jueves, 30 de marzo de 2023

SIGUE LA CRISIS SUPERHERÓICA.

El tiempo pasa pero algunas cosas no cambian. Ya he podido ver Shazam: la furia a los dioses en cine y debo decir que no es tan mala como me esperaba. Es un pasatiempo de lo más disfrutable, con buenos efectos visuales (al menos mucho mejor que los de la primera entrega) , una historia resultona y unos personajes a los que ya se les ha cogido un poco de cariño. Sin embargo, batacazo en taquilla.

Tres son los elementos a los que se les puede reprochar el fracaso. Por un lado tenemos la confirmación de que este Shazam pertenece a un universo caduco, cuyas menciones a Wonder Woman son tan inconsistentes como ridículas. Shazam mira hacia un futuro que ya no existe, sin Black Adam, sin JL y sin nadie de quien poder ir de la mano. Y aunque la película se pueda disfrutar a la perfección de manera independiente, tantas noticias negativas sobre el finiquitado universo compartido de DC por parte de Safran y Gunn no le han hecho ningún bien.

La segunda causa puede ser su extraña estructura, que ya se vislumbraba en los trailers. Shazam II pretende ser muy épica y espectacular, y por momentos lo consigue, pero ello cae en conflicto con su sentido del humor. Algo parecido sucedía en Ant Man y la Avispa: Quantumanía. Ambas son películas con demasiadas pretensiones para unos personajes tan menores a los que les iría mejor una cinéfila más de andar por casa.

Y luego está el tercer factor, del que ya hablé al respecto del Hombre Hormiga. Y es que más allá de la calidad del film, de sus aciertos y errores, de las meteduras de pata de Gunn, Dwayne Johnson y compañía, el público está sufriendo un claro síndrome de agotamiento. El cine de superhéroes se ha vuelto previsible y cuesta encontrar propuestas originales y rompedoras. Las primeras visualizaciones de Aquaman II la definen cono un completo desate y parece que el destino de las dos grandes compañías comiqueras pasan por Guardianes de la Galaxia, vol. 3 y Flash (que ya ha visto Tom Cruise y dice que es muy buena; y su Tom lo dice, habrá que creerlo). Es decir, la despedida de James Gunn de Marvel y el cierre del DCEU de DC antes del desembarco de James Gunn allí.

Hay una sensación general de hastío. Los superhéroes no enamoran como antes y si en DC resulta más divertida la intrahistoria que hay detrás de la editorial, en Marvel la Fase Cuatro no ha terminado de enganchar, siendo el inicio de la Fase Cinco todo un descalabro.

A riego de repetirme, es posible que esto sea tan sólo la punta del iceberg y que sea el cine en general quien está en problemas. Sólo hay dos franquicias ahora mismo post las que pondría la mano en el fuego de que va a seguir arrasando en taquilla, y ambas inician este 2023 su despedida en un fin de fiesta doble. Me refiero a Misión: Imposible y Fast & Furious. Sin ellos, y con Avatar 3 muy lejana en el horizonte, quién sabe que película puede suplicar una garantía en taquilla.

Quizá la guerra del streaming y el teórico fin de las cuentas compartidas vuelva a llevar a la gente al cine (habrá que estudiar bien las noticia que la pasada semana divulgó Cinesa sobre su tarifa plana), porque si no, auguro muy malos tiempos para el séptimo arte.


viernes, 24 de marzo de 2023

NO HAY DOS SIN TRES

No lo tenía pensado, pero debido, en parte, a todos los problemas que os comente hace unos días que provocaron que haya estado durante un tiempo sin escribir prácticamente nada, una tercera novela ha cogido un puesto prioritario en mi cabeza. Y, como en el caso anterior, tiene también algo de experimento, aunque espero que esto no se note en el resultado final.

Empezaré por el principio. Tengo la inmensa fortuna de poder presumir de ser gran amigo de Carlos Abreu, director, traductor y también escritor de un puñado de novelas de carácter infantil con quien comparto además, desde hace décadas, mis inquietudes como guionista. Pues bien, el caso es que un día me propuso un curioso reto, casi como un juego: escribir una novela a cuatro manos. No sé cuál es el procedimiento habitual en estos casos, y si algún día tengo la oportunidad de hablar con Stephen King o Guillermo del Toro les preguntaré como lo hacían ellos con Peter Straub y Chuck Hogan respectivamente, pero en nuestro caso el invento consistía en escribir cada uno de nosotros uno o dos capítulos y pasárselo al siguiente sin tener ninguna regla ni pensar juntos en el futuro al que nos dirigimos. Es presumible pensar que algo así sólo puede conducir al desastre, y en cierto modo así fue, pues pocos años después y con casi doscientos cincuenta páginas ya escritas, el proyecto se abandonó.

El motivo oficial es que estábamos tocando palos muy dispares, aparte de los retrasos que teníamos en cada entrega, cosa que provocó una cierta sensación de vacío en nuestra inspiración. Sin embargo, debo asumir mi parte de culpa: pese a habernos comprometido a no pensar en el futuro de la historia no pude evitar ir siempre uno o dos capítulos por delante de lo que escribía, de manera que cada giro en su narración que me complicará las cosas era rectificado en mi turno, entorpeciendo así sus ideas. Eso terminó por agotarnos y causar cierto desánimo que provocó un abandono nunca confirmado.

Ha sido ahora, en este tiempo muerto que me he tomado, que he decidido releer todo lo escrito, y sinceramente, me ha encantado. Es cierto que hay que realizar muchas correcciones (eso es algo que ya tenía claro desde el principio del experimento), pero el conjunto final me parece no sólo coherente, sino por momentos brillante.

Comenté mis sensaciones con Carlos Abreu, con la existencia de contagiarle mi entusiasmo, pero ya era tarde. Como un matrimonio hundido que no cree en las segundas oportunidades, mi amigo desechó retomar el proyecto, animándome sin embargo a que yo terminará la obra por los dos y cediéndome todas sus aportaciones.

Y eso voy a hacer. No apropiándome de su trabajo, que de una manera u otra le reconoceré si el libro llega a ver la luz, pero esta especie de utopía inter dimensional que ya forma parte de las vidas que pululan por mi cerebro merece tener un final. Y lucharé a muerte por encontrarlo.

Magia, ciencia y amor es un potente cóctel que se da cita en esta novela que, si termina siendo tan satisfactoria como espero, podría terminar formando parte de algo más grande.

Así que ya veis, tercer proyecto que tengo en marcha (y en un estado bastante avanzado) y que podría ver la luz en breve. Esto nunc a se detiene, aunque lo pueda parecer, y el vacío editorial en que me encuentro atrapado (y que espero se solucione algún día) no basta para desanimarme y frenar mis ansias de escribir.

Así que paciencia. No estoy seguro de cuál de los tres proyectos de los que os he hablado será el primero en ser finalizado, pero ya veis que por material y ganas no será.

De una manera u otra, nos leeremos pronto. Os lo prometo.

miércoles, 1 de marzo de 2023

ANT-MAN Y LA AGONÍA DEL CINE COMERCIAL

Ayer al fin pude ir al cine a ver Ant-man y la Avispa: Cuantumanía, algo más tarde de lo que es habitual en mí tratándose de una propuesta Marvel. El caso es que tenía más curiosidad que verdadero interés, ya que en Marvel parecen haberse contagiado de DC con eso de las críticas extremas y hay tanto opiniones destructivas como otras que la consideran lo mejor desde End Game.

Yo, por mi parte, no quedé descontento del film y la nueva aventura de Scott y compañía me pareció simpática y entretenida, con ecos al Star Wars más clásico así como a las revistas pulp de ciencia ficción, sin que me doliesen demasiado los tan cacareados defectos en su acabado visual (M.O.D.O.K. aparte). La presencia de Michelle Pfeiffer, con mucho más metraje que en su primera participación en el MCU hacen que se le perdone cualquier cosa. Sin embargo, pese a las evidentes intenciones de recuperar el tono continuista y grandilocuente de las tres primeras fases, me falla en el film algo que no soy capaz de dilucidar. Creo que ni siquiera es algo cinematográfico, sino más bien anímico. La película no me ha emocionado e incluso por momentos me he visto presa de una extraña sensación de rutina. Y podría pensar que es cosa mía y de mis circunstancias sino fuese porque los resultados en taquilla están siendo muy paupérrimos, con un descenso en su segunda semana de escándalo, sólo comparables a los de Viuda Negra (aunque aquella se tuvo que enfrentar a su propio estreno en Disney+ y, por consiguiente, a una piratería en gran calidad).

El caso es que esto me hace preguntarme si al fin ha llegado la eternamente cacareada explosión de la burbuja del cine de superhéroes. Vale que la fase cuatro ha recibido muchos palos de la crítica por su floja calidad, pero hay que recordar que Black Panther: Wakanda Forever aspiraba a luchar por algo grande en los Oscar (se va a tener que confirmar con la categoría de mejor actriz secundaria y poco más) y tampoco hizo en taquilla los números que se esperaba de ella. Sumemos a ello el descalabro de Black Adam en la acera de enfrente y las pésimas previsiones en referencia a Shazam: la furia de los Dioses y la cosa empieza a aclararse. Y si miramos al futuro, Guardianes de la Galaxia, vol. 3 es la única esperanza, ya que los primeros para Aquaman 2 hablan de desastre épico y el futuro del universo DC que prepara Gunn y Safran es toda una incógnita.

Por ello, podemos concluir que el cine de superhéroes ha llegado a tal nivel de agotamiento que sus responsables deberían empezar a preocuparse (y eso que no he mencionado el esperpéntico universo arácnido de Sony o las pretensiones de haber un tercer reinicio para Hellboy). Las fórmula está ya muy gastada y el público ha perdido el hambre por la épica de capa y mallas y va a ser muy difícil recuperar el interés.

Sin embargo, esto nos deja otra lectura más preocupante todavía.  Y es que si dejamos de lado Avatar: el sentido del agua (que juega a otra cosa) y Maverick (un pequeño gran milagro del cine de entretenimiento), resulta que las películas más taquilleras siguen siendo de superhéroes. Es decir, que los justicieros enmascarados siguen siendo casi los únicos que logran atraer al público al cine, sólo que mucho menos que otros años. Esto nos revela una dura realidad. Y es que al final, entre la pandemia y sus secuelas, el uso y abuso de las plataformas de streaming y algún otro elemento externo, el cine, ahora de verdad, está herido de muerte. ¿Soy demasiado alarmista? Al fin y al cabo, ya se dijo lo mismo con la llegada del televisor, primero, y del video doméstico más tarde, pero eran otros tiempos, y pese a la comodidad del hogar, todo el mundo coincidía que una buena película en cinemascope se disfrutaba mil veces mejor en la oscuridad compartida de una sala de cine que en un televiso cuadrado. Pero ahora que hay toda una generación que incluso teniendo en sus propias casas un televisor 4K de cincuenta pulgadas prefiere ver sus películas y series preferidas en la ridícula pantalla de sus teléfonos móviles o, en el mejor e los casos, en el ordenador portátil, la cosa huele peor.

En fin, que con el cine en entredicho el fracaso de una película divertida y dinámica como Ant Man y la Avispa: Cuantumanía es el primer clavo de un ataúd que ahora sí parece que se pueda terminar de cerrar. Y es que Tom Cruise no va a estar eternamente ofreciéndonos tablas de salvación.

jueves, 23 de febrero de 2023

AHORA SÍ: MI PRÓXIMA NOVELA

Pues ahora que ya sabéis un poquito mejor como están las cosas (con la editorial en silencio administrativo, Mithos en barbecho) es momento de mirar hacia delante y comentaros un poco en qué estoy trabajando de verdad.

Ya sabéis que además de escribir novelas, mi otra gran pasión son los guiones, ya sea cinematográficos o televisivos. ¿Cuál es el problema? Pues sencillamente que mientras que hay editoriales que aceptan manuscritos o, a malas, está la opción de la auto publicación, en el caso de los guiones las puertas están mucho más cerradas. La mayoría de productoras no aceptan proyectos que no hayan encargado ellas mismas y muchas, por no decir todas, sólo trabajan con guionistas de la casa, con lo que aspirar a presentar un proyecto es casi una quimera, sobretodo si hablamos de series de ficción. En el caso del cine, si uno quiere dirigir su propia película y se trata de una historia pequeña (es decir, barata) tiene la posibilidad de producirse se propio film, aunque eso signifique que posiblemente no lo llegue a ver casi nadie (aparte del gran desembolso que supone). Pero si lo que uno pretende, como es mi caso, es sencillamente escribir una historia y dejarla en manos de otros para que la desarrollen, nos volvemos a topar con el mismo muro.

Todo esto que cuento es para que entendáis que tengo varios cajones repletos de ideas (tanto simples esbozos como biblias completas) destinadas al medio audiovisual que, me temo, nunca verán la luz.

O si…

Y es que de entre todos, algunos me tienen más atrapado que otros y me invitan a pensar que bien merecen vivir una segunda oportunidad, aunque sea en forma de novela.

Soy consciente de que el lenguaje cinematográfico y el literario son diferentes (algo que no todos los escritores entienden y por eso grandes nombres de las letras han fracasado a la hora de encargarse ellos mismos de adaptar su obra al cine), pero creo que se me da bien moverme entre la fina línea que separa ambos lenguajes.

Siempre he tratado que mis historias reflejen en mayor o menor medida mis grandes pasiones. Mundo Muerto tenía un componente friki en el que destacaban, entre muchas otras cosas, los cómics; Sanguijuelas tenía un trasfondo literario con referencias directas a Stephen Kong y Anne Rice y El hombre de trapo mataba por amor contenía mucho cine. El guion del que os hablo incorporaba una banda sonora imprescindible, fiel reflejo del estilo ochentero en el que he quedado anclado, y ello me suponía un gran dilema, ya que ¿como hacer una novela con banda sonora? Este era el desafío y el resultado está siendo lo que consideró caí como un experimento.

La cosa se complica más si cabe cuando me alejo de los temas más oscuros y truculentos por los que me muevo habitualmente. Mucha gente me preguntaba en las presentaciones si alguna vez iba a escribir una novela romántica (aunque a mi parecer, tanto Mundo Muerto como El hombre de trapo… son grandes declaraciones de amor). Bueno, pues ha llegado el momento.

De manera que ya os he adelantado algo de la que va a ser mi próxima obra: una especie de experimento de género romántico con mucha presencia musical. Y, además, ambientada en la Barcelona post olímpica.

Espero que el invento salga bien y lo disfrutéis tanto como yo lo estoy haciendo al escribirlo, pero como mínimo no me podréis acusar de volver a escribir otro de mis cuentos macabros y de terror.

Aunque ya os aviso que en ocasiones el amor puede dar más miedo que cualquier ser de ficción…

¿Os apetece?

miércoles, 15 de febrero de 2023

¿PARA CUANDO SANGUIJUELAS 2?

Es, seguramente, la pregunta que más me hacen. Sí, dije en su momento que Sanguijuelas iba a ser la primera entrega de una pentalogía llamada genéricamente Guerras de Sangre. Y sí, el proyecto sigue vivo y sin variar un ápice.

Es cierto que pretendía que la segunda entrega fuese mi siguiente novela tras El hombre de trapo mataba por amor, y de hecho hay más de doscientas páginas ya escritas de la misma. Mithos, que es como se va a titular, va viento en popa y estoy muy satisfecho con lo que llevo redactado, pero me he encontrado con un gran obstáculo que ha hecho que frene en seco y la abandone momentáneamente. Y ese obstáculo no es otro que mi propia cabezonería.

Como sabéis, una de mis obsesiones a la hora de escribir es tratar de ser lo más fiel a la realidad en las descripciones de escenarios. Tengo la teoría de que cuanto más reconocible sea el lugar donde transcurre la acción más verosímil es lo que narro, por más que sea un apocalipsis zombi, una conspiración vampírica o una persecución a través del tiempo (tranquilos, todo llegará). Es por eso que para Mundo Muerto me recorrí de nuevo Sitges, Benidorm y otras localizaciones importantes, cámara fotográfica en mano, para lograr alcanzar ese realismo que buscaba. Lo mismo sucedió con Sanguijuelas y los bosques de Collserola que rodean las ruinas del Casinet de Barcelona, y ya he hablado en ocasiones del viaje que hice con mi padre una Semana Santa para regresar a la tierra que le vio nacer y que era casi un protagonista más de El hombre de trapo mataba por amor.

El caso es que Mithos se desarrolla en… (redoble de tambores, por favor) la costa oeste de los Estados Unidos, un lugar que visitar hace ya unas tres décadas y cuyos recuerdos promovieron la existencia de esta historia. Hoy en día casi es posible viajar desde casa gracias a Internet y Google Maps en mano me lancé a escribir sobre San Francisco como si la viniese visitado ayer mismo.

Pero, más por mi propia obsesión, como digo, que otra cosa, algo no terminaba de funcionar, y cuando empecé a investigar vídeos de YouTube más a fondo con la fantasía de poder viajar hasta allí (viaje que no llegué a hacer por cuestiones meramente burocráticas) me encontré con lugares que desconocía y que necesitaba ver para completar mi novela.

Esa es la palabra exacta: lo necesitaba.

Así que, convencido de que Mithos sólo podría ser una realidad tras viajar hasta California y perderme en persona por el Pier 39 o el SoMa y disfrutar de un atardecer frente al Golden Gate. O zambullirme en la locura de Las Vegas. O adentrarme en las gargantas infinitas del Grand Canyon… Y a la espera de poder hacer ese viaje, medio vacacional medio de investigación, y asegurarme de que lo que describo es realmente lo que deseo describir, Mithos estará en barbecho.

Esa es, y no otra, la razón por la que Sanguijuelas 2 no es ahora mismo una prioridad. Pero lo volverá a ser, os lo aseguro. Espero que más pronto que tarde. Porque estoy deseando saber que le depara el futuro a Antonio y Tomás y cuáles son los límites para la ambición de Anne. Y eso sin contar que este segundo capítulo tendrá un montón de personajes nuevos que espero os enamoré tanto como me han enamorado a mi mismo.

Confío que la espera será breve. Y qué, mientras sucede, los otros proyectos lleguen a realizarse y os consigan hacer amena dicha espera. Yo, al menos, podré todo de mi parte porque así sea…

jueves, 2 de febrero de 2023

ACTUALIZANDO ESTADO

Después de la última entrada en el blog en el que no echaba el cierre pero casi, renunciando a dejar un poco de lado las opiniones sobre cine y televisión que me obligaban a seguir un ritmo algo frenético para lo que me podía permitir y provocando unos retrasos totalmente insatisfactorios, muchos me estáis preguntando en qué punto exacto se encuentra mi faceta de escritor, ya que es cierto que hace tiempo que no actualizo mi estado y hasta la cuenta de Instagram acumula más telarañas que likes.

Bueno, pues tranquilos todos, que si bien es cierto que he sufrido una pequeña crisis existencial, mis ánimos e intenciones artísticas siguen intactos. No se ha tratado de la clásica crisis creativa o el temor al folio en blanco, ni mucho menos. Se ha tratado más de una cuestión de fe. No hay nada peor que la pérdida de fe, que irremediablemente conduce al abandono espiritual y, por tanto, anímico. Y no ha sido una pérdida de confianza en mi trabajo, pues mi ego, para bien o para mal, continúa intacto. Es más bien una mezcolanza entre la decepción y la insatisfacción hacia mi actual editorial, a la que ya me he cansado de justificar y me he arrancado la venda que voluntariamente cubrían mis ojos.

Ya sabía, en el momento de firmar contrato con ellos, que su trabajo se limitaba a editar mis novelas en las mejores condiciones posibles y poco más, y que el trabajo duro lo debía hacer yo mismo. Y aunque siempre he dicho que yo soy escritor, no vendedor (¿acaso no es eso lo que decimos todos?), he hecho lo que he podido. Sin embargo, eso no justifica que me sienta completamente abandonado por la editorial, y me consta que no soy el único autor en tal situación. Aún conociendo, como ya expliqué por aquí en alguna ocasión, los problemas de salud, la pandemia y el encarecimiento del papel provocado por la guerra que son un cúmulo de fatalidades que afectan a cualquier negocio, no puedo ni quiero seguir justificando el mutismo sufrido, la falta de claridad en las cuentas, las promesas incumplidas y, sobre todo, la total falta de transparencia que me hace dudar del futuro de nuestra colaboración.

No es esta entrada una excusa para echar mierda, con perdón, sobre nadie, y espero que haya alguna explicación que haga que en un futuro me tenga que tragar mis palabras, pero mientras, es inevitable que se me quiten las ganas de hacer cualquier tipo de promoción de unas novelas que, más allá de las que pueda entregar yo personalmente (y apenas tengo ejemplares) no tengo la seguridad de que se vayan a entregar a aquel que las compre (y pague) directamente en la web de la editorial, que era hasta ahora el método más aconsejable.

Es esto, junto a la falta de tiempo libre, las ganas de disfrutar de la familia, bla, bla, bla… que parece que tenga el motor en punto muerto, y aunque es cierto que llevo un tiempo sin escribir (demasiado, a decir verdad), mi cabeza (que es la verdadera responsable de mis historias, no mis sobrevaloradas manos, que se limitan a teclear lo que les dictan) sigue en plena ebullición, y apenas con dejar volar un poco la imaginación, me recuerda lo mucho que disfruto con esto de escribir. Tanto es así que, aunque no lo parezca, tengo hasta tres novelas cociéndose a la vez, de las que pronto os pondré al día.

No sé cuál será mi futuro, y en este momento ni siquiera rechazó totalmente seguir vinculado en Célebre Editorial, con la que tengo contrato y que, a fin de cuentas, fue la que me dio mi primera oportunidad, pero si debo buscarme la vida en otros lares lo haré sin problemas, sin descartar siquiera la opción de regresar a la autoedición, que tampoco es que me fuese tan mal.

Bueno, pues ya está, sólo quería que supieseis cómo estaban las cosas y que no tuvieseis dudas de que, de una manera u otra, seguiré dando guerra.

lunes, 30 de enero de 2023

CRÓNICA DE UNA AGONÍA ANUNCIADA

Se veía venir, pero como el moribundo que se aferra a una esperanza efímera yo inicié una huida hacia adelante, pegándome cabezazos contra la pared y prolongando de manera absurda la agonía.

Hace ya unos años anuncié cambios drásticos en el blog. No se trataba de un cierre, pero casi. El cierre del cine al que estaba abonado, mi situación familiar y mis anhelos por creerme novelista me llevaron a plantearme dejar El panda cinéfilo, pero la cabezonería y las muestras de cariño recibida me animaron a seguir un poco más. Ello supuso una ligera reinvención (que luego no fue para tanto), empezando por el nombre del mismo blog. Las cosas del Panda iba a suponer un lugar de encuentro con mis seguidores, donde tendrían cabida las reflexiones personajes, las noticias sobre mi faceta literaria y, de vez en cuando (sino de vez en cuando), alguna opinión de cine. Y hete aquí que se nos vino una pandemia encima y me encontré, sin comerlo ni beberlo, con más tiempo libre del que habría podido imaginar. Y con el estado de alarma llegó también la explosión de Netflix, el nacimiento de Disney+ y, en general, el boom del streaming. Y de repente el blog fue un lugar para opiniones de películas y series más fructífero de lo que nunca había sido. El mundo al revés, se podría decir.

Pero las cosas siguieron cambiando. Una vida en pareja, un bebé, una tercera novela publicada, operaciones de muñeca y demás circunstancias provocaron que el blog dejase de ser una prioridad.

Comencé a escribir en El panda cinéfilo a principios el 2013, coincidiendo con una nueva etapa en mi vida, casi como una manera de obligarme a escribir, dejando de lado las tentaciones que acosan constantemente al vago. Pero después de todos estos años, la cosa ha dejado de ser divertida. Y sin diversión, no vale las pena hacer según que trabajos.

De nuevo las opiniones se estaban acumulando en la carpeta de pendientes, llegando a preferir ver películas antiguas que estrenos por no enfrentarme al estrés de tener que valorarla en el blog. Además, dedicar el poco tiempo libre a actualizarlo no hacía más que quitarme tiempo para nuevos proyectos literarios y al final, de nuevo por mi tremenda vagancia, no escribía ni una cosa ni la otra.

Durante las pasadas navidades tenía serias intenciones de hacer cambios en el blog para dinamizarlo un poco, pero llegó el año nuevo y no había concretado ninguno de esos cambios y fue el momento de plantearme seriamente bajar la persiana o, por lo menos, soltar el acelerador y dejarlo en punto muerto. He tenido dudas, más por nostalgia que otra cosa, pero la prueba definitiva de que hago lo correcto es que desde que tomé la decisión hasta que por fin he encontrado el momento de escribir estas líneas (y lo hago desde el móvil en un descanso en el trabajo, para que veáis) han pasado casi un mes. Es la demostración de que, tanto por mi como por la gente que me sigue, debo parar.

No quiero decir que cierre el blog, tampoco es eso, pero voy a tratar que sea lo que pretendía hace unos años: un lugar desde donde comunicarme con mis amigos (trajes o visuales) sólo cuando tenga algo que decir, comentando quizá alguna peli si decido que vale la pena y dejando de pretender ser un referente cinéfilo (algo a lo que, de todas formas, tampoco llegué), para ser simplemente un canal de comunicación.

Seguiré por aquí, y espero que más pronto que tarde vuelva a informaros de los avances de mis nuevos trabajos (ahora mismo estoy liado con dos novelas a la vez), y seguro que tendréis que ajustar más divagaciones sobre Marvel y otras cosas que me apasionan, pero reflexiones sobre Los anillos del poder (entretenida), La casa del dragón (aún estoy con ella), Sky Rojo (agotada) y demás deberéis buscarlas en otros canales que seguro lo harán mejor (o por lo menos en el tiempo adecuado) que yo.

Gracias a los que seguís por aquí después de estos años. No es una despedida, pero las noches de desenfreno se han convertidos en encuentros esporádicos para un café rápido. Si os conformais con eso, seguiremos en contacto. No puedo prometer mucho más…

sábado, 7 de enero de 2023

Visto en Netflix: DESDE DENTRO

Desde hace ya algunos años, el nombre de Steven Moffat es sinónimo de calidad. Aunque su nombre esté siempre asociado al del Dr. Who, es con Sherlock, creada a medias con Mark Gatiss, con la que su nombre saltó a la palestra, habiéndose atrevido a adaptar a otros clásicos de la literatura, como Jekyll, Drácula y la malograda saga sobre Tintín que al final se quedó en una única película dirigida por Spielberg.

De la mano de Netflix, con quien ya se unió para adaptar libremente la novela de Bram Stoker, Moffat presenta ahora Desde dentro, una miniserie original de tan solo cuatro episodios con Paul McGuigan (realizador de títulos como Victor Frankenstein, Lucky 7 o El caso Slevin y colaborador habitual de Moffat) responsabilizándose de la dirección.

Desde dentro es una serie soberbia, contenida en su ritmo, que narra dos historias paralelas aparentemente bien diferenciadas pero que, obviamente, van a terminar confluyendo en algún momento. Por un lado tenemos el drama de un vicario que, pese a sus buenas intenciones y moral cristalina, acaba envuelto en una turbia acusación de pedofilia ante la que, buscando una salida desesperada para su familia, cometerá error tras error hasta quedar atrapado en un callejón sin salida. Por otro, Jefferson Grieff es un brillante criminalista en el corredor de la muerte que se entretiene, mientras espera la fecha de la ejecución por el asesinato de su esposa, resolviendo casos detectivescos siempre que estos sean afines a su escala moral. Dos personajes, a priori, sin nada en común que protagonizan dos historias que no podían ser más opuestas entre sí. Es por ello que el gran mérito de Moffat es conseguir crear un universo propio en el que ambas tramas confluyan con naturalidad, sin que las trampas de guion resulten ridículas ni forzadas y consiguiendo enganchar de tal manera que es casi imposible no devorar los cuatro episodios del tirón, estando casi más ante una película de cuatro horas que ante una miniserie.

Es importante señalar también el acierto del reparto. David Tennant, uno de los Dr. Who más populares, hace una interpretación soberbia, mucho más pausada y dramática que los papeles histriónicos a los que nos tiene acostumbrados últimamente (como por ejemplo, en Jessica Jones o Good Omens), mientras que Stanley Tucci no puede estar más brillante como el psicópata capaz de asesinar y decapitar a su esposa con una elegancia y sobriedad que recuerda, por momentos, al Hannibal Lecter de Anthony Hopkins.

En Desde dentro se combinan muy bien el drama, angustiante y desgarrador, con un humor muy negro que es el contrapunto británico de series como Fargo, cerrando a la perfección las tramas y dejando las mínimas preguntas sin responder como para que una segunda temporada sea no ya una necesidad sino un deseo arrebatador.

Una pequeña joya televisiva con dos grandes intérpretes dando lo mejor de sí.

viernes, 6 de enero de 2023

Cine: AVATAR, EL SENTIDO DEL AGUA

Por fin llegó lo que parecía imposible y James Cameron ha estrenado su ansiada secuela de Avatar, una película que muchos presagiaban que iba a ser un fracaso estrepitoso y ha resultado, para sorpresa de muchos, todo lo contrario. Aunque a priori parecía que había cierta desidia ante esta secuela algo tardía, lo cierto es que el público está respondiendo de manera espectacular y Cameron ha vuelto a demostrar que merece el nombramiento autoimpuesto de «rey del mundo», aunque esa obsesión suya por Pandora y los Na’vi nos esté pasando factura a todos en forma de perdernos propuestas posiblemente más interesantes del que, a mi parecer, es el mejor director de acción del mundo. Algo parecido con lo que le estaba empezando a pasar a Michael Bay con su obcecamiento con los Transformers.

El caso es que, para bien o para mal, ya tenemos aquí a Avatar, el sentido del agua, constatando de paso que Avatar 3 será una realidad más pronto que tarde y, viendo los resultados económicos, ya nadie duda que las anunciadas cuarta y quinta parte sean realidad también en algún momento del futuro (a partir de ahí, ya se verá).

Preámbulos aparte, es momento de analizar el resultado final de la secuela, cosa, en realidad, harto difícil. Y es que, en el fondo, estamos, más que ante una película, ante un evento cinematográfico, un espectáculo audiovisual sin precedentes (más allá de la evidencia de la primera entrega). Como tal, a la pregunta de si cumple las expectativas, la respuesta es un sí contundente. Avatar, el sentido del agua, es un espectáculo glorioso, un derroche de imaginación visual, espectáculo fotolumínico y con una capacidad de inmersión total, siempre que sea vista en las condiciones óptimas (es decir, en 3D HFR). Nos ha resultado algo mentirosillo Cameron al anunciar un guion de nivel, ya que sin ser un espanto, la historia es desde luego lo más flojito, pero no se puede negar que la película ofrece lo que promete e incluso más.

Pero hay que ser exigentes con un producto de estas características (no en vano se trata de la secuela de la película –infracción aparte- más taquillera de la historia), y toca hacer un análisis más riguroso desde el punto de vista cinematográfico.

Y en ese sentido, la sentencia es clara: es demasiado larga. Puedo entender que –Cameron se haya visto incapaz de recortar ninguna de las secuencias preciosistas e hipnóticas del film, pero a nivel argumental la estructura se resiente de tan extensa duración. Más, si cabe, ante la sensación constante de que estamos ante un capítulo intermedio de un plan cósmico mucho más grande. El problema, algo que en gran medida sucedía ya con Wakanda forever, es que durante las dos primeras horas se plantea un conflicto, pero sin que este llegue  nunca a estallar del todo (hay escenas de lucha y algo de emoción, pero nada comparado con lo que está por llegar), y cuando al fin comienza la batalla final el espectador está demasiado agotado como para disfrutar de ella como se merece. Casi sería necesario un segundo visionado, entrando en este a mitad de la película, para no perderse detalle de ese confrontamiento entre Na’vis y humanos que se nos anuncia desde el primer minuto.

No voy a entrar a valorar las interpretaciones, ya que la digitalización oculta las virtudes y carencias de los actores (sobre todo en lo que respeta a las limitaciones obvias de Sam Worthington), pero más allá de las obsesiones tecnológicas James Cameron demuestra que sigue en plena forma y su planificación de la acción y control de la cámara vuelven a demostrar un virtuosismo sin igual. Claro que cuenta con el riesgo de que la tecnología se coma su habilidad tras las cámaras (de hecho, Avatar me pareció en su momento su película más floja), cosa que hace que fuera de los cines el resultado final desluzca bastante, pero creo que él mismo es muy consciente de ello y, como tal, acepta el hecho con el que he comenzado mi comentario de que esto trasciende al simple concepto de película para convertirlo en un espectáculo alucinante y alucinógeno.

¿Es, en resumen, Avatar, el sentido del agua, la mejor película del año? Ni de lejos. Queda muy por debajo de maravillas como Top Gun: Maverick, es menos divertida que Dr. Strange en el multiverso de la locura o Bullet Train y carece de la belleza incómoda del Pinocho de Guillermo del Toro, por equipararla a algunos éxitos del 2022, pero eso no impide que pasar por taquilla y sumergirse en las tres horas y doce minutos que supone esta excursión por tierras (y aguas) desconocidas de Pandora sea algo obligado para cualquier ciudadano de bien. Como ya sucediera con la primera Avatar o incluso con Titanic, también de Cameron, el mundo se va a dividir en dos tipos de personas, las que hayan ido al cine a ver Avatar, el sentido del agua, y las que no. Y ya advierto que si uno es un poco aficionado al cine, ya sea seguidor de propuestas más indies (aunque hay que reconocer que, a su manera, no puede haber un cine de autor más merecedor de tal nombre que esto) o amante de las explosiones y las grandes batallas, no ir a ver Avatar, el sentido del agua, es poco menos que estar en pecado.

Luego, como film, gustará más o menos (que tampoco es que tenga muchas cosas verdaderamente negativas que señalar, más allá de la duración, tampoco os vayáis a pensar), pero la experiencia va a ser única e irrepetible. Bueno, al menos hasta la llegada de Avatar 3.

 

Valoración: Siete sobre diez.

sábado, 31 de diciembre de 2022

REPERTORIO NAVIDEÑO, Parte dos

Pues hemos superado ya la primera prueba de fuego de las fiestas navideñas, la propia Navidad. Pero esto no acaba aquí, así que antes de que llegue el Fin de Año os dejo con una segunda tanda de películas del género que poco tienen de recomendación:

 ·        Ángel de NavidadFue votada en Tik Tok como la peor película del año, y solo por eso ya merece la pena verla. La verdad, es que no es para tanto. Es mala de narices, cierto, pero con lo que hay por ahí… Una mujer odia la Navidad y ello provoca una ruptura con su novio, el cual no termina de sentirse completo con su vida laboral y como por lo visto en el Cielo van sobrados de faena envían a dos ángeles a obrar el milagro de la conciliación. Con semejante argumento, esperarse algo mínimamente digno sería mucho esperar, ¿no?

 ·        Un milagro navideño para Daisy. Whitney es interiorista en un pequeño pueblo de interior y cuando un desconocido se muda con su hija a unos de los casoplones del lugar y la contrata para darle una nueva vida, la ocasión parece perfecta. Con lo que no contaba es con que se trataba de su ex, con el que rompió hace ya muchos años pero que por lo visto no ha dejado de querer. La niña, que resulta que en realidad es una sobrina a la que adopta como hija, pide a Santa una mamá nueva, así que viendo el título ya se pueden imaginar el poco hueco para la sorpresa que hay.

·        Yo creo en Santa. En el mismo camino que Ángel de Navidad pero sin milagrito de por medio: El caso es que va de una pareja que se conocen el cuatro de julio y resultan ser perfectos hasta que llega la Navidad, ya que ella no tiene nada de espíritu navideño y él es un obseso compulsivo del tema. Por algún motivo, la rara es ella. Un derroche de excesos navideños para mezclar dos clásicos del género: mamá (o papá) soltera que encuentra pareja a la vez que un padre nuevo para su hija (siempre suelen ser hijas) y chica que odia estas fiestas y hay que obligarla a comprender lo equivocada que está.

·        Reyes contra Santa. Quizá esta última merecería estar en un apartado por sí misma, ya que aspira a jugar en otra línea. Es una producción española para Amazon y tiene figuras ilustres en su equipo, como el director Paco Cabezas o los actores David Verdaguer y Karra Elejalde, pero la verdad es que el resultado es bastante desastroso. Sobre el papel, narra una pugna entre los Reyes Magos y Santa Claus en un universo donde todos los mitos navideños (Cagatió incluido) son reales. Premisa que desaprovecha en un final bochornoso que fusila sin reparos el clímax de Guardianes de la Galaxia con el tópico de dos rivales que se unen contra un mal mayor. Me pareció carente de gracia, quizá por no apostar lo suficiente por el humor negro. Junto a unos efectos visuales de baratillo, resultó toda una decepción, quizá incrementada por haberla visto poco después de Noche de Paz, que resultaba mucho más gamberra y divertida.

 Y aquí nos vamos a quedar, con tres propuestas de Netflix y una de Amazon Prime. El año que viene habrá más, aunque dudo que mejores. Al final, esto es lo que es, y así lo teneos que aceptar. Parece que la época de los Clásicos (con mayúsculas) Navideños ha quedado ya muy lejos en el tiempo. Una lástima, aunque siempre nos quedará la posibilidad de revisionar ¡Qué bello es vivir! o Love Actually.

¡Feliz año!

Visto en Netflix: ALICE IN BORDERLAND, T2

Alice in Borderland es una de esas series que llevaba casi un año ejerciendo la función de fondo de armario de Netflix, con algunos fans que aspiraban a convertirla en serie de culto pero poco más, hasta que llegó El juego del Calamar para revolucionarlo todo y las relativas similitudes entre ambas ficciones otorgaron una segunda vida a la serie japonesa que justificó a posteriori esa renovación para una segunda temporada.

Ahora, adelantándose de nuevo a la segunda temporada de su rival coreana, llega una nueva tanda de episodios (ocho en total) que invita a devorarse de un tirón por lo adictiva que es, con el fin de ampliar este universo y, quizá, dar respuestas definitivas a todas las preguntas planteadas en la primea temporada.

No hay duda de que la serie propone mantener las mismas reglas vistas hasta ahora: partidas contrarreloj con la vida en juego, aunque se eleva el listón al enfrentarse directamente al enemigo y pudiendo derrotarlo y aumentando, si cabe, la sensación de peligro con un juego en concreto que no se limita a un tiempo ni un escenario concreto, como si fuese un videojuego de «mundo abierto». Además, el tener ya a un equipo protagonista conformado ayuda a establecer vínculos más rápidamente, dejando de lado el lastre de las presentaciones obligadas en la primera temporada, sin que importe el que en muchos episodios el grupo deba actuar por separado.

Conocedores del éxito que tienen entre manos, los creadores han puesto toda la carne en el asador, aumentando el nivel de violencia explícita y abusando de la espectacularidad de muchas secuencias, sin renunciar por ello a un discurso reflexivo que, en momentos resulta algo cargante. Estoy pensando, por ejemplo, en el episodio seis y gran parte del ocho, que se exceden en metrajes y amenazan con caer en el tedio, rompiendo un ritmo que hasta entonces estaba siendo impecable.

Parte de la culpa lo tienen los diálogos, lo peor de la serie, bastante reiterativos, sobre todo en lo que refiere al protagonista, aunque ello también da para la auto parodia en la resolución concreta de uno de los juegos.

Y es que hay bastante de auto parodia y referencia oculta en Alice in Borderland. Me resulta inevitable comparar cierta secuencia con una muy similar de Depredador, de John McTiernan, mientras que uno de los personajes nuevos parece una mezcla entre la Jennifer Lawrence de Los Juegos del Hambre y la Sofia Boutella de Kingsman. Un personaje, por cierto, que podría haber molado mucho pero termina siendo absurdamente infravalorada.

Pero no podemos hablar de Alice in Borderland sin pararos un momento en su desenlace final. Un final que necesitaba e respuestas si no querían correr el riesgo de que la gente se bajara del barco ante una posible tercera temporada y que podría haber satisfecho las expectativas por todo lo alto. Y digo podría, sin entrar en detalles, porque todo va a depender de como quiera manejar Netflix la última escena de la serie: si como un chiste final, un guiño al manga que da origen a todo esto (y que, siendo más o menos fiel al mismo, esta debería ser la conclusión definitiva) o como un cliffhanger de cara a una nueva temporada. Si es lo primero, chapó. Pese a que seguro que la ambigüedad de las respuestas no será del agrado de todo el mundo (aquí nos encontramos ante un caso parecido al de Perdidos), la composición que invita a que cada uno se haga en su cabeza es muy estimulante, y se complementa perfectamente con uno de los mejores chistes de la serie, cuando la Reina de Corazones de burla de las teorías conspirativas de los fans (posible guiño directo a Perdidos), burlándose, de paso, de la propia serie al calificar los juegos como ridículamente infantiles (lo que también podría ser una pullita a la propia El juego del Calamar). Sin embargo, si se realizara una tercera temporada, ese final perdería su sentido, pasando a ser simplemente otro nivel del juego y estropeando un trabaja muy bien hecho.

No puedo defender la temporada entera, pues ya comento que hay varios momentos valle y los actores se encargan en momentos de entorpecer la propia acción, pero el resultado final es bastante estimable hasta el punto que deseo de corazón que Netflix no lo estropee encargando una tercera temporada. Tocará esperar…