Es
tanto lo que se puede llegan a comentar de esta película que es difícil saber
por dónde empezar. Quizá lo primero sería señalar que estamos posiblemente ante
una de las mejores (si no la mejor) películas del 2013 y que, no obstante, es
la que menos posibilidades tiene de ganar la estatuilla dorada en la próxima
edición de los Oscars.
¿La
razón? Los excesos. Constantes. Reincidentes. Y sin embargo, necesarios. Muchas
mujeres desnudas, mucha droga, mucha droga consumida sobre mujeres desnudas,
sexo, vicio, enanos humillados y toda muestra de la bajeza a la que puede
llegar el ser humano gracias al dinero está reflejado en esta episódica
biografía de Jordan Belfort, un joven que se abrió paso en el mundo de la bolsa
desde abajo y que en un tiempo record se convirtió en multimillonario gracias a
unos métodos que, si bien no son los más legales del mundo, tampoco eran muy
diferentes de los empleados por las grandes empresas del sector.
Scorsese
es, pese a su veteranía, uno de los mejores directores de la actualidad, y con
esta película lo demuestra una vez más. Después de la ingenua, dulce, casi
infantil, y –pese a todo- absolutamente brillante La invención de Hugo, el neoyorkino se sumerge en una década, la de
los 90, muy propicia para que los emprendedores surgieran de debajo de las
piedras y subieran como la espuma, como ya se explicó –muy mal, por cierto- en Jobs. El lobo de Wall Street, pese e esos excesos que quizá podrían
incomodar a algún espectador, es puro cine. Un ritmo narrativo brillante,
grandes secuencias, divertidos diálogos, drama puro, una banda sonora brutal y
mucho talento en sus actores. Tal es la perfección de este film que las tres
horas de metraje pueden llegar a antojarse cortas, estando el espectador
dispuesto, si pudiese, a permanecer en sus asientos una hora más para saber más
cosas de este Belfort despreciable pero al que uno no es capaz de odiar
completamente.
La
historia de Belfort es tan surrealista que, al igual que sucediera con la
estupenda Dolor y dinero, si no nos
asegurasen que está basada de manera fidedigna en la historia real de este
estafador de las finanzas sería difícil de creer. Pero todo lo que se ve en
pantalla es completamente real, desde la prohibición de tener sexo en los
lavabos de la empresa que funda (Stratton Oakmont) fuera de un horario concreto
hasta el mono repartiendo el correo.
Mucha
polémica ha generado este film no ya solo por la ostentación del sexo y la
droga que contiene, sino por parecer elogiar la figura de un hombre que arruinó
la vida de muchos pobres incautos (y eso que no vendía preferentes), un hombre
autodestructivo que pese a la decadencia en la que se vio envuelto no sufrió un
castigo tan severo como para que la película pueda servir de moraleja (fíjense
en la última escena en el metro del agente del FBI Patrick Denham, ahí está
todo dicho), pero creo que Scorsese prescinde deliberadamente de toda moralina
para reflejar una realidad que, simplemente, fue así, y un personaje que no por
no ser admirable debe tampoco ser ignorado. Belfort no es el Messi de los
futbolistas ni el Charles Mason de los asesinos. No fue el mayor estafador de
Wall Street, sino un simple grano de arena en un desierto donde los valores y
la honradez brilla por su ausencia (importante para entender esto el personaje
que interpreta Matthew McConaughey), por lo que lo verdaderamente destacable de
Belfort no es la facilidad con la que ganaba dinero (cosa que, por otro lado,
pese a ser ilegal, no deja de ser digno de admiración) sino la facilidad con la
que lo gastaba. Inteligente y brillante como vendedor se podría decir que fuera
de la oficina era un inepto caprichoso y estúpido que conducía un Ferrari
blanco sólo porque era el modelo que llevaba Don Johnson en Corrupción en Miami y que era incapaz de
pensar ni actuar por sí solo sin la ayuda de las drogas. Dos caras de una misma
persona que, en cierto momento, apunta hacia la redención pero que, sin
embargo, es derrotado por la realidad (cosa que no supieron hacer con el
personaje de Washington en El Vuelo,
lo que estropeó irremediablemente la película).
Mucho
podría hablar de este film, dedicarle incluso varias entradas del blog, porque
es una película poderosamente atractiva, tan adictiva como las drogas que se
consumen en ella, consiguiendo escenas muy duras con otras desternillantes, con
canciones perfectas para acompañar a las imágenes y con un reparto de verdadero
lujo, que va desde estrellas como McConaughey (este 2013 ha sido su año, sin
duda), Jonah Hill (¿qué agente demente le consigue oportunidades en películas
como Moneyball, Django desencadenado y ésta combinadas con sus estupideces
habituales?) o Rob Reiner (brillante su presentación como padre de Belfort)
junto con caras reconocibles como John Favreau, Jean Dujardin (¿lo recuerdan de The artist?), Kyle Chandler o Jon Bernthal
(de moda con La gran revancha también
en cartel) o figuras prácticamente desconocidas como Margot Robbie (que podría pensarse que está ahí sólo
por su cara –y otras cosas- bonita pero que aguanta perfectamente el tipo) o la
veterana Joanna Lumley (que vivió sus días de gloria a principios de los 60 con
la serie Los nuevos Vengadores).
DiCaprio
es el mejor actor de su generación. Y de muchas generaciones. No me cansaré de
decirlo. Parece ser que fuera de los rodajes no es el más simpático. Quizá los
críticos no le perdonen su pasado como protagonista de las carpetas de
adolescentes. O duela que sea el protagonista de la película más exitosa de la
historia. Pero es totalmente injusto que no tenga en su poder por lo menos un
Oscar de Hollywood (y este año me temo que tampoco lo ganará, aunque yo no
pierdo la fe). Es capaz de salvar películas mediocres como J. Edgar, hacer soportable tostones como Origen o brillar por encima de fuegos de artificios en El gran Gastby. Y aquí, demostrando la
perfección de su binomio con Scorsese, es el pilar de la película. Casi
omnipresente, su interpretación pone los pelos de punta, con un personaje que
evoluciona mucho más que el resto del reparto a lo largo del film y
consiguiendo humanizar a Jordan Belfort. Cualquier otro actor, posiblemente, no
habría podido impedir que lo odiemos, pero Leonardo DiCaprio es más que un
simple actor. Es un genio.
Belfort
destroza todas las vidas que toca, incluyendo la suya propia, pero Scorsese y
DiCaprio consiguen que una parte secreta de nosotros sienta admiración por él y
sus extravagantes caprichos (¿quién no soñaría con un yate con un helipuerto
incluido?). O que, finalizada la película, tengamos ganas de verla de nuevo.
Belfort
debería estás pudriéndose en la cárcel en estos momentos, pero no es así.
Porque, muchas veces, la vida no es justa. Por eso mismo El lobo de Wall Street no arrasará en los Oscars de este año.
Pero
lo merece.
Leo como siempre genial! La película me ha gustado pero creo que la historia se puede entender sin tantos excesos. Y eso que han tenido que quitar escenas para que fuera apta.....
ResponderEliminar