Pocas
veces una película española había creado tanta expectación como El niño. Tras un complicado proceso de
producción (básicamente para conseguir financiación) de más de cinco años al
fin se estrena la nueva película de Daniel Monzón, el nuevo niño mimado del
cine patrio tras la exitosa Celda 211.
Pero
todo lo bueno que conlleva un gran hype (la película va a ser un éxito de
taquilla sin ningún género de dudas) también se convierte en un inconveniente
ante lo fácil que le puede resultar decepcionar tanto a los más ansiosos como a
los típicos buitres carroñeros (y de esos en nuestro cine hay muchos) que están
atentos al menos signo de debilidad para saltar sobre la yugular de Monzón y
cebarse con su película (cuanta envidia hay en este país y como se desprecian a
los que tienen éxito).
¿Y
cuál es la realidad sobre este film policiaco ambientado en Gibraltar y con las
redes de tráfico de drogas como telón de fondo? Pues así, a bote pronto, antes
de entrar en valoraciones más detalladas, hay que decir que la cinta es
excelente. Tras la maestría que Monzón demostró en el rodaje de interiores
durante la claustrofóbica Celda 211,
ahora sale al aire libre para lucirse con persecuciones, tiroteos y peleas
varias donde la cámara se mueve con libertad demostrando que el realizador
balear no tiene límites. Su firmeza a la hora de dirigir es indiscutible y los
actores cumplen a la perfección (algunos como Tosar con la brillantez que le
caracteriza) mientras que el guion es interesante y los diálogos están a la
altura.
¿Es,
entonces, una película perfecta? Pues lo cierto es que no. He dicho que el
guion es interesante, pero no magistral, y ahí está el eslabón más débil de
esta cadena de aciertos que es El Niño.
Y es que la trama se maneja mediante dos historias paralelas, casi como si des
dos películas diferentes se tratase, que terminan por confluir , y mientras una
es brillante y mantiene al espectador en constante tensión (la investigación
policial, con todos los tópicos del género muy bien aprovechados, como las
misiones fallidas, las lealtades más allá de lo profesional y las posibles
filtraciones por culpa de algún poli corrupto), la otra, la que pertenece al
personaje llamado Niño es más débil y carece de la fuerza de la primera, con
unos personajes más flojos y una relación sentimental que quizá distrae en
exceso de la historia principal. Y no creo que sea casualidad que las mejores
interpretaciones correspondan también a la primera trama.
El
Niño y el Compi son dos amigos hijos de su generación, sin trabajo de futuro y
con el deseo (y el sueño de lograr mucho dinero por el camino fácil. Por eso no
se asustan cuando a través de un tercer chaval, Rachid, entran en el negocio
del narcotráfico. Cuando tras una primera misión más exitosa para sus jefes que
satisfactoria para ellos deciden montarse el negocio por su cuenta, entrarán en
un mundo que les viene grande.
El Niño debe ser interpretada como una película coral, como
una colección de personajes muy interesantes, cada uno con su propia historia y
problemas, que se entremezclan de manera más o menos casual: agentes encargados
de combatir el tráfico de drogas, la policía fronteriza, los traficantes
marroquís, un capo mafioso apodado El Inglés, una nueva banda de kosovares y,
en medio de todo este fregado, los tres chavales y Amina, la hermana de Rachid,
contacto de los chicos en Marruecos y, a la postre, objeto del deseo del Niño.
El error de Monzón (y por extensión de la productora y distribuidora –estando
Telecinco tras la producción la publicidad televisiva en Mediaset ha sido casi
omnipresente este verano) ha sido pretender centrar toda la atención en el Niño
y Amina, quizá queriendo ampliar su carrera comercial y convenciendo al público
femenino que la historia de amor es tan potente como la historia de cuerpos
decapitados colgando del puente o las palizas que los kosovares propinan a sus
enemigos. Monzón parece ser un maestro no ya en descubrir talentos (como nos lo
quieren vender) sino en sacar el máximo partido de sus actores. Lo hizo con
Alberto Ammann, que brillaba en Celda 211
pero prácticamente no ha vuelto a destacar, y lo ha repetido ahora con Jesús
Castro, un debutante en esto del cine con una profunda mirada que brilla como
Niño pero al que no le auguro mucho futuro comercial en un futuro cercano, más
allá de la popularidad que este papel le pueda otorgar. La suya es una
interpretación de carácter, por lo que funciona mucho mejor cuando trata de
desafiar a la policía o intimidar a los marroquíes mejor que en las escenas
románticas, las cuales las comparte con una Mariam Bachir cumplidora pero que
tampoco aporta un carisma espectacular.
Por
eso, pese a que el foco mediático esté sobre Jesús Castro, donde Monzón pone
toda la carne en el asador es en la otra película, la policiaca, donde Luis
Tosar está tan magistral como siempre (en un papel, por cierto, totalmente
antagónico al de Malamadre) y magníficamente secundado por talentos como Sergi
Lopez, Eduard Fernández y la habitualmente desaprovechada Bárbara Lennie,
consiguiendo que, tras 130 minutos de película que en ningún momento aburren, uno
desee incluso más minutos para saber algo más de ellos, conocer sus
conclusiones, adivinar si alguna vez hubo algo más que amistad entre los
personajes de Tosar y Lennie… Y para redondear el tema, el gran Ian McShane
como el terrible villano, el Inglés, en un personaje que también sabe a poco y
que se podría imaginar que sus pocas escenas se deben más al temor de alargar
en exceso el metraje de film que a otra cosa.
Como
sea, no tengo nada que reprochar a la película (quizá me habría agradado más un
final menos dulce, pero eso es ya una cuestión personal), que con sus carencias
y defectos me ha entusiasmado (muchos directores americanos deberían aprender
de Monzón a filmar persecuciones en coche, lancha o helicóptero…) y ni siquiera
las desviaciones argumentales con trasfondo comercial me han molestado. Para
que me entendáis es como querer imaginar Titanic
sin la trama amorosa.
Yo
aplaudo a Monzón y recomiendo su película con los ojos cerrados. Es cine del
bueno y una de las mejores películas españolas de los últimos tiempos. Y quien
no lo quiera ver… Bueno, el que tiene un problema es él, no Monzón.
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