Habría resultado difícil adivinar que cuando Robert Duvall se entusiasmó
con el guion de Bill Wittliff y se empeñó en protagonizar la película iba a ser
el polifacético Emilio Aragón el encargado de dirigirla. Así, el salto a
Hollywood del antiguo "payaso de la tele" tras el buen sabor de boca
que dejó su debut con Pájaros de papel
le supone todo un desafío, para el que decide rodearse de amigos de confianza
como Luis Tosar y Javier Gutiérrez en un breve cameo, aunque todo el peso de la
acción recae en el triángulo formado por Angie Cepeda, Jeremy Irvine y, por
supuesto, Duvall.
Una noche en el viejo
México arranca con dos historias condenadas a entremezclarse, la reunión de un
anciano vaquero con un nieto al que no conocía (una historia que recuerda
ligeramente en las formas a El secreto de
los McCann, con el propio Duvall como cabeza de cartel) y el destino de una
importante cantidad de dinero proveniente del narcotráfico que va cambiando
continuamente de manos.
Con una clara inspiración en la América de Cormac McCarthy, Aragón acierta
en el retrato del viejo y cabezota vaquero que se niega a aceptar que se
encuentra en el ocaso de su vida y que ve en su nieto una oportunidad de
redención a la vez que la adhesión al grupo de la cantante Patty Wafers le da
un soplo de vitalidad, pero pierde
fuelle con la parte más negra de la historia, con una dirección efectiva pero
plana y un ritmo narrativo que quiere parecerse a los hermanos Coen pero no lo
consigue.
Cargada de arquetipos, la película funciona si no se le exige demasiado, si
se acepta como una melancólica mirada a una América crepuscular, tierna a la
vez que desangelada.
Emilio Aragón sale airoso de su aventura, pero carece aún de la fuerza y la
confianza que solo la experiencia puede aportar. Con todo, su apuesta, a la que
se le agradecería algo de riesgo visual, es interesante y atractiva. Solo el
joven Irvine desentona en su justita interpretación.
Y si con ello no nos basta. Valga con recordar al gran, magnífico e
inconmensurable Robert Duvall, cuya simple presencia ya justifica el visionado
de cualquier película.
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