Ya
avisó en 2013 James DeMonaco que The
Purgue : La noche de las bestias sería tan solo el primer capítulo de una saga
que, tras los buenos resultados en taquilla, parece que va a tener
representación anual, eso sí, cambiando intérpretes y esquemas.
Así,
en Anarchy: La noche de las bestias
(todo un despropósito de traducción al español del título original: The Purgue: Anarchy), nos encontramos de
nuevo ante la fatídica noche en la que todo está permitido.
Con la excusa de
liberar a la bestia que todos llevamos dentro, durante esta determinada noche
del año la ley no existe y los robos, asesinatos y violaciones no podrán ser
juzgados ni castigados.
Mientras
en el primer episodio del año pasado Ethan Hawke y Lena Headey descubrían que
los sofisticados sistemas de seguridad de su casa de una rica zona residencial
no iban a protegerles de la locura que se extendía la noche de la Purga, en
esta ocasión nos trasladamos a los barrios pobres del extrarradio donde un
variopinto grupo de desconocidos deberán aunar fuerzas para sobrevivir en plena
calle.
Con
un arranque que casi parece compuesto por tres historias diferentes, a modo de
cortometrajes entremezclados que terminan confluyendo en una sola trama, vamos
a conocer a Sergeant, una especie de justiciero (brillante Frank Grillo) que
emulando a clásicos como Charles Bronson y un look que recuerda al Punisher de Marvel se aventura por las
vacías calles de la ciudad con un objetivo en mente, aunque por el camino se
verá obligado a salvar a Eva y Cali (madre e hija) y a la pareja a punto de
separarse formada por Shane y Liz.
En
la película que abría la saga, DeMonaco apostaba por una historia claustrofóbica
que brillaba gracias al brutal concepto de la Purga y a la estética de los
agresores, pero que se desinflaba a medida que avanzaba la acción, cayendo en
tópicos y volviéndose previsible y rutinaria.
Quizá para no atascarse más
todavía, en esta ocasión ha cambiado radicalmente el escenario y ha apostado
por los espacios abiertos, con persecuciones de coches y francotiradores que
dificultan las odiosas comparaciones con el film de Hawke y Headey. Sin la
posibilidad de sorprender que a priori ofrecía aquella, DeMonaco no se
avergüenza en imitar, sobre todo en el tramo final del film, a otros títulos
centrados en la caza al hombre, como El
malvado Zaroff o Blanco humano.
Con buenas dosis de acción y un ritmo ligero, DeMonaco se permite, además,
tintar su película con un tono de crítica social que, curiosamente, se convierte
a la vez en lo mejor y lo peor del film. Capaz de condenar la situación
económica actual de un plumazo con una sola escena (un bróker ahorcado sobre la
puerta de un juzgado), se podría aplaudir su discurso moralista contra el poder
y la clase alta, aun rozando la demagogia, pero cuyas buenas intenciones caen
en saco roto al reconocer en el mismo prólogo de la película que las
intenciones de los llamados “Nuevos Padres Fundadores” con la Purga han
conseguido sus propósitos y Estados unidos se ha convertido en una nación sin
delitos, sin paro y sin pobreza.
Así pues, DeMonaco bien podría haber apostado
mejor por el debate entre la doble moral no ya de los gobernantes sino de
nosotros mismos sobre si aceptamos el “todo vale por la causa” o preferimos ser
libres e independientes a cambio de pasar hambre y penurias.
Pero
tampoco vamos a exigir una lectura demasiado sesuda a una película que no
pretende más que entretener con buenos momentos de acción y ligeras dosis de
terror que, sin ser una maravilla, por lo menos logra distanciarse de su
antecesora lo suficiente como para poder disfrutar de la misma sin tener la
sensación de que nos quieren vender más de lo mismo.
No
dudo que en un futuro muy cercano la propuesta se vaya a agotar y canse al más
pintado, pero por ahora, sin ser una maravilla, cumple. Y con eso ya debe
valer.
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