se le ven demasiadas costuras como para que pueda alcanzar la excelencia.

Por un lado, el ritmo es algo lento, lo cual no significa que aburra en ningún momento. Las dos horas y medias que ha necesitado Villeneuve para adaptar solo la primera mitad de la novela se me antojan un poco excesivas, más si encima el montaje demuestra algunos cortes extraños que me hacen pensar que al director canadiense le habría gustado contar con al menos treinta minutos más para terminar de redondear el producto.

Es por ello que algunos fragmentos de la historia quedan algo confusos, por lo que la profundidad psicológica y política de la película queda algo deslucido para aquellos ajenos a la novela, mientras que la negativa de abrazar el espectáculo y la aventura en el sentido más lúdico de la palabra, lo que impide que uno se limite a disfrutar de la propuesta, sin importarle no acabar de entender de donde ha salido el protagonista, el concepto mesiánico del mismo o la extraña presentación del personaje interpretado por Javier Bardem.

Independientemente de ello, Dune cuenta con un impresionante elenco que funciona a todos los niveles, rozando la perfección en sus apartados técnicos, ya sea la fotografía, los efectos visuales y de sonido y con una majestuosa banda sonora de Hans Zimmer.

Dune es una película hecha a lo grande, con una gran ambición, a la que lo que más puedo echar en cara es la eliminación del subtítulo «parte uno» de los trailers, como queriendo ocultar que nos encontramos ante una película inconclusa (y por ello con un clímax algo deficiente con respecto al resto del metraje), más si tenemos en cuenta que dado el presupuesto, la recepción de parte del público y la dificultad de hacer grandes recaudaciones en tiempos pandémicos hace que no sea muy definitivo que se vaya a filmar la continuación de la misma (habría sido más sincero filmar las dos partes a la vez, como se hizo con la trilogía de El Señor de los Anillos o con Civil War/EndGame, pero imagino que en la Warner no se la han querido jugar).

De lo que no cabe la menor duda es que si obviamos estos pequeños peros argumentales (más culpa de la edición final que del guion) y no andamos buscando el clásico producto de consumo rápido y acción atropellada, Dune es una gran película. Ya era hora que la compañía que ha defenestrado el Universo fílmico de DC haya decidido dar manga ancha a un director (saliéndoles la jugada mejor que con James Gunn y su El Escuadrón Suicida), y, posibles recortes de metraje aparte, dar pie a un concepto tan antagónico como interesante: el del blockbuster de autor.

Denis Villeneuve es un director difícil, que se puede atragantar a la mínima. Una muestra clara es La llegada (que me fascino) o Blade Runner 2049 (de la que esperaba más). Pero también es, posiblemente, el único director que podría hacerse cargo de un proyecto como este.

Ahora, la gran pregunta es si va a haber continuación. Los planes de los implicados está, al igual que una serie de televisión de la que Villeneuve dirigirá el piloto, pero que eso se haga realidad es algo que aún está por ver.

Yo por mi parte, cruzo los dedos. No es que me haya volado la cabeza, pues sí deseo ver más cosas de esta nueva Arrakis y sus conflictos.

 

Valoración: Siete sobre diez.

Visto en Netflix: KATE

Desde hace algunos años,  no sé si a raíz del #meeto, por ampliar la cuota de mercado o por una simple cuestión de moda,  la proliferación de películas de protagonista femenina es constante.  Me refiero, concretamente, a la traslación de películas clásicas a su versión femenina,  como los casos de Cazafantasmas u Ocean's 8, o a la aparición de infinidad de títulos de un género tan tradicionalmente masculino como es el de la acción más descerebrada, un tipo de películas que, por cierto, estaba en horas bajas hasta que franquicias como Venganza o, sobre todo,  John Wick, consiguieron revitalizar.

Son muchas las películas que llegan, ya sea a la cartelera o a las plataformas,  con  la pretensión de ser la nueva John Wick, aunque solo Atómica me parece estar a la altura,  teniendo como referentes muy cercanos Centinela o Jolt.

Kate es la última que se sube al carro, teniendo en Crash, veneno en la sangre,  con Jason Statham, su principal fuente de inspiración. Kate cuenta la historia de una asesina de sangre fría que tras una misión en la que se ve implicada una niña pequeña como daño colateral empieza a plantearse sus prioridades, empezando a cargar por primera vez con el peso de la culpa, algo que podría recordar al punto de inflexión de la película Viuda Negra. Coincidiendo con ese momento de duda existencial,  Kate es envenenada, teniendo apenas veinticuatro horas para descubrir a su presunto asesino y, en el mejor de los casos, vengarse.

Al igual que sucedía con la Kate Beckinsale de Jolt, es Mary Elizabeth Winstead quien más justifica el visionado de la película.  La protagonista de Calle Cloverfield, 10 demuestra un compromiso total con el personaje y luce estupendamente tanto como heroína de acción como en la faceta más dramática,  siendo el principal baluarte de una película entretenida pero que no contiene ningún elemento diferenciador que merezca ser recomendada por encima de otras.  Pese a los intentos de director,  Cedric Nicolas-Troyan, por aprovecharse de los excesos luminosos de la ciudad de Tokio, tampoco es que estrenos hablando de su tocayo Nicolas Winding Refn, y el uso del neón más disparatado no está a la altura de Solo Dios perdona o The Neon Demon, por ejemplo.

Esto se traduce, al final, en una película resultona pero que no escapa del estigma de «cine de tía dado leches» y poco más, resultando intensa pero un tanto repetitiva y sin saber aprovechar de todo el supuesto derroche de adrenalina y tensión que debería provocar en el espectador la fatídica cuenta atrás a la que se ve sometida Kate, culpa de un guion algo simple que nunca consigue ser efectivo en sus supuestos engaños, en especial en lo referente al personaje que encarna Woody Harrelson.

 

Valoración: Seis sobre diez.

lunes, 13 de septiembre de 2021

Netflix: NO SE PUEDE HUIR DEL AMOR

Dentro del amplio y variado catálogo de Netflix hay dos temas que se le da especialmente bien: el terror y la comedia romántica, imagino que tratando de contentar (siempre aceptando como reales ciertos tópicos) tanto al público masculino como al femenino.

No se puede huir del amor (aunque mucho más conciso es el título original de Resort to love) se engloba en el segundo grupo y narra las vicisitudes de una aspirante a cantante que, en pleno bache profesional y emocional, decide aceptar un empleo en un resort de Isla Mauricio, sin esperar que su pasado la vaya a perseguir.

No hay nada nuevo bajo el sol, y con un reparto básicamente afroamericano (salvo el habitual recurso romántico), parece como si estuviéramos ante una versión de color de la clásica película de Adam Sandler y Jennifer Aniston (me vino a la memoria Sígueme el rollo). Desde ese punto de vista, la película es tan plana y previsible como cabría esperar, resultando efectivo como pasatiempo veraniego por sus bellos paisajes y sus pegadizas canciones, las cuales fueron interpretadas realmente por la protagonista Christina Millian. Haciendo un juego de palabras con su título en inglés, parece que se disfruta más del concepto Resort que del Love, sacándose buen partido de las localizaciones y sirviendo como publirreportaje publicitario para invitarnos a plantearnos ese destino turístico de cara a las próximas vacaciones.

Esta película, como casi todas las del género, es totalmente previsible, y no hay mucha duda de cómo va a concluir, pero al menos los momentos cómicos funcionan más o menos bien, ayudando a digerirla mejor. No va a cambiarnos nuestras vidas, pero puede ser una manera refrescante de despedirnos de la temporada veraniega.

 

Valoración: Cinco sobre diez.

Cine: SHANG-CHI Y LA LEYENDA DE LOS DIEZ ANILLOS

Después de la bajona que para muchos supuso la inauguración de la Fase Cuatro del MCU mediante Viuda Negra (cosa que comprendo, pese a continuar defendiendo la película de Scarlett Johansson), y dejando de lado (de momento) el tema de las series, todas las miradas estaban puestas en Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos, como si del éxito o fracaso de esta fuese a depender el futuro cinematográfico de Marvel.

La cosa no era para tanto, pues a priori la película parecía ser una obra de las consideradas menores y la escasa popularidad del personaje no es que generara grandes expectativas, pero lo cierto es que la obra ofrecida por Destin Daniel Cretton está más que a la altura, consiguiendo que su Shang-Chi supere de sobras la clase media de héroes de Marvel (donde podríamos situar, por ejemplo, a Black Panther o Capitana Marvel), quedando solo un pasito por detrás de los pesos pesados que son Iron Man y Capitán América.

Un vistazo rápido podría hacernos pensar que la Fórmula Marvel continúa funcionando, alternando escenas de acción espectacular con un humor simpático y a veces cargante, pero lo cierto es que la película protagonizada por Smu Liu consigue tener una personalidad propia, siendo, quizá, de las más alejadas al Universo Marvel. Y eso que no faltan los cameos dignos de provocar aplausos entre los más fanáticos de la casa, pero estos nunca entorpecen el curso de la historia ni dan la sensación (como pasaba, por ejemplo, con la primera de Ant-Man y la escena en la base de Los Vengadores) de ser lastrada por la necesidad de tenerlo todo atado y bien atado. Es como si fuese capaz de ir por libre, al menos hasta el momento de las escenas postcréditos que nos recuerda dónde estamos y qué se espera de esto en el futuro.

La trama no arranca con excesiva originalidad, siendo la clásica historia de orígenes que puede abusar algo de los flashbacks pero sin que estos lleguen a molestar. La historia de Shang-Chi parte en realidad con la historia de su villano, su propio padre, un remiendo del personaje que en los comics era llamado El mandarín (en realidad, en las viñetas Shang-Chi era hijo de Fu Manchú, pero eso no se ha podido repetir aquí por temas de derechos) y que entronca parte de la trama con Iron Man 3 (quizá la única película que sería interesante haber visto antes de enfrentarse a esta).

Shang-Chi es presentado casi como un anti-héroe, un personaje que huye de su pasado y reniega de sus aptitudes, que a priori poco o nada tienen de sobrenatural, pero ya se sabe eso de que el pasado siempre tiende a volver y pronto él y su mejor amiga (dejemos los rollos románticos para otro día) se verán enfrascados en algo más grande de lo que pueden afrontar ellos solos.

Con una planificación visual impecable, que recuerda al estilo chino llamado Wuxia (ahí está, por ejemplo, La casa de las Dagas Voladoras), que sabe recrear la cultura y el folclore chino con mucha más pericia que, por ejemplo, la decepcionante live-action de Mulán, y cuyo único pero se encuentra en un final que podría recordar algo al visto recientemente en esa otra maravilla que es Raya y el último dragón.

Ya he comentado que pese a esos cameos y esas reminiscencias a Iron man 3Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos parece querer volar sola, lejos de la influencia de Marvel. Tanto es así, que durante muchos minutos del metraje casi podríamos creer que estamos disfrutando de algún clásico de Jackie Chan o Jet Li, aunque filmada con más brío. Incluso el facto cómico funciona mucho mejor que en otros títulos de la franquicia, quizá por la impagable química entre Simu Liu y Awkwafina, demostrando una vez más el gran potencial cómico de esta última (y me dejo en el tintero el otro recurso cómico del film por no desvelar la sorpresa).

Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos es, pues, una trepidante aventura, divertida y emocionante, que quizá podría mejorar con respecto al CGI, algo plano y funcional, pero que brilla en el resto de sus facetas, resultando ser una sorpresa muy grata y provocando que tenga ganas de volver a ver a Shang-Chi en otro proyecto, algo que sin duda será realidad a tenor de las críticas y el respaldo del público (esta vez sin que Disney+ se haya metido por medio) que está teniendo.

Ahora sí que, precuelas aparte, la Fase Cuatro queda completamente inaugurada, empezándose a sentar las bases de las amenazas futuras que pueden estar por venir. Y completando un comentario que hice hace unos días por redes, y sin desmerecer a la fabulosa Free Guy: sí, definitivamente, Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos es la película del verano.

 

Valoración: Siete sobre diez.

Visto en Netflix: LA FIESTA DEL MÁS ALLÁ

Entre los estrenos menos sonados de las últimas semanas en Netflix se encuentra La fiesta del más allá, una simpática película que da lo que promete pero tampoco se atreve a ir mucho más allá.

Cuenta la historia de Cassie, una joven más preocupada de vivir en una continua fiesta que en cuidar sus relaciones personales y preocuparse por su futuro a la que, tras un accidente mortal, se le concede una segunda oportunidad para enmendar sus errores.

Viendo el poster de la película, con esos neones tan chillones dando forma a unas alas celestiales nada convencionales, uno podría esperar algo más gamberro y desmadrado. De hecho, el punto de partida me recordó vagamente a Feliz día de tu muerte, y pese a que no esperaba ver por aquí asesinos en serie ni bucles temporales, si habría deseado que se repitiese un poco el tono de aquella.

Sin embargo, Stephen Herek, director casi de culto a finales de los ochenta y principio de los noventa con títulos como Critters, Las alucinantes aventuras de Bill y Ted, Somos los mejores o Los tres mosqueteros, opta por un enfoque demasiado convencional para salir del ostracismo televisivo en el que había caído su carrera. Corriendo cero riesgos, La fiesta del más allá es todo lo previsible y plana que puede llegar a ser, limitándose a mostrar una cara simpática e inofensiva que bien podría haberse disfrazado de fábula navideña.

En fin, caras monas, historia amable, mensaje moralista y algo de almíbar en un producto cuyo ritmo es correcto y no llega a resultar cansina, unos mínimos con los que hay que conformarse.

 

Valoración: Cinco sobre diez.

Visto en Amazon: CENICIENTA

Concebida por Jay Cannon con el frustrado deseo de ser estrenada en cines, Cenicienta no es más que una nueva versión del cuento adaptada (espiritualmente, no visualmente) a los tiempos modernos y en clave de musical.

¿Qué quiero decir con esto? Pues que pese a estar ambientada en una época de reyes majestuosos y príncipes que organizan bailes para buscar esposas, la Cenicienta de esta versión encarna a la mujer moderna, que antepone su trabajo a sus deseos de encontrar pareja, segura de sí misma, emprendedora y desafiante.

Esta es prácticamente la única diferencia con cualquier otra versión del popular cuento que se haya podido hacer, siendo su faceta musical un detalle agradable pero que tampoco deja ningún tema digno de pasar a la historia. Quizá, si el deseo de Cannon era el de modernizar la historia, no debería haberse conformado con disfrazarlo de proclama feminista y cambar el aspecto de la hada madrina, debiendo ir más allá para poder diferenciarse de la relativamente reciente versión de Kenneth Brannagh, muy superior a esta aunque solo sea por su notable aspecto visual.

Con una entregada Camila Cabello que hace todo lo posible por iluminar la pantalla con su presencia y un divertido Pierce Brosnan que sobresale como parodia burda pero también entrañable de la monarquía, poco más hay que rascar en una película que cumple pero sin saber destacar en nada, quedando en una mediocridad algo simple, cosa triste cuando hablamos de un musical con aspiraciones.

Tampoco ayuda (y esto lo digo a modo de aporte extra, que no es culpa de la película) que Amazon se “olvidara” de usar subtítulos para las canciones, obligando a sus suscriptores a no enterarse de los diálogos o tragarse el film entero subtitulado. Existe la opción de verlo todo en versión original subtitulado, pero eso ya es un debate viejo que queda para otro día.

En fin, musical más bien flojo para contar lo de siempre, con una Cenicienta más peleona pero que tampoco llega a romper tantas cadenas como se le presupone.

 

Valoración: Cinco sobre diez.

domingo, 5 de septiembre de 2021

Visto en Netflix: EL MÉTODO KOMINSKY T3

Debo confesar que cuando me enteré de que Alan Arkin desaparecía de la ecuación en la tercera temporada de El método Kominsky no pude evitar fruncir el ceño y esperarme lo peor. Al fin y al cabo, la serie hasta ahora no versaba solo de un actor veterano y su academia de interpretación,  sino que se centraba más en la relación de amistad entre dos personas (el actor y un agente retirado) y su manera de enfrentarse a la vejez, siendo esta una comedia muy otoñal tan sensible cómo cínica.

Sin embargo, pese a la ausencia de este gran actor, dejando todo el peso en las capaces espaldas de Michael Douglas, el programa no solo ha mantenido el nivel, sino que posiblemente vaya a despedirse con la que ha sido su temporada más redonda.

Esto se debe, sobre todo, a que la ausencia del personaje de Norman Newlander no implica que su espíritu haya desaparecido también. Todo lo contrario. Tras conocer su fallecimiento en el primer episodio, Sandy Kominsky deberá enfrentarse no solo al dolor por la pérdida y a su propia soledad sino también a los problemas que su marcha le acarrea, principalmente por ser uno de sus herederos aparte de haber sido designado albacea de la parte correspondiente a su descarrilada hija e insufrible nieto.

Continúan tramas herederas de la sesión anterior, por supuesto, tales como su deseo por conseguir dar un buen futuro a sus estudiantes o la relación sentimental entre su hija Mindy con un hombre mucho mayor, planes de boda incluidos, lo que permite un divertido ejercicio de metalenguaje con la incorporación al elenco de Katherine Turner, la que fuese interés romántico de Douglas en Tras el Corazón Verde y La joya del Nilo para enfrentarse a él  en un divorcio que podría haber sido el de los propios Kominsky en La guerra de los Rose, hace ya la friolera de treinta y dos años, demostrando además, si se me permite el comentario, que el tiempo no trata a todos por igual.

Siento tristeza por tener que despedirme de El método Kominsky en tan buen momento, pero también me alegro de que haya sabido escapar del temible estiramiento de chicle de otras ficciones. Con un desenlace emotivo y a la altura de las circunstancias, El método Kominsky se marcha en todo lo alto, dejando a su protagonista donde se merece, y aunque me habría gustado saber más del futuro (a todas luces desastroso) del personaje encarnado por Haley Joel Osment, no puedo más que aplaudir este cierre y confiar en que Chuck Lorre vuelva a dar en la tecla con su siguiente invento. Estaré expectante.

Reflexiones: ¿LA PELÍCULA ADULTA DE SUPERHÉROES DEFINITIVA?

Llevaba tiempo con ganas de analizar un poco más a fondo la que se suponía iba a ser la película del verano (si me seguís, ya sabréis que yo me quedo con Free Guy), al menos según una parte de la crítica especializada, ya que si por lo que a taquilla respecta, nada parece hacerle sombra (hasta ver qué pasa con Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos) a F9 (de la que tengo pendiente hablar). Estoy hablando, por descontado, de El Escuadrón Suicida, de James Gunn.

Mucho están machacando desde algunos medios de comunicación para hacernos creer que estamos ante la película de superhéroes definitiva, la demostración de que se podía hacer cine para adultos con material surgido de las viñetas y que en DC le estaban dando una bofetada en toda la cara a Marvel y su estilo de hacer cine carente de riesgos. Y aunque lo cierto es que la película me gustó bastante, críticas tan desproporcionadas han terminado por agotarme hasta el punto de tener que rebelarme en su contra, ya que desde luego no da para tanto la cosa. Y si bien no me alegro de su fracaso en taquilla, si me demuestra que a veces las cosas no ocurren por casualidad, por más que se puedan buscar excusas como el estreno simultaneo en HBO Max (para nada comparable a lo sucedido con Viuda Negra, pues ni HBO Max está tan extendido como Disney+ ni la película ha aparecido disponible en torrent hasta ahora), la pandemia (como si F9 no se hubiera estrenado en la misma época) y cosas así.

Se ha definido a El Escuadrón Suicida como una película adulta de superhéroes, como si las de Marvel no lo fueran. Para justificarlo, me gustaría preguntar a qué corresponde la definición de adulto. ¿Vamos a retroceder en el tiempo hasta esa época en la que el friki era el tipo de cuarenta años que vivía recluido en un sótano en casa de sus padres, viviendo de los videojuegos y las pizzas a domicilio y sin nada de vida social? Porque si hablamos de adultos de verdad, ¿quieren que les haga una lista e cuantos adultos conozco (y me refiero a adultos de verdad, con los cincuenta y los sesenta ya superados) que han disfrutado con todas y cada una de las películas de la saga Marvel y que, sin embargo, han abandonado El Escuadrón Suicida a media película? Porque no creo que a estas alturas definir algo como adulto se limite a poner en los diálogos chistes de penes y a reventar cabezas y tripas a cascoporro.

Recientemente he tenido la oportunidad de ver la película por segunda vez, con la esperanza de que un segundo visionado me hiciera ver las maravillas que otros han sabido descubrir en ella, pero las sensaciones han sido exactamente las mismas. Un poco de jajaja, otro tanto de jijiji y acción más o menos buena. Sí le reconozco el desconcierto que produce el no saber (más o menos) quién va a morir y quien no, sobre todo a raíz de ese arranque con un primer escuadrón (recordad que esto va ya con spoilers) que es prácticamente una masacre, incluyendo a alguno de los protagonistas de la primera entrega. Porque sí, por mucho que le han estado dando vueltas y revirtiendo títulos, esto es claramente una secuela, nada de reboot  o reinvención. Pongo en duda, eso sí, el detalle del factor sorpresa porque ya desde el principio me habría extrañado mucho que el personaje de Idris Elba hubiese muerto, ya que es el que más mola (pese a ser un clon del de Will Smith en la primera entrega, con motivación infantil incluida), lo del Pacificador ya se sabía porque hay una serie ya confirmada sobre él y que Harley Quinn no moría lo sabían hasta los más desconocedores del género. Así que al final, teniendo en cuenta que el propio director había prometido muchas muertes, pues sorpresas las justas. Eso sí, cada una de las muertes resulta impactante, y ese es un mérito que no le puedo negar al señor Gunn.

Pero estaba meditando sobre lo adulta que es la película, y por ahí sí que sigo sin pasar. Teniendo en cuenta que estamos hablando de ficción superheróica (es decir, de tipos que vuelan y van con pijamas y capas combatiendo al crimen), considero que El Soldado de Invierno sí podría ser considerada una película adulta. Quizá también Civil War, ambas por las subtramas políticas que contienen y los toques de thriller alejados del simple espectáculo pirotécnico habitual. También lo sería Logan, por su tono crepuscular y desangelado. Y podría incluir en esta lista también a Joker, si no fuera porque no la considero una película de superhéroes. De hecho, ni siquiera la considero una película sobre el Joker, pero de eso ya hablé en su momento.

Pero El Escuadrón Suicida no tiene nada de adulta. Su público objetivo es aquel que va justo en la línea de su clasificación R, pero no por su trasfondo ni profundidad, sino por las salvajadas que se muestran en pantalla (curioso como a día de hoy seguimos pudiendo ver desmembramientos y amputaciones, pero ni el transgresor de Gunn se atreve con el sexo). Es una película descerebrada enfocada principalmente a un público descerebrado que va a aplaudir cada vez que revienta una cabeza o destripan a alguien, algo más propio de las producciones B que se pueden ver en el Festival de Sitges que de una superproducción de Hollywood que, ¿de verdad ha extrañado a alguien su batacazo en taquilla? Y ¡ojo! No me estoy metiendo con la película, que lo de ser descerebrada, si es de manera consciente, no tiene nada de malo, y ya he dicho por adelantado que yo disfruté mucho con ella. Mi crítica es más bien hacia aquellos que se empeñan en ensalzarla como obra maestra, queriendo ver en ella algo que no existe.

De hecho, hay muy poco de original en la propuesta, pues Gunn no hace más que copiarse a sí mismo y repetir la fórmula de Los Guardianes de la Galaxia pasándolos por un tono de incorrección política que se asemeja bastante al de Deadpool, aunque en mi opinión sin la misma gracia.

¿Y por qué ha pasado esto? A mi modo de ver, por venganza. Simple y llanamente. Y por querer demostrar el director que a él no le tose nadie y la tiene más larga que los demás. Y es que para entender la existencia de una película tan poco comercial pero con un presupuesto tan exagerado hay que fijarse en dos factores determinantes en su creación: Primero, la condena y posterior expulsión de James Gunn de Disney (conviene diferenciar siempre, tal y como muy sabiamente ha hecho Scarlett Johansson en su demanda, entre Marvel y Disney) por unos tweets del pasado que lo dejaron sin poder hacer Los Guardianes de la Galaxia, Volumen 3 (más tarde la situación se recondujo, pero eso ya es otra historia). Segundo, la sucesión de fracasos que iba encadenando el Universo Compartido de DC, con sus dos pilares básicos, Batman y Superman, defenestrados, sus actores principales repudiados y el rumbo a seguir totalmente incierto. Era un momento en que ni siquiera la niña bonita de la compañía, Harley Quinn, funcionaba en taquilla (lo cual no ha sido impedimento para que fuese el único personaje impuesto a Gunn para esta película), con Wonder Woman y Aquaman como pequeñas balsas en pleno océano a las que aferrarse. Me estoy refiriendo a una época en la que el futuro pasaba por cosillas como Shazam mientras en la acera de enfrente hacían EndGame. Así que era el momento idóneo para que la compañía diera un manotazo sobre la mesa, presumiera de robarle a Disney uno de sus autores estrella y le diera carta blanca para hacer lo que le viniera en gana.

Así, James Gunn ha sabido aprovecharse de estos dos factores, vengándose de Disney haciendo una revisión de sus Guardianes de la Galaxia (hay que recordar que, visto el pobre bagaje en comics que los personajes tenían en aquel momento, Gunn prácticamente los construyó de la nada) pero poniendo todas las salvajadas que habría sido imposible que le dejaran poner en Disney. Ha sido como lanzar un mensaje, diciendo: «mirad, mojigatos, aquí tengo la libertad que nunca habría tenido con vosotros». Esto ha propiciado momentos muy divertidos, pero también otros pasados de vueltas que son fruto más del simple deseo de provocar por provocar que de una serie de decisiones artísticas correctas. En resumen, que James Gunn no ha hecho esta película porque ha querido, sino porque ha podido. Y en Warner, mientras tanto, posiblemente nadie se ha atrevido a pasarse ni un solo día por el set de rodaje, no sea que se fuesen a asustar, que bastante tienen ya con las versiones recortadas y redirigidas de las películas de Zack Snyder y David Ayer como para tropezar por tercera vez en la misma piedra.

En resumen, que cada vez que alguien me pregunta qué tal la película (y es que os prometo que no tengo a nadie en mi entorno que se haya decidido a pagar por verla), no tengo claro qué contestar. A mí me ha gustado, ya lo dejé claro en mi reseña, pero entiendo que no es apta para todos los estómagos. Y, como ya dije en su momento, ni tengo claro que sea la mejor película del Universo DC ni es tampoco la mejor de James Gunn. Yo, de momento, me quedo con sus Guardianes, si no es que son estos mismos con un disfraz diferente tras una mala noche de borrachera. Al fin y al cabo, supe ver cosas de Groot y Drax en la personalidad de Nanaue, mientras que apenas reconocí en su Harley Quinn a la del primer Escuadrón Suicida o Aves de Presa, sobre todo en lo que escenas de acción se refiere.

Por cierto, que estoy analizando si esto es realmente la película de superhéroes adulta definitiva y eso me lleva a otra reflexión. ¿Es siquiera una película de superhéroes? Y no ya solo porque los protagonistas sean antihéroes, lo que les da el mismo derecho a entrar en la categoría que podría tener Venom, Punisher o Blade, sino al hecho de que el cine de superhéroes (el «adulto» sobretodo) se debe a una cierta época regida, forzosamente, a un punto de realismo. Y el despiporre del villano final, esa estrella de mar gigante, puede que funcione en las viñetas, pero en una película es de un ridículo superlativo. ¿Conocen la historia de los calamares extraterrestres gigantes que aparecen al final del comic de Watchmen y que Zack Snyder eliminó en su versión fílmica? Pues sigo creyendo que fue un gran acierto, y esta película me lo demuestra. No todo vale, y el propio Gunn parecía entenderlo cuando humanizo a Ego, el planeta viviente, para Los Guardianes de la Galaxia, Volumen 2, dándole el rostro de Kurt Russell y limitándose la referencia comiquera a un breve pero glorioso plano del planeta muy aislado. Pero claro, como ahora vale todo, ¿para qué cortarse?

sábado, 4 de septiembre de 2021

Visto en Netflix: SWEET GIRL

Si nos quedamos simplemente con la sinopsis oficial de Sweet girl, la última producción de Netflix sobre un cabeza de familia que emprende una cruzada contra una empresa farmacéutica por considerarla culpable de la muerte de su esposa, podríamos pensar que estamos ante la clásica película de denuncia de esas que tanto gustan a Steve Soderbergh. Sin embargo, el hecho de que el papel protagonista recaiga sobre Jason Momoa indica que los tiros van por otro lado, y muy pronto tenemos la primera escena de acción que nos indica que estamos, en realidad,  ante una historia de venganza.

El debutante Brian Andrew Mendoza, no contento con ello, pretende ahondar en el drama familiar acompañando la acción con la complicada relación entre el padre y la hija, para terminar rizando el rizo con una carambola de guion que puede terminar de sacar de la película a muchos espectadores.

El principal problema radica en que Mendoza no es lo suficientemente hábil para las secuencias de acción, abusando de planos oscuros y un montaje atropellado. Ello provoca que, más allá del comentado giro que tampoco llega a enriquecer lo suficiente la película, las sensaciones vayan cayendo en picado, terminando por volverse un film rutinario que aporta mucho menos de lo que prometía en un momento y a la que, por una vez, el convencionalismo habría sentado mucho mejor. Hay, además, muchas escenas en principio incomprensibles, así como reacciones ilógicas de ciertos personajes que pueden llegar a comprenderse tras la revelación en la que la película lo apuesta todo, pero que cuando llega, el desinterés ya se ha apoderado del espectador, resultando ya tarde para una posible redención.

Por contra, sí se agradece el gran trabajo de Isabela Merced, de lejos lo mejor del film, llegándose a lamentar que el guion no sea más generoso con ella. Estamos ante una actriz de gran potencial, y ya deslumbró en su primer papel protagonista, siendo su presencia justificación suficiente para ver algo del tipo Dora, la exploradora.

En fin, película del montón, que va de más a menos, que fracasa en apostarlo todo a la carta de la sorpresa sin que esta funcione como debe ser.

 

Valoración: Cinco sobre diez.

Cine: FREE GUY

Dirigida por Shawn Levy (un habitual de la comedia hasta que se cruzó en el camino de Stranger things) y concebida (aparentemente) como vehículo de lucimiento para Ryan Reynols, es muy tentador equiparar Free Guy (tal y como han hecho muchos medios) como una especie de El show de Truman pero con videojuegos.

Es cierto que el referente es claro, pero puestos a comparar yo me acordé antes de El último gran héroe,  donde el protagonista descubría que en realidad era un personaje de ficción cinematográfico que en cierto momento llegaba a interactuar con su yo real, brillante Schwarzenegger. Obviando el inteligente (e incomprendido) metalenguaje del film de John McTiernan, Free Guy juega a algo parecido, acariciando también otros referentes como pueden ser Rompe Ralph o La Lego película, siendo otra más que emplea el truco ya clásico del bucle temporal de Atrapado en el tiempo de Harold Ramis.

Con tanta mezcla de referencias y evidenciando un tono visual bastante cercano a las Deadpool que protagoniza el propio Reynols, sería fácil pensar que estamos ante otro batiburrillo de referencias nerds dignas de Ready Player One con un exceso de efectos visuales agotador.

Nada más lejos de la realidad: Free Guy, con Matt Lieberman y Zak Penn firmando el libreto, demuestran que también el blockbuster sin más finalidad que la de entretener merece un buen guion. Y es que todo lo que estos dos señores proponen termina por traducirse en un acierto tras otro.

Por un lado,  tenemos un personaje protagonista que podría resultar cargante, pero cuya escritura y la aportación de Reynols lo convierten en alguien con quien se empatiza desde el primer momento. Además,  no es tan omnipresente como se podría imaginar y el coprotagonismo de Jodie Comer así como el uso en roles secundarios de Lil Rel Howery, Joe Keery y Utkarsh Ambudkar permite ampliar la aventura hacia la crítica social, la conspiración empresarial, los influencers gammers, el drama y hasta da cabida a una trama romántica muy sencilla pero encantadora.

Pero esto de lo que realmente va es de pasárselo bien, y desde luego que Free Guy lo consigue, creando una emocionante aventura en la que los protagonistas deberán salvar la propia existencia de un mundo que toma muchas cosas prestadas a Grand Theft Auto con un sentido del humor desternillante. Son muchos los cameos de famosetes que animan el cotarro, pero la última gran baza del film es la presencia de Taika Waitiki en el papel de villano.

Sumémosle a esto unos FX de primera que saben estar al servicio de la historia, apabullantes pero sin llegar a agotar nunca y un clímax final mucho menos descontrolado de lo que cabría esperar,  y el resultado es que estamos ante la propuesta más divertida, refrescante y aconsejable del verano.

 

Valoración: Ocho sobre diez.