Se
me antojaba peligroso aproximarme a una película como Un don excepcional.
Pese a las curiosas coincidencias que pueda
tener con el cine de superhéroes (no en vano se junta el director de Amazing Spiderman y su secuela y al
protagonista de El Capitán América),
lo cierto es que esta película tenía todos los componentes para mimetizarse en
el clásico telefilm lacrimógeno de sobremesa.
Sin
embargo, Marc Webb ha recuperado el estilo intimista y personal que lo llevó a
triunfar con (500) días juntos y ha
conseguido hacer un film que, pese a sus momentos de sensibilidad, esquiva con
acierto el melodrama simplón para construir una interesante y conmovedora
historia.
Chris
Evans interpreta a Frank Adler, quien tras el suicidio de su hermana debe
hacerse cargo de la hija pequeña de esta, Mary, toda una niña prodigio para las
matemáticas. Sin embargo, cuando se empeña en que la niña disfrute de una vida
normal en un colegio de pueblo en lugar de en academias especiales se
encontrará con la oposición de su propia madre, que no dudará en recurrir a los
tribunales para garantizar lo que, según su propio criterio, es mejor para su
nieta.
Un don excepcional consigue reunir tres historias en una. Por un lado,
es un drama sobre las relaciones familiares de tres personajes perseguidos por
las decisiones del pasado y el miedo a enfrentarse a sus propias
responsabilidades, con el riesgo a equivocarse que ello conlleva. Por otro, hay
una interesante trama judicial por la custodia y tutelaje de la pequeña. Y finalmente,
más allá de la personificación en los personajes ficticios de esta historia,
nos encontramos también con un retrato de lo duro y problemático que puede
suponer (tanto para el niño como para sus progenitores, normalmente superados
por la situación) el tener una mente privilegiada.
Con
un Evans muy convincente en su faceta más intimista (aunque es muy relevante la
participación en un rol secundario de Octavia Spencer), la película funciona
perfectamente a todos los niveles, alternando sin problemas momentos de
ternura, humor y dolor y midiendo perfectamente a sus protagonistas, una
familia que, por mucho que se esté agrietando por culpa de los diferentes puntos
de vista en torno a la educación de la niña, nunca pierden de vista lo que realmente
son, sin alcanzar, por tanto, niveles de odio y enfrentamientos más
esperpénticos que realistas. Al final, todos son de la misma sangre, y eso
nunca se olvida.
Es
por ello que pueda resultar lógico que sea Webb, tras su periplo superheróico,
quien se haga cargo de esta película. Al fin y al cabo, la incomparable
inteligencia de Mary es similar a tener un gran poder, y el film trata, en el
fondo, de la responsabilidad que ello conlleva.
Valoración:
siete sobre diez.
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