Nos encontramos ante una pequeña joya del cine más intimista, una especie
de western crepuscular cuyo ritmo lento y guion algo confuso es superado con
creces por la poesía narrativa plasmada en sus imágenes y a la virtud mostrada
por sus intérpretes para reflejar sus dudas y temores, unos sentimientos
marcados por los errores del pasado y las decisiones que puedan marcar sus
futuros.
Cuando Bob escapa de la cárcel convirtiéndose en fugitivo de la ley debe
elegir entre poner toda la distancia posible entre el pueblo y él o regresar en
busca de la mujer a la que ama y la hija a la que no ha llegado a conocer. Con
tan sencillo punto de partida David Lowery consigue plasmar en apenas hora y
media todas las vicisitudes de una historia de amor imposible con evidentes
reflejos del cine de Terrence Malick pero sin los excesos y desvaríos de este,
haciendo alarde de un gran ejercicio de contención y síntesis y prescindiendo
de la violencia gratuita a la que podría estar tentado a entregarse pero sin
huir de ella en los pocos momentos en los que es completamente necesaria. Sabe,
además, sacar el máximo partido a algunos de sus excelentes actores, como
Rooney Mara, Keith Carradine o Ben Foster, siendo Cassey Affleck es eslabón más
débil de esta cadena de pasiones frenadas por su excesiva inexpresividad y
sosería.
Deliciosa película si nos dejamos llevar por la melancolía y tristeza de
sus pasajes aunque coqueteando peligrosamente en demasiados momentos con la
tediosidad con la que acontecen los hechos.
Muy recomendable, aunque no para todos los paladares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario