sábado, 18 de enero de 2014

AGOSTO (6d10)

Basada en la obra de teatro del mismo nombre de Tracy Letts, Agosto cuenta la historia de una familia media compuesta por un matrimonio, sus tres hijas y la hermana de la matriarca, que se reúnen en casa de los padres en un exageradamente cálido mes de agosto tras la desaparición del cabeza de familia. Todos juntos de nuevo alrededor de la mesa, viejas trencillas y oscuros secretos saldrán de nuevo a flote amenazando con destruir los cimientos de esta familia y aquellos que se han atrevido a acercarse a ellas.
Vaya por delante que, pese a que las situaciones pueden hacernos sonreír en más de una ocasión, no es para nada una comedia, por más que los miembros de la Academia la hayan encajado en los Globos de Oro en la categoría de Comedia o Musical. Es una historia dura, amarga y autodestructiva que estremece al espectador y hace sufrir con la capacidad que sus intérpretes (sobre todo las femeninas) tienen para transmitir su angustia.
Con un reparto sencillamente inmejorable del que hablaré a continuación la película contiene dos errores de bulto: contar con el propio Letts como guionista, demostrándonos una vez más qué cierto es el dicho de “zapatero a tus zapatos” (¿alguien recuerda alguna ocasión en que un buen escritor haya mejorado su historia por adaptar él mismo el guion en lugar de confiárselo a un profesional del cine?) y tener a un director como John Wells, que pese a las buenas sensaciones que dejó con The company men demuestra no estar a la altura, pretendiendo (y fracasando) dejar su huella y tratando de evitar que la película se vea simplemente como una obra de teatro en cine, algo bastante frecuente en las adaptaciones. Sin embargo, para ello no basta con interponer de vez en cuando bonitos paisajes y espectaculares puestas de sol. Su filmación entorpece la narración cuando lo más sencillo es dejar interpretar libremente a sus actores y ceñirse a saber sacar brillo de los diálogos, verdadero motor de la historia.
Con un inicio algo titubeante (que hace presagiar que estamos ante la típica película “solo para mujeres”), la historia va in crescendo a medida que diversos y variopintos personajes entran en escena (nunca mejor dicho) y los trapos sucios comienzan a airearse. Es entonces cuando comprobamos que estamos, sobretodo, ante una película de conversaciones, donde los diálogos, como señalé antes, toman el protagonismo demostrando que esta familia con demasiadas heridas aún sin cicatrizar, puede herir más con las palabras que con cuchillos.
Con una duración correcta que quizá maltrate la historia original (dos horas contra las casi cuatro que dura en los escenarios, aunque parece ser que corre por ahí una versión extendida de la película que espero descubramos en su futura edición en DVD), la película termina por contagiarnos las emoción y drama sin necesidad de grandes alardes técnicos, dejándolo todo en manos de sus protagonistas. Y a ellos vamos:
Meryl Streep interpreta a Violet Weston, una histérica mujer con problemas de salud y adicta a las pastillas, en un trabajo correcto pero algo exagerado (he oído decir por ahí que parece salida de Las brujas de Zagarramurdi), mientras que el veterano Sam Shepard interpreta a su sufrido (y algo dado a la bebida) marido Beverly. Barbara es la primera hija que escapó de la prisión que le suponía esa familia, aunque su matrimonio con Bill (Ewan McGregor) que le ha dado una hija rebelde y caprichosa (Abigail Breslin) no es todo lo feliz que pretende aparentar. Julia Roberts le pone rostro y carácter, ofreciendo un duelo interpretativo entre dos grandes de Hollywood que podría repetirse en la próxima gala de los Oscars. Otra de las hijas, Karen, está interpretada por Juliette Lewis, una desvergonzada que huyó del nido para saltar de hombre en hombre hasta encontrar al adecuado para sentar la cabeza, Steve (Delmot Mulroney). La última hija es Ivy, quien no ha tenido más remedio (o quizá se trata simplemente de cobardía) que quedarse cerca de casa y encargarse de cuidar a su problemática madre. Julianne Nicholson, la más desconocida del reparto, es todo un descubrimiento y es ella, y no la Streep ni la Roberts, quien realmente merece todas las alabanzas.
Completan esta curiosa familia los tíos: Mattie (Margo Martindale) y Charlie (Chris Cooper), ella una (aparentemente) feliz y risueña mujer rechoncha y él el único con los pies en el suelo en ese manicomio de reproches y ofensas (Cooper es, junto a Nicholson, la otra gran perla del film). Ambos tienen un hijo, Little Charles (Benedict Cumberbatch), a quien su propia madre desprecia por ser un poco lelo, ignorante de que este está enamorado de Ivy. Y por cierto, si piensan que el gran problema de este amor es que son primos, están muy equivocados.
Finalmente, Misty Upham interpreta a Johnna, una sirvienta contratada por Beberly al arranque del film y que sirve de identificación con el espectador, siendo ella misma espectadora de lujo en ese terrible mes de agosto.
No será una obra de arte, desde luego, pero terminan tocando el corazón y ayuda a meditar sobre los propios problemas que podamos tener cada uno en nuestra vida personal.
Al final, va a resultar que nuestra familia no es tan mala, ¿no?



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