Probablemente La gran mentira se acerque bastante al último caso, con la que comparte, además, actor protagonista. Tener a Ian McKellen y a Helen Mirren, junto al nombre del propio Condon, ya es una garantía de que estamos ante una película interesante y de gran valor artístico, pero, como sucede con demasiada frecuencia, es el guion lo que más descuidado está.
El título no engaña a nadie, y La gran mentira es una película tramposa que manipula al espectador para llevarlo por el camino que más le interesa. Todo empieza en un tono muy afable, con una encantadora pareja de ancianos conociéndose a través de una web de citas por Internet, pero la sorpresa no va a esperar demasiado y a los diez minutos se ponen las cartas sobre la mesa alrededor de las verdaderas intenciones del personaje de McKeller.
A partir de ahí, nos encontramos ante una película de engaños y falsas verdades bastante interesante, por más que se le vea el truco un poco antes de lo necesario, pero es en el giro final cuando la cosa decae un poco, cuando se revela la gran mentira a la que alude el título y el ejercicio de suspensión de la credulidad se hace imperiosamente necesario.
Ahí, el tono dramático se impone al jocoso que privaba en su primera mitad y se toma un rumbo demasiado forzado y que cae en los tópicos habituales en este tipo e films, volviéndose algo plana y demasiado poco creíble.
Con todo, el nivel del trío implicado es tan notable que la película se puede disfrutar con agrado, por más que al finalizar deje un cierto poso de decepción. Aunque es aplaudible el cine con profundidad y carga dramática, creo que en este caso la historia se hubiese beneficiado de un poco más de diversión y algo menos de trascendencia.
Valoración: Seis sobre diez.
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