lunes, 29 de julio de 2019

EL REY LEÓN

Hasta ahora, era relativamente normal que una película incluyera retoques o incluso injertos de secuencias completas, realizados de manera digital, con la intención de que estos no se lleguen a diferenciar del resto. Con El Rey León se da completamente la vuelta al concepto y, según su director, Jon Favreau, hay un único plano real que no es posible diferenciar del desborde de CGI que supone esta película.
Siguiendo con la moda (bastante efectivas de cara a taquilla, eso hay que reconocerlo) por la que ha apostado Disney consistente en repetir, en versión real, sus clásicos animados, ha llegado el turno a la icónica película que motivo, tras su estreno en 1994, que la Academia creara la categoría de mejor película de animación para así reconocer el mérito de estas pequeñas joyas que no tenían posibilidades, de cara a los grandes premios, de competir con el cine, digamos, realista.
El problema es que si en El Rey León original se le podía perdonar la falta de originalidad de la historia (muy heredera del Hamlet shakesperiano) a cambo de saber divertir y emocionar a partes iguales con una animación casi perfecta, en la versión que ahora nos ocupa todo es un calco tan literal que el factor sorpresa se pierde definitivamente. Generalmente diría que no hay que valorar un remake comparándolo con el film original, teniendo la película derecho a ser juzgada por sí misma, pero cuando se trata de algo tan milimétricamente fotocopiado, resulta difícil diferenciar una cosa de la otra. Me recuerda, de hecho, a aquel espanto que perpetró Gus Van Sant, en 1998 en el que repitió, plano a plano, el Psicosis de Hitchcock con nuevos actores. Si a aquella película le llovieron palos por todas partes, con la excusa de que para hacer algo exactamente igual, mejor provisionar el original, ¿por qué íbamos a ser menos tajantes con esta película? Al fin y al cabo, el objetivo de un remake debería ser el de repetir una película aportando un nuevo punto de vista, actualizándola a su época actual u homenajeando desde el respeto a su predecesora. Algo que no hicieron gus Van Sant en su momento ni ha sabido hacer ahora Jon Favreau, al que le quedó algo mejor (quizá por el componente humano, o puede que por tratarse de una película más alejada en el tiempo) la entretenida El libro de la Selva.
No voy a negar la impecable calidad técnica de la película, con un CGI que imposibilita diferenciar a estos animales creados por ordenador de los de un documental de National Geographic, pero la perfección no ha llegado a ser tanta como para saber plasmar con total fidelidad el factor humano, por lo que la película pierde en emoción y emotividad.
De esta manera, el Simba, Mufasa, Scar y compañía no transmiten tanco como en su versión animada, y el saber de antemano lo que va a suceder no ayuda en absoluto. Se agradece, al menos, que el final sea suficientemente oscuro y cruel como merece una historia así, sin que lo hayan suavizado demasiado por los niños, pero sin evitar caer en la repetición constante que provoca, inevitablemente, un cierto aburrimiento.
Tengo claro que yo no soy el público objetivo de estas fotocopias a las que, aparte de la falta de orig9nalidad, les encuentro una ausencia de inspiración total, y quizá sea eso lo que me provocó bastante desinterés antes esta nueva versión sobre El Ciclo de la Vida y el legado de realeza que debe afrontar el protagonista.
Al fin y al cabo, reconozcámoslo, las canciones de Elton John solo se pueden descubrir por primera vez en una ocasión, ¿no es cierto?

Valoración: Cinco sobre diez.

viernes, 19 de julio de 2019

SERENITY

El hecho de que una película terminada y prevista para estrenarse a principios de 2018 quede olvidada en un cajón durante más de un año no es buena señal. Y menos cuando cuenta con el aval de una pareja protagonista de innegable éxito como son Matthew McConaughey y Anne Hathaway (quienes ya coincidieran en Interestelar), bien secundados por Diane Lane, Jason Clarke o Djimon Hounsou.
Serenity (no confundir con el film de igual nombre con el que en 2005 Joss Whedon dio final a su serie Firefly) está escrita y dirigida por Steven Knight, autor de los libretos de Aliados Millenium: lo que no te mata te hace más fuerte y al que ya conocíamos su faceta como director por la interesante Locke, lo cual parecía ser un aliciente más, pero las malas sensaciones, unidas a unas críticas nefastas en Estados Unidos y un estreno muy limitado en España presagiaban definitivamente lo peor.
Es quizá ese tufillo a horror, esas perspectivas tan bajas, lo que permiten que uno disfrute de la película, no esperando absolutamente nada de ella y encontrándose con una locura tan absurda como simpática que rememora a los thrillers (con un trasfondo erótico inevitable) de los noventa con el nombre de Joe Eszterhas en la memoria.
Knight hace una extraña mezcla de géneros que es capaz de despistar (y sacar de quicio) al espectador más avispado, por más que vaya regando desde el principio de pequeñas semillitas de lo que cabe esperar. Todo empieza con la presentación de Baker Dill, un pescador de atunes obsesionado con una caza imposible al más puro estilo del capitán Ahab de Moby Dick del que no tardaremos en saber que oculta un misterioso pasado. Pero las cosas y sus prioridades cambiarán cuando una femme fatal en toda regla aparezca en la cubierta de su barco con una tentadora propuesta.
Lo que hasta ahora parecía un drama casi familiar con el mar como telón de fondo comienza a mutar en una cosa extraña e inesperada que, de pretender ser timada en serio, no puede calificarse más que como ridícula, recordando a algunos giros absurdos del cine de Nolan o de su alumno Wally Pfister (me viene a la mente otra película de los noventa dirigida por ciertos hermanos/as a la que usar como fuente de inspiración, pero sería rozar demasiado el spoiler), deambulando entre el cine noir, la fantasía sobrenatural o la ciencia ficción, apuntando también cierto alegato (muy superficial) sobre los abusos sexuales y la violencia de género.
Todo es, en fin, muy loco y absurdo, con el problema de que nadie en la película parece ser consciente de ello. Si actores y director abrazaran esa locura, la cosa tendría otro sentido, pero todos parecen tomárselo tan en serio que cuesta entender como una película así haya llegado a buen puerto (perdón por el chiste de pescadores).
Así pues, su única salvación es que sea el propio espectador el que acepte no tomársela en serio, que la vea como una simple metáfora surrealista sobre la necesidad de una ayuda paterna por parte de un niño maltratado, usando esa intriga como un puzle sin dibujo de referencia que se presenta muy confuso al principio y no del todo satisfactorio una vez montado pero cuya realización puede suponer un ligero entretenimiento. Si es así, si aceptamos ese peaje, la película puede ser capaz de atrapar con su incierto camino y mantener una intriga que, como mínimo, justifique el interés que uno puede poner en ella en busca de entender qué narices está pasando en esa idílica isla de pescadores.


Valoración: Cinco sobre diez.

miércoles, 17 de julio de 2019

EL CUENTO DE LAS COMADREJAS

Hacía ya diez años, desde El secreto de sus ojos, que Juan José Campanella no nos ofrecía una película de acción real, tiempo durante el que se ha dedicado a la televisión, a la producción del remake americano de aquella película, El secreto de una obsesión, y a aquella curiosidad de animación que fue Futbolín.
Para su regreso, Campanella ha decidido adaptar la película Los muchachos de antes no usaban arsénico, de 1975, para, partiendo de la misma base, darle su toque personal y retorciendo el tono con unos diálogos brillantes y una mirada nostálgica al Hollywood dorado.
Mara Ordaz es una vieja gloria que vive recluida en un aislado caserón, rodeada de sus recuerdos, junto a su marido y dos viejos amigos. Juntos, conforman un núcleo familiar y profesional, pues no en vano se tratan del actor, director y guionista con quien más ha trabajado, conformando así un mundo propio, atrapado entre los recuerdos de lo que fueron y el temor a que el mundo exterior, que ha seguido avanzando sin ellos, los amenace con devorarlos. Es la vida por la que, para bien o para mal, han elegido establecerse, y toda esa ácida tranquilidad se verá truncada con la aparición de dos jóvenes desconocidos dispuestos a ponerlo todo patas arriba.
El cuento de las comadrejas está constituida como un thriller con muchos toques de humor negro, una película de giros que aspira a desconcertar al espectador y conducirlo por variantes imprevistas, pero lo cierto es que este es el punto más débil del film, ya que muchas de las acciones resultan previsibles y no logra sorprender tanto como pretende. Sin embargo, a diferencia de otras películas de intriga, esto no la desmerece en absoluto, pues no es lo importante de verdad. Lo importante es el retrato de unos personajes crepusculares, de un homenaje tierno y conmovedor al cine clásico y la fábula sobre la confrontación generacional, el respeto por las leyendas en pos al amor por el dinero y a la unión fraternal que hace que los límites entre el bien y el mal parezcan más frágiles que nunca.
Así pues, aparcado el tema de la intriga, lo que nos queda es una película deliciosa sobre unos personajes tan odiosos como adorables, con una cámara que Campanella maneja magistralmente y, sobre todo, dotada de unos diálogos brillantes, de esos que invitan a volver a ver la película libreta en mano para ir anotando citas retorcidas y divertidísimas que determinan por dar pie a una de las mejores películas estrenadas en lo que va de año.
Con un aroma a El crepúsculo de los dioses y con Willy Wilder en la memoria, la película es una delicia para cualquier espectador con ansias cinéfilas, rematada por unas interpretaciones magníficas, que puede llegar a agotar, eso sí, al espectador casual que solo busque una intriga negra que le desconcierte con su argumento.


Valoración: Ocho sobre diez.

lunes, 15 de julio de 2019

A PESAR DE TODO

Cuarta película de Netflix de producción española tras 7 añosFe de etarras y ¿Qué te llevarías a una isla desierta? (esta última la tengo pendiente) y parece que la racha se ha truncado, ya que la propuesta que dirige la argentina Gabriela Tagliavini es la más floja hasta la fecha.
Lo que no se le puede negar a A pesar de todo es su espectacular reparto. Tras un cuarteto protagonista de auténtico lujo (Blanca Suárez, Macarena García, Amaia Salamanca y Belén Cuesta), el elenco de secundarios es casi interminable: Juan diego, Joaquín Climent, Maxi Iglesias, Carlos Bardem, Tito Valverde, Emilio Gutiérrez Caba, Marisa Paredes, Rossy de Palma y hasta un breve cameo de Teresa Rabal. Sin embargo, ello no oculta los muchos defectos de una comedia muy plana, simplona y sin la gracia necesaria en los momentos cómicos ni el sentimentalismo apropiado en los dramáticos, los que provoca que la unión entre estos, por supuesto, no case adecuadamente.
A pesar de todo cuenta la historia de cuatro hermanas muy diferentes entre sí que viven bastante distanciadas hasta que la muerte de su madre las reúne y las obliga a entenderse cuando, tras la lectura del testamente, descubren que la persona que creían que era su padre no lo era y deberán seguir una serie de pistas para descubrir quien o quienes son sus verdaderos padres.
La historia es muy sencillita, y aunque no aporta nada extremadamente original (hasta Mamma mía! tenía más trasfondo) el guion se puede llegar a aceptar con simpatía y un puntito de complicidad. Los actores están bien, en especial ellas cuatro, que se entregan a su trabajo lo mejor que pueden. ¿Dónde radica, pues, el problema? Claramente, en la dirección. Tagliavini fracasa por completo en su puesta en escena, no consiguiendo sacar todo el partido posible al sensacional reparto, equivocándose casi siempre a la hora de colocar la cámara, estando torpe con las cámaras lentas y los cambios de ritmo y hasta desaprovechando el Madrid que actúa como telón de fondo y que se nota que pretende emplear a modo postal sin saber hacerlo.
Es una lástima, porque reunir a semejantes actrices para algo tan superfluo es un desperdicio, aunque por lo menos la duración de la película es tan breve (apenas ochenta minutos) que al menos no hay tiempo de aburrirse y, aunque solo sea por ellas, se puede ver como mera distracción.


Valoración: Cinco sobre diez.

EXTREMADAMENTE CRUEL, MALVADO Y PERVERSO

Poco después de hacer un interesante documental sobre Ted Bundy, el realizador Joe Berlinger decidió volver a contar la misma historia, pero en clave de ficción, llamándola -de la mano de NetflixExtremadamente cruel, malvado y perverso, un título infinito que explica lo que la película no alcanza a contar. El director, conocido por haber realizado la secuela de La bruja de Blair y poco más, vuelve a apostar por evitar cualquier escena truculenta, dejando el peso de la historia no en Bundy, sino en su novia y, al parecer, el amor de su vida, y esa decisión es la primera que lastra la película hasta convertirla en un melodrama sin demasiado ritmo cuyas casi dos horas de metraje resultan muy pesadas.
Todo comienza con un montaje aparatoso, construyendo la historia casi en forma de pequeños episodios que, para quien desconozca los asesinatos cometidos por Bundy, resultarán confusos. Ello da pie a casi una hora de película en la que no pasa nada, simples correrías que adoptan casi un tono involuntario de comedia y donde el tema romántico parece pesar más que el policial. Además, pese a la buena caracterización de Zac Efron para mimetizarse en la piel del asesino, no queda claro si el director quiere dirigirse al publico ignorante haciéndole creer que en realidad es un hombre inocente maltratado por el sistema o si se dirige a los conocedores de la historia y se pretende mostrar el cinismo de Bundy empeñado en proclamar su inocencia hasta el final.
Solo cuando comienza el juicio la película remonta un poco, y lo hace siempre gracias a ese tono de comedia que no casa demasiado con la historia de las chicas asesinadas por este enfermizo estudiante de derecho que termina por defenderse a si mismo, emulando el film al Declaradme culpable de Sidney Lumet con Vin Diesel.
Lo único que termina por mantener a flote la película, más allá del interés por ver como se desempeña en el juicio, es la presencia de un reparto tan interesante como desaprovechado. Acompañando a Efron está Lily Collins, por momentos la verdadera protagonista del film (o por lo menos, la que aporta el punto de vista con el que se debe identificar el espectador), pero también se dejan ver John Malkovich, Jim Parsons, Kaya Scodelario o Haley Joel Osment entre otros.
En fin, film fallido que se puede ver por el interés por la historia real (y ahí están esas típicas imágenes documentales durante los títulos de crédito para poder comparar y ver lo bien que lo ha hecho el orgulloso director) pero que aburre por momentos, haciéndose demasiado larga y necesitada de algo más de sangre que ayude a despreciar como se merece al tipo este.


Valoración: Cinco sobre diez.

DIEZ PIEZAS CLAVES EN EL MCU

Ahora sí. Con la llegada de Spiderman: lejos de casa la Fase Tres del Universo Cinematográfico de Marvel ha llegado a su fin. Seguirán llegando películas Marvel, pero la saga del Infinito ha concluido y desde ahora ya nada volverá a ser lo mismo.
Al final, pese al (desde mi parecer, ridículo) reestreno de Endgame, no se ha conseguido alcanzar en taquilla mundial a Avatar (aunque va a ser cuestión de días), pero eso no debe deslucir el milagro cinematográfico que se ha logrado, haciendo unas películas que consiguen aunar emoción y espectacularidad, que han encandilado a millones y que han terminado por convencer también a la crítica.
La saga Marvel ha cambiado la forma de entender el cine, y aunque en la Universal ya se había jugueteado con eso de los Universos compartidos al unir en sus películas clásicas a Drácula con Frankenstein o el Hombre Lobo, no es nada comparable al puzle seriado que se ha ido construyendo hasta la epopeya fílmica que suponen Infinity War y Endgame. Visto ahora, parece fácil, casi lógico, pero los que lo tratan de imitar no están sabiéndolo hacer, así que algo de mérito debe tener. Que se lo digan si no al fallido antes de empezar Dark Universe, que lo intentó en vano con Drácula e insistió con La Momia sin pasar nunca de esa primera película. O al DCEU, que tras el fiasco de Liga de la Justicia parece haber denunciado y apostar mejor por películas individuales como Aquaman Shazam. De todas formas, es fácil añadir al lenguaje cotidiano conceptos tan bizarros como el Warrenverso o el Arrowverso y todos quieren jugar a lo mismo a ver si atinan y les suena la flauta por casualidad.
 Pero con Marvel no hay casualidad que valga. Todo está estudiado desde los cimientos y con un plan bien organizado, con las lógicas y necesarias improvisaciones y la dependencia a los resultados de taquilla, eso está claro, pero que han hecho de su fórmula una clave de éxito casi imbatible.
Es por ello que, a modo de despedida, he querido hacer un repaso por los diez pilares fundamentales que han hecho posible esta saga de veintitrés películas, series televisivas aparte.:
·        Stan Lee. Padre fundador del concepto, guionista de Marvel desde el inicio de los tiempos y cocreador de los principales héroes de la casa. Fue el primero en entender cómo funcionaba este negocio, en saber vender a sus creaciones más allá del simple papel y en creer en que merecían una oportunidad en el celuloide, por más que hasta hace apenas quince años nadie lo haría creído posible. Entrañable, querido y añorado, ha sido un referente en cuestión de cameos y solo unos meses le han impedido ver el final de la saga. O sí, porque nadie duda que el bueno de Stan es inmortal.
·        Kevin Feige. Vinculado a Marvel desde el año 2000, ha estado presente en todos los proyectos cinematográficos de la casa, aunque no fue hasta el 2007 en que pasó a ser presidente de producción y tener un peso específico fundamental para la creación de Iron man. Lejos de la sombra de Avi Arad, puso los cimientos del Universo Compartido y nadie duda de que es el máximo responsable de todo lo bueno y lo malo que les pase a nuestros héroes en la pantalla grande.
·        Sarah Halley Finn: nombre menos conocido que el de Feige pero que nunca me cansaré de reivindicar. Directora de casting de todas las películas del MCU a excepción de El increíble Hulk, ella es la responsable de que no seamos capaces de imaginar a Steve Rogers o Tony Stark con otro rostro. No consiguió convencer a Terrence Howard para repetir como Máquina de guerra, pero esa es su único borrón en una serie de elecciones intachables, incluyendo la sustitución de Edward Norton como Hulk o la de recuperar actores para simples cameos enlazando unas películas con otras. Sirva su reconocimiento para rendir tributo, también, a los Robert Downey Jr., Chris Evans, Tom Holland, Chris Hemsworth, Tom Hiddleston, Scarlett Johansson, etc. sin los que esto no hubiera sido posible.
·        Jon Favreau: Se podría usar la típica frase de “contigo empezó todo”. Director de Iron man e Iron man 2, fue quien sentó las bases y logró que nos creyésemos que un hombre con armadura podía volar. Dio el tono justo de humor y acción a su Iron man y, aunque no repitió en la tercera entrega se ha mantenido como productor y asesor, desmintiendo esos rumores de mala sinfonía entre él y los estudios (de hecho, se ha mantenido como actor hasta Spiderman: Lejos de casa).
·        Disney. Muchos anticipaban la compra de Marvel por parte de Disney como el peor de los males, pero, por más que los haters se empeñen en ver una cierta “dulcificación” en las películas, lo cierto es que la única influencia que la productora del ratón ha tenido en el MCU es la de garantizar su saneamiento económico. Cada estudio trabaja de manera independiente, y eso explica, por ejemplo, las diferencias de coherencia interna entre el MCU de Marvel y las películas de Star Wars de Lucasfilms, ambas de Disney.
·        Joss Whedon. Han pasado muchos directores por el MCU, algunos más influyentes que otros, grandes autores o simples artesanos, pero tras Favreau, el más influyente fue Joss Whedon. Si el primero había conseguido que alucináramos con un héroe específico, el segundo consiguió que la primera película de un supergrupo fuese una verdadera fiesta, en la que además fue guionista. Todo estaba preparado para colisionar en Los Vengadores, y si esta no hubiese funcionado, el final podría haber llegado antes de lo previsto. Pero el reparto de protagonismo, los diálogos brillantes y la puesta en escena fue tan perfecta que ya nada lo podría parar, ni siquiera que Vengadores: la era de Ultron fuese algo inferior.
·        Jim Starlin. ¿Y este quién es?, os preguntaréis los más cinéfilos. No es justo hablar de méritos sin nombrar a los verdaderos creadores, los que guionizaron los comics originales. Tras Lee, se podría hacer mención al trabajo de Bendis, Brubaker, Straczynski, Ellis, Englehart, Pak, Simonson, etc. Pero la importancia de Starlin es fundamental para la saga. No en vano fue el creador de Thanos (aparte de Drax y Gamora), sino que fue quien concibió también la saga del guantelete del Infinito en la que se basa todo esto.
·        Christopher Markus y Stephen McFeely. Pocas veces se acuerdan de los guionistas de una película, pero estos dos merecen una placa de oro en los despachos de Marvel. Debutaron con Capitán américa: el primer Vengador, y aunque en aquel momento no llamaron mucho la atención, fueron los encargados de continuar con las aventuras del Capi en una trilogía casi perfecta que les valió el derecho de escribir también la gran historia final, dividida en Infinity War y Endgame. Su único tropiezo fue el libreto de Thor: el mundo oscuro, en colaboración con Christopher L. Yost, quizá la película más floja del MCU. Será que trabajan mejor solos…
·        Anthony y Joe Russo: Y vuelvo a hablar de directores. Llegaron de tapadillo, con un par de comedietas en su haber y algunos capítulos (los mejores, todo sea dicho) de la serie Community en su haber. Y lo revolucionaron todo. Huyeron de lo que muchos llaman “la fórmula Marvel” por su humor liviano al hacer con El soldado de invierno la película más oscura de la casa, remataron la saga del Capi y, como Markus y McFeely, se ganaron el derecho de culminar la historia de Vengadores con un dominio de la cámara y la acción que pocos podrían alcanzar. Además, el principal mérito de Infinity War fue unir a personajes de cariz tan diferente y conseguir que funcionara. Todo un desafío.
·        Spiderman: Y concluyo con los propios personajes. ¿Cuál es el protagonista más trascendental para la saga? Desde luego, Iron man y Capitán américa son los ejes sobre los que se basa todo el peso del MCU, hasta el punto de romper posturas de una manera irreparable en Civil War. Ellos forman parte de una especie de trinidad superheróica en la que el Thor cinematográfico está un pasito por detrás que el de los comics, pero, ¿qué pasa con Spiderman? Incorporado al MCU de forma tardía, se podría pensar que su participación en la saga es algo menor. A fin de cuentas, como muy bien se encarga de decir él mismo en Lejos de casa, todo esto le viene grande. Sin embargo, los guionistas han querido reconocer la grandeza del personaje situándolo como la clave de todo. A fin de cuentas, es su desaparición la que provoca que Iron man decida actuar en Endgame, propiciando que se abra una puerta a la esperanza. Él es, junto al propio Ant man, un héroe inesperado, el triunfo de los “pequeños”. Y por ello no solo es clave en el final de la trama, sino que es muy oportuno que sea su película en solitario la que cierre toda la saga y muestre las consecuencias de lo sucedido.

Esta es mi manera de dar las gracias a los que han hecho posible que los últimos once años hayamos disfrutado de películas que habría sido imposible imaginar en nuestra infancia.
No están todos los que son (no voy a negar la influencia de Kenneth Brannagh, James Gunn, Taika Waititi, etc.), pero sí son todos los que están.

domingo, 14 de julio de 2019

ANNABELLE VUELVE A CASA

De vuelta al Warrenverso, ese universo propio que se sacó de la manga James Wan hace ya unos años y que cuenta con películas bastante interesantes (en concreto las que él mismo dirigió) combinadas con otras ciertamente horribles (las dos últimas, sin ir más lejos), Annabelle vuelve a casa es la tercera parte de la saga sobre la muñeca maldita que arrancó con mal pie en el 2014 y remontó algo en su secuela de 2017, pero es a la vez una especie de precuela de Expediente Warren: The conjuring, ya que aquí vemos como la muñeca llega a manos de los  Warren.
Ya de entrada, es estimulante la presencia de Patrick Wilson y Vera Farmiga, aunque sea solo de manera circunstancial, dando pie a un prólogo que nos remite a los mejores momentos de la saga. A partir de ahí, será su hija quien protagonice el cotarro, juntamente con su canguro, una amiga de esta y una especie de noviete, algo que puede parecer muy trillado (y lo es, desde luego), pero que gracias a un guion solvente se acepta sin demasiados problemas, consiguiendo que se simpatice con ellos y se den por buenas las dudosas decisiones que este tipo de personajes suelen tomar para que una película así pueda seguir avanzando.
No es que Annabelle vuelve a casa sea una película aterradora, pues tras un prometedor inicio el mal rollo va perdiendo fuelle y hasta se intuye un ligero humor autoconsciente, pero al menos consigue ser suficientemente efectiva para que no aburra en ningún momento y el interés por los protagonistas nos mantenga en tensión. Sí se desaprovecha de parte sus infinitas posibilidades al permitirnos entrar en esa especie de “cámara de los horrores” que los Warren tienen en su casa, siendo más un disfrute por su exceso de personajes que por lo bien utilizados que estén, pero sin duda puede servir como catálogo de futuros spin-off como ya sucediera en su momento con La Monja.
Dirigida con buen ritmo narrativo por Gary Dauberman, que debuta tras las cámaras después de haber escrito los libretos de las anteriores Annabelle y de It, reafirmándose como especialista en el género, el reparto sufre un cambio de cromos en el caso el personaje de Judy Warren (por evidentes motivos de edad), encarnándola en esta ocasión la magnífica Mckenna Grace, de sobras conocida por haber interpretado a la versión joven de las protagonistas de Yo, Tonya y Capitana Marvel y haber participado en Independence day: Contraataque o Un don excepcional, amén de sus trabajos televisivos (La maldición de Hill HouseEl joven SheldonSucesor designado), confirmándose como una gran promesa. Junto a ella, está el rostro reconocible de Madison Iseman, la protagonista de Pesadillas 2 y una de las integrantes el cuarteto “real” de Jumanji, de la que tiene a punto de caramelo la secuela.
Sintiendo mucha desconfianza por esta película, una de las sorpresas de Annabelle vuelve a casa es que no abusa de los jumpscares, apostando más por el uso de personajes inquietantes sin que ni siquiera Annabelle llegue a tener una presencia cansina. No es terror del bueno, ni tampoco una comedia tan bestia como la que proponía Muñeco diabólico, pero al menos sube algo el listón del Warrenverso (no dejo de pensar qué mala era La Llorona) y demuestra que hay vida más allá de James Wan.
Un entretenimiento digno y, desde luego, la mejor película de la saga de la muñeca (y eso que la segunda era bastante aceptable), que no por ello no debería ser la última.


Valoración: Seis sobre diez.

LO NUNCA VISTO

Si en mi anterior entrada criticaba como el cine español se estaba acostumbrado a apostarlo todo a una sola carta (en el caso de Los Japón, el carisma de Dani Rovira), con Lo nunca visto pasa algo similar, dejándolo todo en manos de Carmen Machi, una actriz muy solvente pero que ella sola no puede con un guion tan perdido como este.
El punto de partida es meritorio, hablar sobre la despoblación de los pueblos de la España profunda, algo que sin duda es motivo de preocupación y muy lícito de transformar en comedia. El resto, pura fantochada.
Por un lado, tenemos a cuatro africanos ilegales huyendo de una caso de trata de blancas (que me expliquen que sean tres hombres y una sola mujer, o el porqué van disfrazados como si saliesen de un espectáculo de Port Aventura), por otro una trama política contra el orgullo local (los escasos habitantes del pueblo de marras se oponen a ser absorbidos por el pueblo vecino, aunque ello suponga su desaparición), todo rematado con el retrato imbécil de los pueblerinos (una cosa es no haber salido nunca de su pueblo, otra que no sepan ni lo que es un negro). Pero claro, todo vale en pos de la comedia, sin importar que la mayoría de las situaciones no tengan ni puñetera gracia y que, en contra de lo que quiere denunciar, termine por resultar ofensiva en tres frentes a la vez: roza el racismo, el sexismo y la homofobia. Tal cual.
Al final, lo mejor es dejarse de reflexiones sociales y quedarse con lo importante, que es una comedia que no tiene nada de gracia, que propone una situación ridícula y que tiene una resolución más ridícula aún. Y contradiciéndose a sí mismo, además. Así las cosas, solo la salvan (aunque no lo suficiente) la presencia de alguna figura importante del humor patrio y algún gag aislado que no sirve, ni mucho menos, para camuflar los muchos errores de otra película que solo sirve para cargar de razones, una vez más, a aquellos que gustan de criticar gratuitamente el cine español, Y es que con tanto tópico y guion de baratillo, al final va a resultar que puede que tangan razón y todo.
¡Ay, si Berlanga levantara la cabeza...!


Valoración: Tres sobre diez.

LOS JAPÓN

Lo mejor que se puede decir sobre Los Japón es que no pretende engañar a nadie. Estamos ante una comedieta española prefabricada que confía todo su potencial en repetir el éxito de las comedias social-geográficas que puso de moda Ocho apellidos vascos (y que tuvo una secuela bastante inferior) y que trató de replicar Perdiendo el norte (esta ya con una secuela directamente mala) y en la gracia que puedan hacer sus protagonistas, un Dani Rovira haciendo lo mismo de siempre y una María León que se me antoja algo desaprovechada.
Con esto por delante, y después de las terribles críticas que ha recibido, hay que reconocer que Los Japón no es la peor película del año ni mucho menos. Tiene mucha menos gracia de la que pretende, y verla en el mismo fin de semana en que disfruté de Spiderman: lejos de casa y Yesterday es jugar con todo en contra, pero cuando uno va preparado para lo peor lo que suele suceder es que se lleve alguna ligera sorpresa. Así, sin que la cosa sea para nada muy meritoria, y sabiendo que no se puede esperar más que chistes sobre choques culturales, al menos se agradece que el director, Álvaro Díaz Lorenzo, apueste por una comedia más abierta que en la tristona Señor, dame paciencia, y que se nos ofrezca una postal turística del país del sol naciente que nunca está nada mal.
Lo demás, pues lo previsible. Tópicos, chistes de cuñaos y el Rovira intentando ser más serio de lo que sabe ser. Poco donde rascar, pero que estando avisados puede contentar al menos exigente y provocar alguna sonrisa sin caer en la vergüenza ajena de otros títulos coetáneos (y ya hablaremos de eso llamado Lo nunca visto).
En fin, aprobado justito y gracias. Más de lo que cabría esperar, desde luego, para un argumento tan absurdo que parece una vuelta de tuerca castiza a la fórmula de Princesa por sorpresa, con un españolito medio convertido, de la noche a la mañana, en emperador de japón.
Eso sí, lo de la escena postcréditos al estilo Marvel… ¿en serio? No me queda claro si es el chiste final o si de verdad aspiran a hacer una secuela de esto. Por ambición que no sea…


Valoración: Cinco sobre diez.

YESTERDAY

Parece casi como si el panorama musical del mundo del cine estuviese dictado por las cuatro estaciones de Vivaldi. Así, tenemos que, de momento, invierno ha sido el año de Queen, primavera el de Elton John y verano debería ser el de los Beatles. Ya veremos que pasa en otoño...

Digo debería porque, en comparación, Yesterday va a ser una película que hará mucho menos ruido que Bohemian Rhapsody o Rocketman. Primero, porque no se trata de un biopic sobre los cuatro de Liverpool, sino que se basa en su leyenda para construir una bonita comedia romántica. Segundo, porque se trata de un grupo más prolífico en cines, y películas que se enriquezcan de sus canciones hay varias, como Across the UniverseLocos por ellosBackbeatI Wanna Hold Your Hand, o incluso la aproximación espiritual que aportaron a títulos como Vivir es fácil con los ojos cerrados o La desaparición de Eleanor Rigby.
Dirigida por Danny Boyle, un realizador correcto pero poco personal, capaz de obras tan dispares como Trainspotting y su secuelaSlumdog millionaire, 28 días despuésTrance Steve Jobs, el verdadero corazón de la película hay que buscarlo en la figura de su guionista, un Richard Curtis que demuestra, una vez más, que es el mejor autor actual en cuanto a lo que a comedias románticas se trata. Como muestra, ahí están Nothing Hill, El diario de Bridget JonesLove Actually o Una cuestión de tiempo.
Yesterday parte de una curiosa premisa: un incidente provoca que todo rastro de The Beatles desaparezca de la faz de la tierra. Nadie, excepto Jack Malik, un aspirante a cantante a punto de tirar la toalla, los recuerda, ni existe grabación o disco alguno que demuestre que alguna vez existieron. ¿La consecuencia? La más lógica: el muchacho decide adueñarse de esas canciones perdidas y hacerlas suyas para, al fin, triunfar y convertirse en el mayor artista de la historia. Junto a él, la sufrida Ellie, su mejor amiga, manager y fan principal, que bebe los vientos por él sin ser aparentemente correspondida.
Cabe destacar dos cosas sobre la película para evitar desengaños. Por un lado, que nadie espere una explicación, teoría cuántica mediante, sobre el suceso. No va de eso la cosa. Por otro, que esto es una comedia romántica pura, muy blanca, prácticamente una Feel Good en la que se puede intuir un cierto sarcasmo hacia la industria musical, pero sin que la sangre llegue nunca al río y donde el aparente conflicto que amenaza el segundo tramo del film no sea más que una sucesión de buenos sentimientos y palmaditas en la espalda. Y no digo esto como algo negativo, ni mucho menos. Yesterday es un tributo muy sentido a la banda de Liverpool y así debe entenderse, tanto por el uso de sus canciones como por las palabras de amor que en todo momento se les dedica.
John, Paul, Ringo y George no podrían estar más satisfechos de este homenaje (de hecho, los que siguen vivos así se lo han hecho saber al director y al protagonista) que no va a romper las taquillas (al final es una comedia muy británica, y en los USA nunca han terminado de entender bien a Curtis), pero que emociona gracias a su sencillez y a la inteligencia de su humor, cuyo acierto definitivo es ampliar esa misteriosa desaparición a otros elementos varios de la cultura popular que hace más real el increíble fenómeno.
Y, de regalo, la aparición de Ed Sheeran interpretándose a sí mismo, y con una Lily James tan angelical como de costumbre.
Todo un regalo de dulzor y buenas intenciones a la que se le podría exigir más (quizá si el propio Curtis la hubiese dirigido), pero que resulta difícil imaginar que a alguien pueda no llegar a gustarle.

Valoración: Ocho sobre diez.

lunes, 8 de julio de 2019

SPIDERMAN: LEJOS DE CASA

Cuando Sony realizó en 2012 el primer reboot de las aventuras de Spiderman tras la trilogía de Raimi, a muchos les sorprendió que el director elegido fuese Marc. Su principal carta de presentación era (500) días juntos, por lo que era de esperar que las intenciones fuesen potenciar el tono de comedia romántica a través de la relación entre Peter y MJ. Sin embargo, pese a los esfuerzos de Andrew Garfield y Emma Stone, la química no terminó de funcionar y tras la fallida secuela la saga volvió a fallecer.
El siguiente reboot, ya de la mano de Marvel Studios y con el bueno de Spidey enfrascado en el MCU, fue dirigido por Jon Watts, y curiosamente, aunque sus películas hasta ahora eran menores y bastante alejadas de la comedia romántica, supo implantar la semilla entre Peter y Liz de manera que la (complicada) vida personal de Spiderman funcionaba con el mismo buen ritmo que su vida superheróica, aceptando ese deus ex machina tan propia del tono culebronesco de los comics que hace que nos podamos creer sin demasiados problemas que el interés romántico del protagonista sea también la hija del villano principal.
Spiderman homecoming sirvió como carta de presentación de todo un nutrido grupo de secundarios que, pese a rechinar inicialmente por sus notables diferencias con los personajes originales, tienen suficiente empaque para funcionar en la secuela como elementos ya bien definidos en el paisaje del protagonista, liberándose ahora toda la química entre Peter y esa MJ que, sin llegar a ser nunca la Mari Jane del papel, consigue consagrarse como la protagonista femenina definitiva, habiendo entre Zendaya y Tom Holland una química tal que permite que Spiderman: Lejos de casa funcione, esta vez sí, como una comedia romántica perfecta.
Que nadie se asuste. Esto sigue siendo una película de superhéroes, pero por mucho que pueda molestar a algunos, lo cierto es que Spiderman siempre ha sido (tal y como se encargan de recordar en el film) el “amigo y vecino”, un héroe más cómodo en su lucha contra gánsteres y atracadores de bancos que luchando junto a dioses en medio del espacio. Estas limitaciones, junto con los equilibrios que debe hacer para compaginar las mallas con su vida privada, son las dos claves de la película, en la que no se esconden las referencias al cine de John Hugles y que, con todas sus escenas de acción -bastante espectaculares algunas-, funciona a la perfección como comedia de instituto.
Spiderman: lejos de casa es una comedia, desde luego, pero tiene también un tono ligeramente amargo, no en vano sirve como epitacio a la tercera fase del MCU y la sombra de Tony Stark sobrevuela todo el rato la trama. Sin embargo, por el contrario de lo que podía parecer en los tráileres, el recuerdo de Iron Man no llega a avasallar (como tampoco lo hacía, pese a los temores de los más alarmistas, en la primera entrega), sirviendo como excusa para que Peter siga creciendo a nivel personal, emocional y como héroe. Pese a su enfrentamiento desesperado a Thanos, seguimos estando ante un Spiderman relativamente novato, con las inseguridades propias de su edad (y que tanto reflejó en los comics el gran Steve Ditko) y en pleno desarrollo hormonal. Esto propicia que, pese a los excesos tecnológicos, los diversos uniformes y los cambios físicos de los compañeros de instituto (de viaje, en este caso), la fidelidad al espíritu del cómic sea total.
Y he aquí otra de las claves del éxito del film. Desde que Marvel se ha hecho cargo de la creación artística del personaje, hasta los tráileres están cuidados al mínimo detalle, sin desvelar más de la cuenta e incluso jugando al engaño con lo poco mostrado. Eso permite que toda la película (hasta en sus dos magníficas escenas postcréditos) sea una completa sorpresa, algo digno de ese Misterio que se alza como el gran coprotagonista del film (y se han atrevido incluso a respetar esa especie de “pecera” de la cabeza) de la mano de un inmenso Jake Gyllenhaal), aunque cierto es que a los seguidores del comic algunos de los giros argumentales no nos venían de nuevas. Ni siquiera la desconfianza que producía el sacar a Spidey de su Nueva York natal han resultado fundadas, pues es capaz de desenvolverse como pez en el agua incluso en los edificios bajos de Venecia, otorgándole un tono muy a los James Bond, aunque ese vuelo final por entre los rascacielos de Manhattan saben a gloria.
En resumen, que este punto y final a la fase tres del MCU es espléndido. No todo es perfecto (hay cierto discurso del villano que rechina un poco), pero a nivel general es un cierre perfecto, la guinda del pastel de una gran saga y donde, con mucha imaginación, se pueden intuir pequeñas pistas de por donde puede ir el futuro.
Espectacular, divertida, emocionante, romántica y repleta de guiños. Todo eso tiene Spiderman: lejos de casa, con la que Holland se confirma, definitivamente, como el mejor Spiderman que se ha visto en la pantalla grande.
Y no puedo dejar de aplaudir, por cierto, esa escena final, todo un regalo para los fans que demuestra que en la Marvel se escucha, y mucho, a sus seguidores.

Valoración: Ocho sobre diez.

jueves, 4 de julio de 2019

LOS MUERTOS NO MUEREN

Los muertos se están levantando de sus tumbas y vuelven a la vida en busca de alimentos. En esta ocasión, podría ser a causa del fracking polar que ha desviado a la tierra de su propio eje (no lo busquéis en la Wikipedia, se trata de un invento de Jarmusch). 
 O quizá sea culpa de los extraterrestres, como en la entrañable a la par que horrible Plan nueve del espacio exterior, de Ed Wood. Como sea, este nuevo apocalipsis zombie parece esconder detrás una nueva crítica social, como ya hiciera Romero en la época de La noche de los muertos vivientes. Sin embargo, los tiempos han cambiado, y lo que antes era una reacción desesperada por luchar por la supervivencia ahora es casi una resignación lánguida y apática. “Esto va a acabar mal”, dice repetidas veces el personaje de Adam Driver, pero no queda muy claro si se refiere a la película o a la propia humanidad.
Jim Jarmusch es un director particular donde los haya, de carácter intimista, que no se ata a ningún género, sino que acepta cualquiera hasta hacerlo suyo. Ya sea el western de Dead man, la composición literaria de Paterson o incluso el cine de vampiros de Solo los amantes sobreviven. Todas ellas obras pequeñas a la par que maravillosas que componen retazos de su propio mundo y que, como ocurre con las historias de Wes Anderson, se refuerzan con unos actores a los que conoce perfectamente y que son ya parte de su propio micro universo.
Los muertos no mueren tampoco es una gran denuncia social. Casi cualquier película de zombies de hoy en día presume de serlo, y en este sentido Jarmusch ni reinventa el género ni lo pretende. En el fondo, todo parece una broma, una excusa para juntarse los amiguetes de siempre y hacer una serie de bromas, algunas absurdas y metalingüísticas, alrededor de un terreno de sobras conocido. 
Así, la pareja conformada por Adam Driver (un observador de la vida, más espectador que actos, como su propio personaje en Paterson) y Bill Murray (tan resignado ante el apocalipsis como ya lo estuviera en su divertida aportación a Bienvenidos a Zombieland), son solo la punta del iceberg de lo que el propio poster presume de ser el mejor reparto zombie de la historia.
Así, es posible conjugar sin problemas los talentos de gente tan dispar como Iggy Pop, Steve Buscemi, Selena Gomez, Tom Waits, Danny Glover, RZA, Caleb Landry Jones o Chloë Sevigny, en un sentido homenaje al cine de George Romero y a todas aquellas películas de matinales de terror que poblaron la infancia de Jarmusch.
Humor sutil, ritmo pausado, referencias a Star Wars, roturas de la cuarta pared, personajes que parecen haberse equivocado de película (lo de Tilda Swinton es de traca) para una película cuyo principal problema es quedarse a medio camino de todo, algo no accidental, sino posiblemente buscado por el propio Jarmusch, que tampoco parece tomarse a sí mismo demasiado en serio. De tal manera, los que busquen una denuncia social sesuda y agresiva no hallarán demasiado a lo que agarrarse, mientras que el festival gore y de muertes sin duda sabrá a poco a los amantes del género Z.
El film es puro Jarmusch. Un Jarmusch menor, quizá, pero con todos sus tics y peculiaridades, lo cual es ya de por sí un argumento para no dejar pasar la película.

Valoración: Seis sobre diez.

lunes, 1 de julio de 2019

ELS DIES QUE VINDRAN

Els dies que vindran, película catalana que está despertando elogios allá por donde pasa y que cosecha premios en festivales (tres Biznagas de Oro en el pasado festival de Málaga) es una de esas producciones de realidad absoluta que tan buenos frutos está dando en la cinematografía catalana, como pueda ser el caso de Estiu 1993 o los anteriores trabajos del propio Carlos Marques-Marcet, que con este film culmina una especie de trilogía intimista y muy personal.
La película sigue la historia de una pareja que, apenas al comienzo de su relación, descubren que van a ser padres. A partir de ahí, todo son problemas, crisis de pareja y temores, y entre risas y llantos, hasta la elección del nombre es un drama traumático para ellos.
Para la realización de la película, Marques-Macet ha contado con la pareja en la vida real compuesta por David Verdaguer y María Rodríguez Soto, dándose la circunstancia de que esta última se encontraba realmente embarazada. Eso me lleva a una pregunta: ¿cuáles son los límites entre realidad y ficción que debe delimitar a una película de estas características?
Mientras todos aplauden la obra, yo debo decir que lo siento mucho, que soy capaz de entender el entusiasmo que ha provocado pero que, decididamente, la cosa no va conmigo. Quizá porque no soy padre. Quizá porque no conecto con los personajes. O quizá porque a una película le exijo algo más que primerísimos planos eternos, cámaras en mano y diálogos rutinarios casi improvisados. Ni siquiera soy capaz de aplaudir el trabajo de unos actores que, en el fondo, no están interpretando, sino siendo ellos mismos. Y ni aún así me puedo llegar a creer a un David Verdaquer que ni en un millón de años me lo puedo imaginar como el abogado que se supone que es.
No he podido conecta con la película, que se supone debía emocionarme y que sin embargo la contemplo desde la distancia, como si la cosa no fuese conmigo, algo que ya me sucedió con el mencionado título de Carla Simón, llegando incluso a interesarme muy poco lo que le sucediera a una pareja bastante insoportable en una falsa moraleja sobre lo que un embarazo no deseado puede afectar a una relación. Falso, al menos en este ejemplo, pues la relación estaba condenada al fracaso desde el inicio, por lo que me molesta el final aparentemente idílico que se le quiere dar a través de ese plano eterno de un bebé amamantando.
Ritmo lento, juegos con varios formatos, pisos que parecen sacados de la postguerra (¿de verdad no puede ser creíble que alguien viva en un piso con menos de veinte años de antigüedad?) y tópicos varios son lo que encontraremos en una película que, desde luego, no es para mí.  No porque no me guste el cine intimista (no solo de Vengadores vive el cine), sino porque esto está más cerca del docudrama que del cine. Y yo soy de los que exigen un buen guion para no construir la casa por el tejado. Eso de limitarse a seguir a los actores con una cámara, o dejarla sobre un trípode y dejar la vida pasar ya se inventó hace mucho tiempo. Yo pido algo más.

Valoración: Cuatro sobre diez.