viernes, 20 de diciembre de 2019

EL ASCENSO DE SKYWALKER

Recién salido del cine y con la película todavía dándome vueltas en la cabeza me dispongo a redactar mi opinión sobre la misma. Soy consciente de que un film como este, casi más un acontecimiento que una simple película más, bien merece un segundo visionado (que seguro se producirá durante las vacaciones navideñas) y un tiempo de reflexión, pero también es cierto que la primera impresión es la que vale. Y la primera impresión no ha sido tan buena como cabría esperar.
No se trata de que El ascenso de Skywalker sea una mala película, pese a que en la sala en la que la vi escuché más quejas que aplausos. Quizá ni siquiera sea una película fallida. Pero algo hay que no termina de agradar y que la distancia mucho de la perfección. Pensándolo fríamente, el Episodio IX de la saga de Star Wars funciona muy bien como película, pero falla como colofón de la historia de los Skywalker.
Vaya por delante que creo que J.J.Abrams lo tenía muy difícil ante el jardín en que el señor Johnson lo metió tras Los últimos Jedi. Independientemente de que aquella película gustase más o menos, lo que nadie puede negar es que echó por tierra todas las semillas que el propio Abrams había plantado en El despertar de la Fuerza, y ahora ha sido Abrams quien le ha devuelto con la misma moneda. Casi se podría decir que una parte del guion de El ascenso de Skywalker se centra solamente en deshacer el caos y rectificar decisiones tomadas por Johnson para retomar el camino de la franquicia.
Ya he dicho más de una vez que cuando Abrams aceptó el encargo quizá hubiera sido buena idea olvidarse de la obligación de hacer una trilogía y dividir el final en dos películas, de manera que una pueda centrarse en reorientar la historia y la otra en cerrarla. Al no ser así, da la sensación de que todo lo que sucede en el episodio IX es demasiado precipitado, todo va muy a salto de mata e incluso parece que, en ocasiones, faltes escenas que se perdieron en el montaje. Esto permite, sin embargo, que la obra sea frenética y que no aburra en ningún momento, evitando cualquier posibilidad de “efecto valle” en ningún momento, pero también la convierte en un espectáculo palomitero que no deja demasiadas secuencias para el recuerdo.
Con un estilo visual impecable, como siempre, Abrams consigue sacar el mejor partido del trío protagonista que él mismo se inventó, haciendo que Rey, Poe y Finn actúen como un verdadero equipo tal y como en su momento hicieran Luke, Han y Leia, mientras que consigue dar un buen cierre a la historia paralela entre Rey y Kylo Ren, quizá lo más acertado de la película.
Es evidente, pues, que El ascenso de Skywalker es un gran acontecimiento que derrocha espectacularidad y que ofrece montones de guiños para los fans, aunque quizá Abrams mintió (o al menos exageró) con lo de que iba a cerrar las tres trilogías con esta película, pues si hay alguna alusión directa a la trilogía de las precuelas yo no la he sabido reconocer. Sí hay, por supuesto, todo lo que cabría esperar: incursiones en naves enemigas, combates aéreos, aventuras en planetas extraños y revelaciones sorprendentes (al fin y al cabo, esto siempre ha sido una especie de culebrón galáctico). Siguiendo los deseos de los fans, Abrams se ha encargado de responder a todas y cada una de las dudas que él mismo plantó en El despertar de la Fuerza, siendo precisamente la gran novedad de esta película la que menos explicada está.
Con los actores perfectamente adaptados a sus personajes, el aspecto visual impecable y la adrenalina disparada, ¿cuáles son las pegas que le puedo poner? Pues, por lo que a mi respecta, la emoción. Nada en la película me ha emocionado. Ni siquiera alguna escena concreta que todos sabíamos que tenía que llegar. Es como si le faltara esa épica que sí supe reconocer en El despertar de la Fuerza y que me supo poner la piel de gallina. No recuerdo un solo instante en el que se me pudieran humedecer los labios o que me invadiese una imperiosa necesidad de aplaudir. Y ni siquiera tras el final, sabiendo que nunca más volveríamos a saber nada de la familia Skywalker (aunque, pensándolo bien, permitidme que lo dude), sentí la más mínima emoción. El ascenso de Skywalker carece, pues, de la magia que se encontraba en los diversos epílogos de El señor de los Anillos: Las dos torres, por ejemplo. Y, desde luego, está a años luz de lo conseguido por los hermanos Russo este mismo año con Vengadores: Endgame.
En resumen, película muy entretenida, una perfecta pieza más en el puzle galáctico que parió George Lucas hace mucho tiempo en una galaxia muy lejana pero que queda floja como broche de oro a la saga.
Quizá es que era imposible cerrar la historia de manera satisfactoria para todo el mundo, y el tema, simplemente, está agotado. Creo que sería buena idea que en Disney dejaran descansar la franquicia un tiempo. De lo contrario, dudo que los fans sigan apoyándola demasiado. Al fin de cuentas, lo de Han Solo no fue casualidad…
Estos días se hablaba de Star Wars: Episodio IX como el estreno del año, pero para mí, el estreno del año sigue siendo Endgame. Y dudo que la taquilla me contradiga.

Valoración: Siete sobre diez.

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