lunes, 31 de octubre de 2022

Visto en Netflix: LA ESCUELA DEL BIEN Y DEL MAL

No es ninguna novedad que, desde el éxito de franquicias como Harry Potter o Crepúsculo, todas las productoras andan tras la gallina de los huevos de oro, esperando encontrar la adaptación que les consiga unos buenos dividendos. Las novelas YA (destinadas a un público adolescente en una combinación de amistad, romance y fantasía) están en busca y captura, pero rara es la vez que se convierten en un éxito, tanto de taquilla como de crítica.

La escuela del bien y del mal, de Paul Feig, es la última intentona, esta vez por parte de Netflix después de que Universal abandonara el proyecto. Y se trata de una producción lujosa, con grandes nombres en su reparto y una puesta en escena muy ambiciosa, en la que –a excepción de alguna escena de lucha de coreografía pobre y molesto uso de la cámara lenta- Feig se desenvuelve bastante bien.

El problema es que todo suena demasiado repetitivo, estando, en el fondo, ante una copia nada disimulada del concepto de Harry Potter y su escuela de magos (que ya en su momento era una variante algo más disimulada de la Escuela para Jóvenes Talentos del Profesor Xavier, de los X-Men). Esto podría ser culpa de la película, que podría no haber sabido modernizar la obra para disimular sus precedentes, de no ser porque la novela homónima de Soman Chainani, data de 2013 (cuando la saga de Rowling estaba ya finiquitada), por lo que la falta de originalidad proviene ya de la historia base.

Hay, además, otros detalles que denotan sus referencias. Ya no resulta nada novedoso crear un mundo donde los cuentos de hadas clásicos conviven con un velo de realidad. Tampoco es nuevo el concepto «retocado» del amor verdadero, presente en la película Frozen, curiosamente del mismo año que la novela que inicia la saga. Incluso hay un giro supuestamente sorprendente que la mala suerte hace que coincida con otro muy similar (e igual de predecible) de la reciente Samaritan.

En resumen, que estamos, con ligeras variaciones, ante un Harry Potter de marca blanca, sin el carisma de sus protagonistas, la épica música de John Williams y la ambición de Warner como respaldo. No es una mala película, y resulta mínimamente entretenida, pero el tufillo que desprende a algo perfectamente reconocible suma mucho en su contra.

La idea, como casi todo en lo que se mete Netflix últimamente, es que sea el inicio de una nueva saga (las novelas son cinco en total). Habrá que ver…

 

Valoración: Seis sobre diez.

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