Hace algo más de 25 años, Wes Craven se reinventó a sí mismo con Scream, una película con más comedia que terror en la que se burlaba de los tropos del género que él mismo había contribuido a popularizar con títulos como Pesadilla en Elm Street.
Uno
de los secretos del éxito del film era el metalenguaje que se usaba para
desgranar esos tópicos, algo que ha ido perdiendo fuelle en sus continuaciones,
hasta el punto de que la cuarta entrega iba a ser la última, siguiendo la saga
en formato televisivo, habiéndose convertido, a la postre, en aquello que
precisamente parodiaba.
Esta
nueva Scream tiene a James Vanderbilt
(capaz de lo mejor y lo peor) formando un guion que hasta ahora había estado en
las manos de Kevin Williamson, mientras que Matt Bettinelli-Olpin y Tyler
Gillett (responsables de la entretenida Noche de bodas) sustituyen a Wes Craven
(a quien va dedicado el film) en la silla de director, estando los tres implicados
en una inminente sexta entrega.
La
película recupera el clásico juego de mezclar un nuevo elenco de protagonistas
sin renunciar a la presencia de los veteranos, algo que ya se ha hecho en
franquicias de otro calado, como Terminator
o Star Wars, algo que sirve como base
de este nuevo ejercicio de autor referencias meta cinematográficas que inventa
el concepto de «recuela» y consigue, sin dejar de ser más de lo mismo, ser
sumamente divertida y entretenida.
Ghost face ha vuelto, y lo hace con tal contundencia que bien se
merece el derecho de esa sexta entrega, consiguiendo incluso que se le perdonen
algunos deslices como personajes tiroteados que sobreviven sin un rasguño y
cosas así.
Wes
Craven se nos ha ido, pero, con Scream
y la inspiración que la cuarta temporada de Strangers Things ha encontrado en su Pesadilla
en Elm Street, su espíritu sigue muy vivo.
Valoración:
Siete sobre diez.
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