martes, 15 de julio de 2014

BAJO LA MISMA ESTRELLA (7d10)


No es nada novedoso combinar en una misma película drama y romance, más si el drama viene provocado por la existencia de una enfermedad terminal. 
De hecho, cada generación posee su propio ejemplo y aunque ninguna logrará superar a Love Story (no ya por su calidad sino por su trascendencia social que la convirtieron, junto a su tema musical, en un clásico imperecedero) me vienen a la mente títulos como Elegir un amor con Julia Roberts o Un pedacito de cielo con Kate Hudson (de hecho este mismo fin de semana se ha estrenado, coincidiendo en cartelera con Bajo la misma estrella, Ahora y siempre, con Dakota Fanning enferma de leucemia.
Sin embargo pocas películas de este amargo género tienen el acierto de saber disfrazarse de comedia para enfrentarse a la enfermedad desde el humor (muy negro, por supuesto) y la ironía.
Hazel Grace es una adolescente que lucha a diario contra un cáncer de tiroides que se le ha extendido por los pulmones. Sin embargo, su mayor preocupación no es enfrentarse al dolor y la muerte, sino la imposibilidad de llevar una vida normal, tanto en la relación con sus propios padres como ante la posibilidad de encontrar amigos que la comprendan en lugar de comparecerla. Su única vía de escape es la novela Un dolor imperial, del americano afincado en Ámsterdam Peter Van Houten, al que se aferra como si fuese un bote salvavidas pese a lo abrupto de su final. Pero todo cambia cuando conoce a Gus Waters, que aparentemente ha derrotado a un osteosarcoma que se ha llevado por delante su pierna derecha, y obsesionado por no ser olvidado. Pronto entablan una gran amistad (a la que hay que sumar a Isaac, el mejor amigo de Gus, cuyo cáncer de ojos lo acerca a una irremediable ceguera) que, naturalmente, terminará derivando en amor.
Teniendo en cuenta estos elementos y el detalle de que todo parte de una exitosa novela juvenil de John Green, el director Josh Boone lo tenía muy fácil para caer en la tentación del melodrama de lágrima fácil y romance adolescente empalagoso,  pero la película prefiere apostar por el optimismo y el deseo de vivir que ya reflejaba la novela, huyendo del abuso de escenas de hospital y momentos de sensiblera fácil para construir una historia de amor dónde las alegrías pretenden superar a las tragedias y donde de lo que se trata es de saber vivir, no de saber morir, y con el romántico viaje a Ámsterdam para conocer al escritor como punto álgido de la historia.
Posiblemente el gran acierto del film haya que encontrarlo en su pareja protagonista, con una gran Shailene Woodley, que está sensacional cargando con todo el peso de la película (y que demuestra que puede ser una gran actriz dramática como se vio en Los descendientes mejor que la heroína aplaudida por muchos entre los que no me incluyo por esa tontería de Divergente) y con un Ansel Elgort (precisamente su hermano en la mencionada distopía) que no se queda atrás, y con el toque de calidad que aportan dos veteranos como Laura Dern y Willem Dafoe en roles secundarios. 
Woodley y Elgort poseen una química innegable que traspasa la pantalla y logran que sus personajes resulten creíbles y transmitan toda la carga emocional precisa para poder empatizar con ellos.
Pero al fin, por muchos momentos distendidos y pese a tener a dos adolescentes descubriendo el amor, el verdadero y gran protagonista es el cáncer y ello obliga a que, irremediablemente, todo tenga que derivar hacia el drama. Ya lo avisa Hazel Grace en la escena inicial: la vida real no es como en las películas y no todo puede arreglarse con una canción de Peter Gabriel.
Así que nadie se lleve a engaños: la historia de Hazel Grace y Gus nos hará reír, emocionarnos, enamorarnos y hasta soñar. Pero también nos hará llorar, no lo dudéis. Porque, al fin y al cabo, llega un momento en que la realidad debe tomar el mando.
Con la única pega de un metraje quizá algo excesivo y un ritmo algo errático (el viaje a Ámsterdam es un punto clave de la historia, pero está situado apenas a mitad de la película: aquí alguien debería haberle hablado a Josh Boorne de la diferendia entre el ritmo narrativo de una novela y el de una película) , Bajo la misma estrella (título que homenajea al propio Shakespeare) es emocionante y apasionada y merece ser vista tanto por lo que es como por saber evitar lo que podría haber sido.
Y es que por fin alguien ha entendido que una película protagonizada por adolescentes no debe ir dirigida sólo a adolescentes. Y más mientras Hollywood siga tratando a los adolescentes como a imbéciles. 

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