domingo, 26 de enero de 2014

HÉRCULES, EL ORIGEN DE LA LEYENDA (3d10)

De vez en cuando aparecen películas que, independientemente de su calidad, suponen un antes y un después en la forma de concebir el cine, tanto para bien como para mal.
Sucedió, por ejemplo, con Star Wars en 1977, Matrix cambió la forma de entender el cine de acción en 1999, James Cameron revolucionó los efectos especiales en 1991 con Terminator 2 y reinventó el 3D en el 2009 con Avatar, pero quien más daño puede haber hecho al mundo del cine, muy a su pesar, fue Zack Snyder, en el año 2006, con su revolución visual y digital en 300, donde con un uso abusivo del croma y una utilización magistral de la cámara lenta (llegando incluso a usar imágenes estáticas) conseguía dar un aspecto muy irreal, más cercano al comic de Frank Miller en que se basaba que a los clásicos péplum del viejo Hollywood. La jugada, por cierto, le salió francamente bien, pero sentó un precedente cuyas últimas consecuencias se aprecian en la última película de Renny Harlin, un director que parecía que iba a algún lugar cuando realizó películas interesantes como Máximo Riesgo y La Jungla 2, se equivocó cuando orientó su carrera a mayor gloria de su efímero matrimonio con Geena Davis y no ha levantado cabeza desde la ya lejana Deep blue sea y que con esta fotocopia visual de 300 demuestra que no tiene ni personalidad propia ni el talento de Snyder, por más que también es cierto que ninguno de los payasos que pululan por la pantalla tampoco tienen nada que ver con Gerard Butler o Lena Headey.
Pero vayamos por parte. La película empieza con una panorámica bochornosa espantosamente mala que recuerda a un videojuego de la Play One de bajo presupuesto. Y a partir de ahí todo va para abajo.
Sustituyendo todo posible duelo interpretativo por una comparativa para ver quien tiene los pectorales más desarrollados (lo que se habrá reído Kirk Douglas si ha tenido la desgracia de ver esto), la historia, sin pies ni cabeza, plagia sin vergüenza escenas de Gladiator, incluye discursos alentadores muy por debajo del de Breveheart, deja a las mediocres Furia de Titanes / Ira de Titanes a la altura de clásicos y adorna el despropósito con una historia de amor descafeinada y nada apasionada.
Ridícula, con diálogos espantosos, dirección penosa, efectos digitales patéticos (ese león, ¡Dios mío!), situaciones absurdas y, encima, muy aburrida. De principio a fin. Y para colmo, pretende ser muy violenta (con esas peleas cuya cámara lenta es muy útil para ocultar las mediocres coreografías) pero no hay rastro de sangre alguna, como si de un mal producto Disney se tratara.
Y para colmo, está protagonizada por uno de los peores actores que recuerdo, un tal Kellan Lutz salido de la gloriosa serie de Crepúsculo y cuya carrera debería haber muerto junto a esa saga, acompañado por un puñado de tipejos que tampoco ayudan a mejorar mucho el tema.
Cada año nos toca vivir un duelo entre dos películas de temáticas parejas y este año el hijo de Zeus era el denominador común. Es triste como me puedo arriesgar a asegurar que el Hércules que dirige Brett Ratner, con la musculatura de Dwayne Johnson de percha, ha ganado la batalla sin siquiera haberse estrenado.

En una palabra: espantosa.

MINDSCAPE (6d10)

Mindscape es el debut del cortometrista y ayudante de dirección español Jorge Dorado como director, con el apadrinamiento del catalán Jaume Collet-Serra mediante su productora Ombra Films, empresa cuyo propósito es la de abrir camino futuras promesas de la dirección española en las siempre difíciles tierras americanas. Así, Mindscape es una película hispanoamericana con un equipo técnico patrio y un reparto puramente hollywoodiense, encabezado por el siempre solvente Mark Strong y la sorprendentemente deslumbrante Taissa Farmiga, prometedora hermana de Vera y ya vista en la serie American Horror Story y en la flojilla The Bling Ring, aunque podemos encontrar en el reparto otros rostros conocidos como el veterano Brian Cox o la breve pero importante aparición de Alberto Ammann.
En la línea de los últimos grandes éxitos del cine español, cabría definir Mindscape como una película de género, un thriller de constantes giros de guion y sorprendentes revelaciones. Pero más allá de eso, hay en el film de Jorge Dorado una mezcla de estilos en el que se puede adivinar los muchos referentes del director a la hora de embarcarse en su aventura yanqui, partiendo por la presencia de una jovencísima femme fatale con reminiscencias al cine noar de los años 60 pero recordando también a la Lolita de Kubrick.
Con un ligero (y a la postre irrelevante) toque fantástico que nos acerca a la obra de Philiph K. Dick, Mindscape nos introduce a un futuro cercano en el que los “detectives de la memoria” son el pan nuestro de cada día. Se trata de personas con la capacidad de sumergirse en los recuerdos de sus clientes, práctica suficientemente aceptada por la sociedad que es incluso admitida en los tribunales como pruebas en un juicio, por debajo, eso sí, de las habituales pruebas de ADN. John Washington era el mejor detective de su empresa hasta que la muerte de su esposa le obligó a retirarse temporalmente. Necesitado de dinero, decide aceptar un caso aparentemente sencillo, averiguar los traumas ocultos en la mente de Anna, una chica de dieciséis años de acaudalada familia que se encuentra en huelga de hambre. Pero una vez se inicia la relación entre ambos John comprobará que hay puertas que quizá deberían seguir cerradas.
Así, ignorando el elemento futurista, nos encontramos ante la clásica historia de un detective atrapado en las garras del magnetismo salvaje de una dama que pese a su aparente fragilidad podría terminar siendo quien mantenga en todo el momento el control de la situación. O quizá no, y todo sea un intento desesperado de su padrastro por controlar la increíble fortuna de su esposa que, en buena ley, debería heredar la adolescente a no ser que fuese internada en un  psiquiátrico y declarada incapacitada. Existe, por tanto, el juego de la dualidad visto en películas como Las dos caras de la verdad o Instinto básico (película que el propio director pidió a Taissa que viera para ayudar a entender su personaje), mientras que los juegos mentales –con alguna que otra trampa que busca despistar de forma algo artificial al espectador- recuerda también títulos recientes como el Origen de Christopher Nolan o el Shutter Island de Scorsese (casualmente ambas con Di Caprio).
Las mejores armas de la película son, qué duda cabe, sus factura técnica y la gran química entre sus protagonistas, con una Taissa Farmiga brillante cuyo trabajo remite a la Mia Wasikowska de Stoker, consiguiendo transmitir una dulce fragilidad a la vez que produce cierto desasosiego con su sola mirada.
El talón de Aquiles, por su parte, está en las nobles intenciones de engañar al público con sus trucos argumentales, con una sinceridad  tal que obliga a dejar pequeñas miguitas por el camino para demostrar que no hay nada improvisado sobre la marcha, de manera que se corre el peligro de que el avispado espectador puede  llegar –como me sucedió a mí- a adivinar el desenlace apenas alcanzado el ecuador de la película, con lo que tengo la duda de si la película podría resistir con éxito un segundo visionado.
De lo que no cabe la menor duda es de que la película está muy bien hecha, es fácil de seguir (en eso se agradece su ausencia de pretenciosidad intelectualoide que se encontraba en la paja mental de Nolan) y entretiene.

Y de paso, invita a reflexionar sobre porqué una película que no precisa de un gran presupuesto, debe emigrar al otro lado del charco pese a que sus principales talentos son españoles. ¿Este es el apoyo que merece nuestro cine?


domingo, 19 de enero de 2014

EL LOBO DE WALL STREET (9d10)

Es tanto lo que se puede llegan a comentar de esta película que es difícil saber por dónde empezar. Quizá lo primero sería señalar que estamos posiblemente ante una de las mejores (si no la mejor) películas del 2013 y que, no obstante, es la que menos posibilidades tiene de ganar la estatuilla dorada en la próxima edición de los Oscars.
¿La razón? Los excesos. Constantes. Reincidentes. Y sin embargo, necesarios. Muchas mujeres desnudas, mucha droga, mucha droga consumida sobre mujeres desnudas, sexo, vicio, enanos humillados y toda muestra de la bajeza a la que puede llegar el ser humano gracias al dinero está reflejado en esta episódica biografía de Jordan Belfort, un joven que se abrió paso en el mundo de la bolsa desde abajo y que en un tiempo record se convirtió en multimillonario gracias a unos métodos que, si bien no son los más legales del mundo, tampoco eran muy diferentes de los empleados por las grandes empresas del sector.
Scorsese es, pese a su veteranía, uno de los mejores directores de la actualidad, y con esta película lo demuestra una vez más. Después de la ingenua, dulce, casi infantil, y –pese a todo- absolutamente brillante La invención de Hugo, el neoyorkino se sumerge en una década, la de los 90, muy propicia para que los emprendedores surgieran de debajo de las piedras y subieran como la espuma, como ya se explicó –muy mal, por cierto- en Jobs. El lobo de Wall Street, pese e esos excesos que quizá podrían incomodar a algún espectador, es puro cine. Un ritmo narrativo brillante, grandes secuencias, divertidos diálogos, drama puro, una banda sonora brutal y mucho talento en sus actores. Tal es la perfección de este film que las tres horas de metraje pueden llegar a antojarse cortas, estando el espectador dispuesto, si pudiese, a permanecer en sus asientos una hora más para saber más cosas de este Belfort despreciable pero al que uno no es capaz de odiar completamente.
La historia de Belfort es tan surrealista que, al igual que sucediera con la estupenda Dolor y dinero, si no nos asegurasen que está basada de manera fidedigna en la historia real de este estafador de las finanzas sería difícil de creer. Pero todo lo que se ve en pantalla es completamente real, desde la prohibición de tener sexo en los lavabos de la empresa que funda (Stratton Oakmont) fuera de un horario concreto hasta el mono repartiendo el correo.
Mucha polémica ha generado este film no ya solo por la ostentación del sexo y la droga que contiene, sino por parecer elogiar la figura de un hombre que arruinó la vida de muchos pobres incautos (y eso que no vendía preferentes), un hombre autodestructivo que pese a la decadencia en la que se vio envuelto no sufrió un castigo tan severo como para que la película pueda servir de moraleja (fíjense en la última escena en el metro del agente del FBI Patrick Denham, ahí está todo dicho), pero creo que Scorsese prescinde deliberadamente de toda moralina para reflejar una realidad que, simplemente, fue así, y un personaje que no por no ser admirable debe tampoco ser ignorado. Belfort no es el Messi de los futbolistas ni el Charles Mason de los asesinos. No fue el mayor estafador de Wall Street, sino un simple grano de arena en un desierto donde los valores y la honradez brilla por su ausencia (importante para entender esto el personaje que interpreta Matthew McConaughey), por lo que lo verdaderamente destacable de Belfort no es la facilidad con la que ganaba dinero (cosa que, por otro lado, pese a ser ilegal, no deja de ser digno de admiración) sino la facilidad con la que lo gastaba. Inteligente y brillante como vendedor se podría decir que fuera de la oficina era un inepto caprichoso y estúpido que conducía un Ferrari blanco sólo porque era el modelo que llevaba Don Johnson en Corrupción en Miami y que era incapaz de pensar ni actuar por sí solo sin la ayuda de las drogas. Dos caras de una misma persona que, en cierto momento, apunta hacia la redención pero que, sin embargo, es derrotado por la realidad (cosa que no supieron hacer con el personaje de Washington en El Vuelo, lo que estropeó irremediablemente la película).
Mucho podría hablar de este film, dedicarle incluso varias entradas del blog, porque es una película poderosamente atractiva, tan adictiva como las drogas que se consumen en ella, consiguiendo escenas muy duras con otras desternillantes, con canciones perfectas para acompañar a las imágenes y con un reparto de verdadero lujo, que va desde estrellas como McConaughey (este 2013 ha sido su año, sin duda), Jonah Hill (¿qué agente demente le consigue oportunidades en películas como Moneyball, Django desencadenado y ésta combinadas con sus estupideces habituales?) o Rob Reiner (brillante su presentación como padre de Belfort) junto con caras reconocibles como John Favreau, Jean Dujardin (¿lo recuerdan de The artist?), Kyle Chandler o Jon Bernthal (de moda con La gran revancha también en cartel) o figuras prácticamente desconocidas como Margot  Robbie (que podría pensarse que está ahí sólo por su cara –y otras cosas- bonita pero que aguanta perfectamente el tipo) o la veterana Joanna Lumley (que vivió sus días de gloria a principios de los 60 con la serie Los nuevos Vengadores).
Y luego, por supuesto, está Leo. El gran, inmenso y magistral Leo.
DiCaprio es el mejor actor de su generación. Y de muchas generaciones. No me cansaré de decirlo. Parece ser que fuera de los rodajes no es el más simpático. Quizá los críticos no le perdonen su pasado como protagonista de las carpetas de adolescentes. O duela que sea el protagonista de la película más exitosa de la historia. Pero es totalmente injusto que no tenga en su poder por lo menos un Oscar de Hollywood (y este año me temo que tampoco lo ganará, aunque yo no pierdo la fe). Es capaz de salvar películas mediocres como J. Edgar, hacer soportable tostones como Origen o brillar por encima de fuegos de artificios en El gran Gastby. Y aquí, demostrando la perfección de su binomio con Scorsese, es el pilar de la película. Casi omnipresente, su interpretación pone los pelos de punta, con un personaje que evoluciona mucho más que el resto del reparto a lo largo del film y consiguiendo humanizar a Jordan Belfort. Cualquier otro actor, posiblemente, no habría podido impedir que lo odiemos, pero Leonardo DiCaprio es más que un simple actor. Es un genio.
Belfort destroza todas las vidas que toca, incluyendo la suya propia, pero Scorsese y DiCaprio consiguen que una parte secreta de nosotros sienta admiración por él y sus extravagantes caprichos (¿quién no soñaría con un yate con un helipuerto incluido?). O que, finalizada la película, tengamos ganas de verla de nuevo.
Belfort debería estás pudriéndose en la cárcel en estos momentos, pero no es así. Porque, muchas veces, la vida no es justa. Por eso mismo El lobo de Wall Street no arrasará en los Oscars de este año.

Pero lo merece.

MANDELA: DEL MITO AL HOMBRE (4d10)

Una vez más nos encontramos ante un biopic de un personaje histórico, un hombre mundialmente conocido pero cuyo camino hasta la gloria puede tener detalles que muchos ignoren. 
Después de que, con un acontecimiento deportivo como telón de fondo, Clint Eastwood nos lo presentara tras su puesta en libertad en Invictus, y con varias cintas sobre el premio nobel de la paz en la memoria (ha sido interpretado, aparte de por Morgan Freeman, por Sidney Poitier, Dennis Haysbert o Terrence Howard entre otros), esta cinta de Justin Chadwick (que dirigió Las hermanas Bolena), pretende hacer un recorrido por la trayectoria del recientemente fallecido presidente de Sudáfrica desde que fuera un joven rebelde integrado en el movimiento político CNA en contra del Apartheid hasta su llegada a la presidencia, pasando, claro está, por sus más de veinte años en prisión.
Sin embargo, como me temo nos tiene acostumbrado Hollywood en los últimos años, la película es completamente decepcionante, olvidándose totalmente de cualquier aspiración didáctica y centrándose más en la relación de Nelson Mandela con su esposa Winnie, la cual no compartía las ideas pacíficas de su esposo. Es esta relación lo único que podemos descubrir de la vida de Mandela, pues no hay nada novedoso en esta biografía que, eso sí, cuida muy bien los detalles como el vestuario o las localizaciones. Tanto es así que podríamos decir que hay casi una obsesión por fotocopias escenas reales, como se puede apreciar con las fotografías auténticas que decoran los títulos de crédito finales y que han sido imitadas al detalle durante la película, mientras que detalles “nimios” como el guion han quedado olvidados a un segundo plano.
Así, no se entiende, viendo la película, qué motiva que un hombre que recurre a las armas para combatir la presión del poder blanco termine volviéndose un pacifista casi incluso extremo, así como tampoco se entiende que se convierta en el líder que fue y que la gente lo aclame como a un héroe mientras estuvo en prisión. Parece como si Chadwick tuviese la obligación de mantener a Mandela en pantalla hasta el último segundo de metraje, no pudiendo apartar la cámara de él para explicarnos lo que está sucediendo a su alrededor.
Y a lo que no nos explica la película debemos añadir lo que explica mal, como las razones de su liberación, que Chadwick nos presenta exclusivamente como un acto de buena voluntad del presidente De Klerk, obviando los intercambios de prisioneros, las presiones internacionales y resumiendo toda la reacción mundial en unas pobres imágenes de estudio del famoso concierto de Wembley y poco más.
Por no querer explicar, ni siquiera se molestan en poner los títulos rótulos explicativos al final de la película con lo que el futuro deparó a los personajes protagonistas.
Como si de una crónica rosa se tratase (no tan extrema como Diana, desde luego), solo su segundo matrimonio (el primero, por cierto, se lo podían haber ahorrado, pues no aporta nada a la narración y se olvidan de él a los diez minutos de película) centra el interés de la historia. Afortunadamente, en compensación de la torpeza de director y guionista (y dejando aparte la preciosa canción de U2), los dos protagonistas principales (y únicas caras reconocibles de la película) rayan a un nivel sobresaliente, así como la caracterización física –paso de los años incluido- de Mandela.
Idris Elba (secundario en Pacific Rin, Prometheus y el Heimdall de los dos Thor) y Naomie Harris (la Tia Dalma de Piratas del Caribe y Eve/Moneypenny en los Bonds de Sam Mendes) logran hacernos creer esa relación de amor que la distancia no puede romper pero sí los ideales, pero me parece un pobre consuelo para una película demasiado vaga y ambigua que no de lejos hace honor a la grandeza del personaje al que pretende inmortalizar.
El subtítulo en español es: del mito al hombre. Conocemos al hombre, pero no cómo se convirtió en mito.

SOBRAN LAS PALABRAS * (5d10)

Posiblemente última de las películas atrasadas del 2013 que por su escasa distribución (y porque en el fondo no deja de ser una película pequeña) se había quedado en el tintero.
Se trata de una comedia romántica, entendiendo el concepto de comedia romántica como aquella película simpática que te invita a sonreír en gran parte del metraje pero que dista mucho de provocar carcajadas, tendiendo a desembocar en momentos más bien tristes con la esperanza de enviar al espectador un mensaje que invite a la reflexión. Así, Sobran las palabras nace con la vocación de hablar sobre las segundas oportunidades en el mundo del amor, la soledad después del divorcio, de la marcha de los hijos, de la posibilidad de creer en una nueva vida.
Así se encuentra Eva, que después de su divorcio se encuentra abocada casi exclusivamente en su trabajo como masajista y en su hija Ellen, a punto de marcharse a la Universidad. Preocupada por sentirse abandonada por segunda vez acompaña a su amiga Sarah, también divorciada, y su actual pareja a una fiesta, donde conoce a una popular poetisa que se convertirá, primero, en nueva clienta y posteriormente en una buena amiga y a Albert, un hombre gordo y poco agraciado pero con un gran sentido de humor, también divorciado y con una hija pre-universitaria, de la que terminará enamorándose.
El conflicto estalla cuando descubra que su nueva amiga Marianne, que durante sus sesiones de masajes se desahoga criticando todos los defectos de su ex, era la esposa de Albert.
Simpática es la mejor definición de esta película, que huye del humor fácil y tosco propio de, por ejemplo, Sandra Bullock o Katherine Heigh, para centrarse más en los diálogos, buscando los conflictos con más sutilidad, como si de un Woddy Allen descafeinado se tratase.
Pocas posibilidades habría tenido esta película de estrenarse en nuestro país –y mucho menos en versión doblada- si no fuese por tratarse de la obra póstuma de su protagonista, James Gandolfini, fallecido a finales del 2013. Gandolfini fue un estupendo actor que hizo de secundario en multitud de películas interesantes pero que saltó a la primera fila de la fama gracias a su personaje televisivo de Tony Soprano.
También de la televisión proviene la protagonista del film, Julia Louis-Dreyfus, que será siempre recordada colmo la chica de Seinfeld (172 episodios no son moco de pavo).
Completa el reparto más conocido Toni Collette y Catherine Keener, junto a las jóvenes Tracey Fairaway, Tavi Gevinson y Eve Hewson.

No se trata de una gran película, pero sí muy apropiada para relajarse sin grandes emociones en días lluviosos como el de hoy.

NOMINACIONES OSCARS 2013

Entramos de lleno en la gran temporada de premios y he querido hacer un alto en el camino de las opiniones de los estrenos de cine para ofreceros las primeras impresiones sobre los dos certámenes más importantes al otro lado del charco: los Globos de Oro, recientemente entregados, y los Oscars, de los cuales tenemos ya las nominaciones.
Muchas son las películas que entran en pugna este año, la mayoría de las cuales no han llegado aún a nuestro país, lo que invita a pensar que la entrega de premios que se realizará el próximo día dos de marzo en el Dolby Theatre de Hollywood volverá a ser tan diversificada como el año anterior, en el que se dio la curiosidad poco habitual de que el premio a la mejor película y al mejor director no correspondan a un mismo film.
No es cierto el tópico de que los Globos de Oro son la antesala de los Oscars (aún quedan otros premios internacionalmente reconocidos por en medio), pero quizá conocer los resultados de aquellos nos puedan ayudar a saber un poco por donde pueden ir los tiros este año.
De nuevo se repite la fórmula de nominar a nueve películas al premio gordo, aunque es evidente que algunas de ellas están para hacer bulto, siendo la nominación el mayor reconocimiento al que pueden esperar. Entre las favoritas de verdad se encuentran La gran estafa americana, Dallas buyers club, Nebraska, Gravity, 12 años de esclavitud y El lobo de Wall Street. Personalmente descartaría directamente la última obra de Martin Scorsese, pese a que posiblemente sea la mejor de todas las nominadas. Demasiado excesiva para los gustos de los académicos, que pueden ver en esta película una apología del sexo y la droga. En los Globos de Oro, que recuerdo que en las categorías principales hay premios dobles: a la película dramática por un lado y al musical o comedia por otro. La gran estafa americana y 12 años de esclavitud fueron las triunfadoras, y me da en la nariz que el nuevo film de David O. Russell se va a llevar el gato al agua.
En el apartado de director encontramos al propio Russell, a Alfonso Cuarón por Gravity, Alexander Payne por Nebraska, Steve McQueen por 12 años de esclavitud y Martin Scorsese por El lobo de Wall Street. Creo que de nuevo se repartirán los dos premios gordos, y Cuarón podría ser el gran beneficiario, pues pocas películas deslumbran visualmente tanto como su drama espacial. Y parece ser que los Globos de Oro me dan la razón.
Pasemos al apartado interpretativo: Matthew McConaughey y Leonardo DiCaprio, compañeros en El lobo de Wall Street, fueron los dos triunfadores en los Golden Globes, pero aquí –como en los Inmortales- sólo puede quedar uno. No tengo duda de que DiCaprio lo merece, su trabajo con Scorsese es simplemente magistral, pero este parece el año de McConaughey, cuya tercera película del 2013, Mud, es la gran ausente en estos premios. Claro que, ¿alguien piensa que Chiwetel Ejiofor puede dar la sorpresa?
Con las mujeres la cosa parece más clara. La opción Sandra Bullock se ha ido desinflando con el tiempo y Emma Thompson es la gran ausente así que no creo que nadie (ni siquiera Amy Adams que ganó el Globo de Oro como actriz de comedia) le tosa a Cate Blanchett por su descorazonadora interpretación en Blue Jasmine.
El actor de reparto me parece una verdadera lotería, el premio más desconcertante y dispar. Tenemos nominados que ni siquiera deberían ser considerados actores, como Barkhad Abdi, el pirata somalí de Capitán Phillips; Bradley Cooper, buen actor pero para el que dos nominaciones consecutivas me parece algo excesivo; cosa parecida me sucede con Jonah Hill, que está brillante en El lobo de Wall Street pero… ¿un Oscar? ¿en serio? Todavía me dan arcadas cuando recuerdo la estúpida Juerga hasta el fin, donde los pocos chistes aprovechables eran referentes a la nominación al Oscar de Jonah Hill por Moneyball. Así pues, la cosa podría estar entre Michael Fassbender por 12 años de esclavitud (¿por qué no está Benedict Cumberbatch?) y Jared Leto por Dallas Buyers Club, pero como esta última no se ha estrenado debo reservar mi opinión por ahora. Por cierto, el Globo fue para este último.
La mejor actriz de reparto en los Golden fue Jennifer Lawrence, pero dos Oscars consecutivos para esta joven actriz me parece algo que juega en su contra. Claro que de no ganar y cumplirse el resto de mis previsiones significaría que el reparto de La gran estafa americana, que partía con nominación en los cuatro apartados regresaría a casa de vacío. Tampoco es que ninguna de las demás me entusiasme especialmente (a falta de ver Nebraska par la que está nominada June Squibb), en especial Sally Hawkins, la hermana adoptiva de Blue Jasmine, por lo que la cosa podría estar entre apostar por lo seguro con Julia Roberts o arriesgarse con un guiño al público afroamericano y premiar a Lupita Nyong’o.
Algunos premios se me antojan cantados: Frozen ganará a la película de animación, La gran belleza a la película de habla no inglesa y U2 a la mejor canción por Mandela, mientras que en apartado técnico Gravity debería imponerse a las grandes superproducciones como Iron man 3, El Hobbit: la desolación de Smaug, Star Trek: en la Oscuridad o El llanero Solitario, así que el resto de la emoción estará en la banda sonora (tenemos nominación para John Williams, y eso siempre es importante) y los dos guiones (original y adaptado), aparte de los premios menores como vestuario, maquillaje, etc.
En resumen, Gravity y La gran estafa americana son las que parten como favoritas con 10 candidaturas cada una, siendo la cinta de Cuarón la que puede cosechar más estatuillas gracias a tener nominaciones tanto en los apartados principales como en los técnicos. Continúa el ranking con las nueve nominaciones de 12 años de esclavitud, las seis candidaturas de Dallas Buyers Club, Capitán Phillips y Nebraska y con cinco se conforman Her (ya veis que no doy un duro por esta, al no ser que rasque algo del guion) y El lobo de Wall Street.
Desde el punto de vista español hay que destacar que de las ocho principales cuatro no se han estrenado todavía por estas tierras, así que como siempre nos toca especular más que otra cosa.
Y por último hay que hablar al menos un poco de las grandes ausentes, sorpresas como A propósito de Llewyn Davis, Prisioneros, El gran Gatsby, Al encuentro de Mr. Banks, Cuando todo está perdido o incluso –en los apartados técnicos- Pacific Rin. Y alguna más que me dejaré en el tintero.
Como siempre, nunca llueve a gusto de todos, pero esto es lo que hay y a partir de ahora tenemos más de un mes para hacer nuestras apuestas.
¿Alguien se anima a pronosticar sus favoritos?
¡Ah! Y por cierto. Para terminar con el tema de los Globos de Oro, en el apartado televisivo la gran vencedora han sido Breaking Bad y Behind the Candelabra. ¿Alguien esperaba otra cosa?

Actualización (03/03/14). A apenas media hora para que comience la ceremonia de los Oscars actualizo la entrada para revisar las últimas apuestas. Parece claro que El lobo de Wall Street no va a ser la gran triunfadora, aunque sigo opinando, después de haber visto todas las películas nominadas a excepción de Dallas Buyers Club que sigue sin ser estrenada en España), que es la mejor de todas. La gran estafa americana ha ido perdiendo fuelle conforme avanzaba la temporada de premios, y la gran pelea presumiblemente será entre Gravity y 13 años de esclavitud. Cuaron y McConaughey siguen como favoritos, aunque hay quien se pregunta si la última polémica alrededor de Woody Allen podría afectar a Cate Blanchett. Amy Adams es la única nominada como actriz que todavía no ha ganado el Oscar, así que puede ser su año, y sobre el secundario sigo igual de perdido, Leto quizá parta con cierta ventaja.
En fin. La cuenta atrás ha comenzado y en menos de cuatro horas se sabrán los vencedores. Y aquí estaré para contarlo.




sábado, 18 de enero de 2014

LA GRAN REVANCHA (6d10)

Siguiendo la estela de títulos como El exótico hotel Marigold o Tipos duros, La gran revancha trata sobre el ocaso de sus dos protagonistas y, por extensión, trata también del ocaso de sus dos protagonistas, Sylvester Stallone y Robert de Niro, grandes nombres de Hollywood (cada uno en su estilo) años atrás y que ahora deben lidiar lo indecible para conseguir los guiones correctos que les brinden el calor de crítica y público. Por eso, lo mejor de este film de Peter Segal es la capacidad de sus dos intérpretes principales de reírse de sí mismos, sin importarles caer en la parodia de los personajes que los elevaron a los altares de la fama: Rocky Balboa de Rocky y sus secuelas y el Jake La Motta de Toro Salvaje. Tampoco es que la cosa sea nueva para ellos. Llevan ya unos años viviendo de la auto parodia, y como ejemplos más claro tenemos Los Mercenarios y Mala Vita.
Cargada de guiños al pasado, el arranque de la película es prometedor, con escenas muy divertidas entre estas dos viejas glorias del boxeo deciden aceptar la propuesta de un joven pero ambicioso promotor (Kevin Hart es de lejos lo peor de la película, cayendo en todos los tópicos posibles de negros bocazas y graciosillos que han machacado en cine desde los buenos años de Eddie Murphy) para enfrentarse de nuevo en el ring, ya que sus dos anteriores combates terminaron con una victoria para cada uno (en realidad la película debería llamarse mejor El gran desempate).
Henry “Razor” Sharp (Stallone) y Billy “The Kid” McDonnen (de Niro) han vivido su retiro de formas totalmente diferentes. Mientras uno lidia con sus deudas trabajando en una fundición el otro revive sus días de fama en su restaurante donde cargado de excesos (tanto de mujeres como de alcohol, aunque de forma muy inocente, nada que ver con los verdaderos excesos que se pueden ver en El lobo de Wall Street) ejerce de monologuista con chistes autobiográficos. No están para nada en la mejor edad para volver al cuadrilátero, y de ahí el jugo que el guion puede sacar a estos dos perdedores de la vida, uno por rendirse antes de tiempo y el otro por estar demasiado pagado de sí mismo.
El problema radica en que en un momento determinado la película comienza a tomarse demasiado en serio a sí misma. El humor inicial comienza a dejar paso a una sensiblería bastante tontorrona y la historia personal entre ellos dos se vuelve más importante que sus payasadas para volver a revivir sus viejos éxitos y conseguir llenar el aforo donde se celebrará el esperado combate. Así, la aparición de un viejo amor perdido y la incursión de un hijo (con nieto incluido) en la historia como excusa para acentuar el odio mutuo que ambos púgiles se tienen desde hace años hace el interés del film baje en picado, mientras que el combate final, definitivamente sin ningún toque del humor que hacía de esta una película interesante, estropee el resultado final, ya que tampoco se logra (no creo ni tan siquiera que Segal aspirase a ello en ningún momento) alcanzar la grandeza de una emotiva historia crepuscular al estilo de Sin Perdón (o Cowboys del espacio, o Gran Torino, o cualquiera de las historias crepusculares –que pesado que es con este tema el tío- de Clint Eastwood).
Afortunadamente, cualquier película que se precie debe tener un as oculto en la manga, y el de La gran Revancha se llama Alan Arkin. Viejo amigo e improvisado entrenador de Henry, Arkin está sencillamente genial, robando a sus colegas todas las escenas en las que aparece y manteniendo el punto de humor necesario a lo largo de todo el film, por más que la historia en momentos vaya por otros derroteros. Sólo por él ya vale la pena entrar a ver el film.
En constante cuesta abajo, el error de la película es creer que el resultado del combate es más interesante que los preparativos del mismo, por lo que el clímax final es largo, aburrido y predecible (y nuevamente demasiado sensiblero).

Eso sí, cuando vean la película no tengan prisa por irse. El gag que se entremezcla con los títulos de crédito finales a modo de epílogo les devolverá la sonrisa.

AGOSTO (6d10)

Basada en la obra de teatro del mismo nombre de Tracy Letts, Agosto cuenta la historia de una familia media compuesta por un matrimonio, sus tres hijas y la hermana de la matriarca, que se reúnen en casa de los padres en un exageradamente cálido mes de agosto tras la desaparición del cabeza de familia. Todos juntos de nuevo alrededor de la mesa, viejas trencillas y oscuros secretos saldrán de nuevo a flote amenazando con destruir los cimientos de esta familia y aquellos que se han atrevido a acercarse a ellas.
Vaya por delante que, pese a que las situaciones pueden hacernos sonreír en más de una ocasión, no es para nada una comedia, por más que los miembros de la Academia la hayan encajado en los Globos de Oro en la categoría de Comedia o Musical. Es una historia dura, amarga y autodestructiva que estremece al espectador y hace sufrir con la capacidad que sus intérpretes (sobre todo las femeninas) tienen para transmitir su angustia.
Con un reparto sencillamente inmejorable del que hablaré a continuación la película contiene dos errores de bulto: contar con el propio Letts como guionista, demostrándonos una vez más qué cierto es el dicho de “zapatero a tus zapatos” (¿alguien recuerda alguna ocasión en que un buen escritor haya mejorado su historia por adaptar él mismo el guion en lugar de confiárselo a un profesional del cine?) y tener a un director como John Wells, que pese a las buenas sensaciones que dejó con The company men demuestra no estar a la altura, pretendiendo (y fracasando) dejar su huella y tratando de evitar que la película se vea simplemente como una obra de teatro en cine, algo bastante frecuente en las adaptaciones. Sin embargo, para ello no basta con interponer de vez en cuando bonitos paisajes y espectaculares puestas de sol. Su filmación entorpece la narración cuando lo más sencillo es dejar interpretar libremente a sus actores y ceñirse a saber sacar brillo de los diálogos, verdadero motor de la historia.
Con un inicio algo titubeante (que hace presagiar que estamos ante la típica película “solo para mujeres”), la historia va in crescendo a medida que diversos y variopintos personajes entran en escena (nunca mejor dicho) y los trapos sucios comienzan a airearse. Es entonces cuando comprobamos que estamos, sobretodo, ante una película de conversaciones, donde los diálogos, como señalé antes, toman el protagonismo demostrando que esta familia con demasiadas heridas aún sin cicatrizar, puede herir más con las palabras que con cuchillos.
Con una duración correcta que quizá maltrate la historia original (dos horas contra las casi cuatro que dura en los escenarios, aunque parece ser que corre por ahí una versión extendida de la película que espero descubramos en su futura edición en DVD), la película termina por contagiarnos las emoción y drama sin necesidad de grandes alardes técnicos, dejándolo todo en manos de sus protagonistas. Y a ellos vamos:
Meryl Streep interpreta a Violet Weston, una histérica mujer con problemas de salud y adicta a las pastillas, en un trabajo correcto pero algo exagerado (he oído decir por ahí que parece salida de Las brujas de Zagarramurdi), mientras que el veterano Sam Shepard interpreta a su sufrido (y algo dado a la bebida) marido Beverly. Barbara es la primera hija que escapó de la prisión que le suponía esa familia, aunque su matrimonio con Bill (Ewan McGregor) que le ha dado una hija rebelde y caprichosa (Abigail Breslin) no es todo lo feliz que pretende aparentar. Julia Roberts le pone rostro y carácter, ofreciendo un duelo interpretativo entre dos grandes de Hollywood que podría repetirse en la próxima gala de los Oscars. Otra de las hijas, Karen, está interpretada por Juliette Lewis, una desvergonzada que huyó del nido para saltar de hombre en hombre hasta encontrar al adecuado para sentar la cabeza, Steve (Delmot Mulroney). La última hija es Ivy, quien no ha tenido más remedio (o quizá se trata simplemente de cobardía) que quedarse cerca de casa y encargarse de cuidar a su problemática madre. Julianne Nicholson, la más desconocida del reparto, es todo un descubrimiento y es ella, y no la Streep ni la Roberts, quien realmente merece todas las alabanzas.
Completan esta curiosa familia los tíos: Mattie (Margo Martindale) y Charlie (Chris Cooper), ella una (aparentemente) feliz y risueña mujer rechoncha y él el único con los pies en el suelo en ese manicomio de reproches y ofensas (Cooper es, junto a Nicholson, la otra gran perla del film). Ambos tienen un hijo, Little Charles (Benedict Cumberbatch), a quien su propia madre desprecia por ser un poco lelo, ignorante de que este está enamorado de Ivy. Y por cierto, si piensan que el gran problema de este amor es que son primos, están muy equivocados.
Finalmente, Misty Upham interpreta a Johnna, una sirvienta contratada por Beberly al arranque del film y que sirve de identificación con el espectador, siendo ella misma espectadora de lujo en ese terrible mes de agosto.
No será una obra de arte, desde luego, pero terminan tocando el corazón y ayuda a meditar sobre los propios problemas que podamos tener cada uno en nuestra vida personal.
Al final, va a resultar que nuestra familia no es tan mala, ¿no?



LA LADRONA DE LIBROS (6d10)

Como en el caso de El niño con el pijama de rallas, de Mark Herman, nos encontramos ante la adaptación de una novela juvenil que tiene el buen propósito de retratar los horrores del nacismo durante la Segunda Guerra Mundial pero desde un punto de vista al que pueda acceder un niño. Y como en el caso de El niño con el pijama de rallas, La ladrona de libros fracasa en su intento de plasmar las páginas de la novela a la gran pantalla.
Ambas películas comparten el mismo error de base: no definir claramente a quién está orientada la historia. En una novela es importante conseguir jugar con la imaginación del lector, por lo que se puede tratar de un tema tan escabroso como las cámaras de gas y las persecuciones a los judíos sin provocar pesadillas atroces en un niño.  Pero eso no sucede cuando deber presentar la historia en imágenes, por lo que se debe decidir si se apuesta por la dureza de retratar los hechos tal y como sucedieron o se plantea un cuento de hadas donde el terror se encuentra oculto entre líneas. Dicho de otra manera, entre hacer una película de Spielberg o de Chris Columbus. El director Brian Percival no es ninguno de ellos, ni tampoco puede compararse a Roberto Benigni, que consiguió con La vida es bella encontrar un inestable equilibrio entre el terror hitleriano y el humor tierno.
Así, La ladrona de libros se encuentra en una especie de limbo desde su primera secuencia, en la que la propia Muerte hace de narradora en off de la película mientras contemplamos un paisaje celestial que nos pretende transportar hasta el Que bello es vivir de Frank Capra consiguiendo desconcertar y sacar al espectador de la historia en un tiempo record. Esa voz en off se me antoja cansina y casi ridícula, estropeando lo poco bueno que pueda haber en la película y demostrando que el cine y la literatura son artes completamente diferentes y lo que vale para uno no tiene porqué valer para otro. La utilidad de esa curiosa narradora en la novela, además de servir como hilo narrativo, ayuda a que admiremos más aun a la protagonista, ya que su historia debe ser grandiosa si hasta la misma Muerte se toma su tiempo en observarla. Esa sensación, sin embargo, no está presente en ningún momento de la película.
La ladrona de libros cuenta la historia de Liesel, una niña entregada en acogida por ser hija de una comunista al matrimonio formado por Hans y Rosa, una humilde pareja alemana cuya ideología al inicio del film es ligeramente ambigua con respecto a la política de Hitler aunque deberán por terminar por tomar partido cuando, para pagar una antigua deuda de honor, deban acoger en su casa a Max, un fugitivo judío.
Es mediante su relación con Max y, sobretodo, impulsada por su amor hacia la literatura (pasión que en el relato de la película no está convenientemente desarrollada), que la joven Liesel descubrirá de que va todo esto del nacismo y porqué las victorias de Hitler (de su Alemania) no son todo lo admirables que deberían ser.
Percival alterna entonces escenas simplonas como la llegada de ella a la escuela (con una narración tontorrona que recuerdan al primer Harry Potter, precisamente el de Columbus) que provocan bostezos entre los más mayores, con otras más “serias” pero para nada explicadas (el asalto nazi durante Las noche de los cristales rotos, por ejemplo), que seguro que desconciertan a los niños de hoy en día que nada saben de determinados sucesos históricos.
Así, la evolución de Liesel ante la espantosa época que le ha tocado vivir solo se dibuja correctamente en alguna buena escena suelta, como la de la hoguera en la que los alemanes queman una pira de libros que el régimen considera inapropiados, quizá el momento clave del film, donde sin necesidad de pronunciar palabra la actriz Sophie Nélisse consigue convencernos de como descubre y se horroriza por la realidad que la rodea.
Posiblemente el problema real radique en menospreciar a los niños, creyendo necesario endulzar en exceso la historia olvidándose de que estamos ante una generación que admira a Tarantino y pasa la mayor parte de su tiempo jugando a Call of Duty. Si se hubiese arriesgado un poco más y se hubiese apostado por la crudeza que en ocasiones necesita la historia todos habríamos sufrido más con el inevitable desenlace del film, que se supone aspira a provocar las lágrimas del personal pero que no consigue ni tan solo emocionar mínimamente, por más que los estupendos Geoffrey Rush y Emily Watson hagan lo imposible para ganarse nuestros corazones.
No es una mala película, pero con una buena (aunque algo austera) ambientación y muy buenas interpretaciones merecería aspirar a más. Habría bastado, quizá, con elegir a un director más competente.

Y a eliminar a la odiosa voz de la Muerte, desde luego.







jueves, 16 de enero de 2014

12 AÑOS DE ESCLAVITUD (7d10)

Bueno, pues parece que al final la gripe y las distribuidoras, empeñadas en boicotear sus posibles éxitos comerciales, no han sido suficientes como para impedirme disfrutar de una de las películas más interesantes del año y que estará presente en la próxima gala de los Oscars cuyas candidaturas acaban de anunciarse.
12 años de esclavitud es la tercera película de Steve McQueen (nada que ver con el actor) tras las interesantes Hunter y Shame, en la que vuelve a colaborar con su actor fetiche, esta vez en un rol secundario, Michael Fassbender.
Ambientada en unos Estados Unidos próximos a su Guerra Civil, 12 años de esclavitud cuenta el drama real de un hombre de color libre, Solomon Northup, que es secuestrado y vendido como esclavo, perdiendo su identidad y pasando por las manos de diversos amos, entre los que destacan el “bondadoso” Ford y el cruel y retorcido Edwin Epps.
Lejos de los movimientos de cámara enérgicos e imprecisos de Hunter y de la incomodidad sexual que desprendía Shame, 12 años de esclavitud rezuma clasicismo por todos sus poros, tanto narrativa como visualmente. Se trata, cómo no, de un alegato en contra del racismo, en una denuncia que debe verse más allá de su contexto histórico, abogando por una igualdad total entre razas, tema ya planteado en los últimos meses por en panfletario Lincoln de Steven Spielberg y la genial Django desencadenado de Quentin Tarantino.
Destacando por encima de todo el gran nivel interpretativo de todos sus actores, desde el prolífico pero poco conocido protagonista, Chiwetel Ejiofor, hasta los “amos” Benedict Cumberbatch (este hombre no para: es su cuarta película rodada en el 2013; así no es de extrañar que la tercera temporada de Sherlock se haya hecho tanto de rogar) y el ya mencionado Fassbender, a los que hay que añadir otras ilustres aunque breves apariciones como las de Paul Giamatti, Paul Dano y un grandioso Brad Pitt que se basta con apenas cinco minutos de metraje para convertirse en uno de los pilares de la película.
En una primera lectura, rápida y superficial, no parece que haya nada nuevo bajo el sol. La crueldad demostrada por Epps (en contraposición con su “supuesta Fe cristiana”) y, sobretodo, su esposa Mistress (Sarah Paulson) está desarrollada de manera inteligente y sin ningún atisbo de humor negro que nos permita relajarnos, pero no por ello se diferencia demasiado de los negreros que interpretaran Don Johnson o Leonardo DiCaprio en el film de Tarantino, mientras que las dramáticas historias secundarias de las esclavas Eliza (Adepero Oduye) primero y Patsey (Lupita Nyong'o) después pueden tener puntos en común con la propia Brunilda. Es, sin embargo, en el episodio de Ford en el que creo que hay que leer entre líneas, escarbar en la basura de esa sociedad cruel y violenta para encontrar el verdadero mensaje del film.
Y es que nada nos puede impresionar de un negrero que maltrata a sus esclavos, pero sí en la figura de uno que los cuida y protege. Ford hace regalos a Solomon (que en su epopeya como esclavo durante los dichosos doce años deberá responder al nombre de Platt) y escucha sus consejos, con lo que podemos sentirnos a gusto con el personaje, identificándolo como uno de los buenos de la peli. Pero, ¿estamos olvidando que es un esclavista y que retiene a sus trabajadores contra su voluntad? “Es lo que le ha tocado vivir”, comenta Solomon en un momento dado, defendiéndolo. “Es un negrero”, le replica Eliza. En esa conversación radica el gran mensaje de la película. ¿Quién es peor: el villano cruel y despiadado o el que tiene buena conciencia y mejores intenciones y pese a ello permite que la esclavitud siga su curso?
Una segunda e interesante reflexión hay que buscarla en la figura del propio Solomon, ya que su origen como hombre libre (en la época la mayoría de negros nacían ya siendo esclavos) lo ponen en la curiosa tesitura de no luchar por la igualdad ni la injusticia hacia su raza, sino en la indignación personal y egoísta de haber sido vendido como esclavo por error. El drama de Solomon no es que los negros sean esclavos, sino que a él no le correspondería serlo. Y aunque durante la película hay una inteligente evolución del personaje que propicia el cambio de actitud y pensamiento hacia el final (gracias, sobre todo, a la historia de Patsey) no deja de ser curioso ese arranque en el que la injusticia contra ese hombre sea más burocrática que social.
Dos puntos interesantes y que hacen brillar a una película que, de lo contrario, recordaría demasiado a otras parecidas, desde la mítica serie Raices hasta la Amistad de Spielberg.

Este es el gran talón de Aquiles de 12 años de esclavitud. Que desprende la sensación de que ya nos sabemos lo que cuenta. Y eso hace que duela un poco menos.

domingo, 5 de enero de 2014

SHARKNADO * (0d10)

Mucho he meditado si escribir o no esta reseña ya que para ello voy a romper dos normas que me autoimpuse al comenzar este blog.
Por un lado, solo pretendía hablar de películas estrenadas en cine, ya que de lo contrario caería en la tentación de liarme con películas de video, películas de años anteriores, series de televisión… y aunque sea muy tentador mientras el día tenga tan solo 24 horas no va a poder ser. Lo que ocurre es que dado el revuelo que levantó en el 2013 este film realizado directamente para la cadena de televisión Sci/fi he creído que valía la pena hacer una excepción. Por otro lado, cuando valoro una película, intento no dejarme llevar por el entusiasmo, por lo que evitaré en lo máximo posible puntuar una película con un 10 (ya que no creo en la perfección absoluta, afortunadamente, porque después de dar un 10 a una película sólo me quedaría ver películas inferiores, y eso sería muy triste) ni un 0, pues siempre hay algo salvable en un film (su música, su fotografía, un actor…). Pues bien, por más que me pese, esta es un rotundo cero.
Allá vamos…
Sharknado parecía a priori una película descaradamente honesta, de las que no engañan a nadie, desde su título, sus actores o su argumento. La historia de una colonia de 20.000 tiburones que se dirigen a la costa californiana Dios sabrá porqué a los que sorprende un huracán que deriva en tres tornados diferente, llevándose a los pobres pececillos por el aire y arrojándolos en mitad de Los Angeles, provocando el consiguiente caos. Con tan delirante argumento uno no puede pretender ver una buena película, pero sí al menos una paranoia cutre de esas que vista en casa, en buena compañía, y un par de cervecitas puede servir para echarse unas risas. O unas carcajadas.
Pues no. Ni para eso alcanza. Su nivel de mediocridad es tal que resulta insultante. La historia está tan mal contada y es tal la falta de imaginación que no divierte en absoluto. Y ni tan siquiera la escena final (el punto más delirante de la obra) consigue sorprender lo más mínimo.
Anthony C. Ferrante, el director, no merece dedicarse ni a la publicidad (bueno, para hacer el anuncio de la lotería de este año quizá sí que llega). Los actores, encabezados por el más repelente de los pijos de Sensación de Vivir, Ian Ziering, son horrorosos. Tara Reid, una niña mona que ha deambulado por diversos American Pie y cuyo mayor logro ha sido salir de pequeñita en El gran Lebowski y en un puñado de episodios de Scrubs, no consigue ni aportar el puntito sexy que suele poblar este tipo de producciones y ver al padre de Macualay Culkin en Sólo en casa, John Heard, con estas pintas dan ganas de llorar.
Es evidente que la película está hecha con cuatro duros y que no puede compararse con producciones cinematográficas abominables pero al menos divertidas como Piraña de Alexander Aja, pero el nivel de los diálogos, los encuadres, el montaje, los tiburones… ¡todo! es tan malo que no vale ni el tiempo que he desperdiciado en verla. Sharknado no contiene humor, ni emoción, ni sangre, ni sexo… Es la nada más absoluta.
Que sea infumable no es lo peor. Lo peor es que es aburrida. Y ya tiene mérito que una película que va de tiburones que caen del cielo pueda ser aburrida.

Lo dicho. Un cero patatero. Y me quedo tan ancho.

EL ÚNICO SUPERVIVIENTE (6d10)

Comienza la película y vemos a unos marines portando el cuerpo ensangrentado y maltrecho de Mark Wahlberg. Empiezan a realizarle transfusiones y operaciones y un monitor nos deja con la duda de si sus constancias vitales se recuperan o no cuando la cinta da un salto en el tiempo y vemos como empieza la acción un par de días antes, pretendiéndonos dejar en ascuas sobre el estado del pobre Mark y yo me pregunto: “Peter Berg, ¿recuerdas el nombre que le has puesto a la peli?”.
Llamándose El único superviviente no hay spoiler que valga. Es una película bélica y muere hasta el apuntador. Todos menos uno, claro está. Y esa primera escena nos quita la emoción de saber quién es porque podemos reconocer a Wahlberg, así que lo único que nos queda es saber qué ha pasado y cómo.
Con un planteamiento similar a Black Hawk, derrivado (basada en hechos reales, es la historia de un grupo de soldados que quedan abandonados en territorio hostil y deben ser rescatados), con quien comparte incluso uno de sus actores, Eris Bana, hay quien pretende ver en este film paralelismos también con Salvar al soldado Ryan, ese panfleto con una media hora inicial salvajemente apabullante y que luego se diluye sin remedio dirigida por el artista anteriormente conocido como Rey Midas de Hollywood, pero lo cierto es que lo único que comparte con el film de Spielberg es la creencia de que cuanto más sádica sea la imagen más dramática resulta la historia.
Peter Berg, un actor que acertó metiéndose a director  y que tras su debut con la gamberra y divertida Very bad thing nos ha regalado también El tesoro del Amazonas, Hancock y Battleship entre otras, apuesta aquí por un drama real que supongo que oculta un mensaje anti militar (o al menos queda muy bien decirlo en los pre-estrenos) pero se revela en realidad como una propaganda magnífica sobre lo buenos y duros que son los chicos de la armada estadounidense (en este caso le toca brillar a los SEAL).
Si somos capaces de ignorar todo esto y nos centramos en la acción pura y dura, El único superviviente es una película que funciona bien gracias, sobre todo, a la dureza de sus escenas y al magnífico sonido de la misma (somos capaces de escuchar cómo se rompe cada uno de los huesos de los protagonistas), logrando cierta empatía con los personajes e invitándonos a participar en el debate moral (que no voy a explicar aquí) que desencadena el drama. Berg se encuentra cómodo en el campo de la acción (por pastiche que fuera su Battleship pienso que le da cien patadas a los Transformers de Michael Bay al que parece imitar), mientras que los protagonistas tienen el suficiente carisma para que simpaticemos inicialmente con ellos y nos apenen sus respectivas muertes. Junto a Wahlberg y el ya mencionado Bana están Taylor Kitsch (ese guaperas que iba a ser el chico de moda en Hollywood gracias a John Carter y estuvo a punto de hundir a la Disney con esa peli –que pese a todo a mí me gustó-), Ben Foster y Emile Hirsch, que entre todos llevan a buen puerto una película con trazas de western (cambiando a los indios por talibanes) y cuyo trasfondo real permite incluso ofrecer un mensaje para explicar la diferencia entre ser afgano y ser talibán y que el tomar las decisiones correctas puede llegar a recompensarte.
Junto a esto un buen puñado de tópicos y una violencia rayando lo gore que en ocasiones puede resultar exagerada, llegando a invitar a pensar que el director no confía demasiado en sus propias artes para plasmar drama sin tener que recurrir a la sangre.

En definitiva, entretenida y emocionante. Y si a alguien le ayuda a reflexionar algo, pues mejor que mejor. Eso sí, de ahí a la obra maestra que algunos quieren ver…

EN SOLITARIO (7d10)

Frank Devin es un popular regatista y actual campeón de la Vendée Globe, una de las más duras competiciones de vela que consiste en hacer un recorrido por todo el mundo sin ninguna ayuda. Cuando pocos días antes del comienzo de la misma tiene un accidente de moto su amigo y segundo de a bordo  Yann Kermadec, debe ocupar su lugar.
Este es el arranque de En solitario, una película cuya práctica totalidad transcurre en alta mar, ofreciendo hermosos paisajes y espectaculares puestas de sol mientras vemos como el personaje interpretado por François Cluzet lucha contra las inclemencias del tiempo y la dureza de la soledad de su navío con la esperanza de acabar la carrera lo mejor posible. O así debería ser, pues tras un pequeño percance con el timón que le obliga a detenerse en las Canarias para una reparación de emergencia, un polizón se cuela a bordo sin que lo descubra hasta que ya es tarde para librarse de él.
A partir de aquí, en solitario –que a priori parecía una película deportiva y de superación personal- se transforma en un culto a la amistad, en un estudio sobre dos personas aisladas del mundo que pese a sus objetivos diferentes están condenados a entenderse, respetarse e incluso comprenderse. Un argumento que –en un ambiente completamente diferente- ya se abordara en la película francesa intocable, y es que nor casualidad ambas películas comparten productores y protagonistas.
François Cluzet parece sentirse cómodo en este tipo de historias en las que encarna a personajes de carácter duro pero cuyo corazón es fácil ablandar. Por eso, en lo que mejor funciona la película –aparte de en su bonita fotografía- es en el tratamiento de la relación entre este navegante y su joven polizón, un inmigrante africano que desea llegar a Francia sin saber que la embarcación en la que se ha colado se dirige, precisamente, a la otra punta del mundo.
En solitario (engañoso título) podría ser una película redonda si no fuera porque fracasa en su (teóricamente) base argumental principal. Y es que los momentos referentes a la regata son algo flojos, falta un poco de fuerza que transmita al espectador la dureza y el peligro de la prueba y que imponga un ritmo algo más frenético, ya que es la vida del protagonista la que está en juego, mientras que por otro lado, el dilema moral de Yann sobre si lanzar por la borda al pasajero no deseado cerca de cualquier costa para evitar ser descalificado o arriesgarse a cargar con él hasta regresar a Francia está demasiado mitigado, como pillado muy por los pelos. Todo lo que sucede en el barco parece demasiado fácil y cómodo, y eso resta un punto de dramatismo que, a la postre, termina por lastrar la historia humana que es de lo que, a fin de cuentas, trata la historia.

Con todo, En solitario es una bonita reflexión, una película propicia para las fiestas navideñas y que ayuda a mantener una sonrisa en el rostro y una idea de optimismo en la frente. Y eso siempre es de agradecer.

A PROPÓSITO DE LLEWYN DAVIS (7d10)

No vamos a descubrir a estas alturas que los hermanos Ethan y Joel Coen son unos genios. Con un toque especial tanto para las comedias más absurdas como para los dramas intimistas (pasando por sus historias descarnadas de violencia nunca gratuita) todo lo que hacen tienen una magnificencia que obliga a críticos y público a aplaudirlos al unísono (a mí, personalmente, la única película de ellos con la que no conecté fue Un hombre serio, quizá por estar demasiado enfocada hacia una comunidad judía cuyas costumbres no conozco en profundidad).
A propósito de Llewyn Davis es un claro ejemplo de ello. Partiendo de la historia de un perdedor (un argumento que guarda algunos puntos en común con el Corazón rebelde, de Scott Cooper, que le dio a Jeff Bridges el Oscar por su interpretación de un cantante country), un tipo con el que cuesta simpatizar, inmaduro, desastroso, incapaz de querer o dejarse querer por sus amigos o familia y cuya vida se rige tan solo alrededor del folk, los Coen consiguen que la película nos conmueva y emocione cuando, en buena ley, deberíamos estar deseando que todo le vaya mal (o peor, que muy bien no es que le vaya nunca) a este Llewyn Levis.
No puedo imaginar esta película en manos de otros directores  sin que caiga en la sensiblería barata o la mojigatería, recreándose en el sufrimiento del protagonista y camuflando sus malas decisiones de injusticia para que podamos compadecernos de él, pero –al igual que hiciera Woody Allen con la Blue Jasmine que tan brillantemente interpretó Cate Blanchet-  Ethan y Joel no muestran ninguna compasión por su protagonista, permitiéndole conmovernos únicamente a través de su música, un buen surtido de canciones folk  con las que Lewis tiene el contradictorio sentimiento de quererlas usar para vivir sin, por otro lado, sentir que se está vendiendo por dinero.
Oscar Isaac, secundario en Drive, Robin Hood o El legado de Bourne, cumple con buena nota en su primer desafío compro protagonista, llevando él y su voz prácticamente todo el peso de la historia, aunque siempre es de agradecer el buen plantel de secundarios que los Coen logran invocar en sus proyectos, destacando la pareja formada por Carey Mulligan y Justin Timberlake y sin olvidad la presencia siempre impresionante de John Goodman, casi un habitual de los Coen.

Tristeza, dirección firme y mucha, mucha música folk.

PARANORMAL ACTIVITY: LOS SEÑALADOS (3d10)

En el 2007, un tipejo llamado Ore Peli perpetró una de las películas más espantosas y qué más daño ha hecho al género del terror como es Paranormal Activity, que siguiendo la estela de la también infumable Las brujas de Blair (es decir, película hecha con cuatro duros, difundir que hay un supuesto fondo real tras la historia, nulo guion y nulas interpretaciones y un insoportable uso y abuso de la cámara en mano, aunque aquella se engloba en el sub-subgénero del metraje encontrado) consiguió un verdadero taquillazo que ha derivado ya en hasta cuatro secuelas a cual más bochornosa.
Conscientes de que tenían entre manos una tremenda fórmula para ganar dinero fácil los productores –que de cine no tendrán ni idea pero tontos tampoco son- han pretendido alargar el filón hasta lo indecible, inventándose ahora una especie de “spin-off latino”, como ellos mismos han definido a Paranormal Activity: Los señalados, es decir, repetir el esquema de película de terror filmada completamente cámara en mano pero buscando descaradamente atraer al público chicano, por lo que los protagonistas en esta ocasión no son una familia tipo americana, con sus lujosos apartamentos y sus niñitas rubias, sino unos tipos de la calle con conflictos de bandas y apartamentos minúsculos con patios interiores donde organizar barbacoas a ritmo de merengue.
Para la ocasión han prescindido de Ore Peli (que por suerte no ha vuelto a dirigir nada después de aquel primer Paranormal Activity pero que estaba tras el guion de las cuatro secuelas) y ha sido Christopher Landon quien coja el timón del guion y la dirección, un tipo que aparte de firmar el libreto de Disturbia lo único que ha hecho es ayudar a Peli a ¿escribir? sus chorradas paranormales.
Visto lo visto, cabría pensar que Landon es el menos malo de los dos, pues, quitando la referencia del título, Paranormal Activity: los señalados no tiene nada que ver con sus hermanas mayores. A Dios gracias.
Vaya por delante que Paranormal Activity: los señalados es una película mala, muy mala, con actores muy limitaditos y un guion absurdo donde las decisiones incomprensibles y equivocadas que toman sus protagonistas rozan el ridículo. Sin embargo, lo cierto es que crea bastante bien la tensión, te asusta cuando pretende asustarte y consigue que te rías en los dos momentos en los que pretenden que te rías. Y eso es algo que no conseguía ninguna de las anteriores películas de la saga.
Tanto es así que, con sus deficiencias, podríamos estar ante una película aceptable si no fuese por dos problemas capitales básicos: por un lado la estupidez de sus protagonistas, niñatos insoportables que no caen bien desde la escena inicial, que impide que el espectador pueda sentirse identificado con ellos, de manera que no se sufre lo que debería ya que no importaría si en un momento dado decidiesen cargarse al prota y que otro tome el peso de la acción. Por otro lado, la cámara en mano es un recurso totalmente falto de originalidad y que en muy pocas ocasiones ha funcionado correctamente (me viene ahora a la mente [REC] y poco más). No solo por lo molesto que es para el espectador, sacándote de la historia cuando lo que pretende es justo lo contrario, sino porque resulta cómico imaginarse en los momentos de más tensión que la principal preocupación de los personajes sean coger su cámara para filmarlo todo.
Eso sí, al menos Landon se ha molestado en escribir una historia (aun no tengo muy claro, por eso, si va de brujas, posesiones o de qué, pero bueno), no se conforma con plantar una cámara en una casa y hacernos esperar a que pasen cosas, aunque lo más apoteósico es para mí el final, cuando, tras unos últimos veinte minutos demasiado alargados, el director termina la película sencillamente cuando le da la gana, como si de golpe se hubiese dado cuenta de lo tarde que se le ha hecho y deba meter el fundido a negro final a la fuerza.
A mi alrededor, todo el cine estaba indignado, incluso aquellos que hace unos momentos estaban disfrutando con los sustos que nos hacían saltar de las butacas, y protestaban ante la tomadura de pelo que les parecía ese final. Yo los miraba y me reía. ¿Acaso esperaban algo con coherencia y calidad en un film así?
Sinceramente, mis expectativas eran tan bajas que a mí, personalmente, casi hasta me gustó.

Casi.

jueves, 2 de enero de 2014

LO MÁS ESPERADO DEL 2014

Sin tiempo para llorar la marcha del 2013 me pongo manos a la obra con el último artículo dedicado al cambio de año. A partir de ahora, El panda Cinéfilo volverá a su formato habitual, centrándose exclusivamente a las críticas de los estrenos, pero ha considerado que valía la pena mirar al futuro y empezar a hacer la boca agua con algunos títulos (si las distribuidoras lo permiten) con que deleitarnos los próximos doce meses.
Aquí no se espera a nadie, y el mismo día uno llegó la última propuesta de los hermanos Coen, A propósito de Llewyn Davis, película intimista cargada de folk y que seguro estará presente en la próxima edición de los Oscars.
Otros títulos muy a tener en cuenta de cara a estos premios podrían ser El lobo de Wall Street, la nueva colaboración entre Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio, el cual seguramente volverá a ser ninguneado por Hollywood como viene siendo habitual. Otro director que repite con sus actores es David O.Rusell, que en La Gran estafa americana vuelve a reunir a Jennifer Lawrence y Bradley Cooper, a los que se les suman Amy Adams y Christian Bale entre otros.  Y Denis Villeneuve, después de Prisioneros, repite experiencia con Jake Gyllenhaal en Enemy, que ya se vio en Sitges pero no se estrenará en España hasta finales de febrero.
Mucho se ha hablado del duelo interpretativo entre Sandra Bullock y Cate Blanchet, pero Emma Thompson será la tercera en discordia gracias a su excelente trabajo en Al encuentro de Mr. Banks, de John Lee Hancock, con Tom Hanks interpretando a Walt Disney.
También parece merecedora de varias nominaciones Nebraska, la nueva película de Alexandrer Payne sobre un viejo cascarrabias que piensa que ha ganado una fortuna con la lotería.
2014 nos traerá también varios duelos interpretativos interesantes, como los de Maryl Streep, Julia Roberts, Benedict Cumberbatch y ewan McGregor en Agosto, Kate Winslet y Josh brolin en La vida en tres días o Scarlett Johansson y Joaquin Phoenix en Her. Además, este año habrá ración doble de películas basadas en la II Guerra Mundial: el retorno tras las cámaras de George Clooney, que además compartirá protagonismo con Matt Damon, en Monuments men y Fury, donde David Ayer dirige a Brad Pitt y Shia LaBeouf.
Pero no todo será cine de esperada calidad y grandes interpretaciones. 2014 será un año de blockbusters, cómo no, y Marvel Studios se ha asegurado de que sus comics sigan dando mucho de qué hablar. Así, este año se conseguirá construyendo el camino que (en el 2015) nos lleve hasta Los Vengadores 2 con Capitán América: el soldado de Invierno y Los Guardianes de la Galaxia, además de coproducir The amazing Spiderman 2: el poder de Electro y la esperada X-men: días del futuro pasado. Además, se estrenará la primara colaboración integral entre Marvel y Disney con la película de animación Big hero 6, mientras que fuera de la Marvel nos llegará la segunda película ambientada en el mundo de Sin city.
Naturalmente, como cada año, varias películas van a coincidir con temáticas similares. Por un lado Hercules: the legend begins, de Renny Harlin y por otro Hercules: The Thracian Wars de Brett Ratner, probablemente un duelo de truños a cual peor. Pero el gran desafío será de condiciones bíblicas, ya que Ridley Scott nos cuenta en Exodus la historia de Moisés interpretado por Christian Bale mientras que Darren Aronofsky nos acercará a la figura de Noé con el aspecto de Russell Crowe. Y por ahí andará también la visión de Paul W.S. Anderson de cómo el Vesubio se merendó una civilización entera en Pompeii.
Aunque si la sobrecarga de otros años, Hollywood sigue apostando por adaptar cuentos de toda la vida, y este año le toca a La Bella Durmiente con Angelina Jolie poniéndose en la piel de Maléfica, Christophe Gans dará un toque gótico a La Bella y la Bestia y en Into the Woods podremos ver a Meryl Streep haciendo de malvada bruja y a Johnny Deep como el Lobo Feroz.
No podremos, desgraciadamente, evitar los obligados remakes e innecesarias secuelas. Este año veremos un nuevo RoboCop, con Samuel L. Jackson y Gary Oldman en su reparto, Las Tortugas Ninja, con Megan Fox como principal cara reconocible y otra versión (aparentemente más bestia aún que la de Emmerich) de Godzilla. Además, soportaremos la llegada de Transformers 4: la era de la extinción, Cómo entrenar a tu Dragón 2, 300: el origen de un Imperio  o Infiltrados en clase 2.
Algunas secuelas, no obstantes, prometen ser más interesantes, pudiéndolas esperar incluso con ganas. El amanecer del Planeta de los Simios promete seguir el buen camino tomado por su antecesora, mientras que Los Juegos del Hambre; Sinsajo, parte uno comenzará a sentar las bases para cerrar la saga. Dos sagas que sí se cierran definitivamente serán las de Peter Jackson con El Hobbit: Partida y regreso y Jaume Balagueró con [REC]4: Apocalipsis, una de las apuestas fuertes del cine patrio junto a (Dios nos coja confesados) Torrente 5, ya que no sé si se puede esperar mucho de Open Windows, de Nacho Vigalondo, con Elijah Wood en el reparto, tras la decepción de Extraterrestre.
Un puntito de calidad lo pondrán, sin duda, algunos realizadores ilustres cuyos trabajos siempre despiertan interés. Este año contemplaremos el regreso de David Fincher con Gone Girl, con Ben Affleck, Wes Anderson presentará El Gran Hotel Budapest, Clint Eastwood se atreve con un musical en Jersey Boys, Woody Allen juntará a Colin Firth y Emma Stone en Magic in the Moonlight, Wally Pfister (colaborador habitual de Christopher Nolan) debutará en la dirección de la mano de Johnny Deep en Trascendence y su mentor se pondrá en plan gafapastas con el thriller de ciencia ficción sesuda Interstellar, donde arriesga menos de lo que parece ya que vuelve a apostar sobre seguro con un gran reparto, encabezado por Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Jessica Chastain, Michael Caine, Casey Affleck, Topher Grace y John Lithgow.
Además, podremos decidir si vale la pena pagar por la nueva incursión en cine de Seth MacFarlane con A million ways to die in the west, si habrá nueva saga para adolescentes con Divergente, si Need for Speed puede suplir el hueco automovilístico que deja el retraso en el rodaje de Fast&furious 7, si la excusa de ver juntos a personajes como Batman o las tortugas ninjas es excusa suficiente para ver Lego, la película o si hace bien Tom Cruise en insistir con la ciencia ficción en Al filo del mañana.
Será año también de grandes incógnitas, como si Spike Lee o Kenneth Branagh podrán recuperar la gloria de antaño con Oldboy y Jack Ryan: Operación sombra respectivamente o si Schwarzenegger consigue al fin congraciarse con el público del siglo XXI con Sabotaje, y seguro que nos avasallarán con ciento y la madre de peliculillas de terror de bajo presupuesto cuya existencia no se conocerá hasta un par de semanas antes de su estreno.
Será un año, como veréis, muy variado y con algunas apuestas realmente interesante. ¿Os apetecen? Ya podéis empezar a especular sobre qué valdrá la pena y qué no.

Y aquí estaré yo para contarlo…