No
voy a desvelar aquí los peligros que entrañan las modas. Ya sea en el vestir,
en música, literatura o en cine, cuando algo se pone de moda se traduce
irremediablemente en un sinfín de imitaciones y malas copias totalmente
carentes de imaginación con el único propósito de beneficiarse del trabajo de
otros. Y si encima, el origen de esa moda es ya algo de discutible calidad,
pues apaga y vámonos.
Esto
es lo que está ocurriendo con el género YA, que es como se conoce a esas
peliculillas que han existido toda la vida pero que han proliferado como
Gremlins en un Tsunami a raíz de Crepúsculo,
títulos generalmente basados en novelas para adolescentes con toques
fantasiosos, algunas (las menos) con una supuesta intención ideológica y, como
no, un trasfondo romántico, si es con triangulo mejor.
Así
aparece esta Vampire Academy, otro
ejemplo más de película que pasará desapercibida por las carteleras ya que ni
siquiera la totalidad de la colección de novelas en las que se basa se ha
editado en nuestro país. Por descontado, como es obligatorio en el cine YA,
llega con la pretensión de inaugurar una nueva y fructífera saga. Y como en la
mayoría de los casos, en eso se va a quedar, en una pretensión, como muy bien
sabrá la protagonista, Zoey Deutch, que ya pululaba en esa cosa llamada Hermosas criaturas.
Agotando
un género que personalmente me interesa mucho pese a lo maltratado que está por
el cine últimamente (y desde aquí doy gracias a Jarmusch y Jordan por sus
pequeñas joyitas), el de los vampiros, Vampire
Academy mezcla sin pudor elementos de Crepúsculo
con Harry Potter, confinando a una
raza de vampiros (porque otra característica del cine y la literatura YA es
esta, que no pueden limitarse a hablar de brujas o vampiros, todo se divide en
razas extrañas como si así nos creyésemos que el autor realmente está siendo
capaz de inventarse algo) llamada Morois (una especie de vampiros monárquicos
más o menos buenos) en una especie de Hogwarts donde son protegidos por los
Dhampir de los malvados Strigoi (sin comentarios).
La
historia parte de la huida de la academia de Lissa y su amiga y protectora Rose,
simple acto de rebeldía adolescente que no lleva a nada más que a demostrar lo
peligrosos que son los Strigoi esos. Ya en la academia, Lissa, casualmente la
princesa heredera al trono vampiro, deberá aprender a aceptar su destino
mientras lidia con coqueteos adolescentes, bromas de mal gusto y alguna que
otra traición (se supone que en un giro de guion despatarrantemente
sorprendente) mientras su amiga Rose entrena para llegar a ser mejor protectora
(y si mientras se liga a su instructor, pues miel sobre hojuelas).
En
fin, ya el argumento da una pista de por dónde van los tiros. Una tontería
monumental para quinceañeras a la que tan solo se le puede premiar la intención
de apostar por una o dos escenas de acción filmadas de manera más o menos
correcta y un ritmo que, por lo menos, no aburre demasiado, aunque poco importe
lo que esté sucediendo.
¿Cuándo
volverán los vampiros sedientos de sangre y mortalmente seductores que hace
tanto que desaparecieron de los cines?
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