De
vez en cuando Sylvester Stallone se siente arropado por un golpe de inspiración
y entre rodaje y rodaje se sienta ante su ordenador y comienza a teclear algo
con intenciones de ser un guion. Y las productoras que lo compran lo anuncian
luego a bombo y platillo como si ello fuese garantía de calidad.
Pero
no nos dejemos engañar. Esto no es más que otra película de Jason Statham, ese
buen actor de acción que parece empeñado en vulgarizarse repitiendo una y otra
vez con el mismo género en el que se mueve como pez en el agua y que por lo
general no defrauda nunca siempre sin el más leve signo de riesgo.
Con
un argumento tópico que puede recordarnos a mil y una películas, desde la ya
clásica Comando a cualquier refrito de serie B de justicieros
cuyo pasado regresa para acosarlos al estilo Charles Bronson o Chuck Norris
pero que tan bien se le daba a Bruce Willis en la década de los 90’.
Phil
Broker es un policía infiltrado que tras resolver con éxito uno de sus casos
más importantes decide retirarse para vivir con su hija de diez años en un
supuestamente apacible pueblecito de interior, pero a un tipo como él los
problemas parecen perseguirle y su llegada al pueblo no va a pasar
desapercibida por sus conciudadanos.
Con
un reparto más interesante de lo habitual en este tipo de films (por ahí andan
James Franco, haciendo ese papel de fumeta que tan bien se le da, y Winona
Ryder, entre otros), lo mejor de la película –aparte de las siempre efectivas
luchas de Statham, son las contadas escenas dramáticas en las que el director, Gary
Fleder, aparenta tomarse en serio la cosa. El bajón viene cuando la historia
avanza con torpeza y diálogos de baratillo hacia un desenlace tan tópico como
previsible, demasiado dulce incluso para lo que se nos pretende mostrar en
pantalla, y con un regusto de western crepuscular fallido no solo por culpa del
guion (cada vez es más evidente que la carga dramática que se encontraba en el
sobrevalorado libreto de Rocky no fue
más que fruto de la casualidad) –que aunque se nos diga que procede de una
novela de Chuck Hogan no contiene ningún valor literario en su traslación a la
pantalla) sino por la simpleza de un director que solo destaca, y
negativamente, cuando pretende jugar con las luces o los zooms, que no solo no
aportan nada sino que deslucen el limitado esfuerzo actoral.
Ya
he comentado en otras ocasiones que lo bueno del cine de Statham es que no
defrauda, pues el espectador sabe perfectamente lo que puede esperar de la
película antes de verla, y esta no es una excepción. Así, el film entretiene y
cuenta con la suficiente acción y el innegable carisma del actor británico como
para estar a la altura de cualquiera de sus otros títulos, pero creo que ya
comienza a ser hora de exigirle un poco más a un intérprete que aparenta tener
una calidad que no se atreve a demostrar, habiéndose acomodado en repetir una y
otra vez el mismo esquema, de manera que aun siendo muy superior a otros héroes
de acción contemporáneos suyos (de esos que quisieron coger el testigo que hace
dos décadas parecían haber dejado los Stallone y Schwarzwnegger de turno), como
Dwayne Johnson o Vin Diesel, lo cierto es que no cuenta en su haber ningún
título con tufillo a clásico (por generosos que podamos ser con esa palabra)
como cabría esperar.
Así
que tiros, acción y algo de drama, correcta pero sin más pretensiones. Una
lástima…
No hay comentarios:
Publicar un comentario