lunes, 31 de octubre de 2022

Visto en Netflix: LA ESCUELA DEL BIEN Y DEL MAL

No es ninguna novedad que, desde el éxito de franquicias como Harry Potter o Crepúsculo, todas las productoras andan tras la gallina de los huevos de oro, esperando encontrar la adaptación que les consiga unos buenos dividendos. Las novelas YA (destinadas a un público adolescente en una combinación de amistad, romance y fantasía) están en busca y captura, pero rara es la vez que se convierten en un éxito, tanto de taquilla como de crítica.

La escuela del bien y del mal, de Paul Feig, es la última intentona, esta vez por parte de Netflix después de que Universal abandonara el proyecto. Y se trata de una producción lujosa, con grandes nombres en su reparto y una puesta en escena muy ambiciosa, en la que –a excepción de alguna escena de lucha de coreografía pobre y molesto uso de la cámara lenta- Feig se desenvuelve bastante bien.

El problema es que todo suena demasiado repetitivo, estando, en el fondo, ante una copia nada disimulada del concepto de Harry Potter y su escuela de magos (que ya en su momento era una variante algo más disimulada de la Escuela para Jóvenes Talentos del Profesor Xavier, de los X-Men). Esto podría ser culpa de la película, que podría no haber sabido modernizar la obra para disimular sus precedentes, de no ser porque la novela homónima de Soman Chainani, data de 2013 (cuando la saga de Rowling estaba ya finiquitada), por lo que la falta de originalidad proviene ya de la historia base.

Hay, además, otros detalles que denotan sus referencias. Ya no resulta nada novedoso crear un mundo donde los cuentos de hadas clásicos conviven con un velo de realidad. Tampoco es nuevo el concepto «retocado» del amor verdadero, presente en la película Frozen, curiosamente del mismo año que la novela que inicia la saga. Incluso hay un giro supuestamente sorprendente que la mala suerte hace que coincida con otro muy similar (e igual de predecible) de la reciente Samaritan.

En resumen, que estamos, con ligeras variaciones, ante un Harry Potter de marca blanca, sin el carisma de sus protagonistas, la épica música de John Williams y la ambición de Warner como respaldo. No es una mala película, y resulta mínimamente entretenida, pero el tufillo que desprende a algo perfectamente reconocible suma mucho en su contra.

La idea, como casi todo en lo que se mete Netflix últimamente, es que sea el inicio de una nueva saga (las novelas son cinco en total). Habrá que ver…

 

Valoración: Seis sobre diez.

Visto en Netflix: EL ESPÍRITU DE BRIDGE HOLLOW

Está claro que participar en una serie/fenómeno como es Strangers Thigs eleva a la categoría de estrella a cualquiera de sus protagonistas, y esto es lo que sin duda ha permitido a Priah Ferguson a ser el soporte principal de El espíritu de Bridge Hollow, la propuesta amable de Halloween de Netflix que combina con bastante gracia el humor y el terror.

Con varios cómicos reconocibles entre su elenco, la película es una simpática aventura para todos los públicos (aunque enfocada casi al más infantil) a la que por lo menos no se le puede acusar de ser tramposa. Ya desde su inicio las cartas quedan sobre la mesa y, pese a lo trillado de su argumento y lo simple de sus gags, la película da lo que ofrece, sin llevar a nadie al engaño.

No hay nada nuevo bajo el sol, pero la honestidad con la que el director Jeff Wadlow (que desde Kick-Ass 2 no ha hecho más que encadenar un desastre tras otro) acomete la acción y el buen hacer de los efectos visuales hacen que esta peliculilla a la que de mayor le gustaría parecerse a Poltergeist (la original, no ese petardo de 2015) o a House, una casa alucinante, sin ser nada del otro mundo, se pueda ver con agrado, siendo una propuesta ideal para una tarde de Halloween en familia, lejos de la sangre a borbotones y los sustos anunciados de otras propuestas más convencionales.

 

Valoración: Seis sobre diez.

Visto en Netflix: EL TELÉFONO DEL SEÑOR HARRIGAN

Incluido en el compendio La sangre manda, El teléfono del señor Harrigan es un elato poco conocido de Stephen King donde se acerca más al drama social que al terror, recuperando el juego entre un joven y un hombre mayor, que ejerce de inesperado mentor, tal y como sucediera, por ejemplo, en Alumno aventajado (que diera pie a la película Verano de Corrupción de Bryan Singer).

El teléfono del señor Harrigan, de John Lee Hancock, es una fiel adaptación del relato que utiliza la excusa de la posiblemente insana relación entre un chico y un solitario millonario que lo contrata para leerle novelas clásicas para hablar de la pérdida materna y el dolor que supone enfrentarse a ello. No estamos, pese a lo sobrenatural del argumento (al morir el anciano, este se sigue comunicando con el chico mediante su iPhone, llegando a actuar incluso como protector del mismo desde el más allá), ante una historia de terror, por lo que puede que algún espectador se sienta profundamente decepcionado. Es lo que tiene no conocer la carrera de Stephen King y quedarse solo con el tópico.

El teléfono del señor Harrigan es un drama, con algunos componentes sociales como el bulling o la soledad como referencias, pero que en realidad es una reflexión triste y melancólica ante la pérdida de la inocencia y la negación a enfrentarse a la tragedia.

Es cierto que quizá carece del ritmo necesario para mantener el interés durante todo el metraje, pero la buena química entre el joven Jaeden Martell (conocedor de la obra de King tras su paso por It y su continuación) y el siempre genial Donald Sutherland es suficiente aliciente para acercarse a esta película, aunque cierto es también que tras la desaparición de este segundo el brillo recae un pelín.

En fin, una interesante película que, sin embargo, aburrirá a los que esperen solo sustos y apariciones demoníacas. En esta ocasión, no es de esto de lo que va,. Y, de vez en cuando, se agradece algo así.

 

Valoración: Seis sobre diez.

lunes, 24 de octubre de 2022

Cine: BLACK ADAM

Decía Dwayne Johnson que Black Adam iba a revolucionar todo el Universo DC e iba a corregir la senda errónea por la que caminaban desde el affaire Snyder/Whedon, así que voy empezar por quitarme el asunto de encima: No, no soluciona nada. Si acaso, lo complica todo un poco más.

Segundo tema: muchos van a acusar a la película de acercar a DC al colorido y el humor de la maldita «fórmula Marvel». Error de nuevo. Si acaso, lo que hace es abrazar como debe al género de los superhéroes del comic, haciendo lo que desde sus inicios ya hacían en Warner con Superman, Batman o Green Lantern (que vista ahora, quizá no era tan condenadamente mala). Así que basta ya con querer mirar siempre al ombligo del vecino.

Desde un punto de vista estrictamente cinematográfico, la película no es nada del otro mundo. Jaume Collet-Serra se perfila como uno de los grandes directores palomiteros del panorama actual, pero aquí acomete un trabajo muy eficaz pero totalmente falto de personalidad, con remiendos visuales de mil y un refritos difíciles de evitar. Por momentos, la película se parece mucho al estilo del Snyder de 300, al Dr. Stranger de Raimi, a Los Vengadores de Whedon y así hasta un etcétera casi infinito, incluyendo a todos esos títulos que incluyen la fórmula «héroe guiado por un niño» que recuerdan a Terminator 2, Iron Man 3 o incluso a la reciente y mediocre Samaritan. Tampoco es que el guion ayude, pues el planteamiento es muy lineal y plano y apenas hay tiempo de desarrollar a tantos personajes, pudiéndose destacar solo al Black Adam protagonista y a la relación entre Hawkman y Docor Fate (demasiado parecidos, en su adaptación visual, al Halcón y al Dr. Stranger del MCU), sobre todo gracias al carisma de Pierce Brosnan, el único capaz e hacer algo de sombra al todopoderoso (en todos los sentidos) Johnson.

Sin embargo, la película es un espectáculo palomitero con un ritmo perfecto que no puede aburrir a nadie. Como blockbuster que solo aspira a vender entradas y provocar algún que otro aplauso en la sala (aunque algo falla cuando lo más celebrado se encuentra en su escena postcréditos), la película es casi perfecta, siendo entretenimiento puro vibrante.

Su gran problema cabe encontrarlo también en su mayor reclamo. Esta no es una película de un superhéroe (o antihéroe, o villano, como prefieran definirlo) con el rostro de Dwayne Johnson. Es una película de Dwayne Johnson que quiere parecerse a una de superhéroes. Él es el centro de toda la acción, pero su personaje nunca logra imponerse ante su persona, y pese a estar más serio y oscuro de lo habitual, uno siempre ve en pantalla a Dwayne Johnson, sin importarle que se llame Teth-Adam, Black Adam o Perico de los palotes.

Otro palo en la rueda es su relativa dependencia a Shazam, con la que comparte microverso, o la necesidad de conocer de los comics a una Sociedad de la Justicia que apenas puede ser presentada y de la que nos quedamos con ganas de más tiempo para su desarrollo. Todo pasa muy rápido, y entre clichés de Indiana Jones y posters de la JLA, apenas hay tiempo para más que peleas espectaculares, muecas marca de la casa de Johnson, efectos visuales algo limitados (la gran lacra del cine de superhéroes postpandémicos), chistes fotocopiados a Thor: Love and thunder y escenas a cámara lenta con hits musicales de fondo que ya suena a algo demasiado trillado.

Pero insisto, todos los defectos (que son bastantes) de la película que han provocado sus malas críticas por parte de la prensa especializada se compensan con el sentido del espectáculo y la diversión sin complejos que ofrece. No voy a ir de hater, y reconoceré que uno se lo pasa pipa viéndola, aunque luego le quede un regusto amargo por imaginar lo que podría haber sido si se hubiesen esforzado un poco más.

Respecto al revolcón que se supone quiere dar al DCEU, no puedo decir mucho por aquello de los spoilers, solo indicar que el rumbo parece más errático que nunca (cuando se pretende justo lo contrario), sobre todo con la presencia de un personaje que se supone debería representar un soplo de aire fresco y en realidad es un retroceso en su concepto, tanto por la utilización de una música que no debería estar ahí como por la presencia de una Amanda Waller que se empeña en ser la Nick Fury de este Universo  y que quita sentido (y personalidad) al cameo final.

En fin, diversión tontorrona pero efectiva que se acerca más al humor infantiloide de Shazam (lo que no impide que la película cuente con desmembramientos y mutilaciones varias, pero todas muy blancas, que a James Gunn no se le ve el pelo por aquí) que a las bases oscuras y dramáticas que plantó Snyder y que en el fondo va a dificultar (una vez más) la limpieza total que la película de Flash podría haber supuesto.

 

Valoración: Seis sobre diez.

Visto en Disney+: LA MALDICIÓN DEL HOMBRE LOBO

Hace ya algún tiempo que desde Marvel se nos va prometiendo algo diferente, algo que sea capaz de romper con la dichosa cantinela de la «fórmula Marvel» que parece definir sus producciones. Y aunque algo se ha avanzado en ese tema (Eternals gustó poco, precisamente, por romper los esquemas previsibles del MCU mientras que Hulka, sobretodo en su capítulo final, se dedica a burlarse de todo ese asunto), todo sigue teniendo un aroma más o menos continuista.

La llegada de este especial televisivo, a modo de adelanto de Halloween, tampoco es que vaya a rompernos la cabeza, pero sí es un gran paso a abrir puertas a otros subgéneros poco explorados en la factoría hasta el momento.

La maldición del hombre lobo, interesante debut como director de Michael Giacchino, no se aleja demasiado de los cómics de Marvel, trayendo al MCU personajes inéditos hasta ahora como son Jack Russell, Elsa Bloodstone o al Hombre-cosa (vamos a olvidarnos todos de esa espantosa película de hace unos años), pero sí resulta suficientemente rompedora, tanto por el uso del blanco y negro como por los toques de terror, como para indicar que es posible hacer cosas diferentes y apuntar hacia un tipo de público distinto al habitual.

La maldición del hombre lobo es casi una curiosidad, un homenaje al cine de terror clásico de la Universal o la Hammer, que además abre las puertas a un mundo nuevo, seguramente aquel al que pertenecerán Blade o El Caballero Negro (o incluso El Caballero Luna, si es que saben qué quieren hacer con este personaje), dominado por monstruos y seres de la noche.

El episodio, que inicia así una nueva forma de conectar con el público de Disney+ mucho más directo que con las series (en navidad tendremos otra muestra de esto con el especial de Guardianes de la Galaxia), es ameno y muy efectivo, demostrando que Giacchino no es manco a la hora de dirigir, y rozando la gloria con la representación visual del Hombre Cosa (al que aquí llaman, simplemente, Ted). Un divertimento que sin llegar a romper esquemas, invita a soñar con una Marvel diferente y más abierta a nuevas experiencias.

Visto en Netflix: SANDMAN

Estamos ante otra de esas propuestas visuales a las que es difícil analizar sin más, tanto por el hype que provocó desde su estreno como por la dificultad de su adaptación. Siendo admirador de Neil Gaiman, confieso no haber leído nunca un solo episodio de su serie gráfica, por lo que no puedo realizar el ejercicio de comparar ambas obras. Sin embargo, sí me consta que el comic está conformado por diversos arcos argumentales más o menos conclusivos que son perfectamente adaptados en la serie televisiva, con lo bueno y lo malo que ello comporta.

Y es que uno de los problemas que presenta Sandman para el espectador ajeno a la obra original de Gaiman es la falta de un hilo conductor que nos indique de qué va realmente la serie (aunque la incursión del personaje del Corintio desde el primer episodio ayuda bastante, algo que la serie mejora con respecto a los comics), haciendo que haya dos estructuras muy diferenciadas a lo largo de esta primera temporada. Tanto es así que yo mismo tuve dificultades para conectar con la historia del Dios del Sueño, llegando a interrumpir el visionado a la altura del quinto episodio, en el que terminaba la trama argumental llamada en el papel Preludios y Nocturnos. Tras forzarme a continuar con ella al cabo de un descanso, el episodio sexto, una especie de interludio entre dos tramas, me entusiasmo, quedando totalmente enganchado a los episodios correspondientes a la saga de La casa de muñecas que corresponden a los cuatro siguientes episodios (hay un capítulo once ofrecido por Netflix con posterioridad que es también un interludio aparte). Sin embargo, me consta que hay parte de los aficionados que han aplaudido más la primera parte que esta segunda, lo cual indica que hay gustos para todos y que la serie requiere un ligero esfuerzo por parte del espectador para aceptar los vaivenes del argumento.

Con un derroche visual impactante (y caro, lo que condiciona la confirmación de la esperada renovación) y una buena elección de actores, The Sandman, una vez pagado el peaje del desconcierto inicial, es una de las apuestas más valientes y originales de Netflix, merecedora de un éxito mayor del que está disfrutando. Es una adaptación fiel, muy cuidada, en la que se nota la implicación del propio Gaiman, interesado en solventar los errores que él mismo ve en sus primeros guiones comiqueros.

No se salva la serie de la polémica con el cambio físico o de género de algunos personajes (el más fragante es el de Lucifer, interpretado por Gwendoline Christie, un personaje que en los comics es el mismo Lucifer Morningstar de la serie protagonizada por Tom Ellis), o la necesidad de evitar las alusiones a personajes el Universo DC, cosa que sí se daba en los comics. Son los problemas de tener un universo compartido en papel que no corresponde, por temas de derechos, al ámbito audiovisual, aunque esto es casi un favor para la obra, evitando lastres innecesarios y otorgando una libertad creativa a Gaiman, Allan Heinberg y David Goyer, responsable de todo esto.

En resumen, estimulante y convincente adaptación que, si bien no va a ser del agrado de todos los públicos (no es para nada una serie de superhéroes al uso) merece como poco que se le dé una oportunidad, siendo necesario ver el total de los once episodios antes de hacer una valoración en condiciones.

Visto en Disney+: SHE HULK, ABOGADA HULKA

She-Hulk, abogada Hulka, venía con la intención de poner el Universo Marvel patas arriba, y vaya si lo ha hecho. Aunque de manera algo irregular (hay algún episodio en su parte central que ha flojeado un poco, el lenguaje meta de la propuesta, insuperable en su episodio final, ha confirmado que aún se pueden hacer cosas originales y frescas en Marvel sin tener que separarse por ello del camino establecido, cerrando a su vez un círculo casi perfecto con el origen del Marvel televisivo, una Bruja Escarlata y Visión que también tenía, al menos en su arranque, mucho metalenguaje, aunque de otra manera.

La serie de Hulka es una comedia en la que lo de menos es su villano, aunque con ello se dé la sensación en muchos momentos de que la trama no sabe muy bien hacia donde va. Pero lo importante de veras es ese humor divertido y algo irreverente, capaz de romper la cuarta pared tal y como hacía en su etapa comiquera de John Byrne, para burlarse de todo y de todos, empezando por su misma casa. Así, tras un arranque dubitativo donde el humor parecía algo forzado casi un remiendo de lo que hacía en cines Deadpool) y cuyo ingrediente principal parecían ser los cameos más que la propia Hulka, la serie ha ido creciendo hasta ese glorioso episodio final que se sitúa entre lo mejor y lo más absurdo que ha parido Marvel, algo tan autoreferencial que quizá saque de la propuesta a los menos devotos y pueda causar alguna que para indignación a los que solo querían ver a Daredevil pegando tortas, pero que para los que buscaban algo diferente ha sido una auténtica gozada.

Y buena parte del mérito es de Tatiana Maslany, otro acierto de casting de Marvel, que se come la pantalla y consigue enamorar con su dulzura y torpeza en una Jen Walters algo más inestable que en su versión comiquerapero que ha resultado todo un acierto.

Puede que el apartado técnico deba estar, de nuevo, entre lo más flojo de la serie, pero me temo que eso es algo a lo que debamos acostumbrarnos en la vertiente televisiva del MCU pero que, una vez superado el efecto Shrek, es fácil de ignorar.

En fin, un acierto que, de nuevo, dividirá a devotos y detractores pero que supone claramente un paso adelante en la dinámica de la franquicia y que invita a estar deseando volver a encontrarse con Jen/Hulka en el futuro, aunque un descacharrante Kevin ya nos haya alertado de que no será en cines…

Cine: VIAJE AL PARAÍSO

Dirigida por Ol Parker, responsable de Mamma mía! Una y otra vez y El exótico hotel Marigold, Viaje al paraíso no es una película que pretenda romper moldes. Como mucho, aspira a rememorar esas comedias románticas de los noventa, muy blancas y acarameladas, que marcaron a toda una generación.

Como tal, la historia de una pareja de divorciados que no se soporta y deben unir fuerzas por evitar el matrimonio de su hija, es cumplidora pero poco más, sabiendo mezclar con acierto la comedia que provoca las manipulaciones de los mayores con la ternura de la historia romántica de los adolescentes. Hay algo de reflexión sobre la erosión que provocan los sueños no cumplidos e incluso unas gotitas de tristeza que invitan a alguna lagrimita aislada, pero no son más que reflejos de lo que podría ser si la película hubiese decidido arriesgar un poco más y salirse de los convencionalismos y la condescendencia propia del género.

Así, aunque funcione en sus cometidos, la película debería tener una valoración ligera, por lo repetitiva y simple que podría llegar a parecer.

Pero, ¡ay, amigo!... Ahora toda hablar del elemento diferenciador con otras películas similares del montón, que no es otra cosa que su elenco. Julia Roberts y George Glooney están sublimes, desprendiendo una química innegable apenas sin esfuerzo y compartiendo una complicidad que traspasa la pantalla. Por detrás de Tom Cruise, ellos son, junto a Brad Pitt, las últimas grandes estrellas de Hollywood, y esa amistad que les ha llevado a trabajar juntos hasta en cuatro ocasiones con  anterioridad. Ellos son el alma de la película, y las reflexiones, algo simplonas, sobre la paternidad, la madurez y los objetivos que uno se marca en la vida no habrían tenido la misma potencia sin la participación cómplice de ellos dos.

Solo por eso ya es obligatorio ver una película que de otra manera no habría pasado de ser la comedia romántica de la semana sin más personalidad ni interés que la diferenciara del resto.

 

Valoración: Siete sobre diez.

Visto en Netflix: LOU

De la mano de J.J. Abrams, la productora Bad Robot puede presumir por hacer películas que, si bien no siempre son obras maestras, al menos acostumbran a garantizar un buen rato de entretenimiento.

Con la alianza de Netflix, Lou mantiene la línea, conformando una película de acción tan sencilla como contundente y que tiene en su protagonista su mejor baza. No es cuestión de descubrir ahora a Allison Janney, inolvidable como C.J. en  El ala oeste de la Casa Blanca y oscarizada por Yo, Tonya, pero sí resulta toda una sorpresa verla ahora convertida en heroína de acción en un personaje que tenemos más asociado a un rol femenino.

Lou es una mujer amargada e irascible que parece querer vivir alejada del mundo y poco empática con sus vecinos, en especial la joven Hannah y su hija a las que tiene alquiladas una cabaña en medio del bosque. Ocultadora de un pasado misterioso, la mujer no tendrá más remedio que romper su coraza e involucrarse en el rescate de la hija de Hannah en manos de su violento padre, al que se daba por muerto.

A partir de aquí, tenemos una propuesta de persecuciones por bosques, tiroteos y peleas en las que Janney se desenvuelve sorprendentemente bien, ofreciéndonos un film contundente y emocionante con giros que, si bien no son del todo imprevisibles, sí resultan suficientemente efectivos de cara a sorprender al espectador.

No es una película de la que debamos esperar grandes cosas, más que un entretenimiento muy cumplidor que cumple con los requisitos y sorprende por encima de otras propuestas de Netflix que estaban llamadas a ser la sensación de la temporada y acaban diluidas en agua de borrajas.

 

Valoración: Siete sobre diez.

domingo, 9 de octubre de 2022

Visto en Disney+: PINOCHO

Los que me leéis habitualmente ya sabéis la poca gracia que me hace eso de adaptar en live-action los viejos clásicos de Disney. Sin embargo, el reencuentro entre Tom Hanks y Robert Zemeckis me invitaba a esperar algo bueno de esta nueva versión de Pinocho, aun a sabiendas que el autor de la trilogía de Regreso al futuro está muy lejos de su mejor época. Sin embargo, las cosas son como son (o peor aún) y este producto (no sé si atreverme a llamarlo película) es aún más terrible de lo que podía esperar.

De nuevo estamos ante un calco casi literal de la película base, evitando los detalles más polémicos (no pongamos la escena de Pinocho fumando, no vayamos a escandalizar a alguien) tal y como se hizo con Dumbo.

La película es tan plana como cabría suponer, insoportablemente aburrida y con un acabado digital pasable sin más. La conversión de Pinocho de la animación tradicional al CGI digital resulta algo incómoda de ver mientras que no termino de entender la decisión de mantener el aspecto animal de algunos personajes en lugar de optar por actores de carne y hueso, que es de lo que se supone que va esto.

No todo es un desastre total: hay un par de secuencias que derrochan imaginación y que, vistas de manera aislada al resto del film, resultan de lo más estimulante. Me estoy refiriendo a la panorámica alrededor de la pared del taller de Geppetto, en la que se muestra los diversos relojes de cuco del juguetero (todo un auto homenaje al mundo Disney), y a la presentación del parque de atracciones, dos gotas de agua visualmente muy imaginativas en medio de un desierto de mediocridad.

A cambio, tenemos la que posiblemente sea la peor interpretación de Tom Hanks en toda su carrera. Hace poco, en un ridículo ejercicio de corrección política equivocada, el actor afirmó que hoy en día no aceptaría el papel que hizo en Philadelphia. Viendo su trabajo en Pinocho, la realidad es que ahora no se merecería ni que se lo ofrecieran.

En fin, un despropósito sin alma ni magia, que carece del más mínimo recurso para la sorpresa y sumamente aburrida que solo sirve para perder, ya de antemano, ante las comparaciones que se van a hacer con la otra versión de Pinocho que está por llegar, la firmada por Guillermo del Toro. Antes del estreno, el mejicano ya ha ganado la batalla.

 

Valoración: Tres sobre diez.

sábado, 8 de octubre de 2022

Visto en Netflix: BLONDE

De nuevo nos encontramos ante una de esas películas que levanta pasiones, para bien o para mal. Y en esta ocasión, más que nunca, la obra de Andrew Dominik invita a amarla u odiarla, sin apenas espacio para las medias tintas.

Con una composición singular (constantes cambios de formato y saltos del blanco y negro al color algo caprichosos), lo primero que define a Blonde es el distanciamiento del biopic habitual. Blonde no es, ni de lejos, una recreación fiel a la vida de Marilyn Monroe, ni nunca lo ha pretendido. Basada en una novela de Joyce Carol Oates, la película inventa todo lo que puede y más, haciendo que aquellos que quieran aproximarse a la figura de la mítica actriz queden decepcionados y confundiendo a los más profanos (que siendo Netflix su escaparate, posiblemente sean los mayoritarios y la explicación de porqué la película no está funcionando nada bien). Quitando de antemano el lastre del escaso realismo, una decisión discutible pero asumible, queda por ver si, como película de ficción, hay algo donde rascar o no.

Desde mi punto de vista, hay dos maneras de entender Blonde. Por un lado, como una crítica sobre el Hollywood dorado (en el que se pueden ver muchos reflejos de la sociedad actual) sobre el maltrato a sus estrellas y como el abuso de poder estaba a la orden del día, convirtiendo a sus estrellas en muñecas rotas fáciles de manipular. En ese aspecto, considero la película un fracaso total, ya que la personalidad que se empeñan en dar desde el principio a Marilyn Monroe la despojan de la condición de víctima que se nos quiere mostrar en muchas ocasiones. Ella es, ante todo, una víctima de sí misma, y eso nos lleva a la segunda manera de percibir Blonde.

La película, despojada de su apariencia de crónica de una época, de la metáfora social y de otros juegos de artificio que no sirven más que para entorpecer el visionado, es, en realidad, un retrato doble una enfermedad. Marilyn hereda de su madre sus problemas mentales y es esta enfermedad la que define todos sus actos. Todo lo demás son excusas y trucos de baratillo para dar de qué hablar (como las escenas incómodas de sexo o el aparente alegato antiabortista desmentido por el propio Dominik). Es, si me permiten la comparación, el mismo truco sucio que ya utilizara Todd Phillips para su Joker: utilizar una figura mítica del imaginario popular para servirlo como vehículo para mostrar una enfermedad que, más allá de los valores de la película, apenas habría interesado a nadie si hubiesen tenido como protagonistas a un personaje anónimo. En el fondo, el Joker de Joaquin Phoenix se parece a su homónimo de los cómics tanto como la Marilyn de Ana de Armas lo hace con el personaje real, por lo que lo único que aporta la película es un relato impactante e incómodo sobre cómo una enfermedad mental (aunque apenas diagnosticada) puede condicionar cada uno de los pasos dados en la vida, convirtiendo una historia de amor y glamour en un drama constante.

Ana de Armas está estupenda como Marilyn, desde luego, y este es quizá el mayor logro de una película que, una vez despojada de su aura mítica, no me interesa en absoluto. Quizá soy ya muy mayor como para escandalizarme con sus desnudos (que me importan más bien poco) y no le he sabido ver la gracia a eso de inventarse datos biográficos sin más, agravado por el hecho de que lo entremezcle con escenas históricas totalmente reales. Si cambias la realidad, hazlo con un propósito, ya sea el dar un poco de luz y esperanza a este mundo, como hace Tarantino con el final de Hitler y de Sharon Tate en Malditos Bastardos y Érase una vez en Hollywood respectivamente, o por pura diversión, como cuando Timur Bekmambetov y Seth Grahame-Smith convirtieron a Abraham Lincoln en un cazavampiros. Pero no para ensuciar la memoria de unos personajes reales en una película que, cuando no escandaliza o incomoda lo único que consigue es aburrir. Y esto último es, posiblemente, su mayor defecto.

 

Valoración: Tres sobre diez.