viernes, 25 de mayo de 2018

AMOR A MEDIANOCHE


Recuerdo que comenté hace un par de años, con motivo al estreno de la aburrida Antes de ti, que cada generación tiene su propio drama romántico, esa película que pretenda retorcer nuestros corazoncitos con historias de amor imposibles con enfermedades mortales por medio. Pero parece que la sombra de Love Story y (en menor medida) Elegir un amor es alargada y, por tanto, insuperable.

El mérito de Amor a medianoche, de Scott Speer, director dedicado hasta ahora a los videoclips musicales o películas de la saga Step Up, es que pese al tono de tragedia que desprende su trama (y que, dejémonos de miedo a los spoilers, desde el primer momento se sabe que la cosa va a terminar mal), tiene un aroma optimista y de buen rollo que ayuda a simpatizar con sus protagonistas. No tenemos aquí, como en los ejemplos antes mencionados, a familiares impasibles opuestos a ese amor abocado al fracaso sino que el mensaje es, desde el primer momento, el de vive al máximo y disfruta lo que puedas, lo que dota a la película de una frescura que se agradece y que prepara mucho más al espectador de cara al inevitable momento de la lágrima desbordada.
Katie es una chica condenada a vivir encerrada todo el día en su casa debido a una extraña enfermedad que le impide tener el más mínimo contacto con el sol. Huérfana por parte de madre, su cariñoso padre y su única amiga, Morgan, son los únicos apoyos que la muchacha, entusiasta de la música y compositora ocasional, tiene, aparte de observar al chico que cada día pasa por delante de su casa sin reparar en su presencia. Hasta que una noche el destino los une y el amor aflora entre ellos.
Convincentemente protagonizada por Bella Throne (vista hace poco en Amityville: el despertar) y con la correcta aportación de Patrick Schwarzenegger (actor algo lastrado por el físico heredado de papá Arnold), quizá quien más lame la atención es Rob Riggle interpretando al padre de Katie, un actor principalmente centrado en la comedia (y en papeles bastante odiosos, como el agente artístico de El séquito) y que aquí está brillante, en un papel dramático pero muy entrañable y cercano (curiosamente esta misma semana aparece en otro trabajo serio aunque mucho más breve, 12 valientes).
Amor a medianoche no es nada más de lo que uno se pueda imaginar, un drama juvenil con momentos algo empalagosos y un punto de irrealidad (el momento radio) pero que está tan bien hecha que resulta imposible no emocionarse con ella, logrando incluso resultar cruelmente divertida en algunos pasajes concretos y sin que la sensiblería llegue a resultar cargante, lo cual pro sí solo ya es todo un mérito.

Valoración: Siete sobre diez.

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