sábado, 14 de diciembre de 2019

MIDWAY

Aunque vivimos unos tiempos en que la acción y la violencia están a la orden del día en el mundo del cine, lo cierto es que el cine bélico no es el género más frecuentado, al menos no en su estado puro. Por eso, viendo Midway se respira un aroma a cine clásico, tanto en su estructura como en sus formas.
Bien es cierto que el bueno de Roland Emmerich usa (e incluso abusa) mucho el CGI, pero lo hace a merced de una historia impecablemente filmada y que, como dicta la tradición, se nutre de un elenco de actores bastante impresionante, aunque hay que decir que no todos están a su mejor nivel.
Sin embargo, quizá por el aspecto visual de sus espectaculares batallas aéreas, no es La batalla de Midway, de 1976, sino el Pearl Harbor de Michael Bay, con la que guarda ciertas similitudes. No en vano ambos directores son los grandes especialistas en la destrucción a mansalva y el tufillo patriotero de sus films (pocos han filmado la bandera americana ondeando al viento tan bien como ellos). Sin embargo, la gran ventaja de Midway sobre Pearl Harbor es que mientras Bay inventa una historia romántica que no funciona demasiado alrededor del contexto histórico (no totalmente fiel, por cierto), Emmerich pretende apostar por la realidad histórica y prescindir de florituras, lo cual hace la película más eficaz pero quizá algo repetitiva por sus muchos combates aéreos.
Sea como sea, Midway es una buena reconstrucción de la incursión de los americanos en la II Guerra Mundial y sus enfrentamientos contra los japoneses, los cuales tienen también una buena dosis de protagonismo en el metraje. Eso permite ampliar el punto de mira alrededor del conflicto, aunque, no os equivoquemos, en esta historia solo hay un bando de “buenos” y todo funciona como tributo a los héroes reales que participaron en esa mítica batalla.
Algo lastrada por esa obsesión de ser fiel a la realidad (los héroes no siempre tienen historias suficientemente interesantes detrás como para rellenar una película entera), el film está muy bien planificado y filmado, situándose entre lo mejor del cine de Emmerich, un espectáculo de piruetas y explosiones con un espíritu clásico muy agradable y que, en el fondo, da para una emocionante sesión doble para ver a continuación de la peli de Affleck y Dammon, pues las historias casi se continúan, apenas solapándose en el tramo inicial de una y final de la otra.


Valoración: Siete sobre diez.

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