Seguramente todos hemos participado alguna vez en el
juego de Verdad o Reto (que en mi caso era denominado Verdad o Acción), incluso
con alguna de sus variantes, ya sea añadiendo una tercera opción en forma de
beso o incluyendo castigos en forma de pérdida de una prenda de vestir o un
trago de cualquier mejunje alcohólico en caso de no superar un desafío. La
típica chorrada de adolescente en plena ebullición de hormonas que solo tienen
en sus mentes eso de sexo, alcohol y.… más sexo y alcohol.
Verdad o reto es la versión macabra del juego
surgida por las mentes de Blumhouse, productora acostumbrada a conseguir éxitos
de terror con muy poco presupuesto pero que últimamente parece algo falta de
imaginación, limitándose a dar una vuelta retorcida a conceptos de sobras
conocidos. La película Adivina quién
viene esta noche fue el referente de Déjame salir y Atrapado en el tiempo el
de Feliz día de tu muerte. Y ahora le
toca al jueguecito de marras, aunque la gran inspiración cabe encontrarla en
una película a priori de semejantes aspiraciones, pero a la postre muy
superior: Destino final.
Aquí los protagonistas no son adolescentes en la edad del
pavo, como sería lógico, sino jovenzuelos en edad de empezar a pensar en sentar
la cabeza en lugar de estas tonterías, todos ellos y ellas muy guapos, eso sí,
que en unas vacaciones en México se topan con un espíritu maligno con muchas
ganas de cachondeo que los condena a una maldición que los obligará a jugar a
la tontería esta con resultados muy macabros.
No es, en realidad, una película de terror, ya que, de
miedo, na de na. Tampoco funciona como drama adolescente. De hecho, no funciona
como nada, más allá de la curiosidad por saber cómo se desenvuelven los protagonistas
moninos y quién va a lograr sobrevivir y cómo. Y por eso, la jugada final y el
simpático detalle visual que deforma a los personajes en el momento cumbre de
la posesión es de lo poco que salva una película que más que mala es completamente
plana, simple y poco ambiciosa.
En el fondo, Verdad
o Reto puede verse sin que ofenda demasiado, la cámara está siempre
colocada en su lugar y los presuntos actores no dan mucho el cante, pero poco
hay donde rascar que despierte algo de verdadero interés en el invento este. Y
eso que el director, Jeff Wadlow, parecía haber entrado en la liga de los
chicos grandes tras haberse encargado de dirigir la secuela de Kick-Ass.
No llega a aburrir, pero resulta totalmente
intrascendente.
Valoración: Cinco sobre diez.
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