lunes, 24 de octubre de 2022

Cine: BLACK ADAM

Decía Dwayne Johnson que Black Adam iba a revolucionar todo el Universo DC e iba a corregir la senda errónea por la que caminaban desde el affaire Snyder/Whedon, así que voy empezar por quitarme el asunto de encima: No, no soluciona nada. Si acaso, lo complica todo un poco más.

Segundo tema: muchos van a acusar a la película de acercar a DC al colorido y el humor de la maldita «fórmula Marvel». Error de nuevo. Si acaso, lo que hace es abrazar como debe al género de los superhéroes del comic, haciendo lo que desde sus inicios ya hacían en Warner con Superman, Batman o Green Lantern (que vista ahora, quizá no era tan condenadamente mala). Así que basta ya con querer mirar siempre al ombligo del vecino.

Desde un punto de vista estrictamente cinematográfico, la película no es nada del otro mundo. Jaume Collet-Serra se perfila como uno de los grandes directores palomiteros del panorama actual, pero aquí acomete un trabajo muy eficaz pero totalmente falto de personalidad, con remiendos visuales de mil y un refritos difíciles de evitar. Por momentos, la película se parece mucho al estilo del Snyder de 300, al Dr. Stranger de Raimi, a Los Vengadores de Whedon y así hasta un etcétera casi infinito, incluyendo a todos esos títulos que incluyen la fórmula «héroe guiado por un niño» que recuerdan a Terminator 2, Iron Man 3 o incluso a la reciente y mediocre Samaritan. Tampoco es que el guion ayude, pues el planteamiento es muy lineal y plano y apenas hay tiempo de desarrollar a tantos personajes, pudiéndose destacar solo al Black Adam protagonista y a la relación entre Hawkman y Docor Fate (demasiado parecidos, en su adaptación visual, al Halcón y al Dr. Stranger del MCU), sobre todo gracias al carisma de Pierce Brosnan, el único capaz e hacer algo de sombra al todopoderoso (en todos los sentidos) Johnson.

Sin embargo, la película es un espectáculo palomitero con un ritmo perfecto que no puede aburrir a nadie. Como blockbuster que solo aspira a vender entradas y provocar algún que otro aplauso en la sala (aunque algo falla cuando lo más celebrado se encuentra en su escena postcréditos), la película es casi perfecta, siendo entretenimiento puro vibrante.

Su gran problema cabe encontrarlo también en su mayor reclamo. Esta no es una película de un superhéroe (o antihéroe, o villano, como prefieran definirlo) con el rostro de Dwayne Johnson. Es una película de Dwayne Johnson que quiere parecerse a una de superhéroes. Él es el centro de toda la acción, pero su personaje nunca logra imponerse ante su persona, y pese a estar más serio y oscuro de lo habitual, uno siempre ve en pantalla a Dwayne Johnson, sin importarle que se llame Teth-Adam, Black Adam o Perico de los palotes.

Otro palo en la rueda es su relativa dependencia a Shazam, con la que comparte microverso, o la necesidad de conocer de los comics a una Sociedad de la Justicia que apenas puede ser presentada y de la que nos quedamos con ganas de más tiempo para su desarrollo. Todo pasa muy rápido, y entre clichés de Indiana Jones y posters de la JLA, apenas hay tiempo para más que peleas espectaculares, muecas marca de la casa de Johnson, efectos visuales algo limitados (la gran lacra del cine de superhéroes postpandémicos), chistes fotocopiados a Thor: Love and thunder y escenas a cámara lenta con hits musicales de fondo que ya suena a algo demasiado trillado.

Pero insisto, todos los defectos (que son bastantes) de la película que han provocado sus malas críticas por parte de la prensa especializada se compensan con el sentido del espectáculo y la diversión sin complejos que ofrece. No voy a ir de hater, y reconoceré que uno se lo pasa pipa viéndola, aunque luego le quede un regusto amargo por imaginar lo que podría haber sido si se hubiesen esforzado un poco más.

Respecto al revolcón que se supone quiere dar al DCEU, no puedo decir mucho por aquello de los spoilers, solo indicar que el rumbo parece más errático que nunca (cuando se pretende justo lo contrario), sobre todo con la presencia de un personaje que se supone debería representar un soplo de aire fresco y en realidad es un retroceso en su concepto, tanto por la utilización de una música que no debería estar ahí como por la presencia de una Amanda Waller que se empeña en ser la Nick Fury de este Universo  y que quita sentido (y personalidad) al cameo final.

En fin, diversión tontorrona pero efectiva que se acerca más al humor infantiloide de Shazam (lo que no impide que la película cuente con desmembramientos y mutilaciones varias, pero todas muy blancas, que a James Gunn no se le ve el pelo por aquí) que a las bases oscuras y dramáticas que plantó Snyder y que en el fondo va a dificultar (una vez más) la limpieza total que la película de Flash podría haber supuesto.

 

Valoración: Seis sobre diez.

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