Cuando
parecía que ya no había lugar para la innovación y la originalidad en el cine
aparece alguien como Nacho Villalongo, un tipo de los que podríamos denominar
(en el buen sentido de la palabra) un friki (baste ver sus acalorados debates en
internet sobre comics), que con una vuelta de tuerca al hastiado ya subgénero
del metraje encontrado (forma incorrecta en la que se engloba todo aquel cine,
mayoritariamente de terror, rodado en plano subjetivo y cámara en mano),
logrando un toque de originalidad y con un ritmo sorprendente que parecía
imposible de alcanzar sobre el papel.
Elijah
Wood, un actor que cada vez parece sentirse más cómodo en este tipo de
producciones, es Nick Chambers un fan de la actriz Jill Goddard (interpretada
por la porno-star reciclada Sasha Grey) que tras sufrir la decepción de que la
diva ha cancelado una cena con él que había ganado mediante un concurso en
Internet es invitado por un desconocido a participar en una pequeña “vendetta”,
una broma macabra y “voyerista” que terminará convirtiéndose en una pesadilla
para la actriz y para el propio Nick.
Nada
nuevo bajo el sol. Al menos de entrada. Un interesante thriller donde nada es
lo que parece y con interesantes (y retorcidos) giros de guion si no fuese por
la salvedad de que todo, absolutamente todo, sucede en una pantalla de
ordenador.
Efectivamente,
la gigantesca pantalla de nuestro cine se transforma en un portátil desde el
que vamos a seguir toda la acción mediante ventanas que el propio Nick abrirá,
moverá y cerrará creando un lenguaje cinematográfico completamente novedoso y
que, para sorpresa de un servido, funciona a la perfección, pese a la
desorientación que puede llegar a causar en ciertos momentos. Eso sí, es
requisito imprescindible para el correcto funcionamiento de la película que el
espectador se deje llevar y acepte entrar en el juego que Villalongo le
propone, o corre el peligro de perder interés por lo que sucede apenas pasada
la primera media hora.
Villalongo,
más cercano a su brillante ópera prima de Los
Cronocrímenes que a su (para mí) fallida Extraterrestre, compone un prodigio narrativo con una montaje
complicado y efectivo que le permite manipular a su antojo al espectador
llevándolo por el camino que le interesa, y apoyándose prácticamente en dos únicos
actores, una sorprendente Shasa Grey que para ser debutante en esto del cine “de
verdad” no lo hace nada mal y un Elijah Wood que ha conseguido ya quitarse de
encima el sambenito de haber sido Frodo en la trilogía de El Señor de los Anillos y demuestra no tener complejos al componer
un personaje más basado en su voz que en su imagen (como en Maniac su rostro solo aparece en
reflejos y webcams) con un personaje que recuerda poderosamente al que ya
compusiera para Grand Piano, una
marioneta del villano en las sombras atrapado en un juego que no comprende y
que, en su desconcierto, le permite que poner voz al propio espectador.
Quizá
la duda que más me provoca esta película es saber si superaría un segundo
visionado. Me explico: una vez alabadas las virtudes de su recurso visual y
tras haberme dejado engañar por sus trampas de guion no estoy muy seguro de si
la historia tendría la suficiente coherencia y lógica en caso de haber sido
narrada de forma habitual y si, por lo tanto, volver a ver la película sabiendo
lo que está sucediendo realmente permitiría descubrir que las trampas del guion
se transforman en agujeros y los engaños no se sostienen lo suficiente.
Como
sea, no es cuestión de buscarle tres pies al gato y lo mejor es dejarse llevar
y aplaudir a alguien que se atreve a arriesgar (y esta película es realmente
muy arriesgada) con una apuesta que, al contrario de la mayoría de películas de
cámara subjetiva (que cuestan cuatro duros y se filman con pasmosa facilidad)
supone todo un desafío de montaje y edición.
Y
de regalo, un divertido y delirante falso tráiler inicial que bien podría
encajar en la colección de desvaríos que Tarantino, Rodríguez y sus amiguetes confeccionaron
para Grindhouse.
Si
bien no es más de lo que aparenta, una historia de intriga con toques hitchcockianos
(el ejercicio de voyerismo tras un ordenador podría verse como un reflejo
moderno de La ventana indiscreta),
también esconde la película una velada crítica al uso y abuso dela tecnología,
a las redes sociales, la dependencia a los smathphones… un aviso sobre el camino de sumisión
tecnológica al que nos avocamos y que si bien nos puede aislar de los que nos
rodean al mismo tiempo nos roban toda intimidad.
Desconozco
si es técnicamente posible hacer todo lo que hace el villano de la historia
desde la distancia pero, francamente, dado el nivel de locura al que estamos
llegando, me lo puedo creer.
Estas
sí son las consecuencias, terribles y dolorosas, de un mundo interconectado, no
la patraña que nos querían contar en Trascendence.
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