viernes, 25 de mayo de 2018

HAN SOLO

La maquinaria Disney no para, y mientras en las oficinas continúan desgastándose las yemas de los dedos contando los billetes que les están reportando Vengadores: Infinity War ya tienen un nuevo estreno con aspiraciones a pelotazo en cartel: Han Solo: una historia de Star Wars.
Han Solo pertenece a esa colección de spin-off que, bajo el subtítulo de “Una historia de Star Wars” recorren diversos momentos o personajes del pasado de la saga sin ser un capítulo propio de la misma. Ello significa que no estamos ante un capítulo más de la saga familiar de los Skywalker ni cabe esperar a que la Fuerza, los Jedi o cualquier otro icono referencial de la obra creada por George Lucas tenga presencia en el film, aunque las referencias y los guiños a las películas clásicas son inevitables.
Posiblemente ese sea uno de los lastres de Han Solo. No voy a entrar en comparaciones entre Alden Ehrenreich y Harrison Ford porque me parece un ejercicio estéril. Todos tenemos claro, incluido el propio Ehrenreich, que Han Solo ha sido, es y será siempre Harrison Ford y es inútil tratar de imitarlo, por lo que la única manera de disfrutar de esta película es olvidándonos de las imágenes que tenemos en el recuerdo y disfrutar del trabajo del joven protagonista de ¡Ave, César!, que por otro lado lo hace bastante bien, como si realmente fuese la primera vez que nos encontramos con el pícaro contrabandista, algo similar a lo que ocurre con el Lando Carlissian de Donald Glover (aunque en su caso lo tiene más fácil, ya que pese a su juventud, su carrera ya es más prolífica que la del original Billy Dee Williams).
Así, aunque Han Solo no sea una gran película, si es posible disfrutar de ella aceptándola como el buen entretenimiento que es, con sus giros más o menos esperados y sus escenas de acción bastante logradas. Sin embargo, es la propia película la que nos impide realizar semejante ejercicio, recordándonos constantemente que estamos en una película de Star Wars y ofreciendo demasiados guiños gratuitos que obligan al espectador a hacer, precisamente, lo que debería evitar: comparar. 
Al guion tenemos a Lawrence Kasdam, que posiblemente sea el que mejor conoce el mundo de Star Wars pero quien ya firmó el libreto de El despertar de la Fuerza, que muchos acusaron de vivir demasiado anclada en el recuerdo hasta el punto de ser prácticamente un remake de Una nueva esperanza (aunque luego los palos, curiosamente, fueron solo para el director J.J. Abrams) y su hijo Jon, y parece como si tuviesen miedo de despegarse demasiado de la mitología y que el espectador se tragara la película como una cinta más de ciencia ficción del montón, buscando contantemente la nostalgia hasta el punto de repetir una vez más situaciones ya vistas con anterioridad. No es Han Solo, desde luego, una película tan valiente como fue Rogue One, que pese a sus problemas finales de edición consiguió, partiendo de unos personajes nuevos, tener un tono y un fondo suficientemente alejado del canon más clásico como para ser un estupendo entretenimiento, y permitiendo así que se disfrutara aún más ese momento postclimax donde sí se permitieron dar rienda suelta al homenaje más descarado con ese Darth Vader tan imponente. Incluso se pretende copiar aquí la jugada con otro personaje que no voy a revelar, pero ni es un momento tan glorioso ni la puesta en escena es tan competente como para impresionar como debería (hay un momento incluso ridículo referente a la acción que dicho personaje está haciendo, cuando la veáis lo comprenderéis), siendo más una excusa para sugerir una secuela que otra cosa.
Cuenta esta película con el mismo hándicap que contó en su momento La Liga de la Justicia. Los directores contratados en primera instancia, Phil Lord y Christopher Miller (los responsables de Infiltrados en clase y su secuela y La Lego Película), fueron despedidos cuando los productores vieron el tono exageradamente cómico del film (¿y qué se esperaban, viendo el trabajo anterior de semejantes directores?), contratando al eficiente Ron Howard (artesano de oficio, capaz de mezclar sin problemas estilos como demuestran sus últimos trabajos: RushEn el corazón del mar o Inferno). Howard es un buen director, acostumbrado al éxito de público y crítica (ganó el Oscar por Una mente maravillosa), pero quizá no la elección más adecuada para un blockbuster de grandes efectos visuales. 
Con todo, la ha quedado una película compacta y donde no se notan los re-rodajes o parches, pero uno no puede dejar de preguntarse cómo habría sido la película di él hubiese estado al mando desde el principio o qué habría pasado si Lord y Miller hubiesen terminado la suya, exactamente lo mismo que muchos fans de DC se preguntan alrededor de Snyder y Whedon.
Rogue One ampliaba el universo con la creación de nuevos personajes, pudiéndose permitírselo gracias a su dramático final, ya que ninguno de ellos es nombrado siquiera en las películas colocadas cronológicamente a continuación. En Han Solo se ha pretendido enriquecer también la galería de personajes con nuevos bichejos y, sobre todo, con algunos personajes que tampoco van a significar nada relevantes para el futuro, pero que, como ya he comentado, invitan a pensar que va a ser inevitable una continuación de las aventuras de este joven Han Solo. Entre ellos, quizá lo mejor es la Qi’ra de Emilia Clarke, una actriz que pese a lo que me rechina fuera de la serie Juego de Tronos (patinó con su versión de Sarah Connors y me pareció insufrible en aquella bobada llamada Antes de ti), me resulta convincente como la protagonista del film, mucho mejor aprovechada que la fugaz Thandie Newton.
Con todos estos elementos, la película termina por funcionar en su apartado más nostálgico, permitiéndonos ver la famosa proeza de Han con el Halcón Milenario en el corredor Kessel, la relación entre Han y Lando y, sobre todo, cómo se sumó Chewbacca al grupo, pero fracasa bastante en el campo emotivo. No es que los personajes no consigan transmitir emociones, es que ellos mismos parecen carecer de ellas, y si los momentos de drama mostrados en pantalla (y hay unos cuantos) no parecen afectar al personaje implicado, mucho menos va a lograr calar en el público. Y menos cuando la trama gira alrededor de un correcalles de Han y Chewie sin un oponente de suficiente empaque como para sentirse como a la amenaza que toda película de Star Wars necesita.
En fin, película simpática y divertida, muy disfrutable si uno ignora que forma parte del universo Star Wars, que no contiene grandes errores debido a su falta de riesgo (algo que sí sucedía en la trilogía de precuelas o en Los últimos Jedi), pero que precisa de recurrir (y en muchas más ocasiones de lo que cabría esperar) a las eternas notas musicales de John Williams para conseguir emocionar lo más mínimo.
Producto de consumo en su máxima expresión.

Valoración: Seis sobre diez.

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