sábado, 26 de mayo de 2018

CARGO

La moda del cine de zombies (o infectados en este caso, para ser más precisos) parece no tener fin, y cada poco tiempo aparece una nueva película tratando de mostrar unas diferencias con el resto lo suficientemente interesantes para ser tenidas en cuenta.
Con casi todo ya inventado (a no ser que apostemos por la serie B más demencial), la apuesta de Ben Howling  y Yolanda Ramke, que en realidad no hacen más que adaptar su propio cortometraje, es buscar el realismo y la profundidad psicológica, apostando más por el ritmo lento pero imparable de la narración que no el terror puro y la acción desmedida, haciendo hincapié en los fabulosos escenarios naturales que aprovechan con magnífica eficacia y en la labor interpretativa, sobre todo la de un Martin Freeman soberbio.
Cargo podría verse como una variante zombie de The Road, hermanada por momentos en la época más inspirada de The Walking Dead y que recupera el concepto que ya probara, sin demasiada fortuna, Schwarzenegger en Maggie pero a la inversa. Es decir, un padre infectado que debe proteger a su hija del apocalipsis.
Australia es un lugar tan hermoso como árido, y los parajes desolados y desérticos que servían como telón de fondo a películas como Mad Max son nuevamente un elemento imprescindible para la obra. Howling y Ramke son conscientes de ello y consiguen una fotografía preciosa, con una gama de colores que, pese a la poca repercusión mediática que ha tenido este último estreno de Netflix, ha logrado aumentar considerablemente el interés turístico de la zona.
Quizá el mayor logro de Cargo es conseguir tener un ritmo muy lento y pausado, casi desesperante, que sin embargo no aburre en ningún momento. Además, ese desasosiego que tan bien contagia al espectador de la desesperación del padre protagonista, en una marcha contrarreloj por encontrar a alguien que cuide de su hija de un año tras su ausencia, enmascara una historia en la que, en realidad, pasan muchas cosas. Durante el visionado se puede tener la sensación de que todo se centra en Freeman caminando con su bebé a cuestas, mérito del gran trabajo que hace el actor, con una intensidad contenida muy pareja a la de Viggo Mortensen en la mencionada The Road, pero analizada con posterioridad es todo un carrusel de acciones que cierta serie de televisión precisaría de más de una temporada para saber desarrollar.
Hay, por último, otro elemento a destacar, y es la presencia de los aborígenes que, si bien no tienen el tiempo que merecerían para ser mejor desarrollados, sí demuestran el esfuerzo por parte de los directores de mostrar la manera en que culturas diferentes a la del hombre blanco occidental que siempre lo domina todo pueden enfrentarse a este particular fin del mundo.
Película, en fin, de corte lento y calado profundo, con mucho menos gore de lo que uno podría esperar del género zombie y que no es apta para los amantes de las carnicerías, pero que ofrece una visión más humana del conflicto y que, con Freeman y el paisaje como principales valedores, supone una interesante aportación al género.

Valoración: siete sobre diez.

viernes, 25 de mayo de 2018

MI FAMILIA DEL NORTE

Dany Boom vuelve a la carga, y lo hace reciclando planteamientos de la que sin duda es su mayor éxito como director: Bienvenidos al norte.
Desde entonces, su carrera ha despegado hasta convertirse en el cómico más popular del país galo, haciendo que su nombre resuene internacionalmente y que cada nuevo estreno suyo sea sinónimo de éxito, aunque posiblemente sea todavía su faceta como actor lo más destacable (recuerden lo flojito que resultó su ultimo trabajo, Una policía en apuros).
Bienvenidos al norte era una divertida comedia que se burlaba de los tópicos entre los habitantes del sur de Francia y los del norte, que aparte de arrasar en la taquilla nacional (sigue siendo la película francesa con mayor recaudación y la segunda en general solo superada por Titanic) y cuenta con un remake italiano (Bienvenidos al sur) y una adaptación no oficial en nuestro país como fue Ocho apellidos vascos y su secuela.
Mi familia del norte no es, en contra a lo que algunos han insinuado, una secuela de aquella, pero sí toma ciertos elementos en común para narrar la historia de Valentin, un prestigioso y glamuroso diseñador de muebles parisino que guarda un terrible secreto: finge ser huérfano para no revelar al mundo que su familia son un puñado de paletos descerebrados de un pueblucho del norte. Pero claro, la verdad no tarda en salir a la luz o no tendríamos comedia… Tan poco original es la trama (con accidente del protagonista por en medio), que incluso me trajo a la memoria la reciente La tribu, que a su modo jugaba más o menos a lo mismo.
Danny Boon no se ha roto la cabeza con su planteamiento y se mueve por lugares comunes y muy previsibles, alternando el humor pretendidamente inteligente de unos diálogos ágiles y centrados en la confusión lingüística con otros de puro slapstick. No creo desvelar ningún secreto si digo que, tras esa capa de humor algo facilón se esconde un mensaje sentimental y moralista en favor a los valores familiares y la aceptación de las raíces, siendo todo una farsa para terminar ridiculizando a los teóricos ridiculizadores, esos snobs de clase alta que se sienten por encima del bien y del mal, y en ese trasfondo se encuentran algunos de los mejores gags, sobre todo los que se burlan de ese supuesto “arte” que, bajo el calificativo de “diseño” se convierte en inútil y hasta ridículo.
Mi familia del norte no siempre consigue provocar la carcajada que busca, pero sí es capaz de mantener al espectador con una sonrisa permanente en la cara, gracias a un trabajo muy eficaz de sus protagonistas, con Dany Boon y Laurence Arné, con quien ya compartió pantalla en Manual de un tacaño, liderando el reparto.
Comedia al uso, pues, eficaz y simpática, que con un corte muy francés propio del sello Boon es capaz de alegrar una tarde sin más pretensiones que la de pasar un buen rato y al salir, quizá, llamar a ese familiar lejano al que tenemos olvidado para enviarle un saludo. Tampoco es necesario buscar mucho más.

Valoración: Seis sobre diez.

OPERACIÓN: HURACÁN


Muchas veces puedes conocer la calidad de una película sólo con ver su campaña promocional. Que Operación: Huracán se anuncie como “del director de The fast and the furious” no es de entrada nada halagüeño. Y no porque A todo gas fuese una mala película, ni mucho menos, ni porque su director, Rob cohen, no haya sido el responsable de unos cuantos títulos interesantes, como Dragonheart o Pánico en el túnel, sino porque si lo más llamativo de una película es recordar el trabajo de hace diecisiete años pues apañados estamos.
Y como se podía prever, Operación: Huracán es una peli correcta, con buen ritmo e interpretaciones correctas, pero totalmente olvidable. No hay nada memorable ni en su guion, estúpido por momentos, ni en las escenas de acción, y la gracia de conjugar el cine de atracos con el de catástrofes se difumina a los pocos minutos de metraje.
La destrucción gratuita es algo que siempre atrae a un público determinado, pero ello no significa que sea tan fácil destruir cosas de manera satisfactoria. Si Roland Emmerich y Michael Bay llevan décadas viviendo de ello, por algo será. Y Cohen, pese a estar acostumbrado a las escenas de acción (cuya es también la primera xXx), no logra imprimir el ritmo adrenalítico suficiente como para que un huracán de categoría cinco resulte tan espectacular en pantalla como debería.
La cosa va de un pueblo a punto de ser arrasado por el susodicho huracán y el plan de una banda de atracadores de aprovechar la evacuación para cometer un atraco a una sede del Tesoro de Estados unidos. Hay, por ello, todos los tópicos previsibles, con giros argumentales increíbles y persecuciones ridículas, pero ni los giros sorprenden tanto como deberían ni el caos es tan absurdo como para convertirse en una gran fiesta como si en algún momento alguien pensara en que esto merecía ser tomado en serio. Para remate, tampoco ayuda que los protagonistas sean tan poco reconocibles, dejando toda la empatía en manos de Toby Kebell (que, acostumbrado a trabajar bajo máscaras de captura de movimientos, su momento más reconocible es como el Doom de la horrenda Los 4 Fantásticos) y Maggie Grace, que pese a ser la hija de Liam Neeson en la saga Venganza, siempre será más recordada por su trabajo en la serie Perdidos (Lost). Poco renombre para levantar una película demasiado gris que solo logra ser algo entretenida cuando se vuelve totalmente inverosímil.

Valoración: Cuatro sobre diez.

HAN SOLO

La maquinaria Disney no para, y mientras en las oficinas continúan desgastándose las yemas de los dedos contando los billetes que les están reportando Vengadores: Infinity War ya tienen un nuevo estreno con aspiraciones a pelotazo en cartel: Han Solo: una historia de Star Wars.
Han Solo pertenece a esa colección de spin-off que, bajo el subtítulo de “Una historia de Star Wars” recorren diversos momentos o personajes del pasado de la saga sin ser un capítulo propio de la misma. Ello significa que no estamos ante un capítulo más de la saga familiar de los Skywalker ni cabe esperar a que la Fuerza, los Jedi o cualquier otro icono referencial de la obra creada por George Lucas tenga presencia en el film, aunque las referencias y los guiños a las películas clásicas son inevitables.
Posiblemente ese sea uno de los lastres de Han Solo. No voy a entrar en comparaciones entre Alden Ehrenreich y Harrison Ford porque me parece un ejercicio estéril. Todos tenemos claro, incluido el propio Ehrenreich, que Han Solo ha sido, es y será siempre Harrison Ford y es inútil tratar de imitarlo, por lo que la única manera de disfrutar de esta película es olvidándonos de las imágenes que tenemos en el recuerdo y disfrutar del trabajo del joven protagonista de ¡Ave, César!, que por otro lado lo hace bastante bien, como si realmente fuese la primera vez que nos encontramos con el pícaro contrabandista, algo similar a lo que ocurre con el Lando Carlissian de Donald Glover (aunque en su caso lo tiene más fácil, ya que pese a su juventud, su carrera ya es más prolífica que la del original Billy Dee Williams).
Así, aunque Han Solo no sea una gran película, si es posible disfrutar de ella aceptándola como el buen entretenimiento que es, con sus giros más o menos esperados y sus escenas de acción bastante logradas. Sin embargo, es la propia película la que nos impide realizar semejante ejercicio, recordándonos constantemente que estamos en una película de Star Wars y ofreciendo demasiados guiños gratuitos que obligan al espectador a hacer, precisamente, lo que debería evitar: comparar. 
Al guion tenemos a Lawrence Kasdam, que posiblemente sea el que mejor conoce el mundo de Star Wars pero quien ya firmó el libreto de El despertar de la Fuerza, que muchos acusaron de vivir demasiado anclada en el recuerdo hasta el punto de ser prácticamente un remake de Una nueva esperanza (aunque luego los palos, curiosamente, fueron solo para el director J.J. Abrams) y su hijo Jon, y parece como si tuviesen miedo de despegarse demasiado de la mitología y que el espectador se tragara la película como una cinta más de ciencia ficción del montón, buscando contantemente la nostalgia hasta el punto de repetir una vez más situaciones ya vistas con anterioridad. No es Han Solo, desde luego, una película tan valiente como fue Rogue One, que pese a sus problemas finales de edición consiguió, partiendo de unos personajes nuevos, tener un tono y un fondo suficientemente alejado del canon más clásico como para ser un estupendo entretenimiento, y permitiendo así que se disfrutara aún más ese momento postclimax donde sí se permitieron dar rienda suelta al homenaje más descarado con ese Darth Vader tan imponente. Incluso se pretende copiar aquí la jugada con otro personaje que no voy a revelar, pero ni es un momento tan glorioso ni la puesta en escena es tan competente como para impresionar como debería (hay un momento incluso ridículo referente a la acción que dicho personaje está haciendo, cuando la veáis lo comprenderéis), siendo más una excusa para sugerir una secuela que otra cosa.
Cuenta esta película con el mismo hándicap que contó en su momento La Liga de la Justicia. Los directores contratados en primera instancia, Phil Lord y Christopher Miller (los responsables de Infiltrados en clase y su secuela y La Lego Película), fueron despedidos cuando los productores vieron el tono exageradamente cómico del film (¿y qué se esperaban, viendo el trabajo anterior de semejantes directores?), contratando al eficiente Ron Howard (artesano de oficio, capaz de mezclar sin problemas estilos como demuestran sus últimos trabajos: RushEn el corazón del mar o Inferno). Howard es un buen director, acostumbrado al éxito de público y crítica (ganó el Oscar por Una mente maravillosa), pero quizá no la elección más adecuada para un blockbuster de grandes efectos visuales. 
Con todo, la ha quedado una película compacta y donde no se notan los re-rodajes o parches, pero uno no puede dejar de preguntarse cómo habría sido la película di él hubiese estado al mando desde el principio o qué habría pasado si Lord y Miller hubiesen terminado la suya, exactamente lo mismo que muchos fans de DC se preguntan alrededor de Snyder y Whedon.
Rogue One ampliaba el universo con la creación de nuevos personajes, pudiéndose permitírselo gracias a su dramático final, ya que ninguno de ellos es nombrado siquiera en las películas colocadas cronológicamente a continuación. En Han Solo se ha pretendido enriquecer también la galería de personajes con nuevos bichejos y, sobre todo, con algunos personajes que tampoco van a significar nada relevantes para el futuro, pero que, como ya he comentado, invitan a pensar que va a ser inevitable una continuación de las aventuras de este joven Han Solo. Entre ellos, quizá lo mejor es la Qi’ra de Emilia Clarke, una actriz que pese a lo que me rechina fuera de la serie Juego de Tronos (patinó con su versión de Sarah Connors y me pareció insufrible en aquella bobada llamada Antes de ti), me resulta convincente como la protagonista del film, mucho mejor aprovechada que la fugaz Thandie Newton.
Con todos estos elementos, la película termina por funcionar en su apartado más nostálgico, permitiéndonos ver la famosa proeza de Han con el Halcón Milenario en el corredor Kessel, la relación entre Han y Lando y, sobre todo, cómo se sumó Chewbacca al grupo, pero fracasa bastante en el campo emotivo. No es que los personajes no consigan transmitir emociones, es que ellos mismos parecen carecer de ellas, y si los momentos de drama mostrados en pantalla (y hay unos cuantos) no parecen afectar al personaje implicado, mucho menos va a lograr calar en el público. Y menos cuando la trama gira alrededor de un correcalles de Han y Chewie sin un oponente de suficiente empaque como para sentirse como a la amenaza que toda película de Star Wars necesita.
En fin, película simpática y divertida, muy disfrutable si uno ignora que forma parte del universo Star Wars, que no contiene grandes errores debido a su falta de riesgo (algo que sí sucedía en la trilogía de precuelas o en Los últimos Jedi), pero que precisa de recurrir (y en muchas más ocasiones de lo que cabría esperar) a las eternas notas musicales de John Williams para conseguir emocionar lo más mínimo.
Producto de consumo en su máxima expresión.

Valoración: Seis sobre diez.

AMOR A MEDIANOCHE


Recuerdo que comenté hace un par de años, con motivo al estreno de la aburrida Antes de ti, que cada generación tiene su propio drama romántico, esa película que pretenda retorcer nuestros corazoncitos con historias de amor imposibles con enfermedades mortales por medio. Pero parece que la sombra de Love Story y (en menor medida) Elegir un amor es alargada y, por tanto, insuperable.

El mérito de Amor a medianoche, de Scott Speer, director dedicado hasta ahora a los videoclips musicales o películas de la saga Step Up, es que pese al tono de tragedia que desprende su trama (y que, dejémonos de miedo a los spoilers, desde el primer momento se sabe que la cosa va a terminar mal), tiene un aroma optimista y de buen rollo que ayuda a simpatizar con sus protagonistas. No tenemos aquí, como en los ejemplos antes mencionados, a familiares impasibles opuestos a ese amor abocado al fracaso sino que el mensaje es, desde el primer momento, el de vive al máximo y disfruta lo que puedas, lo que dota a la película de una frescura que se agradece y que prepara mucho más al espectador de cara al inevitable momento de la lágrima desbordada.
Katie es una chica condenada a vivir encerrada todo el día en su casa debido a una extraña enfermedad que le impide tener el más mínimo contacto con el sol. Huérfana por parte de madre, su cariñoso padre y su única amiga, Morgan, son los únicos apoyos que la muchacha, entusiasta de la música y compositora ocasional, tiene, aparte de observar al chico que cada día pasa por delante de su casa sin reparar en su presencia. Hasta que una noche el destino los une y el amor aflora entre ellos.
Convincentemente protagonizada por Bella Throne (vista hace poco en Amityville: el despertar) y con la correcta aportación de Patrick Schwarzenegger (actor algo lastrado por el físico heredado de papá Arnold), quizá quien más lame la atención es Rob Riggle interpretando al padre de Katie, un actor principalmente centrado en la comedia (y en papeles bastante odiosos, como el agente artístico de El séquito) y que aquí está brillante, en un papel dramático pero muy entrañable y cercano (curiosamente esta misma semana aparece en otro trabajo serio aunque mucho más breve, 12 valientes).
Amor a medianoche no es nada más de lo que uno se pueda imaginar, un drama juvenil con momentos algo empalagosos y un punto de irrealidad (el momento radio) pero que está tan bien hecha que resulta imposible no emocionarse con ella, logrando incluso resultar cruelmente divertida en algunos pasajes concretos y sin que la sensiblería llegue a resultar cargante, lo cual pro sí solo ya es todo un mérito.

Valoración: Siete sobre diez.

12 VALIENTES

Dirigida por el desconocido Nicolai Fuglsig, 12 valientes es la historia real de los primeros combatientes que Estados Unidos envió a Afganistán para hacer frente a los talibanes tras los crueles atentados del 11S.
Protagonizada por un solvente Chris Hemsworth, la película resulta interesante como documento acerca de un momento histórica donde la manera de afrontar una batalla cambió radicalmente. Hemsworth da vida a un capitán que, junto a su comando conformado por doce hombres, debe entrar en territorio enemigo de la mano de una frágil alianza con un señor de la guerra local para establecer las coordenadas precisas de la ubicación de los talibanes y así poder enviar aviones a bombardearlos.
Filmada con corrección, pero sin grandes alardes, la principal crítica que puede hacerse al film es su intencionado tono patriótico, exagerando quizá el sentido del deber y el sacrificio de esos soldados y retratando a los talibanes, en especial a su líder, con unos rasos claramente definitorios de villanía que casi rozan el esperpento, jugando a definir a los bandos protagonistas como los buenos muy bueno y los malos muy malos.
Más allá de eso, la película resulta suficientemente entretenida como para dedicarle las poco más de dos horas que dura su metraje, consiguiendo hacer al espectador partícipe de ese grupo de personajes reales y conviviendo con ellos como un camarada más al igual que sucedía recientemente con la también homenajeadora Héroes en el infierno. No deja de ser, en el fondo, una película de guerra más, con algún apunte crítico hacia ciertas decisiones gubernamentales (no todo va a ser azúcar), la curiosidad de ver en esta época a los soldados luchando a caballo y el carisma que tiene Hemsworth, bien acompañado por nombres como Michael Shannon, Michael Peña, William Fichtner o, incluso, Elsa Pataky, interpretando, como en la vida real, a su esposa.
Entretenido film de acción, más cercano a la aventura que al drama bélico, donde las buenas intenciones superan, en momentos, a los propios valores fílmicos.

Valoración: Seis sobre diez.

HACERSE MAYOR Y OTROS PROBLEMAS


Hacerse mayor y otros problemas es la nueva película de Clara Martínez-Lázaro, más conocida en su faceta de guionista y heredera de la vis cómica de su padre Emilio Martínez-Lázaro.
Sin embargo, en su última aventura cinematográfica parece no saber combinar demasiado bien las facetas de guionista y directora, ya que, aún partiendo de una historia simpática y divertida, el ritmo narrativo sufre terribles altibajos que dificultan la identificación del espectador con la protagonista.
Emma ha conseguido publicar su primer cuento infantil, pese a no tener absolutamente ninguna mano para los niños, y se siente emocionada, aparte de abrumada, cuando se entera de que Lola, su mejor amiga, está embarazada y confía en ella para ser, no solo la madrina del futuro retoño, sino también la tutora legal en caso de que sufriesen los padres un accidente. Esto provoca una crisis de responsabilidad en Emma, agravada con la competividad por la amistad de Lola tras la aparición de una tercera amiga de la infancia y el complicado romance con el elegido para ser el tutor legal masculino.
Típica comedia sobre el complejo de Peter Pan a la que al menos hay que agradecer no sea demasiado previsible en su desarrollo, la película está repleta de situaciones divertidas y bien resueltas por su protagonista, Silvia Alonso, aun cuando carece de un análisis demasiado profundo de los personajes y las acciones vayan de un lugar a otro sin una correcta continuidad. Además, el resto de actores que conforman el elenco no parecen estar demasiado inspirados, en especial un Vito Sanz que, pese a estar de moda tras su paso por la serie Vergüenza y la película Las leyes de la termodinámica, no deja de repetir siempre el mismo tipo de papel.
Hacerse mayor y otros problemas podría considerarse una de esas comedias “happy” que solo aspiran a alegrar un poco la vida con una moralina superficial y frases de calendario, algo así como fue No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas y que se dejan disfrutar si no se le exige demasiado al producto, que no pasa de ser una sucesión de chistes algo estereotipados y con unos actores que tienden a la caricatura.

Valoración: Cinco sobre diez.

domingo, 20 de mayo de 2018

DEADPOOL 2


Hace apenas dos años Deadpool fue una de las mayores sorpresas de la temporada. Convencidos por el director Tim Miller y el actor Ryan Reynols, los directivos de la Fox, en vista de que sus licencias Marvel empezaban a flojear de la mano de los mutantes de Singer (del batacazo de Los cuatro Fantásticos mejor ni hablar), se arriesgaron a autorizar la realización de una película no apta para menores, muy gamberra, malhablada, políticamente incorrecta y con bastantes toques de sexo, escatología y gore. 
Pero, sobre todo, con un humor muy bestia y tremendamente ácido. El resultado fue un éxito abrumador, rompiendo récords y descubriendo al personaje (ya había aparecido brevemente en X-Men Orígenes: Lobezno, pero de eso mejor tampoco hablar) al gran público.
Era evidente que el Mercenario Bocazas debía volver más pronto que tarde, y en medio de la tormenta mediática que supone la inminente (aunque eterna) compra de la Fox por parte de Disney, Deadpool 2 se estrena con las expectativas por las nubes y un relevo en la silla del director.
Estos dos factores son los que más determinan el destino de este Deadpool 2. Por un lado, el factor sorpresa que tan bien jugó a su favor en el 2016 ya ha desaparecido, y todo el mundo espera esta secuela con ganas, quizá demasiadas, lo que sin duda es más fácil que provoque decepciones que aplausos.
Deadpool 2 es, en realidad, más de lo mismo, de manera que quien no disfrutara con el humor cafre de Wade Wilson y su alter ego Masacre (tal y como es conocido en España en el mundo del cómic), no debería ni acercarse a esta continuación. Por otro lado, en la Fox han puesto toda la carne en el asador y, aun sin contar con un presupuesto a la altura de colegas superheróicos como los liderados por Iron Man o el Capi, en Deadpool 2 hay muchos más personajes, más acción y una trama que, sin la lacra que supone hacer la presentación de un personaje, puede ir directa a la acción. Así que sí, tal y como dice la campaña publicitaria, Deadpool 2 es más larga y más dura, lo cual no quiere decir necesariamente que mejor.
El segundo aspecto a tener en cuenta, decía, era el cambio de director. Tim Miller debutó con Deadpool en el mundo de la realización de largometrajes, aunque ya había trabajado como director de segunda unidad en otros títulos Marvel, estando especializado en la confección de inolvidables títulos de crédito como los de Thor, el Mundo Oscuro o Millenium: Los hombres que no amaban a las mujeres, por lo que el aspecto visual era lo primordial del film. El director de la secuela, David Leitch, también surge de la parte más técnica de la industria (en su caso era especialista de escenas de acción) y ya había codirigido la primera parte de John Wick y, ya en solitario, Atómica. Con semejante currículo, las diferencias entre ambos realizadores parecían evidentes y, ciertamente, el estilo de cada uno es lo que define y diferencia las dos películas. Deadpool 2 no ha perdido su cachondeo y salvajismo, pero la espectacularidad proviene más de los momentos de acción ante las cámaras que de los virtuosismos tras ellas. Y es por ello que durante gran parte del metraje hay un aroma dramático muy heredero de la mencionada John Wick que rechina en algún momento.
Con todo, Deadpool 2 sigue siendo un estupendo divertimento, lo suficientemente diferente a la primera como para no resultar una simple copia, pero sin la frescura y originalidad de aquella, que sabe aprovechar el dúo que el protagonista forma con Cable, el personaje de Josh Brolin pero que tiene en la Domino de Zazie Beetz una de sus mejores bazas. La escena intercréditos, por cierto (y aprovecho para avisar que no hay escena al final de los mismos), es de lo mejor del film, tan hilarante que por sí misma ya merece el precio de la entrada, aunque quizá muchos no terminarán de pillar las referencias. Y lo mismo podría decirse de los cameos, tan hilarantes como fugaces, que hay que buscar casi con lupa.
Deslenguada, incorrecta y muy sangrienta (aunque, por contra, mucho menos sensual/sexual), Deadpool 2 es una buena secuela, que seguramente no supere a la original pero que tampoco la desluce.

Valoración: Siete sobre diez.

VERDAD O RETO


Seguramente todos hemos participado alguna vez en el juego de Verdad o Reto (que en mi caso era denominado Verdad o Acción), incluso con alguna de sus variantes, ya sea añadiendo una tercera opción en forma de beso o incluyendo castigos en forma de pérdida de una prenda de vestir o un trago de cualquier mejunje alcohólico en caso de no superar un desafío. La típica chorrada de adolescente en plena ebullición de hormonas que solo tienen en sus mentes eso de sexo, alcohol y.… más sexo y alcohol.
Verdad o reto es la versión macabra del juego surgida por las mentes de Blumhouse, productora acostumbrada a conseguir éxitos de terror con muy poco presupuesto pero que últimamente parece algo falta de imaginación, limitándose a dar una vuelta retorcida a conceptos de sobras conocidos. La película Adivina quién viene esta noche fue el referente de Déjame salir y Atrapado en el tiempo el de Feliz día de tu muerte. Y ahora le toca al jueguecito de marras, aunque la gran inspiración cabe encontrarla en una película a priori de semejantes aspiraciones, pero a la postre muy superior: Destino final.
Aquí los protagonistas no son adolescentes en la edad del pavo, como sería lógico, sino jovenzuelos en edad de empezar a pensar en sentar la cabeza en lugar de estas tonterías, todos ellos y ellas muy guapos, eso sí, que en unas vacaciones en México se topan con un espíritu maligno con muchas ganas de cachondeo que los condena a una maldición que los obligará a jugar a la tontería esta con resultados muy macabros.
No es, en realidad, una película de terror, ya que, de miedo, na de na. Tampoco funciona como drama adolescente. De hecho, no funciona como nada, más allá de la curiosidad por saber cómo se desenvuelven los protagonistas moninos y quién va a lograr sobrevivir y cómo. Y por eso, la jugada final y el simpático detalle visual que deforma a los personajes en el momento cumbre de la posesión es de lo poco que salva una película que más que mala es completamente plana, simple y poco ambiciosa.
En el fondo, Verdad o Reto puede verse sin que ofenda demasiado, la cámara está siempre colocada en su lugar y los presuntos actores no dan mucho el cante, pero poco hay donde rascar que despierte algo de verdadero interés en el invento este. Y eso que el director, Jeff Wadlow, parecía haber entrado en la liga de los chicos grandes tras haberse encargado de dirigir la secuela de Kick-Ass.
No llega a aburrir, pero resulta totalmente intrascendente.

Valoración: Cinco sobre diez.

lunes, 7 de mayo de 2018

DIVAGACIONES Y ESPECULACIONES PARA VENGADORES 4

Apenas estrenarse Vengadores: Infinity War, y una vez superado el shock por el desenlace, la red comenzaba a hervir con reacciones, spoilers y conjeturas sobre lo que podría depararnos la teórica segunda parte del film (cuyo nombre se sigue manteniendo en secreto).
Yo, por mi parte, tengo mi propia teoría, o al menos una parte de ella, y me apetece compartirla con vosotros. Posiblemente no se parezca en nada a lo que va a terminar sucediendo, pero por si acaso ya aviso que esto va cargado de spoilers. Avisados estáis.
Para empezar, tengo bastante claro que nadie ha muerto en esta película. Bueno, alguien sí, los asgardianos (Loki y Heimdall entre ellos), pero ya se ha insinuado por parte de los hermanos Russo (y además se deja entrever por las palabras de Thor) que algunos han podido escapar, apuesto que Valkiria entre ellos.
Del resto, nada de nada. El que es más obvio es Visión. Cuando se produce el ataque al laboratorio de Wakanda Shuri parece apresurarse en cerrar el programa con el que está trabajando con lo que no queda claro si ha conseguido terminar a tiempo su intento de separar al androide de su gema o no. La duda invita a pensar que efectivamente lo ha conseguido, así que solo queda reconstruir la estructura de Visión y que la muchacha le devuelva su mente, libre ya de la influencia de la gema. Eso sí, apuesto que la nueva Visión será diferente, quizá más fría y carente de empatía, como le sucedía en los cómics en determinadas etapas.
La clave para derrotar a Thanos está en el Doctor Strange, eso lo tenemos todos claro. Él ha visto todos los futuros posibles (aunque a los que nos gusta el tema de los viajes en el tiempo y las paradojas sabemos que simplemente por tener conocimiento de ellos ya puede estar alterándolos, pero no creo que vaya por aquí el tema) y sabe lo que debe hacer. Y eso es renunciar a la gema del Tiempo. 
Muchos se cuestionan porqué no utiliza esa gema para derrotar al dictador cósmico. Sería tan sencillo como dar marcha atrás en el tiempo, ¿no? Pero lo cierto es que no sabemos con exactitud como funciona la gema. En la película del mago utiliza su poder para retroceder en el tiempo escasos minutos, como en la lucha contra Kaecilius o el climax final contra Dormammu, y cuando la usa el propio Thanos para reconstruir la gema de la mente también retrocede una breve fracción de tiempo, así que no sería descabellado pensar que incluso la gema tiene sus limitaciones. Nunca se ha planteado, por ejemplo, retroceder en el tiempo hasta antes de su accidente, por ejemplo, así que quizá no sea posible hacerlo. 
El interés en entregarle la gema a Thanos, más allá de salvar la vida a Stark, sin duda se debe a que desea que el villano complete su guantelete, pese a que ello acarree su propia muerte. Muchos especulan con que Stark va a desempeñar un papel fundamental en la trama final, lo cual es bastante probable (no es casual que los supervivientes, junto a Rocket, Nébula y Máquina de Guerra, sean los miembros de Los Vengadores originales, los de la peli de Whedon), pero no descarto que el propio Strange tenga una última palabra que decir. Lástima que esté muerto. ¿O no?
Sabemos, por las imágenes del rodaje, que habrá viajes en el tiempo y realidades alternativas, y que algunos de los personajes fallecidos tienen que regresar forzosamente, como Spiderman o los Guardianes e la Galaxia (algunos de ellos, al menos), ya que tienen películas en desarrollo. ¿Cómo lo van a hacer?
Mi apuesta personal es mediante Gamora. Es otra de las que vemos morir, antes incluso del fatídico chasquido. Pero, ¿donde se encuentra realmente en el momento de su muerte? ¿Es, como creen, otro planeta, o se encuentran, en realidad, en el interior de la propia gema del alma? En este punto cabe recordar que tienen un encuentro físico con Cráneo Rojo, el cual fue absorbido por la propia gema en la película de Capitán América: El primer Vengador, así que cabe pensar que Vormir no sea un lugar físico, sino espiritual. Además, Cráneo Rojo ya les advierte de que la del alma es una gema especial, diferente a las demás, y el sacrificio que pide es, textualmente, “un alma a cambio de otra alma”. Ello significa que no tiene porqué ser un sacrificio físico, como interpreta Thanos. 
Así pues, mi teoría es que Gamora no muere, sino que su alma queda atrapada dentro de la gema. Y esto me lleva a pensar que, una vez completado el Guantelete y con todas las gemas interactuando entre ellas, quizá su conciencia sea suficiente como para influir en las demás. Cabe recordar también que cada vez que Thanos emplea el Guantelete se ve un reflejo del color de la gema que usa en cada momento, pero tras el chasquido de dedos hay un fundido en blanco. ¿Y si, sin él saberlo siquiera; lo que ha empleado para liquidar a la mitad del universo no es la gema del poder sino la del espacio, y los héroes en realidad han sido transportados a otro lugar o dimensión? Es más, si no fuese porque esto implicaría la necesidad de alargar la trama hacia una tercera película (y para ello cabría esperar a que los X-Men y los 4F regresaran a Marvel), esta podría ser una buena variante de Secret War, una saga que los Russo estarían encantados de adaptar, según sus propias declaraciones.
En el cómic es Nébula quien logra arrebatar a Thanos el Guantelete, convirtiéndose ella en la villana final, pero hay que advertir que en las viñetas hay muchas más entidades cósmicas que no tienen cabida, de momento, en el MCU, por lo que la traslación literal queda descartada. Otra cosa es que la hermana de Gamora juegue, de alguna manera, un papel determinante en la historia.
Sí hay, sin embargo, otro cómic en el que se podrían basar para concluir la Fase Tres de Marvel. Me refiero a la saga de Korvak, que aunque no tiene nada que ver con Thanos y las gemas trata también sobre un ser cósmico muy poderoso que mata a la mayoría de los Vengadores y los Guardianes de la Galaxia. En la historia, curiosamente, uno de los primeros personajes en caer es el Coleccionista, que también es derrotado en el film. Korvak tiene también el poder de un dios y su intención es manipular la historia de la Tierra para convertirla, bajo su criterio, en una utopía. Como veis, ideas megalómanas pero de buenas intenciones, tal y como hace Thanos en el film. Al final, su amor por Carina (hija del Coleccionista) y las dudas de esta hacia su misión, terminan por debilitarlo y causar su derrota. Algo similar a lo que podría suponer la influencia de Gamora sobre Thanos en mi teoría.
Eso sí, en Vengadores 4 sí va a morir gente de verdad. Y alguno de los grandes. Veo poco probable que lo haga Thor, ya que había planes para seguir sus aventuras en solitario o compartiendo pantalla con Hulk, pero Steve Rogers y Tony Stark tienen bastantes papeletas. Ambos tienen sustitutos posibles, además.
Finalmente, quién muera y quién viva se verá determinado por los contratos y las renovaciones de los actores participantes en la saga. La edad no perdona y algunos pueden mostrar síntomas de agotamiento. Sin embargo, ni siquiera aquí la muerte de algún héroe tiene porqué ser definitiva. Antes de que llegue Vengadores 4 vamos a disfrutar de Capitana Marvel, una película ambientada en los años noventa y con la presencia de los Skrull, una raza invasora alienígena metamorfa. No se sabe, a estas alturas, si la acción se situará toda en el espacio o también en la Tierra, pero en caso de que algún skrull lograse llegar a nuestro planeta, con sus habilidades para mutar su aspecto, bien podría hacerse pasar por humano y convertirse en una célula durmiente en espera del momento de actuar. ¿Podría ser que alguno de los héroes que conocemos actualmente sea en realidad un skrull disfrazado? En los cómics, esto permitió el regreso de algún personaje al que se le daba por muerto (ya que quien había muerto fue en realidad su versión skrull), así que no descarto para un futuro cercano la adaptación de la saga Invasión Secreta.
¿Y bien? ¿Vosotros qué pensáis? ¿Han muerto realmente todos los héroes que vimos desaparecer en Infinity War? ¿Volveremos a ver a Gamora por aquí? ¿Cuál es el as que Strange se está guardando en la manga? ¿Se cumplirá la profecía de Stark y todos los Vengadores originales morirán tal y como él lo vio en La era de Ultron? ¿Y cuál será el papel de la Capitana Marvel en todo esto?
Muchas preguntas que, elucubraciones aparte, deberemos esperar doce meses hasta poderlas responder...





domingo, 6 de mayo de 2018

#SEXPACT

Hace apenas una semana se estrenó una de esas comedias americanas descerebradas y sin sentido pero con mucha gracia, Noche de juegos, de la que alababa el humor blanco y poco soez que tenía. Pues bien, #Sexpact es junto lo contrario. Bajo una premisa argumental correcta aunque algo simplona todo parece una excusa para que Kay Cannon, productora y guionista de la saga Dando la nota, debute como directora del modo más banal posible.
Y es una pena, porque a priori hay elementos en la película que podrían resultar interesantes, como la química entre el trío protagonista, Leslie Mann, Ike Barinholtz y John Cena (posiblemente el más histriónico de los tres). El argumento es muy sencillo: tres amigas, en la noche de la graduación, deciden hacer un pacto y perder su virginidad con sus correspondientes chicos, pero en un descuido permiten que los temerosos padres descubran sus intenciones y hagan todo lo posible por evitarlo. Se agradece, eso sí, que ante la propuesta gamberra de turno al menos no haya un mensaje de pastelosa moralina como desenlace, empapado por el clásico conservadurismo que termina por traicionar a la propia película. Hay, además, un leve mensaje feminista, pese a que no es en boca de la protagonista, que reúne todo los estereotipos definitorios de la mujer ultrapotectora y dependiente americana.
Es esto un leve consuelo para un film cuyas mayores gracias, a la hora de la verdad, consisten en ver a Cena metiéndose cosas por el culo o atrapado unto a Barinholtz en incómodas situaciones de absurdo calado sexual. Claro que también son estas escenas las que más carcajadas provocaban en la sala, así que al final todo depende de puntos de vista y gustos artísticos.
#Sexpact es burda y vulgar, pero es precisamente lo que busca y hace, por ello, las delicias de cierto tipo de espectador, seguramente más identificado con la trama de los torpes padres que con la de las adolescentes, demasiado tópicas también y cuya obsesión por los selfies, el wasap y los filtros de Instagram sin duda harán que la película envejezca bastante mal.
Recomendada solo para amantes de los pedos y la sal gruesa.

Valoración: Cuatro sobre diez.

Análisis: INFINITY WAR HACE HISTORIA (repaso rápido por el MCU)

Ha pasado ya una semana desde el estreno de Vengadores: Infinity War y el resultado ha sido abrumador. El primer fin de semana alcanzó en taquilla a la recaudación total de La liga de la Justicia, ha batido casi todos los récords posibles y eso que aún falta por ver cómo le va en su estreno en China. Y las críticas, por una vez, parecen unánimes. No es que a todo el mundo le haya entusiasmado, claro, pero no veo esa confrontación entre defensores y detractores que tenían, por ejemplo, las dos últimas películas de la saga Star Wars o la mencionada Liga de la Justicia.
Tras haber realizado un primer análisis sin spoilers, llega el momento de hablar de ella más a fondo, analizándola con detalle y sin temor a destripar ninguna de sus sorpresas. Así que ya sabéis, a partir de ahora, spoilers a cascoporro.
Dije en su momento que esto no era realmente una película, sino parte de un todo mucho más complejo. Eso fue apenas salir del primer pase. Ahora, habiéndola dejado reposar, tras tres visionados e impresionado por el revuelo que está causando en el mundo entero, debo confirmar que no, no es una simple película. Es parte de la historia.
Porque sí, puede que a alguien le parezca exagerado, pero Infinity War es una película histórica, de esas que marcan un antes y un después y que va a poner patas arriba la industria y la manera de hacer cine. Y no porque sea una buena película, que lo es, sino por la concepción propia de la misma.
Hace ya diez años que Marvel empezó esta loca aventura con Iron Man. Aunque ya en esa primera escena postcréditos se aventuraba lo que esperaban conseguir, la unión de los mayores héroes de la Tierra tras presentarlos en sus respectivas películas individuales, bien es cierto que de no haber funcionado en taquilla el film de Jon Favreau quizá todo habría quedado en agua de borrajas. Pero funcionó. Y el resultado algo más discreto de El increíble Hulk, de Louis Leterrier, no fue suficiente como para detener una maquinaria que ya se vislumbraba que podía arrasar. Luego llegó la secuela de Iron Man, la precuela ambientada en la II Guerra Mundial con la presentación del Capitán América y, para rematar la jugada, la compra de Disney (que en contra de lo que los agoreros pensaron, no supuso una bajada de calidad sino un refuerzo presupuestario), tras lo que llegó el primer gran evento del llamado MCU (Marvel Cinematic Univers), Los Vengadores. Y el triunfo fue total.
Ya por aquel entonces se hablaba de la burbuja de los superhéroes, y directores de prestigio (como Spielberg, el mismo que ha firmado para hacer una película de DC), viéndole las orejas al lobo, se dedicaron a tirar piedras contra estas películas, sin comprender que el cine de superhéroes había llegado a un punto en el que merecía ser considerado un género en sí mismo. Los que preveían que todo se iba a ir al traste más pronto que tarde y se quejaban del exceso de películas de superhéroes no tenían en cuenta de que, pese a dominar las taquillas, cada año se entrenan menos películas de estas que, por ejemplo, westerns. Quizá incluso menos que películas históricas o religiosas. Y eso porque me parece ridículo comparar el número de títulos de superhéroes que hay cada año al lado de las comedias románticas, los thrillers o los dramas.
El caso es que al final llegó algún batacazo, como el de Los 4 Fantásticos, películas simplemente correctas (ahí estaban X-Men: Días del futuro pasado o X-Men: Apocalipsis) y taquillazos que no terminaban de convencer a muchos, como las producciones de Warner/DC (Batman v. Superman, Escuadrón Suicida). Pero Marvel iba a lo suyo. En la escena postcréditos de la película de Joss Whedon se presentaba a un villano de futuro, Thanos, con la cual se cerraba la denominada Fase Uno del MCU. Llegó la Fase Dos, se empezó a hablar de las gemas del Infinito (ya se habían presentado en la Fase Uno, pero bajo otros nombres), se logró recaudar mucho dinero con personajes menores (Ant Man, Guardianes de la Galaxia) y el misterio de Thanos se seguía manteniendo en espera de que llegase la Fase Tres y tras realizar el primer gran relevo generacional. Y no fue, como se esperaba, un relevo en cuanto a los actores se refiere, sino que mientras hasta ahora Favreau y Whedon eran las cabezas pensantes (en el punto de vista cinematográfico, ya que detrás de todo había nombres muy comiqueros como Bendis, Brubaker, etc.) en la Fase Dos entraron en la ecuación James Gunn y, sobre todo, los hermanos Russo.
Y entonces todo fue aún mejor que hasta la fecha.
Capitán América: Soldado de Invierno había convencido a todos por su gran calidad y profundidad argumental, y la Fase Tres se inauguró precisamente con la tercera entrega de las aventuras del Capi, segunda película de los Russo, titulada Capitán América: Civil War pero que bien podría haber sido Los Vengadores 2.5. Con el Capitán América e Iron man como centro de la narrativa, casi todos los héroes ya presentados en el MCU (solo faltaron Hulk y Thor) se dejaron ver por el film, teniendo tiempo incluso de presentar a dos nuevas incorporaciones que en poco tiempo tendrían titulo propio. Se trataba, por un lado, del regreso de Spider-man a Marvel tras un acuerdo con Sony que años antes parecía impensable y el debut de otro héroe “menor”, Black Panther, cuya película en solitario se intuía como el hipotético primer fracaso de Marvel. Y eso que veníamos de la “decepción “ (guiño, guiño) de que Los Vengadores: la guerra de Ultron “solo” había logrado recaudar mil cuatrocientos millones de dólares. Civil War fue un nuevo puñetazo en la mesa de Marvel y algunos empezaban ya a sospechar que no había límites para la productora.
Y en esa Fase Tres, aparte de un par de secuelas (Guardianes de la Galaxia Vol. 2 y Thor Ragnarok), Spiderman Homecoming triunfó y convenció, Doctor Stranger no lo hizo nada mal y Black Panther se convirtió en la sensación del año. Si unos meses antes Warner/DC disfrutaba de su primer éxito sin discusión con Wonder Woman, que gracias a una hábil aunque algo tramposa campaña publicitaria llevo a muchas mujeres al cine con el fin de identificarse con la (dicen) primera superheroína que protagonizaba un título en solitario, Black Panther hacía lo propio como representante de la raza afroamericana. Al final, la película que se intuía fuese la más floja de Marvel lleva recaudados (siguiendo aún en cartel) la friolera de mil trescientos millones, siendo a día de hoy la novena película más taquillera de la historia.
Hace unos meses, coincidiendo con el estreno de La liga de la Justicia (batacazo histórico de Warner/DC en su primera película coral), Marvel batió un nuevo récord: el de visionados en youtube de uno de sus tráilers. Fue, precisamente, con el primer avance de Infinity War. Así que esta vez no había espacio para las sorpresas y todo el mundo se esperaba que la tercera película de los Russo en el MCU fuese un gran éxito. Pero... ¿tanto?
Viendo la trayectoria de Marvel (que con su décimo aniversario recién celebrado se puede considerar una productora que apenas está empezando en esto del cine), cabe preguntarse, más allá de lo buenas que puedan ser las películas y del interés que despiertan los personajes, cuál es el secreto de su éxito.
No pretendo ser gurú de nada, pero llevo décadas siendo un gran fan de Marvel en su faceta de editorial de cómics y tengo claro cual ha sido siempre su gran apuesta, una que han mantenido fiel en su traspaso al mundo del cine: su cohesión interna. Pese a todos los puntos en común de personajes y argumentos entre Marvel y DC (en muchos de los cuales, por antigüedad, tiene ventaja la Distinguida Competencia), una de las primeras cosas que introdujo Stan Lee en su faceta de creador y guionista fue el concepto de Universo Compartido. Desde el primer momento el lector sentía que Spiderman vivía en las misma Nueva York que Los Cuatro Fantásticos y que era fácil que Iron Man pasara volando sobre el Sanctum Sanctorum del Dr. Extraño en Greenwich Village. Y eso por no hablar de los eventos que uniría a todos los héroes bajo una misma amenaza.
Conscientes de que ese era la gran baza de Marvel, en cine han sabido apostar por la misma idea y, sin prisa pero sin pausa, han construido un universo semejante al del papel desde los cimientos. Cierto es que no podían hacer mucho más con los pocos personajes que tenían en propiedad al lanzarse Marvel Studios a producir por su cuenta, pero tampoco quisieron volverse locos pese a ver como el Batman de Nolan, los X-Men de Singer y, sobretodo, el Spider-man de Raimi demostraban que era una buena época para los personajes de cómic, lejanos ya el Superman de Donner o el Batman de Burton. Películas independientes argumentalmente pero con las interconexiones justas entre ellas para que, al llegar a Los Vengadores, el espectador sintiese ya que estaba ante una serie de películas con identidades propias pero que respiraban el mismo aire.
Y dos personas son las principales responsables de ello: Kevin Feige, productor amante de los cómics que ha sabido entender lo que era Marvel mejor que nadie y que pese a haber llegado a ser Presidente de la división cinematográfica de la compañía sigue involucrándose personalmente en cada nuevo proyecto, y Sarah Finn, directora de casting de todas las películas del MCU excepto El increíble Hulk y que ha logrado que actores desconocidos como Chris Hemsworth, Tom Hiddleston o Chris Pratt sean ya insustituibles o que personajes Marvel tenga ya para siempre el rostro de tipos como Robert Downey Jr., Scarlett Johansson, Benedict Cumberbatch o Chris Evans, logrando además mantenerlos a lo largo de estos diez años (con las únicas excepciones, muy al principio del periplo, de Edward Norton y Terrence Howard).
La segunda clave del éxito posiblemente sea al buen rollo que han conseguido mantener en Marvel durante todos estos años. Es difícil en una empresa de tal envergadura, y con semejantes actores, que no haya conflictos salariales o de ego pero, si los ha habido, han sabido ocultarlos muy bien. En cada película compartida los actores han tenido un reparto muy medido de su tiempo en pantalla y no parece que haya habido el más mínimo roce entre ellos. Más aún, cada nuevo evento parece una fiesta, quizá porque muchos han comprendido que trabajar en estas películas y ganar un buen pastón es la mejor manera de poder trabajar en cine más independiente y arriesgado (como el propio Mark Ruffalo ha confesado alguna vez). Incuso las pocas discrepancias reconocidas parece que han sido menos de lo cacareado y la sangre nunca ha llegado al río. Me refiero, por ejemplo, a las salidas de Kenneth Brannagh como director tras la primera película de Thor (se habló de mal rollo pero su siguiente trabajo fue La Cenicienta para Disney, la empresa madre, así que no sería para tanto), o Joss Whedon, que después de Vengadores: la era de Ultron se insinuó que se había ido por la puerta de atrás y sin embargo él, incluso ahora que trabaja para Warner/DC, no deja de soltar piropos hacia Marvel. Más evidente si cabe es el caso de Jon Favreau, director y actor en Iron Man e Iron Man 2. Su no participación como realizador en Iron Man 3 provocó nuevas especulaciones sobre malestares internos, pero después de ello ha seguido participando como actor en la propia Iron Man 3 y en Spiderman Homecoming, aparte de figurar como asesor y productor en La era de Ultron e Infinity War (partes uno y dos), haber dirigido, también en Disney, El libro de la Selva y estar involucrado en la futura serie televisiva de Star Wars. Y quien no entienda a qué me refiero con lo del buen rollo, que eche un vistazo a cualquier making off de Thor Ragnarok. Otro ejemplo de lo que son las cosas bien hechas: los guionistas Christopher Marcus y Stephen McFeely, responsables del libreto de Infinity War, son los mismos que llevan narrando la historia del Capitán América a través de su trilogía (aparte de haber metido mano en Thor, el mundo oscuro). 
Quizá la única nota discordante en todo esto sea la salida con el proyecto de Ant-man ya comenzado, del director Edgar Wright, pero poca cosa me parece a mi comparado con los bailes en la dirección de La liga de la Justicia o las continuas noticias (contradictorias muchas veces) sobre la relación entre Ben Affleck y Warner.
Y termino este análisis al MCU en busca de las claves de su éxito con lo que yo entiendo que es la gran mentira sobre el cine de Marvel. Una mentira que, a base de repetirla, muchos han terminando creyéndosela y que, curiosamente, ha terminando afectando más a sus competidores que a ellos mismos. Me refiero a la constantemente referida (generalmente en tono despectivo) Fórmula Marvel.
¿Existe la fórmula Marvel? Pues en cierto modo sí, tal y como existe la fórmula de la Coca-Cola. Pero no se trata de ningún componente secreto ni milenarias conspiraciones judeomasónicas. Se trata, simplemente, del intento de hacer las cosas bien hechas, como he mencionado anteriormente. Pero muchos críticos se refieren a la Fórmula Marvel como si todas sus películas estuviesen copiadas por un mismo patrón, historietas ligeras con un humor desbordante y poco más.
Aun aceptando que el tono del cine Marvel es mucho más alegre y colorido que el de Warner/DC, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva, más próximo al concepto de héroe de cómic que la oscuridad e intensidad heredada en la acera de enfrente por el estigmatizado estilo Nolan, no es cierto que todas las películas Marvel sean iguales. De hecho, aún aceptando lo que he dicho antes de que el cine de superhéroes debe ser considerado ya como un género en sí mismo, una de las claves de estas películas está en conseguir estilos muy diferentes entre sí. Iron Man es aventura pura, El increíble Hulk oculta un drama bipolar heredero de Jeckyn y Hyde, Thor se atreve a aunar mitología nórdica con Shakespeare, y El Capitán América: el primer Vengador es una película bélica clásica con mucha fantasía.
Más: El Soldado de Invierno apuesta por un tono más serio con referencias a un thriller político bastante setentero, Guardianes de la Galaxia es una space-opera con tonos de puro pop, Ant-man juguetea con las películas de atracos, Doctor Strange se introduce en el mundo de la magia con un aspecto visual muy psicodélico y Thor Ragnarok es comedia pura y desmadrada. Pero los que solo quieren ver risas y tontadas en Marvel que se revisen las películas de los Russo. El Soldado de Invierno apenas tiene humor y Civil War utiliza el alivio cómico de la confrontación en el aeropuerto para aliviar las tensiones del drama que supone el distanciamiento radical entre dos héroes y presuntos amigos, como ya analicé en su momento. Y en Infinity War se puede apreciar constantemente lo bien que funciona esa conjunción de estilos, con cada personaje siendo fiel a su estilo propio pero sin que rechine para nada al entremezclarlo con los demás.
Pero los detractores siguen hablando de la Fórmula Marvel a la ligera, y cuando sus productos han empezado a flojear han querido copiarla sin saber entenderla. No fue mal la cosa con Wonder Woman (de la que ya se dijo en su momento que era la película “más Marvel” de DC) pese a ser casi una copia de El primer Vengador en clave femenina, pero posiblemente fue lo que arruinó a La liga de la Justicia. Meter humor a saco, incluso traicionando la personalidad de los personajes, no es la Fórmula Marvel. Pero algunos así lo pensaron. Y todos sabemos las consecuencias.
Un resumen de todo esto que estoy señalando en este texto se demuestra con el desarrollo de dos personajes claves para entender el MCU: Iron Man y el Capitán América. Ambos son los verdaderos pilares sobre lo que se sustenta todo y por ello Civil War fue el máximo punto de inflexión de la saga.
Al principio, Tony Stark era un empresario mujeriego y alocado, un irresponsable que en Iron Man debe pagar por sus actos y aceptar el manto del heroismo para redimirse por su pasado. Pero no siempre es fácil aceptar la grandeza y llega a tocar fondo en Iron Man 2, en esa versión algo light de la saga del cómic El diablo en la botella tras la que empieza a demostrar un ligero cambio de actitud y responsabilidad. Con Los Vengadores se enfrenta a su mayor sacrificio, y aunque sale victorioso se ve abrumado por lo insignificante que se siente en comparación la existencia de otras dimensiones con ejércitos extraterrestres y seres casi divinos. Ello provoca la ansiedad de la que hace gala en Iron Man 3 que provoca en él incluso cierta paranoia que trata de superar con la creación de armaduras de manera casi impulsiva, y de que solo empezará a superar después de verse despojado de casi todo. Por ello es lógico que su siguiente paso sea obsesionarse con la creación de algo superior a sí mismo, un ser casi divino que rivalice con las amenazas que hay a lo largo del Universo. 
Y eso deriva en la creación de Ultron en la secuela de los Vengadores. Su mayor creación es su mayor amenaza y al fin decide tirar la toalla y aceptar que no está en su mano decidir el destino de la humanidad. Se siente superado por todo lo que ha vivido y acepta que sean otros (el gobierno y la ONU) quien tome las decisiones y tenga el control de las fuerzas inmensas que suponen los seres de gran poder, lo que lo lleva en Civil War al enfrentamiento con parte de la comunidad superheróica liderada por Steve Rogers. Su cura de humildad definitiva será cuando cambie el compartir chanzas con dioses por ser el mentor de un héroe adolescente en Spiderman Homecoming, donde tiene una frase definitoria de lo que ha sido su trayectoria hasta ahora: “No quiero que seas como yo, quiero que seas mejor que yo”. Por eso, ver morir a Peter Parker entre sus brazos en Infinity War es un momento especialmente duro y cruel, y será interesante cómo le afectara ese suceso en su futuro más inmediato.
Steve Rogers, por su parte, empezó siendo una marioneta, un simple símbolo colorista para vender bonos de guerra en El primer Vengador que, en Los Vengadores se debía enfrentar a vivir en un mundo que no se parece en nada al suyo y en el que debe aprender a adaptarse. El que para los más ajenos al cómic es un símbolo de patriotismo rancio descubrió hasta donde puede llegar la corrupción en el poder en El Soldado de Invierno, lo cual lo llevó a un desencanto hacia su propio país (él siempre ha dicho que representaba a América, pero no a su gobierno) que originó el enfrentamiento con Tony en Civil War y su posterior renuncia al uniforme, por lo que en Infinity War viste un uniforme diferente, sin colores patrióticos ni su icónico escudo, más cercano a la identidad comiquera de Nómada que al Capi de toda la vida.
Esto es un ejemplo de cómo saber hacer evolucionar unos personajes, darles personalidad y hacerlos creíbles, por más que las aventuras en que se enfrasquen sean del todo increíbles. Esta es la Fórmula Marvel en verdad, y no el jajaja de baratillo.
Y en estas que se llega a Vengadores: Infinity War. Con todas las virtudes y alabanzas que estoy dedicando a Marvel, con el público aplaudiéndolos y la taquilla a su favor, ¿cómo se podría llegar a superar en su última producción? Lo cierto es que ver en pantalla a todos los héroes conocidos hasta ahora era un sueño imposible de imaginar hace apenas unos años, pero el riesgo de saturación y caos implicaba que fuese más fácil pensar en un desastre que en una gran película.
Pero los Russo lo han vuelto a hacer.
Infinity War (que, no hay que olvidarlo, es solo la primera parte del gran evento, el principio del fin) marca un antes y un después no solo en la historia del MCU sino en la historia de la propia industria del cine. Nunca se había hecho una película tan grande ni con tantas pretensiones, y nunca el público había reaccionado de forma tan favorable (en lo que estoy tardando en escribir este texto se ha batido también el récord de la película que más rápido a alcanzado los mil millones de recaudación mundial). Infinity War combina a la perfección una historia muy trascendental y dramática con ligeros toques de humor y la épica justa, con batallas que nunca llegan a saturar y un reparto de roles entre los protagonistas (inteligentemente distribuidos en distintos escenarios) que funcionan a la perfección. No todo es redondo, por supuesto. Se echan en falta algunos personajes, como Ant-Man u Ojo de Halcón, se desconoce el destino de otros como Valkiria, apetecería más presencia de Hulk y no hay ni rastro de las naves voladoras que protegían Wakanda en Black Panther. Y, por supuesto, se anhela un plano con todos los héroes en un mismo escenario. Pero es algo que toca reservarlo para la siguiente película, que aspira a lograr el más difícil todavía.
Lo que más claro queda con Infinity War es que los Russo no han hecho un simple trabajo empresarial. La película es mucho más que una máquina de hacer dinero. Es un proyecto con alma, donde se destila amor por el cómic y por unos personajes a los que se trata son mimo, pese a su cruel desenlace. Es la mejor traslación de las viñetas al celuloide, respetando los códigos propios del papel y ejemplarizando lo que es una buena adaptación. Más allá de las transcripciones casi literales que hicieran Warren Beatty con Dick Tracy, Zack Snyder con Watchmen o Robert Rodriguez con Sin City. Infinity War demuestra que se puede hacer buen cine sin traicionar a los orígenes, y que una película puede ser un homenaje a los fans de toda la vida sin despreciar por ello a los que no han leído un cómic en toda su vida.
Y lo hace destrozando los convencionalismos propios del séptimo arte, con una película carente de un primer acto de presentación (porque los personajes ya han sido sobradamente presentados en las películas antecesoras) y con un desenlace amargo, con un final desolador que provoca que uno salga del cine (pese al ligero toque de esperanza que esa llamada a la Capitana Marvel de la escena postcrédito pueda representar) hundido, consciente de que ha presenciado el final de algo grande, triste por una serie de muertes que, aún con el convencimiento de que vana volver en breve, dejan un vacío en nuestro interior.
Y con unas ganas infinitas de que llegue ya la siguiente película.
Definitivamente, Marvel ha hecho historia. Y el cine cambiará igual que cambió tras el estreno de películas tan icónicas como La Guerra de las Galaxias, Matrix o Avatar. Infinity War es ya un clásico generacional, la película de la que se hablará durante décadas por su valentía. Y que supone dolorosamente el principio del fin.
Quedan tres películas para concluir esta exitosa Fase Tres. En una nueva demostración de inteligencia y habilidad, la siguiente en llegar será Ant-Man y la Avispa, una comedia romántica de tono ligero que rebajará las tensiones (y es que cualquier otra película más ambiciosa posiblemente terminaría por decepcionar tras el subidón de Infinity War). Luego viajaremos a los años noventa para conocer quién es esta Capitana Marvel a la que recurre Nick Furia para salvar a la humanidad y, en un año justo, descubriremos como termina todo (aunque ya me huelo yo por donde podrían ir los tiros).
A partir de aquí, el futuro es incierto. Habitualmente Marvel acostumbra a anunciar a bombo y platillo sus futuras producciones, pero en el calendario previsto (hay proyectos hasta 2022 por lo menos) solo se conocen oficialmente las fechas de estrenos reservadas. Se ha anunciado que Marvel ni siquiera acudirá a la ComicCon de San Diego por no querer desvelar nada del futuro antes de conocer quien sobrevivirá y quien no a Thanos (aunque extraoficialmente se da por confirmada una secuela de Spider-man, el tercer volumen de Guardianes de la Galaxia, ya veremos con qué miembros, y una película en solitario de la Viuda Negra), aparte de que se sigue avanzando en el tema de la compra de Fox y la recuperación de los derechos de los mutantes y los 4F.
Tocará esperar. Tocará sufrir. Pero, sobretodo, tocará disfrutar. Porque algún día, en algún momento, cuando se recuerde el estreno de Infinity War, podremos decir aquello de: yo estuve allí.
Marvel ha hecho historia. Y nosotros con ella.