Como ya anticipaba en mi comentario sobre El guardián invisible, la adaptación cinematográfica de la Trilogía del Batzán, de Dolores Redondo, precisaba de ser vista en su conjunto para poder valorar cada una de las entregas por separado.
Olvidada ya la polémica absurda que envolvió a El guardián invisible, queda claro que muchas de las cosas que no funcionaban en aquella son mejoradas y potenciadas en su secuela, Legado en los huesos. Aun sin que la presencia física del supuesto Basajaun, su presencia es igual de importante, a la que se incorporan nuevos elementos del folklore vasco como es la figura del Tarttalo, elegido como el mal personificado. Gracias a eso, la historia no es un simple caso policiaco más y se juega abiertamente con el elemento sobrenatural, justificando los continuos flashes sobre el pasado de la protagonista que amenazaban con lastrar la primera película.
También es cierto que con más horas de metraje se permite un mayor desarrollo de los protagonistas, consiguiendo al fin una buena empatía con la inspectora Amaia Salazar y su ayudante Jonan, permitiendo incluso que los secundarios salgan mejor parados que en el primer capítulo de la saga. Puede que la confirmación de que iba a haber un cierre a la historia (de hecho, Legado en los huesos se filmó a la vez que la tercera parte de la saga, Ofrenda a la tormenta) les haya dado también más libertadas para abrazar sin complejos ese mundo sobrenatural y acercarse más al terror psicológico que al simple thriller que tanto flojea en las últimas aportaciones españolas al género (léase El asesino de los caprichos o El silencio de la ciudad blanca).
Todo mejora en esta continuación, manteniéndose las virtudes de la primera película y potenciando las posibilidades de los entornos naturales, glorificados en un clímax final angustiante y muy meritorio, donde Fernando González Molina parece dar lo mejor de sí mismo.
No todo es maravilloso, desde luego. Hay giros de guion difíciles de justificar y personajes no suficientemente bien trabajados, pero el empaque general demuestra que se dirigen hacia el buen camino y augura un brillante final para la saga. El peaje a pagar es el de más preguntas sin responder y más misterios sobrenaturales que merecerán ser abiertamente revelados en el ansiado desenlace.
Por otro lado, queda claro que esta película, sin ser ni mucho menos un film de terror, no va a satisfacer a los que busquen un realismo total y desprecien el uso de ese elemento sobrenatural que ya no es ninguna conjetura.
En resumen, un buen peldaño hacia arriba que, esperemos, mejorará incluso más (como ya sucediera con la anterior película) cuando se complete la trilogía (de hecho, una revisión de El guardián invisible me ha permitido verla con mejores ojos que en el momento de su estreno) y veamos esta historia como parte de un todo.
Valoración: Siete sobre diez.
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