Puede que me repita un poco y si es así pido disculpas
de antemano, pero estoy francamente preocupado por el estado del cine hoy en
día y con el paso de los meses la cosa no tiene pinta de mejorar.
En realidad, esto no viene de ahora, sino que el
problema empezó hace ya años, cuando pese a que la afluencia en las salas era
masiva los datos de taquilla revelaban que Disney se lo estaba comiendo casi
todo, ya sea con Marvel, Star Wars o sus adaptaciones de clásicos
animados. Esta escasez de variedad ya debería habernos alertado del problema,
ya que una vez estallara la burbuja de una de estas, las alternativas
brillarían por su ausencia.
Tres son los culpables de que el cine este enfermo de
necesidad, y ninguno de ellos es el precio de las entradas (que el cine no es
tan caro como se dice). Por un lado, está la falta de originalidad en las
propuestas para un público que, por otro lado, tampoco tiene muchas ganas de
originalidad. Por otro, la pandemia, que a cambio del miedo a salir de casa
para encararnos con otras personas en salas oscuras y sin ventilación nos
enseñó lo cómodo que era el salón de casa para ver películas y series a go go.
Y, por último, a la proliferación de plataformas de streaming, que se ha volcado en producciones propias aparte de
comprar las ajenas para engordar sus catálogos y significaba, en el peor de los
casos, que películas pensadas para ver en salas se estrenaran en casa de manera
simultánea o con apenas un par de meses de diferencia con respecto al estreno
en cines.
Tras casi un año con los cines cerrados, la
recuperación se antojaba lenta, pero no tanto. Los grandes han caído y la
primera víctima de estos tres factores ha sido el cine de superhéroes. Tanto
preguntar cuando iba a estallar la burbuja que esta al fin lo ha hecho.
Si nos fijamos en Marvel,
todo esto coincidió con el inicio de la Fase
Cuatro, una fase que salvo honrosas excepciones (Spider-Man: no way home y Dr.
Strange en el multiverso de la locura) no ha tenido muy buena acogida. Y por
más que se quiera señalar a Kevin Feige y al agotamiento de la fórmula, lo
cierto es que no ha sido tan mala. Eternals
es una gran obra que apuesta por algo diferente y Shang Chi es un pasatiempo mucho más digno que Iron Man 2 o Thor, el mundo
oscuro, que para mí siguen siendo las dos peores películas del MCU hasta la fecha y Ant Man y la Avispa: Quantumanía (está
ya de la ase cinco) es tan divertida como las dos anteriores de Ant Man pero mucho más espectacular
(vamos a dejar fuera de la ecuación al Thor
de Waitiki que merecería un artículo aparte para si sólo, con sus defensores y
detractores). No es, aunque pueda parecerlo, un problema de calidad, sino de
cantidad. Cantidad y agotamiento.
Pero por muy fan de Marvel que pueda ser no estaría preocupado por sus fracasos (o
vamos a llamarlo decepciones), que al fin y al cabo yo no soy accionista de la
empresa, si no fuera porque aún con esa bajada de recaudación sigue siendo de
lo más visto en cine. Es decir, las películas de superhéroes atraen a menos
gente a las salas pero siguen siendo las que más atraen. Fijémonos por ejemplo
en el 2022, donde junto a Avatar 2, Maverik y Jurasic World: dominion, entre lo más alto del ranking encontramos
a Black Panther: Wakanda forever, Dr. Strange en el multiverso de la locura,
The Batman y Thor: Love&thunder. Pero aunque estemos hablando de éxitos,
algunos de ellos incluso avalados por la crítica y con nominaciones a los Oscars como Black Panther, se han quedado muy por debajo de las previsiones.
Algo similar ocurre en lo que llevamos de año. Cerca
de llegar al ecuador, se han quemado ya muchos de los cartuchos ganadores y
pese a que Guardianes de la Galaxia vol.
3 ha reconciliado a Marvel con
sus fans sus números también están por debajo de lo esperado, siendo difícil
que logre superar lo conseguido por el Volumen
2. Algo similar está sucediendo con Fast&Furious
X, que pese a estar arrasando parece casi imposible que se acerque siquiera
a la barrera de los 1.000 millones que superaron las entregas siete u ocho. Sí
nos fijamos en el resto de estrenos, dejando de lado la burrada que está
recaudando Super Mario Bros, Creed III también ha quedado por debajo
de sus antecesoras, mientras que el gran éxito del año, John Wick 4, juega en otra liga, siendo un éxito y un fenómeno
mundial con taquillas que quedan muy lejos de los monstruos mencionados. Prueba
de ello es que ha conseguido superar los ansiados mil millones… pero a base de
sumar los números de las cuatro entregas.
Aún quedan unas cuantas balas en el cargador del 2023, como la despedida de Indiana Jones, la secuela de Spider-Man: un nuevo universo, Misión Imposible 7, The Meg 2, The Marvels, o la gran esperanza de DC Cómics para frenar la racha de fracasos con The Flash. Eso aparte del supuesto duelo que nos quieren vender de Oppenheimer contra Barbie. Vamos, que puede pasar cualquier cosa, pero sí la tónica va a ser repartirse el pastel entre cuatro y que el resto sean decepciones de taquilla como Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones o directamente fracasos como Shazam: la furia de los dioses, Babylon o 65, mal vamos. Al final, parece que vamos a tener que seguir (mal) viviendo del cine de superhéroes.
Pero lo que habría que analizar, más allá de la falta de originalidad en los guiones de Hollywood y al agotamiento propiciado por los superhéroes, es porqué la gente ya no va al cine. Siguiendo con mi teoría de las tres causas, puedo entender que la gente se haya acomodado y prefiera consumir cine en el salón de su casa (algo que nunca compartiré por más pantalla grande o equipo Dolby Stereo que pueda tener y la ausencia de niñatos molestando con sus gritos o móviles), y podríamos sacar a relucir la teoría de la evolución. Los tiempos cambian y el casete sustituyó al vinilo para ser derrotado por el CD que ahora agoniza contra el formato digital. Los videoclubes desaparecieron y el VHS fue sustituido por el DVD y el Blu-ray. La radio resiste pero agoniza ante los podcast y casi todo el mundo prefiere leer la prensa en Internet que en papel. Las cosas cambian y hay que aceptarlas. Y si el cine debe morir en manos de streaming, que así sea. Sería la primera y dolorosa baja de la guerra de las plataformas. Pero hay una segunda lectura, una más catastrófica y que revela la realidad de esta guerra absurda y sin posibles ganadores:
Netflix, la única plataforma que ha
anunciado beneficios en lo que llevamos de 2023, ha perdido, sólo en España,
más de un millón de suscriptores, cosa que será extensible al resto del planeta
cuando se prohíba a nivel mundial el uso de cuentas compartidas. Disney+ y HBO Max han tenido pérdidas, que les
ha llevado a replantear su política de estrenos, modificando los calendarios Marvel y Star Wars en el caso de la primera y reinventándose
un y otra vez en el caso de la segunda, no estando muy claro qué pasará cuando
se convierta en simplemente MAX.
Y si nos metemos con las más pequeñas, encabezadas por los resultados
económicos catastróficos de Paramount+,
la desaparición de una o varias de estas parece cosa hecha. Sólo se salva de la
lista negra Amazon Prime,
pero no por su buen funcionamiento (las inversiones millonarias en Los anillos del poder y Citandel no se han traducido en buenos
resultados de crítica y visionados), sino porque al ser el streaming un extra de la suscripción de
compras, cuesta valorar la correlación entre suscriptores y espectadores de la
plataforma.
Todo esto nos da la conclusión de que el cine está gravemente herido, ya que cada vez son menos los espectadores que llevan las salas, pero tampoco podemos decir que vaya a ser sustituido por el streaming. La nueva forma de consumir de los jóvenes no es necesariamente en plataformas y si no se encuentra una solución rápida podía ser el fin de todo. No es que el cine como tal se vaya a terminar, desde luego, pero en la dirección que vamos auguro un auge de Emule, Torrent y compañía a la vez que la verdadera competencia está en TikTok, Twich y bobadas similares…
Tiempos extraños (y tristes) nos tocó vivir…