viernes, 31 de enero de 2020

AGUAS OSCURAS

Dirigida por Todd Haynes, autor de películas tan interesantes como Lejos del cieloCarol o la desconcertante (aunque visualmente hermosa) Wonderstruck: El museo de las maravillasAguas oscuras es una de esas películas de denuncia basadas en un caso real que pueden recordar a clásicos como Erin Brockovich, en el que una sola persona se enfrenta al sistema y al poder y termina por vencer.
De hecho, el escándalo del teflón es tan reciente (o su conclusión, al menos) que es fácil que todo el mundo lo recuerde, aunque quizá convenga recordar todo lo que sucedió durante el proceso y las cosas que se taparon a consta de nuestra salud.
Con Mark Ruffalo al frente del reparto (y en la producción), la película tiene un aire solemne que recuerda, por aquello de tratar sobre descubrir la verdad (y tener además al mismo protagonista) al estilo de Spotligth. Ruffalo interpreta con solvencia y un aspecto bastante peculiar a Rob Bilott, el abogado que comienza a investigar un caso de daños al medio ambiente pensando que sería coser y cantar y que una vez empieza a tirar del hilo no puede detenerse hasta llegar al fondo del asunto, sin importar lo altas que sean las torres que deban caer. Un caso que empieza con unas aguas contaminadas de un pueblecito de mala muerte y termina afectando a la totalidad de la humanidad.
Cabe destacar, además, la importancia de su mujer en todo esto, interpretada por Anne Hathaway, y su cambio de rol de mujer florero (estamos en la América de los setenta) hasta ser apoyo fundamental del protagonista, mientras que Tim Robbins lo borda en el papel de Tom Terp, el jefe de Bilott, que debe debatirse entre hacer lo correcto o lo conveniente para su buffette.
Dirigida con solvencia y presentando unos hechos irrefutables con claridad, Aguas oscuras resulta un aterrador relato de como pueden estar engañándonos y, más aún, como podemos incluso desearlo, pues otra de las variantes de gran interés en el film es el retrato de los afectados que prefieren hacer la vista gorda a cambio de conseguir mantener sus puestos de trabajo.


Valoración: Siete sobre diez.

TE QUIERO, IMBÉCIL

Dirigida por la barcelonesa Laura Mañá, la película Te quiero, imbécil no aspira a inventar nada. 
Anclada en el género de la comedia romántica más convencional, se ajusta perfectamente a un esquema invariable, más cuando quien lleva el peso de la película es el protagonista femenino, donde entra en acción la indispensable participación del amigo de turno.
De hecho, el film es tan previsible que incluso el propio título es un spoiler que delata lo que inevitablemente va a suceder al final. No importa. Mañá prefiere apostar a las cartas de la sencillez y la simpatía dejando que sean las situaciones cómicas y el carisma de sus protagonistas los que lleven a buen puerto a la película.
Efectivamente, Quim Gutiérrez cumple con su papel a la perfección (quizá podríamos decir que corre el peligro de encasillarse un poco), mientras que Natalia Tena está brillante en una composición divertidísima muy alejada de sus papeles más serios (Amar10.000 kilómetros), salvajes (Juego de Tronos) o estrafalarios (saga de Harry Potter).
Solo con la química entre ellos dos se puede justificar la película, que apuesta también por un amor gamberro, algo tópico en ocasiones, pero bastante efectivo, que consiguen que la película funcione a todos los niveles y se pueda ver con agrado.

Valoración: Seis sobre diez.

MALASAÑA 32

Arranca Malasaña 32 con un tufillo a estar viendo algo visto mil veces. De hecho, la película de Albert Pintó no se esconde y demuestra claramente sus influencias, pasando por muchos referentes del género como Insidious Expediente Warren, aunque también hay referentes mucho más clásicos, como Poltergeist sin ir más lejos.
Cierto es que ese aroma castizo patrio le otorga un tono muy particular, pero la sombra de la excelente Verónica es alargada y demasiado cercana en el tiempo como para no andar comparando a Malasaña 32 con el film de Paco Plaza.
Y es que no deja de ser más de lo mismo. Una familia que llega a un hogar nuevo, fenómenos extraños, una presencia inquietante y el fantasma de un asesinato del pasado. Es decir: todos los componentes de la casa (piso en este caso) maldita de turno.
Afortunadamente, a medida que avanza la película comienza a desligarse de sus complejos y cambia ligeramente de marcha, logrando inquietar lo suficiente y abarcando un camino que logra captar la atención del espectador, lo que le permite lograr una entidad propia. Poco antes del final se pone toda la carne en el asador y hay una especie de clímax anticipado que ya de por sí es motivo suficiente como para terminar por reconciliarse con la película, a sabiendas que el verdadero final está aún por llegar.
Al final, Malasaña 32 consigue entretener y asustar lo suficiente como para merecer ser tomada en cuenta, siendo un buen vehículo de terror arropado por un reparto discreto (cameo sorpresa aparte) pero eficaz.

Valoración: Seis sobre diez.

LAS AVENTURAS DEL DOCTOR DOLITTLE

Stephen Gagham es un irregular guionista firmante de títulos como la interesante Traffic, la denostada El Álamo, la leyenda o la encomiable Syriana, aunque en su faceta de director apenas tenía dos películas en su haber, la propia Syriana y Gold, la gran estafa, vehículo para el lucimiento de Matthew McConaughey demasiado heredera de El lobo de Wall Street de Scorsese.
Con semejante bagaje, marcado por cierto aire de seriedad, cuesta pensar cómo se ha metido en el embolado que ha resultado ser Las aventuras del doctor Dolittle, una demencial propuesta a medio camino entre la estupidez, el cuento infantil y la fantasía heroica. Vamos, un popurrí bastante absurdo.
En una de las pocas ocasiones de ver a Robert Downey Jr. alejado de su armadura de Iron Man, la película se centra completamente en su personaje, el peculiar doctor con el poder de hablar con los animales que en poco o nada se parece a la encarnación que realizara, en el 1998, Eddie Murphy.
El problema de la película es que tiene momentos tan infantiles que rozan el ridículo, mientras en otros se parece optar por un tono más adulto que desconcierta al respetable. Además, siendo una producción menor de lo que debería, el CGI de los animales está muy alejado de los ejemplos recientes de El libro de la Selva o El rey León, ambas de Jon Favreau, mientras que el protagonista nunca parece tomarse muy en serio su papel (y eso que está acreditado como productor). Quizá los múltiples problemas durante el rodaje y el retraso de su estreno hayan incidido en ello.
Solo algún secundario destaca ligeramente, como los paródicos Michael Sheen o Jim Broadbent, aunque quien realmente salva la función es Antonio Banderas, de lejos lo mejor del film. Una película que, por cierto, debe ganar enteros en su versión original, pues con el reparto de voces sí que han sabido poner toda la carne en el asador.
En fin, una película torpemente dirigida y muy ridícula (no está a la altura de Catspero no se queda tampoco muy lejos) que solo puede llegar a hacer disfrutar a los más pequeños y menos exigentes. Debo confesar que, en mi sala de cine, abarrotada de niños, hubo bastantes aplausos al final de la sesión, lo cual podría invitarme a pensar que soy yo quien está equivocado. Pero la realidad es que estamos ante el primer fracaso estrepitoso del año, así que parece que tampoco los niños han decidido salvarla.

Valoración: Cuatro sobre diez.

jueves, 30 de enero de 2020

JOJO RABBIT

En los últimos tiempos el neozelandés Taika Waititi se ha convertido en un personaje imprescindible en Hollywood. Tras romper esquemas con la hilarante Lo que hacemos en las sombras, romper taquillas con Thor Raknarok y colarse entre los directores elegidos para la serie del momento: El mandaloriano (y nada menos que para el último episodio de la temporada), su última película lejos de las superproducciones marca Disney le ha brindado el las puertas mismas del cielo.
Cierto es que Jojo Rabbit tiene ese humor tan peculiar suyo que no será del agrado de todos, y te obliga a que te impliques en la película para poder acceder a su mundo, pero si se consigue entrar en ella, el resultado será u viaje maravilloso, tan divertido y sensible como descarnado por momentos.
No es fácil mezclar temas tan delicados como el nazismo con el humor, y aunque Roberto Benigni tuvo mucho éxito con La vida es bella (película que aborrezco), la apuesta de Waititi es más arriesgada si cabe.
En los estertores de la guerra, un niño más obsesionado por la ideología nazi que el propio Ben Solo (incluso tiene al mismísimo Adolf Hitler como amigo imaginario) descubre que su propia madre es una traidora a la patria y da cobijo en su casa a una joven judía.
A partir de la relación entre el niño y la joven los dos mundos se irán acercando entre ellos mientras el absurdo impera a su alrededor, un humor plagado de grandes diálogos y un brillante toque de slapstick muy bien medido.
Así, Jojo Rabbit es una gran comedia, de sonrisa constante y varias carcajadas, hasta que, en un momento dado, nos obliga a despertar de este bonito sueño de ver a Hitler gimoteando por no conseguir nuestra atención y nos recuerda lo que está sucediendo en realidad, golpeando nuestros corazones y provocando alguna lágrima inesperada para, como un suplo de esperanza, invitarnos a una última remontada.
Con un impresionante y enternecedor Roman Griffin Davis secundada por una no menos eficaz Thomasin McKenzie, la película se nutre además de interpretaciones maravillosas como las de Scarlett Johansson y Sam Rockwell y cameos varios (por ahí andan Rebel Wilson, Alfie Allen, Stephen Merchant y el propio Waititi), convirtiendo la película en una gran fiesta tan inteligente como irreverente.

Valoración: Ocho sobre diez.

BAD BOYS FOR LIFE

Hollywood sigue explotando la nueva moda de las secuelas tardías (hoy mismo me he enterado de que el proyecto de Arma letal 5 está en marcha), aunque parece que esta vez sí han contado con el apoyo del público.
Si Dos policías rebeldes, de Michael Bay, tuvo que esperar ocho años para ver su secuela, esta tercera entrega llega veinticinco años después del inicio de la franquicia y sin Bay como director (aunque el inefable Jerry Bruckheimer sigue en la producción).
No parece que a Bad boys for life le haya sentado mal el cambio en la dirección, y si bien el binomio formado por Adil El Arbi y Bilall Fallah (que ya están siendo tanteados por Marvel) no alcanza las cotas de explosiones desmedidas del señor Bay (sirva 6 en la sombra como ejemplo perfecto), consiguen dar un ritmo espectacular a la película, alternando sus momentos de efectivo humor con persecuciones adrenalínicas y acción de la buena.
Con Will Smith y Martin Laurence repitiendo roles, la película funciona como un mecanismo de relojería, y aunque el argumento sea casi lo de menos (pese a que el giro final al menos aspira a romper esquemas), la puesta en escena es tan impecable que apenas nada chirría en este espectáculo emocionante y divertido tan propio de los noventa.
Con la cuarta entrega ya anunciada, Will Smith parece haber conseguido al fin un camino para la redención, después de fracasos como Géminis y que su personaje de Escuadrón Suicida desaparezca de la secuela. Quizá al fin se haya rendido a las evidencias y haya decidido entregarse a la comedia sin imponer esos toques dramáticos que tanto le gustan a él y que tan mal funcionaban en pantalla.

Valoración: Siete sobre diez.

1917

Sam Mendes siempre será recordado por dramas intensos y cargados de buenas interpretaciones como American Beauty o Revolucionary road (aunque mi película preferida de esa época sigue siendo Camino a la perdición). Por eso a muchos extrañó que fuese elegido para dirigir a James Bond, en concreto a la exitosa Skyfall y a la aparente (pero falsa) despedida de Daniel Craig del personaje en la inferior Spectre.
Parece ser que algo sacó de positivo el director de semejante experiencia, y en 1917 consigue aunar con efectividad el drama personal y la espectacularidad heroica al narrar la historia de dos jóvenes soldados que, durante la Gran Guerra, deben atravesar un amplio terreno enemigo para alertar a las tropas, preparadas para un ataque con tintes suicidas, de que la reciente retirada de los alemanes no es sino una trampa mortal.
Protagonizada por George MacKay (El secreto de Marrowbone) y con una serie de apariciones/cameos de lo más estimulantes (Colin Firth, Benedict Cumberbatch, Mark Strong…), la película arranca en una especie de “trinchera infinita” nada que ver con la claustrofóbica película española, con cierto aroma argumental a Salvar al soldado Ryan.
En su fondo, 1917 es una gran película bélica, pero es en sus formas donde mejor luce, estando compuesta por un eterno plano secuencia que, más allá de la pericia técnica que pueda suponer, consigue transmitir al espectador la angustia y el desasosiego del protagonista, convirtiendo la experiencia de ver la película en algo tan incómodo y aterrador como si fuésemos nosotros mismos quienes tuviéramos que esquivar las balas enemigas.
No se si estamos ante la mejor película del año (aunque el Oscar parece tenerlo casi garantizado), pero es sin duda una obra muy destacada y quizá el retorno de Mendes a los altares.

Valoración: Ocho sobre diez.

EL SILENCIO DEL PANTANO

Debo confesar que no me inspiraba nada de confianza el debut de Marc Vigil como director de largometrajes. A fin de cuentas, creo que uno de los pocos problemas que encuentro en la serie de El ministerio del tiempo es su dirección, y Vigil ha sido el responsable de la mayoría de episodios de la serie de los hermanos Olivares.
Sin embargo, una vez vista El silencio del pantano, debo descubrirme ante él. Tras acabar un 2019 con una serie de policiales españoles bastante mediocres (El silencio de la ciudad BlancaEl asesino de los caprichos) la situación se ha enderezado con un gran ejercicio en el que la intriga y el desasosiego son su baza principal.
Desabriéndonos desde el principio la identidad del asesino en cuestión (o no, eso ya se verá), Vigil recorre las zonas más marginales del país, esa mafia gitana que tan bien plasmaba en pantalla Paco Cabezas en Adiós, para mezclar las historias de una corrupción gubernamental, un tráfico de drogas y un escritor con instintos homicidas de forma elegante y muy efectiva.
Con un reparto muy televisivo (quizá Vigil se haya sentido más cómodo tirando de amigos) con Pedro Alonso y Nacho Fresneda a la cabeza, la película sobrecoge y mantiene en vilo al espectador, jugando además al despiste al mezclar ficción y realidad y desconcertando en su resolución final.
Un muy buen debut que demuestra que, aunque no siempre lo parezca, la televisión sigue limitando demasiado a la creatividad.

Valoración: siete sobre diez.

EL OFICIAL Y EL ESPÍA

Tener entre nosotros una película de Roman Polanski siempre es una buena noticia, y más desde que su obligado retiro europeo le haya conferido más libertad a la hora de abordar sus historias.
El oficial y el espía es una nueva versión del caso Dreyfus, en el que un militar de origen judío es acusado de alta traición sin pruebas concluyentes de ello. Cuando un oficial inicialmente con rasgos antisemita se empeña en descubrir la verdad sale a la luz un escandaloso secreto que revolucionó a la Francia de finales del siglo XVII.
Aunque pueda acusarse a Polanski de mantener una puesta en escena algo simple, escenas tan potentes como el despojo de condecoraciones de Dreyfus con la que se abre el film ya bastan para reconocer la pericia del director, que convierte el retrato histórico casi en un thriller judicial poniendo los focos sobre el coronel Georges Picquart en lugar de, como se había hecho anteriormente en cine, en el periodista y escritor Émile Zola, autor del famoso manifiesto J’accuse.
Además, se puede buscar una doble lectura en la película y pensar que Polanski trata de hablar sobre sí mismo, comparándose con el injustamente marginado Dreyfus, haciendo un símil entre el suceso y su propia leyenda, cosa que no ha sido del agrado del público francés.
Más allá de alegatos de segundas intenciones, la película sirve como metáfora de lo influenciables que pueden ser las masas y cómo una mentira muchas veces repetida se empieza a parecer a una verdad, algo que la equipara con el Richard Jewell de Eastwood, ejercicio comparativo curioso si tenemos en cuenta la diferencia de épocas que hay entre ellas.
Como sea, prescindiendo de interpretaciones personales de cada cual, El oficial y el espía es una muy buena película, intensa, emocionante y, por momentos, perturbadora.

Valoración: Siete sobre diez.

LA MALDICIÓN (THE GUNGRE)

Nueva vuelta de tuerca a la historia creada por Takashi Shimizu para la película japonesa homónima de 2002. Con Sam Raimi volviendo como productor al terreno que mejor conoce, el del terror, y Nicolas Pesce como director y guionista, la historia se aleja lo suficiente del original (y de su anterior remake americano, aquí titulada El Grito, igualmente producida por Raimi y con Shimizu repitiendo como director) como para ofrecer una vertiente interesante en lugar de ser una simple repetición de elementos ya conocidos.
A medio camino entre la secuela (sería la cuarta entrega de la supuesta saga) y el remake, La maldición (the gungre) presenta la historia de una mujer policía y su hijo que se trasladan a un pequeño pueblo en busca de una nueva vida tras la muerte del marido y donde se topará con una cadena de terribles crímenes que la llevarán hasta una casa supuestamente maldita. Con un corte más policial de lo habitual (tiene incluso algo de buddy-movie gracias a su relación con el detective Goodman), la película no rehúye de los tópicos del género, pero tampoco se deleita en exceso con ellos. No abusa, por ejemplo, de los jumpscares y presta más atención de lo habitual en la historia y en el análisis de los personajes, lo que confirma esta tendencia del cine de terror más reciente por buscar la angustia a través del drama antes que mediante la sangre o los simples sustos.
Además, el juego de las historias paralelas a modo de flashbacks o lineas temporales alternas, ayuda a no sucumbir en la letanía.
No es que sea nada novedoso, pero sí hará pasar un buen rato (o malo, ustedes ya me entienden) a los aficionados del género.

Valoración: Seis sobre diez.

RICHARD JEWELL

A sus casi noventa años, Clint Eastwood parece estar completamente obsesionado con ofrecer la vida y peripecias de esos héroes reales que saltan a la palestra de vez en cuando y cuyos apellidos apenas significan nada fuera del territorio estadounidense.
En los últimos tiempos han pasado por su punto de mira, con mayor o menor suerte, tipos como Chris KyleChesley 'Sully' Sullenberger o el trío formado por Alek Skarlatos, Anthony Sadler y Spencer Stone, siendo Richard Jewell su último objetivo.
Richard Jewell cuenta la historia de un vigilante de seguridad que, tras localizar una mochila con un artefacto explosivo durante los juegos olímpicos de Atlanta de 1996, con lo que ayudó a salvar muchas vidas, termino siendo investigado e incriminado por el FBI como teórico terrorista. El problema de la película, una vez más, es que pese a su interesante punto de partida la historia quizá no de para un largometraje. Tras un inicio prometedor y transmitir al espectador parte de la angustia que sufre el pobre desdichado (que tampoco es que inspire demasiada simpatía ante la apariencia caricaturesca que presenta), la situación de vuelve algo anodina, y pese a que sirva como pretexto para juzgar a los medios de comunicación y poner sobre la palestra la profesionalidad del ramo en la actualidad, no deja de caer en la simpleza e incluso el aburrimiento.
Afortunadamente, los grandes trabajos de Kathy Bates y Sam Rockwell compensan la interpretación plana de Jon Hamm y el uso casi esperpéntico que se hace del personaje de una sobreactuada Olivia Wilde.
Película aceptable pero poco más que podría haber resultado más interesante que el anterior trabajo del director, Mula, si la necesidad de ajustarse a la realidad no lastrara su guion. No es un mal Eastwood, pero su fracaso estrepitoso en taquilla y el desprecio en los Oscar (solo Bates ha sido nominada) confirman que quizá el veterano artista debería plantearse bajar un poco el ritmo y trabajar con más esmeros sus proyectos futuros.

Valoración: Seis sobre diez.

domingo, 26 de enero de 2020

PREMIOS GOYA 2020

Un año más la gran fiesta del cine español sirvió para coronar a una película en lo más alto del podio. Este ha sido, como ya era de esperar, el año de Dolor y gloria. O lo que es lo mismo, el año de Almodóvar y Banderas.
No creo que fuese la mejor película de todas las nominadas, pero no por ello considero injustos los premios recibidos. Dolor y gloria no es solo una película, es un broche de oro a una carrera casi impecable. Su cine es muy particular y podrá gustar más o menos, pero nadie puede negar su calidad cinematográfica. Dolor y gloria es más un testamento fílmico que una película, una especie de resumen de su carrera y pensamientos, una manera de desnudar su alma con una franqueza asombrosa. Y de su mano, Antonio Banderas ha compuesto su mejor trabajo, merecidamente reconocido y que ojalá se lleve otra alegría más en la gala de los Oscar.
Por otro lado, las otras grandes tampoco es que se fueran con las manos vacías, y tanto La trinchera Infinita como Mientras dure la guerra tuvieron sus premios de consolación.
Todo ello en una gala que, una vez más, se hizo demasiado larga y en la que no se supo medir bien el ritmo, tanto por las intervenciones musicales c0mo por el humor, algo desentonado en algunos momentos. Buenafuente es un gran comunicador y un magnífico humorista en su terreno, que es el de los monólogos y las entrevistas, pero que no consigue dar con la tecla cuando quiere ampliar horizontes con escenografías más complejas. En ocasiones, como es el caso, menos es más. Y más allá de que su humor pueda gustar más o menos, sentí una desconexión entre él y el público que consiguió traspasar el televisor y hacerme sentir incluso algo incómodo. Curiosamente, uno de los peores presentadores de la historia de los Goya, Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla, fueron de lo más divertido con ese sentido de la autoparodia sin complejos.
Por lo demás, emotivo el homenaje a Pepa Flores, ausente como era de esperar, y brillante la profesionalidad de Banderas que, quizá motivado por encontrarse en su Málaga natal, tras la emoción de la gala tuvo fuerzas para despedirla a lo grande con unas gotitas de su musical A Chorus line.


Y por si a estas alturas alguien no se ha enterado de cómo ha quedado todo, aquí podéis consultar el listado de ganadores.

viernes, 24 de enero de 2020

RÁPIDO RESUMEN DEL 2019

Como son muchos lo que me lo han pedido, aprovecho que aún no ha terminado enero para ofrecer mi lista de lo mejor y lo peor de las carteleras del año pasado. Es una lista de cine, evidentemente, aunque Netflix ha hecho que se haya colado alguna de sus propuestas para plataforma.
Viendo la lista, me doy cuenta de lo variado que ha sido el año y la disparidad de gustos. He seleccionado 19 del 2019 entre lo mejor (algunas de las cuales habían caído ya en el olvido) y he reducido la lista a ocho en el caso de las peores. Curiosamente, bastante cine español, tanto entre lo mejor como entre lo peor.

Ahí van las 19 mejores:

19. Doctor Sueño
18. Destroyer: una mujer herida
17: Alita, ángel de combate
16: Green Book
15: Dolor y gloria
14: Casi imposible
13: Star Wars: El ascenso de Skywalker
12: Mientras dure la guerra
11: La trinchera infinita
10: Adiós
9: La favorita
8: Nosotros
7: Quien a hierro mata
6: Día de lluvia en Nueva York
5: Historia de un matrimonio
4: Érase una vez… en Hollywood
3: El cuento de la comadreja
2: Parásitos
1: Vengadores: Endgame

Como veis, con un poco de todo. Aunque, pese a lo que opinen los académicos, para mi Endgame ha estado por encima de las demás, aparte de ser un film que ha hecho historia y ser el colofón definitivo, emotivo y épico (algo a lo que no alcanzó el Star Wars de Abrams por diversos motivos) de una gran saga de películas. Y entre lo peor, sin ningún orden en concreto, destaco:

Cats
Rambo: Last blood
La casa de verano
A pesar de todo
Lo nunca visto
Els diez que vindran
La llorona
After

Como siempre, la polémica está servida. Acepto tirones de oreja…

martes, 21 de enero de 2020

2020, EL AÑO DEL CAMBIO

Ha pasado otro año más. Enero marca el inicio del 2020 y, a la que nos damos cuenta, incluso este mes se empieza a escurrir de mis manos. Y el Panda sin dar señales de vida…
Estaba predestinado. 2019 terminó con retrasos en algunas opiniones y este 2020 no parecía que iba a ser muy diferente, por más que tenía la intención inicial de remediarlo. Dificultades familiares, cambios en mi vida personal y otras excusas varias que se terminan por traducir en falta de tiempo evidencian que la cosa no podía seguir así. Había más señales: en este año cierran los cines a los que acudo con más asiduidad, Mundo Muerto va a tener una segunda vida de la mano de Célebre Editorial y mi tercera novela avanza viento en popa. Imposible que mi escaso tiempo libre me alcance para todo y, desde el punto de vista de las letras, mis sueños como escritor parecen prevalecer sobre los de “opinionista” cinéfilo.
Sabía que a lo largo del año iba a tener que ir abandonando poco a poco el blog, pero no pensaba que eso fuese a suceder tan pronto. Pero no es cosa mía, sino del destino. La prueba más irrefutable es que ni siquiera he podido despedir el 2019 con mi tradicional listado de lo mejor y lo peor del año (aunque os que me conocéis ya podéis imaginar que, digan lo que digan los señores del CSI y sus esbirros académicos, opino que nada puede hacer sobra a Vengadores: Endgame) ni he estrenado el nuevo año con las películas más apetecibles del 2020 (que, a priori, pocas hay que me ilusionen demasiado). De hecho, a estas alturas, consumidos ya veintiún días de enero, esta es la primera entrada que escribo. Y no por falta de material. Tengo al menos siete películas pendientes de comentar, dejando ya para el olvido las noticias referentes a las nominaciones a los Oscar así como diversos premios que ya se han ido entregando y que espero poder recapitular en breve.
Han sido siete años intensos con casi mil cuatrocientas entradas que se han leído en los lugares más extraños del mundo. Siete años con los que he disfrutado y que ahora, de alguna manera, llegan a su fin.
¿Es esto una despedida? No exactamente, aunque lo pueda parecer. El Panda Cinéfilo no muere hoy, pero debe transformarse para poder seguir teniendo sentido, más en un momento en que los estrenos duran en los cines menos que las hojas de un árbol en otoño. Por eso, adelantándome a los cambios que iban a llegar tarde o temprano, he decidido transformar este foro de cine en un portal abierto desde mi imaginación. Seguirá habiendo comentarios sobre estrenos, por supuesto, aunque quizá más breves, pero también reflexiones sobre series de televisión, libros y comics y todo aquello que se me ocurra. Y será, sobre todo (y perdonadme por la total falta de modestia) un escaparate a mis trabajos literarios. Ahora más que nunca quiero sentirme escritor. Y ahora más que nunca me apetece compartirlo con vosotros.
El cine nunca morirá, pero quizá es momento de dejar paso para otras cosas. Nuevos contenidos, nuevo logo y, posiblemente, nuevo nombre.
2020 va a ser, definitivamente, el año del cambio.