sábado, 30 de abril de 2022

Cine: VENECIAFRENIA

Veneciafrenia es una película extraña. Y no solo por su historia, a medio camino entre el terror y la denuncia social, sino por el extraño equilibrio sobra la que se sustenta, la multitud de dualidades que debe soportar con una precariedad que la pueden salvar o condenar en el leve instante de tiempo que dura un parpadeo.

Por un lado, es un slasher de manual, copiando los principales tics del terror juvenil americano en que se inspira en algunos momentos, mientras que por otro lado es una carta de amor, profunda y sincera, al terror giallo, desde su brutal prólogo hasta unos créditos demenciales que, para bien o para mal, terminan siendo lo mejor de la película.

Por un lado, tenemos a un Álex de la Iglesia que muestra un mimo especial en la construcción visual de sus villanos, en la música excelsa de Roque Baños y en la recreación de una Venecia aún pandémica, claustrofóbica y angustiante. Por otro lado, estamos ante un guion perezoso, la muestra de que estamos ante una película menor, casi un capricho del director y de su fiel Jorge Guerricaechevarría, con multitud de situaciones aleatorias y caprichosas que derivan en un final mucho más contenido de lo habitual en la filmografía del director pero sin evitar ser ligeramente decepcionante.

Por un lado, promete una orgía de sangre y violencia en un clímax digno del Joker de Nolan o el Enigma de Reeves que queda en nada. Por otro lado, el desenlace del villano principal contiene una poesía inesperada para con el desarrollo del personaje.

Por un lado, estamos ante la primera película de la saga The fear collection producida por Pokeepsie Films cuya nueva entrega corre a cargo de Jaume Balagueró. Por otro lado, se trata de una película rodada antes de que se pusiera en marcha dicho proyecto.

Por un lado, la idea de crear un asesino para diezmar al turismo que está castigando a la bella ciudad italiana es bastante original. Por otro lado, hay muchos elementos (pura casualidad, lo sé) que me hacía pensar en todo momento en Fin de semana en Croacia (la desaparición en una ciudad extranjera, el taxista que se ofrece a ayudar a la protagonista, la pareja que coge un vuelo y se presenta de improvisto…).

Por un lado, De la iglesia nos ofrece un espectáculo de sangre y muerte con bastante mala baba y momentos mujy delirantes que invitan al disfrute insano. Por el otro, hay una cierta sensación de que esto no va nunca hacia buen puerto, quedando uno decepcionado tras contemplar el resultado final.

Soy de los que defenderé siempre a Álex de la Iglesia ante las críticas, en ocasiones muy gratuitas, por su cine, convencido de que es uno de los mejores realizadores de este país. Pero Veneciafrenia ofrece demasiados altibajos, demasiadas luces y sombras, como para poderme dejar completamente satisfecho.

 

Valoración: Cinco sobre diez.

viernes, 29 de abril de 2022

Visto en Netflix: TODO ES GILA

Siguiendo la estela de monólogos humorísticos producidos por Netflix como fue Odio, el retorno a los escenarios de Dani Rovira tras superar su cáncer, Todo es Gila se presenta como una reunión de los principales talentos del país para rendir un tributo tardío al genial cómico Miguel Gila, fallecido en 2001.

El formato es sencillo y poco llamativo. Salvo en contadas ocasiones, el monologuista de turno aparece en el escenario del Nuevo Teatro de Alacalá, de Madrid, para, vestido con camisa roja y traje negro, recitar alguno de los monólogos más míticos del actor.

Sinceramente, me imagino a Gila retorciéndose en su tumba ante tan escasa imaginación, pues el supuesto homenaje no es sino una sucesión de actuaciones de muy bajo nivel, en el que se representan textos que pueden tener alguna gracia para un público joven que nunca haya escuchado a Gila, pero que para los que ya peinamos canas y tenemos siempre presente la voz calmada y surrealista del humorista, que el homenaje consista, principalmente, en destripar textualmente sus textos me parece una temeridad de la que la mayoría salen muy mal parados.

Otros, por su parte, intentan crear monólogos nuevos imitando su estilo, con el teléfono co o recurso principal, pero en estos casos es el propio texto el que fracasa. Así, actuaciones tan absurdas como la de Ignatius Farray, que se debate entra la genialidad y el insulto a la memoria de Gila, destacan como un punto de frescura en un oasis de mediocridad.

No es que sea todo un espanto, y con oradores de la talla de Dani Rovira, Arturo Valls, David Broncano, Ana Morgade, Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla, Pantomima Full y demás, alguna risa te puedes llegar a echar, pero es como buscar una aguja en un pajar.

En fin, una lástima, porque la idea de ver a tanto talento junto para recordar la memoria de Gila y sus delirantes diálogos «con el enemigo» prometía mucho, pero ha sido toda una decepción, un espectáculo que el maestro no se merecía y que tan solo sirve para que te entren ganas de ir corriendo a youtube en busca de los monólogos originales.

sábado, 23 de abril de 2022

EL PRIMER SANT JORDI DE NOAH

Si ya antes de ser escritor me ilusionaba la diada de Sant Jordi en Catalunya, con sus coloridos puestos de rosas, sus paradas llenas de libros y con las calles más céntricas abarrotadas de gente, una vez me metí en esto de escribir creo que sobran las palabras. Ya no se trataba solo de pasear por las Ramblas, cotilleando las novedades editoriales hasta decidir cuál iba a ser mi compra anual, sino de estar al oro lado de la mesa, frente a libros con mi nombre impreso en la portada, firmando ejemplares a aquellos que se animaran a comprar uno de ellos.

Sin embargo, el año pasado todo cambió. El año pasado, en el ecuador de la jornada festiva más bonita que conozco, en plena fiesta del libro y de la rosa, nació mi primogénito, el fruto del amor que Arelys y yo nos tenemos. Nació mi hijo Noah, al que, casi por obligación, pusimos como segundo nombre Jordi.

Ha pasado un año desde entonces. Un año que ha seguido marcado por la pandemia, a la que hay que añadirle volcanes, crisis energéticas que están derivando en crisis económicas, guerras y, en el apartado personal, la publicación de una nueva novela y un fugaz paso por quirófano del que ya estoy casi recuperado. Pero lo que de verdad me ha marcado ha sido el día a día con Noah, el verlo crecer en un suspiro, sus primeras palabras, sus veloces gateos, esa mirada pícara cuando lo sorprendemos haciendo una travesura… Siempre había querido tener un hijo, y lo imaginaba como una experiencia maravillosa, pero debo confesar que todas mis expectativas se quedaban cortas.

La vida al lado de Noah es maravillosa, y por eso quería celebrar su primer cumpleaños de manera especial.

Sigo unido a Célebre editorial, y con ellos estaré este Sant Jordi firmando ejemplares de El hombre de trapo mataba por amor, pero por un momento les he sido infiel y he vuelto a mis años de autoedición, de la mano de Amazon, para hacer un pequeño experimento que ha terminado siendo un regalo plagado de cariño y amor.

Como no podía ser de otra manera, he aparcado por un momento los monstruos y la oscuridad para confeccionar un humilde libro de cuentos (cuatro en total) a los que me he atrevido a ilustrar yo mismo, jugueteando por primera vez con desiguales resultados con las tabletas digitales.

El libro resultante, Cuentos de Crotana, es una simple muestra del amor que siento por mi niño, y no tiene más pretensión que la de agradar a mi pequeño, acompañándolo quizá en la hora de irse a dormir, pero si alguno tenéis alguna curiosidad, sin que vaya a hacer mucha promoción de ello (el objetivo nunca fueron las ventas, insisto), lo podéis encontrar en Amazon. No sé si es bueno o malo, si divierte o aburre. No ha pasado por correctores ni lo ha leído nadie más antes de su publicación. Es solo una vía de enlace entre Noah y yo. Y todos los que me leéis, familiares, amigos o desconocidos, formáis parte, de una manera o de otra, de mi familia, y por lo tanto estáis invitados a participar de ese enlace.

 

Feliz primer cumpleaños, Noah. Tu madre y yo te queremos con locura. No lo dudes nunca.

viernes, 22 de abril de 2022

Reflexiones: DESCIFRANDO EL SONY-VERSO

Todavía sigo con pesadillas y algo trastornado desde que soporté vi en cines Morbius, la última pieza hasta ahora de ese complicado (o eso consiguen ellos que sea) universo compartido que se está gestando desde Sony. Como dicen que es bueno enfrentarse a tus terrores, he decidido hacer un ligero repaso a lo que algunos llaman el Sony-verso, que no deja de ser más que una manera menos confusa de llamar a lo que en realidad es el Spider-verso sin Spider-Man.

Para los no iniciados, empezaré por el principio. Hace muchos años ya (décadas incluso, lo cual me recuerda lo mayor que soy), Marvel pasaba por una profunda crisis económica, que solo logró capear a costa de vender los derechos de sus principales activos a diversas compañías cinematográficas. Era mucho antes de que tuviesen su propia división de cine, cuando Marvel Studios existía solo para hacer productos de animación o figurar como coproductoras en las películas que en realidad hacían otros. Era la época que propició bodrios como The Punisher: El Vengador (1989), Capitán América (1990), The Punisher (2004), Elektra y Man Thing  (ambas de 2005) o El Motorista Fantasma (2007) de cuya secuela he decidido olvidarme; productos de medio pelo como Blade (1998), Daredevil (2003) o Los Cuatro Fantásticos (2005) y su secuela (2007) –Los Cuatro Fantásticos de Corman y la conocida como Los Cuatro Tranktásticos merecen un artículo aparte- o, al fin, películas de bastante más nivel como la saga de X-Men iniciada en el 2000, la del Spider-Man de Sam Raimi que nació en el 2002, el Hulk de Ang Lee (2003) y The Amazing Spider-Man, que vio la luz en 2012, ya con el MCU batiendo récords y mostrando el camino a seguir.

De todo ello, repartido en ciento y la madre de productoras, en Sony se quedaron con los derechos de Spider-Man tras un complicado laberinto que incluye la bancarrota de la Cannon y la adaptación jamás realizada por James Cameron.

Viendo como en casa del vecino la cosa funcionaba más o menos bien, con el descomunal éxito del Superman de Donner del 78 y la batmanía que desencadenó el Batman de Tim Burton en 1989 (aunque parece que en Warner se querían especializar en iniciar estupendas sagas que terminarían en el ridículo más espantoso), y que Blade y X-Men (que estaba en preproducción cuando se empezó a hablar de Spider-Man) y que en los despachos amenazaban con poner de moda a los tipos en pijama (es un decir, por aquella época se tenía bastante miedo a representar a los superhéroes con los coloridos looks de los comics), en Sony dieron luz verde al proyecto de Sam Raimi pesado para convertirse en trilogía.

Spider-Man, Spider-Man 2 (considerada una de las mejores películas de superhéroes por muchos aficionados) y Spider-Man 3 funcionaron de maravilla, sobre todo la tercera, que demostró que debía haber arácnido para rato aunque la crítica no fue muy compasiva con ella. Ciertamente, hubo muchos problemas en ese rodaje, principalmente debido a las discrepancias entre el director y la productora, que quiso influir demasiado en el argumento, lo que propició que el proyecto de Spider-Man 4 cayera en saco roto. Por un lado, porque Raimi no conseguía la libertad creativa que ansiaba. Por otro, porque mientras se trabajaba en el proyecto ya se estaban en negociaciones con otro actor y otro director para hacer un reboot de la saga.

Así pues, sin Raimi en el carro, Tobey Maguire dijo adiós al personaje de manera definitiva (o eso se creía en aquel momento) para dar paso a una versión más juvenil y refrescante. Andrew Garfield sería el encargado de ponerse el traje azulgrana mientras que la contratación de Mark Webb, un director que había triunfado gracias a una comedia romántica, dejaba muy claras las intenciones de Sony en cuanto al tono del film.

Como era de prever, la cosa funcionó muy bien en el aspecto personal, consiguiéndose una muy buena química entre Maguire y Emma Stone, pero cuando el primero se ponía el uniforme de faena (horrible, por cierto), la cosa se venía abajo. No fue un gran éxito, pero sí lo suficiente para que su secuela viera la luz. Y aunque esta vez el uniforme y el tono del protagonista rozaban la perfección, un mal villano y demasiada paja destinada a encaminar  a convertir esto (maldita manía) en trilogía, maltrató el resultado final, consiguiendo que fuese una de las películas menos valoradas del trepamuros y condenándolo a la cancelación con muchas tramas por resolver, entre ellas la de la hipotética creación del grupo de villanos llamados Los Seis Siniestros con la idea de que tuviesen película propia.

Es buen momento para abrir un pequeño paréntesis para anotar que junto a los derechos del personaje el contrato incluía también a sus secundarios, provocando un montón de dolores de cabeza y abogados mirando con lupa para decidir a qué héroe iba ligado cada secundario. Para poner un ejemplo, Peter Parker (Spider-Man) trabajaba en el Daily Bugle junto a Ben Urich, periodista muy ligado en los comics a la historia del duende Verde. Sin embargo, en el celuloide Urich fue considerado secundario de Daredevil, apareciendo en la película protagonizada por Ben Affleck (de New Regency en asociación con la Fox) así como en la serie de Netflix. Sin embargo, en la primera trabaja para el New York Post y en la segunda para el New York Bullet, ya que el Daily Bugle sí había quedado en manos de Sony. Algo similar al conflicto surgido entre Wanda/Bruja Escarlata y Pietro/Mercurio (ambos mutantes y Vengadores) entre Fox y Marvel que, en este caso, se solucionó con un acuerdo que satisfizo a ambas productoras.

Sigamos. El caso es que en Sony sabían que tenían a la gallina de los huevos de oro en su poder, pero no tenían ni idea de cómo utilizarlo. Veían ojipláticos como en Marvel, con personajes en aquel momento considerados de segunda fila como Iron man, Capitán América o Thor, estaban creando un gran imperio.

La gran diferencia entre ambos tenía un nombre: Kevin Feige. El gran gurú de Marvel Studios había estado metido en casi todas las producciones basadas en comics Marvel de otras productoras, pero no fue hasta que naciera el MCU que le dieran plena libertad para hacer lo que quisiera, demostrando que incluso en Hollywood conviene a veces confiar en el que más sabe, y no solo en los que mejor analizan los datos y las calculadoras. Amy Pascal, su igual en Sony, quería su perspicacia y en Marvel querían a Spider-Man, así que lo imposible se hizo realidad y llegaron al acuerdo de compartir al personaje. Y así fue como un nuevo Spider-Man, interpretado por Tom Holland, llegó a desembarcar en el MCU para hacer una breve pero aplaudida intervención en El Capitán América: Civil War antes de tener su propia película en solitario, Spider-Man: Homecoming (2017), de Jon Watts, que sería producida por Sony pero con el desarrollo artístico en manos de Marvel.

Al fin en Sony veían la luz con su niño mimado, aunque no les gustaba eso de compartir beneficios (y mucho menos méritos), por lo que empezaron a buscar alternativas. Como ya he explicado, la adquisición de los derechos de Spider-Man incluía a sus secundarios, de manera que decidieron de desarrollar un universo propio a imagen y semejanza del MCU o del DCEU de Warner, pero con dichos secundarios, que para eso les seguían perteneciendo. Y así fue como llegó a los cines Venom (2018), un anti-héroe que comenzó como villano de Spider-Man en los tebeos y con una historia inevitablemente vinculada al mismo. Es su película, sin embargo, no había mención alguna al alter ego de Peter Parker, por lo que la gran pregunta era si ese nuevo universo y el del MCU eran el mismo. Había indicios de que no, como el que en Venom los neoyorquinos se sorprendieran al descubrir que hay seres alienígenas, como si la batalla de Nueva York de Los Vengadores de Joss Whedon (2012) nunca hubiese existido.

Venom no gustó nada a los aficionados a los comics, pero por lo visto sí al resto del mundo, pues fue un gran éxito de taquilla. Eso propició que en Sony se envalentonasen y hubo una agria disputa en los despachos para decidir qué iba a pasar con el futuro de Spider-Man tras el estreno de su secuela: Lejos de casa (2019). Durante mucho tiempo las negociaciones estuvieron rotas y el Spidey de Tom Holland quedó oficialmente desligado del MCU, teniendo que mediar el propio actor para buscar una manera de conseguir un entendimiento entre Amy Pascal y Kevin Feige. Al final, tras provocar no pocos infartos entre los Marvel-zombies, el acuerdo fructificó y Marvel, con Feige a la cabeza, volvió a colaborar en una tercera película que cerrase la trilogía en solitario del héroe, amén de sus apariciones en Vengadores: Infinity War (2018) y Vengadores: End Game (2019).

Mientras las aguas volvían a su cauce, Sony se superó a sí misma con la secuela de Venom, titulada Habrá matanza (2021). De nuevo una película espantosa (peor incluso que la primera) y de nuevo éxito en taquilla. En Sony lo tenían claro: tenían su propio filón de oro. Pero seguía sin estar claro si estaba unido al MCU o no. La escena postcréditos parecía dejar una pista cuando el Venom de Tom Hardy desaparece del lugar en el que se encuentra para aparecer en un hotel de aspecto caribeño y ver en un informativo una referencia directa al final de Spider-man: Lejos de casa.

Y llegó el evento del año. ¡Qué digo del año…! ¡Del siglo! Tras una pandemia que había dinamitado los cimientos del cine, tras dos años de salas vacías y películas rogando a Netflix que se hiciera con sus derechos, tras tres películas haciendo presagiar que el MCU empezaba a mostrar signo de debilidad… Llegó Spider-Man: No way home (2021), la película que lo cambió todo.

Si hablamos de Universos propios, en la tercera aventura del Spider-Man de Holland se liaron la manta a la cabeza y, con la torpe ayuda del Doctor Strange, lo pusieron todo patas arriba. Un truco de ilusionismo (por arte de birlibirloque, vamos) abrió portales entre varios universos, trayendo al MCU elementos extraños, tales como villanos (y posteriormente a los propios héroes) de las sagas de Raimi y Webb. Ver juntos a Holland, Maguire y Garfield era mucho más que un sueño hecho realidad y la película cumplió con las expectativas y mucho más. Si el guion arreglaba muchos de los defectos de las películas anteriores y se convertía en una gran fiesta de celebración de veinte años del Hombre Araña cinematográfico, la taquilla se volvió loca, elevando la película hasta el sexto puesto de la película más taquillera de la historia, algo imposible de imaginar hace apenas unos años por cualquier directivo de la Sony, Pascal incluida. Todo era alegría y felicidad, con una unión de villanos portentosa y muy efectiva pero… ¡un momento! A todo esto, ¿dónde está Venom? Pues había que esperar hasta la escena postcréditos para descubrir que el bueno de Tom Hardy se había pasado toda la película medio borracho en el bar del hotel al que fue a parar al final de Venom: Habrá matanza escuchando de boca del camarero la invasión de Thanos y los fatídicos efectos del chasquido cuando, de repente, es transportado de nuevo a su propio universo, dejando, eso sí, un pequeño resto de simbionte sobre la barra. Más allá de la gracia del chiste o de la decepción de algunos fans, esto significaba claramente dos cosas:

1.- Que Venom no pertenece al mismo universo que el MCU y que, por lo tanto, no va a verse nunca las caras con el Spider-Man de Holland a no ser que vuelvan a recurrir al truco de los saltos entre Universos. Y…

2.- Que Holland se queda definitivamente en el MCU, desligándose del supuesto Sony-verso y con las semillas plantadas por si algún día quieren hacerle su propio Venom.

Y, para bien o para mal, todo parecía más o menos claro. Pero resulta que la maquinaria de Sony no paraba y ya tenían a punto de caramelo su siguiente película con un secundario del lanzarredes. En este caso, era el turno de Morbius (2022) y su tráiler avanzaba cosas interesantes y a la vez confusas, como que pertenece al mismo universo que algún Spider-Man, que también comparte el espacio-tiempo con Venom y que iba a interactuar con el Buitre que Michael Keaton interpretó en Spider-Man: Homecoming. ¿Confundidos? El resto del mundillo friki también.

Vayamos por partes, como diría Jack, el Destripador. Por un lado, la película. De nuevo un bodrio. Un despropósito cuya taquilla ha sido razonablemente más coherente que con Venom. De entrada, unos números increíbles que hacían presagiar un nuevo triunfo para Sony, pero la caída de la recaudación en el segundo fin de semana fue de órdago. El boca a oreja la ha puesto a caer de un burro y los datos finales no van a ser nada halagüeños. Y eso con Kraven, el Cazador ya en la línea de salida y proyectos bastante avanzados como Madame Web. Veremos en que termina esto. Por otro lado, las explicaciones. Nadie ha dicho nada demasiado concreto, pero por lo poco que se le ha podido sacar al director y las diferencias entre el tráiler y el metraje final podemos sacar unas cuantas conclusiones.

De entrada, que la esperanza de muchos fans de que el universo de Venom y Morbius fuese el mismo que el de algunos de los Spider-Men anteriores de momento no es más que eso, la esperanza de los fans. Se había hablado de que Andrew Garfield iba a aparecer en Morbius, aunque solo fuese un cameo, rumor acrecentado por los reshoots de última hora del film, pero al final nada de nada. Y la escena del tráiler en la que se veía un grafiti de un Spider-Man que recordaba mucho al de Maguire, eliminada de la versión de cines. Dice el director que él en realidad no la llegó a filmar, y que fue un injerto gestado desde la propia dirección de Fox, lo que nos da pistas de lo que ha pasado: Hasta la llegada de No way home, el Sony-verso sí aspiraba a ser el mismo del MCU. De ahí la vinculación con Spider-Man y la aparición del Buitre de Keaton. Tras la realización de la tercera película del Spidey de Marvel, las cosas han cambiado, cada uno va por su rumbo y borrón y cuenta nueva. Esto  no significa que aún nos puedan contar que ya hay un Spider-man en el universo de Venom y Morbius (el de Maguire, el de Garfield o uno nuevo), pero de ser así tendremos que esperar a alguna película futura que nos lo confirme.

¿Qué sucede, entonces, con el Buitre? Eso queda explicado en las escenas postcréditos de Morbius, unas escenas absurdas y torpemente representadas pero que cumplen su cometido de poner los puntos sobre las íes (hasta que a alguien de Sony se le ocurra un nuevo cambio de rumbo). Adrian Toomes, el Buitre, en los tráileres estaba en prisión y tenía una conversación con Morbius animándole a aceptar su don, dejando patente que comparten espacio. En la versión que ha llegado en cines, todo esto se ha eliminado para mostrarnos a Toomes en la cárcel del MCU (es decir, donde fue a parar tras los hechos acontecidos en Homecoming) para ser transportado (la razón ni se dice ni merece que la esperemos) por uno de los portales multiversales que abre Dr. Strange en Far from home para ir a parar al universo de Venom y Morbius, propiciando un encuentro con este último (tampoco es que nos den ninguna explicación de cómo tiene el traje volador del Buitre en este universo, ¿para qué la coherencia?) que da pie a conjeturar que el proyecto de una película de Los Seis Siniestros sigue en pie.

Hasta aquí, los hechos. Ahora solo quedan las conjeturas. Insisto una vez más en que el Spider-Man de Holland sigue perteneciendo a Sony, pero ya no se podrá cruzar en el camino de Venom o Morbius (o cualquiera otra de las peliculillas que estén por llegar) a no ser que nos repitan la jugada del multiverso (que en Sony son capaces de todo). Ahora parece que lo primordial es crear al grupo de Los Seis Siniestros, que no tienen por qué coincidir con los miembros presentados en los comics. Así, podríamos tener al Buitre, Mobius y Venom haciendo equipo (la coherencia de esto también está fuera de toda lógica, pero bueno), pero siguen faltando tres miembros más (supongo que uno de ellos sería Kraven, el Cazador), aparte de necesitar a alguien contra quien enfrentarse. Como descarto el regreso de Willem Dafoe y Alfred Molina, cuyos arcos como Duende Verde y Dr. Octopus quedaron muy bien cerrados en Far from home, y el público ha enloquecido viendo a Garfield retomando el traje del arácnido, la solución más fácil sería la de hacer realidad un Amazing Spider-Man 3 e incorporar aquella saga al Sony-verso. Así, tendríamos ya al Spider-Man de Sony y tanto el Lagarto como Electro podrían unirse al grupo de villanos, algo que, de hecho, ya pretendía hacer el Duende Verde interpretado por Dane DeHaan en la malograda saga de Webb.

En fin, que no sé si este resumen ha servido para aclarar un poco el panorama superheróico de Sony o para complicarlo aún más, pero por lo menos yo me he quedado a gusto. Lo que es innegable es que aquellos que se empeñan en despreciar lo conseguido por Marvel con el MCU y se niegan a ver sus méritos, que se den una vuelta por el DCEU y su jaleo de líneas temporales, el despropósito que termino siendo el Universo X de Fox o lo que le está sucediendo a Sony. Eso pasa cuando no hay un plan a seguir ni alguien con la cabeza bien amueblada encargado de poner la casa en orden (y no miro a Lucasfilm por no irme por las ramas). Personalmente, creo que la única esperanza de arreglar el desaguisado de Sony es que realmente se traigan a Garfield de vuelta (también se ha especulado con un Spider-Man 4 que Raimi estaría encantado de hacer, pero veo a Maguire un poco lejos del personaje) y que el Sony-Verso sea, como siempre debió ser, el Spider-verso. Y mientras, el Spidey de Holland a hacer sus cositas con sus colegas vengadores. Podría ser algo confuso tener a dos Spider-Men diferentes a la vez, pero si nos hemos comido a dos Batman y tres Jokers (sin contar con los productos televisivos), tampoco es que nos vayamos a rasgar las vestiduras porque entre Marvel y Sony jueguen a lo mismo, ¿no?

miércoles, 20 de abril de 2022

Cine: LA CIUDAD PERDIDA

No es nada novedoso juntar una película de aventuras y acción con la comedia más desenfrenada. No siquiera si le añades unas gotitas de romance. El problema es que normalmente cuesta mezclar los ingredientes sin que ninguno termine por desentonar, y en ese sentido, el principal mérito de Aaron y Adam Nee con La ciudad perdida es el conseguirlo.

No estamos ante una película demasiado original, pues si es fácil pensar en eferentes aventureros menos cómicos uno puede acordarse de un buen puñado de películas de tesoros perdidos y búsquedas por la jungla, desde la saga de Indiana Jones hasta la reciente Uncharted pasando por el díptico de La búsqueda. Sin embargo, el referente más claro y evidente es el de Tras el corazón verde, de Robert Zemeckis.

Sandra Bullock interpreta a Loretta, una exitosa escritora de novelas románticas de fuerte carga erótica que pasa por un mal momento desde que perdió a su marido. Casi se diría que el tirón que sus obras tienen en la actualidad es gracias a Alan, al que da vida Channing Tatum, el modelo utilizado para las portadas. Poco pensaban ellos que los detalles que Loretta emplea en su última novela iba a despertar el interés de un codicioso coleccionista de arte que los llevarán a una peligrosa aventura por una isla perdida en el Atlántico tras una corona de incalculable valor.

No estamos hablando de una película perfecta, pero lo cierto es que tampoco se le pueden encontrar fallos en ninguno de sus elementos. No tiene, por ejemplo, escenas memorables, pero toda la acción está muy bien filmada. No hay gags míticos, pero sí muchos que provocan constantes carcajadas y aunque ninguna interpretación sea de Oscar, la química entre Bullock y Tatum es impecable, Daniel Radcliffe cumple bien en el rol de villano y la breve pero intensa participación de Bad Pitt es de lo mejor del film, amenazando, de haber tenido más minutos en pantalla, con llevarse un protagonismo que no le correspondía.

Por todo ello, esta mezcla entre acción, aventuras, comedia y romance (aunque lo último es lo más anecdótico), con Bullock repitiendo sus tics más emblemáticos y Tatum demostrando una vez más lo que le gusta la autoparodia, sin ningún tipo de sentido del ridículo, hacen de esta película un espectáculo muy disfrutable, fácil de recomendar a cualquier tipo de espectador y capaz de provocar, como poco, las simpatías del respetable.

Sí, es verdad, copia bastante a Zemeckis, pero llamémosle homenaje y todos tan contentos, ¿no?

 

Valoración: Ocho sobre diez.

Visto en Netflix: LA BURBUJA

Netflix sigue apostando fuerte por traerse a su cobijo a los mejores y más aclamados directores del panorama hollywoodiense, tentándolos, posiblemente, con una libertad creativa que no suele darse en las productoras convencionales. Ya he comentado alguna vez que esto es un arma de doble filo, y La burbuja es una buena muestra de ello.

Sin nadie que le ponga el freno de vez en cuando (o le meta algo de tijera), Judd Apatow, otrora enfant terrible de la comedia romántica más desatada, firma junto a Pam Brady su película más irregular, una extraña mezcla de conceptos que nunca terminan por definirse del todo y que hace dudar de lo que el realizador quiere explicarnos.

Y eso que la premisa es de sobras interesante, consiguiendo, sin nada de esfuerzo, ser una de las producciones más atractivas de cuantas de engloban en el marco de la pandemia, como las aburridillas Inmune y Confinados o la decepcionante serie zombi The bite.

La burbuja cuenta como, en pleno estado de alarma por la Covid-19, una productora crea una burbuja segura en un lujoso hotel con el fin de filmar una secuela de una saga de películas tan exitosas como ridículas. Es de imaginar la de disparates que esto puede llegar a provocar, pero si bien tenemos un compendio de gags de diversa índole, algunos más celebrados que otros, hay una sensación de torpeza narrativa en el guion que se transmite en la película, como si el caos del rodaje que se describe se hubiese dado también en el rodaje real.

Empezada la acción, uno pensaría que iba a ver una crítica ácida e inteligente hacia el cine más palomitero, así como a la estupidez de la generación Tik tok o a la codicia de los grandes productores que priman el éxito por encima de la seguridad. Y sí, algo de todo ello hay, pero planeado de una forma confusa y nada estimulante que hace que se alternen escenas de brillante caricatura con momentos sumamente aburridos.

Y todo ello, desperdiciando a un reparto más o menos coral donde resalta algo el papel de Karen Gillian pero desaprovechando mucho la presencia de Pedro Pascal, Keegan-Michael Key, David Duchovny, Leslie Mann o Maria Bakalova, eso sin contar la colección de cameos que aparecen por ahí, algunos sin el más mínimo sentido, quizá como simple pago de alguna deuda con el director o por el amiguismo que tan de moda pusiera Santiago Segura en su filmografía.

Al final, lo que queda es una mezcla entre simpática diversión e historia plana, con trayectorias de personajes que no van hacia ningún lugar, que pese a poderse ver con  una sonrisa gracias a algunos chistes referenciales más o menos acertados, no deja de dejar cierto aroma de decepción.

 

Valoración: Cinco sobre diez.

Cine: CÁMARA CAFÉ

Estamos ante una de esas películas cuya mera existencia es difícil de justificar y cuya leve repercusión en taquilla es fácil de comprender, más allá de su calidad. Basada en la simpática serie que Tele5 mantuvo en antena entre  y 2005 y 2009, la propuesta, con los chanantes Miguel Esteban, Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla como cabezas pensantes (entre los tres firman un guion que el último se encarga de dirigir), va muy dirigida a un público juvenil que adora a estos tipos  en televisión y, sobretodo, e Internet, pero que puede que no estén dispuestos a pagar el precio de una entrada de cine por disfrutar de su humor, a la par que no tienen ni idea de la serie en la que se basa, pues les toca ya de muy lejos. Y eso ni la estéril participación de Ibai Llanos lo soluciona.

Estando yo entre el resto del público, lo primero que pensé tras ver Cámara Café, la película, es que traiciona totalmente el espíritu de la serie, limitándose a recuperar a unos personajes reconocibles y poco más. No es que me parezca algo malo, de hecho me resultaba absurdo convertir una propuesta de sketches en un largometraje, algo que ya intentaron, también sin demasiado éxito, otros genios de la comedia como son Tricicle con su adaptación cinematográfica de Tres Estrelles, llamada Palace. Y es que lo que definía a la serie, aparte de un humor ácido basado en una muy buena construcción de personajes, era su sentido coral y la limitación de escenarios, pues todo ocurría, precisamente, frente a la máquina del café de una oficina, dando título a la serie.

En la película, pese a mantenerse todos los personajes (y alguno nuevo) como ya he comentado (aunque Luis Varela se limita a un cameo y César Serrachu está en alma pero no en cuerpo), el argumento gira casi exclusivamente alrededor de Arturo Valls, que si bien es capaz de soportar el peso del protagonismo, llega a resultar un poco cargante, volviéndose a interpretar (una vez más) a sí mismo, de manera que uno no sabe si es el empleado de una oficina o si en cualquier momento va a hacer que sus compañeros de reparto caigan por un agujero por responder mal a una pregunta. Así pues, el uso del nombre de Cámara Café es más un reclamo publicitario que otra cosa.

Ojo, no estoy diciendo que la película sea mala, pues sin ser nada del otro mundo cumple como comedia de pocas pretensiones y consigue provocar un puñado de carcajadas, siendo cuando más se aleja de la propuesta original y alcanza el surrealismo más absurdo (como en la invasión extraterrestre, el bucle temporal, la lucha de catanas -¡cómo crece la película cada vez que aparece en pantalla Ana Milán!- o los momentos musicales) cuando mejor funciona.

No he hablado mucho del argumento, pero es que tampoco importa demasiado. La pugna entre la división española (encabezada por Jesús Quesada/Arturo Valls y la Portuguesa de Victoria de la Vega/Ana Millán) es bastante inverosímil y apenas hay dos subtramas que merezcan ser mencionadas: la conversión de Quesada de fanfarrón a perdedor, sobre todo en lo que respecta a la relación con sus hijos y el dolor de Cañizares por la pérdida de Bernardo y la esperanza que le brinda conocer al chico nuevo de la oficina, Robles (en este sentido, cabe destacar a Ingrid García Jonsson y Javier Botet como dos grandes aciertos en el apartado de las nuevas incorporaciones). Argumentos superfluos y, sobretodo, poco verosímiles que solo sirven para que el humor tenga cabida a golpe de gag y dejar hueco a algún que otro cameo (volvemos con lo de los amiguetes) divertido.

En fin, que como producto de entretenimiento la película cumple más o menos bien, si nos olvidamos de que nos habían prometido regresar al cuartito de la máquina de café que a la postre debe ser el escenario menos utilizado, aunque se echa en falta algo más de participación de Carolina Cerezuela, Esperanza Elipe, Alex O’Dogherty y compañía…

 

Valoración: Seis sobre diez.

Visto en Amazon Prime: UNA CITA CON EL PASADO

Dirigida por Janus Metz, autor de Borg McErnoe y alguna temporada de True Detective, Una cita con el pasado es un entretenido thriller de espionaje que, aun bebiendo mucho de la literatura e Tom Clancy y John Le Carré, no está a la altura de los mismos, siendo mucho menos  intricada en su trama y careciendo de la acidez política y social que define a los autores mencionados.

Quizá consciente de ello, Metz opta por potencial el lado humano de la historia, desarrollando unos personajes interesantes y bien dibujados en lo que respecta a la pareja protagonista (Chris Pine y Thandiwe Newton), pero dejando algo de lado a los secundarios, quedando la sensación de que se desaprovecha el talento de actores de la talla de Jonathan Pryce o Laurence Fhisburne.

Como sea, Olen Steinhauer, guionista que adapta su propia novela, plantea una trama a partir de las cicatrices de una relación sentimental entre dos espías cuya historia estuvo marcada por la desastrosa resolución del secuestro de un avión por parte de un grupo terrorista y su abrupta separación. Así, navegando entre presente y pasado, la reapertura del caso les obligará a volver a encontrarse y tratar de averiguar qué falló en aquella misión, lo que viene a ser lo mismo que descubrir qué fallo en su relación.

Sin ser excesivamente complicada de seguir, más allá del uso de varias líneas temporales intercaladas, la película se me antoja algo más madura de lo habitual, siendo su plato fuerte las revelaciones surgidas a través de conversaciones más que las escenas de acción, mucho más ausentes de lo previsible y que quizá es lo que pueda llegar a desagradar a muchos. No es Una cita con el pasado una película para ver si uno busca adrenalina a través de persecuciones y tiroteos, pero sí hay una trama emocional bien creada y que es incluso capaz de dejar cierto poso tras su visionado.

 

Valoración: Siete sobre diez.

viernes, 8 de abril de 2022

Cine: MORBIUS

En el cine, como en la vida en general, resulta difícil satisfacer a todo el mundo. Si películas exitosas como las de Marvel o Star Wars cuenta con feroces detractores que apuntan a una simpleza argumental, películas de mala calidad como Morbius invitan ya al desprecio más absoluto. Porque Morbius es mala, sí. Muy mala, incluso, aunque tal y como los que defienden el cine de superhéroes hacemos matices para señalar las diferencias creativas del «buen cine», el malo también merece de estas distinciones.

Y es que lo mejor que se puede decir de Morbius es que, a diferencias de otras películas superheróicas destrozadas por la crítica como Elektra, Cuatro Fantásticos o Venom (especialmente su secuela), esta no llega a ofender. Quizá la cosa es que es tan plana y simple que no le alcanza ni para eso, no lo sé, pero es un alivio encontrarse con una película que simplemente no tiene los baremos de calidad necesarios (de nuevo el guion es el punto más sangrante, aunque habría que hacer un poco de hincapié en sus bochornosos efectos especiales o su confuso montaje), sin ser por ello insultante. En películas como las recientes propuestas de Sony alrededor de Venom, daba la sensación de que no lo habían hecho mejor porque no les había dado la gana, menos preciando al espectador con una desidia total. En Morbius, sin embargo, el balance es más indicativo de que sus responsables, simplemente, no daban para más, empezando por un Daniel Espinosa terriblemente torpe en los momentos de filmar la acción (y eso que su Life me gustó bastante) y unos Matt Sazam y Burk Sharpless que parecen haberse enfrentado al guion sin conocer para nada al personaje, no teniendo el espectador nunca claro cuáles son los poderes de Morbius ni sus motivaciones. Realmente, se nota que a nadie (ni siquiera a los aficionados al comic) les importa demasiado este personaje secundario de las colecciones arácnidas que si tiene película propia es porque Sony no tiene mucho más donde rascar a la hora de crear ese insulso universo que pretenden hacer a consta de los despojos de Spider-man (a falta de que algún día nos confirmen si en este universo existe ya algún Peter Parker –ya sea con el rostro de Andrew Garfield o el de Tobey Maguire- o no).

Morbius sigue a rajatabla los esquemas de una película de orígenes que ya en los noventa había pasado de moda, con todos sus defectos: media película anodina para que conozcamos al personaje, un villano que no deja de ser una fotocopia oscura del héroe y una resolución que, en el caso que nos ocupa, es más precipitada y torpe que nunca. Sin entrar en spoilers, solo diré que el héroe (por llamarlo de alguna manera) descubre una manera de derrotar al villano, se enfrenta y lo derrota. Así, sin más. No hay ni un ápice de épica en ese anticlímax que define la confrontación final y en la que, incluso, se le niega la mínima dosis de drama que podría haber gracias a repetir literalmente la jugada que ya hiciera Sony en Venom: Habrá matanza.

Setenta y cinco millones no es un presupuesto tan desdeñable como para que la película tenga un acabado visual tan mediocre, aunque posiblemente un buen pellizco se haya desviado hacia el reparto, lo único salvable de la película. No acabo de entender muy bien qué copia del guion entregaron a Matt Smith o Jared Leto (que se está convirtiendo, tras su Joker, en un especialista en las peores encarnaciones de personajes de comic sin que sea culpa suya), pero mucho me temo que la definitiva no. Claro que también es cierto que esta no es la película que se pretendía hacer en un principio, y que el éxito de Spiderman: No way home cambiaron muchas cosas (de la que hablaré en un futuro artículo), pero eso no es excusa para un caos narrativo, plano e insulso, que ha provocado que la gran mayoría de los comentarios de la gente sean referentes a las escenas postcréditos. Y encima, para mal.

En resumen, otra torpeza de Sony que demuestra que sin el amparo de Marvel en general y Kevin Feige en particular no son capaces de dar la talla, a la vez que una respuesta en taquilla que evidencia, por otro lado, que el logotipo de Marvel vende entradas por sí solo y que púbico y crítica no siempre suelen ir de la mano, aunque me da la sensación de que estamos en uno de esos casos en los que pese a los excelentes números de su semana de estreno, el boca-oreja va a perjudicar mucho al rendimiento económico del film.

Casi parece que Sony esté pidiendo a gritos que Marvel les pague una pasta por recuperar a sus personajes, pero mientras eso no ocurra y la teta siga dando leche, los despropósitos fílmicos seguirán. Tras esto, ¿alguien duda que Kraven, Madame Web o Silver Sable van a ser iguales de desastrosas? La cuestión es saber en qué momento van a dejar de dar dinero. Espero, por el bien del cine y de los personajes, que sea pronto. Ho es que vaya a echar mucho de menos a cualquiera de estos personajes dentro del UCM, pero un poco de penica de ver lo que está pasando con Venom o saber que nunca vamos a tener una adaptación como se merece de La última cacería de Kraven de DeMatteis sí que me da.

 

Valoración: Cuatro sobre diez.

Visto en Netflix: HOY SE ARREGLA EL MUNDO

Hoy se arregla el mundo, dirigida por Ariel Winograd, es una dramedia argentina a mayor gloria de Leonardo Sbaraglia en la que un padre despreocupado y ajeno a la vida de su hijo descubre, tras la muerte de la madre, que en realidad no es suyo.

En un momento complicado de su carrera profesional (el programa televisivo que produce, el mismo que da título a la película, está en sus horas más bajas, David, que es como se llama el hombre, decidirá ayudar al chaval de nueve años a descubrir quién es su verdadero padre, contando para ello con la ayuda de la mejor amiga de la fallecida.

Tiros a ciegas, conversación es de WhatsApp y eventos de Facebook compondrán la algo chapucera investigación, la cual servirá, en realidad, para forjar un vínculo que nunca había existido entre el falso padre y el niño, dotando a la película de un tono reflexivo alrededor de si las relaciones paterno-filiares vienen dadas por la consanguinidad o el apego.

Hoy se arregla el mundo es una película simpática, sin más pretensiones que alabar la unidad familiar y el amor, que no ahonda demasiado en el drama, pudiéndose ver con una sonrisa, que pese a que prácticamente telegrafía desde el principio el desenlace tampoco cae en el tópico absoluto (me alegra especialmente que la relación romántica que se apunta nunca llegue a cuajar, al menos no en pantalla), teniendo como punto fuerte la unión entre Sbaraglia y el debutante Benjamín Otero.

Con algo de acidez en su burla a ciertos programas televisivos, el film es tierno y amable, una propuesta que sin ser nada del oro mundo que merezca ser recordada con mucha insistencia en el futuro, compone un buen ejemplo de cine familiar con la dosis justa de moralina.

 

Valoración: Seis sobre diez.

sábado, 2 de abril de 2022

Cine: CANALLAS

No es ningún secreto que, junto al thriller y el terror, la comedia es el género de nuestra producción cinematográfica que mejor resultados da en taquilla. Sin embargo, en los últimos años nos encontramos con películas algo encorsetadas, cortadas por un mismo patrón, demasiado genérico y previsible, ya sea hablando de las lujosas producciones de Mediaset o de las comedias familiares de Santiago Segura.

Canallas viene a romper esta rutina, recuperando, de paso, a la figura más clásica (lamentablemente) e la literatura española: el pícaro. Hablar de picaresca es como tratar de defender al villano de una historia, pretendiendo dotar de empatía y cierta gracia a sus acciones y convirtiéndolo, por mano de las circunstancias, de agresor a víctima, como bien sabe el Lazarillo de Tormes.

En Canallas, la segunda película de Daniel Guzmán como director tras la interesante A cambio de nada, no vemos realmente a tres villanos, sino a tres perdedores que aspiran a serlo, hundiéndose cada vez más en sus propias miserias y sin lograr pasar de ser simples canallas de barrio, víctimas de una sociedad en la que no encajan pero, sobre todo, víctimas de su propio patetismo.

Para componer esta historia escrita por él mismo, Guzmán juega unas cartas muy arriesgadas. Por un lado, reúne un elenco muy especial para su triplete protagonista, en el que junta a uno de los mejores actores del cine español con un completo desconocido, completando la tripleta con su propia figura. Tras la vilipendiada (parece que solo yo la hubiese disfrutado) Yucatán, puede que mucho piense que la comedia no es el terreno más firme para Luis Tosar, que aquí se quita estigmas de un plumazo y se muestra divertidísimo. Guzmán, un poco como en el personaje que le dio la fama en Aquí no hay quien viva, es la perfecta imagen del aspirante a nada, ese granuja que quiere conseguir lo mejor de sí mismo pero siempre por los caminos equivocados. Y no hay palabras para definir al nuevo descubrimiento de nuestra filmografía, un Joaquín González al que fácilmente se podría comparar en su debut al que tuvo la arrebatadora Carmina Barrios de la mano de su hijo Pedro León. González no era ni siquiera actor, es un amigo de la infancia de Guzmán que debuta en el mundo del cine y parece ser tan absurdamente desternillante como s propio personaje. De hecho, todo el guion, que también es obra de Guzmán, mezcla constantemente anécdotas propias con fantasía, creando una línea difusa entre realidad y ficción. Para terminar de redondear el cuadro, hay más debutantes en este film, ya que Esther Álvarez (que falleció al poco tiempo de terminar el rodaje y a quien va dedicada la película), Brenda González y Chema González son, tanto en la vida real como en la película, la madre, hija y hermano, respectivamente, de Joaquín González, dando así una aire de realismo y naturalidad muy efectivo.

Canallas cuenta la historia de un hombre que vive embargado por sus propias fantasías, que de tanto hacerse pasar por empresario de éxito no consigue separar sus aspiraciones con su realidad, cuando tras un encuentro casual con sus dos amigos de la infancia se meten en un berenjenal del que ya solo sabe huir hacia delante, entrando en una espiral en la que cada decisión tomada no hará sino empeorar la anterior.

Unos personajes muy de barrio para una película con regusto a Azcona pero que también tiene cosas muy de Fresser y que entremezcla un canto a la amistad (una amistad real, no impostada, de esa en la que hay cabida para el desprecio y el egoísmo, que no todo son flores y sacrificios desinteresados en el mundo real) tanto como para la denuncia social y el retrato urbano de una periferia urbana anclada en el pasado que, aunque quiere, no sabe mirar hacia delante.

Delirante y muy divertida, Guzmán ha dado un salto de gigante hacia su consagración sin dar la sensación de haberse despeinado siquiera.

 

Valoración: Ocho sobre diez.