La
comedia romántica es un género especialmente fecundo en los Estados Unidos que
ha reportado pingues beneficios a la industria.
Sin embargo, me atrevería a asegurar que existen (por lo menos) dos tipos diferentes de comedias románticas, al menos en lo que a temática juvenil se refiere (hay otras clasificaciones, como las comedias románticas al estilo Woody Allen que merecerían pertenecer casi a un tercer grupo, casi como un subgénero propio, las británicas y las películas clásicas, pero permitidme generalizar un poco): aquellas ligeramente simplonas, muy edulcoradas y casi hasta empalagosas con un humor un poco chusco y muy dado al slastic donde el peso suele recaer en la protagonista femenina y que tan bien ha representado Meg Ryan, Sandra Bullock, Julia Roberts, etc. y esas otras con un cáliz algo más intelectual, casi de corte independiente, donde el humor es más dialéctico que visual, que gustan de ser un fiel reflejo de su generación y en la que se englobarían títulos como Cuando Harry encontró a Sally, Beautiful girls, Crazy stupid love, El lado bueno de las cosas, (500) días juntos o la reciente Begin Again, aunque su sentido del humor recuerda también a clásicos televisivos modernos como Cómo conocí a vuestra madre.
Sin embargo, me atrevería a asegurar que existen (por lo menos) dos tipos diferentes de comedias románticas, al menos en lo que a temática juvenil se refiere (hay otras clasificaciones, como las comedias románticas al estilo Woody Allen que merecerían pertenecer casi a un tercer grupo, casi como un subgénero propio, las británicas y las películas clásicas, pero permitidme generalizar un poco): aquellas ligeramente simplonas, muy edulcoradas y casi hasta empalagosas con un humor un poco chusco y muy dado al slastic donde el peso suele recaer en la protagonista femenina y que tan bien ha representado Meg Ryan, Sandra Bullock, Julia Roberts, etc. y esas otras con un cáliz algo más intelectual, casi de corte independiente, donde el humor es más dialéctico que visual, que gustan de ser un fiel reflejo de su generación y en la que se englobarían títulos como Cuando Harry encontró a Sally, Beautiful girls, Crazy stupid love, El lado bueno de las cosas, (500) días juntos o la reciente Begin Again, aunque su sentido del humor recuerda también a clásicos televisivos modernos como Cómo conocí a vuestra madre.
Aun
sin estar a la altura de ninguna de las anteriores, Amigos de más se englobaría entre estas últimas, en la que se
repite el planteamiento de la magnífica obra de Rob Reiner: ¿pueden un chico y
una chica ser amigos sin que el sexo lo estropee todo?
A
esto se debe enfrentar Daniel Radcliffe, un actor que continua buscando su
lugar en el cine, al conocer al personaje interpretado por la desconocida Zoe
Kazan. Apenas verse salta una chispa entre ellos y la química es innegable,
pero cuando él se da cuenta de que lo que siente es algo más que simple amistad
debe valorar si vale la pena sincerarse con ella aún a riesgo de perder esa
amistad.
Con
un guion inteligente (que no significa que excesivamente original, pero sí
fresco y divertido) y unos diálogos interesantes y ágiles, esta coproducción
entre Estados Unidos y Canadá pretende hacernos reflexionar sobre las
consecuencias de enfrentar amor y amistad consiguiendo reunir a un grupo de personajes que, con sus
defectos y carencias, terminan resultando todos ellos entrañables y fáciles de
empatizar y que se desnudaran ante nosotros (de manera literal y figurada) de
manera creíble y convincente.
Daniel Radcliffe, que como otros actores jóvenes encasillados como Elijah Wood busca pasar página de su personaje de Harry Potter, deja por una vez el mundo de la oscuridad y el misterio para liderar una historia de personajes y conversaciones, una película con buena música y mejores sentimientos que se identifica con el espectador con los problemas de los protagonistas para averiguar dónde encajan en el puzle de la vida y que puede servir de guía tanto para románticos empedernidos como para cínicos al más puro estilo Bruce Willis.
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