sábado, 19 de julio de 2014

EL AMANECER DEL PLANETA DE LOS SIMIOS (8d10)

Miedo le tenía a esta película debido al enorme hype que estaba produciendo. Tantas noticias y críticas diciendo que se trata de la película del año, casi una obra maestra, no hacían más que provocar mi desconfianza ante un nuevo producto sobredimensionado que no podía más que decepcionar.
Pues nada más lejos de la realidad. La secuela de El origen del Planeta de los Simios (que a su vez, como esta, era precuela del clásico El Planeta de los simios) es esplendida, maravillosa, grandiosa y genial.
Protagonizada por un monstruoso Andy Serkis que se merece el Oscar ya (y si no es posible dárselo porque no se le ve el rostro que inventen una categoría especial urgentemente), la película continúa tal y como quedó su antecesora, con los simios viviendo en libertad y un virus mortal para los humanos propagándose por todo el planeta. Diez años después, los simios han construido una comunidad que los muestra a medio camino entre su naturaleza salvaje y los rasgos de humanidad que el aumento de inteligencia ha formado en ellos. Así, se nos presentan como una especie de tribu ancestral, cazadora en grupo y portadores de armas de hierro y constituida en una sociedad liderada por Cesar, que se ha convertido, además, en cabeza de familia.
Por su parte, un escaso grupo de humanos ha logrado sobrevivir a la epidemia al ser inmunes al virus, pero para garantizar su supervivencia dependen de poner en funcionamiento una central energética ubicada en una presa que está, precisamente, en territorio simio. Mientras en el campamento establecido en San Francisco el líder humano Dreyfuss se encargará de armar y preparar a sus hombres para un posible combate Malcolm y un escaso puñado de humanos más tratarán de negociar un acuerdo con los simios.
Sin embargo, no todos los humanos van a aceptar de primeras la amistad de los simios, ni todos los simios se van a prestar a colaborar con los humanos.
Lo que podría parecer una película de aventuras con tintes naturistas pronto se convierte en una película bélica, sin contemplaciones. Cruel y sanguinaria, El amanecer del Planeta de los Simios se entiende como una metáfora de la imposibilidad de entendimiento entre dos razas diferentes, y cómo el odio más irracional puede conducir a la hecatombe sin que la lógica ni los sentimientos puedan evitarlo. Jugando constantemente en apuntar a unos y a otros como los “malos” de la peli, la película no ofrece un villano general (aunque sí uno particular), pues el quid de la cuestión es que los humanos se han vuelto demasiado animales y los animales demasiado humanos, con lo que el conflicto será, finalmente, inevitable.
La película está dirigida con maestría por Matt Reeves, amiguete de correrías de J.J. Abrams quien le dio la oportunidad de debutar en cine con la interesante Monstruoso a la que siguió la estupenda adaptación americana de la película nórdica Déjame entrar. Juntos además habían colaborado ya en la serie Felicity, lo que se puede comprobar en la participación en la película de Keri Russell, protagonista de la serie y no demasiado prodigada en cine. Otro viejo conocido de la familia es Kirk Acevedo, famoso por su doble papel de Charlie Francis en Fringe y que aquí tiene un breve pero determinante papel.
Reeves completa ahora su mejor película hasta la fecha, luciéndose en las escenas de acción y sabiendo mantener el ritmo sin caer en la sensiblería ni el maniqueísmo y regalándonos alguna escena especialmente inspirada, como la del tanque en pleno campo de batalla.
Como protagonistas del film (aparte, insisto, del fenomenal Andy Serkis) encontramos a Jason Clarke (actor sosete que se dio a conocer en La noche más oscura y será el nuevo John Connors) y a Gary Oldman, los cuales hacen unas interpretaciones sufridas pero sin demasiado espacio para el lucimiento. Y es que si hay que ponerle algún pero a la peli (alguno se lo pone, yo no) es lo superficialmente dibujados que están los personajes, de los cuales apenas sabemos nada aparte de que perdieron a seres queridos debido a la epidemia de la que muchos responsabilizan a los simios. 
Sin embargo, en mi opinión, no necesitamos conocer mucha más de ellos, pues los verdaderos protagonistas del film, los que mueven el motor de la acción, son los simios, y en ese bando, aparte de conocer de antemano el pasado de Cesar y de su segundo a bordo Koba quedan suficientemente bien definidos en la película para comprender sus sentimientos y motivaciones aún sin haber visto la anterior.
Como colofón final a una película que supera con creces (y eso sólo es ya todo un mérito) a la obra de Rupert Wyatt y se sitúa a la par (aunque los ritmos narrativos y las secuencias de acción son totalmente diferente, como corresponden a las épocas de rodaje) al clásico que protagonizó Charlton Heston allá por 1968 tenemos a Michael Giacchino como autor de la banda sonora, otro más que salió de la factoría Abrams pero que ya brilla con luz propia y que aquí consigue una impagable obra musical que engrandece aún más la película.
Simpática y tierna en algunos momentos, dura y trágica en otros y decididamente trepidante y emocionante pero sin renunciar a la reflexión en ningún momento, El Amanecer del Planeta de los Simios es, probablemente, la mejor película estrenada este año, por lo menos en lo que a cine comercial se refiere, y es que sus guionistas han logrado escribir el libreto de una película cargada de efectos especiales y personajes digitales sin permitir que estos se coman a la historia.
Magnífica. No hay más que decir.



jueves, 17 de julio de 2014

SABOTAGE (7d10)

Resulta interesante a la par que curiosa y casi hasta desconcertante, la nueva incursión en el cine del bueno de Schwarzenegger. 
Se trata de su curta película (sin contar el breve y divertido cameo de Los Mercenarios) tras su regreso a Hollywood después de su etapa política y visto el calibre de esta última película parece claro que, pese a que está confirmado que repetirá los roles de Conan y de Terminator, el austriaco va a continuar apostando por el riesgo, como ya hiciera a principios de su carrera.
Los que seguimos al héroe de acción por antonomasia de los 80’ sabemos que sus personajes adrenalíticos sueles estar cargados de una ironía y un sentido del humor que parecían (a diferencia de los films de Stallone, al menos al principio de su carrera) hasta dulcificar la violencia que podía contener sus películas, incluso en manos de directores tan extremos como Paul Verhoeven. Sabotage, sin embargo, huye de cualquier ápice de humor, siendo una película madura, realista e incómoda, con grandes dosis de sangre y violencia e incluso algo de sexo.
En realidad, el culpable de todo esto es David Ayer, guionista de la magnífica Training day (de Antoine Faqua, con Denzel Washington y Ethan Hawke) y que se encargó de dirigir (además de escribir) títulos tan destacados como Vidas al límite o Sin tregua (y actualmente rueda Fury, con Brad Pitt), todas ellas películas muy oscuras donde se muestra la crudeza que se oculta tras la realidad del mundo policíaco, mucho menos heroico y magnificado de lo que el cine suele retratarlo.
En esta ocasión, Schwarzenegger interpreta a John 'Breacher' Wharton, el líder de un grupo de asalto de la DEA que si bien son toda una leyenda en su lucha contra la droga tienen también una cara oculta cuando, en su último trabajo, tratan de robar diez millones de dólares de un cártel. Pero todo va a salir mal: uno de sus hombres muere en la misión, el gobierno se huele algo y comienzan a investigarlos y, para colmo, el dinero desaparece sin que ninguno de ellos sepa que ha pasado. Tras seis meses siendo investigados las aguas parecen volver a su cauce, pero entonces, uno a uno, los duros mercenarios comenzarán a ser asesinados, siendo la última misión del grupo simplemente sobrevivir, con la forzosa colaboración de la investigadora de homicidios Caroline Brentwood.
Con un reparto ligeramente coral en el que destacan Olivia Williams (recordada por ser la mujer de Bruce Willis en El sexto sentido, aunque su papel más celebrado fue en An Education), Sam Worthington (Avatar, Furia de Titanes), Terrence Howard (Iron Man, Prisioneros) y Mireille Enos (de la serie The Killing y, más recientemente, Guerra Mundial Z), y con la presencia fugaz del “perdido” Josh Holloway, Joe Manganiello o Martin Donovan, Arnold Schwarzenegger termina por coronarse como rey de la función, aunque las escenas de acción recuerden que el paso de los años no son algo baladí y su despliegue físico se limite a escenas de tiroteos y poco más.
Sabotage toma inspiración en la clásica novela de Agatha Christie Diez negritos, ya que David Ayer construye toda la trama alrededor del misterioso asesino que, indudablemente, conoce a fondo las cualidades de cada uno de los miembros del grupo. Así, la película se desarrolla con un notable ritmo, sin renunciar a escenas sucias, incómodas y hasta enfermizas, mutando del thiller al slasher (hay momentos de auténtico gore) para culminar en un tono casi crepuscular que podría recordar films de Sam Peckinpah o incluso Clint Eastwood. Ayer se desenvuelve con su estilo habitual, con una cámara nerviosa e inquieta y escenas de puro videojuego, consiguiendo un resultado final loco, desmedido y algo irregular.
El principal defecto de la película, sin embargo, debe encontrarse precisamente en el guion, en una historia que comienza a flaquear cuando se empiezan a desatar las sorpresas y que obliga a dudar de las motivaciones de algunos personajes, para lo que alguna situación totalmente forzada (como el affaire entre Schwarzenegger y Williams) no ayuda demasiado.
Con todo, entretenida y disfrutable siempre y cuando seamos conscientes de que vamos a ver a una serie de personajes corruptos, malhablados y desagradables, no al viejo amigo Arnie al que tanto habíamos echado de menos.

miércoles, 16 de julio de 2014

SÓLO LOS AMANTES SOBREVIVEN * (7d10)

El amor… Ese misterioso sentimiento que une dos almas durante… ¿días?, ¿meses?, ¿años? ¿Quizá toda la eternidad?
Ese es el punto de partida de la nueva obra de Jim Jarmusch, la posibilidad de que el amor pueda ser realmente eterno, superar el paso de los años (y de los siglos) y ser capaz de sobrevivir por encima de todo.
Adam y Eve son un matrimonio de vampiros que se aman por encima de todo. Sin embargo, esta no es una película de vampiros, y quien acuda a ella esperando ver sangre y violencia se llevará una gran decepción, aunque hay quien puede ver aquí el reverso retorcido y brillante de Crepúsculo. Pero Sólo los amantes sobreviven es, sobre todo, una película de Jim Jarmusch, con todo lo bueno y malo que ello conlleva. Aquí están todos sus tics, sus manías y sus fobias, y es evidente que no se trata de una producción adecuada para todos los gustos.
Semejante en cuanto a simbología a la Byzantium de Neil Jordan, aunque mucho más onírica y poética, Sólo los amantes sobreviven comienza con una primera mitad lenta, plagada de imágenes imposibles, de sonidos escrupulosamente calculados, con Tom Hiddleston y Tilda Swinton casi como únicos protagonistas, llevando todo el peso de la narración y mostrando unas interpretaciones tan brillantes como comedidas. Cierto es que la melancolía triste y lánguida que propone Jarmusch casi puede resultar insoportable y excesiva, pero la aparición de la hermana de Eve, Ava (Mia Wasikowska) introduce un elemento discordante que rompe la apacible vida de los no muertos y los precipita hacia una lucha por la supervivencia casi agónica.
Con Anton Yelchin y John Hurt como secundarios de lujo, Sólo los amantes sobreviven es hermosa, apasionada, visualmente hipnótica y necesariamente dolorosa.
Jarmusch en estado puro.

EL SECRETO DEL COFRE DE MIDAS (5d10)

Plagada de figuras consagradas como mandan los cánones, El secreto del cofre de Midas es una película de aventuras juvenil que pese a su aparentemente aparatoso diseño de producción aspira a poco más que a entretener con una trama heredera de las aventuras de Indiana Jones y el desahogo cómico de Los Goonies, con algún toque de misterio  rocambolesco a lo Harry Potter (o, puestos a comparar, y ya que hay dinero español metido en la producción, a lo Zipi y Zape).
El tesoro del cofre de Midas no es una mala película, y al analizarla hay que tener en cuenta que va dirigida a un público objetivo casi infantil, pero ello no implica que debamos tragar con todo y transigir con las niñerías que en algunos momentos nos quieren colar con semejante excusa.
Quitando a las tres estrellas mediáticas que tampoco es que deban tener muchos grandes papeles entre los que elegir (a saber: Sam Neill, Michael Sheen y Lena Headey) y al protagonista, un Aneurin Barnard que aprueba justito, algunas interpretaciones son lamentables, como es el caso de los esbirros del villano de turno o el hermano del protagonista. La dirección es bastante plana y no sabe en ningún momento imprimir el ritmo necesario que necesita la historia y los giros argumentales son tan previsibles que renuncian al instante a toda opción de sorprender. Y para colmo está la pretensión de querer ser el inicio de una nueva saga, una más de las muchas que ansían llenar el hueco dejado por el mago de J.K. Rowling, aunque es evidente que ya de partida las novelas de dicha señora eran mucho más populares que las del tal Graham P. Taylor (esto, al parecer sería el inicio de la trilogía de Mariah Mundi).
Pero superada la pataleta inicial debo confesar que la historia del joven que, desesperado por la desaparición de sus padres y su hermano pequeño, debe resolver el misterio alrededor de un cofre que se supone contiene un gran poder distrae durante gran parte de su metraje, donde se agradece los esfuerzos de los actores de "verdad" por resultar creíbles, aunque Sheen roza demasiado la caricatura. Así, El secreto del cofre de Midas es suficientemente correcta como para agradar y entretener, al menos hasta llegar a su clímax final, donde todas las buenas intenciones que hay por el camino se van al traste con un desenlace totalmente ridículo que estropea todo lo visto hasta ahora.
Ctreo que el principal problema del cine juvenil actual es prescindir de las ideas originales y abusar de novelitas en busca desesperada de nuevas sagas con un peso excesivo en el protagonista tal y como sucediera con Percy Jackson y compañía. ¿Dónde han quedado esos grandes creadores de historias de los 80 que conseguían grandes películas juveniles con una gran originalidad (Regreso al futuro, Gremlins, Los Goonies…)?
Pese a todo, cumple lo poco que se le puede exigir, y no se le debe pedir mucho más. Habrá que conformarse…

martes, 15 de julio de 2014

BAJO LA MISMA ESTRELLA (7d10)


No es nada novedoso combinar en una misma película drama y romance, más si el drama viene provocado por la existencia de una enfermedad terminal. 
De hecho, cada generación posee su propio ejemplo y aunque ninguna logrará superar a Love Story (no ya por su calidad sino por su trascendencia social que la convirtieron, junto a su tema musical, en un clásico imperecedero) me vienen a la mente títulos como Elegir un amor con Julia Roberts o Un pedacito de cielo con Kate Hudson (de hecho este mismo fin de semana se ha estrenado, coincidiendo en cartelera con Bajo la misma estrella, Ahora y siempre, con Dakota Fanning enferma de leucemia.
Sin embargo pocas películas de este amargo género tienen el acierto de saber disfrazarse de comedia para enfrentarse a la enfermedad desde el humor (muy negro, por supuesto) y la ironía.
Hazel Grace es una adolescente que lucha a diario contra un cáncer de tiroides que se le ha extendido por los pulmones. Sin embargo, su mayor preocupación no es enfrentarse al dolor y la muerte, sino la imposibilidad de llevar una vida normal, tanto en la relación con sus propios padres como ante la posibilidad de encontrar amigos que la comprendan en lugar de comparecerla. Su única vía de escape es la novela Un dolor imperial, del americano afincado en Ámsterdam Peter Van Houten, al que se aferra como si fuese un bote salvavidas pese a lo abrupto de su final. Pero todo cambia cuando conoce a Gus Waters, que aparentemente ha derrotado a un osteosarcoma que se ha llevado por delante su pierna derecha, y obsesionado por no ser olvidado. Pronto entablan una gran amistad (a la que hay que sumar a Isaac, el mejor amigo de Gus, cuyo cáncer de ojos lo acerca a una irremediable ceguera) que, naturalmente, terminará derivando en amor.
Teniendo en cuenta estos elementos y el detalle de que todo parte de una exitosa novela juvenil de John Green, el director Josh Boone lo tenía muy fácil para caer en la tentación del melodrama de lágrima fácil y romance adolescente empalagoso,  pero la película prefiere apostar por el optimismo y el deseo de vivir que ya reflejaba la novela, huyendo del abuso de escenas de hospital y momentos de sensiblera fácil para construir una historia de amor dónde las alegrías pretenden superar a las tragedias y donde de lo que se trata es de saber vivir, no de saber morir, y con el romántico viaje a Ámsterdam para conocer al escritor como punto álgido de la historia.
Posiblemente el gran acierto del film haya que encontrarlo en su pareja protagonista, con una gran Shailene Woodley, que está sensacional cargando con todo el peso de la película (y que demuestra que puede ser una gran actriz dramática como se vio en Los descendientes mejor que la heroína aplaudida por muchos entre los que no me incluyo por esa tontería de Divergente) y con un Ansel Elgort (precisamente su hermano en la mencionada distopía) que no se queda atrás, y con el toque de calidad que aportan dos veteranos como Laura Dern y Willem Dafoe en roles secundarios. 
Woodley y Elgort poseen una química innegable que traspasa la pantalla y logran que sus personajes resulten creíbles y transmitan toda la carga emocional precisa para poder empatizar con ellos.
Pero al fin, por muchos momentos distendidos y pese a tener a dos adolescentes descubriendo el amor, el verdadero y gran protagonista es el cáncer y ello obliga a que, irremediablemente, todo tenga que derivar hacia el drama. Ya lo avisa Hazel Grace en la escena inicial: la vida real no es como en las películas y no todo puede arreglarse con una canción de Peter Gabriel.
Así que nadie se lleve a engaños: la historia de Hazel Grace y Gus nos hará reír, emocionarnos, enamorarnos y hasta soñar. Pero también nos hará llorar, no lo dudéis. Porque, al fin y al cabo, llega un momento en que la realidad debe tomar el mando.
Con la única pega de un metraje quizá algo excesivo y un ritmo algo errático (el viaje a Ámsterdam es un punto clave de la historia, pero está situado apenas a mitad de la película: aquí alguien debería haberle hablado a Josh Boorne de la diferendia entre el ritmo narrativo de una novela y el de una película) , Bajo la misma estrella (título que homenajea al propio Shakespeare) es emocionante y apasionada y merece ser vista tanto por lo que es como por saber evitar lo que podría haber sido.
Y es que por fin alguien ha entendido que una película protagonizada por adolescentes no debe ir dirigida sólo a adolescentes. Y más mientras Hollywood siga tratando a los adolescentes como a imbéciles. 

lunes, 14 de julio de 2014

EL ABUELO QUE SALTÓ POR LA VENTANA Y SE LARGÓ (5d10)

El abuelo que saltó por la ventana y se largó es una comedia con tintes bastante negros  que llega a nuestro país avalada por el gran éxito de crítica y público en su país natal, Suecia, y sin más referentes que un simpático y algo explicito tráiler, ya que ni el director ni los protagonistas han protagonizado nada relevante más allá de sus propias fronteras.
Basada en la novela de Jonas Jonasson de gran éxito, cuenta la increíble historia de Allan Karlsson, un anciano que el mismo día que cumple los cien años decide huir de la residencia donde reside mientras repasa mentalmente toda su vida, de manera que nos vamos a encontrar con dos historias paralelas en dos líneas temporales diferentes.
Lo que a priori parece una simpática fábula sobre los años dorados de un longevo sueco toma rápidamente unos tintes bien negros cuando descubrimos la obsesión, ya desde niño, de Allan por los explosivos y toda la ternura y complicidad hacia la tercera edad que pudiéramos esperar del film se difuminan por completa, dejándonos perplejos y sin capacidad de reacción.
No voy a protestar por encontrarme ante una película diferente a la que me esperaba (eso siempre es más culpa del espectador que del realizador), pero sí algo decepcionado ante una historia demasiado irregular que parte de la base de que hay un tipo casi omnipresente que en ningún momento se esfuerza por provocar el más mínimo ápice de empatía. Allan es un psicópata, borracho y egoísta de principio a fin, y eso es algo que me cuesta perdonarle al protagonista de una película, más cuando todo (desde su pequeña historia particular hasta la historia de toda la humanidad) gira alrededor suyo. Afortunadamente, el surrealismo de sus aventuras y el cuarteto con el que acabará formando equipo en el presente compensan esas carencias de simpatía y permiten disfrutar la película como lo que es, una comedia negra absurda y con tendencia al slastic.
No cabe duda de que se trata de una ambiciosa apuesta a nivel visual (contiene múltiples explosiones, diversos decorados ambientados en otras épocas y hasta la presencia de un submarino nuclear ruso), pero no a nivel argumental, donde renuncia a toda muestra de credibilidad en favor del “más increíble todavía”. 
Así, tanto la película como la novela en que se basa, debe su existencia sin rubor alguno al Forrest Gump de Robert Zemeckis, ya que a lo largo de su vida Allan, como Forrest, será testigo (cuando no partícipe directo) de diversos momentos históricos claves para nuestra sociedad, lo que lo llevará a conocer a personajes tan dispares como Franco, Truman, Stalin, Gorvachev o Regan, siendo parte vital del proyecto Manhattan, contemplando la caída del muro de Berlín o teniendo activa participación en la Guerra Fría. Y Allan, como Forrest, pasará por todos esos hechos como quien no quiere la cosa, casi sin ser consciente de ello.
Por otro lado, en su historia en el presente el robo absurdo e injustificado de una maleta repleta de dinero le hará ser objetivo tanto de la policía como de una banda de moteros en la que se supone debemos encontrar la metáfora que de sentido al film y nos demuestre lo poderosamente  deseoso de vivir que tiene el anciano protagonista.
No sirve este título, pues, para reflexionar sobre los estragos de la edad ni como metáfora de una sociedad empeñada en destruirse a sí misma (por más que sea lo que pretenda) pero sí es un buen divertimento que entretiene capaz de mostrar momentos de gran brillantez que elevan la calidad de la historia para a continuación desinflarse completamente con el absurdo más espantoso.
Distraída y esporádicamente inspirada, no está a la altura de lo que se le presume, y el hecho de contar con un mismo actor para interpretar a Allan Karlsson no ayuda demasiado, pareciendo su maquillaje en toda la parte en la que es centenario como salido de Muchachada Nui.
La película, que sube en intensidad a medida que avanza la acción para caer estrepitosamente en su tramo final (ridícula la policía sueca y más ridículo –y repetitivo- el final con el mafioso), intenta enamorar, consiguiéndolo por momentos. Su protagonista, ni lo intenta ni lo consigue.

EL SUEÑO DE ELLIS * (6d10)

Interesante reflexión sobre la inmigración en manos de James Gray (director acostumbrado a trabajar con Joaquin Phoenix), representada en la figura de Ewa Cybulska ( Marion Cotillard), una refugiada polaca que acepta la ayuda de Bruno Weiss (Phoenix) para lograr ser aceptada en los Estados Unidos a pesar del alto precio que deba pagar por ello.
Ambientada a principio de los años 20, la isla de Ellis constituía el último obstáculo para entrar en la Tierra de las Oportunidades y allí era donde terminaban por forjarse o destruirse los sueños de todos aquellos que deseaban dejar atrás su pasado y comenzar de cero en el “nuevo continente”.
En el caso de la protagonista la enfermedad de su hermana Magda (es retenida en el hospital de Ellis al diagnosticarle tuberculosis) la impulsa a trabajar como actriz en el cabaret que dirige Bruno, aunque el objetivo final del erótico espectáculo no es otro que el de ofrecer chicas de alterne con cierta discreción.
Atrapada en un mundo que aborrece y teme, Ewa encontrará una vía de escape cuando conoce a Orlando (Jeremy Renner), un mago del espectáculo que le promete ayudarla a ella y su hermana y llevarlas a California. Se crea ahí un peligroso triángulo que sólo podrá terminar en tragedia debido al enfermizo enamoramiento de Bruno.
Esta es solo una de las muchas historias que podrían haberse producido en una época en la que Europa era un lugar maltratado por la Gran Guerra y del que convenía escapar, pero bien puede trasladarse a cualquier época o país, y esa es la gran virtud de la película. No es simplemente la historia de una polaca obligada a prostituirse. No es sólo la crónica de un país convertido en una promesa de esperanza. La isla de Ellis es intemporal. Puede ser Gibraltar. Puede ser la costa italiana. Puede ser la frontera con México…
La isla de Ellis es aquel lugar en donde un hombre capaz de renunciar a sus raíces por un futuro puede permitirse soñar.
Y mientras se pueda soñar habrá esperanza.

EL EXTRAORDINARIO VIAJE DE T.S. SPIVET * (7d10)

Existen directores que, pese a contar con una filmografía no demasiado extensa, han conseguido imprimir a sus obras de un sello personal, capaces de hacer que su autoría sirva como definición de un género en sí mismo.
Así, existen las películas de Allen, de Almodóvar y, en el país galo, de Jeunet.
Jean-Pierre Jeunet, cimentado en apuestas visuales impactantes aunque arriesgadas, como Delicatessen, La ciudad de los niños perdidos o, incluso, Alien Resurrección, será siempre recordado por ser el autor de Amelie, y el realizador, en lugar de renegar de ello, se siente orgulloso y repite esquemas en esta nueva película que no pocos han definido como un “Amelie con niño”.
Ambientada en un pueblecito de interior de Estados Unidos narra la alucinante historia de T.S.Spivet, un niño de diez años de una inteligencia sobrenatural que inventa una rueda de movimiento continuo con lo que es correspondido por un prestigioso premio de la organización Smithsorian. 
Atrapado en una familia que no lo comprende (su padre vive encerrado en una imagen del viejo oeste ya caduca, su madre está obsesionada con la investigación de los escarabajos y su hermana solo piensa en su admiración por los concursos de belleza) y con un tormentoso secreto relacionado con la trágica muerte de su hermano gemelo, T.S. decidirá ocultar su verdadera edad y aceptar el premio aunque ello le suponga atravesar medio continente sin más medios que su valor y su inteligencia.
Así arranca esta brillante comedia interpretada por Kyle Catlett y con la participación de Judi Davis (curiosamente una habitual de Allen), Helena Bonham Carter y Cullum Keith Rennie en la que Jeunet hace gala de todo su buen hacer con una historia cargada de ternura y humor sin renunciar a los derroches visuales que le son tan característicos.
Cargada de personajes tan absurdos como adorables, El extraordinario viaje de T.S.Spivet en una conmovedora fábula, casi un cuento, en forma de road movie sobre los valores verdaderamente importantes en la vida y la necesidad de superar los malos momentos haciendo fuerza con los seres queridos en lugar de encerrándonos en nuestra propia soledad interior. 
De esta manera, amparándose en un dramático suceso, Jeunet construye una metáfora sobre la familia y el amor consiguiendo no renunciar en ningún momento a la diversión y recordándonos el valor de la inocencia en la infancia, por más que sea un infante tan especial como este.

AMANECE EN EDIMBURGO (7d10)

Dirigida por Dexter Fletchet, británico que hasta ahora había destacado más en su faceta como actor, Amanece en Edimburgo es un excelente musical que se sirve de la discografía de The Proclaimers (cuyo mayor éxito fue la canción 500 miles) para construir una narración agridulce pero definitivamente optimista sobre las diversas relaciones alrededor de una familia escocesa con las miras puestas en el presente, pasado y futuro según sea la pareja en cuestión.
Todo arranca cuando Davy y Ally regresan después de un tiempo en el ejército y se reincorporan a la vida civil, no sin arrastrar con ellos alguna secuela de su paso por Afganistán. Así, Davy es arropado por sus padres, a punto de cumplir sus bodas de plata, y su hermana Liz, quien a su vez es la novia da Ally. Además, cuando conoce a una enfermera inglesa compañera de trabajo de Liz, Yvonne, quedará completamente enamorado de ella.
Todo parece sonreír a estas tres parejas hasta que durante la celebración del veinticinco aniversario de la boda de los padres todo amenaza con irse al traste: el descubrimiento de una hoja secreta fruto de una infidelidad hace veinticuatro años, el rechazo de Liz a la propuesta de matrimonio de Ally por las diferentes visiones de futuro que tienen cada uno de ellos y el miedo a ser heridos y la falta de comunicación entre Davy y Yvonne provoca que en un abrir y cerrar de ojos la frágil felicidad que se había construido sobre estos seis habitantes de Edimburgo se derrumbe.
Una historia sencilla, tierna y conmovedora que se adapta perfectamente al estilo musical de The Proclaimers y que sirve como lección vital sobre lo mucho que nos gusta complicar lo sencillo y lo proclives que somos todos a echar por tierra la felicidad que tanto ansiamos conseguir.
Sin hurgar demasiado en las heridas ni ahondar en exceso en el drama social (la tragedia de la guerra y sus consecuencias está simplemente apuntado, sin ser centro de atención ni motivo de debate), Fletcher ha apostado por la mirada más amable de una sociedad más proclive a guiarse por el amor y los sueños que a rendirse ante las dificultades, y lo hace merced a una película que a diferencia de otros musicales recientes como Mamma mia! (con la que todos se empeñan en comparar) o Los Miserables, no centra su atención en un reparto espectacular (aunque no sean actores debutantes no encontraremos aquí a ninguna gran estrella que actúe como reclamo publicitario) siendo los temas de The Proclaimers los verdaderos protagonistas del film, temas intensos y cargados de un punto de positivismo aun cuando traten sobre el dolor y el desamor (o incluso la muerte).
Es por ello que Amanece en Edimburgo es un canto a la vida, una película cargada de alegría y esperanza que nos invitará a sale del cine con el corazón alegre y cuyo clímax final,  por más que algunos hayan acusado a la escena del flashmob (baile improvisado en mitad de la calle) de excesivamente simplista y empalagosa, es fiel reflejo del espíritu que pretende impregnar toda la película, símbolo del “buenrollismo” de un pop ligero y pegadizo y de unos personajes con los que es fácil empatizar y encariñarse.

jueves, 10 de julio de 2014

MIL MANERAS DE MORDER EL POLVO (5d10)

Después de la exitosa Ted, que con apenas cuatro duros arrasó en taquilla convirtiéndose en uno de los éxitos sorpresa del 2012, todas las miradas estaban atentas a ver cuál era el próximo paso de Seth MacFarlane, el nuevo niño mimado de Hollywood que ha triunfado en televisión con Padre de familia y American dad, ha sido monologuista, compositor y cantante musical e incluso ha presentado una gala de los Oscars.
Con semejante currículo estaba claro que el cine debía ser su máxima ambición, así que se atrevió a arriesgar y apostar por un género claramente marginal en nuestros tiempos como es el western, cuyas únicas representaciones en los últimos tiempos (si dejamos de lado títulos de corte más intimista) estarían en Valor de ley, de los hermanos Coen y El llanero Solitario, de Gore Verbinski, y ninguna de las dos fueron verdaderos fenómenos en taquilla.
En Mil maneras de morder el polvo MacFarlane, además de ridiculizar y exprimir al máximo todos los tópicos del género trata también de homenajearlo, estando ahí lo mejor del film, con escenas que nos retrotraen a los grandes clásicos y una intensa banda sonora que bebe del mejor Morricone, Berstein y compañía. Para ello, el director de Connecticut ha tirado de agenda y ha conseguido reunir a grandes nombres del cine actual, destacando una deslumbrante CharlizeTheron, un Liam Neeson de fuerte presencia y una Amanda Seyfried acostumbrada a lidiar con grandes estrellas sin dejarse amedrentar. Y no debemos olvidar el buen aporte de algunos secundarios, como Giovanni Ribisi, Sarah Silverman o el cada vez más activo Neil Patrick Harris tratando de desprenderse sin conseguirlo demasiado de su Barnie de ¿Cómo conocí a vuestra madre? El problema, sin embargo, está en que el ego de MacFarlane parece haber crecido tanto que decide reservarse también el papel de protagonista absoluto de la obra, no estando su talento interpretativo a la altura de las circunstancias y tratando de cargar sin conseguirlo con el peso de una historia que se desmorona a su paso.
Albert es un ovejero bastante cafre que se conforma con su vida sencilla junto a sus amigos Edward y Ruth y el gran amor de su vida, Louise. Pero cuando Louise se da cuenta de que es un donnadie y que nunca dejará de serlo decide romper con él y cambiarlo por el exitoso propietario de una tienda de artículos para bigotes, Foy. La vida de Albert se desmorona entonces más de lo habitual y solo la aparición de la atractiva pero dura Anna dará un toque de luz a su amarga existencia. Lo que nadie imagina es que Anna es también la esposa del peligroso ladrón y asesino Clinch Leatherwood.
Como verán, no es que el argumento sea nada del otro mundo, y desde el primer momento se adivina que la historia de una chica atractiva ayudando al protagonista a ser más hombre para acabar seduciendo a la dueña de sus sueños que lo desprecia y ningunea sólo puede acabar con el amor entre ambos. Lo importante de verdad es la sucesión de chistes, a cual más gamberro que campan por sus anchas por la película. Unos chistes que van de lo zafio a lo puramente escatológico y que si bien en algunos casos consiguen fácilmente la carcajada en otros son demasiado desagradables como para aplaudir el ingenio de MacFarlane, que hecha por la borda cualquier momento de inspiración anterior cuando se deja llevar por sus propios tics.
Siendo justo, son más los chistes correctos (algunos incluso brillantes) que los escatológicos, pero estos segundos tienen una fuerza y contundencia tal que al final se conservan en la memoria por encima del resto, haciéndonos pensar que la película parece peor de lo que en realidad es. Además, la presencia del propio MacFarlane hace que el humor visual quede en segundo plano ante un uso y abuso de diálogos para su mayor lucimiento, con lo que cas nos encontramos con una sucesión de monólogos que terminan por cansar.
Aciertos y despropósitos a partes iguales, lo mejor es el retrato realista que se ofrece de la época (mucho menos limpia y glamurosa de lo que Gary Cooper y compañía nos querían hacer creer), sucia y cruel. Y, como en Ted, las dos escenas más aplaudidas y recordadas serán las correspondientes a los cameos (la aparición de Flash Gordon en aquella es sustituida por dos inesperados protagonistas de westerns), que lamentablemente pierden fuerza al haber sido publicitados con anterioridad en diversos medios (y hablo también de revistas especializadas, que no siempre es todo culpa de Internet) y que, por supuesto, no voy a revelar aquí. Nos quedamos así con la reflexión con la que Albert describe al Salvaje Oeste y con algunos momentos especialmente inspirados como los padres de Albert, la coña con las fotografías, etc. Claro que los mejores chistes son, como es habitual, los que ya se ven en el tráiler.
Irregular en su ritmo y para paladares poco sensibles, la película divierte y entretiene, pero deja con una amarga sensación de que se ha perdido la oportunidad de ofrecer una gran comedia, de la que se queda sólo a las puertas.


martes, 8 de julio de 2014

JUNTOS Y REVUELTOS (4d10)

Juntos y revueltos es el título de la última estupidez de Adam Sandler, ese tipo que se cree gracioso pero no lo es y que cada año con tortura con alguna comedia al uso, todas cortadas por el mismo patrón, que representa con total cara de pasmo y sin el más mínimo recurso interpretativo.  Y a los que vayáis a odiarme por criticar tan duramente a un tipo que (de forma incomprensible) es idolatrado por muchos, recordad simplemente los batacazos que se ha pegado cada vez que ha intentado hacer algo ligeramente más serio, como En algún lugar de la memoria o Hazme reír.
A su lado está Drew Barrymore, esa actriz totalmente desubicada que lo mismo pretende ser una sexy chica de acción como en Los Ángeles de Charlie como una estrella del cine romántico sin llegar a cuajar en ningún sitio, de manera que no es ningún referente para las generaciones más jóvenes mientras que para las más veteranas siempre será, simplemente, la niña de ET.
Ambos coinciden después de haberlo hecho ya en 50 primeras citas y, francamente, viendo el carrerón que ambos llevan y la extraña pero reconocible química que hay entre ellos no me cabe la menor duda en que volverán a hacerlo en un futuro próximo.
En la película que toca interpretan un padre viudo y una madre divorciada que nada más conocerse se odian a muerte y que cualquiera que sepa algo de cine sabe que van a acabar enamorados. La excusa para que estén obligados a encontrarse constantemente es un viaje a un resort en África (un resort de cartón piedra que más que un hotel parece Disneylandia) donde casi se puede adivinar lo que va a suceder antes de que ocurra.
No es que la previsibilidad sea lo peor de la película, desde luego, ya que tampoco vamos a pedir milagros y las comedias románticas tienen unos esquemas de los que es muy difícil salirse (me viene a la memoria (500) días juntos y poco más), lo peor es que la mayoría de la película no tiene nada de gracia, los chistes son zafios y la mayoría de las escenas absurdas e incomprensibles. Baste decir que al final ellos dos resultan ser lo mejor de la función, ya que les rodean un elenco de secundarios insoportable (el clásico matrimonio donde ella es una rubia tetona tonta, el omnipresente guía-mayordomo o lo que sea del hotel o un grupo musical que podría haber dado mucho juego y en lugar de ello son espantosamente insoportables) en una historia que arranca espantosamente mal y que solo a partir de la mitad del metraje, cuando se dejan de tanto sketch trillado y ahondan en la ternura y la sensibilidad de sus historias, te permiten simpatizar algo con los personajes y comienzan a invitarte a, por lo menos, sonreír levemente.
Curiosamente, lo que mejor funciona de la película (y esto es una prueba de lo fallida que es) son los momentos dramáticos, referentes a la muerte de la esposa de Sandler o al espantoso y egoísta padre que resulta ser el exmarido de Barrymore (Joel McHale, el Jeff Winger de Community). Que la escena que recuerdo con mejor agrado de una comedia absurda como esta sea a Drew Barrymore cantando a las hijas de Sandler Somewhere over the rainbow, el tema de la película preferida de la fallecida madre y esposa dice poco a favor de la producción.
Con todo, y a pesar de sus muchos errores y momentos bochornosos, la película logra distraer levemente y provocar algún momento de complicidad, logrando hacia su final alzar mínimamente el vuelo, o al menos lo suficiente como para estar por encima de otras obras recientes de Sandler como Niños Grandes 2 o, sin ir más lejos, la reciente comedia estúpida de No hay dos sin tres.

OPEN WINDOWS (7d10)

Cuando parecía que ya no había lugar para la innovación y la originalidad en el cine aparece alguien como Nacho Villalongo, un tipo de los que podríamos denominar (en el buen sentido de la palabra) un friki (baste ver sus acalorados debates en internet sobre comics), que con una vuelta de tuerca al hastiado ya subgénero del metraje encontrado (forma incorrecta en la que se engloba todo aquel cine, mayoritariamente de terror, rodado en plano subjetivo y cámara en mano), logrando un toque de originalidad y con un ritmo sorprendente que parecía imposible de alcanzar sobre el papel.
Elijah Wood, un actor que cada vez parece sentirse más cómodo en este tipo de producciones, es Nick Chambers un fan de la actriz Jill Goddard (interpretada por la porno-star reciclada Sasha Grey) que tras sufrir la decepción de que la diva ha cancelado una cena con él que había ganado mediante un concurso en Internet es invitado por un desconocido a participar en una pequeña “vendetta”, una broma macabra y “voyerista” que terminará convirtiéndose en una pesadilla para la actriz y para el propio Nick.
Nada nuevo bajo el sol. Al menos de entrada. Un interesante thriller donde nada es lo que parece y con interesantes (y retorcidos) giros de guion si no fuese por la salvedad de que todo, absolutamente todo, sucede en una pantalla de ordenador.
Efectivamente, la gigantesca pantalla de nuestro cine se transforma en un portátil desde el que vamos a seguir toda la acción mediante ventanas que el propio Nick abrirá, moverá y cerrará creando un lenguaje cinematográfico completamente novedoso y que, para sorpresa de un servido, funciona a la perfección, pese a la desorientación que puede llegar a causar en ciertos momentos. Eso sí, es requisito imprescindible para el correcto funcionamiento de la película que el espectador se deje llevar y acepte entrar en el juego que Villalongo le propone, o corre el peligro de perder interés por lo que sucede apenas pasada la primera media hora.
Villalongo, más cercano a su brillante ópera prima de Los Cronocrímenes que a su (para mí) fallida Extraterrestre, compone un prodigio narrativo con una montaje complicado y efectivo que le permite manipular a su antojo al espectador llevándolo por el camino que le interesa, y apoyándose prácticamente en dos únicos actores, una sorprendente Shasa Grey que para ser debutante en esto del cine “de verdad” no lo hace nada mal y un Elijah Wood que ha conseguido ya quitarse de encima el sambenito de haber sido Frodo en la trilogía de El Señor de los Anillos y demuestra no tener complejos al componer un personaje más basado en su voz que en su imagen (como en Maniac su rostro solo aparece en reflejos y webcams) con un personaje que recuerda poderosamente al que ya compusiera para Grand Piano, una marioneta del villano en las sombras atrapado en un juego que no comprende y que, en su desconcierto, le permite que poner voz al propio espectador.
Quizá la duda que más me provoca esta película es saber si superaría un segundo visionado. Me explico: una vez alabadas las virtudes de su recurso visual y tras haberme dejado engañar por sus trampas de guion no estoy muy seguro de si la historia tendría la suficiente coherencia y lógica en caso de haber sido narrada de forma habitual y si, por lo tanto, volver a ver la película sabiendo lo que está sucediendo realmente permitiría descubrir que las trampas del guion se transforman en agujeros y los engaños no se sostienen lo suficiente.
Como sea, no es cuestión de buscarle tres pies al gato y lo mejor es dejarse llevar y aplaudir a alguien que se atreve a arriesgar (y esta película es realmente muy arriesgada) con una apuesta que, al contrario de la mayoría de películas de cámara subjetiva (que cuestan cuatro duros y se filman con pasmosa facilidad) supone todo un desafío de montaje y edición.
Y de regalo, un divertido y delirante falso tráiler inicial que bien podría encajar en la colección de desvaríos que Tarantino, Rodríguez y sus amiguetes confeccionaron para Grindhouse.
Si bien no es más de lo que aparenta, una historia de intriga con toques hitchcockianos (el ejercicio de voyerismo tras un ordenador podría verse como un reflejo moderno de La ventana indiscreta), también esconde la película una velada crítica al uso y abuso dela tecnología, a las redes sociales, la dependencia a los smathphones…  un aviso sobre el camino de sumisión tecnológica al que nos avocamos y que si bien nos puede aislar de los que nos rodean al mismo tiempo nos roban toda intimidad.
Desconozco si es técnicamente posible hacer todo lo que hace el villano de la historia desde la distancia pero, francamente, dado el nivel de locura al que estamos llegando, me lo puedo creer.

Estas sí son las consecuencias, terribles y dolorosas, de un mundo interconectado, no la patraña que nos querían contar en Trascendence.


 

viernes, 4 de julio de 2014

CORRUPCIÓN EN EL PODER * (7d10)

Un par de años antes de que Leonardo DiCaprio se metamorfeara de forma excelente en el indescriptible Jordan Belfort el no menos talentoso Kevin Spacer hizo lo propio con Jack Abramoff, un lobista (que no tengo muy claro si existe esta palabra en español) que también a base de estafas y trapicheos logró cierto poder durante la administración de George Bush.
Contada con la misma ironía que el film de Scorsesse, Corrupción en el poder (espantoso y tópico título en español de Casino Jack) cuenta como el famoso  agente empezó a trabajar para una tribu india prometiendo enriquecerlos gracias a sus casinos mientras les cobraba comisiones astronómicas y construía un complejo entramado de sobornos y chantajes que lo llevaron a codearse con el mismísimo presidente de la Casa Blanca. Como en El lobo de Wall Street, este es uno más de los muchos ejemplos de gente sin demasiados escrúpulos que se enriquecieron de forma escandalosa hace unos años y que fueron uno de los muchos detonantes que provocaron la crisis económica mundial que continúa azotándonos sin piedad.
Algo menos histriónica y más terrenal que su contrapartida de la bolsa, Spacer hace una memorable a la par que contenida interpretación que lo llevó a ser nominado al Globo de oro y posiblemente le abriese las puertas a protagonizar la serie de semejante calado House of Cards. El principal mérito del director George Hickenlooper ha sido saber condensar la compleja historia en poco más de hora y media de metraje, aunque por el contrario ello supone momentos algo precipitados que pueden crear confusión si no se está especialmente atentos a las conversaciones a la hora de entender todos los entramados secretos.
Bien secundado por Barry Pepper, Jon Lovitz y Kelly Preston, la película no sólo nos cuenta una historia con humor y emoción, sino que nos deja de nuevo con el mensaje de que el protagonista, por más que termine pagando por sus actos (esto no es un spoiler, la película empieza con su detención) no es más que uno de los muchos corruptos metidos en el ajo, y mientras él sobornaba los congresistas y senadores se dejaban sobornar con total impunidad. Esa es la terrible lectura que hace que películas como esta, vistas junto a títulos como el mencionado El lobo de Wall Street, Margin Call, The Company men y el excelente documental Inside Job, entre otros, nos ayuden a comprender un poco más el panorama actual y como hemos llegado hasta él.

Lo que sí que no tiene explicación es que haya tardado la friolera de cuatro años en estrenarse en España y que solo haya estado una semana en cartel. ¡Qué le vamos a hacer!

TOKAREV * (4d10)

Antes de enfrentarse a esta película uno ya puede formularse dos cuestiones: ¿por qué los jóvenes talentos del cine español deben emigrar a los Estados Unidos en busca de oportunidades? y ¿qué está pasando con la carrera de Nicolas Cage?
Una vez visto el film se obtienen dos respuestas o reflexiones: por un lado, si esto es lo mejor que puede ofrecer como director Paco Cabezas quizá no hayamos perdido demasiado con su marcha; por otro, la carrera de Nicolas Cage simplemente no existe. No se sabe si por necesidad de dinero o sencillamente por falta de ofertas, el ganador de un Oscar y miembro del clan Coppola parece aceptar todo papel que cae en sus manos, sin ningún tipo de criterio, y eso que últimamente cada producción suya sea más olvidable que la anterior.
Tokarev es una mamarrachada sin pies ni cabeza que hereda las clásicas historias de venganza que antaño popularizara el bueno de Charles Bronson y cuyo espíritu en la actualidad  se ha quedado para sí Liam Neelson. Un padre felizmente casado y con un misterioso pasado sufre el secuestro y posterior asesinato de su hija adolescente e inicia una cruzada en busca de unas respuestas que parecen vinculadas con sus ya olvidados tejemanejes con la mafia rusa. Siguiendo todos los esquemas típicos en este tipo de películas (códigos de honor, traiciones, interrogatorios que se transforman en torturas, clanes mafiosos...), el guion es un completo sinsentido, completamente inverosímil y repletos de giros argumentales totalmente absurdos, perdonándole tan solo la jugada final que proporciona por lo menos un toque de originalidad y que logra pillar por sorpresa al espectador.
Hay por medio un puñado de interpretaciones espantosas, empezando por el propio Cage, que no logran salvar ni la presencia de actores reconocidos como Danny Glover, Peter Stormare o Rachel Nichols, por culpa, sobretodo, de lo planos que son sus papeles.

Efímeramente entretenida, previsible e innecesaria, Tokarev no logra aportar nada nuevo al mundo del cine. Y el peluquín de Cage, tampoco.

REDENCIÓN * (7d10)

Si algo bueno tiene el cine de Jason Statham es que no engaña. Cuando uno acude al cine a ver una película del actor británico sabe lo que se va a encontrar: una más que correcta cinta de acción con buenas interpretaciones y una interesante descarga de adrenalina. 
Claro que muchas veces son productos que rozan la serie B, como aquellos añorados títulos de videoclub de los 80, pero entretienen igual, ¿verdad? Y a veces, incluso se sube la apuesta y el protagonista de Transporter atina al arriesgar con algo un poco más sobrio, más brillante que la media de sus trabajos y, por supuesto, que la media del cine de acción actual. Y este es un buen ejemplo de ello.
De la mano del guionista y realizador Steven Knight, quien ya firmara el libreto de Promesas del este, Redención es, como su propio nombre español indica,  una historia de segundas oportunidades, de las consecuencias de los errores del pasado y de la esperanza de conseguir un futuro que se creía perdido para siempre. Sin embargo, Knight no es Kappra ni sus películas cuentos de hadas. Redencion lucha sobre todo por conseguir mantener un tono realista, y es por ello que todo el metraje tiene un regusto amargo y desangelado que Statham sabe plasmar a la perfección.
Joey es un sin techo cuyos retazos de una vida anterior parecen perdidos para siempre y con los únicos recuerdos de fragmentos de una guerra que le causó más cicatrices de las que se pueden apreciar a simple vista. Ahogado en el alcohol y la autocomplacencia, sólo la muerte de una joven tan abandonada como él le hará despertar y luchar por vengar su memoria y, de paso, soñar con la posibilidad de sentirse de nuevo amado y respetado junto a la más inesperada aliada, una monja con un pasado tan tormentoso como el suyo propio.
No es, sin embargo, Redención un simple drama, pues la acción se presenta en grandes dosis y Statham es único en el cuerpo a cuerpo, pero Knight ha logrado dotar a su obra de una reflexión poco común es el género que hacen que se situé un par de peldaños por encima de las demás.
Y es que aun con los tópicos casi inevitables del género,  Redención sabe ser valiente cuando conviene y buscar un camino diferente al esperado que no la convierte en obra maestra pero sí en un título muy recomendable.

Y es que Statham, de nuevo, da en el blanco.

MANIAC * (5d10)

Resulta evidente que Elijah Wood busca desesperadamente deshacerse de su papel de Frodo de El Señor de los Anillos, y para ello qué mejor que refugiarse en el cine de suspense o terror, ya sea como víctima (en Gran Piano y, en breve, Open Windows, curiosamente ambas españolas) o como psicópata (ya lo fue en Sin City). 
Por eso no es de extrañar que haya accedido a interpretar al enfermizo protagonista de Maniac, remake de la película homónima de 1980, que en la versión actualizada de Franck Khalfoun cuenta con la novedad de estar planteada desde el punto de vista del asesino, no solo argumentalmente sino también visualmente.
El mayor acierto de Khalfoun es conseguir hacer interesante el cansino recurso de la cámara en mano, logrando que esta resulte ágil y sorprendente y permitiéndonos entrar en la mente de Frank, un restaurador de maniquíes perturbado incapaz de huir de sus instintos más oscuros.
Así, la película resulta perturbadora y enfermiza, pero no es suficiente para destacar en un género donde ya está todo visto. Hoy en día nadie se inquieta ya ante la imagen de mujeres mutiladas y la generosidad de la sangre, y los sustos contenidos son efectivos pero escasos. 

De esta manera, Maniac logra ser por momentos desasosegante y repulsiva, pero no inventa nada más allá de la cámara subjetiva (original aunque en ocasiones tramposa), por lo que no deja de ser una más del montón, sádica y sin un ápice de humor pero definitivamente previsible.

BIG BAD WOLVES * (5d10)

Que el principal reclamo de esta película sea que Quentin Tarantino la haya definido como la mejor del año tiene supone tanto un punto a favor como en contra. No es de extrañar que al autor de Pulp Fiction le haya apasionado una historia que está claramente  influenciada por su cine y que es a la vez heredera y homenajeadora de los retazos más negros y enfermizos del director de Tennessee.
Big bad wolves arranca con el secuestro de una niña y la posterior investigación y acoso policial sobre el único sospechoso, un reconocido pedófilo presuntamente reformado. Pese a la seriedad del tema, los realizadores Aharon Kershales y Navot Papushado apuestan por el humor negro  para contarnos una historia de venganza repleta de sangre y torturas que podría ser la versión gamberra e insana de la estupenda Prisioneros de Denis Villeneuve.
Si valoramos la película como lo que realmente es, una pequeña producción israelí sin más pretensiones que la de hacernos pasar un mal rato invitándonos a disfrutar del morboso, deleite de ver sufrir a alguien (luego ya se verá si merecidamente o no), la apuesta es sin duda interesante y atractiva, destacando sobretodo la escena inicial (la del secuestro), excelentemente bien filmada y cargada de belleza y poesía, pero si nos dejamos llevar por el hype levantado por el señor Tarantino (y que, no nos engañemos,  es lo que ha facilitado su estreno internacional en salas comerciales), la cosa ya se desinfla un poco, haciéndonos ver que se queda a medio camino en todas sus propuestas, sin ser tan enfermiza como, por ejemplo, Hostel, ni tan gamberra como el cine de los Coen ni tan dura como la mencionada Prisioneros.
No dudo que a Tarantino le haya gustado, pero si hubiese sido él el director estaríamos de acuerdo en que sería su película más floja.

Interesante y entretenida no arriesga más de la cuenta y no debemos esperar de ella más de lo que es, una broma de mal gusto con algún momento aislado ciertamente inspirado.