domingo, 13 de noviembre de 2022

Cine: BLACK PANTHER: WAKANDA FOREVER

Después de una combinación de películas y series algo tambaleante a causa de los reajustes impuestos por la pandemia y las cenizas provocadas por la explosión triunfal que fue EndGame, la Fase Cuatro del UCM ha concluido al fin no sin pocas críticas por la bajada de calidad o interés de sus propuestas. Se suponía que la película que cerraba la fase, la secuela de Black Panther, iba a ser la que subiese el listón y diese un manotazo sobre la mesa, pero ya os digo –y esta es sólo mi modesta opinión-, que no ha sido así, considerando que Dr. Stanger y el multiverso de lalocura o incluso la infravalorada Eternals (dejo de lado Spiderman: no way home por lo de no ser 100% Marvel) están un peldaño por encima de la nueva película de Ryan Coogler.

Es cierto que Black Panther: Wakanda forever nació ya con no pocos problemas. A la inesperada muerte de Chadwick Boseman cuando ya estaba arrancando la producción y los cambios que hubo que hacer al guion deprisa y corriendo hay que añadirle las pesadillas que, al parecer, ha provocado la actriz Letitia Wright debido a su postura negacionista con respecto a las medidas de seguridad contra la Covid-19 durante el rodaje. A eso hay que sumarle la necesidad de distanciar al antagonista del film, Namor, de la versión de Aquaman ofrecida por Warner en el DCEU, consiguiendo que finalmente el personaje interpretado por Tenoch Huerta se parezca al rey de Atlantis de las viñetas como un huevo a una castaña (y eso que a la postre tampoco es que el Aquaman de Jason Momoa tuviera mucho que ver con su contrapartida comiquera).

El caso es que desde el primer momento queda claro que Wakanda forever debe funcionar como homenaje a Boseman, cosa que no solo me parece estupendo, sino que considero que era de justicia, pero de ahí a ser una pleitesía constante hay un largo trecho. Tanto, que el problema más grande que tengo con la secuela de Black Panther es la desaparición del personaje de Black Panther, convertido aquí en un fantasma al que se le espera durante demasiado tiempo y que cuando al fin aparece ni luce como merece ni está a tiempo de arreglar el desaguisado.

No es Wakanda forever una mala película, ni mucho menos. Pero sus excesivos 161 minutos dan para mucho, incluso para el aburrimiento. Y, sin embargo, queda la sensación de que falta tiempo para explicar mejor las cosas. Me viene a la mente, por ejemplo, la presencia superflua del ejército de Namor (¿realmente pinta algo Namora), la aparición casi gratuita de Everett Ross y Valentina Allegra de Fontaine (más allá, la segunda,  de servir de nexo entre películas y adelantar su participación en Thunderbolts), lo desaprovechada que resulta IronHearth o la nula mención a Zemo después de los sucesos de Falcon y el Soldado de Invierno.

No es, insisto, una mala película. Debería calificarla de buena, incluso. Tiene una gran dirección e interpretaciones muy potentes (destaco a Angela Basset, siendo el tal Huerta de lo que menos me ha gustado). Pero a la vez acumula demasiadas cositas que no me han terminado de funcionar como para evitar sentirme decepcionado de la misma. No es que en su momento fuese de los que quedase enamorado de la primera Black Panther (me alegré de su nominación al Oscar por mi condición de marvelita confeso, pero a la vez lo encontré fuera de lugar), pero lo que tengo claro es que vistos los derroteros de esta continuación (con decisiones que, creo, son un error por parte de Marvel) no me apetece nada la hipotética Black Panther 3.

Y esto no tiene nada que ver con decisiones polémicas como el cambio de identidad de Namor (este no es Namor, pero no por cuestiones de etnia) o el mensaje feminista que ya empieza a ser muy repetitivo. No. Mi problema, aparte de los momentos aburridos que hay en su ritmo, es que la trama no me enganchó en absoluto. Es muy emotiva, cosa que me parece bien, y juega a provocar la lagrimita en no pocas ocasiones, pero la ausencia de Boseman (o de T’Challa, que para el caso es lo mismo) no debería traducirse en la ausencia de Black Panther. Es esa falta de protagonismo, de liderazgo con el que alguien tome el control de la historia, lo que me invita a perder el interés en la misma y conformarme con lo mismo que ya me ofreció Coogler en la primera entrega: un buen pulso visual, gran banda sonora y muy vistoso vestuario.

No hay nada a nivel narrativo que justifique la decisión de Kevin Feige de cerrar la Fase Cuatro en este punto, pero a nivel conceptual me parece un acierto. Dejando de lado las apuestas seguras de Spiderman y Dr. Strange, el resto se ha caracterizado por no saber exactamente hacia donde se quería dirigir. Esperemos que, con la llegada de Marvels, la Fase Cinco sea la que se dedique a enderezar el rumbo.

 

Valoración: Seis sobre diez.

martes, 8 de noviembre de 2022

Visto en Netflix: EL ÁNGEL DE LA MUERTE

Charles Cullen fue un enfermero que alrededor del cambio de siglo fue vagando por diversos hospitales dejando un reguero de muertes a su paso. En el juicio, fue declarado culpable de 29 pero se calcula que el número total de víctimas podría rondar los 400. No lo hacía por piedad, ni por venganza. Eran muertes aleatorias, fortuitas y fruto de una mente desequilibrada. Aunque lo que da verdadero pavor es cómo podían todos los hospitales por los que pasó tener sospechas de su conducta y no decir nada.

Esa es la base principal de El ángel de la muerte, película dirigida por el danés Tobias Lindholm que tiene en Eddie Redmayne y Jessica Chastain como principales reclamos comerciales.

Pese a ser un gran detractor de Redgrayne (no me avergüenza definirlo como el peor actor del mundo), su amaneramiento y mirada tortuosa le van como anillo al dedo al personaje de Cullen, casi un amalgama del Norman Bates de Psicosis con quien podría compartir un trauma infantil con madres muertas de por medio como vaga justificación por sus actos. Chastain, por su parte, interpreta a una enfermera con problemas de corazón que empieza simpatizando mucho con Cullen (un verdadero encanto si se desconoce su verdadera cara) pero que, con las cartas sobre la mesa, es la principal impulsora de su detención, colaborando estrechamente con el departamento de homicidios.

Podría parecer que me estoy volviendo muy flexible con el tema de los spoilers, pero tanto el tráiler como las primeras secuencias del film dejan más o menos claro por dónde van los tiros, anulando el misterio de la ecuación de la película. Hay una investigación policial, cierto, pero no con el fin de descubrir al asesino, sino de descubrir cómo atraparlo. Imagino que el caso causó tal conmoción en los Estados Unidos que no valía la pena jugar a resolver pistas, estando ya todo el mundo en sobre aviso del final, pero ello lastra a la narrativa, tornándola algo pesada e incluso aburrida por omentos. Además, el apocamiento de Cullen y el agotamiento de la enfermera Amy Loughren consiguen traspasar la pantalla y contagiar de cierta apatía al espectador que, pese a lo interesante de la historia, puede tener que lidiar con más de un bostezo a lo largo de los estirados  121 minutos de metraje.

No es que Lindholm tenga una larga trayectoria como director, pero es una lástima que no le hayan dejado encargarse también del guion, ya que solo con ver su trabajo en La Caza u Otra ronda uno puede pensar que habría sacado mucho más petróleo del que nos encontramos en un film algo plano y que, desde España (donde por mucho que nos quejemos tenemos una estupenda Seguridad Social), no queda demasiado lejos todo. Y es que hay momentos en que parecen más interesados en denunciar tanto al sistema sanitario americano en general (los problemas de Loughren por aguantar hasta conseguir, por contrato, seguro médico) como de los hospitales privados en particular. Pero, atados como están a la realidad de la historia, poco pueden hacer por denunciar sin hacer demasiada sangre.

En fin, una película que explica unos hechos atroces de manera más o menos fiel, con buenas interpretaciones, pero que necesita un añadido extra para ser capaz de emocionar como debería.

 

Valoración: Cinco sobre diez.

Visto en Netflix: ENOLA HOLMES 2

Desde siempre Netflix anda buscando su propia franquicia que le augure una fidelidad a largo plazo, y la buena acogida, hace un par de años, de Enola Holmes dejaba claro que por aquí podía estar el camino, algo que se confirma con el desenlace de Enola Holmes 2 invitando a nuevas aventuras de la teórica hermana del detective más famoso del mundo (con permiso de Poirot).

Enola Holmes 2, con una Millie Bobby Brown en estado de gracia, sigue a pies juntillas los tics marcados por la primera película (no en vano repiten director –Harry Bradbeer- y guionistas –Jack thorne y el propio Bradbeer), aunque se atreven a desligarse más de la cuenta de la historia original de Nancy Springer para incluso llegar a abrazar, peligrosamente añadiría, la obra de Arthur Conan Doyle.

Tras los hechos de la primera película, Enola Holmes 2 debía avanzar en la independencia de su protagonista, ayudándola a crearse una fama propia y escapar de la sombra de su hermano. Sobre el papel, eso es lo que hace, llegando a verbalizarlo incluso cuando en un momento dado rechaza crear con él una agencia de detectives llamada Holmes & Holmes. Sin embargo, esto no es lo que la película nos ofrece, pues la presencia constante de Henry Cavill en pantalla junto a la revelación del villano detrás de todo el asunto provoca que Sherlock termine robando el protagonismo a la joven Enola y resulte mucho más interesante esperar una tercera entrega del habitante de Baker Street y su nuevo compañero de piso que de la astuta e incipiente feminista que da nombre a la saga.

Pese a ello, la película funciona como un tiro, con un caso a resolver algo más elaborado que en la primera película y un ritmo que, libre ya de las imposiciones estéticas de las «películas de origen», da alas a la acción y combina muy bien el humor con la aventura, jugueteando de paso con la crítica social con ese feminismo latente tan bien personalizado en la figura de Helena Bonham-Carter. Lástima que la elección de David Thewlis (viendo los papeles que ha interpretado últimamente el actor) ayude a intuir parte del misterio antes de tiempo.

En resumidas cuentas, una muy apreciable aventura juvenil que merece continuidad pero que debe aprender a romper con la marca Sherlock si no quiere quedar atrapada en las redes del mismo, siendo víctima de, precisamente, aquello contra lo que pretende luchar.

 

Valoración: Siete sobre diez.

Cine: EL CUARTO PASAJERO

Pocos directores hay tan activos y prolíficos (a excepción, quizá, de Dani de la Orden), como Álex de la Iglesia, que apenas hace un año presentaba Veneciafrenia, una de sus películas más flojas, teniendo por medio el rodaje de la serie 30 Monedas e impulsando esa colección de películas que produce bajo el nombre de The Fear Collection.

Resulta curioso cómo, de entre su extensa filmografía (generalmente brillante), Veneciafrenia resulte uno de sus títulos menores. Y digo lo de curioso porque justo su siguiente película, esta divertidísima El cuarto pasajero, se podría encontrar entre lo mejor de su filmografía. Pese a que podemos etiquetar a De la Iglesia como un amante del fantástico, es en la comedia donde mejor se mueve y en esta película se encuentra más lúcido que nunca, consiguiendo un ritmo que nunca decae (y eso que la parte del atasco está rozando el estiramiento) y culminando en un final adecuado, evitando esta vez que los ataques (muchas veces inmerecidos) que sus conclusiones tienen.

Formando tándem una vez más con Jorge Guerricaechevarría, El cuarto pasajero recurre al concepto (aunque nunca se nombra como tal) del Blablacar para meter a cuatro desconocidos en un trayecto en coche entre Bilbao y Madrid, algo no del todo novedoso ya que es un planteamiento similar a la también reciente ¿Con quién viajas? Sin desmerecer a los protagonistas de aquellas y dejando de lado cualquier comparación odiosa, el gran acierto de De la Iglesia ha sido la dirección de actores, ya que consigue extraer petróleo de la vis cómica de Alberto San Juan, mientras que la locura de Ernesto Alterio, cada vez más cómodo en papeles extravagantes, es una gozada.

De la Iglesia recurre además a algunos de sus «sospechosos habituales», tales como Blanca Suárez, Carlos Areces, Enrique Villén o Jaime Ordóñez, para terminar de rematar la jugada de una road movie trepidante que, en el fondo, oculta una comedia romántica muy convencional, en un ejercicio bastante más contenido de lo que su director nos tiene acostumbrados y que en este caso le sienta fenomenal a la película.

Cierto es que el enfrentamiento entre los personajes de Alterio y San Juan los lleva a unos límites que puede obligar al espectador a sentir algo de empatía hacia ellos, en caso contrario pueden llegar a resultar odiosos. Este es, quizá, el único peaje a pagar para una película distendida, refrescante y sin más pretensiones que hacer pasar un buen rato con bastantes carcajadas y algún destello de oscuridad marca de la casa.

 

Valoración: Siete sobre diez.

lunes, 7 de noviembre de 2022

Visto en Netflix: SI LO HUBIERA SABIDO

Si lo hubiera sabido es una de esas series de producción españolas que de vez en cuando aparecen en Netflix así de tapadillo, sin hacer demasiado ruido, y se cuelan entre lo más visto más por la simpatía que producen que por el interés real que desprenden, algo similar a lo que sucedía con El tiempo que te doy.

En este caso, Si lo hubiera sabido plantea una historia de desamor entre un matrimonio ya desencantado conformado por Miquel Fernández y Megan Montaner que, tras diez años casados (pero toda la vida juntos) y dios hijos en común no son capaces de encontrar la ilusión perdida. En estas es que ella se lamenta del día en que aceptó casarse con él, asegurando que, de haberlo sabido, no habría actuado igual. Ese pensamiento lo tiene, concretamente, la noche de la luna de sangre (sí, la misma de Perfectos desconocidos), lo que provoca que su deseo se haga realidad y retroceda diez años en el tiempo, precisamente al momento en que aceptó la propuesta, pudiendo decidir tomar otro rumbo en su vida.

Estamos ante una variante del clásico efecto mariposa, así que más que una serie sobre viajes en el tiempo se trata de un universo paralelo donde sus decisiones (sabiendo más o menos lo que pueden repercutir), cambiarán el rumbo de su vida.

Con una subtrama criminal que tampoco es que vaya a ningún sitio pero sirve para entretener, la serie consigue interesar, pese a lo tramposa que se vuelve en no pocas ocasiones. Cierto es que su desenlace final puede decepcionar (incluso enfada) a muchos, pero era una consecuencia lógica que cabía esperarse más o menos.

Con todo, el camino recorrido es muy agradable, el ritmo es adecuado (aunque en ocasiones uno se pregunta si no habría funcionado mejor como una sola película) y los personajes enganchan, lo que es suficiente argumentación para dejarse llevar por la historia de amor y desamor con moraleja incluida y disfrutar de una especie de culebrón tragicómico con evocación al concepto del What if? al más puro estilo Marvel.

Visto en Amazon Prime: DESAPARECIDA SIN RASTRO

Desaparecida sin rastro, dirigida por Brian Goodman, tiene un título en español tan ridículo como aburrido, que rememora a los clásicos films de sobremesa de Antena3 los domingos. Y, de hecho, de eso mismo se trataría si no contase en su epato con Jaimie Alexander  y su protagonista sea el mismísimo Gerard Butler.

De Butler uno se lo puede esperar ya todo, desde comedias románticas más o menos resultonas hasta productos de acción de testosterona masculina(como la saga Fallen) pasando por bodrios inconsistentes como aquella cosa de Geostorm, pero por desgracia para él son películas de medio pelo como esta que nos ocupa la que mejor define su carrera en los últimos años.

Desaparecida sin rastro cuenta la historia de una mujer que desaparece en una gasolinera ante la desesperación de su marido en vísperas de un proceso de separación. Pese a lo evidente del secuestro, el guion deambulará entre investigaciones torpes de la policial sospechas recaídas sobre el propio marido y, evidentemente, la decisión de este de apañárselas por su cuenta hasta hallar una especie de campamento a lo Charles Mason donde se precipita el desenlace final.

Con semejante argumento no vale la pena incidir demasiado en lo tópico de su guion, haciendo que la película nos remita a mil situaciones familiares y sin que en ningún momento haya el menor giro de guion capaz de inquietar o desconcertar lo más mínimo. Ni siquiera la limitada capacidad actoral de Butler se exprime aquí al máximo, demostrando que se trata de otro caso más de trabajo alimenticio para pagar la hipoteca más que otra cosa.

Sin embargo, hay que reconocerle también que, pese a  lo previsible que es, no aburre en ningún momento, consiguiendo, de alguna forma, enganchar al espectador y mantenerlo atento a los acontecimientos. Es poco a lo que rascar, pero suficiente para un público conformista al que nunca se pretende engañar. Es un Butler menor, y quien se espere algo diferente a lo obtenido es que andaba muy perdido.

Como reflexión final, cabe preguntarse hacia dónde va dirigido el cine actual. Sin duda esta película habría sido un fracaso total de haber pasado por cines, pero su estreno en Amazon la ha convertido en una de las propuestas más vistas en España. Es un mérito efímero, pero mérito al fin y al cabo, que nos invita a pensar en el panorama cinematográfico actual.

 

Valoración: Cinco sobre diez.