viernes, 29 de mayo de 2020

Reflexiones: ASÍ ME SIENTO

Os quiero. Es lo primero que quería decir. Os quiero a todos y os doy gracias infinitas por vuestro apoyo en estos días tan difíciles para mí. Y quiero que sepáis que no os debéis sentir mal al leer este texto. Esto no es por vosotros, es por mí. Solo por mí.
En ocasiones, la vida se conjura para ponerte la existencia patas arriba. Tener a la mujer a la que amas a 600 kilómetros es una faena incluso con la conectividad de hoy en día. Sumémosle a eso cierta incertidumbre en el trabajo que se ha terminado por traducir en cambios indeseados y desconcertantes. Mientras, el resto del mundo, ajeno a mis problemas, se hunde en una pandemia sin precedentes en el mundo globalizado de hoy en día. Pero nada de eso importa de veras porque yo iba a lo mío, con entradas y salidas de hospitales y recibiendo noticias médicas cada vez más pesimistas. Y al final, cuando parece que no lo debería aguantar más y que todo a mi alrededor vaya a explotar si no encuentro la manera de regresar a una rutina en la que sentirme seguro, mi padre, mi progenitor, mi figura a seguir, se me va. Me concede sin pedirlo su parte de rutina que hará que me olvide de salas de espera clínicas, sillones para acompañantes en cuartos compartidos y llamadas aterradoras a media noche. Y es entonces cuando todo se tambalea de verdad, cuando aquella seguridad que ilusamente pensaba que sostenía mi universo se viene abajo y todo cobra un nuevo sentido.
Y vosotros, los amigos, los familiares, en definitiva, los seres queridos, me llamáis o me buscáis por la calle para preguntarme que cómo estoy. Y yo no sé qué contestar.
Tampoco sé lo que nadie quiere que le conteste. ¿Una perorata interminable de lloros y lamentos? ¿Un discurso de autoayuda banal? ¿O, simplemente, una mentira piadosa en la que os diga que todo va bien?
Y la verdad es esa. Estoy bien. O al menos eso mismo me digo a mi mismo. He tragado sapos y culebras sin notar ningún sabor amargo y me he sorprendido a mí mismo. Me he decepcionado, incluso, con mi propia tolerancia al dolor. Es como si, en el fondo, no me lo creyese. ¿Mi padre ha fallecido? «No», me repito. Simplemente no está por aquí. Como la excusa cobarde que se le da a un niño pequeño para no enfrentarse a la realidad. «Papá se ha ido a un sitio y ya no lo vas a volver a ver, pero no te preocupes, todo está bien». Solo que no lo está. Y aunque sea capaz de seguir riendo, soñando y amando, llega la noche y los fantasmas aparecen de debajo de la cama, del interior de los armarios, hablándome, susurrándome al oído maldiciones que se transforman en pesadillas primero y en noches en vela después. Ecos que me persiguen y atormentan cuando saben que estoy más vulnerable. Y es entonces cuando más necesito un cuerpo al que abrazar a mi vera, cuando más me angustian unas normas sanitarias que me impiden escapar de esta ciudad cargada de recuerdos, cuando más me rebelo contra una situación laboral que me asfixia lentamente.
«¿Cómo estoy?», me preguntáis. «¿Cómo estoy?», me pregunto yo mismo. Y la respuesta, la respuesta sincera, al menos, es que no estoy bien. Que me ahogo, sintiendo un puño que me aprisiona el pecho. Y el recuerdo de los montones de papeles por ordenar, de las llamadas por hacer y de los trámites por realizar son solo la gota que colma el vaso de mi aguante, acosado por una cabeza que no deja de trabajar, incapaz de encontrar un interruptor con el que desconectarla.
De día lo disimulo con presteza. Me engaño a mi mismo lo suficiente para creerme que no pasa nada y que todo va bien, Por la noche, la cruda realidad me golpea, burlándose de mi hasta el amanecer.
Quizá ahora, que me he enfrentado a mi mismo, pueda saber como reaccionar. Quizá ahora descubra si es cierto eso de que «la verdad os hará libres». Quizá ahora, cuando me preguntéis que cómo estoy no sea tan benevolente y me aferre más a la verdad de mi alma.
O quizá, ignorando que me conocéis demasiado como para dejaros engañar, os diga simplemente que estoy bien.
Y me anima pensar en el futuro. Ese futuro en el que estáis todos a mi lado, donde las distancias dejarán de importar y tendré conmigo a la persona a la que amo, donde mis fantasías volverán a tomar vida una vez más en forma de novela. Donde todo será mejor, aunque él siga sin estar aquí.
Y es un futuro hermoso y esperanzador. Un futuro que deseo con toda mi alma. Pero lo malo del futuro es que, por definición, siempre está por llegar. Y ahora solo me queda aferrarme a un presente descorazonador y cruel.
Y no, siento decirlo al fin, pero no estoy bien.

jueves, 14 de mayo de 2020

Reflexiones: ¡¡VIVA EL BENITO!!

Incluso el incendio más poderoso termina por apagarse. Puede ser un fuego devastador, con una fuerza incontrolable, capaz de arrasar con todos los obstáculos que se le presenten. Pero tarde o temprano la llama se extingue y solo quedan restos carbonizados y, quizá, pavesas incandescentes que se elevan flotando por el aire hasta deshacerse lentamente y desaparecer.
Ese eres tú, papá. Has sido fuego. Has luchado contra todo y has vencido siempre. Naciste en el tópico de un pueblecito sin más futuro que el trabajo del campo y te rebelaste contra él. Manchego de nacimiento, fuiste «el catalán» en Madrid hasta que Barcelona te adoptó. Atrás quedó ese Bañuelos que te crió y que se ha convertido en el protagonista de una novela que ya nunca podrás leer (no en formato físico, al menos), pero que será mi regalo póstumo.  Aquí, en la Ciudad Condal, te reinventaste a tu imagen y semejanza. Fuiste lo que quisiste ser y te enamoraste como solo la gente con un fuego interno como el tuyo pueden hacerlo. Y fuiste feliz. Has vivido lo suficiente para demostrar al mundo hasta donde era capaz de llegar un humilde vendedor de escasos estudios, llevaste a tu mujer a descubrir las maravillas demedio mundo y dejas como legado un hijo que siempre os recordará a los dos con orgullo y emoción. Has vivido lo suficiente para disfrutar del Barça de los seis títulos, ver el mundo temblar con crisis financieras y amenazas terroristas. Has visto caer torres, pero, como tú mismo augurabas, no has esperado a ver levantarse otras, como las de la Sagrada Familia, aunque la visión de su interior siempre te acompañó. Grutas de Capadocia, calles de Nueva York, paseos por Lombard Street, visiones del Cristo Redentor, las cataratas de Aiguazú, haciendo a Niágara empequeñecer, las apuestas en Las Vegas, los fiordos al atardecer, lagos de Escocia, de Viena a Budapest, un crucero por el Caribe, la Cuba de Fidel… Pero de todos tus recuerdos, ninguno como ver amanecer, paseando entre los pinos que desafían la gravedad en los acantilados de Santa Cristina, esa playa escondida justo al lado de Lloret donde te diste el «sí, quiero» al único amor que de verdad has tenido.
Has vivido tiempos extraños, en los que los colegios incentivaban a los niños a regalar para el día del padre ceniceros de barro y estuches de madera de balsa para guardar tabaco. Y en mis dibujos, siempre dedicados con amor, tu eterno pitillo en los labios, bajo ese bigotito también imperecedero, y en una mano, el cubata de ron. Recuerdo como desconfiabas de los ordenadores, pero, casi por obligación, entraste en el mundo tecnológico del que mamá siempre renegó: primero el fax, luego el móvil y ahora hasta wasap. Y si nos hubieran concedido más tiempo, habrías terminado con Facebook, Twitter e Instagram… Y tus tomates… ¡Qué decir de esos tomates que cultivabas y eran la envidia de media Mas Altaba! Y tras una mala salud de hierro, como dice la canción, hace tres años las fuerzas te empezaron a fallar. Creo que todo vino, en realidad, cuando te arrancaron por sorpresa un pedacito de corazón que al Más Allá fue a parar y, como fichas de dominó, todo se empezó a derrumbar. Al fin ha llegado el momento propicio: tu hígado convertido en una pelotita de papel de fumar y el mundo sumido en una locura por una pandemia que nadie sabe cómo controlar. «Hasta aquí hemos llegado», has debido pensar, y sabiendo que dejas a tu hijo en un gran momento de felicidad, has despreciado ese tópico de que «l Cielo puede esperar». Porque puede que el Cielo no tenga prisa por llevarte, ni tú por llegar a él, pero hay alguien que sí te espera y ese encuentro compensa cualquier sufrimiento que hayas podido tener. En breve, mamá y tú estaréis juntos, y aunque derrame miles de lágrimas por ti, en el fondo estoy contento por ese encuentro e incluso siento un puntito de envidia. Dile, por favor, que alguna noche me venga a ver.
Atrás dejas amigos, hermanos y familiares, compañeros de trabajo, una exnuera que se niega a olvidarte, una nueva nuera que te quiere hasta dolerle, y un futuro que donde habrá quienes sin llegar a conocerte en persona también te sabrán querer. Escucho tu respiración mientras escribo estas líneas, tomo tu mano fría y me pregunto si sigues ahí, si todavía estás a mi lado o si ya te has ido con ella, dejando atrás sólo un cuerpo marchito al que podamos velar. ¿Será como imaginamos, con una luz al final del túnel y mamá esperándote en la entrada, para tomarte de la mano y guiarte el resto del camino? Vosotros, que habéis sido viajeros incansables, debéis realizar este último y maravilloso viaje juntos. Y me consuela saber que al fin os vais a encontrar. Es más fácil imaginar un Barça sin Messi que una vida sin ti, pero debo (todos debemos) aprender a hacerlo y recordar que ahora estás en un lugar mejor.
La pavesa en la que te has convertido vuela hacia el firmamento, cada vez más intangible, destinada a convertirse en un puntito de ceniza sin más. Pero en nuestro recuerdo, en nuestro corazón y en todo lo que nos supiste regalar, tu fuego sigue por siempre encendido.
Y algún día cercano en alguna otra boda, seguro que alguien de nuevo gritará lo de «Viva Benito».
Te quiero, papá. Todos te queremos. Feliz viaje…

Reflexiones: LA ÚLTIMA PELÍCULA

(Recuperación de un escrito que realicé en el blog Medinadas el 26/5/2011)


Las luces se apagan y el telón se abre ante ti. Aunque John Barry llegó con tu película ya empezada, nada impide que las primeras notas del score de "Memorias de África" suenen mientras la pantalla se ilumina mostrando el rostro de tu amigo Mateo que, sonriendo tras su tupida barba, te da la bienvenida.
Durante los títulos de créditos hermosos paisajes se entremezclan y no tienes dudas de que se trata de una película sobre viajes. En primer lugar, las hermosas montañas nevadas de Suiza, con un tono descolorido y apagado por el paso del tiempo. A continuación, el Gran Cañón, Corcovado, las cataratas del Iguazú, Nueva York, el Teide...
Aunque no prestas mucha atención al reparto, te das cuenta que no participan tus dos actores preferidos (Richard Gere, el más guapo, y Steven Seagal, el más duro), aunque la lista de participantes es impresionante, desde el Tirone Power con el que suspirabas de joven hasta un madurito Paul Newman. No falta ni el cameo de Michael Jackson y alguien te indica que Liz Taylor aparecerá en breve.
Comienza la película y reconoces en un plano fijo la casa de Mas Altaba, con su entrada de piedras irregulares en la que te espera una tumbona verde pintada con infinito detalle por tu hermana Carmen. Es un colorido mundo de esmaltes y acuarelas donde reconoces a una mujer bajita que te ofrece una cálida sonrisa. "Te estaba esperando", te dice, "pero no tan pronto". Es tu madre, a la que todos llamaban "la abuelita pequeñita", deseosa de abrazarte de nuevo. Tras ella, Teófila, se encuentra tu padre, el abuelo Santos, al que la mayoría de la familia no llegamos a conocer, pero que sin duda fue un gran hombre si fue capaz de tener una hija como tú. pronto la pantalla se llena de personajes secundarios que fueron principales en tu vida: tu cuñado Eduardo, tu tía Vicenta, amigos de la infancia a los que pensabas que no volverías a ver, familia nunca demasiado cercana, mi amigo Germán (qué mal te lo debía hacer pasar cuando nos íbamos todos por ahí en moto hasta las tantas) y una cruz militar que representa lo que pudo haber sido y no llegó a ser.
Recuerdos tristes amenazan con asaltarte, pero la candidez de sus sonrisas te embriaga, contagiándote de felicidad. Levantan sus brazos hacia ti y te dejas llevar, abrazándolos a todos a la vez, uniéndote a ellos al otro lado de la pantalla. La música de Barry da paso a ese ritmo country que tanto te gustaba bailar en las fiestas del poli y te giras un instante fugaz para despedirte.
Aquí seguimos todos, en la primera fila del cine, observando con lágrimas en los ojos como tu película pasa a fundido a negro. Papá, Raquel y yo nos abrazamos, temblorosos. A nuestro lado están tío Enrique y tía Carmen. Y tus sobrinos. Y tus cuñados. Y tus amigos y vecinos. La sala está a rebosar. Seguro que nunca te habrías esperado tanta gente, ¿verdad?
No falta nadie. Y todos te lloramos. Todos te recordamos. Todos te amamos.
Hoy hace seis meses que empezó tu película, una película hermosa en la que ya no hay dolores de espalda, ni problemas de oído. Sin miedos ni preocupaciones. Una película en la que estás acompañada de amigos y seres queridos y en la que, tarde o temprano, acabaremos actuando todos, juntos de nuevo.
No se si podrás vernos desde tu lado de la pantalla, pero te aseguro que nosotros, desde el nuestro, nunca dejaremos de pensar en ti.

Desde que te fuiste, no hay un solo día en el que no pasemos por taquilla aunque sea tan solo por verte en el tráiler y pensemos: «¡maldita sea!-: ¿por qué no aplazaron tu estreno un poquito más?»

viernes, 8 de mayo de 2020

Vista en Disney+: AGENTE CARTER

Creada como secuela espiritual de Capitán América: El primer Vengador, y con el propósito de ser compañera televisiva de Agentes de SHIELDAgente Carter tuvo una vida efímera y complicada.
Antes de que en DC se vanagloriasen de su feminismo impostado haciendo protagonista a una mujer (Wonder Woman) en una película de superhéroes, la agente Peggy Carter protagonizaba su propia ficción, en la que detallaba las vicisitudes de una mujer tratando de destacar en un mundo de hombres. Sin pretender ser un alegato social, la primera temporada refleja muy bien la complicación de ser una mujer inteligente y luchadora y que, una vez finalizada la II Guerra Mundial, solo la requieran para traer cafés y archivar.
De errático estreno en España (la compró Tele5 pero la dejó demasiado tiempo guardada en un cajón, el que la cancelasen tras su segunda temporada me quitó las ganas de verla, por más que Peggy Carter me haya hecho derramar más de una lagrimita a lo largo de sus escasas apariciones por el MCU, pero la noticia de que el personaje sería recuperado en la temporada final de Agentes de SHIELD y el hecho de que esté disponible en Disney+ me ha animado a darle una oportunidad.
Lo cierto es que la primera temporada está francamente bien, notándose en su argumento la mano de Christopher Markus y Stephen McFeely (que están acreditados como creadores y escriben algún episodio), con la química entre Peggy y Jarvis, el mayordomo de Stark, es de lo más acertado de la ficción. Estamos ante un buen entretenimiento, con buenas dosis de acción y una intriga bastante más elaborada que en la mayoría de temporadas de su prima hermana de Agentes de SHIELD. En la segunda temporada, sin embargo, el listón baja ligeramente y diez episodios se me antojan excesivos para desarrollar una trama que no termina de engancharme lo suficiente, alejándose (quizá por el cambio de localización: de Nueva York al soleado Hollywood) de ese tono noir de la primera y con una villana que curiosamente recuerda bastante a Hedy Lamarr, de la que hablé en la anterior entrada.. Con todo, sigue siendo un buen pasatiempo y da pena que en la ABC no tuviesen más paciencia con ella y nos llegasen a explicar cómo entre Peggy y Stark llegan a fundar SHIELD.

Visto en Filmin: BOMBSHELL, LA HISTORIA DE HEDY LAMARR

En estos tiempos que se debate tanto entre el feminismo y el patriarcado, voy a formular algunas preguntas: ¿puede una mujer increíblemente hermosa ser también inteligente? Y de ser así, ¿es posible que se le llegue a valorar por su inteligencia tanto como por su belleza? Y la última: en el caso más que probable de que el físico sea lo que más se le admire, ¿es posible que ella, que recordemos es una mujer muy inteligente, llegue a obsesionarse con la pérdida de esa belleza hasta acabar desequilibrada?
Estas son algunas de las preguntas que pueden surgir a raíz de Bombshell: La historia de Hedy Lamarr, un documental que repasa la historia de Hedy Lamarr, quien llegó a ser definida como la mujer más hermosa del mundo y cuyo camino en Hollywood no fue, precisamente, un camino de rosas, causado, entre otras cosas, por haber madurado como actriz a la sombra del déspota Louis B. Mayer (Judy Garland fue otra de sus muchas víctimas, como reflejaba la película Judy). Con pocos, pero sonados, éxitos de taquilla (su trabajo en Sanson y Dalila fue su mayor logro), su imagen era imitada por las jóvenes de la época y tuvo momentos de gloria en la que la amaban tanto hombres como mujeres, alternándose con otros momentos casi de ostracismo absoluto debido a los proyectos mediocres que le ofrecían y por el estigma que supuso su debut cinematográfico en su Austria natal, en una escena en la que representaba, por primera vez en la historia del cine, un orgasmo femenino.
Sin embargo, lo verdaderamente interesante de Hedy Lamarr era su faceta como inventora, que la llevó a desarrollar un prototipo de comunicación cifrado con finalidades militares que supuso las bases para el futuro bluetooth y redes wi-fi.
Dirigido por Alexandra Dean, la obra es un interesante repaso por su vida y obra, alternado con declaraciones de sus descendientes y fragmentos de sus obras. Demasiado convencional, quizá, el mayor defecto del documental es que no ofrece nada demasiado novedoso a quien conozca ligeramente la historia de la actriz, pero que resultará muy interesante para aquellos que se acerquen por primera vez a su figura.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Visto en Amazon: GOOD OMENS

Nacida inicialmente en el canal Starz, la adquisición de Amazon Prime Video para la distribución internacional de la serie American gods fue el primer encuentro entre Amazon y Neil Gaiman, autor todoterreno que lo mismo escribe historias para el comic (creador de The Sandman, revisionó el Universo Marvel en la mini-serie alternativa Marvel: 1602 y sin duda su versión de Los Eternos tendrá mucho que decir en la inminente película del MCU),  novelas (entre las más conocidas destacan Stardust y Coraline, ambas adaptadas a la pantalla grande) o guiones de televisión (ha trabajado, entre otras, en Doctor Who).
Good omens (buenos presagios) fue su primera novela, escrita en colaboración con Terry Pratchett, una loca y satírica lucha entre ángeles y demonios en el momento en que el Anticristo llega a la tierra, anunciando el Armagedón.
La serie de Good omens, narrada en primera persona por Dios con la voz de Frances McDormand, cuenta la imposible amistad entre el ángel Aziraphale y el demonio Crowley, que data desde los tiempos del Edén, y como su amor por la humanidad los lleva a revelarse contra su propia naturaleza para, con la ayuda de una bruja y un cazabrujas, evitar su destrucción total.
A medio camino entre la aventura, el misterio y el humor, Good omens se basa en su poderío visual (en ocasiones se nota que el guion es más pretensioso de lo que el presupuesto aconseja, pero tampoco es que eso moleste demasiado) y en el buen trabajo de los protagonistas, en especial un David Tennant desatado y un Michael Sheen que resulta simplemente enternecedor en su fragilidad.
Bastante loca y absurda en algunos momentos, Good omens es de esas historias que podrían rozar la irreverencia, pero con un estilo tan elaborado que no debería llegar a ofender a nadie, quedando en una gamberrada muy bien lograda y que provoca una adición casi hipnótica.
En resumen, una propuesta muy recomendable para quien busque algo diferente, extravagante, conscientemente ridícula y, por si con lo dicho no fuese suficiente, con música de Queen de fondo. No hace falta pedir más.

Visto en Amazon: THE REPORT

Sigo aprovechando el confinamiento para descubrir películas que no se hayan dejado ver en pantalla grande. Y aunque Amazon como productora suele estrenar en cines, The Report es una de esas excepciones donde la película ha sido destinada, al menos en nuestro país, directamente al streaming. Definitivamente, los tiempos están cambiando.
A menudo se utilizan frases hechas para definir una película o para valorarla. Me viene a la mente, por ejemplo, eso tan trillado de «la ciudad es un personaje más» o, la que más me divierte: «es una película necesaria».
Si determinamos que el cine, tanto el más culto e intimista como el blockbuster uro y duro, parte con la finalidad de entretener, ¿la necesidad de conocer la realidad de una historia debe influir en la valoración de una película? No lo creo. De un documental, posiblemente sí. Pero no de una película de ficción. Porque, no lo olvidemos, el cine es ficción, más allá de lo fidedigno que pueda llegar a ser lo que narra.
Digo esto porque esa «necesidad» de dar a conocer la historia es lo que más mueve a The Report, escrita y dirigida por Scott Z. Burns, quien viendo su trayectoria como guionista y productor no cabe duda que es un autor comprometido con la causa, y producida por Steve Sodelbergh. Como ya sucediera con la historia de Katherine Gun (Keira Knightley en Secretos de estado), la película versa sobre la conveniencia de sacar a relucir los trapos sucios del gobierno de los Estados Unidos y si ese acto se puede considerar de patriotismo o traición.
En este caso es Adam Driver quien se pone en la piel de Daniel Jones, quien a las ordenes de la senadora Dianne Feinstein se encarga de investigar y sacar a la luz los métodos de tortura de la CIA en prisioneros islamistas tras los atentados del 11-S.
Ciertamente, la película es dura y revela una serie de verdades que no pueden menos que escandalizar, pero de nuevo me veo en la obligación de recalcar que esto no es un documental, sino una película. Pese a contar con un interesante reparto (están por ahí Annette Bening, Jon Hamm, Corey Stoll, Michael C. Hall o Jennifer Morrison, entre otros), la película se podría casi reducir en decir que va sobre «gente que habla». Reuniones en despachos, conversaciones en salones y cosas así. Muy poco cinematográfico. Un buen trabajo de actores, diálogos grandilocuentes y la necesidad de ser un verdadero apasionado sobre el tema para hacer que la película no resulte soporíferamente aburrida. Sí, la película es muy realista y lo que cuenta se debe conocer, pero desde el punto de vista artístico no hay nada que interese de verdad más allá de saber si van a conseguir callar al protagonista o si el informe llegará a salir a la luz (aunque si uno es muy ducho en política americana posiblemente lo sepa de antemano). Porque sobre el tema principal, no hay duda alguna. Ya el título, en realidad, reza así: The torture report, sin dar pie a que se especule sobre si hay algún misterio detrás o no. Los agentes de la CIA torturaron y se da por hecho desde el minuto uno. Fin de la película.
En fin, buenas intenciones que en este caso no bastan (a mi al menos no) para componer una película interesante que ni el bueno de Driver puede llevar a buen puerto.

Valoración: Cuatro sobre diez.

Visto en Disney+: THE MANDALORIAN

No sé si le tengo mucha fe al nuevo canal de streaming que se ha sumado a la guerra por destronar a Netflix y que, según los expertos, lo va a conseguir. Disney + tiene un catálogo maravilloso para niños y bastante interesante para frikis que estén dispuestos a devorar productos Marvel o Star Wars una y otra vez, pero con dos grandes lacras: la ausencia de novedades (y más después de cómo afecte a los estrenos la crisis del coronavirus) y su propuesta extremadamente infantilizada, que impiden que el catálogo incluya películas adultas de la recién adquirida Fox (echo mucho de menos la presencia de Alien o Depredador) y que cometan ridículos actos de censura como el perpetrado contra la inocente Un, dos, tres… Splash!
Una de esas pocas novedades que va a ofrecer Disney +, y la que por ahora es la principal excusa para darse de alta, es la serie de The Mandalorian, recién estrenada en nuestro país aunque misteriosamente se haya podido ver de manera polo lícita hace ya unos meses a una calidad perfecta y totalmente doblada al español (¿estrategia de la propia Disney?).
The Mandalorian pertenece, obviamente, al universo de Star Wars, localizándose más o menos entre la trilogía clásica y la moderna, es decir, entre los episodios VI y VII. Sin embargo, para no complicar más las cosas, la historia se aleja de la familia Skywalker para seguir los pasos a un cazarrecompensas mandaloriano que debe localizar y entregar a una peculiar criatura y a quien decide terminar por proteger, creándose muchos enemigos.
La serie cuenta con ocho episodios en los que han ido alternándose diferentes directores pero con dos mentes pensantes dando forma a todo: Dave Filoni, verdadero gurú de Star Wars y responsable máximo de las series de animación The clon wars y Star Wars: Rebels, y Jon Favreau, nuevo niño mimado en Disney tras haber iniciado el UCM con Iron Man y haber llenado las arcas de la compañía con El libro de la Selva y El Rey León.
Tras un buen arranque, la trama amenaza con aflojar en el ecuador de la misma, amenazando con caer en el procedimental y tocando fondo con el episodio cuatro, titulado «El Santuario», casi un remiendo de Los ocho magníficos (aunque a mi me vino a la mente más bien la versión más carca de El Equipo A). Afortunadamente, solo es un bache necesario para provocar el viaje espiritual y moral del personaje hacia unos nuevos derroteros para poder brillas en los dos episodios finales, donde se aprecia el más puro sabor a Star Wars y se demuestra que es posible expandir el Universo sin recurrir a los Skywalker, a los Jedi o ni siquiera a la Fuerza.
Para la historia quedará ya el personaje de El Niño, que para todos será siempre Baby Yoda, y las ganas de que llegue ya la segunda temporada (ya está confirmada la tercera) son enormes. Es de este tipo de series, junto con las anunciadas de Marvel, de lo que se va a nutrir Disney+, aunque el espacio entre estrenos se me antoja un handycap bastante insalvable.

martes, 5 de mayo de 2020

Reflexiones: BIENVENIDOS AL DESCONFINAMIENTO CONFIADO

Pues parecía que lo que no iba a llegar nunca por fin ha llegado. Ha empezado el proceso gradual de confinamiento. ¿O no? Porque, como a más de media España, esto de las fases no me queda nada claro. Ahora se supone que estamos en la Fase Cero del desconfinamiento. Y, que yo sepa, el cero no tiene ningún valor, así que entiendo que en realidad no estamos aún en el desconfinamiento. ¿La Fase Cero no debería ser desde que se decretó el Estado de Alarma y la Fase Uno marcar el principio del desconfinamiento? Esto no es más que otra prueba más (la menos importante, eso es cierto) de lo tontos que son los que dirigen este país. Y lo digo en plural porque imagino que alguien habrá escribiéndole notas al de arriba, ¿no? Espero que no se lo guise y se lo coma él solito porque entonces sí que vamos apañados.
Sea como sea, lo llamen como lo llamen, el desconfinamiento ya ha empezado. Y lo sé porque esta mañana he salido brevemente a llevar mi televisor a reparar (espero que lo aceptéis como una salida de fuerza mayor) y la marea de gente que había por la calle superaba se sobras la de un martes cualquiera de antes de la pandemia. Si no fuese por las mascarillas que llevaban algunos (que no todos, y de guantes ni hablamos), nadie pensaría que en los hospitales siguen comando los muertos. Y no hablo de deportistas ni padres con niños (a esos hay que darlos de comer aparte), sino de gente paseando, sentándose en grupos en bancos a fumar, ancianos caminando en pareja sin saber ni lo que significa la distancia de seguridad… El gobierno no lo ha dicho, pero parece que lo que se ha decretado ya es el Estado de Confianza. Y luego nos quejaremos…
Y puestos a quejarnos, aunque estoy de acuerdo en que durante el proceso los políticos deben ser los primeros en dar ejemplo y mostrarse unidos y solidarios, yo me pregunto: ¿en qué fase podemos ya hablar claro y pedir responsabilidades (o mejor, dimisiones) al gobierno. Porque ya no me queda ninguna duda de que peor lo podrían haber hecho (basta con mirar hacia los USA para tener una referencia), pero mucho peor, tampoco. Cada aparición pública del presidente ha sido un despropósito mayor que el anterior que solo ha servido para crear confusión y ser fuente de memes. Y del cómico ese del pelo cano mejor ya ni hablo. Que si las mascarillas no sirven de nada, que si puede que, a lo mejor sí, que si ahora son obligatorias…
Sí, ya sé que podéis estar pensando: que esto no se lo esperaba nadie y que cualquiera habría podido patinar igual. Posiblemente sí, y por eso quiero dejar claro que mi crítica es hacia el presidente de España porque es el que hay (ya sea por votación democrática, pactos secretos en plan Supervivientes o lo que sea), y no me fijo en el color de su camiseta ni en el lado hacia el que se incline. Si fuese otro el que gobernase y lo hubiese hecho igual, diría lo mismo. Porque tengo muy claro que hay que pedirle responsabilidades por lo mal que se ha tratado la pandemia y, peor todavía, por lo mal que está tratando ahora la salida de la misma. De haber reaccionado mejor y con más firmeza, nos habríamos ahorrado muchas muertes por las que solo nos queda llorar, y por muy fuerte que pueda sonar esto, una gran cantidad de esas muertes deberían pesar en la conciencia de los que gobiernan.
¿Cómo decías? ¿Qué al principio nadie podía prever que la cosa iba a ser tan grave? Quizá sea cierto. Quizá casi nadie podía imaginar hasta donde se iban a poner las cosas de feas. Casi nadie, insisto. Porque al menos hubo dos personas que sí se lo pudieron temer. Una es el presidente de Portugal, que viendo las barbas del vecino cortar decidió aplicar un duro confinamiento pese a que el número de contagios era, en comparación, ridículo. El otro fui yo, modestia aparte, que ya advertí en su momento que viendo lo que estaba pasando en Italia no había motivos para pensar que aquí no fuese a sr igual o peor. Y como no me creo un genio, doy por hecho que hay en el mundo más gente como el presidente de Portugal y como yo. Aunque, por lo visto, en el Gobierno Español, no.
Luego vendrán con lo de que había que proteger la economía y que no se puede parar a todo un país, pero al final el país ha parado igual (no por previsión, sino por muertes) y la economía está ya agonizante. ¿O es que todos los autónomos, los dueños de los comercios pequeños, los restauradores, los del sector turístico, del espectáculo, etc. etc. que siguen sin trabajar ni saber cuando lo podrán hacer (al menos con normalidad) estarían ahora mucho peor si desde el principio la confinación hubiese sido más dura y radical?
Y ahora, con el desconfinamiento ridículo que estamos haciendo (y que revela que hay muchos españoles tontos, lo cual explica porque haya llegado a gobernar otro tonto), me queda claro que si superamos la epidemia será porque el propio virus así lo quiera, ya sea por el clima, por agotamiento o porque está aburrido de que los humanos se lo pongan tan fácil. Que si es por nosotros…
Pero bueno, en un rato, a las ocho, muchos saldrán al balcón y se pondrán sus propias medallitas. Buenos, muchos no, que a esa hora la mayoría se va a hacer deporte, aunque hasta el viernes no supiese ni como era un Decathlon por dentro. Pues os hago saber que yo no salgo ningún día a mi terraza a las ocho. Es más, incluso el simple acto me molesta. Y no es un tema de insolidaridad, para nada.
No salgo porque después de hacerlo los primeros días e incluso emocionarme por el acto (yo mismo tengo a muchos familiares cercanos en el mundo de la sanidad; y del comercio, y de la industria…) un día me di cuenta de que todo eso era una chorrada. La gente salía a los balcones porque era la hora del cachondeo. Corrían wasaps de citas para bailar, para brindar con cubatas, se celebraban cumpleaños y se cantaba el Resistiré, que es el tema que se ha elegido como himno y que demuestra que en realidad ese homenaje de las ocho de la noche no es por los sanitarios (y los dependientes, y los que trabajan en la industria…), sino por nosotros mismos, los confinados, que sufrimos mucho en casa por no saber decidir cual va a ser la próxima serie que vamos a ver en Netflix mientras castigamos a los muelles del sofá. Y si esto fuese algún tipo de acto festivo como el que quería celebrarse en los balcones de Barcelona (conciertos cancelados demostrando que también en el Ayuntamiento condal hay tontos dirigiendo) y se organizara una gran fiesta cada sábado por la noche, por ejemplo, pues me parecería muy bien. Que el cuerpo, ganas de cachondeo sí que tiene. Pero esos cuatro minutos ridículos que solo sirven para aliviar las conciencias, darnos palmaditas en la espalda y pegar cuatro gritos como borrachos por la ventana, pues a mí no me vale.
En fin, que yo sigo en las mías. El confinamiento se hizo a medias tintas y el desconfinamiento se está haciendo igual. Pongo un ejemplo en el terreno de lo personal: ¿me puede explicar alguien qué lógica tiene que yo no pueda coger mi coche, guardadito en la soledad de un garaje, e ir con él hasta mi segunda residencia, fuera de la provincia, sin entrar en contacto con ser humano alguno, pero sí puedo ir a correr a empujones por el paseo marítimo, hacer cola en la peluquería ocupando media acera o ir a un salón de tatuajes?
Pero bueno, ahora que me he desahogado y se me ha pasado la pataleta me doy cuenta de que quizá este faltando a alguien al respeto. Al fin de cuentas, he llamado tonto al presidente de España, a la alcaldesa de Madrid, al señor de pelo cano y, más o menos, a casi todos los españoles irresponsables que hacen lo que les viene nen gana por las calles, pero luego sobrecargan el móvil con videos y mensajitos de #quedateencasa que por educación no les voy a decir por donde se los pueden meter. Pero a lo mejor estoy equivocado. A lo mejor no son tontos y debo pedirles disculpas. A lo mejor el tonto soy yo por ver las cosas de otra manera. Así que nada, mejor dejo de escribir ya y me preparo para salir a la terraza a aplaudir antes de ir a fingir que corro un poco, y mañana ya me inventaré a qué negocio pido hora para salir más todavía porque lo de los niños y el perro me viene mal.

domingo, 3 de mayo de 2020

Visto en Netflix: EL JUEGO MÁS FRÍO

Uno de los méritos que hay que reconocerle a Netflix es que se dedica a producir y distribuir películas de todo tipo de países. El juego más frío, por ejemplo, es un buen ejemplo, una película polaca (aunque rodada en inglés y ruso) que difícilmente habríamos podido ver por aquí de no ser por el streaming.
Con Bill Pullman como máximo reclamo, la película ficciona una historia de espías con la crisis de los misiles de Cuba como telón de fondo ambientada en una final mundial de ajedrez entre Estados Unidos y la URSS cuyos integrantes no son Bobby Fischer y Boris Spassky pero que se les parecen mucho.
Alguien podría pensar que la combinación entre el ajedrez, la guerra fría y una producción polaca suena algo aburrido, y en cierto modo no le falta razón. Pero no porque la historia no pueda resultar apasionante (imaginen lo que Tom Clancy habría hecho con este planteamiento), sino porque el director Lukasz Kosmicki demuestra su falta de experiencia en el lenguaje cinematográfico (se había dedicado hasta ahora a las series) y a la película le cuesta encontrar un ritmo apropiado para hacer más digerible un guion algo tramposo y, en ocasiones, falto de coherencia.
Con todo, la película entretiene bastante y ofrece un retrato fiel a la tensión que reinaba en el mundo a mediados de los 60’, resultando especialmente interesante que, por una vez, el narrador no lo haga desde un punto de vista americano, aunque en ocasiones lo parece.


Valoración: Seis sobre diez.

Visto en HBO: AVENUE 5

Hace apenas un rato comentaba el problema que tienen las comedias como Future man, pues necesitan de varios episodios para que el espectador conozca a los protagonistas y los pueda amar (u odiar, según sea el caso) lo suficiente como entusiasmarse con la misma.
Algo parecido me sucedió con Avenue 5, solo que la conexión fue más rápida y la sensación de vacío (solo hay una temporada disponible) más dolorosa.
Avenue 5 se sitúa en un futuro no muy lejano en el que los cruceros turísticos se realizan alrededor de Júpiter en lugar vadeando islas mediterráneas. Ahí se encuentra el capitán Ryan Clark, interpretado por un Hugh Laurie que consigue sacarse con mérito el disfraz del doctor House, casi una leyenda debido a su heroica intervención en un accidente en un crucero anterior.
A bote pronto, conociendo en pinceladas a la tripulación y a algunos de los pasajeros, con sus historias de matrimonios en crisis y demás, la cosa amenaza con recordar a una especie de Vacaciones den el mar pero con toque cómico y en el espacio, pero la cosa cambia drásticamente con el primer giro de los acontecimientos, un incidente que provoca que lo que iba a ser un viaje de ocho semanas se prolongue hasta los tres años y cada uno de los personajes se deba quitar las caretas para demostrar su verdadero yo.
Ahí es cuando arranca con fuerza la serie, rompiendo esquemas y demostrando un humor negro muy malvado que funciona a la perfección. Incluso los elementos de escatología (hay un gran anillo de mierda alrededor de la nave) están mucho más integrados que en la mencionada Future man, consiguiendo tratar temas espinosos con una mala baba tan insana como aplaudible.
Una comedia, en fin, que va creciendo a medida que avanza la trama y con un final que te hace desear con ansias el estreno de la segunda temporada.

Visto en Netflix: DANGEROUS LIES

Resulta curioso como el confinamiento al que el terrible coronavirus y un gobierno incompetente nos está sometiendo puede llegar a cambiar nuestra percepción del mundo del cine. Dangerous lies (insisto en la indecisión de los señores de Netflix de traducir o no los títulos de sus películas) es uno de los éxitos del momento, muy bien posicionada entre lo más visto y acaparando comentarios en redes sociales. Sin embargo, vista en cualquier otro momento de la historia, esto no pasaría de ser un telefilm de sobremesa más y la pregunta realmente interesante sería la de querer saber qué narices hace por aquí un grande como Eliott Gould. De hecho, todos los trabajos hasta la fecha de su director Michael Scott, son películas para televisión, así que el salto al streaming ya de por sí es un gran paso para él.
La película está protagonizada por Camila Mendes y tiene una fotografía (de lo mejor del film) de Ronald Richard, los dos procedentes de la serie Rivendale, y esto es lo que, junto a la efímera participación de Gould, lo que más lustro da a la historia.
Katie es una cuidadora cariñosa y eficiente que tras la muerte del millonario al que cuida resulta ser su única heredera. La mansión del hombre, a la que se traslada de inmediato junto a su marido en paro, está llena de secretos que pronto se van a convertir en pesadillas para la pareja que, además, va a descubrir que el dinero, en ocasiones, crea más conflictos de los que arregla, incluso entre ellos mismos.
La película tiene un aire de envolvente misterio que funciona relativamente bien, haciendo que el espectador quede pegado a la trama olvidándose de las múltiples carencias del film. Al final, todo resulta ser un puzle extremadamente tramposo donde la mayoría de personajes actúan de forma poco racional por exigencias del guion, pero poco importa durante su visionado, siempre y cuando no se indague demasiado en la trama al finalizar el mismo.
Con la Mendes cargando con todo el peso de la trama, la película invita a una suspensión de la credulidad que permiten disfrutar de ella como lo que es, un entretenimiento sin pretensiones ideal para estos días de encierro y rápida de olvidar.


Valoración: Cinco sobre diez.

Visto en HBO: FUTURE MAN

Comentaba hace un par de entradas la sensación de que conforme avanza mi edad mis gustos van cambiando. No quiero decir con esto que me vaya a abandonar esa vena friki de la que me siento orgulloso, pero cuando productos como Future man se me antojan fuera de mi target, algo está pasando.
En formato de veintipocos minutos por episodio, una de sus mejores armas, Future man nace del espíritu friki del propio Seth Rogen, notándose su mano en algunas escenas más escatológicas o soeces de lo habitual en este tipo de comedias. El argumento es simple: un chico logra llegar al final de un dificilísimo videojuego para descubrir que todo era en realidad parte de un proceso de selección para encontrar a un héroe capaz de salvar a la humanidad. Vamos, como en aquella película de 1984: Starfighter, la aventura comienza, como dejan claro en la propia serie.
La diferencia es que en este caso se va a jugar mucho con los viajes temporales, pudiendo así dedicarse a homenajear a diversos referentes de culto, con Terminator como el más evidente (incluso en el tipo de fuente de los créditos es un calco) y Regreso al futuro a la zaga que se supone que debería hacer las delicias de los aficionados al género.
Mi problema con la serie es que me costó bastante entrar en ella. Esto es algo habitual en las comedias de media hora, en las que se necesita un tiempo para coger cariño a los personajes, pero en este caso el esfuerzo fue mayor de lo esperado. Aún así, una vez logré que el trío protagonista me cayese bien, acepté de buen gusto la premisa que me ofrecían, siendo el episodio dedicado a James Cameron el que realmente me pareció brillante (pese a los estropicios que hace un traductor inepto con muchos de los chistes en la versión española).
Resulta curioso, además, que en la segunda temporada evitan conscientemente jugar a la repetición y hay un giro argumental que sorprende para bien, por más que el juego de los guiños se minimice, estando casi en una serie diferente donde solo los protagonistas coinciden.
En espera de la tercera temporada, que se está emitiendo en estos momentos en Estados Unidos y puede verse por aquí semana a semana en inglés, la propuesta es una buena recomendación por su pasatiempo ligero y sus múltiples referencias nerds, aunque las escenas de acción sean un poco casposas y los efectos especiales no sean tan brillantes como la ambición de los guiones pretende. Eso sí, hay que aceptar esas pinceladas de humor de brocha gorda propia del cine de Rogen que pueden no ser del agrado de todos.

Visto en Netflix: TYLER RAKE (EXTRACCIÓN)

Conocido a nivel mundial por su personaje de Thor en la franquicia de Marvel, Chris Hemsworth lleva ya un tiempo tratando de demostrar que es algo más que una cara bonita. Tras papeles serios en películas de prestigio, como Rush, de Ron Howard, o Blackhat: Amenaza en la red, de Michael Mann, últimamente parecía sentirse más cómodo en el terreno de la comedia (incluso Thor, a petición suya, ha ido tomando ese rumbo), como demuestran Cazafantasmas o Men in black international. Por eso sorprende este retorno al cine de acción puro y duro, sin ningún ápice de humor, al que realmente solo se había acercado ligeramente en 12 valientes.
Resulta curioso que este cambio de registro lo haya hecho, sin embargo, de la mano de aquellos que, junto a Taika Waititi, sacaron su vena más cómica en Vengadores:Endgame (aunque yo sigo pensando que su personaje es terriblemente desgarrador), los hermanos Russo, que producen esta nueva película de Netflix basada en un comic que ellos mismos idearon y donde Joe Russo ha firmado el guion en solitario, dejando las tareas de dirección al debutante Sam Hargrave, viejo amigo de los Russo con quien tiene un lago currículo de colaboraciones en dirección de segunda unidad y fotografía.
Tomando como referencia el nombre del protagonista (aunque creo que Netflix se lo debería mirar en esto de las traducciones de sus títulos al español, por muchas partes aparece con el título de Extracción), Tyler Rake tiene una premisa sencilla: un mercenario atormentado por un drama de su pasado debe rescatar a un niño víctima de un conflicto entre bandas internacionales por el control del mercado de la droga. Así, el guion es algo flojo y rudimentario, aunque se agradecen los intentos de dar algo de profundidad al personaje de Hemsworth, pero donde realmente brilla Tyler Rake es en su puesta en escena, con una acción que no da respiro, cruel y sangrienta (aunque sabiendo evitar el regocijarse en ello) y donde destaca una escena concreta, en falso plano secuencia, que se ha convertido en lo más comentado en redes (junto a su final) durante este confinamiento.
Tyler Rake es, en fin, acción pura y dura, con un Hemsworth que pone toda la carne en el asador y suficientes pinceladas en forma de mini tramas secundarias para que el interés se mantenga, llegando a conseguir incluso alguna que otra sorpresa.
Cine de evasión de primera que podría incluso convertirse en franquicia.

Valoración: Siete sobre diez.

Visto en Netflix: EL BOSQUE

Estrenada hace ya un par de años en NetflixEl bosque es de esas series que aparecen de tapadillo y, casi por sorpresa, se convierten en el producto del que todo el mundo habla.
De producción francesa, la serie de sólo seis episodios nos muestra un (en apariencia) apacible pueblo de montaña donde un grupo de adolescentes parecen tener un turbio secreto. Sin embargo, el peso de la trama recae en Eve, interpretada por Alexia Barlier, una joven sin pasado que fue hallada en mitad del bosque siendo una niña y que intenta ayudar al nuevo inspector de policía a resolver un caso de desapariciones.
Con un tono oscuro y desagradable, en contraste con los bellos paisajes, la serie recuerda en estética a la alemana Dark (aunque sin los complicados viajes temporales, no os asustéis), viniéndome a la mente, en algún momento, las dos películas estrenadas hasta la fecha basadas en la Trilogía del BaztanEl guardián invisible y Legado en los huesos.
Quizá lo peor de la serie es que tiende a confundir al espectador respecto a sus intenciones, aparentando plantear al principio un misterio en torno a las niñas y los secretos que ocultan para dejarlo luego en segundo plano y convertirse en una intriga policial de desapariciones. Aún así, no funciona mal en ningún momento, y aunque la directora, Delinda Jacobs, no tenga ni de lejos la pericia de David Fincher, a quien se le dan muy bien estos temas, la breve duración de la serie consigue que el interés nunca decaiga y la intriga se mantenga forme hasta el último y resolutivo episodio.
Puede que en algún momento, el brillante desarrollo de personajes haga que el factor dramático impere sobre el misterioso, y que la ausencia de algún elemento mínimamente sobrenatural (el bosque parecía que iba a ser un elemento casi vivo de la trama, así como la incursión de cierto personaje e incluso de un lobo blanco) amenace con decepcionar a un tipo concreto de espectador, pero lo cierto es que la elección de Jacobs potencia el componente humano y transmite mejor la angustia de los protagonistas, traspasando la pantalla y contagiando al espectador, especialmente si se trata de padres de adolescentes.

Reflexiones: CREO QUE ME ESTOY HACIENDO MAYOR

Tengo un recuerdo de mi infancia.
Bueno, en realidad tengo muchos, pero en estos momentos me quiero referir a uno en concreto.
Se ubica a mediados de los ochenta, en esa época dorada del cine de acción donde tipos como Schwarzenegger estaban en el top de mis ídolos y me aprovechaba de la sesión continua para ver las películas una y otra vez. En aquellos años en los que los superhéroes aún no habían invadido el cine (el Superman de Donner quedaba ya algo lejano y el Batman de Burton estaba por llegar), el cine de acción cargado de esteroides era lo que más molaba. Recuerdo también que muchas de esas películas las disfrutaba en compañía de mi madre que, por algún motivo que nunca llegaría a comprender, decidió que Steven Seagal era uno de sus atores favoritos. Sin embargo, yo era consciente de que esos gustos no eran los más habituales, y que a la mayoría de aficionados pertenecientes a su generación, esas películas eran ruido y poco más.
Ya en esa época me asaltó una duda: ¿era una cuestión generacional o de edad? Y a eso le siguió la correspondiente pregunta: ¿dejará de gustarme este cine a medida que me haga mayor?
Siempre me he negado a creerlo. Quizá es porque, en cierto modo, estoy infectado (al menos en parte) por ese maravilloso virus llamado “síndrome de Peter Pan”. Y he vivido convencido de ello, rodeado de comics y novelas de terror. Hasta hace bien poco.
Uno de los primeros síntomas de alarma llegó con la película Warcraft. Sí, ya sé que la crítica se cebó con ella y se le pueden poner muchos peros a nivel cinematográfico, pudiendo definirse perfectamente todo lo que está mal en ella de una forma académica y sin derecho a réplica. Pero más allá de eso, mi gran problema es lo mucho que me aburrí con ella. Creo que pocas películas han provocado debates más encendidos con mis amigos que el descalabro de Duncan Jones.
Desde entonces, he sufrido decepciones similares. Algunas datan incluso de mucho antes, pero no ha sido hasta ahora que he tomado plena conciencia de ello. La saga Transformers, sin ir más lejos, es otro claro ejemplo. Y aunque entiendo el placer culpable que provoca el cine de Michael Bay no me sentí tan abrumado como, por lo visto, debería por cosas como la reciente 6 en la sombra.
Pero la gota que ha colmado el vaso, datada en estas últimas navidades, fue el estreno de El ascenso de Skywalker. Puede que no sea un mega fan de Star Wars, pero al fin y al cabo soy de esa gente que ha crecido junto a la epopeya de George Lucas, odiándolas y reconciliándome con ellas a medida que se estrenaban (y reestrenaban) y que se emocionó al escuchar de nuevo la fanfarria de John Williams al comienzo del Episodio VII. No digo que me aburriese (me parece imposible aburrirse con una película como esta, que no da un momento de tregua), pero lo cierto es que me resultaba bastante indiferente todo lo que me mostraban en pantalla. Ni siquiera me sirvió para cabrearme, como sí lo hiciera Rian Johnson y esa cosa llamada Los últimos Jedi. Simplemente, era como si viese fuegos artificiales en blanco y negro, como si viese una historia desde lejos que ni me atañe ni me importa. Y no estamos hablando de una película cualquiera, sino del final de una saga histórica. Con ella se daba carpetazo (o eso dicen) al apellido Skywalker y nos íbamos a despedir de personajes como los de Luke, Han y Leia (sobre todo Leia). Y, sin embargo, no llegué a emocionarme ni una sola vez. Ni una lagrimita. Nada…
Sé que no estoy muerto por dentro porque sigue habiendo cosas capaces de tocarme la fibra sensible. Y, por fortuna, Vengadores: Endgame me recuerda lo que es sentir un terremoto emocional en una sala de cine, pero más allá de mi (espero) eterno amor hacia Marvel, el cine más espectacular y comercial me está empezando a cansar.
Más ejemplos: me causa un hastío impresionante el simple hecho de pensar en una película de acción real de Disney. Otro: me importa un churro lo que James Cameron esté haciendo con sus múltiples Avatar. Otro más: me agota que cada equis años aparezca de nuevo en pantalla Schwarzenegger luciendo sus gafas de sol negras y buscando una excusa para decir eso de: “Volveré”.
Así que me temo que sí. Al final, me estoy haciendo mayor. Y hay ciertas películas que no son las más idóneas para la gente mayor.

O quizá lo que suceda es, simplemente, que son malas películas…

sábado, 2 de mayo de 2020

Visto en Netflix: CODE 8

Hay películas que no deben ser consideradas solo por su calidad y entretenimiento, sino por sus pretensiones y la manera en la que han llegado a ser una realidad.
Este podría ser el caso de Code 8, simpática película de ciencia ficción policiaca que, si se pretendiera comparar con productos hollywoodienses al estilo de Michael Bay o los hermano Russo caería en el más completo de los ridículos, pero analizada como lo que realmente es se me antoja casi un pequeño milagro visual.
La historia de la película empieza con el empeño de los primos Amell (Arrow uno, secundario en The Flash el otro) en convertir en película un cortometraje que habían protagonizado sobre un futuro cercano en el que las personas con superpoderes son reales y en el que la sociedad los odia casi tanto como los teme. Vamos, algo que ya estaba muy arraigado en la franquicia mutante de Marvel desde la época de Claremont pero pasado por un rasero más realista y con un punto de crítica social al presentarnos a una policía casi fascista.
Esta es, en realidad, una historia sobre mafiosos, en la que los “superhéroes” se alejan del concepto de tipos con mallas y capas para convertirlos en algo más terrenal. El protagonista, un “eléctrico”, ha mantenido sus poderes ocultos, pero cuando la enfermedad de su madre alcanza un estado crítico acepta mezclarse con malas compañías en busca de dinero fácil. Es entonces cuando la película aspira a moralizar sobre la adicción (y corrupción) del poder a la vez que dar una imagen no muy agradable de unos Estados Unidos dominados por el miedo y la represión económica.
En el mundo real, el cuento termina bien. Tras un movimiento de crowdfunding con el que se esperaba conseguir los 200.000 $ de presupuesto se rozaron los dos millones y medio y con Netflix entrando en el terreno de la distribución la película, dirigida por Jeff Chan, se ha convertido en uno de los éxitos sorpresa de la temporada.
Cierto es que, más allá de su interesante premisa, el guion es muy plano y cargado de tópicos, pero nunca cae en el aburrimiento, permite que, pese a los cambios de actitud, uno simpatice con el protagonista y deslumbra, sobre todo, su aspecto visual, en el que se saca un excelente partido a su ridículo presupuesto. Una fotografía impecable y una digitalización rudimentaria, pero efectiva hacen de esta película una propuesta humilde pero muy simpática que es ideal para un rato de evasión lejos de los fuegos de artificio del habitual cine de superhéroes.

Valoración: Seis sobre diez.