Cuando parecía que en Warner
ya no se podían superar, lo han vuelto a hacer. Al fin se ha desvelado el misterio
de porqué han decidido estrenar Wonder Woman 84 en su plataforma HBO Max
simultáneamente que en cines y sin ningún coste adicional. Y la razón no se
debe ni a la pandemia ni a la cantidad de cines cerrados alrededor del mundo.
El motivo es que la película es tremendamente mala. Un horror, incluso.
En Wonder Woman 84 el
villano de la función tiene un hijo de unos cinco años más o menos, y esa
podría ser la edad que uno calcula que tenga quien haya imaginado un argumento
tan espantosamente ridículo como el que presenta esta película de más de dos
horas y media que, en honor a la verdad, tampoco es que se haga larga.
Tras un prólogo excesivo pero visualmente atractivo en la que se
retorna al pasado de Diana, la película arranca con una especie de segundo
prólogo en la que Wonder Woman realiza pequeños actos heroicos hasta culminar
en el desbaratamiento de un atraco en un Centro Comercial que, aunque aspira a
tener tintes dramáticos, rezuma un humor ridículo que me hizo recordar al
arranque de Superman III. Ya en ese
momento uno sabía que no se podía esperar demasiado de la película, más que
confirmar que en Warner habían decidido
abandonar, definitivamente, la oscuridad cimentada por Nolan y Snyder en losinicios del proyecto. Lo único bueno, ver a la amazona en acción, ya que a
partir de ahí pasa casi un tercio de película deambulando de aquí para allá con
ropa de civil (hay que lucir a Gal Gadot, y qué mejor manera de hacerlo que en
escenas propias de anuncios de perfume navideños), configurando el tramo más
aburrido (que no el peor) de la película.
Alguna vez he comentado que, ante cierto tipo de película que
parece gustar al respetable y a mí me horrorizan, puede que me esté haciendo
mayor. Quizá esa es la explicación para haber sufrido al encontrarme con que no
estaba entendiendo nada de lo que pasaba en pantalla. Pagaría por un tête-à-tête con quien tuviera la idea de
esta trama para que me explicara los cien mil agujeros de guion, desde un
villano de opereta hasta una serie de situaciones que solo sirven para aderezar
el espectáculo con algo de acción en el segundo tramo del film, lo más
entretenido. Sigo teniendo, no obstante, graves problemas con la manera de
filmar la acción de la Jenkins y, sobre todo, con los horrorosos cromas cada
vez que Wonder Woman salta por los aires que me retraían, esta vez, a la
terrible Superman IV. Todo lo que se
explica en pantalla es una total tontería, y los momentos hermosamente visuales
no deberían servir como justificación para un «todo vale» que me hizo sentir vergüenza
ajena en más de una ocasión (estoy pensando, por ejemplo, en el avión invisible
atravesando los fuegos artificiales). Afortunadamente, Hans Zimmer está especialmente
inspirado en la partitura musical y entre eso y el potente leitmotiv que creó
para ella en Batman V. Superman las
escenas de acción aparentan más épica de la que en realidad tiene.
Y en esas que llegamos al tramo final, donde todo pierde definitivamente sentido. Lo único destacable es el leve trasfondo político con un villano que podríamos comparar a Donald Trump y un presidente de los Estados Unidos que emula a Ronald Reagan aunque no se atrevan a nombrarlo directamente. Aquí todo es ya un sinsentido terrible, con Minerva llegando al zenit de su transformación para luego solventarlo en apenas diez minutos y con los habituales excesos digitales marca de la casa, con un plan maestro del villano absurdo y desproporcionado, con escenas irrisorias de Diana emulando a Spiderman primero, enganchando su lazo a los relámpagos (!!) para terminar convertida en una versión femenina del mismísimo Superman (!!!), incoherencias varias y un clímax moralista, de nuevo sonrojante, que no hay por dónde agarrarlo.
En fin, que sin llegar a aburrir y con cierta disparidad en cuanto a la calidad de las escenas de acción, la ridiculez de su guion y de muchas de sus escenas, así como la falta total de sentido en cuanto a la forma de actuar de la mayoría de los protagonistas hacen que la película sea un despropósito total, con reminiscencias a la peor serie B de los años setenta, con antagonistas megalómanos sin objetivos claros más que el poder por el poder, resoluciones de chichinabo y chistes generacionales pasados de moda.
Valoración: Tres sobre diez.
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