martes, 8 de julio de 2014

OPEN WINDOWS (7d10)

Cuando parecía que ya no había lugar para la innovación y la originalidad en el cine aparece alguien como Nacho Villalongo, un tipo de los que podríamos denominar (en el buen sentido de la palabra) un friki (baste ver sus acalorados debates en internet sobre comics), que con una vuelta de tuerca al hastiado ya subgénero del metraje encontrado (forma incorrecta en la que se engloba todo aquel cine, mayoritariamente de terror, rodado en plano subjetivo y cámara en mano), logrando un toque de originalidad y con un ritmo sorprendente que parecía imposible de alcanzar sobre el papel.
Elijah Wood, un actor que cada vez parece sentirse más cómodo en este tipo de producciones, es Nick Chambers un fan de la actriz Jill Goddard (interpretada por la porno-star reciclada Sasha Grey) que tras sufrir la decepción de que la diva ha cancelado una cena con él que había ganado mediante un concurso en Internet es invitado por un desconocido a participar en una pequeña “vendetta”, una broma macabra y “voyerista” que terminará convirtiéndose en una pesadilla para la actriz y para el propio Nick.
Nada nuevo bajo el sol. Al menos de entrada. Un interesante thriller donde nada es lo que parece y con interesantes (y retorcidos) giros de guion si no fuese por la salvedad de que todo, absolutamente todo, sucede en una pantalla de ordenador.
Efectivamente, la gigantesca pantalla de nuestro cine se transforma en un portátil desde el que vamos a seguir toda la acción mediante ventanas que el propio Nick abrirá, moverá y cerrará creando un lenguaje cinematográfico completamente novedoso y que, para sorpresa de un servido, funciona a la perfección, pese a la desorientación que puede llegar a causar en ciertos momentos. Eso sí, es requisito imprescindible para el correcto funcionamiento de la película que el espectador se deje llevar y acepte entrar en el juego que Villalongo le propone, o corre el peligro de perder interés por lo que sucede apenas pasada la primera media hora.
Villalongo, más cercano a su brillante ópera prima de Los Cronocrímenes que a su (para mí) fallida Extraterrestre, compone un prodigio narrativo con una montaje complicado y efectivo que le permite manipular a su antojo al espectador llevándolo por el camino que le interesa, y apoyándose prácticamente en dos únicos actores, una sorprendente Shasa Grey que para ser debutante en esto del cine “de verdad” no lo hace nada mal y un Elijah Wood que ha conseguido ya quitarse de encima el sambenito de haber sido Frodo en la trilogía de El Señor de los Anillos y demuestra no tener complejos al componer un personaje más basado en su voz que en su imagen (como en Maniac su rostro solo aparece en reflejos y webcams) con un personaje que recuerda poderosamente al que ya compusiera para Grand Piano, una marioneta del villano en las sombras atrapado en un juego que no comprende y que, en su desconcierto, le permite que poner voz al propio espectador.
Quizá la duda que más me provoca esta película es saber si superaría un segundo visionado. Me explico: una vez alabadas las virtudes de su recurso visual y tras haberme dejado engañar por sus trampas de guion no estoy muy seguro de si la historia tendría la suficiente coherencia y lógica en caso de haber sido narrada de forma habitual y si, por lo tanto, volver a ver la película sabiendo lo que está sucediendo realmente permitiría descubrir que las trampas del guion se transforman en agujeros y los engaños no se sostienen lo suficiente.
Como sea, no es cuestión de buscarle tres pies al gato y lo mejor es dejarse llevar y aplaudir a alguien que se atreve a arriesgar (y esta película es realmente muy arriesgada) con una apuesta que, al contrario de la mayoría de películas de cámara subjetiva (que cuestan cuatro duros y se filman con pasmosa facilidad) supone todo un desafío de montaje y edición.
Y de regalo, un divertido y delirante falso tráiler inicial que bien podría encajar en la colección de desvaríos que Tarantino, Rodríguez y sus amiguetes confeccionaron para Grindhouse.
Si bien no es más de lo que aparenta, una historia de intriga con toques hitchcockianos (el ejercicio de voyerismo tras un ordenador podría verse como un reflejo moderno de La ventana indiscreta), también esconde la película una velada crítica al uso y abuso dela tecnología, a las redes sociales, la dependencia a los smathphones…  un aviso sobre el camino de sumisión tecnológica al que nos avocamos y que si bien nos puede aislar de los que nos rodean al mismo tiempo nos roban toda intimidad.
Desconozco si es técnicamente posible hacer todo lo que hace el villano de la historia desde la distancia pero, francamente, dado el nivel de locura al que estamos llegando, me lo puedo creer.

Estas sí son las consecuencias, terribles y dolorosas, de un mundo interconectado, no la patraña que nos querían contar en Trascendence.


 

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