Antes de enfrentarse a esta película uno ya puede formularse dos
cuestiones: ¿por qué los jóvenes talentos del cine español deben emigrar a los
Estados Unidos en busca de oportunidades? y ¿qué está pasando con la carrera de
Nicolas Cage?
Una vez visto el film se obtienen dos respuestas o reflexiones: por un
lado, si esto es lo mejor que puede ofrecer como director Paco Cabezas quizá no
hayamos perdido demasiado con su marcha; por otro, la carrera de Nicolas Cage
simplemente no existe. No se sabe si por necesidad de dinero o sencillamente
por falta de ofertas, el ganador de un Oscar y miembro del clan Coppola parece
aceptar todo papel que cae en sus manos, sin ningún tipo de criterio, y eso que
últimamente cada producción suya sea más olvidable que la anterior.
Tokarev es una mamarrachada sin
pies ni cabeza que hereda las clásicas historias de venganza que antaño
popularizara el bueno de Charles Bronson y cuyo espíritu en la actualidad se ha quedado para sí Liam Neelson. Un padre
felizmente casado y con un misterioso pasado sufre el secuestro y posterior
asesinato de su hija adolescente e inicia una cruzada en busca de unas
respuestas que parecen vinculadas con sus ya olvidados tejemanejes con la mafia
rusa. Siguiendo todos los esquemas típicos en este tipo de películas (códigos
de honor, traiciones, interrogatorios que se transforman en torturas, clanes
mafiosos...), el guion es un completo sinsentido, completamente inverosímil y
repletos de giros argumentales totalmente absurdos, perdonándole tan solo la
jugada final que proporciona por lo menos un toque de originalidad y que logra
pillar por sorpresa al espectador.
Hay por medio un puñado de interpretaciones espantosas, empezando por el
propio Cage, que no logran salvar ni la presencia de actores reconocidos como
Danny Glover, Peter Stormare o Rachel Nichols, por culpa, sobretodo, de lo
planos que son sus papeles.
Efímeramente entretenida, previsible e innecesaria, Tokarev no logra aportar nada nuevo al mundo del cine. Y el
peluquín de Cage, tampoco.
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