sábado, 31 de diciembre de 2022

REPERTORIO NAVIDEÑO, Parte dos

Pues hemos superado ya la primera prueba de fuego de las fiestas navideñas, la propia Navidad. Pero esto no acaba aquí, así que antes de que llegue el Fin de Año os dejo con una segunda tanda de películas del género que poco tienen de recomendación:

 ·        Ángel de NavidadFue votada en Tik Tok como la peor película del año, y solo por eso ya merece la pena verla. La verdad, es que no es para tanto. Es mala de narices, cierto, pero con lo que hay por ahí… Una mujer odia la Navidad y ello provoca una ruptura con su novio, el cual no termina de sentirse completo con su vida laboral y como por lo visto en el Cielo van sobrados de faena envían a dos ángeles a obrar el milagro de la conciliación. Con semejante argumento, esperarse algo mínimamente digno sería mucho esperar, ¿no?

 ·        Un milagro navideño para Daisy. Whitney es interiorista en un pequeño pueblo de interior y cuando un desconocido se muda con su hija a unos de los casoplones del lugar y la contrata para darle una nueva vida, la ocasión parece perfecta. Con lo que no contaba es con que se trataba de su ex, con el que rompió hace ya muchos años pero que por lo visto no ha dejado de querer. La niña, que resulta que en realidad es una sobrina a la que adopta como hija, pide a Santa una mamá nueva, así que viendo el título ya se pueden imaginar el poco hueco para la sorpresa que hay.

·        Yo creo en Santa. En el mismo camino que Ángel de Navidad pero sin milagrito de por medio: El caso es que va de una pareja que se conocen el cuatro de julio y resultan ser perfectos hasta que llega la Navidad, ya que ella no tiene nada de espíritu navideño y él es un obseso compulsivo del tema. Por algún motivo, la rara es ella. Un derroche de excesos navideños para mezclar dos clásicos del género: mamá (o papá) soltera que encuentra pareja a la vez que un padre nuevo para su hija (siempre suelen ser hijas) y chica que odia estas fiestas y hay que obligarla a comprender lo equivocada que está.

·        Reyes contra Santa. Quizá esta última merecería estar en un apartado por sí misma, ya que aspira a jugar en otra línea. Es una producción española para Amazon y tiene figuras ilustres en su equipo, como el director Paco Cabezas o los actores David Verdaguer y Karra Elejalde, pero la verdad es que el resultado es bastante desastroso. Sobre el papel, narra una pugna entre los Reyes Magos y Santa Claus en un universo donde todos los mitos navideños (Cagatió incluido) son reales. Premisa que desaprovecha en un final bochornoso que fusila sin reparos el clímax de Guardianes de la Galaxia con el tópico de dos rivales que se unen contra un mal mayor. Me pareció carente de gracia, quizá por no apostar lo suficiente por el humor negro. Junto a unos efectos visuales de baratillo, resultó toda una decepción, quizá incrementada por haberla visto poco después de Noche de Paz, que resultaba mucho más gamberra y divertida.

 Y aquí nos vamos a quedar, con tres propuestas de Netflix y una de Amazon Prime. El año que viene habrá más, aunque dudo que mejores. Al final, esto es lo que es, y así lo teneos que aceptar. Parece que la época de los Clásicos (con mayúsculas) Navideños ha quedado ya muy lejos en el tiempo. Una lástima, aunque siempre nos quedará la posibilidad de revisionar ¡Qué bello es vivir! o Love Actually.

¡Feliz año!

Visto en Netflix: ALICE IN BORDERLAND, T2

Alice in Borderland es una de esas series que llevaba casi un año ejerciendo la función de fondo de armario de Netflix, con algunos fans que aspiraban a convertirla en serie de culto pero poco más, hasta que llegó El juego del Calamar para revolucionarlo todo y las relativas similitudes entre ambas ficciones otorgaron una segunda vida a la serie japonesa que justificó a posteriori esa renovación para una segunda temporada.

Ahora, adelantándose de nuevo a la segunda temporada de su rival coreana, llega una nueva tanda de episodios (ocho en total) que invita a devorarse de un tirón por lo adictiva que es, con el fin de ampliar este universo y, quizá, dar respuestas definitivas a todas las preguntas planteadas en la primea temporada.

No hay duda de que la serie propone mantener las mismas reglas vistas hasta ahora: partidas contrarreloj con la vida en juego, aunque se eleva el listón al enfrentarse directamente al enemigo y pudiendo derrotarlo y aumentando, si cabe, la sensación de peligro con un juego en concreto que no se limita a un tiempo ni un escenario concreto, como si fuese un videojuego de «mundo abierto». Además, el tener ya a un equipo protagonista conformado ayuda a establecer vínculos más rápidamente, dejando de lado el lastre de las presentaciones obligadas en la primera temporada, sin que importe el que en muchos episodios el grupo deba actuar por separado.

Conocedores del éxito que tienen entre manos, los creadores han puesto toda la carne en el asador, aumentando el nivel de violencia explícita y abusando de la espectacularidad de muchas secuencias, sin renunciar por ello a un discurso reflexivo que, en momentos resulta algo cargante. Estoy pensando, por ejemplo, en el episodio seis y gran parte del ocho, que se exceden en metrajes y amenazan con caer en el tedio, rompiendo un ritmo que hasta entonces estaba siendo impecable.

Parte de la culpa lo tienen los diálogos, lo peor de la serie, bastante reiterativos, sobre todo en lo que refiere al protagonista, aunque ello también da para la auto parodia en la resolución concreta de uno de los juegos.

Y es que hay bastante de auto parodia y referencia oculta en Alice in Borderland. Me resulta inevitable comparar cierta secuencia con una muy similar de Depredador, de John McTiernan, mientras que uno de los personajes nuevos parece una mezcla entre la Jennifer Lawrence de Los Juegos del Hambre y la Sofia Boutella de Kingsman. Un personaje, por cierto, que podría haber molado mucho pero termina siendo absurdamente infravalorada.

Pero no podemos hablar de Alice in Borderland sin pararos un momento en su desenlace final. Un final que necesitaba e respuestas si no querían correr el riesgo de que la gente se bajara del barco ante una posible tercera temporada y que podría haber satisfecho las expectativas por todo lo alto. Y digo podría, sin entrar en detalles, porque todo va a depender de como quiera manejar Netflix la última escena de la serie: si como un chiste final, un guiño al manga que da origen a todo esto (y que, siendo más o menos fiel al mismo, esta debería ser la conclusión definitiva) o como un cliffhanger de cara a una nueva temporada. Si es lo primero, chapó. Pese a que seguro que la ambigüedad de las respuestas no será del agrado de todo el mundo (aquí nos encontramos ante un caso parecido al de Perdidos), la composición que invita a que cada uno se haga en su cabeza es muy estimulante, y se complementa perfectamente con uno de los mejores chistes de la serie, cuando la Reina de Corazones de burla de las teorías conspirativas de los fans (posible guiño directo a Perdidos), burlándose, de paso, de la propia serie al calificar los juegos como ridículamente infantiles (lo que también podría ser una pullita a la propia El juego del Calamar). Sin embargo, si se realizara una tercera temporada, ese final perdería su sentido, pasando a ser simplemente otro nivel del juego y estropeando un trabaja muy bien hecho.

No puedo defender la temporada entera, pues ya comento que hay varios momentos valle y los actores se encargan en momentos de entorpecer la propia acción, pero el resultado final es bastante estimable hasta el punto que deseo de corazón que Netflix no lo estropee encargando una tercera temporada. Tocará esperar…

Visto en Netflix: EL MISTERIO DE GLASS ONION

Tras haber dirigido la película más polémica de la saga Star Wars, Rian Johnson bien podría haber caído en desgracia. Que se lo cuenten, si no, a Josh Trank. Y la falta de noticias sobre la trilogía que supuestamente le habían dado sobre la saga galáctica perecía confirmarlo. Pero hete aquí que el bueno de Johnson se inventó en 2019 esa película llamada Puñales por la espalda y el guion de su destino cambió como uno de los giros inesperados que a él mismo tanto le gustan.

Con un casting envidiable y Daniel Craig esforzándose por borrar el recuerdo de James Bond, Puñales por la espalda fue una refrescante reinvención a las películas de asesinatos (las murder mistery, las llaman los modernos), que habían vivido una segunda juventud gracias a las versiones de Sherlock Holmes de Guy Ritchie y de Gatiss y Moffat, y al Poirot de Kenneth Branagh.

Tal fue el éxito y el buen sabor de boca, que pronto se habló de una secuela, que no sería tal, sino una nueva historia de asesinatos desentrañada por el detective Benoit Blanc, con lo que Daniel Craig sería el único en repetir personaje. Sin embargo, el verdadero giro de guion fue que Netflix pagase una millonada por quedársela en exclusiva (junto a una hipotética tercera entrega), y pese a privarnos de ver El misterio de Glass Onion en salas de cine (excepto un efímero estreno una semana antes del lanzamiento en streaming), hemos ganado en libertad creativa.

En esta secuela, brillante e imaginativa, Johnson se ha desmelenado, apostando por un humor que mal medido podría resultar ridículo pero que casa muy bien con el toque de cinismo de la obra. De nuevo se trata de ridiculizar a gente rica (con Elon Musk como posible fuente de inspiración), pero rompiendo unos estándares que, pese a haber funcionado muy bien en la primera película, habrían resultado algo repetitivos.

Incluso el Benoit Blanc de esta secuela es más cómico y desacomplejado que en su carta de presentación, haciendo que Craig se sienta más cómodo en el papel y pueda dar un paso más en la dirección opuesta a su sobrio 007.

El misterio de Glass Onion es tan inteligente que consigue engañar una y otra vez al espectador con sus giros de guion, haciendo incluso que no nos demos cuenta de la sencillez que es, en realidad, la historia de la que parte. No es más que otro Cluedo facilón muy bien decorado y con otro reparto de campanillas, donde el personaje principal recae en Janelle Monáe que cumple con creces con el legado de Ana de Armas.

Con una dirección de fotografía excelente, el cambio de la mansión victoriana por una paradisíaca isla griega es otro de los elementos que ayudan a diferenciar ambas propuestas, haciendo más difícil superar el listón en esa prevista tercera entrega pero desando que llegue cuanto antes. Y si pueden haber cuatro, cinco o más, mejor que mejor.

Yo mismo fui de los que odió a Los últimos Jedi, pero esta saga me reconcilia con Rian Johnson, que demuestra que cuando no está ligado a un legado y tiene carta blanca para reírse de todo puede resultar genial. Lo hace, además, en un  momento de gran inspiración, pues por más que él pretenda defenderlo, el humor de Los últimos Jedi no funcionaban para nada, incluso desligándolo al misticismo de la saga, mientras que aquí todo encaja como un mecanismo de relojería.

El misterio de Glass Onion es, quizá, una de las mejores películas de este año, demostrando que los blockbusters sí pueden ser de calidad (si los Oscar vuelven a apostar por películas indie que no interesan a nadie en lugar de por títulos como este o Maverick es que no habrán entendido nada). Es enrevesada, hermosa y muy divertida. Un cóctel perfecto para una película casi redonda.

sábado, 24 de diciembre de 2022

Visto en Netflix: PINOCHO DE GUILLERMO DEL TORO

Cada vez que aparece una nueva adaptación de una obra clásica aparece el típico debate sobre la necesidad de la misma. Uno de los ejemplos más recientes estaría en la insulsa versión de Pinocho de Robert Zemeckis, que era poco más que una fotocopia en live action de la película animada de Disney.

Pues bien, sin tiempo para recuperarnos tenemos aquí otra vuelta de tuerca sobre el mismo tema, esta vez en stop motion. ¿La diferencia? que Guillermo del Toro es el alma del invento, y con él las cosas no van a ser nunca previsibles ni conformistas.

Efectivamente, aunque esté codirigida junto a Mark Gustafson, no hay duda de que es Del Toro quien se ha involucrado al 100% en la adaptación de la obra de Carlo Collodi, alejándose sin esfuerzo de las propuestas de Disney y ofreciendo una visión más madura e incluso aterradora del cuento.

Esta nueva versión de Pinocho es, simplemente, maravillosa, incluso pese al feísmo intencionado con que dota a alguno de sus personajes. Llevándose la historia a la Italia de Mussolini, Del Toro regresa al escenario bélico que tan buenos resultados le dieron en España cara componer una fábula antifascista en la que, sin alejarse demasiado de la trama de otras películas, consigue ofrecer una mirada diferente, única, sobre el muñeco de madera.

Pinocho es, por momentos, aterradora, pero también cautiva con su humor ingenuo e infantil y las gotas de drama tan bien repartidas que pilla por sorpresa al espectador, haciendo que le asalten lagrimas involuntarias pero muy definitorias. Tanto en el aspecto narrativo como en la proeza visual, Pinocho es una obra casi insuperable, tan oscura y cruel como tierna y alegre, un abanico de sensaciones que sacuden el alma del espectador y le convencen de que está ante algo único, original, que nada tiene que ver con las fantasías mostradas hasta ahora con el personaje.

Pocos peros se le pueden poner a una película casi redonda, un desborde de sensaciones que, una vez más, merecería haberse visto en pantalla grande.

 

Valoración: Ocho sobre diez.

Visto en Disney+: ANDOR

De nuevo me acojo al refrán de más vale tarde que nunca para justificar el tiempo que he tardado en ver la última serie de Disney+ del universo Star Wars. Y es que, la verdad, después de las decepciones que me supusieron El libro de Bobba Fett y Obi-Wan Kenobi, pocas ganas tenía de aventurarme con la historia de un personaje que, además, ya me resultaba poco interesante en la película que protagonizó: Rogue One.

Lo curioso del caso es que pese a que Andor es posiblemente lo menos afortunado de la serie de Andor, todo el resto está francamente bien, alejándose bastante de los tópicos que persiguen a la franquicia y explorando tramas nuevas, sin presencia de Jedis ni portadores de la Fuerza (ni, mucho menos, miembros de la familia Skywalker) y donde la referencia más directa está en la escena postcréditos del último episodio.

Andor es lo que prometía, una serie de espionaje que detalla los cimientos del movimiento rebelde y que tiene en su casting su principal acierto, en especial con la participación de Stellan Skarsgård y Genevieve O'Reilly. No es cuestión de desmerecer a Diego Luna, que es un actor cumplidor pero sin demasiado carisma, pero tampoco es que el arco de su personaje de para mucho.

Eso sí, la serie se resiente de un ritmo algo irregular al estar su argumento dividido en dos arcos, el primero del cual tarda algo en arrancar. No es que sea lenta, como se ha dicho por ahí, más bien que hay muchos momentos que no aportan lo necesario para justificar su duración. Y son momentos todos ellos que, curiosamente, pertenecen a la subtrama del propio Cassian Andor.

Sin embargo, todo lo referente a las artimañas de Luthen y Mon Mothma son sumamente interesante, acercándonos la serie más a un símil de Juego de Tronos que a una Space Opera.

La segunda parte de la temporada, con la entrada en la cárcel y la aparición del personaje al que da vida, de manera intensa, Andy Serkis, va ya como un tiro y consigue que el regusto definitivo de la serie sea muy agradable, hasta el punto que es, para mí, la mejor propuesta de Disney+ hasta la fecha, por encima incluso de las dos temporadas de The Mandalorian, ya que aquí la historia está por encima de los fan services y la venta de muñequitos.

En fin, una serie que puede costar v er al principio, pero que aguantando hasta el cuarto episodio demostrará ser muy entretenida, un pieza más del puzle galáctico que, pese a tener el handycap de que ya sabemos el destino final del personaje, deja las cosas muy interesantes de cara a una segunda temporada ya confirmada y que, de acuerdo con los planes iniciales, debería ser la última.

Visto en Netflix: UN HOMBRE DE ACCIÓN

Puede que Javier Ruiz Caldera, hombre de comedia amable con toques de acción, le cogiese el gusanillo al discurso político con su divertida sátira zombi de la Guerra Civil en Malnazidos. No es que su último trabajo, Un hombre de acción, sea muy discursivo, pero no puede evitar entrar en esos lodazales cuando aspira a relatar, muy libremente, eso sí, la vida de Lucio Urtubia.

De todas maneras, la película se acerca más al género del cine de atracos que al político, algo que quizá haya desanimado a los que esperaban ver una deconstrucción más fiel del anarquista, pero el director parece más interesado en el aspecto lúdico de la historia, presentando a Lucio como una especie de Robin Hood con toques quijotescos que otra cosa. En el fondo, esta es la eterna historia de David contra Goliat, del pequeño enfrentándose al grande. De una estafa que aspiraba a hacer temblar los cimientos de la megacorporación bancaria Citybank.

Un hombre de acción repasa varias décadas en la vida de Lucio Urtubia, haciendo hincapié en su obsesión casi enfermiza por destruir el sistema, algo que por poco destruye a su propia familia, ya sea atracando bancos, falsificando billetes o, en lo que es la parte central del film, realizando una gran estafa. Todo ello con toques de humor que, si bien están lejos de lo habitual en la filmografía del director, ayuda a digerir mejor una película que se sitúa en la Francia llena de exiliados del franquismo pero que no se detiene a retratar fielmente a esos exiliados.

Así, hay menciones a personajes como Quico Sabater, pero sin detenerse demasiado como para que no sean más que habitantes del mundo interno de Lucio que, como el mismo reconoce, acaba siendo anarquista sin saber muy bien lo que significa.

Es cierto que las licencias que se toman son muy grandes en ocasiones, algo que la película advierte desde el inicio, pero considero un acierto huir del biopic formal y documentado para presentar una película sin complejos mucho más liviana y accesible, con buenas interpretaciones y donde Ruiz Caldera demuestra que su cambio de género (aunque tampoco tanto) no le dienta nada mal.

 

Valoración: Siete sobre diez.

jueves, 22 de diciembre de 2022

Cine: NOCHE DE PAZ

Estamos en fechas navidades, y como cada año, las películas sobre el tema nos inundan por todas partes. Ya hice hace unos días un pequeño lote de films que se podían ver en plataformas, y os amenazo con repetir la jugada en breve, pero también el género se nutre de títulos interesantes merecedores de pasar por cines, y Noche de paz es una dignísima prueba de ello.

Protagonizada por David Harbour, Noche de paz es el retorno al cine americano de Tommy Wirkola, tras la infravalorada Hansel & Gretel, cazadores de brujas y la desapercibida Siete hermanas, aunque siempre será reconocido por sus Zombis nazis y su secuela.

Noche de paz es una gamberrada, sí, pero una gamberrada muy bien parida, un cruce totalmente consciente (y referenciado) entre Jungla de Cristal y Solo en casa, dos clásicos navideños de finales de los ochenta. En esta película, como en las Crónicas de Navidad con Kurt Russell, Santa Claus (o Papá Noel, lo que os guste más) es real, pero el paso de los años ha hecho mella en él y en su carácter, recordando también al gordinflón al que dio vida Mel Gibson en Matar a Santa. En este caso, no es un niño malcriado el que quiere acabar con la vida del símbolo navideño americano por excelencia sino que, como el bueno de John McCaine, es él quien se encuentra en el lugar equivocado en el momento inoportuno, es decir, en una mansión en la que unos atracadores liderados por John Leguizamo toma a toda la familia como rehenes para conseguir desvalijar la caja fuerte.

En esta versión de Santa, el origen mitológico del mismo deriva de Nikamund, el rojo, un sanguinario guerrero vikingo que justifica como el barbudo se las apaña también para proteger a la familia, en especial a una niña con la que se comunica mediante un walkie-talkie, pese a su estado de baja forma, desánimo y ligera embriaguez.

Por tonto que pueda resultar la trama, lo mejor de la película es el humor negro, mucho más macarra y pronunciado que en la mencionada Matar a Santa, que incluye decenas de muertes violentas y sanguinarias, muy navideñas todas ellas, que aspira a ser una especie de John Wick sin la destreza visual de este pero con el mismo ritmo trepidante. Y todo ello sin renunciar a lo que realmente es, un film navideño que deriva, perdón por el spoiler, en un feliz deseo y muchas buenas intenciones.

Por cierto, genial Harbour, que se lo pasa tan en grande como en Hellboy y demuestran que hay mucha vida más allá de Stranger Things. Esto sí es espíritu navideño, y no las mamarrachadas que nos ofrecen las plataformas…

 

Valoración; Siete sobre diez.

Visto en Netflix: LOS RENGLONES TORCIDOS DE DIOS

Es ya habitual acusar a Oriol Paulo de hacer un cine tramposo, demasiado recalzado en los trucos de guion, a menudo denominadores de un efectismo demasiado barato. Títulos como El Cuerpo, Contratiempo, Durante la tormenta o la miniserie El Inocente hacen gala de ello y Los renglones torcidos de Dios no es ninguna excepción.

Basada en el ya clásico literario de Torcuato Luca de Tena, la película versa sobre el clásico juego de las identidades dudosas, con una protagonista, la Alice a la que da vida Bárbara Lennie, atrapada en un psiquiátrico y haciéndonos dudar en todo momentos si lo que se nos cuenta es real o transcurre tan solo en su mente.  La excusa es la incursión de una investigadora privada tratando de averiguar si la muerte de uno de los internos fue un suicidio, como asegura el doctor Alvar (Eduard Fernández) o si tratan de encubrir algo más turbio.

Paulo se ha convertido ya en todo un experto en el juego, y con una dirección impecable y un lenguaje cinematográfico envidiable, la película tiene un ritmo magnifico, consiguiendo no aburrir en ningún momento pese a las más de dos horas y media de duración. Sin embargo, pese a que se nota que se ha tirado la casa por la ventana en la producción, algo no termina de funcionar del todo en su guion, rechinando la adaptación por un exceso de trampas y despistes que parece querer emular en parte al Shutter Island de Scorsese pero fracasando a la hora de definir al elenco de secundarios para que todo funcione como el engranaje del reloj que se supone debería ser esto.

Así, tenemos un film interesante y que atrapa al espectador desde el primer momento, pero que no permite segundas revisiones o reflexiones muy profundas. Diálogos impostados, personajes desdibujados o situaciones imposibles de digerir son demasiadas zancadillas para encumbrar una película que podría haber aspirado a mucho más, pero que patina en esa coherencia interna que sólo la narrativa que se inventa Orio Paulo impide descubrir en el momento del primer visionario.

 

Valoración: Siete sobre diez.

Cine: AS BESTAS

En los últimos años, sobre todo a partir de títulos como Que Dios nos perdone o El Reino, Rodrigo Sorogoyen se ha labrado un prestigio como realizador con nominación al Oscar incluida por Madre.

Tras unos interesantes coqueteos con la televisión, el madrileño se ha superado a sí mismo con As Bestas, un ligero cambio de registro para, inspirado por un crimen real, contar una historia ambientada en la España rural, una tremenda fábula de desesperación y miseria en uno de esos pueblos, gallego en este caso, que rozan el concepto de fantasmal.

La película narra el enfrentamiento entre un matrimonio francés (holandés en la historia real) que, en busca de una liberación espiritual, se instala en el pueblo con la pretensión de restaurar casas y tratar de repoblarlo mientras viven de lo que cultivan y una familia oriunda que soporta la dureza de la vida de campo. Un enfrentamiento que se va mostrando poco a poco, a cuenta gotas, dejando que primero conozcamos a los personajes y luego podamos, o no, entenderlos.

Narrada a ritmo muy lento pero con momentos de auténtico cine de terror, el mayor mérito de As Bestas es saber manipular al espectador lo suficiente para sembrar dudas sobre el supuesto villano, incitando que podamos llegar a simpatizar con su causa, aunque no con sus maneras.

Denis Ménochet, uno de esos actores franceses sublimes con suficiente carrera como para haber trabajado para Quentin Tarantino, Ridley Scott o Wes Anderson, y Marina Foïs son el sufrido matrimonio que lucha por defender su causa, pero es Luis Zahera quien se come la pantalla en cada plano que ocupa, realizando una interpretación soberbia y con un temple digno de todos los premios que se pongan a su alcance.

As Bestas muestra la cara menos amable de la vida rural, siendo considerada por muchos como una especie de reverso retorcido (y más realista) de Alcarrás, resultando ser angustiante y, pese a los espacios abiertos, claustrofóbica, creando un desasosiego y una angustia que acompañan al espectador hasta mucho después de finalizar la proyección.

Cierto es que Sorogoyen divide la película en dos partes muy diferenciadas, casi como si se tratase de una historia cerrada y su secuela, y ese cambio de ritmo y estilo no le juega del todo a su favor, resultando igualmente interesante pero algo más pesada, cambiando la tensión y la angustia por dolor y tristeza, dos conceptos diferentes pero igualmente asociados a la desesperación.

Sorogoyen hace con As Bestas un retrato terrible del ser humano, arrastrado a sus instintos más bajos por la desesperanza y, en menor medida, la codicia.

Puede que definirla como la mejor película del año resulte excesiva para muchos (yo personalmente no he visto este 2022 suficiente cine patrio como para poder entrar en el juego), pero desde luego es una gran obra que merece todos los reconocimientos y confirman a Sorogoyen como uno de los directores más grandes del país.

 

Valoración: Ocho sobre diez.

martes, 20 de diciembre de 2022

PORQUÉ WAKANDA FOREVER NO ES LA OBRA MAESTRA QUE ALGUNOS PRETENDEN QUE SEA (Y QUE PODRÍA HABER SIDO).

Creo que ha pasado ya suficiente tiempo desde el estreno de Wakanda Forever como para poder hablar de ella sin miedo a soltar spoilers a tutiplén (sí, ya sé que oficialmente a los cinco minutos del estreno ya se suelen hacer, pero yo siempre me he jactado de ser más respetuoso), por eso he querido volver a reflexionar sobre ella y analizarla más en profundidad, sobre todo para tratar de averiguar la respuesta a la gran pregunta que plantea: ¿es una obra maestra superior a la primera película (recordemos que es el único título de Marvel que ha llegado a estar nominado al Oscar a la mejor película) o un tostón insoportable?

De entrada, creo que es de las pocas veces que una película Marvel (sobre todo del MCU) provoca tanto debate, casi como si fuese un producto Warner del montón. No es que conozca a mucha gente que la odie abiertamente, eso no, pero sí que hay posturas muy enfrentadas entre los que la defienden como lo mejor de la subsidiaria de Disney en mucho tiempo y los que ni siguiera se han animado a ir a verla ante el tedio que les provoca.

Wakanda forever cuenta con el mismo director que la primera (y alabada) entrega, Ryan Coogler, quien también firma el guion junto a Joe Robert Cole, quien, por cierto, también estaba en Black Panther. Es evidente que tras el éxito de aquella desde Marvel le han dado manga ancha para hace lo que le venga en gana, hasta el punto que ha contado con uno de los mayores presupuestos del MCU. Así las cosas, era previsible que la película superase todas las expectativas, más cuando tenía además un potente drama real de fondo, como fue la muerte de su protagonista, Chadwick Boseman, lo cual daba al film un empaque de homenaje que, disfrazado de relato sobre el dolor y la perdida, unificaba algunos de los elementos que más gustan a la academia. Sin embargo, con todo a su favor, creo que Coogler ha tomado una serie de decisiones fallidas que han provocado que su película sea, cuanto menos, decepcionante. Y eso que yo no soy de los que defienden con capa y espada su primer Black Panther.

Hay muchos problemas de serie en el film, algunos obvios, como es su extensa duración. No es que sea una película aburrida, pero a su metraje de dos horas y cuarenta y siete minutos se le podría haber metido bastante tijera. Al final, hay mucha repetición, mucho hincapié en lo mismo, como si Coogler tuviese miedo de que no hemos alcanzado a entender el dolor que se siente ante la pérdida de un ser querido. Y, si lo analizamos en profundidad, tampoco es que con estas casi tres horas se llegue a comprender del todo. Shuri, hermana de T’Challa, es la que carga con todo el peso narrativo y quien focaliza principalmente ese dolor por la pérdida. Sin embargo, no comparto con ella ese odio que parece tener contra todo el mundo. Es una enfermedad lo que se lleva a su hermano, no un complot ni una amenaza extranjera, por lo que no me resulta creíble, por mucha empatía y conexión que sintiese con T’Challa, el odio y la inquina que siente, mucho más profunda que cuando Namor asesina a su madre y ya ni digamos cuando su padre muere en un atentado al principio de Civil War.

Por cierto, ya que hablamos de Shuri, ella es uno de los principales problemas del film. En Black Panther me encantó el papel que interpretaba Letitia Wright y que ayudaba a potenciar el lado más cómico y amable de la película. Pero la transformación que sufre en esta secuela es demasiado peso para una actriz que ha mostrado sus limitaciones y que no soporta la responsabilidad de ser la protagonista absoluta del film. Por eso, que ella sea la nueva Black Panther es otro error de bulto, una elección mucho menos afortunada que si la elegida hubiese sido Nakia (Lupita Nyong’o), mi preferida, M’Baku (Winston Duke) o incluso el propio Killmonger (Michael B. Jordan). A fin de cuentas, cualquier guionista algo curtido encontraría mil soluciones para traerlo de regreso de la muerte. Con Shuri, no solo tenemos un Black Panther muy poco carismático (hasta el punto de que no creo que haya mucha gente pidiendo una tercera entrega de la saga), sino que conociendo los problemas que la actriz ha causado durante el rodaje dudo que ni siquiera se lo estén planteando. Ha sido como pegarse un tiro en el pie, mancillando un hipotético futuro y convirtiendo a Black Panther, un héroe con aspiraciones a jugar con los mayores, en un personaje de tercera fila.

Pero volvamos al tema de la muerte, que de eso va la peli. A partir de aquí, es importante saber diferenciar, por aquello de no herir susceptibilidades, la ficción de la realidad. Lamenté mucho la pérdida de Boseman y pese a no ser un actor de gran trayectoria derrochaba carisma y simpatía co0mo para sentir mucho su pérdida, por lo que todo homenaje que se le quiera hacer es poco. Pero no es de él de quien quiero hablar, sino de T’Challa/Black Panther. Si nos quedamos con el personaje, que es quien aparece en la película, el homenaje me parece desmedido y escaso a la vez. Me explico: por un lado, tras lo sucedido en End Game, resulta injusto que un personaje tenga toda una película dedicada a su desaparición mientras que el epitafio de Iron Man fue como complemento de una película de Spiderman, el de Viuda Negra una precuela donde se repasaba un episodio de su vida, no de su muerte, y la desaparición del Capi ha sido maltratada en una de las series más aburridas de esta Fase Cuatro: Falcon y el Soldado de Invierno. Y aunque hay apuntes de la aparente muerte de Visión en la serie Visión y la Bruja Escarlata y se supone que se tratará el tema de Gamora en Guardianes de la Galaxia, Vol. 3, todo esto me parece pequeño al lado del hecho de hacer una película entera dedicada única y exclusivamente a la muerte de Black Panther. Y eso que, a la vez, se emborrona su memoria haciendo que nadie del MCU haga acto de presencia en su funeral. Cierto es que muchos de los héroes que lucharon a su lado ya no están, pero creo que debería haberse visto por ahí, como poco, a Soldado de Invierno, Nick Fury o, incluso, al Steve Rogers anciano. Y, desde luego, al propio Everett K. Ross que sí aparece en la película pero mucho después del entierro del monarca de Wakanda. Vale que cada uno estará liado con sus cosas, pero para el funeral de Tony no faltó nadie así que no es excusa. Es, en fin, una manera de ningunear al propio Black Panther y confirmar su rango de segundón (y alguien podría alegar que es un funeral de estado y que Wakanda siempre ha sido una civilización bastante cerrada, pero creo que los Vengadores están por encima de estas cosas).

Luego está el argumento en sí. Primer obstáculo: el título. La película se llama Black Panther: Wakanda forever, y con Black Panther en el título no puedes pasarte casi dos horas sin que Black Panther haga acto de presencia. Aunque sea un Black Panther de Hacendado. Este es otro de los elementos que ralentizan mucho al film y le dan esa aura de aburrido. Sí, hay acción y pasan cosas, pero nunca son con Black Panther de protagonista, así que interesan, pero menos. Y tampoco es que lo que sucede sea tremendamente interesante.

Mucho se había especulado en los mentideros sobre este film: que si iba a salir Doctor Muerte, que si íbamos a conocer el destino del Barón Zemo, pero a la postre, salvo por la incursión casi con calzador de la Baronesa Valentina Allegra de Fontaine, la película está intencionadamente muy desligada el resto del MCU. Está Riri Williams como Iron Hearth (de nuevo un personaje metido con calzador), pero no es suficiente como para dar sensación de unión y coherencia, un poco como resumen de lo que esta Fase Cuatro de Marvel está siendo. Al final, hay un solo villano (al menos desde el punto de vista teórico, ya que para mí los verdaderos villanos de la película son el gobierno francés y el americano), y se trata de un Namor desdibujado que nada tiene que ver con el de los comics. Entiendo y acepto la necesidad de desvincularse de la versión de un atlante que ofreció la competencia con Aquaman, pero han disfrazado tanto al personaje interpretado (bastante insulsamente, por cierto), por Tenoch Huerta que poco queda del Namor original. Todo valido si con ello consiguen un personaje interesante, pero es que no lo logran. Con los cambios, convirtiendo al antaño rey de Atlantis en una especie de mutante descendiente de la mitología maya, lo que se pretende es reincidir en el mensaje político que ya estaba presente en la primera Black Panther, tratando artificiosamente de repetir el éxito que aquella tuvo entre la con unidad negra con, en este caso, la comunidad latina. Así, las motivaciones anticolonialistas de Namor se asemejan a las de Killmonger en la película anterior, restándole el componente shakesperiano de la familia traicionada. Con ello, el personaje carece del interés necesario y su presencia es casi una excusa para que, entre duelo y duelo, haya algo de acción. Ni me gustó el personaje ni me gustó la ambientación. Se dice que, al final, sí hubo mucha tijera y que la parte más interesante de Talokan, así como de mucho metraje de la relación entre Shuri y Riri, se quedó en la sala de montaje, pero eso solo supone un desmérito más para Cooger que no ha sabido manejar bien los tiempos de su película.

Cooger busca la lágrima en muchos momentos del film, y casi siempre lo consigue, pero en su empeño por hacer una película emotiva enuncia a hacerla también emocionante. Por ello, con tanto dolor y tanto funeral, la película termina resultando intrascendente, quedando el homenaje a Boseman empañado por el trato errado que se hace en el homenaje a Black Panther. A fin de cuentas, desde el punto de vista narrativo, esta sería la tercera muerte del personaje, tras verlo morir ya en su primera película (o, al menos, eso parecía) y darlo por muerto de nuevo tras el chasquido de Thanos en Infinity War. Por eso, si no se escudasen en la realidad, el film sería mucho menos duro de lo que es, dando más méritos a su carga dramática a la vida real que al trabajo de Cooger. Posiblemente no todo sea culpa suya, y de haber podido contar con Boseman como protagonista, pese a que Namor ya estaba como villano principal en el primer borrador del guion, la cosa habría sido muy diferente. No estoy diciendo que la solución tras el fallecimiento del actor hubiese sido cancelar la película pero sigo pensando que, de todas las alternativas existentes, han terminado eligiendo la peor.

Puede que en algunos sectores la película esté gustando mucho. Puede que incluso se lleve nominaciones importantes en los Oscar (la canción puede ser una buena baza, aunque aventuro que Rihanna se las tendrá que ver con Lady Gaga y su tema para Top Gun: Maverick). Pero no ha logrado ser, pese a lo que muchos auguraban, la gran película que iba a salvar (si es que necesitaba que la salvaran, que ese es otro tema) la Cuarta Fase del Universo Cinematográfico Marvel.

Lo más triste, es que tenían todos los elementos para construir una película que hiciese historia, pero no los han sabido aprovechar.

jueves, 8 de diciembre de 2022

REPERTORIO NAVIDEÑO, Parte uno.

Bueno, pues ya estamos en diciembre y el puente (para quien lo tenga) marca oficialmente el inicio de  los festejos navideños. O así era antes, al menos, pues todo el mundo aprovechaba para montar el belén (cuando yo era niño era un elemento decorativo imprescindible en toda casa de bien), el árbol o las guirnaldas de luces. Algo que, con el paso de los años, se ha ido adelantando, de manera que el calendario de escaparatismo en los comercios es  más o menos así: HalloweenBlack Friday – Navidad.
Sea como sea, ya hace un tiempo que las plataformas (y en esto Netflix es la líder indiscutible) ha empezado a llenar sus estanterías virtuales con películas navideñas de esas que parecen fotocopiadas una de la otra, con más aspiraciones a telefilm de sobremesa que a otra cosa, pero que en ocasiones van bien para un domingo tarde en familia, más cuando parece que ahora sí el frío va a venir de verdad.
El caso es que es tanta la oferta que es inabarcable y tampoco creo que sea el caso de ponerse a reseñar como un loco (sobre todo, porque para eso tendría que verlas primero), así que, dejando de lado las que merezcan una consideración especial, he decidido que este año comentaré las películas en bloque de cinco, de forma más ligera y superficial, sólo para que si sois de los que caes ante el placer culpable de estas propuestas de temporada tengáis una idea de en qué dirección asomar el hocico.
Ahí va el primer lote, todo de Netflix:

  • El diario de Noel: Empezamos por una película navideña porque transcurre en Navidad, pero cuya trama podría encajar en cualquier época del año. Un escritor superventas regresa al hogar que abandonó hace años (tópico donde los haya) tras la muerte de su madre donde conoce a una chica que, habiendo sido dada en adopción de niña, quiere averiguar de dónde procede, con la única pista de que su madre biológica había trabajado años atrás en el hogar familiar de nuestro protagonista. Drama ligero con romance inevitable que se deja ver por su simpatía y que, al menos, tiene algún rostro reconocible en su reparto, lo que siempre ayuda. El prota es Justin Hartley, quien fuera el Arrow de Smallville. Ella es Barrett Doss, menos conocida aunque se dejó ver por Iron Fist, por ejemplo, y aparece también Bonnie Bedelia, mítica en su época por haber sido la mujer de John McCain en las dos primeras entregas de La Jungla de Cristal. Por cierto, el título no es, como pueda parecer, oportunismo barato jugando con el clásico El diario de Noah, ya que este título es original y aquel era una traducción libre de The notebook. Casualidades de la vida…

  • Navidad contigo: Más rostros conocidos para otra película que se deja ver bastante bien. Trata sobre una cantante de éxito que, amenazada por la fuerza de las nuevas generaciones, necesita componer un gran tema antes de Navidad. Falta de inspiración, decide contestar a la carta de una admiradora que le cuenta que su música le ayuda a superar la muerte de su madre, y cuando se presenta en el pueblecito resulta, sorpresa, sorpresa, que el afligido padre aspiraba a ser compositor de joven y la ayudará a componer ese tema y quizá a algo más… Ella es Aimee Garcia, la Ella López de Lucifer que también se dejó ver por Dexter y en la nueva (y olvidable) versión de RoboCop. Él, Freddie Prinze Jr., que iba para estrella cuando protagonizó las sagas de Scooby Doo y Sé lo que hicisteis el último verano (aparte de una divertidísima aparición en Friends) y ha quedado relegado a actor de doblaje y cosillas como esta.

  • Navidad de golpe: Otra que puede presumir de aspirante a estrella venida a menos. Lindsay Lohan es una pija insoportable cuyo padre es dueño de un gran hotel de montaña que, tras un accidente de esquí pierde la memoria y queda al cuidado del propietario de un modesto albergue que está a punto de cerrar. Evidentemente, el tipo es viudo y con una niña, que no nos falte nunca eso. Otro ejemplo más de como la sencillez y la humildad puede dar la felicidad mucho mejor que el lujo y el dinero, al menos en Navidad. Dentro de lo previsible tiene momentos divertidos, como la burla al mundo de los influencers de Internet.

  • Una Navidad llena de Gracia: Un nuevo caso de película que sigue un patrón clásico a pies juntillas. En este caso, la del chico que se rompe con su pareja justo antes de una reunión familiar y decide inventarse una novia nueva. A partir de aquí, el esquema clásico de las comedias románticas de toda la vida, con el enamoramiento, la ruptura para abrir el tercer acto y la inevitable reconciliación. Se agradece, al menos, que la parte de comedia pese sobre la romántica. No es gran cosa, pero se reconoce un esfuerzo por querer ser fresca y dinámica. ¿La curiosidad? Que se trata de una producción brasileña, lo que ofrece un toque algo diferente, aunque eso conlleve también cierta tendencia a la sobreactuación y la impostura. Eso sí, en los tiempos que corren, me asalta la duda de si el desenlace final es un acto de amor muy romántico o un ejemplo claro de toxicidad masculina. Si la veis, opinad.

  • Navidad en la granja: Dicen que Navidad es época de buenas intenciones y nobles propósitos. Pues bien, todo ello no vale para salvar esta película. Su inclusión en el lote es para daros un aviso: no os acerquéis a ella ni por curiosidad, pues unos pocos minutos de visionado ya os pueden arruinar la semana. Es sencillamente horrenda, tanto en cuanto a argumento, interpretación o dirección. Casi al nivel de ese esperpento del año pasado que fue Cuidado con lo que deseas. Igual que aquel despropósito de Colomo, esta pretende ser más comedia que otra cosa, pero ni el sentido del ridículo puede justificar su insulsos chistes, a cual más horrendo. Difícilmente ninguna pueda quitarle el título de peor película navideña del año. Avisados estáis.

Y así queda el primer lote. Si mi paciencia y el tiempo lo permite, habrá más, que esto no ha hecho más que empezar. Nos leemos en unos días. Ho, ho, ho!!!

miércoles, 7 de diciembre de 2022

Visto en Amazon Prime: MAÑANA ES HOY

No es frecuente ver cine de ciencia ficción con denominación de origen española, y menos si hablamos concretamente de viajes en el tiempo (aunque sería imperdonable no mencionar aquí la estupenda Los Cronocrímenes). Por eso es llamativo que la primera producción española de Amazon Prime sea precisamente de este género y, además, con grandes nombres detrás, como el director Nacho G. Velilla o su reparto más o menos coral donde destacan Javier Gutiérrez y Carmen Machi, además de secundarios como Pepón Nieto, Silvia Abril o Antonia San Juan. Cierto es que todos os actores están muy acomodados y se limitan a hacer, casi, lo de siempre, pero es justo lo que el guion les pide, así que tampoco es cuestión de ponerse muy exigentes con eso.

No nos confundamos: Mañana es hoy es una comedia, y como tal debe tomarse. Lo de los viajes en el tiempo es una excusa para poner en contraste la sociedad española de principio de los 90’ y la actual, realizando divertidos paralelismos y aprovechando, muy de refilón, para reflexionar sobre lo que se ha mejorado en relaciones de maltratos o de derechos de la mujer. Muy de refilón, insisto, pero algo es algo.

Además, entre risas, canciones míticas y homenajes a Regreso al Futuro, Velilla (que firma el guion junto a Oriol Capel y David S. Olivas) se permite introducir una trama de intriga que ofrece la cara más dramática de la película, machacando en varios momentos los desprevenidos corazones del espectador.

He empezado hablando de un film de ciencia ficción, pues eso es lo que define los viajes en el tiempo (aunque no tengan una explicación muy clara, que tampoco lo necesita), y eso implica, aunque poco, un despliegue de efectos visuales. Esto es de lo peor del film, junto con alguna escena de acción que creo que le vienen grandes a Velilla, pero el hecho de que estemos fundamentalmente ante una comedia ayuda a que uno sea más permisivo con ello. Lo mismo sucede con algunas lagunas argumentales (más si uno es tan puntilloso como yo con los razonamientos alrededor de las paradojas temporales), pero de nuevo el tono desenfadado de (casi) todo el guion ayuda a pasarlo por alto.

Al final, con lo que nos encontramos es con una propuesta familiar muy entretenida, que provocará nostalgia a aquellos que vivimos intensamente aquellos noventas y que nos recuerda que la clásica rase de «cualquier tiempo pasado siempre es mejor» es, en ocasiones, muy cierta.

 

Valoración: Siete sobre diez.

Visto en Netflix: TROLL

Dirigida por Roar Uthaug, autor de la última y infravalorada aventura de Lara Croft, Troll es una extraña apuesta de Netflix por el cine de acción, más concretamente el de monstruos gigantes.

Reconozco que el tráiler me provocó mucho desconcierto, sobre todo por el aspecto grotesco del monstruo en cuestión y la aparente seriedad de la trama. Parecía todo preparado para una comedia de acción bastante despiporrante, y ver cómo se pretendían tomar en serio a sí mismos se me antojaba algo catastrófico. Craso error. Sin negar que la película recorre mil lugares comunes del género (hay momentos que recuerdan a King Kong, GodzillaPacific Rim o Parque Jurásico), Uthaug no se molesta en ocultarlo y lo utiliza para ofrecer una trama con unos personajes más trabajados de lo habitual (y por ende, más interesantes) que ayudan a digerir esta mezcla entre folclore y fantasía que, a la postre, resulta un entretenimiento de primera.

Muchas veces me he quejado de que los presupuestos de Netflix para sus películas o bien son algo rácanos o se invierten mal, pero no sé si se debe a ser una producción noruega (ya se sabe que fuera de Hollywood se sabe sacar oro de hasta el último céntimo) o al mimo que han puesto en ella, pero todo luce de maravilla, no escatimando en gastos (hay explosiones, helicópteros, el troll del título arrasando Oslo…) ni abusando de la oscuridad. Con un inicio pausado que va alimentando el suspense, la película tiene un ritmo endiablado y, pese a sus escasas gotas de humor, se disfruta con locura. No es perfecta y seguramente tendrá muchos detractores entre la crítica más sesuda, pero a mí se me antojan un buen resumen de todo lo que cabía esperar de Jurassic World: Dominion y nos negaron, por poner un ejemplo reciente.

Así, no es de extrañar que la película esté batiendo récords en la plataforma, compitiendo con Miércoles para ser lo más visto en mucho tiempo, y de nuevo nos tenemos que lamentar de no haber visto semejante espectáculo en pantalla grande. No será la película de mi vida, pero os aseguro que la he disfrutado y me ha interesado mucho más que cualquier pieza del Monsteverso que unió a King Kong y Godzilla superando todas mis expectativas.

Así sí, Netflix. Así, sí.

 

Valoración: Ocho sobre diez.

martes, 6 de diciembre de 2022

Visto en HBO Max: NO TE PREOCUPES, QUERIDA

La concepción de esta película ha sido una verdadera montaña rusa de sensaciones, apuntando a película del año durante su rodaje, convirtiéndose en apestada al conocerse las intimidades (no todas ciertas) de ese rodaje y funcionando al fin medianamente bien al llegar a taquilla, aunque sin llegar a hacer el ruido que se le suponía. Yo mismo no tuve ocasión de verla en sala grande y he tenido que esperar a su estreno en streaming, lo que denota lo volátil que ha sido.

No te preocupes, querida es la nueva película como directora de Olivia Wilde tras Superempollonas, y si bien consigue que la película luzca muy bien a nivel visual fracasa a la hora de imponer un ritmo adecuado a la trama, ya que una vez superada la sorpresa inicial el desconcierto que invade a alguno de sus protagonistas se vuelve tedio para el espectador.

Estamos en plena década de los 50’, en algún lugar de la América profunda, en un idílico pueblecito de alegres colores y esposas serviles que disfrutan complaciendo a sus maridos mientras estos van al unísono a trabajar a un lugar secreto del que nada se sabe. Es todo conscientemente artificial, falso como un escaparate de rebajas, pero a nadie parece importarle más que a una joven que pretende rebelarse contra su estilo de vida, desbloqueando una especie de recuerdos incoherentes en la protagonista.

Florence Pugh, una de las actrices de moda y con mucho futuro por delante, cara con casi todo el peso de la película a sus hombros, y lo hace francamente bien, pese a que hay momentos en que el guion la coarta, impidiéndole lucir como merece. Como ya he apuntado, la trama, una vez presentadas las cartas, se frena, reincidiendo en lo mismo como si Wilde tuviese miedo de que no se interpretase correctamente el mensaje feminista y hubiese que subrayarlo constantemente.

Al final, una vez se rebela el secreto, la sorpresa no lo es tanto (es una versión naiff de cierta trilogía –reconvertida para mal en cuatrilogía-) y solo queda el debate entre aceptar una hermosa mentira o conformarse con una vida de mierda real. Un debate que podría resultar estimulante si no se cayera en el maniqueísmo de remarcar tanto que esa vida perfecta implica que las mujeres sean amas de casa serviciales y entregadas, algo, por otro lado, muy acorde con el lugar y la época representados.

En resumen, que estamos ante una propuesta interesante, hipnótica en lo visual y bien conducida por la Pugh, acompañada por Harry Styles, Chris Pine y la propia Wilde, pero que se hace muy cuesta arriba para llegar a un final que no resulta todo lo satisfactorio que debería.

De nuevo Wilde apunta maneras, pero su composición visual no basta como para empezar a hablar de ella como de una gran realizadora.

 

Valoración: Seis sobre diez.

Visto en Netflix: LA GUERRA DEL FUTURO

La guerra del futuro es una película de ciencia ficción hongkonesa dirigida por Yuen Fai Ng, dedicado hasta la fecha a la confección de efectos visuales, cosa que marca profundamente la película. No es que estemos ante un espectáculo visual sin parangón, pero sí es cierto que para tener un presupuesto relativamente discreto cumple con creces para lo que se espera de ella. Lo malo es que, a cambio, el guion resulta terriblemente flojo, alcanzando lugares demasiado comunes y sin que parezca tener nunca demasiado claro lo que pretende contar.

La historia nos traslada a un 2055 en el que las guerras y el calentamiento global han provocado que la atmosfera sea prácticamente irrespirable. Para ello se construyen una serie de cúpulas protectoras, pero un meteorito arrasa una de ellas, concretamente sobre la zona B-16, un distrito de un Hong Kong futurista. Pero ahí no acaba la cosa, pues de su interior emerge una planta gigante que se expande por toda la ciudad, arrasándolo todo. Irónicamente, esa amenaza es también una esperanza para la humanidad, ya que con las modificaciones necesarias es capaz de purificar el aire, aunque para ello un grupo de soldados casi suicidas deben llegar hasta el pistilo para alterar el genoma.

Sobre el papel, parece una historia ambiciosa y llena de giros, pero todo lo aquí explicado se expone apenas en el arranque del film, dejando el resto para presentar un correcalles por toda la ciudad en ruinas, alardeando tanto de los efectos visuales que por momentos parece que estemos más ante un videojuego muy realista que ante un film de acción. Al final, el aparente mensaje ecologista brilla por su ausencia, lo del meteorito es puramente anecdótico y las amenazas van variando hasta no saber si hay un argumento bien hilado tras el film o, como indica su aspecto visual, es un simple juego de ordenador en el que hay que ir pasando pantallas hasta alcanzar el último nivel.

Por eso, La guerra del futuro no deja de ser una curiosidad que puede agradar a los amantes del género pero que no les dejará ningún poso y que sirve, más que nada, para dar un toque de adrenalina al fondo de armario de Netflix. Es de esas películas que estará un par de semanas en el top diez y al cabo de un mes nadie recordará haber visto.

 

Valoración: Cinco sobre diez.