martes, 23 de agosto de 2022

Artículo: ENTREVISTA EN RADIO MARCA

Aún no ha llegado septiembre y ya empiezo a ponerle las pilas. Mientras en los supermercados llevan semanas anunciando la vuelta al cole, yo continúo con un verano atípico en el que la baja me da mucho tiempo libre que Noah me absorbe. A punto de empezar mis propias vacaciones, quiero dedicar esta nueva temporada a dar un vuelco a mi carrera literaria, poniéndome más en serio en el tema de la promoción y tratando de averiguar hasta donde puedo llegar realmente.

El primer paso ha sido gracias a un maestro de la radio. Con más de treinta años en antena y multitud de premios, entre los que se encuentra el premio Sant Jordi de cinematografía, La Claqueta de Radio Marca es uno de mis referentes semanales (en realidad, el único programa de cine que escucho, si nos limitamos a la radio convencional; los podcast son otra cosa). He asistido varias veces al programa como oyente y me he granjeado una buena relación con su presentador y director, el gran Pepe Nieves, mientras que las opiniones y anécdotas de sus colaboradores (Fausto Fernández y Josep Parera son leyendas para mí) me han servido de inspiración para El hombre de trapo mataba por amor (aunque alguna referencia al programa estaba ya en Mundo Muerto).

El caso es que tras la mención que en la diada de Sant Jordi Pepe Nieves hizo de la novela, hace unas semanas contactó conmigo para proponerme una entrevista que se gravó en los estudios de Radio Marca en Barcelona y que fue emitida el pasado domingo, 21 de agosto, en el programa dominical.

No todos los días se tiene la oportunidad de hablar en un programa de carácter nacional y los casi diez minutos que Pepe Nieves le dedicó a El hombre de trapo mataba por amor son oro puro. No sé si esto se traducirá en ventas, pero con el orgullo que me hizo sentir ya me doy por satisfecho.

Como sea, comparto con vosotros el audio del programa. Mi participación llega alrededor del minuto once, pero ya que estáis os recomiendo escucharlo entero. Vale la pena.

Gracias de nuevo a Pepe Nieves por el cariño y aprecio con el que siempre me ha tratado y gracias también por su incansable trabajo al frente de La Claqueta. Los cinéfilos de verdad aprendemos cada día algo nuevo gracias a él, a Marga, a Villalobos, a Alarcón y todos los que ponen su granito de arena para que el cine siga siendo el gran espectáculo que es.

Cine: ¡NOP!

A lo largo de la historia del cine siempre han existido directores con cierto aura de intelectualidad que han mantenido un feliz coqueteo con la crítica y que han despertado sentimientos encontrados entre el público, provocando pasiones irracionales que hacen que los adores o los odies. Hasta hace un tiempo, solían ser autores de prestigio pero con cierta marginalidad, genios difíciles de clasificar, como podrían ser David Lynch o Terence Malik, pero últimamente se está dando el fenómeno en autores de blockbusters, realizadores de productos mainstream, como Christopher Nolan o Denis Villeneuve.

Con ¡Nop! Jordan Peele entra oficialmente en ese selecto grupo, consiguiendo un record impensable (ser el primer director en superar lo cien millones de recaudación en los UA con sus tres primeras películas) y dando un nuevo sentido al cine de suspense. Tras la sorpresa de ¡Déjame salir! y la confirmación de Nosotros, con ¡Nop! deja un poco de lado la reivindicación racial tan presente en sus propuestas (aunque no del todo) para hacer una burla de la búsqueda de la fama rápida y el consumismo del espectáculo de nuestra época, usando como vehículo una entidad extraterrestre que sobrevuela una granja en el valle de Santa Clarita, California.

De nuevo Peele ha satisfecho a la crítica y, parece, al espectador, sumando un nuevo triunfo a su currículo, con una película que se ha definido como una obra maestra del terror y se ha querido comparar con el cine de Spielberg. Algo de esto último hay (aunque no tanto como de la muy superior Señales de Shyamalan), pero ya anticipo que poco he encontrado de lo primero.

No voy a destrozar ¡Nop!, ya que es una de esas películas a las que conviene acceder sin saber nada de ella y el hype que está levantando sin duda puede llegar a transformarse en decepción, como fue mi caso. Lo cierto es que si con Men (Garland es otro que podría sumarse a esta lista de directores de reacciones viscerales) salí descolocado pero satisfecho, ¡Nop! me aburrió en demasiados momentos, no despertando en mi nada del supuesto terror que promete y sintiéndome algo engañado. Es de esas propuestas en las que entiendo lo que me quieren contar pero que no comparto el modo. Por ejemplo, entiendo el viaje emocional del protagonista tras la muerte de su padre, pero no creo que ese viaje esté bien resuelto. Entiendo la crítica al patetismo del espectáculo caduco de generaciones pasadas, pero no apruebo los injertos de la historia de Gordy que, metáforas aparte, poco aportan a la trama más que entorpecer el ritmo, y, pese a la contagiosa alegría del personaje de Keke Palmer, me irrita la desidia de Daniel Kaluuya, que entiendo que hace lo que el director le pide, pero que me daba ganas de abofetearle la cara cada vez que salía en pantalla para hacerle reaccionar.

En resumen, que Peele compone una película que resulta muy interesante vista desde el tráiler pero cuyo ritmo (lo que no debería desmerecer una preciosista fotografía) no conduce a ningún sitio, la ausencia de respuestas es desesperante en lugar de intrigante y el diseño final del ser roza lo patético. Eso sin mencionar que, a poco que se le quiera dar un racionamiento serio a lo que sucede (esto no es una fantasía de superhéroes, es un drama familiar con aspiraciones críticas) la trama hace aguas por todas partes.

En resumen, una obra maestra del terror que, a mi entender, no asusta en ningún momento y que yo, personalmente, voy a suspender. Igual el raro soy yo…

 

Valoración: Cuatro sobre diez.

Visto en Netflix: LOCKE & KEY T3

Después de una segunda temporada que no me terminó de enamorar del todo, Locke & Key se ha propuesto remontar en su tercera y, aparentemente, última temporada y ha sabido, al fin, distanciarse de los cómics, incluso contando con el propio Joe Hill, creador original junto al dibujante Gabriel Rodriguez, firmando alguno de los guiones.

Conscientes de la bajada de interés por parte de la audiencia (de hecho, el estreno de esta tercera temporada a pasado sin pena ni gloria), desde la producción se ha buscado la forma de dar un cierre satisfactoria a la serie, conformando la temporada más breve de las tres y, a la vez, la más intensa.

Es cierto que la gracia original se ha perdido ya, y que los personajes toman decisiones que los convierten, directamente, en tontos perdidos (aunque tampoco es que en las dos temporadas anteriores se mostrasen muy lumbreras). A cambio, los guiones se encargan de que el ritmo impida el aburrimiento, con potentes cliffhangers al final de cada episodio que invitan a ver la última tanda de episodios en plan maratón. El final, aunque algo desangelado, es satisfactorio y se permite tomarse su tiempo para cerrar bien todas las tramas, con epílogos en plan El retorno del Rey, dejando un buen sabor de boca.

En fin, una buena conclusión para una serie que, en realidad, nunca debió pasar de la primera temporada y que no ha llegado a los niveles de originalidad y locura de os comics.

Cine: VOY A PASÁRMELO BIEN

Después del revival que estamos viviendo en el cine de grupos o cantantes míticos de la música internacional, era inevitable que tarde o temprano la moda llegara a nuestro país, y tras la flojita Explota explota, inspirada en la cantante italiana Rafaela Carrà, los siguientes en recibir tal honor no son otros que Los Hombres G.

El musical no es uno de los géneros más prolíficos en España, pese a los éxitos que fueron en su momento Al otro lado de la cama y La llamada, así que habrá que esperar para ver si Voy a pasármelo bien repite tendencia, aunque ya aviso que no es una película tan redonda como las anteriores, por más que esté dirigida por David Serrano, guionista, precisamente, de Al otro lado de la cama.

Voy a pasármelo bien no es un musical sobre Los Hombres G, sino que presenta una historia original (es un decir) inspirada en su obra, tal y como se hiciera con Mamma mía! y su secuela respecto a Abba, con la particularidad de que la existencia del grupo sí es parte de la historia, estando por ello la trama muy atada a una época concreta.

Lo que tenemos, aparte de las refrescantes canciones de David Summers y compañía (unas veces originales, otras en la voz de los actores), es un relato simpático y muy blanco sobre la adolescencia en dos historias paralelas que se sitúan a finales de los ochenta y en el presente. El regresar a la adolescencia de aquella época no es nada novedoso y de hecho, por extraño que parezca, la película que a uno más se le viene a la cabeza mientras ve Voy a pasármelo bien es el It de Andy Muschietti,y es que si nos olvidamos del componente macabro, la construcción de personajes y el retrato de la infancia rememora mucho al estilo de Stephen King.

Por lo demás, hay demasiados tópicos y lugares comunes como para que nada resulte sorprendente, más allá del hallazgo que pueda suponer el casting infantil. Esto propicia que la historia del pasado sea mucho más interesante (pese a lo manida que resulta) que la del presente, donde los actores no terminan de casar con sus versiones infantiles y donde la música de Los Hombres G casi pasa a segundo plano y donde el elemento romántico no termina de funcionar como en la etapa adolescente.

Estamos, pues, ante una película muy flojita en cuanto a su argumento, muy plano y demasiado rendido a tres o cuatro hits del grupo (se debería pedir un esfuerzo mayor para lograr una mejor sintonía entre guion y canciones) pero que es tan desenfadada y simpática que se puede disfrutar bastante. Y es que, en el fondo, no da más que lo que promete desde el propio título: ayuda a pasárselo bien.

Puede que Los Hombres G merecieran más (o no, no lo sé, el caso es que ellos mismos están metidos en el proyecto, así que…), pero ya valdrá la pena si sirve para abrir puertas y, cuando menos nos lo esperemos, nos llega una película de Mecano, Duncan Dhu o cualquier otro grande de la época.


Valoración: Seis sobre diez.

Visto en Amazon Prime: PAPER GIRLS

Al ver la sinopsis de Paper girls, recién estrenada (toda la temporada de golpe) en Amazon Prime, la conclusión parece fácil: unas niñas recorriendo su pueblo en bicis, en plena década de los 80’, enfrentándose a fenómenos paranormales invita a pensar en que estamos ante una réplica, en clave totalmente femenina, de Strangers things. Y aunque a primera vista pueda parecerlo, lo cierto es que las diferencias son notables, hasta el punto llegar a ser dos propuestas radicalmente diferentes.

Sin entrar en el pantanoso terreno de los spoilers, la historia nos presenta a cuatro niñas que coinciden como repartidoras de periódicos cuando se embarcan por accidente en un viaje temporal que las llevará hasta 2019. Por lo tanto, esto va de saltos en el tiempo, paradojas y guerras secretas, pero, por encima de todo, va sobre cuatro niñas en esa complicada edad en la que sus vidas comienzan a tomar un rumbo concreto.

Y es que Paper girls rehúye abusar de la nostalgia ochentera de otros productos similares para centrarse más en sus personajes, algo que puede resultar en que el arranque de la misma se le antoje demasiado lento a algún espectador, pero lo cierto es que consigue que nos encariñemos con las protagonistas (perfecto trabajo de casting) desde el primer momento, resultando ser un análisis sobre el paso de la infancia a la madurez mucho más inteligente de lo habitual. La gracia aquí no es que se descubren a sí mismas de manera natural, sino enfrentándose a sus propios futuros, lo que les obligará a aceptar verdades sobre las que no están preparadas, y así lidiar con temas más o menos mundanos, como la primera menstruación, a otros mucho más importantes, como el abandono familiar, el miedo al fracaso o incluso la muerte.

Pero no os asustéis, no estoy diciendo que por ello se deje de lado la parte más fantástica de la trama. Solo que la combinación entre ambas es muy orgánica, consiguiendo así que los personajes importen y tengan una personalidad brillante.

En resumen, una propuesta muy estimulante, con personajes que se dejan querer incluso en sus momentos más odiosos,  un enrevesado juego de bucles temporales que invita a esperar con ganas una segunda temporada y una fidelidad respetuosa con respecto al comic que adapta.

Cine: BULLET TRAIN

Hablaba hace unos días de J,J,Perry y su irregular Turno de día, insinuando que estaba siguiendo los pasos como director de Chad Stahelski y David Leitch. Pues bueno, puestos a comparar (con todo lo negativo que este ejercicio tiene), David Leitch le acaba de dar una lección al bueno de Perry de cómo hacer una película entremezclando acción y comedia y consiguiendo un resultado espectacular y apabullante.

Con bastante menos presupuesto que la propuesta de Netflix, Bullet Train es una locura de película que transcurre mayoritariamente en el interior de un tren bala dirección a Tokio que se impone (con permiso de Nop!, que aún no ha llegado a las carteleras españolas) como la gran triunfadora del verano, y ya veremos si no de todo el año.

No es que la película protagonizada por Brad Pitt (y mil actores reconocibles, cameos aparte, más) sea perfecta, pero en su segmento, y pensando en el tipo de público al que va dirigida, casi lo es. Y es que me cuesta encontrarle peros a un film como este, tan absurdamente disparatado que la evidente inverosimilitud no tiene cabida en una crítica razonable. Es la magia del humor, que permite que no nos tomemos las cosas demasiado en serio, así como el propio Leitch tampoco se las toma. Viendo de las burradas que sobrevive el personaje de Pitt, me vino a la mente cierta escena igual de imposible de su película Guerra Mundial Z. La diferencia es que en la obra de Marc Forster sobrevolaba un aurea de seriedad y trascendencia que el momento en cuestión quedaba ridículo, mientras que aquí todo se recibe con aplausos y ovaciones. Y no porque Leitch rehúya del drama, que los escasos momentos serios son muy contundentes, sino porque todo está diseñado para que el espectáculo prime ante el realismo, chorrones de sangre incluidos, recordando en cierto modo al cine más loco de Tarantino o Richie.

Poco vale la pena desgranar de su argumento, siendo mejor encontrarse con las sorpresas en pantalla. Solo que «Mariquita» es una especie de asesino en plena etapa zen que debe sustituir a un compañero para un encargo aparentemente muy sencillo: sustraer un maletín de un tren. Lo malo es que parece que la mayoría de viajeros de ese tren en concreto tienen sus propias intenciones turbias.

Bullet Train es, pues, dinamita pura, sin dejar un solo respiro para que el aburrimiento amenace con hacer acto de presencia e incitando, tras su conclusión, a verla de nuevo para, una vez atados los cabos de su enrevesada trama, poderla disfrutar de nuevo. No es de esas películas fáciles de olvidar, sino de las que uno podría ver una y otra vez sin cansarse en ningún momento y encontrando alguna excusa para sorprenderse de nuevo.

 

Valoración: Nueve sobre diez.

sábado, 13 de agosto de 2022

CARTA ABIERTA A ADA COLAU (Segunda parte)

Estimada alcaldesa Ada Colau.

De nuevo me pongo en contacto con usted en calidad de barcelonés de a pie, para hacerle llegar un par de reflexiones.

En primer lugar, me gustaría preguntarle si ha tenido un buen día. Espero que sí. El mío no lo ha sido tanto. Permita que se lo resuma. Viviendo, como quizá recuerde de mi misiva anterior, en Bon Pastor, junto al Centro Comercial de la Maquinista, tenía que desplazarme con mi hijo de quince meses al centro de Barcelona para ir, a continuación, a la oficina del Registro Civil, que como sabe está muy cerca de Drassanes. El caso es que decidí ir en tres, usando para ello la estación de Rodalies de Sant Andreu. Una vez allí me encontré con mi primera sorpresa: el ascensor no funcionaba. Por fortuna, en ese momento me acompañaba mi mujer, con lo que entre los dos nos las apañamos para bajar el cochecito de bebé por las escaleras. Más tarde me enteré de que el ascensor del andén opuesto tampoco está en funcionamiento, con lo que debería buscar una alternativa para regresar. Tras realizar los trámites correspondientes en el centro, ya mi bebé y yo solos, caminé hasta el Registro Civil dando un agradable paseo (algo que habría sido más satisfactorio si las calles estuviesen menos sucias, por cierto), pero, apremiado por el calor y algo de prisa, decidí regresar en metro. Mala idea, ya que el metro de Drassanes (y varias estaciones más de la línea tres) están cerradas, tal y como sucede con un tramo de la línea cinco. Por lo visto, los que estamos en Barcelona en agosto no tenemos derecho a usar el metro con normalidad (sí, hay líneas de autobuses alternativas, pero con lo cómodos que son algunos vehículos para ir con un cochecito de bebé (ya ni me quiero imaginar a alguien en silla de ruedas) y eso por no mencionar a los turistas, un sustento importante de la ciudad. La mejor alternativa era caminar hasta Liceu pero, por ahorrarme un transbordo, preferí caminar un poco más y legar hasta Catalunya. Allí me dirigí a la primera entrada con ascensor que vi, situada en el inicio (o el final, según se mire) de Les Rambles. Afortunadamente, antes de validar mi T-Casual me di cuenta de que no había ningún ascensor que comunicara con los andenes al otro lado de los tornos de entrada, así que volví a la calle en busca de otro acceso. Por fortuna, en plaza Catalunya, casi esquina con Ronda Universitat, hay otro ascensor, que además me conduciría directamente a los andenes de la línea uno, ahorrándome una caminata por el subsuelo de Barcelona. Mi ilusión se esfumó de golpe al comprobar que también este ascensor estaba averiado (y no es que sea ninguna sorpresa, su aspecto, aparte de sucio, es bastante vetusto.

Esperando que el dicho de que «a la tercera va la vencida» sea cierto me encaminé hacia el último ascensor que tenía a la vista, poco esperanzado. Me refiero al que está, más o menos, frente a la tienda Apple que, paradojas de la vida, parece casi un objeto de anticuario. Para mi sorpresa, este sí funcionaba, aunque con cierta mala gana, ya que las puertas se abrieron y cerraron varias veces antes de que la cabina se decidiera a descender.

Para completarel chiste, al dirigirme a validarmi billete en los accesos de entrada, descubro que no hay ninguno ancho, de esos adaptados para sillas de ruedas, carritos de bebés, etc. Un vigilante me informa que debo ir hasta la otra punta, ya que por lo visto, esa no era la entrada principal. Me pareció muy curioso saber que, en cuestión de accesos al metro, también existen las clases sociales, ya que hasta ahora yo pensaba que la diferencia entre una entrada y otra era simplemente el extremo del andén al que te conducía. Entiendo perfectamente que basta con un ascensor por parada (si funciona, claro), pero negar el acceso directamente… No quiero ni imaginar a alguien que baje del metro en esa parada, se suba todas las escaleras cargando un cochecito de bebé y luego descubra que no puede salir de la estación.

En fin, señora alcaldesa, esta es solo una pincelada de mi mañana, para que sepa como se puede sentir cualquier ciudadano en un día cualquiera. No pretendo que tome ninguna medida al respecto, pues ya me encargaré yo de tomarla. Le aseguro que no volveré a sufrir un día como este. La próxima vez, iré en coche.

Y esto me lleva a mi segunda reflexión, promovida a lo que me aconteció esta misma tarde.

Pretendiendo tanto ahorrar como ayudar a preservar el planeta, hace un par de años me compré un coche de gas natural, la opción más viable, a mi entender, de reducir la contaminación, ya que las infraestructuras y los costes energéticos hacen que, ahora mismo, el coche eléctrico sea solo una quimera. El caso es que, como le digo, me compré dicho coche pese a que en Barcelona, corríjame si me equivoco, hay tan solo dos estaciones de servicio de gas natural. Afortunadamente, una de ellas está en mi propio barrio. El caso es que cuando me disponía hace un rato a llenar el depósito me encuentro con un cartel que indica que la gasinería está inoperativa hasta el quince de agosto, por lo que me he visto obligado a desplazarme hasta la que se encuentra  cerca de la Barceloneta ha hacer cola entre taxistas ya que no tenemos ninguna otra alternativa dentro de la ciudad. Entiendo que parte de esto no es responsabilidad suya sino de Gas Natural, pero es usted la que me insta a usar vehículos ecológicos que, al menos en mi caso, no tienen ningún tipo de ventaja a la hora de aparcar en zona verde o azul, no cuenta con respaldo institucional para ampliar la red de gasineras y no contamos con ningún beneficio más allá de una ligera reducción en el Impuesto de circulación que ya veremos lo que nos dura (y es que los híbridos somos como los apestados de los ecologistas). En fin, que tampoco debe sufrir por esto, no pretendo hacerle perder el sueño. La solución, de nuevo, la pondré yo. En cuanto pueda, me cambiaré el coche. Por uno de combustible, por supuesto. Si puede ser, diésel. Sí, ya sé lo que me va a decir, que me estoy cargando el planeta, que hay que mirar por el futuro y sandeces así, pero le aseguro que mi conciencia está muy tranquila. Yo estoy dispuesto a aportar mi granito de arena diario, pero mientras las instituciones como la que usted lidera no hagan lo mismo y se limiten a palabrería políticamente correcta y a la construcción de carriles bici que lo único que pretenden es convertir a la ciudad en una localidad inviable, yo voy a preocuparme de mi comodidad y de la de mi familia.

Egoísta, puede. Tonto, no.


Atentamente:

Un humilde barcelonés más.

Visto en Netflix: TURNO DE DÍA

En 2014, Chad Stahelski y David Leitch, conocidos, entre otras cosas, por ser dobles de acción de keanu Reeves en la saga Matrix, dieron el salto a la silla de dirección con John Wick, forjando sus propias leyendas. Mientras el primero sigue unido a la saga, a punto de estrenar la cuarta entrega, el segundo se ha encargado de ha encargado de joyitas como Atómica, Deadpool 2 o la reciente Bullet Train.

Con Turno de día, J.J. Perry, que ha sido doble de acción del propio Reeves en las películas de John Wick, parece querer tomar el testigo, pero si bien su pulso a la hora de dirigir el firme y muy efectivo, me temo que su película queda muy lejos del aura de culto que lograron sus antecesores al inaugurar la saga de Wick.

Netflix sigue buscando desesperadamente una franquicia con la que liderar las producciones de largometrajes para streaming, pero sigue sin encontrar la tecla. Y no será por falta de medios o artistas de talento involucrados. La clave, creo, está en la chispa. Por algún motivo, sus películas carecen de esa chispa necesaria para pasar de ser buenas películas a clásicos eternos. Ya sucedía con La vieja guardia, Alerta Roja, Proyecto Power, El proyecto Adam, Enola Holmes, etc. Quizá la que más posibilidades de conseguirlo sea Ejército de los muertos, película que, curiosamente, comparte guionistas con Turno de día.

El título de Perry, protagonizada por Jamie Foxx y con Dave Franco y Snoop Dogg en el reparto, mezcla de forma irregular el terror y la comedia para contarnos la historia de un cazavampiros que necesita dinero urgente para pagar la escuela de su hija o se arriesga a perder a su familia para siempre. Toques superfluos de drama familiar muy en la línea del Deadshot de Will Smith en Escuadrón Suicida y que, a la hora de la verdad, tampoco es que vaya a ningún lado.

La película nunca pretende tomarse en serio a sí misma, con momentos que rozan el absurdo (lo de las cabezas parlantes nunca me ha hecho gracia), casi como si se quisiera mirar en el espejo de Abierto hasta el amanecer (el personaje de Dogg podría haber salido directamente de ese universo), pero sin la presencia de Rodríguez y Tarantino la cosa no pasa de simple reflejo.

La película, con todo, es muy entretenida, dejando claro que el humor prima siempre por encima del terror y que la acción es desenfrenada y muy efectiva, pero tengo demasiados problemas con su guion como para poder aplaudirla. Más allá de esas excentricidades que ya he mencionado, ciertas decisiones argumentales me sacan de la película (quizá el problema es mío, por ser un fan del género vampírico y tomármelo todo demasiado en serio), como el hecho de que el protagonista, al principio, se las ve y se las desea para derrotar a una vampira anciana y luego se enfrente con facilidad a un nido entero, que nos muestren unos vampiros muy modernos que usan motos y quieren dominar el mercado inmobiliario pero luego se escondan al final de túneles iluminados por antorchas o que la villana se presente como un ser extremadamente poderoso y en el clímax final esté escondida como una rata. Detalles que pueden parecer insignificantes pero para mí resumen lo poco formal que pretende ser esto.

En resumen, entretenimiento eficaz aunque algo burdo que se disfruta pero que, como tantas, no permanecerá en nuestras memorias.

 

Valoración: Cinco sobre diez.

Visto en Disney+: YO SOY GROOT

Comentario rápido (que la cosa tampoco da para mucho) para avisaros de que ya están disponibles en Disney+ los cinco episodios que componen la serie centrada en Groot, el simpático alienígena con forma de árbol perteneciente a Los guardianes de la Galaxia.

Para los despistados, aclararé que el Groot inicial de Guardianes de la Galaxia falleció al final de la película, apareciendo este segundo Groot en forma de esqueje en las escenas postcréditos y siendo conocido, popularmente, como Baby Groot (y nadie nos ha ofrecido un nombre alternativo, como sucedió con Baby Yoda). Este Groot bebé fue quien protagonizó Guardianes de la Galaxia, Vol. 2 hasta dar el salto a su versión adolescente en una de las escenas postcréditos de la película, edad con lo que lo volveremos a ver en EndGame y en el volumen tres de su propia saga.

La serie de Yo soy Groot, por tanto, se sitúa entre el final del Volumen 2 y las escenas postcréditos de la propia película, ampliando las aventuras del simpático e ingenuo personaje durante ese periodo de niñez. No vale la pena entrar a comentar los episodios a fondo, ya que apenas duran cinco minutos, sino resaltar que, pese a no contar con James Gunn ni en la dirección ni en el guion, mantienen la esencia del personaje, siendo tiernos, locos, absurdos y tremendamente divertidos.

Recuperando a Vin Diesel y Bradley Cooper en las voces, la propuesta (que es canon dentro del UCM) es un deleite visual y, si hubiese que ponerle alguna pega, es su escasa duración, más si tenemos en cuenta los pocos episodios que son.

En fin, una rareza para todas las edades, muy recomendable, y que se puede devorar en un suspiro.

Visto en Netflix: CARTER

Desde Corea del Sur nos llega la última aspirante a blockbuster del mes de Netflix, una película trepidante y extremadamente violenta firmada por Byung-gil Jung.

Sobre el papel, se diría que estamos ante otra película de acción más, generosa en sangre y peleas, pero la verdadera gracia es que está construida sobre un único plano secuencia (falso, desde luego). No solo eso, sino que el director se permite hacer unas peripecias visuales que realmente encumbran la película como una rareza visual, haciendo ridículas las propuestas visuales de títulos recientes como Ambulance o El agente invisible.

Pero esto o es necesariamente bueno. Entretenida y con una acción brillantemente plasmada en pantalla, lo que mejor define a la película sería el concepto de «excesiva». Y es que Carter es excesiva en todos los aspectos. Ya en su inicio parece que nos encontramos ante una propuesta al estilo de The Raid (Redada asesina), pero pronto se descubre que las comparaciones se quedan cortas, y que el film de Byung-gil Jung da para mucho más, desde el espionaje con agentes dobles, el drama familiar y hasta reminiscencias del cine de zombis. Hay tiempo, de hecho, hasta de coquetear con las falsas identidades como en Desafío Total, aunque la cosa luego no va más allá (al menos, de momento).

El caso es que noto se hace a lo grande, y una vez nos hemos acostumbrado al ritmo endiablado y a las peripecias imposibles de cámara, el invento empieza a agotar. La jugada del plano secuencia único huele por momentos demasiado a videojuego y el retoque digital empieza a verse demasiado.

Carter es una película que desprende adrenalina pura por los cuatro costados, pero que quiere abarcar tanto que llega a saturar, como si de un  chiste alargado se tratase. Y un final tan abierto como el de 365 días no hace sino aumentar una sensación de descontento que, sumado a las más de dos horas de metraje, estropee bastante la experiencia.

En fin, película de entretenimiento para amantes de la acción más salvaje, extremadamente violenta, que rechaza desde el primer momento cualquier atisbo de credibilidad y que debe tomarse como lo que es: puro deleite violento al más puro estilo John Wick.

 

Valoración: Seis sobre diez.

sábado, 6 de agosto de 2022

Visto en Disney+: PREDATOR: LA PRESA

A riesgo de repetirme demasiado, estamos ante otro caso evidente de película que vamos a lamentar no poder ver en pantalla grande. Tal y como comenté a raíz de Lightyear, no tengo muy claro si la estrategia de Disney+ les funcionará, pero por las reacciones previas parece claro que aun sin llegar a pelotazo, Predator: La presa habría tenido una acogida muy buena en cines. De hecho, tratar de verla en la plataforma el día del estreno ha sido una verdadera tortura, con pixelamientos constantes, imagino que debido al número de visualizaciones que estaba teniendo a la vez.

Dirigida por Dan Trachtenberg, a quien teníamos algo perdido desde que destacara con la estimulante Calle Cloverfield, 10, la película juega a dar la vuelta a la franquicia, desligándose de las más recientes propuestas y volviendo a sus orígenes. Ya el título por si mismo (en inglés no hay mención alguna a Predator) lo deja claro. No es una película sobre el depredador, sino sobre la presa, y la convierte en una lucha por la supervivencia y por conseguir cambiar los roles entre cazador y cazado.

La película nos transporta a 1719, donde una joven comanche trata de demostrar su valía ante el desprecio del resto de la tribu, su hermano incluido. Un caso más del patriarcado que nos encontramos a lo largo de la historia. Esto provoca un tramo inicial de la película que a algún espectador se le puede antojar lento, peaje necesario para poder comprender y apreciar a la protagonista, Naru, sintiendo al depredador como una amenaza latente, pero sin apenas momentos de verdadera acción, más allá de escenas de caza mostrando el día a día de los comanches. Sin embargo, cuando la bestia entra en contacto con los humanos, la fiesta ya no para, y la película se convierte en un festival de sangre y violencia propio de una lucha tan salvaje y primitiva como la que nos ocupa.

Así, Predator: la presa evita mirarse en el espejo de cualquiera de las secuelas del mítico film de McTiernan para homenajear directamente al film de 1987, mostrándonos una criatura nueva que, al datar trescientos años atrás en el tiempo, es también más primitiva y rudimentaria que sus descendientes.

Es tentador comparar constantemente ambas películas, algo de lo que Trachtenberg es muy consciente, llegando incluso a juguetear con ello en escenas en las que nos rompe los esquemas fingiendo que está imitando algún momento concreto del film inicial (como la escena del barro) o, al contrario, recitando frases más o menos textuales («si sangra, se le puede matar»). En ese sentido, solo he echado en falta recuperar la melodía de Alan Silvestri.

Se me hace muy difícil valorar si esta secuela (de lejos la mejor de todas) llega a superar la original, ya que sin duda es una de mis películas de culto preferidas, pero desde luego  Trachtenberg no desmerece para nada el trabajo de McTiernan, consiguiendo momentos visuales muy impactantes y usando los paisajes y la climatología de manera brillante. Amber Midthunder, por su parte, es una gran heroína de acción, y su rol como una especia de Pocahontas guerrera es mucho más creíble que otros intentos de empoderamientos actuales, como la fallida La princesa. No tiene sentido compararla con un Schwarzenegger en lo más alto de su carrera, desde luego, pero carisma no le falta.

Otro gran acierto es la de construir una película independiente, una historia autoconclusiva que no aspira a convertirse en trilogía ni deja finales abiertos o escenas postcréditos que nos dejen en parte insatisfechos, como sucedía con el desenlace final del Predator de Shane Black, aparentemente impuesto desde las cúpulas directivas.

En resumen, un acercamiento a la aventura original, salvaje y desesperada, sin juegos de artificios estériles ni personajes de relleno que no aportan lo necesario. Una gran película que, perdón por ser tan cansino, deberíamos haber podido disfrutar en la pantalla grande.

 

Valoración: Ocho sobre diez.

Visto en Amazon Prime: SCREAM

Hace algo más de 25 años, Wes Craven se reinventó a sí mismo con Scream, una película con más comedia que terror en la que se burlaba de los tropos del género que él mismo había contribuido a popularizar con títulos como Pesadilla en Elm Street.

Uno de los secretos del éxito del film era el metalenguaje que se usaba para desgranar esos tópicos, algo que ha ido perdiendo fuelle en sus continuaciones, hasta el punto de que la cuarta entrega iba a ser la última, siguiendo la saga en formato televisivo, habiéndose convertido, a la postre, en aquello que precisamente parodiaba.

Esta nueva Scream tiene a James Vanderbilt (capaz de lo mejor y lo peor) formando un guion que hasta ahora había estado en las manos de Kevin Williamson, mientras que Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett (responsables de la entretenida Noche de bodas) sustituyen a Wes Craven (a quien va dedicado el film) en la silla de director, estando los tres implicados en una inminente sexta entrega.

La película recupera el clásico juego de mezclar un nuevo elenco de protagonistas sin renunciar a la presencia de los veteranos, algo que ya se ha hecho en franquicias de otro calado, como Terminator o Star Wars, algo que sirve como base de este nuevo ejercicio de autor referencias meta cinematográficas que inventa el concepto de «recuela» y consigue, sin dejar de ser más de lo mismo, ser sumamente divertida y entretenida.

Ghost face ha vuelto, y lo hace con tal contundencia que bien se merece el derecho de esa sexta entrega, consiguiendo incluso que se le perdonen algunos deslices como personajes tiroteados que sobreviven sin un rasguño y cosas así.

Wes Craven se nos ha ido, pero, con Scream y la inspiración que la cuarta temporada de Strangers Things ha encontrado en su Pesadilla en Elm Street, su espíritu sigue muy vivo.

 

Valoración: Siete sobre diez.

viernes, 5 de agosto de 2022

Visto en Netflix: CORAZONES MALHERIDOS

Corazones malheridos es la nueva propuesta romántica de Netflix, una de esas películas cuyo guion parece salido de una fotocopiadora y de las que vas adivinando más o menos lo que va a ocurrir antes de que suceda.

Sin embargo, sin que ello signifique que estamos ante una obra maestra, estamos ante una de esas propuestas que tienen algo lo suficientemente entrañable como para conseguir hechizar, quizá por la simpatía de sus personajes, por el ritmo de la película o porque los giros, aun previsibles, son efectivos.

El film nos cuenta la relación entre Cassie y Luke, una camarera y cantante y un marine con un pasado algo turbio. Aunque desde el primer momento sus personalidades chocan, deciden contraer matrimonio por necesidades económicas, algo fraudulento a todas luces, pero que va a terminar uniéndolos de una manera que no podrían sospechar. Ellos, porque el público lo tiene muy claro.

Drama, romance, gotitas de humor y una buena dosis de feminismo en la que, a mi entender, es lo más flojo del film, ya que la directora (que abusa demasiado de los tópicos visuales), Elizabeth Allen Rosenbaum, se traiciona a sí misma con ciertas decisiones de sus personajes que llegan a deslucir un mensaje hasta el momento bastante bien hilado.

Con todo, la película resulta lo suficientemente entretenida como para poder disfrutarla sin dolor, ideal para disfrutar con una tarrina de helado y ganas de evadirse de las preocupaciones diarias.

 

Valoración: Seis sobre diez.

Visto en Disney+: LIGHTYEAR

En apenas un suspiro ha llegado a Disney+, tras su fracaso en cines, Lightyear, la precuela (aunque no exactamente) de Toy Story, lo que propicia una nueva subsección que bien podría llamarse «la segunda oportunidad» en la que voy a comentar alguna de esas películas que se me escaparon de la cartelera pero que he podido recuperar en su estreno en streaming.

Lightyear es, en realidad, la película que da pie al merchandasing que dio fruto al juguete de Buzz Lightyear que llega a manos de Andy (lo que justifica que el personaje tenga un actor de doblaje diferente, cosa que ha provocado una ridícula polémica en Estados Unidos). No es, por tanto, una precuela como tal de la franquicia, por lo que se permite volar libre y dirigirse a un público ligeramente diferente a los de la cuatrilogía. Puede que hay se encuentre una de las claves de su fracaso, pues aunque estamos ante una película estupenda, con buenas dosis de humor y ternura, algo muy propio de Pixar, en realidad parece más una película de ciencia ficción adulta que habría lucido tan bien en live action como en animación digital. De hecho, hay en su trama giros lo suficientemente confusos (desdoblamientos, paradojas temporales) que sin duda puede descolocar a los más pequeños.

Pese a ello, la película es altamente recomendable y su fracaso duele por lo injusto que me resulta. Esto, sin embargo, tiene una doble lectura de la que me gustaría hablar, más allá de la propia calidad del film.

Se trata de la política de estrenos de Disney desde la creación de Disney+. Podemos culpar a la pandemia, pero la realidad es que desde que existe la plataforma de streaming la gran mayoría de las películas de la casa se han pegado el batacazo en cines. Solo se salvan algunos títulos concretos de Marvel, pero esos juegan en otra liga que no sirven como ejemplo, sino como excepción que confirman la regla.

Y es que la decisión de estrenar directamente sus películas en la plataforma ha sido como pegarse un tiro en el pie. Tanto cuando han sido estrenos exclusivos (como el caso de Artemis Fowl, Luca o Soul) como cuando se han compaginado cines y plataforma (Cruella, Viuda Negra…), han acostumbrado al público a ver las películas en casa, más sabiendo que, en el peor de los casos, solo hay que esperar menos de un par de meses para ello.

Cuesta imaginar que alguien que pague una cuota por Disney+ vaya a tener la urgencia de ir al cine (teniendo en cuenta que en el caso de películas de animación el cine suele suponer un desembolso de tres o cuatro entradas, generalmente sin la facilidad de adaptarse a los horarios o días con promoción, más palomitas, refrescos y demás) cuando es mucho más sencillo esperar un poco y que los niños las vean tantas veces como quieran en la comodidad del salón de casa.

Dicen que la forma de consumir cine ha cambiado, pero tampoco tanto. Simplemente, cualquier padre sensato preferirá ir al cine a ver Los Minions, Los tipos malos o Canta 2 que Lightyear. Al fin y al cabo, aquí no hay peligro de que te arruinen la experiencia con un spoiler. Así, Disney ha sido la principal responsable del fracaso de Lightyear. Puede que les vaya bien, y que lo único que les preocupe sea aumentar el número de abonados, pero si luego las salas de cine están vacías, al menos que no se quejen.

 

Valoración: Siete sobre diez.