jueves, 30 de marzo de 2023

SIGUE LA CRISIS SUPERHERÓICA.

El tiempo pasa pero algunas cosas no cambian. Ya he podido ver Shazam: la furia a los dioses en cine y debo decir que no es tan mala como me esperaba. Es un pasatiempo de lo más disfrutable, con buenos efectos visuales (al menos mucho mejor que los de la primera entrega) , una historia resultona y unos personajes a los que ya se les ha cogido un poco de cariño. Sin embargo, batacazo en taquilla.

Tres son los elementos a los que se les puede reprochar el fracaso. Por un lado tenemos la confirmación de que este Shazam pertenece a un universo caduco, cuyas menciones a Wonder Woman son tan inconsistentes como ridículas. Shazam mira hacia un futuro que ya no existe, sin Black Adam, sin JL y sin nadie de quien poder ir de la mano. Y aunque la película se pueda disfrutar a la perfección de manera independiente, tantas noticias negativas sobre el finiquitado universo compartido de DC por parte de Safran y Gunn no le han hecho ningún bien.

La segunda causa puede ser su extraña estructura, que ya se vislumbraba en los trailers. Shazam II pretende ser muy épica y espectacular, y por momentos lo consigue, pero ello cae en conflicto con su sentido del humor. Algo parecido sucedía en Ant Man y la Avispa: Quantumanía. Ambas son películas con demasiadas pretensiones para unos personajes tan menores a los que les iría mejor una cinéfila más de andar por casa.

Y luego está el tercer factor, del que ya hablé al respecto del Hombre Hormiga. Y es que más allá de la calidad del film, de sus aciertos y errores, de las meteduras de pata de Gunn, Dwayne Johnson y compañía, el público está sufriendo un claro síndrome de agotamiento. El cine de superhéroes se ha vuelto previsible y cuesta encontrar propuestas originales y rompedoras. Las primeras visualizaciones de Aquaman II la definen cono un completo desate y parece que el destino de las dos grandes compañías comiqueras pasan por Guardianes de la Galaxia, vol. 3 y Flash (que ya ha visto Tom Cruise y dice que es muy buena; y su Tom lo dice, habrá que creerlo). Es decir, la despedida de James Gunn de Marvel y el cierre del DCEU de DC antes del desembarco de James Gunn allí.

Hay una sensación general de hastío. Los superhéroes no enamoran como antes y si en DC resulta más divertida la intrahistoria que hay detrás de la editorial, en Marvel la Fase Cuatro no ha terminado de enganchar, siendo el inicio de la Fase Cinco todo un descalabro.

A riego de repetirme, es posible que esto sea tan sólo la punta del iceberg y que sea el cine en general quien está en problemas. Sólo hay dos franquicias ahora mismo post las que pondría la mano en el fuego de que va a seguir arrasando en taquilla, y ambas inician este 2023 su despedida en un fin de fiesta doble. Me refiero a Misión: Imposible y Fast & Furious. Sin ellos, y con Avatar 3 muy lejana en el horizonte, quién sabe que película puede suplicar una garantía en taquilla.

Quizá la guerra del streaming y el teórico fin de las cuentas compartidas vuelva a llevar a la gente al cine (habrá que estudiar bien las noticia que la pasada semana divulgó Cinesa sobre su tarifa plana), porque si no, auguro muy malos tiempos para el séptimo arte.


viernes, 24 de marzo de 2023

NO HAY DOS SIN TRES

No lo tenía pensado, pero debido, en parte, a todos los problemas que os comente hace unos días que provocaron que haya estado durante un tiempo sin escribir prácticamente nada, una tercera novela ha cogido un puesto prioritario en mi cabeza. Y, como en el caso anterior, tiene también algo de experimento, aunque espero que esto no se note en el resultado final.

Empezaré por el principio. Tengo la inmensa fortuna de poder presumir de ser gran amigo de Carlos Abreu, director, traductor y también escritor de un puñado de novelas de carácter infantil con quien comparto además, desde hace décadas, mis inquietudes como guionista. Pues bien, el caso es que un día me propuso un curioso reto, casi como un juego: escribir una novela a cuatro manos. No sé cuál es el procedimiento habitual en estos casos, y si algún día tengo la oportunidad de hablar con Stephen King o Guillermo del Toro les preguntaré como lo hacían ellos con Peter Straub y Chuck Hogan respectivamente, pero en nuestro caso el invento consistía en escribir cada uno de nosotros uno o dos capítulos y pasárselo al siguiente sin tener ninguna regla ni pensar juntos en el futuro al que nos dirigimos. Es presumible pensar que algo así sólo puede conducir al desastre, y en cierto modo así fue, pues pocos años después y con casi doscientos cincuenta páginas ya escritas, el proyecto se abandonó.

El motivo oficial es que estábamos tocando palos muy dispares, aparte de los retrasos que teníamos en cada entrega, cosa que provocó una cierta sensación de vacío en nuestra inspiración. Sin embargo, debo asumir mi parte de culpa: pese a habernos comprometido a no pensar en el futuro de la historia no pude evitar ir siempre uno o dos capítulos por delante de lo que escribía, de manera que cada giro en su narración que me complicará las cosas era rectificado en mi turno, entorpeciendo así sus ideas. Eso terminó por agotarnos y causar cierto desánimo que provocó un abandono nunca confirmado.

Ha sido ahora, en este tiempo muerto que me he tomado, que he decidido releer todo lo escrito, y sinceramente, me ha encantado. Es cierto que hay que realizar muchas correcciones (eso es algo que ya tenía claro desde el principio del experimento), pero el conjunto final me parece no sólo coherente, sino por momentos brillante.

Comenté mis sensaciones con Carlos Abreu, con la existencia de contagiarle mi entusiasmo, pero ya era tarde. Como un matrimonio hundido que no cree en las segundas oportunidades, mi amigo desechó retomar el proyecto, animándome sin embargo a que yo terminará la obra por los dos y cediéndome todas sus aportaciones.

Y eso voy a hacer. No apropiándome de su trabajo, que de una manera u otra le reconoceré si el libro llega a ver la luz, pero esta especie de utopía inter dimensional que ya forma parte de las vidas que pululan por mi cerebro merece tener un final. Y lucharé a muerte por encontrarlo.

Magia, ciencia y amor es un potente cóctel que se da cita en esta novela que, si termina siendo tan satisfactoria como espero, podría terminar formando parte de algo más grande.

Así que ya veis, tercer proyecto que tengo en marcha (y en un estado bastante avanzado) y que podría ver la luz en breve. Esto nunc a se detiene, aunque lo pueda parecer, y el vacío editorial en que me encuentro atrapado (y que espero se solucione algún día) no basta para desanimarme y frenar mis ansias de escribir.

Así que paciencia. No estoy seguro de cuál de los tres proyectos de los que os he hablado será el primero en ser finalizado, pero ya veis que por material y ganas no será.

De una manera u otra, nos leeremos pronto. Os lo prometo.

miércoles, 1 de marzo de 2023

ANT-MAN Y LA AGONÍA DEL CINE COMERCIAL

Ayer al fin pude ir al cine a ver Ant-man y la Avispa: Cuantumanía, algo más tarde de lo que es habitual en mí tratándose de una propuesta Marvel. El caso es que tenía más curiosidad que verdadero interés, ya que en Marvel parecen haberse contagiado de DC con eso de las críticas extremas y hay tanto opiniones destructivas como otras que la consideran lo mejor desde End Game.

Yo, por mi parte, no quedé descontento del film y la nueva aventura de Scott y compañía me pareció simpática y entretenida, con ecos al Star Wars más clásico así como a las revistas pulp de ciencia ficción, sin que me doliesen demasiado los tan cacareados defectos en su acabado visual (M.O.D.O.K. aparte). La presencia de Michelle Pfeiffer, con mucho más metraje que en su primera participación en el MCU hacen que se le perdone cualquier cosa. Sin embargo, pese a las evidentes intenciones de recuperar el tono continuista y grandilocuente de las tres primeras fases, me falla en el film algo que no soy capaz de dilucidar. Creo que ni siquiera es algo cinematográfico, sino más bien anímico. La película no me ha emocionado e incluso por momentos me he visto presa de una extraña sensación de rutina. Y podría pensar que es cosa mía y de mis circunstancias sino fuese porque los resultados en taquilla están siendo muy paupérrimos, con un descenso en su segunda semana de escándalo, sólo comparables a los de Viuda Negra (aunque aquella se tuvo que enfrentar a su propio estreno en Disney+ y, por consiguiente, a una piratería en gran calidad).

El caso es que esto me hace preguntarme si al fin ha llegado la eternamente cacareada explosión de la burbuja del cine de superhéroes. Vale que la fase cuatro ha recibido muchos palos de la crítica por su floja calidad, pero hay que recordar que Black Panther: Wakanda Forever aspiraba a luchar por algo grande en los Oscar (se va a tener que confirmar con la categoría de mejor actriz secundaria y poco más) y tampoco hizo en taquilla los números que se esperaba de ella. Sumemos a ello el descalabro de Black Adam en la acera de enfrente y las pésimas previsiones en referencia a Shazam: la furia de los Dioses y la cosa empieza a aclararse. Y si miramos al futuro, Guardianes de la Galaxia, vol. 3 es la única esperanza, ya que los primeros para Aquaman 2 hablan de desastre épico y el futuro del universo DC que prepara Gunn y Safran es toda una incógnita.

Por ello, podemos concluir que el cine de superhéroes ha llegado a tal nivel de agotamiento que sus responsables deberían empezar a preocuparse (y eso que no he mencionado el esperpéntico universo arácnido de Sony o las pretensiones de haber un tercer reinicio para Hellboy). Las fórmula está ya muy gastada y el público ha perdido el hambre por la épica de capa y mallas y va a ser muy difícil recuperar el interés.

Sin embargo, esto nos deja otra lectura más preocupante todavía.  Y es que si dejamos de lado Avatar: el sentido del agua (que juega a otra cosa) y Maverick (un pequeño gran milagro del cine de entretenimiento), resulta que las películas más taquilleras siguen siendo de superhéroes. Es decir, que los justicieros enmascarados siguen siendo casi los únicos que logran atraer al público al cine, sólo que mucho menos que otros años. Esto nos revela una dura realidad. Y es que al final, entre la pandemia y sus secuelas, el uso y abuso de las plataformas de streaming y algún otro elemento externo, el cine, ahora de verdad, está herido de muerte. ¿Soy demasiado alarmista? Al fin y al cabo, ya se dijo lo mismo con la llegada del televisor, primero, y del video doméstico más tarde, pero eran otros tiempos, y pese a la comodidad del hogar, todo el mundo coincidía que una buena película en cinemascope se disfrutaba mil veces mejor en la oscuridad compartida de una sala de cine que en un televiso cuadrado. Pero ahora que hay toda una generación que incluso teniendo en sus propias casas un televisor 4K de cincuenta pulgadas prefiere ver sus películas y series preferidas en la ridícula pantalla de sus teléfonos móviles o, en el mejor e los casos, en el ordenador portátil, la cosa huele peor.

En fin, que con el cine en entredicho el fracaso de una película divertida y dinámica como Ant Man y la Avispa: Cuantumanía es el primer clavo de un ataúd que ahora sí parece que se pueda terminar de cerrar. Y es que Tom Cruise no va a estar eternamente ofreciéndonos tablas de salvación.