Dirigida por Dexter Fletchet, británico que hasta ahora había destacado más
en su faceta como actor, Amanece en
Edimburgo es un excelente musical que se sirve de la discografía de The
Proclaimers (cuyo mayor éxito fue la canción 500 miles) para construir una
narración agridulce pero definitivamente optimista sobre las diversas
relaciones alrededor de una familia escocesa con las miras puestas en el
presente, pasado y futuro según sea la pareja en cuestión.
Todo arranca cuando Davy y Ally regresan después de un tiempo en el
ejército y se reincorporan a la vida civil, no sin arrastrar con ellos alguna
secuela de su paso por Afganistán. Así, Davy es arropado por sus padres, a
punto de cumplir sus bodas de plata, y su hermana Liz, quien a su vez es la
novia da Ally. Además, cuando conoce a una enfermera inglesa compañera de
trabajo de Liz, Yvonne, quedará completamente enamorado de ella.
Todo parece sonreír a estas tres parejas hasta que durante la celebración del
veinticinco aniversario de la boda de los padres todo amenaza con irse al
traste: el descubrimiento de una hoja secreta fruto de una infidelidad hace
veinticuatro años, el rechazo de Liz a la propuesta de matrimonio de Ally por
las diferentes visiones de futuro que tienen cada uno de ellos y el miedo a ser
heridos y la falta de comunicación entre Davy y Yvonne provoca que en un abrir
y cerrar de ojos la frágil felicidad que se había construido sobre estos seis
habitantes de Edimburgo se derrumbe.
Una historia sencilla, tierna y conmovedora que se adapta perfectamente al
estilo musical de The Proclaimers y que sirve como lección vital sobre lo mucho
que nos gusta complicar lo sencillo y lo proclives que somos todos a echar por
tierra la felicidad que tanto ansiamos conseguir.
Sin hurgar demasiado en las heridas ni ahondar en exceso en el drama social
(la tragedia de la guerra y sus consecuencias está simplemente apuntado, sin
ser centro de atención ni motivo de debate), Fletcher ha apostado por la mirada
más amable de una sociedad más proclive a guiarse por el amor y los sueños que a
rendirse ante las dificultades, y lo hace merced a una película que a
diferencia de otros musicales recientes como Mamma mia! (con la que todos se empeñan en comparar) o Los Miserables, no centra su atención en
un reparto espectacular (aunque no sean actores debutantes no encontraremos
aquí a ninguna gran estrella que actúe como reclamo publicitario) siendo los
temas de The Proclaimers los verdaderos protagonistas del film, temas intensos
y cargados de un punto de positivismo aun cuando traten sobre el dolor y el
desamor (o incluso la muerte).
Es por ello que Amanece en Edimburgo
es un canto a la vida, una película cargada de alegría y esperanza que nos
invitará a sale del cine con el corazón alegre y cuyo clímax final, por más que algunos hayan acusado a la escena
del flashmob (baile improvisado en mitad de la calle) de excesivamente
simplista y empalagosa, es fiel reflejo del espíritu que pretende impregnar
toda la película, símbolo del “buenrollismo” de un pop ligero y pegadizo y de
unos personajes con los que es fácil empatizar y encariñarse.
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