jueves, 29 de abril de 2021

Reflexiones: EL MEJOR SANT JORDI DE MI VIDA

Es evidente que para un escritor el 23 de abril es un día muy especial. Quizá el mejor del año. Al menos en Cataluña, aunque pienso que hoy en día se puede extender a toda España. Por aquí hay quien relaciona esa fecha con el día de los enamorados, ya que existe la bonita costumbre de que el hombre regale una rosa a su pareja (aunque suele hacerse lo mismo con madres, suegras, amigas…). Ese es una de las facetas del día de Sant Jordi. El otro es la celebración de una curiosa onomástica: la de la muerte de Miguel de Cervantes y William Shakespeare, los dos autores más importantes de la literatura española y británica respectivamente (amén de otros como Lope de Vega, Maurice Druon, Haldor K.Laxness, Vladimir Nabokov, Josep Pla, Manuel Mejía Vallejo o William Wordsworth.

En Sant Jordi, día internacional del libro para el resto del mundo, las librerías ofrecen un descuento en la venta de libros y los autores suelen acudir a los puestos de venta (es muy bonito ver las paradas colmando las vías principales, como las Ramblas o el paseo de Sant Joan, alternando libros y rosas) a firmar sus ejemplares. Es el día del año en que más se vende y una oportunidad de oro para autores nóveles para darse a conocer.

Tras los consabidos problemas del año pasado, este no pintaba mucho mejor, con prohibiciones de firmas y restricciones varias. Sin embargo, el espíritu festivo del día triunfó por encima de todo y la jornada, acompañada de un generoso sol, fue mucho más que digna.

¿Y qué pasó conmigo? Inicialmente pensaba estar firmando en varios puntos. Después la cosa se limitó a la librería Somnia y terminé por anunciar mi ausencia en ningún puesto de venta por los problemas de distribución de Sanguijuelas. Sí me comprometí a pasar por la parada de Célebre Editorial para acompañar a mis amigos y compañeros y saludar a los lectores potenciales.

Pero no. No hice acto de presencia. No visité a mis editores ni realicé mi propia búsqueda del tesoro en las paradas en busca de mis tradicionales compras. No participé absolutamente en nada relacionado con la fiesta. Mi única aportación al día del libro fue una serie de artículos que compartí en mi blog a ritmo diario, incluyendo la participación en un video literario propiciado por SEAT. Pero solo cosas preparadas con antelación. El día 23 desaparecí literalmente del mapa. ¿El motivo? Mucho de los que me seguís en mis redes sociales ya lo sabréis, pero tras casi una semana sin tocar siquiera mi ordenador (más que para subir alguna que otra fotografía vía Instagram), es hora de ponerse manos a la obra para compartir con todos vosotros mi particular día de Sant Jordi. Un Sant Jordi que, ya os lo puedo asegurar, ha sido el mejor de mi vida.

Y es que este 23 de abril estuve en la clínica Sant Jordi (curiosa casualidad) asistiendo al parto de mi primer hijo, un precioso varón de algo más de tres kilos de peso que me tiene completamente enamorado desde su primer segundo de vida y del que me cuesta separarme un segundo siquiera.

Así que ya lo sabéis. Este año no he estado firmando libros. Pero he visto culminada mi mejor obra. Mía y de mi amada Arelys. Se trata de Noah Jordi Medina Eugenio, y hoy tengo el inmenso placer de compartir mi felicidad con vosotros.

viernes, 23 de abril de 2021

La semana de Sant Jordi: GENERACIONES.


Un conato de nostalgia embargó a Diego al sentarse al volante de su viejo SEAT Ibiza SXi del 89. El
Highway to Hell de AC/DC sonaba a todo volumen en el castigado radio-cassette, transportándolo a aquella época ya lejana donde el futuro no existía y la única meta era llegar lo más rápido posible al otro lado del horizonte, aunque para ello hubiese que tomar un atajo por el infierno. Nada importaba más que la próxima canción, la última chica o la siguiente cerveza, como elementos decorativos de un mundo que no comprendía y del que sólo se sentía a salvo mientras conducía, a toda velocidad, ese fiel Ibiza del 89.
Era otro domingo más, uno de tantos en los que Diego acudía con su familia a la casa de campo familiar donde tantas veces se habían juntado todos los hermanos alrededor de sus padres para darse atracones de calçots con salsa casera y parrillada con alioli, siempre protegidos por baberos ridículos camuflados en ceniza.
Había pasado mucho tiempo ya desde aquellos festines, en los que Don Jacinto Peronte, el patriarca de bigote imposible, levantaba su vaso de vino para brindar por su familia y la felicidad que le producía verlos a todos allí reunidos. Y había pasado mucho más aún de aquellos días en los que Diego iba ataviado con camisetas de Eddie, la mascota de Iron Maiden, y chupas de cuero con parches de Harley-Davidson, cuando el viento que entraba por la ventanilla revolvía su melena negra y lo impregna todo con aroma a gasolina y neumático quemado. Cuando el «vive rápido, muere joven y haz un bonito cadáver» que se suponía había dicho alguna vez James Dean era su propia máxima.
-Menos mal que ahí estabas tú para frenarme un poco, ¿eh, papá?  -le dijo al asiento vacío del copiloto.
No se consideraba a sí mismo una persona nostálgica, pero esas visitas semanales al viejo cacharro de su infancia eran casi un dogma para él. «Living easy, living free», le gritaba a través de unos altavoces algo distorsionados Bon Scott, tal y como hiciera en los mágicos años noventa, mientras el pobre de Don Jacinto se desgañitaba tratando de hacerse oír por encima de ese ruido ensordecedor.
«Baja la dichosa música.»
«No corras tanto.»
«Vuelve a casa temprano.»
«Haz caso a tu madre.»
«Si no quieres estudiar buscate un trabajo.»
Consejos y más consejos de los que Diego escapaba a golpe de gas, quemando el neumático contra el asfalto.
-Por aquel entonces era bastante cretino, ¿verdad? -preguntó de nuevo al silencio.
Y fue el pasar del tiempo quien le contestó, escupiendo desde el espejo la imagen de un Diego ya arrugado, de cráneo rasurado y dibujos canosos en su barba.
Recordó la sucesión de acontecimientos. Las horas muertas junto a su viejo haciendo cambios de aceite o puestas a punto al motor. El primer beso a Marta en el asiento de atrás, uno de los últimos servicios del fiel Ibiza, que ya había sido sustituido por un León familiar el día del entierro de Don Jacinto, con Marta ya embarazada. La bestia ya había sido domada y su último acto de rebeldía había sido el de conservar el viejo coche en esa especie de mausoleo en que se había convertido el garaje. La velocidad deportiva dio paso a una circulación suave para no despertar al bebé y antes de darse cuenta el rock había sido sustituido por los Cantajuegos (sea lo que sea que eso signifique) y a medida que su cabello menguaba y su barriga se expandida el ser que habitaba en el asiento de atrás y al que a la madre le había dado por bautizar como Saulo, se convertía en un perfecto desconocido.
Siempre oculto bajo unos auriculares enormes aunque no lo suficiente como para amortiguar el sonido de la música, ajeno a conversaciones familiares y encerrado en su propio capullo, el niño se hacía hombre mientras se dedicaba, por el camino, a sacar de quicio al pobre padre. 
«Baja la dichosa música.»
«No corras tanto.»
«Vuelve a casa temprano.»
«Haz caso a tu madre.»
«Si no quieres estudiar buscate un trabajo.»
Y un día Diego, que había aceptado el hecho de que el Rock había muerto pero se negaba a proclamar aquello de «larga vida al trap», se dio cuenta de que Saulo se había convertido en la versión joven de él mismo y él era ahora Don Diego. 
-Ya madurará, ¿verdad? -de nuevo interrogó a su propia soledad. -Yo lo hice. 
Claro que él no era como su hijo. Esa era una generación perdida, que preferían hacer un botellón en la acera que salir de copas a un bareto musical, jugaban a matar yonkis y putas on-line en lugar de bajar a pelotear al parque y mantener relaciones con desconocidos mediante apps virtuales antes que currárselo con las niñas monas del barrio en la puerta de la disco. Una generación que no se parecía nada a la suya, incapaz de conectar con sus mayores, y que a la vez era casi idéntica a ella.
Diego había albergado la esperanza de que su retoño hubiera sentado la cabeza ahora que tenía novia, aunque nunca se la había presentado como tal (parece que ya no se hacen esas cosas). Que se centrara y empezara a buscar un trabajo serio y a preocuparse por el futuro, ese futuro del que él mismo renegaba hasta que tuvo conciencia, y la preocupación por el cambio climático lo impulsara a cambiar el León por un Tarraco e-HYBRID en pos de la ecología. Pero pocas ilusiones se hacía cuando la tal Camila (presunta aspirante a nuera) ni siquiera se había presentado a la comida familiar, pese a que siempre la habían recibido con los brazos abiertos. Estaba indispuesta, había dicho, o alguna excusa parecida.
Y mientras en la cinta de cassette que algún amigo ya olvidado le grabó con lo mejor del rock de la época empezó a sonar una versión en directo del Satisfaction de los Rolling, Diego se aferró más que nunca a los recuerdos de esa época que no habría de volver ya más.
-Nunca hace caso, papá -le dijo al abuelo que nunca llegó a ser-. No escucha mis consejos, no quiere ni oír hablar de mis viejas historias. Y sé que si me dejara tendría tantas cosas por enseñarle...  Pero pasa de la familia, no se separa del móvil, ni deja de escuchar esa odiosa música que no entiendo. Es casi…
Y entonces, de algún lugar muy cercano, le llegó la respuesta en forma de iluminación.
-Es casi como era yo, pendiente sólo de mi coche y mi rock'n'roll.
En cierto modo, podía sentir la sonrisa de su padre, recordar cuántas veces le había oído consolar a su madre con la clásica frase de «aún es joven, ya cambiará». Y vaya si cambió. De hecho, hubo un momento es que llegó a reconocer que quizá fuese la insistencia algo cansina de su padre lo que le había evitado terminar en la cuneta haciendo un cadáver que seguramente no habría tenido nada de bonito.
-¿Es así, papá? ¿Debo mantener la esperanza? ¿Tú qué opinas?
-¡El fuego!
La voz lo sobresaltó, desorientándolo momentáneamente. Movió el espejo retrovisor interior y reconoció la silueta desgarbada de su chaval bajo el umbral de la puerta del garaje. Estaba gritando para hacerse oír por encima de la voz de Mick Jagger hasta que Diego apagó el radio-cassette.
-Que dice mamá que espabiles con el fuego o los calçots serán ya para merendar -repitió con desgana.
Diego se encogió de hombros y salió al fin de esa especie de máquina del tiempo en que se había convertido su Ibiza. Lo rodeó por delante y abrió la puerta del copiloto.
-Adiós, papá. Nos vemos el domingo que viene.
Saulo lo miró con resignación, acostumbrado ya a las rarezas de su padre. Se disponía a regresar al exterior cuando echó un último vistazo al viejo coche.
-Deberías librarte de este cacharro de una vez. Quizá aún podrías sacarle algo de pasta por Wallapop.
-Forma parte de la familia, pero no creo que puedas entender lo especial que es.
Saulo se limitó a encogerse de hombros y señalar hacia un neumático.
-Y encima tienes una rueda pinchada.
Diego se puso en cuclillas para revisarla. No vio ninguna marca que revelara el pinchazo, así que descartó lo peor.
-Sólo ha perdido aire. Luego la volveré a inflar.
Estuvo a punto de preguntar a su hijo si lo quería ayudar, pero sabía que era una pérdida de tiempo. Ni siquiera lo habría escuchado, ensimismado como estaba ya el joven leyendo un mensaje en su smartphone.
Lo que en esos momentos no podía ni imaginar Diego era el contenido de ese mensaje y lo que les iba a cambiar las vidas.
«Ya es definitivo. Estoy embarazada» se leía. Y tras una sucesión de emoticonos sonrientes proseguía: «¿Estás preparado para ser papá?»
Saulo respondió con una carita asombrada y una sucesión exagerada de emojis lanzando besos y otros símbolos de alegría, flamenca bailando incluida. 
Carmela se despidió con: «Da un beso a tus padres de mi parte. Yo voy a descansar un rato; llámame tras el postre» Y nuevo intercambio de carantoñas virtuales.
Tras tomarse unos segundos para digerir la noticia Saulo, con una sonrisa boba iluminando el rostro, ayudó a su padre a ponerse en pie y le pasó un brazo por encima del hombro.
-Estaba pensando que tendría que empezar a aprender cómo preparar una buena barbacoa, ¿no crees? Y mientras se va haciendo el fuego quizá podrías contarme alguna de tus aventuras con el Ibiza este, ¿te parece? O te podría echar una mano con esa rueda, no sé...
Diego no entendía nada, pero tampoco le importaba. Había aprendido que ante las cosas buenas era mejor dedicarse a disfrutar el momento sin hacerse muchas preguntas, no fuese a ser un espejismo. Justo antes de salir los dos juntos del garage el padre se giró una última vez hacia su coche. 
En el espejo interior vio reflejado el rostro de Don Jacinto que, sonriente, le guiñaba un ojo.
Una vez en el exterior, el chico se sobresaltó al escuchar el sonido de la puerta del copiloto cerrándose sola, aunque Diego ni se inmutó. Algún día le explicaría a su hijo por qué seguía encerrándose en ese viejo coche cada domingo. Algún día. 
Pero de momento, ese seguiría siendo su secreto. Suyo y de su padre, el bueno de Don Jacinto.

Para mi padre.
Para mi hijo.







La semana de Sant Jordi: UN RELATO A OCHO MANOS

Como avisaba ayer, en SEAT acostumbran a hacer algo especial para celebrar la fiesta de Sant Jordi. Esto es principalmente mérito de Rocío Soria, a la que nunca estaré lo suficientemente agradecido por lo mucho que me ha ayudado y el cariño con que ha tratado siempre mis obras, en especial Mundo Muerto.

Su ocurrencia para este año ha sido juntar a cuatro empleados de la fábrica, entre los cuales estoy incluido, para que escribamos un relato entre todos y, de la mano del gran Javier Carreras, hacer un vídeo para presentar este mismo 23 de abril.

No ha sido un trabajo sencillo, ya que lo hemos coordinado desde la distancia, vía wasap, pero creo que ha salido algo muy simpático y respetando el estilo de cada uno de nosotros.

Laura Rodríguez, Carolina Gabás e Isaac Guerrero han hecho un brillante trabajo, y para los que no tengáis acceso al portal de comunicación de SEAT, aquí tenéis una copia del vídeo.



Además, después de haber estado trabajando en esta historia y con el dolor de haber tenido que dejar cosas fuera por culpa de la limitación de tiempo, se me ha ocurrido escribir una versión más completa, con una sola voz, pero respetando las aportaciones de mis tres compañeros y recuperando una idea que quedó descartada por espacio y que me parecía muy bonita.

En un rato, después de que hayas tenido tiempo de disfrutar del vídeo, lo cuelgo.

Consideradlo mi regalo del día del libro.

 

¡¡Feliz Sant Jordi!!

jueves, 22 de abril de 2021

Visto en Movistar: CONTAGIO EN ALTA MAR

Contagio en alta mar es una película de terror pequeñita procedente de Irlanda que mezcla el terror y la claustrofobia con ligeros toques de moralina ecológica.

Siobhán es una joven estudiante de biología que para terminar su doctorado se embarca en un arrastrero de pesca con el fin de estudiar patrones de conducta de la fauna marina. Aunque no parece entrar con muy buen pie, pues su cabello pelirrojo se supone que da mala suerte (y tampoco es que ella sea muy sociable, que digamos), no tardará en firmar una unidad casi familiar con el resto de la tripulación cuando, tras penetrar en una zona restringida, sean atacados por una extraña criatura marina.

Estamos ante una producción muy pequeña, por lo que la directora Neasa Hardiman ha tenido que ingeniárselas para componer un relato de terror sin ajenas presupuesto, por lo que ha hervido que abusar de escenas de interior demasiado oscuras y conformarnos con ver poco más que los tentáculos luminiscentes de la criatura, que incómoda tiene cierto corte lovecraftiano. Por ello, en lugar de ver ataques directos del bicho debemos conformarnos con que sus largas infecten a los pescadores, que guiados por la joven estudiante tratarán de sobrevivir a la crisis.

La verdad es que, por todo lo dicho, como película de terror se me queda muy cortita. Cierto es que Hardiman se las apaña por crear varios momentos d tensión, pero tampoco es algo que no hayamos visto mil veces, mientras que la parte frenética tampoco llega a fallar lo suficiente, finalizando todo en un clímax no demasiado vistoso y poco explicativo.

Sin embargo, es en el debate mortal donde se encuentra algo de brillo en el film. Por un lado, por los dilemas que plantea y por otro por lo mucho que nos puede recordar (pese a que el film se realizó en 2019) a situaciones vividas durante la pandemia actual, donde el egoísmo individual muchas veces se enfrenta a la necesidad común.

 

Valoración: Cinco sobre diez.

La semana de Sant Jordi: RECORDANDO EL AYER

Siempre lo he dicho. Soy una persona que tiende al exceso. Y los que hayas comprado Mundo Muerto sabréis a lo que me refiero. Por eso siempre he sido más de novela que de relato corto.

Pero, de vez en cuando, me gustan los desafíos. Y en SEAT, empresa donde trabajo, el departamento de comunicación acostumbra a proponer alguno coincidiendo con la buscada de Sant Jordi.

Aún es pronto para revelar la sorpresa de este año, pero me parece un buen momento para recordar el concurso de microrrelato de hace algunos años. Contar una historia utilizando mil palabras o menos era todo un reto para mí, por eso el haber ganado el primer premio me fue tan especial.

Para recordar el momento, aquí os dejo el texto, por si lo desconocíais o no lo recordabais ya…

 

Nunca quiso ese trabajo, pero organizador de entierros era todo a lo

que pudo aspirar. Vivía en una zona de montaña y viajaba de pueblo

en pueblo, preparándolo todo, consolando a familiares y despidiéndose

de desconocidos. Tenía cara de palo, con ojos plomizos de lágrimas

postizas y traje gris. Daba pésames y regalaba tristeza.

Al terminar, se subía en su León de insultante amarillo chillón, oculto

de la vista de los familiares por respeto al luto, encendía la radio a

todo volumen, aflojaba el nudo de su corbata y se permitía soñar con

ser feliz hasta llegar al próximo pueblo.

 

Mañana más...

miércoles, 21 de abril de 2021

Visto en Amazon Prime: VIGILADOS

Vigilados es la ópera prima como director de Dave Franco, conocido hasta ahora en su faceta de actor, muchas veces al amparo de su hermano James.

Autor también (al menos en parte) del guion, Franco se aleja del tono de confería habitual de sus películas para adentrarse en una trama de misterio que mezcla diversos elementos del género para tratar de desconcertar y aportar algo de originalidad pero que fracasa en el intento.

Vayamos por partes: en su arranque, estamos ante el clásico melodrama que reúne a varios amigos bajo un mismo techo, haciendo que viejas rencillas salgan a flote. Algo mil veces visto en el cine y de lo que me viene a la mente películas de diversas nacionalidades, cada una con un tono y objetivo diferentes, como la británica Los amigos de Peter, la americana Cegados por el sol, la francesa Pequeñas mentiras sin importancia o la española Perfectos desconocidos. Películas que comparten la misma base y logran ser completamente diferentes entre ellas. En este caso, se trata de dos hermanos que deciden pasar un fin de semana junto a sus respectivas parejas en una impresionante casa que alquilan junto al mar. Por desgracia, estamos ante la muestra más torpe, siendo, para colmo, la parte que más metraje se lleva. Franco prácticamente telegrafía desde el primer minuto lo que va a pasar, y lo hace desde unos personajes planos incapaces de despertar ninguna simpatía. No es como para que uno desee que mueran, pero sí para que al espectador le importe poco lo que les suceda.

Aquí llega el primer cambio de género. Alguno podría acusarme de hacer spoilers por desvelar que alguien ha puesto cámaras de vigilancia por la casa para poder espiarlos, pero quien decidió traducir el The rental original por Vigilados ya se le adelantó.

Estamos ante una muestra más de home invasion, con los protagonistas atrapados en la casa y alguien acechándolos, y uno casi piensa que el final va a remontar, pues Franco tiene una buena oportunidad para hacer algo diferente y lo desaprovecha. Hasta ahora, no ha habido más peligro que la presencia de las dichosas cámaras, cual si de un Gran Hermano improvisado se tratara, haciendo que el conflicto y el peligro latente pero inexistente recaiga en los propios protagonistas. Aquí se habría podido jugar a aquel de que «el hombre es un lobo para el hombre». Habría sido genial que las cámaras no estuviesen conectadas o que incluso fuesen fruto de su imaginación, consecuencia de las drogas y los remordimientos, y que la única amenaza fuesen ellos mismos. Pero no. Hay un nuevo cambio de rumbo y, de repente, la película deriva en un slasher sin sentido alguno. Aquí se desvela que si los personajes no nos importan demasiado, al director aún menos. Vigilados se ha convertido, al fin, en una película de terror, pero Franco lo hace tarde y mal y el desenlace no puede ser más insatisfactorio.

No sé qué es lo que tenía en la cabeza Dave Franco para decidirse a usar un proyecto así en su debut como director, ni porque en Amazon la promocionan tanto como su estuviesen muy orgullosos de ella, pero la película no pasa de ser un drama sentimental con algo de sangre al final, sin ninguna lógica en sus acciones ni análisis de personajes, algo plana y aburrida, cuyo máximo interés recae en los dos únicos protagonistas reconocibles, Dan Stevens y Allison Brie, ninguno en su mejor momento, aunque al menos ella se está dejando ver fugazmente en la premiada Una joven prometedora.

 

Valoración: Cuatro sobre diez.

La semana de Sant Jordi: SE ACERCAN LAS GUERRAS DE SANGRE

(Antes…)

Las ramas secas crujían al partirse bajo sus pies, maltratadas por un

otoño especialmente cruel. Entre los recovecos del camino apenas

visible por la maleza, pequeños charcos de humedad seguían

congelados a tan temprana hora, estallando en cientos de motas de

cristal cuando las botas de cualquiera de los seis jóvenes profanaban

su superficie.

 

Así comienza Sanguijuelas, cual macabro presagio de lo que está por llegar. Seis jóvenes, seis ilusos que pretenden jugar con cosas que desconocen y que harán que sus vidas cambien para siempre. Especialmente para Antonio quien, casi sin saberlo, hará un pacto que sentenciará su propio destino.

Tiempo después, Antonio continúa buscándose a sí mismo cuando Tomás, un empresario ávido de poder, se cruza en su camino.

Pero el pasado siempre regresa, y Anne, la vampiresa cruel e insaciable con la que empezó todo, tiene sus propios planes para ellos.

La historia de Sanguijuelas se remonta muy atrás en el tiempo, casi veinticinco años, cuando mi buen amigo Carlos Abreu, traductor y escritor ocasional, confeccionó una pequeña pieza (en su momento iba a ser guion) de unas pocas páginas que planteaba las semillas de lo que sería la relación enfermiza entre Tomás y Antonio.

Como le sucediera a Stephen King con el poema llamado «Childe Roland a la Torre Oscura llegó» y que dio por a su monumental saga de La Torre Oscura, ese pequeño relato me cautivó hasta tal punto que también yo lo convertí en la piedra angular de mi propia saga de novelas: Guerras de Sangre. No que decir tiene, contacté con Abreu para contarle mi proyecto de crear una historia larga en base a su relato y con gran generosidad me la regaló, siendo más un concepto grabado en mi memoria que un cuento en sí, ya que no se conservaba ningún material escrito del original.

En honor a la verdad, no iba a ser esta mi primera aproximación al mundo de los vampiros. Llevaba ya un tiempo trabajando en una historia ambientada a caballo entre California y Nevada con historia de amor de por medio (y que nadie me mencione a Crepúsculo que me pongo de los nervios). Pero aún estaba desarrollando el primer borrador cuando el recuerdo de lo que acabaría siendo Sanguijuelas se metió en mi cerebro y me empezaron a asaltar las dudas sobre si era conveniente trabajar en día novelas diferentes de vampiros o era repetirme demasiado. Y es entonces cuando caí en la cuenta de que pese a ser dos argumentos muy diferentes, ambos compartían una misma base: los vampiros, después de años absorbiendo en las sombras, habían decidido dar un paso al frente y, dado que en esta época la noche tiene casi la misma vida que el día, conquistar a la humanidad.

Así, se podría decir que ambas historias eran dos patas de una misma mesa. Sólo me faltaba la manera de unirlas y descubrir hasta dónde me llevaban. Y ese hasta donde fue hasta una guerra entre vampiros y humanidad que se desarrollaría, al menos, a lo largo de cinco novelas.

Las bases de mis Guerras de Sangre ya estaban plantadas. Sólo me faltaba determinar la conexión entre las respectivas obras. Y en un ejercicio de honestidad y responsabilidad hacia el lector (y hacia mí mismo, debo reconocerlo), tomé la decisión de hacer que ambas obras (Sanguijuelas y su continuación, que tiene el título provisional de Mithos) fuesen autoconclusivas. Necesitaba que el lector pudiera enfrentarse a la novela sin tener que cargar de antemano con el peso de una saga que quién sabe cuándo se llegará a escribir. Es por eso que en la portada de la edición de Célebre Editorial no se nombra nada referente a la saga.

Al igual que Mundo Muerto, Sanguijuelas tuvo una primera edición autoeditada en Amazon, pero su carrera comercial fue muy breve, ya que no tuvo el apoyo mediático de mis crónicas zombies y además fue retirada de su venta al poco de publicarse, ya que coincidió en el tiempo con mi entrada en Célebre Editorial y no quería coincidir al lector, pues mi deseo era que fuese la editorial capitaneada por Ricard Pérez quien hiciera la reducción definitiva.

Ahora, arrastrando aún está extraña época de pandemias, Sanguijuelas vuelve a salir a la luz, esta vez con toda la ambición del mundo y el deseo de llegar al máximo número de lectores.

Es una época complicada, con un Sant Jordi mermado al que hay que añadir los problemas logísticos que van a retrasar una semana la publicación, pero saldremos adelante. Anne no se rendiría y yo tampoco pienso hacerlo.

Así que recordad: Sanguijuelas, ya en preventa en Célebre Editorial  y muy pronto en vuestra librería preferida.

Mañana, más...

Visto en Netflix: BARRENDEROS ESPACIALES

Aunque estrenos muy acostumbrados a relacionar los blockbusters de cine con grandes producciones made in Hollywood, lo cierto es que el cine oriental cada día cobra más fuerza en todo el mundo. Directores como Bong Joo-ho lo demostraron con la ya lejana The Host, conquistando la Meca del cine hasta llegar a arrasar en los Oscar con Parásitos, mientras que Yeon Sang-ho consiguió con Train to Busan un clásico instantáneo. Si, se ha registrado que no todo el cine oriental es místico y contemplativo, mucho menos en surcoreano, y las plataformas de streaming han conducido internacionalizar más aún. Además, son películas de presupuesto muy inferior a lo que se podría suponer con excelentes resultados (miren, si no,  Alerta roja).

Barrenderos espaciales, pese al poco glamour que tenga su título en español, es el mejor ejemplo. Dirigida por Sung-hee Jo, estamos ante una space-opera que no tiene nada que envidiar a cualquier producción americana de doscientos millones de presupuesto.

De hecho, se podría hablar de un cruce entre las aventuras espaciales de Star Wars, el humor y la crispada camaradería de Guardianes de la Galaxia y la ternura de El quinto elemento.

En el año 2092 la tierra está al borde del colapso pero una megacorporación ha conseguido convertir Marte en un paraíso habitable. En este panorama se encuentra un grupito marginal de basureros espaciales, abogados por las deudas, que un día se topan con una niña que puede suponer una gran amenaza, debiendo debatirse entre sacar beneficio de ella o protegerla de todos sus perseguidores.

Debo confesar que es tal el cúmulo de conceptos e ideas que se plantean en la película que es fácil sentirse desorientado en algún que otro momento, mientras que no todo el humor que contiene térmica de funcionar para alguien de costumbres occidentales. Meros detalles al lado de una construcción de personajes ejemplar (no se logra simpatizar con los personajes haya el momento en que, ya conocidos sus pecados del pasado, afecten a actuar como un equipo), un gran sentido del ritmo y la aventura, unos efectos especiales de gran nivel y una banda sonora épica.

Se trata, en fin, de un espectáculo de primer nivel, emocionante, divertido y emotivo. Y visualmente apabullante.

 

Valoración: Siete sobre diez.

martes, 20 de abril de 2021

La semana de Sant Jordi: DE CHARLA CON VERÓNICA BAEZ.

¿Conocéis a Verónica Baez? Es una joven apasionada por la lectura que lleva ya algún tiempo promocionando escritores desde su canal de Instagram.

Además, es poetisa, y lo podéis comprobar comprando su primer libreto: Simetrías por trazar.

El otro día tuvimos la oportunidad de conocernos mejor gracias a una agradable entrevista (yo casi la llamaría mejor charla) en la que dice tiempo de repasar los orígenes como escritor (mención obligada a Carlos Abreu y Walter Arias), dar un par de pinceladas a Mundo Muerto y Sanguijuelas e incluso tantear el futuro.

Os recomiendo seguir a Verónica de cerca. Y a los que seáis de Barcelona, os adelanto que este Sant Jordi estará firmando por aquí… ¡¡Buscadla!!

Y por si os perdisteis nuestra charla, a continuación os dejo el vídeo. Disfrutadlo y comentad:



Mañana, más...

lunes, 19 de abril de 2021

Cine: UNA JOVEN PROMETEDORA

Cassie es una joven atormentada por lo que le sucedió en la Universidad a su mejor amiga, Nina, Este podría ser el argumento de Una joven prometedora, película de la que conviene no saber demasiado no ya por que se desvele sus secretos (que algún giro de guión sorprendente tiene) sigo por crear falsas expectativas.

Y es que la película que ha descrito y dirigido Emerald Fennell es mucho más contenida y sutil de lo que prometía su tráiler. Si uno busca una película de venganzas femeninas sangrientas y crueles, mejor que se acerque a títulos como Revenge, de Coralie Fargeat, pues la Cassie de Una joven prometedora es retorcida y perversa, pero bastante más inofensiva.

Estamos en plena generación del #metoo, y eso se nota mucho en las pretensiones del film, pero a la vez su mensaje (o quizá la forma de comunicarlo) se me antoja algo caduco. Hay que avisar con pies de plomo cuando se avanza una película así, pues cualquier cosa que se le critique puede ser fácilmente malinterpretado. Son muchos, sin embargo, los que la acusan de copiar muchos conceptos a una película ya vista como es Carrie 2 (que confieso que no he visto), pero a mí me venía un referente mucho más actual como es la serie Por trece razones, al menos en cuanto a sus intenciones.

Es ese supuesto velo de película-denuncia que le ha proporcionado todas las nominaciones al Oscar (algunas desproporcionadas, en mi opinión) lo que hace que su faceta de thriller quede algo empañada, pues para ello tiene un ritmo algo extraño:

La primera parte es sublime, con Carey Mulligan en modo depredadora de la noche que da muy mal rollo, pero luego hay un ligero bajón con la trama romántica que remonta en su desenlace final. Un desenlace, sin embargo, que no estoy seguro que sea el adecuado, con una doble peineta muy eficaz para despistar al espectador y dar una doble moraleja pero que puede llegar a resultar algo tramposo e incluso facilón. Lo que sí consigue, desde luego, es invitar al debate y la reflexión, lo que ya de por sí es todo un triunfo.

Con bastantes caras conocidas en su reparto (Allison Brie, Adam Brody, Máx Greenfield… más alguno, como Alfred Molina, que ni siquiera aparece acreditado), es sin duda Mulligan quien se lleva todas las miradas y los aplausos, siendo su interpretación sencillamente sublime. Tiene espacio para jugar con sus registros y la actriz sabe aprovecharlo a la perfección, elevando a niveles estratosféricos las mágicas que el guión pueda tener en algún momento.

Y como conclusión final, el sabor agridulce del mensaje que parece quedar transmitir la realizadora: de una manera u otra, el patriarcado siempre tiene las de ganar, mientras que la venganza no siempre es la mejor salida. Y es que, al final, más allá de muchas entre patriarcado y enfrentamiento, esto va también sobre el dolor, la pérdida, la soledad y la obsesión. Y esos son sentimientos que pueden hundir a cualquiera en el abismo, ya sea hombre o mujer.

 

Valoración: Ocho sobre diez.

La semana de Sant Jordi: OTRO AÑO SIN FIRMAS

Ya hace años que Sabina cantaba aquello de: «¿Quién me ha tocado el mes de abril?».

Empieza hoy la semana de Sant Jordi. Empieza hoy otra semana sin firmas...

Ya lo he ido anticipando por redes sociales, pero ha llegado el momento de confirmado en mi blog oficial: Un año más, Sant Jordi será algo descafeinado.

Resulta curioso que desde que se publicó por primera vez Mundo Muerto, allá por 2017 y mediante la fórmula de la autopublicación, no he fallado ni un solo 23 de abril, ya sea firmando en las desaparecidas Libr-up o Mon Mitic, en una parada de la biblioteca de Can Fabra de Barcelona o en la plaza mayor de Maçanet de la Selva. Ironías del destino, ha sido precisamente tras fichar por una editorial de verdad que la racha se ha truncado. Y no precisamente por culpa de ellos.

En Célebre Editorial se han portado estupendamente, desde una espectacular presentación en la mítica librería Gigamesh hasta presencias confirmadas en ferias del libro tan importantes como la de Madrid, Alcobendas o Valencia. Pero todo se truncó por culpa de cierto bichito microscópico al que han dado por llamar Covid-19 y que apareció justo después de la presentación de Gigamesh (fue por los pelos) y que imposibilitó toda presencia en ferias literarias debido a las restricciones y, sobretodo, al confinamiento por el estado de alarma del año pasado. Y, por supuesto, fulminó cualquier esperanza de poder firmar libros en Sant Jordi. Dicen que quien no se consuela es porque no quiere, y se pidió maquillar un poco la cosa con un maratoniano programa en directo desde el Facebook de la editorial y presentaciones on-line, amén de disparar un simulacro de Sant Jordi en el mes de junio. Pero claro, no es lo mismo. Primero, porque un día del Libro (y de la Rosa) alejado del mes de abril pierde su romanticismo. Seguro, porque pese a las halagüeñas (e irrisorias) previsiones, la pandemia no había cedido demasiado (y lo que estaba por llegar), y el miedo y las nuevas restricciones impidieron que la cosa tuviese un mínimo de lustro. En aquellos momentos, las mentes de todos los perjudicados (autores, libreros, editores, distribuidores y floristas) estaban con la misma idea: darlo todo en el Sant Jordi del 2021. Y hete aquí que después de pensar que 2020 había sido un año especialmente nefasto, descubrimos que con el cambio de dígito la cosa no iba a variar mucho.

Habían grandes eléctricas para la jornada de este próximo viernes, con firmas previstas en las calles de Barcelona y Badalona, a las que se les sumaba mi presencia en la librería Somnia (de los mismos propietarios que Célebre Editorial) y con la opción de Maçanet e la recámara.

Y de nuevo el destino cruel se cruza en nuestro camino. De nuevo aumentan las restricciones y, aparte de del confinamiento perimetral en Cataluña que impide la entrada y salida comarcal, se prohíben las firmas en la calle. Ni siquiera se permite a los autores estar en los stands de las editoriales.

A todo ello, a nivel personal, se suma una serie de problemas logísticos (que es la manera educada de decir que por culpa de la pandemia todo funciona mucho peor) que va a impedir que Sanguijuelas llegue físicamente a las librerías a tiempo. Ello ha motivado que finalmente haya decidido no estar presente tampoco en Somnia (el último reducto que nos quedaba). Es absurdo quitarle el espacio a otro autor que pueda presentar alguna novedad cuando mi oferta consiste en una novela del año pasado que aspiraba a engordar al público más casual, aquel que se detiene a chafardear en las paradas y que si entra en una librería es buscando algo concreto.

Al menos, me dicen que los vendedores de rosas sí esperan que sea un buen año.

Pero no escribo esto para compartir mi pataleta. No es momento de llorar, sólo quería explicaros una situación concreta y sus motivos. Al fin y al cabo, no es verdad que nos hayan robado el mes de abril. Ya lo dice la propia canción: «lo guardaba en el cajón, donde guardo el corazón». Y ahí seguirá hasta el año que viene en el que, esta vez sí, vamos a darlo todo.

Pero tampoco estoy dispuesto a esperar tanto, y a poco que mejoren las cosas espero poder anunciar en breve la presentación de la nueva edición de Sanguijuelas para mayo o junio, más presentaciones en septiembre y octubre y, quizá, hacer acto de presencia en el próximo Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Sitges.

Pero ya hablaré de eso cuando llegue el momento. Por ahora, prefiero centrarme en esta semana de Sant Jordi en la que voy a publicar un comentario diario con alguna que otra sorpresita.

Y es que, como se podría escribir en alguna pancarta revolucionaria: «Nos podrán quitar las firmas, nos podrán quitar las ventas. Pero no nos podrán quitar la ilusión».

Mañana más...

Visto en Netflix: DE AMOR Y MONSTRUOS

Dirigida por Michael Matthews  y con guion de Brian Duffield, surgido de la saga Divergente pero autor también de The babysitter o Underwater, De amor y monstruos es una entretenida película que juega a mezclar géneros aprovechándose de todos sus tópicos pero sin caer con torpeza en ellos.

Ya el arranque, contado mediante una estimulante sucesión de ilustradores, deja las cosas claras de por dónde van a ir los tiros: un meteorito gigante anegada a la Tierra y la única solución parece ser enviar un montón de misiles para destruirlo sin contar con que ello iba a provocar una lluvia radioactiva que mutará a los seres de sangre fría en terribles y peligrosos monstruos, provocando que apenas siete años después los pocos supervivientes deban malvivir escondidos en búnkeres y cuevas.

En esas se encuentra Joel, un joven incapaz de enfrentarse a las criaturas que un buen día decide aventurarse al peligroso mundo exterior para ir en busca de su novia Aimee, que se encuentra en otro campamento a apenas ochenta millas.

Dicho así, uno podría esperarse una aventura tontorrona del género young adult, sensación incrementada por el hecho de que el protagonista, Dylan O'Bryen, sea recordado principalmente por haber liderado la saga de El corredor del laberinto. Además, todo lo que lo mueve es su amor por el personaje al que da vida Jessica Henwick (Iron Fist, Defenders), lo que invita además a pensar en un desenlace acaramelado y poco realista.

Sin embargo, y este es el principal mérito del film, esconde de fondo una historia dramática que ayuda a dar peso y empaque a los personajes, sobre todo si de Joel, lo que la convierte en una película mucho más adulta de lo que cabría esperar.

Y eso teniendo en cuenta que tampoco parece querer robarse sensual en serio a sí misma, d manera que las situaciones de humor se acumulan, consiguiendo un contraste algo peligroso pero que funciona en todo momento.

Eso, sin olvidar que estrenos sobre todo ante un filme de aventuras que parece sacado de alguna novela de Julio Verne pasado por el filtro de John Hugles.

Los efectos visuales son de primera, no en vano están nominados al Oscar, aunque se echa en falta un presupuesto más generoso para poder abusar más de ellos (no siempre se siente el peligro que se supone que corren los protagonistas) o poder adentrarse en las ciudades, aunque la inducción puesta lo comprueba con creces. Lástima no haberla podido disfrutar en pantalla grande, pero me temo que es una consecuencia más de los tiempos que corren.

En resumen, película muy entretenida, que ofrece más de lo que uno podía esperar a simple vista, y que contiene algunos personajes (estoy pensando en concreto en Clyde y la niña, que se merecerían su propio spin-off) para el recuerdo.

 

Valoración: Siete sobre diez.

domingo, 18 de abril de 2021

Visto en Netflix: PATRULLA TRUENO

Siguen proliferando películas de superhéroes de todo tipo. Es ya una moda que no tiene visos de terminar y es lógico que aparezcan sin productos inspirados de ellas. Las hay de todo tipo y corte y la comedia no era una excepción. De hecho, Superhero Movie data ya del 2008. El caso que nos ocupa, Patrulla Trueno, no es, sin embargo, una burda parodia de los universos de Marvel y DC, siendo más bien otra vuelta de tuerca de la comedia de acción tal y como hiciera Un espía y medio, El espía que me plantó, etc.

Sin embargo, y aun siendo una película simpática y con algún momento divertido, la película cuenta con varios problemas, empezando por su propio director.

Ben Falcone, que en esta ocasión se encarga también de firmar el guion en solitario, parece confiar demasiado en la comicidad de Melissa McCarthy, esforzándose bien poco en hacer que será el guion quien provoque la comedia. Es como si todo girara alrededor de la actriz, que no por causalidad es también su mujer, haciendo que la supuesta dupla que esta forma con Octavia Spencer quede muy deslucida, dando a la segunda un rol más secuestro del que debería. Además, aun entendiendo que esto es una confería simplona a la que no hay que buscarle tres pies al gato, los agujeros de guion son, en ocasiones, difíciles de pasar por alto, lo que también incómoda el disfrute de la obra.

Al final, y entendiendo que la simpleza de la acción se debe más a temas presupuestarios que a otra cosa, lo que queda es una comedieta funcional con algún hallazgo interesante pero sin demasiada enjundia.

 

Valoración: Cinco sobre diez.

Visto en Movistar: VICIOUS FUN

Rebuscando entre los estrenos de Movistar me he topado con una simpática película canadiense que, por sus aspiraciones, difícilmente tendrían cabida en una sala de cine convencional. Pero la plataforma de Telefónica parece estar acostumbrándose a recoger todo lo que pasa por Sitges y trata Vicious fun es la última prueba.

Fechada en el 2020, la película cuenta con un grano y una textura que evoca directamente con el cine de los ochenta, pero sin buscar ese elemento nostálgico tan saturado últimamente. No hay por aquí chavales en bici hablando por walkie talkies, para que me entiendan, pues no se trata de recuperar el espíritu de la Amblin, sino del cine de videoclub algo más marginal con reminiscencias al estilo Carpenter.

Joel es un chaval que escribe críticas de cine para la revista que da nombre al film que, encaprichado de su compañera de piso decide seguir a escondidas a su turbio novio para acabar metiéndose, literalmente, en la boca del lobo.

Una reunión de psicho killers de diversa índole dará pie a una orgía de sangre que, sin giros de guion demasiado memorables, cumplen como entretenimiento para los amantes del género.

Entretenimiento con salsa de tomate que funciona como un quién es quién del manual del psicópata.

 

Valoración: Seis sobre diez.

Visto en Netflix: SKY ROJO

Aunque tengo pendiente aún White line, esperaba con ganas la buena propuesta de Álex Pina al frente de su productora Vancouver, aunque debo reconocer también ciertos recelos tras la flojita despedida de la serie Vis a vis con esa especie de spin off deslucido que fue El Oasis y dejándome cierta dejación de vacío la cuarta temporada de La casa de papel, en la que, aparte de cierta muerte que no voy a comentar por si alguien la tiene pendiente, da la sensación que ni sucede nada que haga avanzar la trama.

A priori, Sky rojo parece casi una gamberrada, un producto que bien podrían haber partido tras una noche de copas Quentin Tarantino y Robert Rodríguez, como si «Las Novias» fuese una suerte de «La teta enroscada» cambiando el desierto mejicano por el de Tenerife. Además, el extraño formato de apenas media hora de duración propicia que sus ocho episodios se devoren en un santiamén.

Y es que el argumento no puede ser más tarantiniano. Tras una discusión en un club de carretera tres prostitutas hieren de gravedad al dueño del mismo y matan por accidente a la Madame, por lo que deben emprender una huida sin mirar atrás para salvar sus vidas. Nada demasiado relevante si no fuese por la controversia que ha creado por la supuesta exaltación del proxenetismo, con discursos que parecen defender e incluso elevar la traza de blancas. Naturalmente, no hay ninguna intención por parte de Pina y sus colaboradores en ello, pero como siempre hay gente incapaz de diferenciar al autor del personaje.

Si hay en Pina una intención de buscar la polémica (o por lo menos el escandalizar) con el uso (y abuso) de escenas y conversaciones subidas de tono más explícitas de lo que estrenos acostumbrados a ver en una serie como esta y que tampoco necesita para reflejar lo que intenta explicar. Más cuando en algunos momentos tiene un toque de comedia que choca de frente con ello.

Soy ya perro viejo y difícil de escandalizar, por lo que las provocaciones de Pina no me han afectado tanto como la dificultad para simpatizar con las chicas protagonistas, cuya huida hacia delante en su rol de vitrinas tampoco me sirve para justificar ciertas decisiones que roban por el camino, amén que viendo sus personalidades sólo la Gina interpretada por Yani Prado puede aspirar a robarle el corazón al espectador.

Así, Sky rojo es una cafrada muy divertida por momentos pero que deja una ligera sensación de ir de más a menos. Tal y como comentaba al respecto de Godzilla vs. Kong, el guion es ridículo hasta decir basta, pero no es motivo para no disfrutar de esta mezcla de sangre, sexo y humor que sólo recibía cuando aspira a ponerse algo sería. Si me molesta algo cuando Pina tiende a repetirse, fotocopiando situaciones de otras producciones suyas.

De nuevo coitos interrumpus al final de la temporada, pero al menos esta vez los nuevos episodios están a la vuelta de la esquina. Será entonces cuando podamos comprobar su la cosa llega a buen puerto o nos dejan con las ganas mediante otro cliffhanger demoledor y si la incorrección política se mantiene o Pina se deja domar por las masas furibundas.

Cine: GODZILLA VS. KONG

Aunque seguimos acordados por la pandemia y las restricciones, las aguas, en algún momento, debían regresar a su cauce. En el mundo del cine así empieza a ser, y ya están llegando algunos estrenos gordos que sin duda arrastrará a muchos otros. Más teniendo en cuenta el éxito de taquilla que está siendo Godzilla vs. Kong.

Estrenos ante la cuarta película ya de ese universo compartido creado por Warner (de la mano de Legendary) al que han llamado Monsterverso y que al menos está demostrando más coherencia interna que su DCEU superheroico.

Es curioso, sin embargo, que Warner esté siente perseguida por las reacciones más opuestas, pues si hay muchos que opinan que la saga va claramente en decadencia, otros tantos son los que lo ven radicalmente a la inversa.

Sin creer que ninguna de ellas sean para lanzar cohetes, me ayudó más a la segunda corriente, ya que no conecté demasiado con el Godzilla de Gareth Edwars, Kong: la isla Calavera de Jordan Vogt-Roberts me interesó pero la noté algo carente de alma y sólo Godzilla: rey de los monstruos de Michael Dougherty supuso un claro paso atrás en una saga en la que no tenía demasiada fe ya.

Sin embargo, Godzilla vs. Kong, sin ser gran cosa, al menos da lo que ofrece: puro rock'n'roll. Cierto es que si logramos la calidad fílmica es el trabajo de Edwars quien tiene una fotografía más lúcida, pero a cambio del peaje de ser tremendamente aburrida. Este capítulo aparentemente final es un buen espectáculo entre dos bestias pardas dándose de leches, que es lo que uno espera ver en un título así, con escenas luminosas y unos efectos de primer nivel.

Ya ganó enteros el proyecto cuando se supo que Adam Wingard iba a ocupar la silla de director. Pese a la decepción que supuso Blair Witch, su carrera está plagada de películas interesantes, desde la divertida The guest hasta las estimulantes Tú eres el siguiente o Death note, sin olvidar sus aportaciones a las antologías de VHS o The ABC of terror. El Godzilla vs. Kong Wingard contiene todas sus filias y excesos, resultando ser lo más parecido que puede haber a un blockbuster de autor. Visualmente es espectacular y luminosa y consigue que la rivalidad entre los dos monstruos sea creíble y hasta contagiosa (en el cine había gente haciendo equipos, como sucediera en el Civil War de Marvel), y el ritmo avanza sin que las diferentes subtramas se molesten entre ellas demasiado. Aquí se encuentra otro punto de discrepancia entre críticos: unos echan en falta más profundidad en los personajes reales; a otros casi les molesta. El propio Wingard zanja el debate señalando que de haber otra película más está debería carecer totalmente de personajes humanos. Yo, por mi parte, pese a lo planos que son, los prefiero a los rostros atormentados y cargados de angustias de las dos Godzillas anteriores. La cuestión es que su única finalidad es hacer que avance la trama entre pelea y pelea, y en ese sentido lo hacen correctamente.

Ojo, me estoy refiriendo a la trama, porque el guión es otra cosa. Ahí sí que la película es un completo disparate (algo que ya se intuía desde que en Kong: la isla Calavera se introdujo el concepto de la Tierra Hueca), con situaciones absurdas, y tempos narrativos irrisorios. Todo es un completo sinsentido pero, al no tratar de tomarse en serio a sí misma en ningún momento y jugar a homenajear a los clásicos japoneses, tampoco llega a molestar. Todo es cuestión de dejarse el cerebro fuera del cine y no darle muchas vueltas.

Y la cuestión final es: ¿será esta la última película del Monsterverso? A priori todo parecía indicar que sí, y ese es precisamente el motivo por el que no se ha incluido ninguna escena postcréditos, más a tenor de las disputas legales entre Legality y Warner, pero el vista del éxito que está teniendo mucho me extrañaría que no se profundizara más en esa Tierra Hueca. La clave es si alguien se va a molestar en analizar si el éxito es derribado de la propia película o de la situación que vivimos, demostrando que la gente tiene muchas ganas de cine. Pero no sé si mis de Warner estarán por la labor de tan concienzudos análisis. Es como si intentaran aceptar que las decepcionantes cifras de Tenet y Wonder Woman 84 se debieron al covid y no a que sin una patata de películas.

 

Valoración: Siete sobre diez.

domingo, 11 de abril de 2021

Visto en Movistar: BECKY

Becky es una de esas películas festivaleras que tanto gustan en Sitges y que, ante la imposibilidad de destacar en cartelera frente a otros títulos «serios», tienen una segura vida en plataformas como Movistar.

Si quisiera ponerme dramático, podréis decir que la película trata de cómo una niña debe hacer frente a la muerte de su padre y al trauma que le supone aceptar que su padre haya seguido adelante, encontrando incluso un nuevo amor para sustituirla.

Siendo más simplista, podría decir que estamos ante una buena oportunidad para comprobar cómo Kevin James, mascota habitual de Adam Sandler, es capaz de enfrentarse a un registro serio. Nada más y nada menos que transformándose en un supremacista nazi, al más puro estilo American history X.

Y, por descontado, podernos analizar el trasfondo social que hay tras un grupo de ex-presidiarios racistas que luchan, de una maceta muy especial, por la pureza de la raza.

Pero dejémonos de tonterías. Esto, en realidad, es un home invasion en toda regla ampliado a una zona boscosa, con una niña enfrentándose a todo un grupo de adultos asalvajados como una Macaulay Culkin desatada cualquiera.

Con Lulu Wilson (vista en Annabelle: Creation o La maldición de Hill House, por ejemplo) dándolo todo y Joel McHale en plan estrella de lujo, la película, dirigida por Jonathan Milott y Cary Murnion es otra de esas orgías de sangre y desmembramientos desenfadada y divertida a la que tengo que reprochar algún momento censurado oscuro en su tramo final que desluce algo del gore.

James da directa suelta a su locura como pocas veces tiene oportunidad de hacer y el resultado, como otros títulos recientes concentrados por aquí, es una cargada de humor muy negro que satisfará nuestros instintos más salvajes siempre que dejemos el cerebro (y el estómago) lejos del televisor.

 

Valoración: Seis sobre diez.