Resulta evidente que Elijah Wood busca desesperadamente deshacerse de su
papel de Frodo de El Señor de los Anillos,
y para ello qué mejor que refugiarse en el cine de suspense o terror, ya sea
como víctima (en Gran Piano y, en
breve, Open Windows, curiosamente
ambas españolas) o como psicópata (ya lo fue en Sin City).
Por eso no es de extrañar que haya accedido a
interpretar al enfermizo protagonista de Maniac,
remake de la película homónima de 1980, que en la versión actualizada de Franck
Khalfoun cuenta con la novedad de estar planteada desde el punto de vista del
asesino, no solo argumentalmente sino también visualmente.
El mayor acierto de Khalfoun es conseguir hacer interesante el cansino
recurso de la cámara en mano, logrando que esta resulte ágil y sorprendente y
permitiéndonos entrar en la mente de Frank, un restaurador de maniquíes
perturbado incapaz de huir de sus instintos más oscuros.
Así, la película resulta perturbadora y enfermiza, pero no es suficiente
para destacar en un género donde ya está todo visto. Hoy en día nadie se
inquieta ya ante la imagen de mujeres mutiladas y la generosidad de la sangre,
y los sustos contenidos son efectivos pero escasos.
De esta manera, Maniac logra ser
por momentos desasosegante y repulsiva, pero no inventa nada más allá de la
cámara subjetiva (original aunque en ocasiones tramposa), por lo que no deja de
ser una más del montón, sádica y sin un ápice de humor pero definitivamente
previsible.
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