domingo, 31 de agosto de 2014

EL NIÑO (8d10)

Pocas veces una película española había creado tanta expectación como El niño. Tras un complicado proceso de producción (básicamente para conseguir financiación) de más de cinco años al fin se estrena la nueva película de Daniel Monzón, el nuevo niño mimado del cine patrio tras la exitosa Celda 211.
Pero todo lo bueno que conlleva un gran hype (la película va a ser un éxito de taquilla sin ningún género de dudas) también se convierte en un inconveniente ante lo fácil que le puede resultar decepcionar tanto a los más ansiosos como a los típicos buitres carroñeros (y de esos en nuestro cine hay muchos) que están atentos al menos signo de debilidad para saltar sobre la yugular de Monzón y cebarse con su película (cuanta envidia hay en este país y como se desprecian a los que tienen éxito).
¿Y cuál es la realidad sobre este film policiaco ambientado en Gibraltar y con las redes de tráfico de drogas como telón de fondo? Pues así, a bote pronto, antes de entrar en valoraciones más detalladas, hay que decir que la cinta es excelente. Tras la maestría que Monzón demostró en el rodaje de interiores durante la claustrofóbica Celda 211, ahora sale al aire libre para lucirse con persecuciones, tiroteos y peleas varias donde la cámara se mueve con libertad demostrando que el realizador balear no tiene límites. Su firmeza a la hora de dirigir es indiscutible y los actores cumplen a la perfección (algunos como Tosar con la brillantez que le caracteriza) mientras que el guion es interesante y los diálogos están a la altura.
¿Es, entonces, una película perfecta? Pues lo cierto es que no. He dicho que el guion es interesante, pero no magistral, y ahí está el eslabón más débil de esta cadena de aciertos que es El Niño. Y es que la trama se maneja mediante dos historias paralelas, casi como si des dos películas diferentes se tratase, que terminan por confluir , y mientras una es brillante y mantiene al espectador en constante tensión (la investigación policial, con todos los tópicos del género muy bien aprovechados, como las misiones fallidas, las lealtades más allá de lo profesional y las posibles filtraciones por culpa de algún poli corrupto), la otra, la que pertenece al personaje llamado Niño es más débil y carece de la fuerza de la primera, con unos personajes más flojos y una relación sentimental que quizá distrae en exceso de la historia principal. Y no creo que sea casualidad que las mejores interpretaciones correspondan también a la primera trama.
El Niño y el Compi son dos amigos hijos de su generación, sin trabajo de futuro y con el deseo (y el sueño de lograr mucho dinero por el camino fácil. Por eso no se asustan cuando a través de un tercer chaval, Rachid, entran en el negocio del narcotráfico. Cuando tras una primera misión más exitosa para sus jefes que satisfactoria para ellos deciden montarse el negocio por su cuenta, entrarán en un mundo que les viene grande.
El Niño debe ser interpretada como una película coral, como una colección de personajes muy interesantes, cada uno con su propia historia y problemas, que se entremezclan de manera más o menos casual: agentes encargados de combatir el tráfico de drogas, la policía fronteriza, los traficantes marroquís, un capo mafioso apodado El Inglés, una nueva banda de kosovares y, en medio de todo este fregado, los tres chavales y Amina, la hermana de Rachid, contacto de los chicos en Marruecos y, a la postre, objeto del deseo del Niño. El error de Monzón (y por extensión de la productora y distribuidora –estando Telecinco tras la producción la publicidad televisiva en Mediaset ha sido casi omnipresente este verano) ha sido pretender centrar toda la atención en el Niño y Amina, quizá queriendo ampliar su carrera comercial y convenciendo al público femenino que la historia de amor es tan potente como la historia de cuerpos decapitados colgando del puente o las palizas que los kosovares propinan a sus enemigos. Monzón parece ser un maestro no ya en descubrir talentos (como nos lo quieren vender) sino en sacar el máximo partido de sus actores. Lo hizo con Alberto Ammann, que brillaba en Celda 211 pero prácticamente no ha vuelto a destacar, y lo ha repetido ahora con Jesús Castro, un debutante en esto del cine con una profunda mirada que brilla como Niño pero al que no le auguro mucho futuro comercial en un futuro cercano, más allá de la popularidad que este papel le pueda otorgar. La suya es una interpretación de carácter, por lo que funciona mucho mejor cuando trata de desafiar a la policía o intimidar a los marroquíes mejor que en las escenas románticas, las cuales las comparte con una Mariam Bachir cumplidora pero que tampoco aporta un carisma espectacular.
Por eso, pese a que el foco mediático esté sobre Jesús Castro, donde Monzón pone toda la carne en el asador es en la otra película, la policiaca, donde Luis Tosar está tan magistral como siempre (en un papel, por cierto, totalmente antagónico al de Malamadre) y magníficamente secundado por talentos como Sergi Lopez, Eduard Fernández y la habitualmente desaprovechada Bárbara Lennie, consiguiendo que, tras 130 minutos de película que en ningún momento aburren, uno desee incluso más minutos para saber algo más de ellos, conocer sus conclusiones, adivinar si alguna vez hubo algo más que amistad entre los personajes de Tosar y Lennie… Y para redondear el tema, el gran Ian McShane como el terrible villano, el Inglés, en un personaje que también sabe a poco y que se podría imaginar que sus pocas escenas se deben más al temor de alargar en exceso el metraje de film que a otra cosa.
Como sea, no tengo nada que reprochar a la película (quizá me habría agradado más un final menos dulce, pero eso es ya una cuestión personal), que con sus carencias y defectos me ha entusiasmado (muchos directores americanos deberían aprender de Monzón a filmar persecuciones en coche, lancha o helicóptero…) y ni siquiera las desviaciones argumentales con trasfondo comercial me han molestado. Para que me entendáis es como querer imaginar Titanic sin la trama amorosa.
Yo aplaudo a Monzón y recomiendo su película con los ojos cerrados. Es cine del bueno y una de las mejores películas españolas de los últimos tiempos. Y quien no lo quiera ver… Bueno, el que tiene un problema es él, no Monzón.

AMIGOS DE MÁS (7d10)

La comedia romántica es un género especialmente fecundo en los Estados Unidos que ha reportado pingues beneficios a la industria. 
Sin embargo, me atrevería a asegurar que existen (por lo menos) dos tipos diferentes de comedias románticas, al menos en lo que a temática juvenil se refiere (hay otras clasificaciones, como las comedias románticas al estilo Woody Allen que merecerían pertenecer casi a un tercer grupo, casi como un subgénero propio, las británicas y las películas clásicas, pero permitidme generalizar un poco): aquellas ligeramente simplonas, muy edulcoradas y casi hasta empalagosas con un humor un poco chusco y muy dado al slastic donde el peso suele recaer en la protagonista femenina y que tan bien ha representado Meg Ryan, Sandra Bullock, Julia Roberts, etc. y esas otras con un cáliz algo más intelectual, casi de corte independiente, donde el humor es más dialéctico que visual, que gustan de ser un fiel reflejo de su generación  y en la que se englobarían títulos como Cuando Harry encontró a Sally, Beautiful girls, Crazy stupid love, El lado bueno de las cosas, (500) días juntos o la reciente Begin Again, aunque su sentido del humor recuerda también a clásicos televisivos modernos como Cómo conocí a vuestra madre.
Aun sin estar a la altura de ninguna de las anteriores, Amigos de más se englobaría entre estas últimas, en la que se repite el planteamiento de la magnífica obra de Rob Reiner: ¿pueden un chico y una chica ser amigos sin que el sexo lo estropee todo?
A esto se debe enfrentar Daniel Radcliffe, un actor que continua buscando su lugar en el cine, al conocer al personaje interpretado por la desconocida Zoe Kazan. Apenas verse salta una chispa entre ellos y la química es innegable, pero cuando él se da cuenta de que lo que siente es algo más que simple amistad debe valorar si vale la pena sincerarse con ella aún a riesgo de perder esa amistad.
Con un guion inteligente (que no significa que excesivamente original, pero sí fresco y divertido) y unos diálogos interesantes y ágiles, esta coproducción entre Estados Unidos y Canadá pretende hacernos reflexionar sobre las consecuencias de enfrentar amor y amistad consiguiendo  reunir a un grupo de personajes que, con sus defectos y carencias, terminan resultando todos ellos entrañables y fáciles de empatizar y que se desnudaran ante nosotros (de manera literal y figurada) de manera creíble y convincente.

Daniel Radcliffe, que como otros actores jóvenes encasillados como Elijah Wood busca pasar página de su personaje de Harry Potter, deja por una vez el mundo de la oscuridad y el misterio para liderar una historia de personajes y conversaciones, una película con buena música y mejores sentimientos que se identifica con el espectador con los problemas de los protagonistas para averiguar dónde encajan en el puzle de la vida y que puede servir de guía tanto para románticos empedernidos como para cínicos al más puro estilo Bruce Willis.

EN EL OJO DE LA TORMENTA (5d10)

En ocasiones resulta reconfortante acudir a una sala de cine sin tener ni idea de lo que te va a ofrecer la película en cuestión. Y si además, por una simple cuestión de intuición, prevés que el film en cuestión va a ser un truño insoportable, pues la cosa se pone interesante porque saber que por mala que sea finalmente no va a reducir las expectativas. En estos casos puede ser, incluso, que el resultado final sea bastante mejor de lo esperado.
Con esto no quiero decir que En el ojo de la tormenta sea una película buena, porque no lo es, pero hay que reconocer que logra cumplir con su objetivo de entretener y mantiene una tensión que muchas superproducciones de renombre no logran conseguir.
Pero lo que más llama la atención es lo disparatado de su planteamiento. No me refiero específicamente al guion, que a priori parece muy descabellado y excesivo pero desconozco si tiene algún valor científico y si lo plasmado en pantalla ha sucedido o podría suceder en la realidad. A lo que me refiero es a ese extraño pastiche entre película de acción, drama telefílmico y gotas propias del género de terror que desconcierta al espectador lo suficiente para captar su interés, con ese incierto uso de la cámara en mano que no es más que un recurso narrativo cuya finalidad no me queda muy clara y que se usa de manera totalmente tramposa.
Ya la primera escena, a modo de prólogo, está desarrollada con los esquemas clásicos de los slashers de terror, sustituyendo al asesino de turno por una tormenta eléctrica. A partir de ahí la trama se divide entre unos “cazadores de tormentas” tras la última oportunidad de conseguir algo digno de ser filmado, los problemas de un padre viudo con sus dos hijos y sus responsabilidades como subdirector de una escuela  y la historieta de dos “colgaos” fanáticos del riesgo y los videos de youtube que suponen un alivio cómico dentro de la tensión que propone la película.
Así, mientras contemplamos la formación de la mayor tormenta jamás vista que va arrasándolo todo a su paso los guionistas se esfuerzan en ofrecernos también un puñado de dramas personales que si bien no aportan nada original al menos demuestran la loable intención de profundizar en los protagonistas algo más de lo habitual en el Hollywood actual (por poner un ejemplo, sabemos mucho más de los problemas de comunicación en la relación padre/hijo así como lo sucedido con la difunta madre en una peli de acción que no llega a noventa minutos de lo que se nos explicó en las casi tres horas de Transformers: la era de la extinción sobre el mismo tema).
Frente a las cámaras, un puñado de actores desconocidos conscientes de que el verdadero reclamo del film es la propia tormenta con tan solo dos rostros mínimamente familiares pero sin suficiente caché como para aparecer siquiera en el cartel de la película: Sarah Wayne Callies, quien tiene el privilegio de haber sido la intérprete más odiada por los fans tanto en Prison Break como en The Walking Dead y Richard Armitage, cuyo mérito principal hay que localizarlo bajo el maquillaje y los retoques digitales que lo convirtieron en Thorin en la trilogía de El Hobbit.
Tras las cámaras un director cuya única película reconocible es Destino Final 5 pero cuyo currículo mejora si consideramos que ha sido director de la segunda unidad de Titanic y Avatar. Steven Quale realiza un curioso experimento al tratar de explicarlo todo a través de las filmaciones en video que realizan los propios protagonistas pero inventando excusas para saltarse las normas propias del género y ofrecer travelings, planos aéreos y lo que le viene en gana, haciendo que parezca en muchos momentos una filmación convencional. Lo que resulta evidente es que ese recurso ni aporta una tensión especial (como en el caso de películas tipo REC) ni reduce considerablemente el presupuesto (como tonterías tipo El heredero del Diablo) ya que los efectos especiales lucen bastante y el truquito de la cámara en mano no oculta tampoco las limitaciones presupuestarias que quedan bien cubiertas con maquetas convencionales.
He leído por ahí un titular que la definía como entretenimiento culpable y voy a apropiarme del concepto. Porque eso es lo que la película, un Twister venido a menos o un telefilm venido a más, una película flojita pero que hay que reconocer que engancha y cumple con creces su cometido.
No aporta grandiosidad a la cartelera, pero eso no siempre es necesario, ¿no?

miércoles, 27 de agosto de 2014

LUCY (5d10)

Dejando claro que no estamos ante una gran película y que hay demasiados agujeros como para contentar a cualquiera (desde la elección de la actriz protagonista hasta la pretenciosidad del director), no me parece tampoco justo las despiadadas críticas que se han vertido sobre ella como si se tratase del peor film de la historia.
Es de sobras conocido el gusto de Luc Besson por la acción artificiosa y efectiva, ya sea como director (donde sus mejores trabajos, posiblemente El quinto elemento, Nikita, difícil de matar y El profesional (Leon), quedan ya muy lejos en el tiempo)o productor (desde la saga Transporter a la de Venganza), por lo que no debería extrañar la tramposa argucia argumental que se oculta tras Lucy, en la que la acción y espectacularidad están a la altura de lo previsible en manos del director galo y es en su mensaje idealista donde la película se pierde como lluvia en el mar. Y es que la idea, por bizarra que pueda parecer, tiene su gracia.
Una chica es secuestrada y obligada a ejercer de mula de una nueva y potente droga. Sin embargo, cuando un paquete se revienta en su estómago y la droga pasa a formar parte de su organismo, su cerebro comienza a desarrollar un rápido aumento de sus capacidades, apareciendo así extraños y asombrosos poderes en espera a alcanzar el 100% de todo su potencial. Para sobrellevar la situación (y de paso, vengarse de los tipos que la han metido en ese lio) contará con la ayuda del profesor Norman (un Morgan Freeman que sigue desperdiciando su talento en papeles de escaso esfuerzo interpretativo) y del policía Pierre Del Rio (Amr Waked, actor egipcio pero que ejerce como la habitual referencia gala del cine de Besson). Con esta premisa, la película podría haber sido una tontería rollo superheróico con la “superwoman” interpretada por Scarlett Johansson repartiendo mamporros imposibles al más puro estilo de Milla Jovovich en Ultravioleta o Charlize Theron en Aeon Flux. Pero, para empezar, para ello habría sido necesaria la participación de una actriz más solvente (como la inicialmente deseada Angelina Jolie), ya que la Johansson parece haber olvidado todo lo aprendido en su representación de la Viuda Negra marveliana y apenas cambia de registro cuando está asustada, herida o enfadada.
Pero el gran problema es que Luc Besson se olvida por un momento de quién es y qué sabe hacer y disfraza Lucy de una pomposa pretenciosidad, como si estuviera escrutando los secretos del Universo y hubiese dado con la clave de la vida humana, fusionando su narración con flashes ecologistas y paisajes que descolocan más que si fuese una obra de Terrence Malick y cuya conclusión final se le va de las manos.
Casi, y a riesgo de parecer un lelo, podría asegurar que no la entendí. Sé lo que pasa pero no sé lo que Besson me quiere decir, con una paranoia mental tal que en algunas secuencias dudo sobre si estoy viendo Lucy o esa otra burbuja de sabiduría pajillera que fue Trascendence, hasta el punto en que me pregunto si la idea de la peli no saldría de una noche de borrachera entre Luc Besson, Wally Pfister y Christopher Nolan (al final la culpa será del pobre Freeman, que es el elemento común en estos fregados).
En definitiva, que si tomamos la película como lo que podría ser, una simple película de acción con grandes persecuciones y momentos impactantes, la cosa funciona bien, entretiene, divierte y  casi hasta emociona.
Pero si la tomamos como lo que Besson pretende que la tomemos… ¡ay, amigos! Entonces la cosa cambia. Y todo ese pretencioso mensaje de sabiduría sesuda y conocimiento sagrado se resume en una majadería total.
Antes de entrar a ver el film podéis decidir con que ojos deseáis verla. Sólo así se podrá disfrutar o defenestrar. Está en vuestras manos…

INFILTRADOS EN LA UNIVERSIDAD (7d10)

Secuela de la entretenida Infiltrados en clase, la nueva aventura de Jenko y Schmidt (compañeros  e imposibles hermanos interpretados por Channing Tatum y Jonah Hill) que vuelven a dirigir Phil Lord Y Christopher Miller, los mismos que realizaron las interesantes Lluvia de albóndigas y La Legopelícula (aunque esta última no me maravilló ni la mitad que al resto del mundo mundial).
Debo reconocer que no tenía grandes expectativas cuando me aventuré a ver este film cuya primera parte me había pasado totalmente desapercibida y a la que solo me he aproximado a raíz del estreno de esta secuela. Sin embargo, si ya me pareció de una calidad más que correcta me ha sorprendido cómo han sabido reinventarse y superar el nivel en esta continuación en la que el humor es mucho más mordaz e inteligente y que roza en algunos momentos la irreverencia hacia el propio mundo del cine.
Ya desde el primer film me dio la sensación de que esta buddy movie trataba de verse reflejada en los Dos policías rebeldes de Michael Bay, también con una secuela, pero en esta ocasión las referencias son casi infinitas, como si Lord y Miller hubieran tenido manga ancha para reflejar en pantalla toda su admiración hacia Bay y su forma de entender el cine. 
Hay, en el arranque del film, multitud de explosiones, coches saltando por los aires, cámaras lentas, movimientos circulares alrededor de los personajes con espectaculares puestas de sol de fondo… 
Incluso se permiten copiar un chiste que casi constituía lo más ingenioso de Transformers: La era de la extinción (allí, en un cine abandonado, el propietario despotrica de lo malo que es el cine actual, malviviendo de secuelas de éxitos pasados, con clara auto parodia hacia la propia Transformers 4; aquí, ante la posibilidad de que Jenko y Schmidt participen en un caso muy similar al de la primera película se insiste en lo malas que son siempre las segundas partes). 
Infiltrados en la universidad no rehúyen nunca de sus orígenes, hasta el punto de que parece amenazar con repetir textualmente el esquema argumental de Infiltrados en clase hasta que un giro de los acontecimientos nos demuestra que lo que hacen es, precisamente, burlarse de ello. 
Y es que unto a las espectaculares escenas de acción, persecuciones y tiroteos, lo verdaderamente acertado de la película es su sentido del humor, sus bromas (muchas de ellas privadas) y referencias (desternillante cuando el personaje de Channing Tatum insiste en que su deseo es dedicarse a la seguridad del Presidente en la Casa Blanca). 
Solo lamento que el guion no haya dado pie a que uno de los protagonistas de la primera película, interpretado por Dave Franco (que tiene una breve aparición), aparezca en el clímax final, precisamente una fiesta de Spring Breakers, mucho más “suavecita” que la que se refleja en la película del mismo título que protagonizó su hermano James. Podría haber sido muy cachondo.
Lo único que lamento es que la distribuidora no haya sabido potenciar este sentido de auto parodia que podría haber atraído a un público muy diferente al esperado y que habría sabido valorar la película mucho mejor que toda esa gente que, por ejemplo, se levantaban al final del film sin disfrutar los carteles de la hipotética secuela que aparecen durante los títulos de crédito, sencillamente desternillantes y con un imprescindible cameo de Seth Rogers. En lugar de eso se han dedicado a potenciar la película con trtailers centrados en los escasos gags escatológicos o soeces que sin duda pueden alejar a muchos espectadores hartos de que les ofrezcan más de lo mismo.
Tatum no es ni mucho menos tan brillante como Hill, pero poco a poco va haciéndose un hueco en Hollywood con una serie de personajes que potencian su simbiosis con el público. No quiero que nadie piense que estamos ante una obra maestra no que los directores son una especie de reencarnación de Billy Wilder, ni mucho menos, pero si de lo que se trata es de pasarlo bien sin más pretensiones, esta es la película ideal.
Si me permiten la vulgaridad: Infiltrados en la Universidad es… para partirse la caja. ¿Se debe pedir más?


OPERACIÓN CACAHUETE (6d10)

Divertida coproducción entre Estados Unidos, Canadá y Corea del Sur sobre un amigable grupo de animales que habitan en un parque de una gran ciudad y sus problemas para conseguir alimentos para sobrevivir el invierno.
Con una factura técnica muy superior al otro destacado estreno animado del verano, Khumba, Operación Cacahuete no pretende ser un fiel reflejo de la realidad ni ofrecer un mensaje moralista sobre el racismo y la discriminación, aunque sí comparte con aquella la presencia protagonista de un antihéroe marginado por su comunidad y que terminará por demostrar el valor y la lealtad que se oculta en su corazón, un elemento muy habitual en producciones infantiles.
Para ello, Operación Cacahuete se sostiene sobre la figura de la ardilla Surly, un personaje ciertamente mezquino y demasiado pagado de sí mismo que, ante la imposibilidad de conseguir colaborar con sus semejantes, es expulsado del parque y deberá aprender a sobrevivir él sólo en las entrañas de la ciudad, enfrentado a mil y un peligros como una banda de desagradables ratas sarnosas, una (aparentemente) peligrosa perra e incluso una peligrosa banda de atracadores con la intención de asaltar un banco.
El director Peter Lepeniotis se basa en arquetipos muy básicos (no falta ni la femme fattale que toda pieza de cine negro debe poseer) y acertados giros de guion para confeccionar una entretenida cinta que, si bien no llegará a convertirse en un clásico que traspase las fronteras de nuestros recuerdos, sí nos invita a pasar un rato muy divertido con un lenguaje directo para los niños pero suficientes guiños para que la pieza no sea indigesta a ojos más adultos.

KHUMBA * (5d10)

Curiosa apuesta de animación que nos llega desde Sudáfrica y que, pese a perder lógicamente cualquier tipo de comparación con una producción americana, resulta simpática y agradable de ver.
Khumba es una joven cebra con medio cuerpo blanco en lugar de rayado que no solo es causa de burla de sus compañeros de manada, sino que es acusado de provocar una maldición causante de una dramática sequía. Marginado, Khumba decide abandonar la seguridad del grupo para emprender una aventura en solitario (aunque no tardarán en unírsele diversos y sorprendentes amigos) en busca de una legendaria laguna que le de las rayas que le faltan y le hacen sentirse diferente.
Con un mensaje evidente (y más viniendo de la tierra del Apartheid) en contra del racismo y la discriminación, las cebras son presentadas como una especie aislada del resto de animales, capaces de despreciar a uno de ellos por una cuestión de color. Así, Khumba es un paria entre los suyos hasta que él mismo aprenda que no hay nada malo en ser diferente y sepa aceptar su propia condición.
Algo ingenua y con una puesta en escena algo limitada técnicamente, a la que no ayudan algunos diálogos excesivamente simplones, Khumba bebe de muchas y evidentes fuentes, desde la historia del marginado que se convierte en héroe como la hormiga de Bichos, la road movie de animales radicalmente opuestos que recuerda al origen de la saga Ice Age, La edad del hielo y mil referencias claras a El Rey León, hay que aplaudir, no obstante, las buenas intenciones y el tono naturalista de un film infantil que se puede disfrutar siempre que el nivel de exigencia no sea demasiado alto.

viernes, 22 de agosto de 2014

GUARDIANES DE LA GALAXIA (9d10)

Marvel lo ha vuelto a conseguir y ha dado en el blanco con una pieza imprescindible dentro delk universo cinemático que está creando más allá del mundo de los comics.
Desde que se supo que Guardianes de la Galaxia iba a ser la cuarta y penúltima película de la Fase Dos de Marvel (justo antes de Los Vengadores: la era de Ultrón) no han sido poca las especulaciones sobre la misma, pues tras el apabullante y sorprendente éxito de la Fase Uno (Los Vengadores es de lejos la película más taquillera a nivel mundial de los últimos cinco años y la tercera de toda la historia) Marvel parecía haberse acomodado un poco, limitándose a repetir (y mejorar, en lo posible) los esquemas de sus triunfos el pasado (y que conste que no lo digo como algo negativo; El Capitán América: El Soldado de Invierno sigue siendo una de las mejores películas del año). Por eso la apuesta por Guardianes de la Galaxia parecía sumamente arriesgada y desconcertante.
Tras la presentación (mediante cinco películas) sin prisa pero sin pausa de los diferentes integrantes de Los Vengadores, ahora la productora afrontaba el desafío de repetir con una película coral sin conocimiento previo de los personajes, que tampoco es que sean unos superventas en papel y entre cuyos miembros se encuentran un mapache y un árbol. 
Para rizar el rizo, el elegido para dirigir tan pírrica empresa era Peter Gunn, un tipo desconcertante como pocos en cuya filmografía apenas destaca la cruenta Slither(La Plaga), la genial aunque surrealista Súper (primera toma de contacto del realizador con los superhéroes) y una serie de cortometrajes titulada PG Porn que representaba todos los tópicos del cine X pero para todos los públicos. Con semejante currículo era fácil intuir que era el realizador adecuado para esta película, aunque faltaba por ver si era el adecuado para hacer una obra maestra o un bodrio infumable que no soportaran ni los frikis más comiqueros.
Y, contra todo pronóstico, logró lo primero. 
Con un aire revival anclado en los ochenta y claros homenajes a la cultura pop de esa década (desde la genial banda sonora hasta las referencias a a Footloose –por cierto, que Kevin Bacon, héroe en las sombras de la película, es un viejo conocido de Gunn gracias a Súper-, Guardianes de la Galaxia es la película de acción perfecta, capaz de medir a la perfección sus tiempos y sin renunciar a ningún elemento cinematográfico clásico (hay drama, emoción, romance, todo en muy pequeñas dosis) pero apostando siempre por la acción más espectacular (y ojo, esto no quiere decir excesiva, interminable y agotadora) y, sobretodo, un sentido del humor tan salvaje que logra superar incluso a la joya de la corona marvelita que fue el primer Iron Man, piedra de toque de todo el imperio comiquero actual.
Sin que el argumento sea nada del otro mundo (un grupo de inadaptados sociales deben unirse para enfrentarse a un mal mayor y descubrir a los héroes que llevan dentro), la puesta en escena es tan eficaz que no solo resulta fácil empatizar con cualquiera de los cinco protagonistas (destacando a los dos personajes generados por ordenador) sino que sus traiciones y alianzas resultan tan coherentes como creíbles.
Lo que más llama la atención es la aparente desvinculación con el Universo cinemático Marvel tal y como lo conocíamos hasta ahora. Sí, sabíamos que había vida extraterrestre (los Chitauri y los propios asgardianos) en contacto con nuestro planeta e intuíamos (recuerden el extraterrestre azul de SHIELD) que nos quedaba mucho por descubrir, pero no hay en Guardianes de la Galaxia ninguna referencia directa a ningún miembro de Los Vengadores, ni cameos sorpresa ni aparición postcréditos de Nick Furia. 
Lo único que nos demuestra que estamos ante un capítulo más de la impresionante saga que se está cociendo a caballo entre el cine (principalmente) y la televisión es la aportación de El Coleccionista (visto fugazmente en la escena postcréditos de Thor: El reino oscuro), el cameo de Thanos (también brevemente vislumbrado al final de Los Vengadores) y la existencia de Las Gemas del Infinito. 
Por lo demás, pese a que el seguidor Marvel puede palpar la conexión espiritual en el ambiente, Guardianes de la Galaxia podría considerarse una película claramente independiente, por más que todo parece indicar que en la Fase Tres Guardianes y Vengadores podrían cruzar sus caminos.
Pero aunque el mérito de Gunn (guionista aparte de director) es grande y hay que congratularse por la sensación de que Marvel le ha dado rienda suelta para hacer lo que le venga en gana, no todo el mérito es suyo, pues no cabe duda que el casting del film es casi perfecto, siendo todos los actores –por variopintos que sean- idóneos para su papel. Así, tenemos a desconocidos como Chris Pratt interpretando a Peter Quill (un perfecto y adorable caradura heredero natural de Harrinson Ford), estrellas reconocidas como Zoe Saldana (nueva diva de la ciencia ficción gracias a Star Trek y capaz de hechizar con su sensualidad ya sea azul, como en Avatar, o verde, como la asesina Gamora), luchadores fingiendo ser actores como Dave Bautista ejerciendo de Drax el Destructor (y, sinceramente, no lo hace nada mal), actores reconocidos poniendo movimiento y voz a Groot y Rocket como Vin Diesel y Bradley Cooper, actores de renombre casi irreconocibles bajo el maquillaje como Lee Pace, Karen Gillian y Djimon Hounsou (Ronan, el Acusador, Nébula y Korath), estrellas oscarizadas como Benicio Del Toro y Glenn Close, aportaciones de nivel de la mano de John C. Reilly y Michael Rooker, el cameo sorpresa de turno de la mano de Josh Brolin, y así hasta un largo etcétera. 
Todos cumplen a la perfección en una epopeya donde, esta vez sí, los efectos pirotécnicos y el maquillaje están al servicio de la historia, y no al revés, y cuya genialidad llega a niveles sublimes (si no le arrebata el Oscar a los mejores efectos digitales a El amanecer del Planeta de los Simios por ahí andará) en la confección de Rocket y Groot.
Guardianes de la Galaxia es divertida, trepidante, emotiva, brillante y conjuga la gran habilidad de ser una obra para todos los públicos, niños o adultos, amantes de la acción o de la comedia, fans de los comics o completamente desconocedores de los mismos. Tras el inmenso trabajo de J.J.Abrahms para resucitar Star Trek, Guardianes de la Galaxia viene para demostrar que el género de la space-opera no está tan fiambre como podía parecer y cuya confirmación vendrá de nuevo de la mano de J.J. en la nueva Star Wars.
Y precisamente referenciando a Star Wars se encuentra la única pega que se podría poner a Guardianes de la Galaxia. En su deseo no disimulado de rendir tributo a la cultura pop de los ochenta fuerza demasiado los guiños con respecto a la obra de George Lucas. Groot y Rocket son la equivalencia de R2D2 y C3PO, Peter Quill es la reencarnación de Han Solo (incluso tiene su propia versión del Halcón Milenario), hay un misterio latente no resuelto sobre la identidad del padre de Peter e incluso en un momento dado hay una escena con amputación de mano. Demasiadas referencias para una película que, aun así, es magistral.
Metan en una coctelera el concepto de cine independiente, la serie B, el blockbuster y filtren el resultado a través del rasero Marvel. El resultado será: Guardianes de la Galaxia, un film que no solo compite mano a mano con El amanecer del Planeta de los Simios para ser la película del verano sino que ambas estarán en lo más alto de la lista de lo mejor del año.
Una genialidad extremadamente divertida. La única lástima es que, viendo el buen resultado que les ha dado dejar a un tipo tan personal como Gunn campar a sus anchas, ¿por qué no se han atrevido a hacer lo propio con Edgar Wright, recientemente despojado de la silla de director de Ant Man, la primera película de la Fase Tres?





LOS MERCENARIOS 3 (5d10)

Floja, muy floja la segunda secuela de aquella gamberrada cargada de testosterona y hormonas que parió en 2010 Sylvester Stallone con la excusa de reunir a todas las viejas glorias (y amigos de juergas y Planet Hollywood varios) del cine de acción de los 80, por más que en aquella ocasión las aportaciones de nombres como Schwarzenegger o Willis fuese puramente anecdótica.
En 2012, ya con Stallone fuera de la silla de director, se trató de repetir la jugada, sumando más carnaza a la ecuación y con un sentido del humor que compensaba las carencias de guion.
Aun sin ser verdaderas rompetaquillas el invento parece funcionar y el grupo de “abueletes” se ha vuelto a reunir de nuevo para seguir sumando nombres hasta completar un casting de verdadero infarto (lástima que el propio Bruce Willis y Chuck Norris se hayan bajado del carro). Así, tenemos de nuevo a la pareja protagonista formada por Stallone y Jason Statham bien rodeada por Dolph Lungren, Randy Couture, Terry Crews, Arnold Schwarzenegger y, en menor medida, Jet Li, a los que se le suman Wesley Snipes, Kelsey Grammer, Harrinson Ford y Antonio Banderas en una aventura que quiere plantear un recambio generacional totalmente fallido y en la que las apuestas jóvenes resultan lo más insulso del film, ya que la excusa argumental obliga a prescindir también de la figura emergente de Liam Hemsworth y en su lugar apostar por los desconocidos Victor Ortiz, Glen Power, Ronda Rousey y como supuesta “estrellita”, el “crepuscular” Kellan Lutz, el que protagonizó aquella espantosa versión de Hércules.
Con  todo, y como ya sucediera en Machete Kills, quien se lleva el gato al agua y se come –literalmente- a todos sus compañeros de reparto, es Mel Gibson como el villano de la función. Gibson, una causa perdida para Hollywood, es junto a Statham el único con el carisma suficiente como para mantener el tipo y a él le pertenecen los mejores diálogos y escenas, siendo una lástima que el inevitable (y estúpidamente previsible) duelo final no sea entre estos dos grandes actores, ya que –por muy coral que quiera ser la apuesta-, el único y definitivo gallo del corral debe ser un Stallone cada vez más mermado y caricaturesco.
Como no puede ser de otra manera, la película es una sucesión de escenas de acción a cual más inverosímil, una montaña rusa que desborda adrenalina por doquier y que, por lo tanto, entretiene sin muchas complicaciones, siempre y cuando uno esté dispuesto a dejarse el cerebro en la puerta del cine. Y por ello su mayor problema (aparte de la cobardía de la productora de apostar por una calificación PG-13, que implica que haya mucha menos sangre y violencia de la que el film se merece) es la pretensión de su director, Patrick Hughes, de querer tomarse demasiado en serio el tema, con algunos momentos supuestamente reflexivos sobre el paso del tiempo y las oportunidades perdidas que rechinan por su carencia de emotividad y provocan que se eche demasiado en falta el humor absurdo y delirante de su predecesora, ese cachondeo total que confería a la película más la sensación de fiesta entre amigos de gimnasio que de historia seria y con trasfondo. 
En esta ocasión, Hughes (siempre bajo la batuta de un Stallone empeñado en querer ser guionista) parece querer decir algo profundo, sin conseguirlo en ningún momento y sólo el personaje de Banderas y momentos a cuentagotas de Schwarzenegger, aportan el humor deseado para el tono de la franquicia. 
Además, la nueva oleada de actores que pretenden representar a la jovial futura generación de Mercenarios no aporta nada especial al film, estando todos ellos vacuos de carisma ni personalidad, y demostrando que pese a la supuesta coralidad del film los únicos que de verdad suman son la pareja formada por el omnipresente Stallone y el siempre solvente Statham (hace gracia que se encuentre en el bando de los “acabados” cuando es de lejos el actor que más trabaja actualmente de todo el reparto). 
Una trama sin pies ni cabeza, unos diálogos deficientes y unas interpretaciones demasiado poco esforzadas (cuanto tiempo hace que Harrinson Ford perdió su estrella…) hacen que Los Mercenarios 3 sea la más floja de la saga y que evidencie unos síntomas de cansancio que ponen en serias dudas la posibilidad de que haya una cuarta entrega. Y si la hubiera, mi humilde consejo sería que se olviden de pipiolos insulsos que no conectan ni con el público ochentero (que no nos engañemos, es al único que le puede interesar estas películas) ni al juvenil de hoy en día y apuesten por el despiporre y por seguir metiendo carnaza en pantalla: ¿qué tal unos nuevos Mercenarios con Dwayne Johnson, Vin Diesel, Steven Segal y Jackie Chan? Y si se inventan como resucitar a Van Damme, mejor.
Esto es, a la postre, lo que todos queremos: basura casposa y geriátrica pero con cachondeo.








martes, 12 de agosto de 2014

TRANSFORMERS: LA ERA DE LA EXTINCIÓN (4d10)

Puede que sea la resaca de la crisis de los cuarenta. Puede que con la edad y tras haber visto tanto cine mis gustos estén cambiando. O puede que me haya vuelto demasiado exigente y, como alguna vez me ha acusado un amigo, vea el cine con ojos de crítico antes que como un espectador sin más. Pero juro que, después de que la anterior trilogía de Transformers no me interesara para nada, entré en la sala de cine con las expectativas en pausa y la mente en blanco dispuesto a aceptar lo que el señor Bay tuviera que ofrecerme y a tratar de disfrutar con lo que se supone será el inicio de una nueva trilogía.
Y lo cierto es que no empieza mal la cosa. Michael Bay parece recuperar el estilo visual que lo caracterizó en los albores del cambio de milenio y que parecía haber retomado en la magnífica Sudor y Dinero. Me refiero a esos planos espectaculares, cargados de épica, volteando alrededor del protagonista y con hermosos paisajes en constante movimiento de fondo. También el ritmo narrativo parece intenso, con secuencias breves pero impactantes, a modo de introducción de las diversas subtramas, arrancando con la extinción de los dinosaurios para saltar al Ártico y de ahí a Texas, casi sin respiro. No está ocurriendo casi nada, pero se palpa tensión en el ambiente y eso mola. Incluso el nuevo prota, pese al tufillo de topicazo que rezuma eso de padre viudo lidiando con su rebelde (pero atractiva, claro, que esto es Michael Bay y lo que se podría denominar como “plano de lucimiento de chica cañón” no puede faltar) hija adolescente, es ya de entrada mucho más interesante que el niñato insoportable que suponía el Sam Witwicky de la primera saga (aparte que Mark Wahlberg tiene, por lo menos, un carisma infinitamente superior al de Shia LaBeouf; como talento interpretativo van los dos más o menos igual de justitos).
La acción arranca de manera espectacular, con la ejecución de un Autobot por parte de un grupo militar respaldado por una especie de caza recompensas transformer y la aportación de actores de reconocido nivel como Stanley Tucci o Keiser Grammer. Y eso por no hablar de la impactante primera aparición de Optimus Prime, con la muerte de un supuesto protagonista que parece indicar que la cosa va en serio y que la amenaza, esta vez, sí es definitiva.  Estaba yo pegado al asiento, emocionado y planteándome si realmente Michael Bay lo había conseguido y me había atrapado con una película intensa y trepidante. No una obra maestra, por supuesto, pero tampoco es eso lo que se le pide a Transformers. Pero la cosa prometía espectáculo en estado puro.
Y entonces todo se estropea.
Voy a tratar de hacer un símil para ver si me explico mejor. Imaginaos ir a un espectáculo de circo y os entusiasmaros con la actuación de los payasos. Quizá empiecen con algún monólogo lleno de chistes, los típicos malentendidos que terminan con uno de ellos abofeteando al otro, quizá con los pantalones por los suelos, algún número acrobático con un triciclo estúpidamente pequeño y, por supuesto, el inevitable chorro de agua que surge de una margarita prendida en la solapa de uno de ellos. Y entonces llega el clásico entre los clásicos: la tarta estampada contra la cara. El público está entusiasmado, entre carcajadas y aplausos. Pero imaginaos ahora que el resto de la actuación son dos horas más (¡¡¡dos horas más!!!) de tartazos contra la cara. Nada más que eso. Pues esto mismo sucede con Transformers: La era de la extinción, que todo el interés desaparece en beneficio de una sucesión infinita de tartazos contra la cara que termina saciando y hasta aburriendo. Es como si en un momento dado el señor XXX, guionista de todo esto, hubiese descubierto que el cheque con el que le han pagado por su trabajo no tiene fondos y hubiese dejado que el libreto lo terminase la señora de la limpieza (con todos mis respetos para este sector) que en ese momento pasaba por ahí.
Todo lo que sigue es un despropósito total sin sentido del ritmo alguno, una estupidez tras otra que se limita sólo a destruir cosas y explotar coches sin un principio de continuidad que posibilite un mínimo desarrollo dramático, con personajes patéticos que caen en el ridículo (como el novio piloto ese que aún no se si es el héroe de la peli o el recurso cómico cobarde) o sacan de quicio (como la niñata hubiese continuado gritando y lloriqueando un solo minuto más yo mismo le volaba la cabeza, ¡por Dios!) y con la vergüenza ajena que provoca ver a tipos tan admirados como Tucci o Grammer haciendo el tonto de forma tan sonrojante. Y eso hablando de los momentos de acción, pues cuando se pretende hacer una pausa cómica los chistes son más estúpidos todavía y me convencen de que los actores, cuando firmaron el contrato, miraron más la cantidad que iban a cobrar que las líneas de guion que les correspondía.
No voy a profundizar en la historia (que no la hay) porque debo confesar que en cierto momento desconecté hasta el punto de no llegar a entender nada. Los robots van y vienen a su antojo, el personaje de Grammer aparece siempre en el punto del conflicto como si se teletransportara, no me enteré de porqué se origina el conflicto (de hecho, ¿cuál es el conflicto? ¿quién lucha contra quién? ¿los Autobots ayudan a los humanos o los odian? ¿acaso no se odian también entre ellos?)  y no me quedó muy claro de donde se sacan de la manga el transformer dinoraurio ni si es amigo o enemigo o ambas cosas a la vez, en uno de los momentos más esperados y que visualmente podría molar sino fuera porque desaprovechan estrepitosamente sus posibilidades.
Al final, el despiporre de acción consiguió aburrirme soberanamente y las más de dos horas y medias que dura la tontería se me antojaron como cinco, por lo menos. Y total para concluir con el mismo error de base de otras películas fallidas como El hombre de acero o Godzilla cuya pretendida carga dramática inicial se va al garete cuando se termina destruyendo ciudades enteras sin que en ningún momento tengamos la sensación de que muere nadie y el final sea bonito y feliz.
Estúpida y caótica, Michael Bay ha vuelto a tomarme el pelo con una película en la que parecía que iban a quemar las naves (se dice que es la última que Bay va a dirigir) y que al final lo único que ha conseguido quemar ha sido mi paciencia.
Aconsejable, eso sí, para echar alguna cabezadilla a salvo del agobiante calor estival. Total, es imposible perderse en el argumento porque no lo tiene…


#CHEF (8d10)

Aunque a priori no deberían tener nada que ver, resulta tentador comparar esta pequeña película de grandes actores con la reciente Begin again
Y es que ambas, desde la modestia de su sencillez, tratan temas parecidos: la importancia de la libertad artística por encima de convencionalismos comerciales u dictados de la sociedad de consumo que dicta sus propias reglas. Si en Begin again Keira Knightley era la letrista independiente que no se quería prostituir a cambio de fama y dinero como hiciera su novio (interpretado por el líder de Maaron 5), aquí es Jon Favreau (también director y guionista, con lo que se podría decir que esta es a todos los efectos una pieza de autor) quien debe elegir entre la seguridad que da el seguir los aplausos del público aunque ello le haga sentirse prisionero o dar rienda suelta a su creatividad dispuesto a perderlo todo pero con la esperanza de encontrarse a sí mismo.
Carl Casper es un aclamado chef de cocina que trabaja en un elegante y exclusivo restaurante de Los Angeles repitiendo con éxito el mismo menú en los últimos diez años. Una despiadada crítica de un blogero de internet (y las consecuencias de la misma) le abrirá los ojos ante el hecho de haber renunciado a la felicidad (e incluso al compromiso familiar) y decidirá embarcarse en una idea tan absurda como arriesgada de abrir un restaurante móvil que le permitirá regresas a sus orígenes y partir de nuevo de cero junto a las personas que realmente le aprecian y quieren.
Tremendamente divertida y algo más amable que la mencionada Begin again, #chef es una apuesta personal y sorprendente de un director acostumbrado a moverse entre grandes presupuestos en superproducciones monstruosas. Quizá agotado del esfuerzo que supone la creación (con la presión que conlleva la necesidad de que sus películas sean un gran éxito de taquilla) de títulos como Iron man, Iron man 2 o Cowboys & Aliens, Favreau ha saltado al ruedo con una comedia de corte intimista en torno al mundo de la cocina en la que además se ha reservado el papel protagonista. 
No ha sido, sin embargo, un salto sin red, ya que el orondo realizador ha hecho una pequeña trampa al traerse “prestado” de los grandes estudios a sus estrellas, ya que acompañando al propio Favreau  se encuentran Scarlett Johansson, Sofía Vergara, John Leguizamo, Dustin Hoffman e incluso la breve pero importante aparición de Robert Downey Jr.
Así, Favreau propone una estimulante historia sobre orgullo y ambición pero tiene tiempo también para lanzar dardos venenosos contra los peligros de Internet (de forma mucho más inteligente y sutil que en la reciente Sex Tape) sin bien es cierto que también enseña la otra cara de la moneda alabando los beneficios que puede ofrecer si se utiliza con sabiduría, y contra los “cocineros famosetes” que sin tener la calidad ni el prestigio suficiente se venden a realitys televisivos sólo porque un golpe de fortuna o el escándalo de turno (o una hábil maniobra de sus publicistas) los han convertido en estrellas mediáticas (que no de los fogones). Además, y aquí vuelven las coincidencias con Begin again, un alegato en favor de la responsabilidad paternal ya que una vez más nos encontramos con un protagonista que es padre divorciado (y lamentablemente esto se está convirtiendo en algo tan habitual que lo raro será encontrarnos con una película en la que los personajes principales sean actores felizmente casados).
#chef es, por lo tanto, refrescante y altamente recomendable, aunque hay algo que se debe tener muy en cuenta antes de ir a ver el film. No lo hagan con el estómago vacío. Lo pasarán mal.

MACHETE KILLS * (4d10)

En 2007 Robert Rodriguez y Quentin Tarantino dieron rienda suelta a sus fantasías más frikis con ese homenaje al cine de serie B de los años 70 llamado Grindhouse (que aquí en España, ¿cómo no?, tuvimos que ver mutilado y alargado en forma de dos películas independientes). 
El invento consistía en una especie de “sesión doble” de cine casposo con Planet Zombie y Death Proof como platos fuertes y una colección de falsos tráilers dirigidos por ellos mismos y sus amiguetes más íntimos entre título y título. Uno de ellos fue Machete, una marcianada protagonizada por el primo de Rodriguez, Danny Trejo que gustó lo suficiente como para convertirse, en 2010, en película real.
Ese Machete era una frikada de órdago que homenajeaba a todos los elementos casposos de aquella época de cines de barrio en sesión continua, totalmente pasada de vueltas, generosa en sangre, sexo y violencia y que tenía su gracia por lo novedoso del invento y lo excesivo que era todo en pantalla (aún recuerdo mis carcajadas viendo a Trejo saltar por la ventana de un hospital agarrado, cual liana de Tarzán, a los intestinos de uno de sus enemigos). Además, Rodriguez, como su mentor Tarantino, sabe rodearse de buena compañía y la cosa no funcionó del todo mal. Por eso, y viendo el espectacular reparto de su secuela, me sorprendió (aunque tampoco demasiado, ya sabéis lo que opino de las distribuidoras españolas) que no se estrenara comercialmente en cines y hayamos tenido que recurrir al DVD para… ¿disfrutarla?
Entrando ya de lleno a valorar la película, la primera conclusión es que Robert Rodriguez comienza a desgastarse peligrosamente. Demasiado acostumbrado a malvivir de sus éxitos del pasado (El Mariachi tuvo dos secuelas, Spy Kids dos más y una especia de spin off y, aunque él no participara como director, Abierto hasta el amanecer cuenta con dos continuaciones y una serie de televisión), Machete Kills es una fotocopia de aquella gamberrada, algo más suavizada (no hay desnudos en esta secuela y las escenas de gore son bastante burdas) y donde el único aliciente es disfrutar de la colección de grandes figuras del cine que pasean por ahí como quien va a una fiesta de celebritys que lucen palmito pero poco más ninguno de ellos parece esforzarse especialmente en sus personajes (la mayoría apenas garabateados) a excepción de ese gran actor injustamente apaleado y olvidado por la industria como es Mel Gibson, capaz de hacer con su mera presencia que la película suba enteros cada vez que aparece en plano. 
En el lado opuesto, ese armario viejo y feo que es Danny Trejo parece en esta ocasión peor actor aún que de costumbre, que no quiere (o puede) aprovechar una de las escasas oportunidades de ser centro de atención y que ni siquiera tiene la oportunidad de provocar las carcajadas como el Machete original al convertirse en una especie de sex simbol irresistible para las damas más explosivas.
Rodriguez es un cachondo, y ello implica que algún momento de cachondeo destacable hay en su película, como los pechos ametralladora de Sofía Vergara o el presidente de los Estados Unidos crápula y fascista al que pone rostro Charlie Sheen (otro gag ingenioso es presentar al actor como un debutante al utilizar su nombre real: Carlos Estevez), pero no es suficiente como para salvar esta absurda historia en la que Machete parece ser inmortal y la única esperanza para evitar el fin del mundo.
Con la colaboración de nombres como Lady Gaga, Antonio Banderas, Amber Heard, Michelle Rodriguez, Cuba Gooding Jr., Vanessa Hudgens, el inevitable Tom Savini o la breve aparición de Jessica Alba, Robert Rodriguez no hace más que copiarse a sí mismo en un film que, perdida la capacidad de sorprender de su antecesora, resulta flojo e insuficientemente divertido y que, desde luego, no invita a ver esa anunciada continuación que se llamará Machete mata… en el espacio. Incluso sirve para sembrar las dudas sobre otra secuela inminente, la de Sin City, que posiblemente se limite de nuevo a repetir los tics de la primera otra vez con un impagable reparto.







viernes, 8 de agosto de 2014

BEGIN AGAIN (8d10)

Resulta complicado encasillar esta deliciosa película en un simple género. Así, a bote pronto, podríamos clasificarla como comedia romántica, desde luego. No es que sea desternillante, pero sí contiene numerosos momentos en los que invita a sonreír de oreja a oreja. Y contiene romance, sin duda. Tres son las historias que se plantean aquí: la posibilidad de creer en las segundas oportunidades, la relación destructiva condenada al fracaso y el amago de lo que pudo ser y no fue. 
Sin embargo, no es menos cierto que sobrevuela a la película un puntito de realismo amargo que no suele encontrarse en la comedia romántica americana al uso, habitualmente edulcoradas hasta la saciedad. En Begin again los personajes son creíbles, los diálogos inteligentes y las situaciones lógicas. No es un cuento de hadas por mucho que se le pueda tildar de final feliz y, aparte del encuentro casual que une el destino de los dos protagonistas, las cosas suceden por algún motivo, no hay giros milagrosos ni casualidades mágicas que nos inviten a soñar con un amor onírico e inexistente.
Begin again cuenta, con un arranque ligeramente desordenado, la relación entre Gretta y Dan, dos desconocidos que coinciden en la vida en el peor momento de sus historias personales. Ella acaba de ser abandonada (traicionada) por su novio, recién ascendido al olimpo de la fama como el cantante del momento (y nadie parece reconocer que el verdadero valor de la pareja residía en las letras que ella componía) y él, antiguo fundador de una prestigiosa pero sencilla discográfica que lleva unos años arrastrándose por el lodo del alcohol y la autocompasión, lo han echado de su propia empresa. Juntos, esta pareja de desesperados condenados a entenderse, potenciarán el elemento común que los une, más allá de sus vidas rotas, la música.
Y ahí es donde entra el verdadero protagonista del film, una colección de canciones brillantes, tristes  y amargas unas, divertidas y potentes otras, que encandilan al público a medida que Gretta y Dan culminan un sueño casi imposible de autoproducirse su propio disco, grabado en directo en los lugares más pintorescos de Nueva York. Así, siguiendo el ejemplo de otras interesantes películas colmadas de canciones como Esa cosa llamada amor, Alabama Monroe o la reciente A propósito de Llewyn Davis, las composiciones musicales ayudan a poner voz a sus protagonistas y son el perfecto aderezo a una historia intensa y atractiva que reflexiona sobre el éxito y el fracaso, el precio de la fama y el poder de la familia, aunque no escatima críticas a la industria discográfica y su obsesión por crear productos de usar y tirar que proporcionen dinero rápido caiga quien caiga.
Para cerrar el círculo, el director y guionista John Carney ha tenido la suerte de contar con dos talentosos actores, Mark Ruffalo y Keira Knightley, acostumbrados a intercalar grandes superproducciones  (Los Vengadores, Piratas del Caribe…) con obras pequeñas y casi independientes como esta, pero que rallan la perfección con unas interpretaciones que podrían invitar al exceso pero que en sus manos resultan contenidas y conmovedoras.
Deliciosa y emotiva, es imposible contemplar Begin again sin acompañar el ritmo de sus canciones con los pies o soñar con encontrar algún día a alguien que, como Dan, sepa descubrir el talento que llevamos dentro y nadie parece querer ver.

EL PROTECTOR (5d10)

De vez en cuando Sylvester Stallone se siente arropado por un golpe de inspiración y entre rodaje y rodaje se sienta ante su ordenador y comienza a teclear algo con intenciones de ser un guion. Y las productoras que lo compran lo anuncian luego a bombo y platillo como si ello fuese garantía de calidad.
Pero no nos dejemos engañar. Esto no es más que otra película de Jason Statham, ese buen actor de acción que parece empeñado en vulgarizarse repitiendo una y otra vez con el mismo género en el que se mueve como pez en el agua y que por lo general no defrauda nunca siempre sin el más leve signo de riesgo.
Con un argumento tópico que puede recordarnos a mil y una películas, desde la ya clásica Comando  a cualquier refrito de serie B de justicieros cuyo pasado regresa para acosarlos al estilo Charles Bronson o Chuck Norris pero que tan bien se le daba a Bruce Willis en la década de los 90’.
Phil Broker es un policía infiltrado que tras resolver con éxito uno de sus casos más importantes decide retirarse para vivir con su hija de diez años en un supuestamente apacible pueblecito de interior, pero a un tipo como él los problemas parecen perseguirle y su llegada al pueblo no va a pasar desapercibida por sus conciudadanos.
Con un reparto más interesante de lo habitual en este tipo de films (por ahí andan James Franco, haciendo ese papel de fumeta que tan bien se le da, y Winona Ryder, entre otros), lo mejor de la película –aparte de las siempre efectivas luchas de Statham, son las contadas escenas dramáticas en las que el director, Gary Fleder, aparenta tomarse en serio la cosa. El bajón viene cuando la historia avanza con torpeza y diálogos de baratillo hacia un desenlace tan tópico como previsible, demasiado dulce incluso para lo que se nos pretende mostrar en pantalla, y con un regusto de western crepuscular fallido no solo por culpa del guion (cada vez es más evidente que la carga dramática que se encontraba en el sobrevalorado libreto de Rocky no fue más que fruto de la casualidad) –que aunque se nos diga que procede de una novela de Chuck Hogan no contiene ningún valor literario en su traslación a la pantalla) sino por la simpleza de un director que solo destaca, y negativamente, cuando pretende jugar con las luces o los zooms, que no solo no aportan nada sino que deslucen el limitado esfuerzo actoral.
Ya he comentado en otras ocasiones que lo bueno del cine de Statham es que no defrauda, pues el espectador sabe perfectamente lo que puede esperar de la película antes de verla, y esta no es una excepción. Así, el film entretiene y cuenta con la suficiente acción y el innegable carisma del actor británico como para estar a la altura de cualquiera de sus otros títulos, pero creo que ya comienza a ser hora de exigirle un poco más a un intérprete que aparenta tener una calidad que no se atreve a demostrar, habiéndose acomodado en repetir una y otra vez el mismo esquema, de manera que aun siendo muy superior a otros héroes de acción contemporáneos suyos (de esos que quisieron coger el testigo que hace dos décadas parecían haber dejado los Stallone y Schwarzwnegger de turno), como Dwayne Johnson o Vin Diesel, lo cierto es que no cuenta en su haber ningún título con tufillo a clásico (por generosos que podamos ser con esa palabra) como cabría esperar.
Así que tiros, acción y algo de drama, correcta pero sin más pretensiones. Una lástima…

CÓMO ENTRENAR A TU DRAGÓN 2 (7d10)

Después del tremendo éxito de público y crítica que tuvo hace unos años la producción animada de DreamWorks Cómo entrenar a tu dragón no resultaba arriesgado aventurar que tarde o temprano habría una continuación de las aventuras de Hipo y su dragón Desdentao y más si tenemos en cuenta que la base de la historia son unas novelas de Cressida Cowellen repartidas en varias entregas, por lo que ya se ha confirmado la producción de un tercer y (aparentemente) definitivo film.
Podría decirse que la historia que sirve como base a este nuevo capítulo es algo más floja que la original, entremezclando una trama bélica (siempre con los dragones de fondo, por supuesto) con el descubrimiento del origen familiar de Hipo (recordemos que en la primera película apenas se menciona a su madre), pero en cambio el mayor alarde técnico hace que la espectacularidad de la película suba enteros y el reparto entre emoción y diversión se compagine con unas escenas de lucha espectaculares y con unos movimientos aéreos que harán las delicias de niños y mayores.
El mayor mérito del film es la intención de avanzar en la saga sin repetir descaradamente el esquema de la anterior, pues sería sencillo caer en la tentación de contar más de lo mismo limitándose a diseñar nuevos dragones que emboben a los niños y permitan a la productora vender nuevos juguetes. En lugar de ello, el director Dean DeBlois ha querido centrar su atención en Hipo, ya un adolescente con deberes y responsabilidades, que deberá enfrentarse –incluso a su pesar- a su destino de ser jefe del poblado.
Sorprende, tratándose de una historia infantil, la dureza que contiene en determinadas secuencias, demostrando un respeto poco habitual por el público más adulto, y ofreciendo un drama que, por una vez, no es la que provoca el conflicto (¿Cuántas películas de Disney arrancan con la muerte del progenitor?) sino consecuencia del mismo, dándole un aire, sino ya de realismo, al menos sí de autenticidad, indicando que los finales felices rara vez se producen y que todo –más aún la libertad- tiene un precio.
Intensa, sorprendente y ágil, Cómo entrenar a tu dragón 2 es una magnifica secuela que invita a contar ya los días que faltan para que llegue el final de la trilogía, que si consigue mantener el listón deberá entrar por mérito propio en la historia del cine de animación. Si es que no lo ha hecho ya.

VAMPIRE ACADEMY * (4d10)

No voy a desvelar aquí los peligros que entrañan las modas. Ya sea en el vestir, en música, literatura o en cine, cuando algo se pone de moda se traduce irremediablemente en un sinfín de imitaciones y malas copias totalmente carentes de imaginación con el único propósito de beneficiarse del trabajo de otros. Y si encima, el origen de esa moda es ya algo de discutible calidad, pues apaga y vámonos.
Esto es lo que está ocurriendo con el género YA, que es como se conoce a esas peliculillas que han existido toda la vida pero que han proliferado como Gremlins en un Tsunami a raíz de Crepúsculo, títulos generalmente basados en novelas para adolescentes con toques fantasiosos, algunas (las menos) con una supuesta intención ideológica y, como no, un trasfondo romántico, si es con triangulo mejor.
Así aparece esta Vampire Academy, otro ejemplo más de película que pasará desapercibida por las carteleras ya que ni siquiera la totalidad de la colección de novelas en las que se basa se ha editado en nuestro país. Por descontado, como es obligatorio en el cine YA, llega con la pretensión de inaugurar una nueva y fructífera saga. Y como en la mayoría de los casos, en eso se va a quedar, en una pretensión, como muy bien sabrá la protagonista, Zoey Deutch, que ya pululaba en esa cosa llamada Hermosas criaturas.
Agotando un género que personalmente me interesa mucho pese a lo maltratado que está por el cine últimamente (y desde aquí doy gracias a Jarmusch y Jordan por sus pequeñas joyitas), el de los vampiros, Vampire Academy mezcla sin pudor elementos de Crepúsculo con Harry Potter, confinando a una raza de vampiros (porque otra característica del cine y la literatura YA es esta, que no pueden limitarse a hablar de brujas o vampiros, todo se divide en razas extrañas como si así nos creyésemos que el autor realmente está siendo capaz de inventarse algo) llamada Morois (una especie de vampiros monárquicos más o menos buenos) en una especie de Hogwarts donde son protegidos por los Dhampir de los malvados Strigoi (sin comentarios).
La historia parte de la huida de la academia de Lissa y su amiga y protectora Rose, simple acto de rebeldía adolescente que no lleva a nada más que a demostrar lo peligrosos que son los Strigoi esos. Ya en la academia, Lissa, casualmente la princesa heredera al trono vampiro, deberá aprender a aceptar su destino mientras lidia con coqueteos adolescentes, bromas de mal gusto y alguna que otra traición (se supone que en un giro de guion despatarrantemente sorprendente) mientras su amiga Rose entrena para llegar a ser mejor protectora (y si mientras se liga a su instructor, pues miel sobre hojuelas).
En fin, ya el argumento da una pista de por dónde van los tiros. Una tontería monumental para quinceañeras a la que tan solo se le puede premiar la intención de apostar por una o dos escenas de acción filmadas de manera más o menos correcta y un ritmo que, por lo menos, no aburre demasiado, aunque poco importe lo que esté sucediendo.
¿Cuándo volverán los vampiros sedientos de sangre y mortalmente seductores que hace tanto que desaparecieron de los cines?