Recuerdo
que comenté hace un par de años, con motivo al estreno de la aburrida Antes de ti, que cada generación tiene
su propio drama romántico, esa película que pretenda retorcer nuestros
corazoncitos con historias de amor imposibles con enfermedades mortales por
medio. Pero parece que la sombra de Love
Story y (en menor medida) Elegir un
amor es alargada y, por tanto, insuperable.
El
mérito de Amor a medianoche, de Scott
Speer, director dedicado hasta ahora a los videoclips musicales o películas de
la saga Step Up, es que pese al tono
de tragedia que desprende su trama (y que, dejémonos de miedo a los spoilers,
desde el primer momento se sabe que la cosa va a terminar mal), tiene un aroma
optimista y de buen rollo que ayuda a simpatizar con sus protagonistas. No tenemos
aquí, como en los ejemplos antes mencionados, a familiares impasibles opuestos
a ese amor abocado al fracaso sino que el mensaje es, desde el primer momento,
el de vive al máximo y disfruta lo que puedas, lo que dota a la película de una
frescura que se agradece y que prepara mucho más al espectador de cara al inevitable
momento de la lágrima desbordada.
Katie
es una chica condenada a vivir encerrada todo el día en su casa debido a una extraña
enfermedad que le impide tener el más mínimo contacto con el sol. Huérfana por
parte de madre, su cariñoso padre y su única amiga, Morgan, son los únicos
apoyos que la muchacha, entusiasta de la música y compositora ocasional, tiene,
aparte de observar al chico que cada día pasa por delante de su casa sin
reparar en su presencia. Hasta que una noche el destino los une y el amor
aflora entre ellos.
Convincentemente
protagonizada por Bella Throne (vista hace poco en Amityville: el despertar) y con la correcta aportación de Patrick
Schwarzenegger (actor algo lastrado por el físico heredado de papá Arnold),
quizá quien más lame la atención es Rob Riggle interpretando al padre de Katie,
un actor principalmente centrado en la comedia (y en papeles bastante odiosos,
como el agente artístico de El séquito)
y que aquí está brillante, en un papel dramático pero muy entrañable y cercano
(curiosamente esta misma semana aparece en otro trabajo serio aunque mucho más
breve, 12 valientes).
Amor a medianoche no es nada más de lo que uno se pueda imaginar, un
drama juvenil con momentos algo empalagosos y un punto de irrealidad (el momento
radio) pero que está tan bien hecha que resulta imposible no emocionarse con
ella, logrando incluso resultar cruelmente divertida en algunos pasajes
concretos y sin que la sensiblería llegue a resultar cargante, lo cual pro sí
solo ya es todo un mérito.
Valoración:
Siete sobre diez.
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