El diario de Noah es una tierna, romántica y triste historia de amor de esas tan apasionada y hermosa que cuesta creer que puedan darse a este lado de la pantalla. Hollywood siempre ha sido proclive a estos dramas arrebatadores y dolorosos, tratados normalmente con un edulcoramiento excesivo que, en esta ocasión sin embargo, Nick Cassavetes sabe tratar con buen equilibrio de manera que ni los ligeros excesos (ese lago lleno de patos) puedan dañar el sabor intencionadamente amargo que deja el film, como posos quemados de un excelente café.
De hecho, se trata de la película que siempre se nombra cuando se habla de Cassavetes, pese a lo que nunca me he decidido a acercarme a ella hasta la reciente recomendación de mi amiga Mari. Es por ello que, vista con el paso del tiempo, casi queda la sensación que es una película definida por el estigma del “antes de”. Y es que es un título realizado antes de que Cassavetes se perdiera en estupideces de películas como No hay dos sin tres (¡qué mala era, por Dios!), antes de que Ryan Gosling se convirtiese en una estrella de culto con un único registro y eterna cara de palo (pensativo, eso sí, pero palo al fin y al cabo) e incluso antes de que James Marsden protagonizara una de las muertes más polémicas del cine fantástico por culpa de su extremadamente insulsa interpretación del Hombre X Cíclope, personaje que abandonó para acompañar a Bryan Singer en un personaje más insulso aún en Superman Returns.
El diario de Noah es una historia que Duke (el recientemente fallecido James Garner en uno de sus últimos papeles) cuenta a una anciana con problemas seniles en una residencia de la tercera edad. En esa historia se describe el apasionado romance entre Noa y Allie, una historia para nada original y que, como muchas otras, bebe de las influencias eternas de Romeo y Julieta, siendo la diferencia de clases una vez más la principal traba para que los amantes puedan desafiar a su destino.
Reconozco que solo con su ambientación en los dorados años cuarenta americanos ya basta para tenerme ganado, pero quien realmente consigue hacerse con el control de la película devorando al resto del reparto (y eso que por ahí pululan también veteranos ilustres como Joan Allen o Sam Shepard) es la encantadora Rachel McAdams, que con su imperecedera sonrisa consigue enamorar hasta el punto de poder perdonar sus malas decisiones y los errores de su personaje, consiguiendo impregnar a la película de la inocencia propia de la época imprescindible para creernos lo que nos tratan de contar.
Con un guion fiel a la novela en que se basa bastante previsible (el supuesto giro sorpresa –desvelado, por cierto, baste antes de lo deseable- es evidente casi desde el inicio del film), el punto intermedio entre dulzura y dolor es meticulosamente medido por Cassavetes, lo que ayuda a contagiarnos del amor de los jóvenes protagonistas. Poco importa que sepamos cómo va a terminar la cosa o que no sean capaces de sorprendernos en ningún momento. Noa y Allie transmiten sus sentimientos hasta conseguir que empaticemos con ellos y sintamos como propios sus alegrías y decepciones.
Por eso El diario de Noah no será una gran película, pero es, desde luego, una historia hermosa y enternecedora, capaz de emocionar y que invita en más de un momento a la lágrima sensible. Y con eso podemos darnos por satisfechos.
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